Señor, ven a mi puerta
Ven a tocar mi puerta Jesús Divino,
antes que el sueño de la muerte venga,
y me cubra de frío y de silencio...
Cierto es, que a veces, en forma de un anciano
solo y triste llegaste hasta mi puerta,
y al verte ahí,
Apoyando la mano en tu cayado;
con polvo del camino y tan cansado
¡No te abrí!
A veces eras niño con hambre y mucho frío
y ni un trocito de pan, menos de cariño
¡No tuve para ti!
Y aquella otra ocasión, un pobre enfermo
reflejaba el dolor en su semblante;
y tocando con mano vacilante,
una limosna por amor rogaba.
Esta vez al abrir, sentí de pronto,
el horror que aquel hombre me causaba,
las llagas de su cuerpo supuraban;
y al pesar que su mal me contagiara;
¡Cerré la puerta, de golpe y en su cara!
En forma de un mendigo o de un lisiado
¡Cuantas veces SEÑOR habrás tocado!
y yo me he hecho sordo a tu llamado.
Buscaste caridad donde no había,
un poco de calor y no lo hallabas;
solo hubo mezquindad y en mi osadía,
negaba todo a aquel que me lo daba.
Si al corazón contrito y humillado,
por tu inmensa bondad has perdonado,
¡Perdóname SEÑOR, ven a mi puerta!
Hay tanta soledad y esta desierta
Ven a tocar mi puerta Jesús Divino,
antes que el sueño de la muerte venga,
y me cubra de frío y de silencio...
Cierto es, que a veces, en forma de un anciano
solo y triste llegaste hasta mi puerta,
y al verte ahí,
Apoyando la mano en tu cayado;
con polvo del camino y tan cansado
¡No te abrí!
A veces eras niño con hambre y mucho frío
y ni un trocito de pan, menos de cariño
¡No tuve para ti!
Y aquella otra ocasión, un pobre enfermo
reflejaba el dolor en su semblante;
y tocando con mano vacilante,
una limosna por amor rogaba.
Esta vez al abrir, sentí de pronto,
el horror que aquel hombre me causaba,
las llagas de su cuerpo supuraban;
y al pesar que su mal me contagiara;
¡Cerré la puerta, de golpe y en su cara!
En forma de un mendigo o de un lisiado
¡Cuantas veces SEÑOR habrás tocado!
y yo me he hecho sordo a tu llamado.
Buscaste caridad donde no había,
un poco de calor y no lo hallabas;
solo hubo mezquindad y en mi osadía,
negaba todo a aquel que me lo daba.
Si al corazón contrito y humillado,
por tu inmensa bondad has perdonado,
¡Perdóname SEÑOR, ven a mi puerta!
Hay tanta soledad y esta desierta