sábado, 4 de junio de 2011

EL SACO DE PLUMAS


 El Saco de Plumas.



Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?",
a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas".
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas.
Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado",
a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.

Sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.
Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".
"Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón".

viernes, 3 de junio de 2011

ACTITUD POSITIVA

 Actitud positiva...


Normalmente encontramos dos clases de personas en la vida:

1. Las que siempre esperan lo peor en cualquier situación.
2. Las que imaginan lo mejor y esperan lo positivo.

¿En cuál grupo estás? Con los pesimistas o con los optimistas. Ojalá seas de aquellos que cuando se propone algo bueno comienzan a generar ideas para ver como se puede hacer.

En efecto, es desesperante tratar a los que buscan razones y sinrazones para mostrar que algo no se puede hacer.

Ojalá un día lluvioso sea para ti un dia diferente y no un día terrible, ojalá veas en cada obstáculo un desafío y no un problema.

Está demostrado que atraemos lo que pensamos. De ahí que sí esperas lo peor vas a encontralo. Elige concentrarte en lo positivo.

Pobre de ti si en cada heridita ves ya una hinchazón, en cada resfriado una pulmonía y en cada llovizna una tempestad.

Ten presente que el optimista siempre gana ya que suponiendo que las cosas se agraven el no anticipar su dolor ni su angustia. Elige contemplar la cara risueña de la existencia.

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS PARA UNA GRAVE NECESIDAD

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS PARA UNA GRAVE NECESIDAD

 

Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrado a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor:

(Se ora en silencio pidiendo el favor)
 
¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?

A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo, cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas.

Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro, porque tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias, un motivo más para oír mi petición.

Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír y remediar sus males.

Sin embargo... dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe.

Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte, adorarte y servirte, oh buen Jesús.
Acepta este acto mío de perfecta adoración y sumisión a lo que decrete tu Corazón misericordioso. Amén.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre.

Sacratísimo Corazón de Jesús, en Vos confío. (3 veces).

PENSAMIENTO DE SANTA MARGARITA MARIA


Que el Sagrado Corazón logre en ti todos sus designios y que Él sea tu fortaleza, para que tu puedas con valentía cargar el peso de tus responsabilidades. 

¿Qué tenéis vosotros que temer, si este Sagrado Corazón os rodea con su poder, como con un muro inexpugnable a los asaltos del enemigo?  

Santa Margarita Maria de Alacoque


SABIDURÍA DE LA VIDA

 Sabiduría de vida



No te detengas en lo malo que has hecho; camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar. No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de Dios.

No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación, sino en cada paso que puedes dar para ser lo que Dios quiere que seas. No confíes en tus propias fuerzas; pon tu vida en manos de Dios.
 
 No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú. Deja que el amor te toque y no te defiendas de él. Sólo contempla la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla.
 
Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que "cada día tiene su propio afán" (Mt. 6,34)
 
Busca a alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella. No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella. Si algún día te sientes cansado, busca el descanso en Dios que renovará tus fuerzas. Si algún día te sientes demasiado responsable de otros, recuerda que sólo Jesús es el Mesías. Si te sientes atado a alguien, pídele a Jesús que rompa las ataduras y que su amor vuelva a crear lazos nuevos de amor según su Espíritu.
 
Si reaccionas ante toda provocación, ruega a Dios para que te enseñe a responder en lugar de reaccionar. Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio. Si necesitas tener todo bajo control, entrega el control de tu vida a Dios y confía en su poder y en su amor por tí.

Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en tí como en algo precioso; eres un hijo de Dios! Piensa que Él está más interesado que tú en que te conviertas en esa creación que Él pensó desde toda la eternidad."

PRIMER VIERNES DEL MES DE JUNIO

Primer Viernes del Mes de Junio 
 Sagrado Corazòn de Jesùs


Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera.

¡Oh buen Jesús, que prometisteis asistir en vida, y especialmente en la hora de la muerte, a quien invoque con confianza vuestro Divino Corazón! Os ofrezco la comunión del presente día, a fin de obtener por intercesión de María Santísima, vuestra Madre, la gracia de poder hacer este año los nueve primeros viernes que deben ayudarme a merecer el cielo y alcanzar una santa muerte. Amén.

Tú estuviste allí, Madre, no podías faltar

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Tú estuviste allí, Madre, no podías faltar
El Domingo recordaremos la Ascención de tu Hijo, Madre, donde Jesús te entregó una nueva misión: la Iglesia naciente.
 
Tú estuviste allí, Madre, no podías faltar


Tú estuviste allí, no podías faltar. Con los apóstoles: tus nuevos hijos, la Iglesia naciente que Jesús dejó a tu cuidado.

Lo viste subir, triunfar para siempre. Subía y regresaba al cielo como triunfador. Derrotados quedaban sus enemigos: la muerte, el demonio, el mundo.

Era tu triunfo también. Si los éxitos del hijo son también de su madre, la ascensión de Jesús tú la vivías como propia; era el anticipo de tu asunción.


Aquel Hijo tuyo, nacido en Belén, que había venido a la tierra a través de tu carne, ahora se iba a la patria definitiva. Aquel hijo, perdido durante la eternidad de tres días en el templo, ahora no sabías cuantos años estarías sin verlo. ¡Qué dolor, dolor nuevo, que hacía casi intolerable, insufrible, la separación del Hijo amado!


A partir de entonces tu corazón estaría más en el cielo que en la tierra. Allí estaba José, tu esposo, el compañero maravilloso de la infancia y juventud de Jesús. ¡Qué ratos tan inefables, tan difíciles también, en su compañía! Él se te había adelantado. Él vería llegar a Jesús al cielo, y recibiría de Él las más sentidas gracias por haber cumplido tan perfectamente su misión de padre. Allí estaría desde ese momento Jesús. Pero Tú te quedabas en la tierra sola, muy sola. Porque tu amor se iba, y te dejaba sola en la tierra.


Sólo quien ha estado locamente enamorado y pierde a la persona amada sabe de este dolor. Tú eras la enamorada por excelencia de Jesús. Por eso, tu dolor no tenía límites ni comparación.


Pero tu voluntad no se sumergía en la tristeza, porque Jesús te había entregado una nueva misión: la Iglesia naciente. Con cuánto amor repetiste tu oración favorita: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.


Con tu oración, tu amor, tus consejos y tu prudencia, la Iglesia niña crecía incontenible. Crecía en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres, como en otro tiempo tu Jesús. ¡OH Madre de la Iglesia, que acunaste nuevamente en tus brazos aquella criatura que Jesús te entregó!


Se mezclaban la nostalgia –la fuerza que te lanzaba hacia el cielo- y el amor a la Iglesia que necesitaba tu cariño, tu presencia, tu oración. La nostalgia era desgarradora, la esperanza larguísima. Tú veías en la Iglesia la continuación de Jesús en la historia como ningún teólogo lo ha visto. Toda la Iglesia estaba llena de la presencia de Jesús.


Tus nuevos hijos eran más débiles que Jesús. Los lobos acechaban. Satanás, que había devorado a Judas, seguía esperando matar a toda la grey, cuando aún era débil e indefensa. Pero contaba con tu defensa irresistible. Nostalgia, espera y certeza de llegar al cielo para ti y tus hijos. Él ya, faltamos nosotros...


Ahora Tú también estás en el cielo. Faltamos nosotros...Acuérdate de nosotros.


Nueva etapa de fe: Volviste a encender la lámpara que había alumbrado tu caminar por la vida, con aceite nuevo, con nuevo vigor. Era el comienzo fresco y pujante del cristianismo. Tú eras la primera cristiana, la que debías vivir y contagiar a todos la alegría recién estrenada del hombre y mujer nuevos, del nuevo estilo de vida, la religión del amor.



Oh Madre, se nos ha olvidado muy pronto que la religión fundada por tu Hijo es la religión del amor, la religión de las bienaventuranzas. Nos hemos quedado con unas pocas ideas rancias y con un aburrimiento vital. Resucita en nosotros la alegría del “mirad cómo se aman” que avasalló a los primeros.


¿Qué hemos hecho de la religión del amor? Los cristianos hemos vaciado la religión del amor para quedarnos con los mandamientos mal cumplidos. Y nos resulta aburrida, pesada, inaguantable.


La misma religión que a los primeros los entusiasmó hasta el extremo, los arrastró hasta el martirio sin pestañear, a nosotros nos resulta sosa y aburrida. ¿No será que hemos perdido la savia vital? Y ¿qué somos, que queda de nosotros si nos falta el amor? Nada. Pura fachada.


Tú comulgabas con más fe que ninguno, llegando a sentir a Jesús en tus entrañas como cuando crecía en tu seno. Te absorbías, te elevabas de la tierra, te ibas...Vivías de la comunión anterior y vivías para la siguiente, como la enamorada que no puede separarse del Amado.


Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo hacías en los años de tu soledad. Los cristianos observaban con respeto y emoción tu actitud. Y seguro que, como a Jesús, te pedían: “Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo haces”.En la forma de recibir a Jesús se confirma el amor o la indiferencia de los cristianos de hoy.


Quiero imaginar las palabras que dirigías a los apóstoles: El primer evangelio pasado por la mente y el corazón de su Madre. Y así entendían de manera entrañable las enseñanzas de Jesús: Tú les abrías el sentido, pero, sobre todo, encendías sus corazones. Cuantas veces Pedro, Juan y los demás debían comentar como los discípulos de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba María los misterios de la vida de Jesús?"


Cuanto necesitamos, María, que nos vuelvas a explicar los misterios y la enseñanza de Jesús, sobre todo el amor que nos tiene, para que nuestro corazón arda de amor por Él y por Ti. ¡Cómo motivarías a Pedro, cada vez que el pesimismo y las dificultades de guiar a la Iglesia querían doblarlo! ¡Qué firme y gentil pastora guiaba al primer Papa, lo mismo que al actual Benedicto XVI! ¡Cómo les hablarías del cielo, repitiéndoles con apasionado acento las palabras de Jesús: ”Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”! Hay que merecerlo, hay que ganarlo. Ahí estaremos juntos para siempre...


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC

    jueves, 2 de junio de 2011

    PENSAMIENTO DE SANTA MARGARITA MARÍA


    Mi Oración

    Mi Oraciòn...

     Mi oración, Señor, es llana y sencilla.
    En mi oración, Señor, te traigo mis inquietudes y mis problemas.
    En mi oración, Señor, confío en ti y te hablo. En mi oración, Señor, te doy gracias.
    Voy cansado, Señor; alégrame. Estoy triste, Señor; alégrame.
    Me disgusto, Señor, a veces sin motivo; alégrame.
    Tengo miedo, Señor. Alégrate de todo corazón porque el Señor está a tu lado.
    Alégrate de todo corazón porque Dios se fía de ti.
    Alégrate de todo corazón porque el Señor te valora como eres.
    Alégrate de todo corazón porque Dios te escucha y te quiere.
    Cuida mi corazón, mi Dios. Lee mis pensamientos, Señor.
    Y alégrate siempre en lo sencillo, Y que mi alegría la conozca siempre todo el mundo.
    Amén

    LA INDISCRECIÓN


    La Indiscreción




    La indiscreción es dañina y puede aportarte datos confidenciales a que no tienes derecho.

    El que ansía conocer intimidades ajenas, nunca se satisface de ver, escuchar y averiguar; pero, los datos que obtiene, sólo le sirven para estimular su enfermiza manía de penetrar el secreto del otro, con el fin regularmente, de desacreditarlo ante la opinión pública.
    El indiscreto es imprudente y el resultado de sus actitudes es casi siempre su propia desgracia.

    TE ADORO ESCONDIDO EN LA HOSTIA, JESÚS EUCARISTÍA


    Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
    ¡Te adoro escondido en la Hostia!
    Mientras te adoramos, ¿cómo es posible no pensar en todo lo que tenemos que hacer para darte gloria?


    ¡Te adoro escondido en la Hostia!


    Elevemos juntos la mirada a Jesús Eucaristía; contemplémosle y repitámosle juntos estas palabras de santo Tomás de Aquino, que manifiestan toda nuestra fe y todo nuestro amor: Jesús, ¡te adoro escondido en la Hostia!

    En una época marcada por odios, por egoísmos, por deseos de falsas felicidades, por la decadencia de costumbres, la ausencia de figuras paternas y maternas, la instabilidad en tantas jóvenes familias y por tantas fragilidades y dificultades que sufren los jóvenes, nosotros te miramos a ti, Jesús Eucaristía, con renovada esperanza. A pesar de nuestros pecados, confiamos en tu divina misericordia. Te repetimos junto a los discípulos de Emaús «Mane nobiscum Domine!» , «¡Quédate con nosotros, Señor!».

    En la Eucaristía, tú restituyes al Padre todo lo que proviene de él y se realiza así un profundo misterio de justicia de la criatura hacia el creador. El Padre celeste nos ha creado a su imagen y semejanza, de él hemos recibido el don de la vida, que cuanto más reconocemos como preciosa desde el momento de su inicio hasta la muerte, más es amenazada y manipulada.

    Te adoramos, Jesús, y te damos gracias porque en la Eucaristía se hace actual el misterio de esa única ofrenda al Padre que tú realizaste hace dos mil años con el sacrificio de la Cruz, sacrificio que redimió a la humanidad entera y a toda la creación.

    «Adoro Te devote, latens Deitas!»
    ¡Te adoramos, Jesús Eucaristía! Adoramos tu cuerpo y tu sangre, entregados por nosotros, por todos, en remisión de los pecados: ¡Sacramento de la nueva y eterna Alianza!

    Mientras te adoramos, ¿cómo es posible no pensar en todo lo que tenemos que hacer para darte gloria? Al mismo tiempo, sin embargo, reconocemos que san Juan de la Cruz tenía razón cuando decía: «Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración».

    Ayúdanos, Jesús, a comprender que para «hacer» algo en tu Iglesia, incluso en el campo tan urgente de la nueva evangelización, es necesario ante todo «ser», es decir, estar contigo en adoración, en tu dulce compañía. Sólo de una íntima comunión contigo surge la auténtica, eficaz y verdadera acción apostólica.

    A una gran santa, que entró en el Carmelo de Colonia, santa Benedicta Teresa de la Cruz, Edith Stein, le gustaba repetir: «Miembros del Cuerpo de Cristo, animados por su Espíritu, nosotros nos ofrecemos como víctimas con él, en él, y nos unimos a la eterna acción de gracias».

    «Adoro Te devote, latens Deitas!». Jesús, te pedimos que cada uno desee unirse a ti en una eterna acción de gracias y se comprometa en el mundo de hoy y de mañana para ser constructor de la civilización del amor.

    Que te ponga en el centro de su vida, que te adore y te celebre. Que crezca en su familiaridad contigo, ¡Jesús Eucaristía! Que te reciba participando con asiduidad en la santa misa dominical y, si es posible, cada día. Que de estos intensos y frecuentes nazcan compromisos de entrega libre de la vida a ti, que eres libertad plena y verdadera. Que surjan santas vocaciones al sacerdocio: sin el sacerdocio no hay Eucaristía, fuente y culmen de la vida de la Iglesia. Que crezcan en gran número las vocaciones a la vida religiosa. Que broten con generosidad vocaciones a la santidad, que es la elevada medida de la vida cristiana ordinaria, en especial, en las familias. La Iglesia y la sociedad tienen necesidad de esto hoy más que nunca.

    Jesús Eucaristía, te confío a los jóvenes de todo el mundo: sus sentimientos, sus afectos, sus proyectos. Te los presento poniéndolos en manos de María, madre tuya y madre nuestra.

    Jesús, que te entregaste al Padre, ¡ámales!
    Jesús, que te entregaste al Padre, ¡sana las heridas de su espíritu!
    Jesús, que te entregaste al Padre, ¡ayúdales a adorarte en la verdad y bendíceles! Ahora y siempre. ¡Amén!

    A todos imparto mi bendición con afecto.


    SS Juan Pablo II Homilía a los jóvenes. Vaticano, 15 de marzo 2005

    miércoles, 1 de junio de 2011

    YO SIGO A MI REY


     Yo sigo a mi Rey
    Autor:  Padre Justo López Melús




    La lealtad es una de las cualidades más nobles del alma humana. Es algo de lo que no puede prescindir quien se considera un digno caballero. San Ignacio afirmaba que «los que más se quieran afectar y señalar en todo servicio de su rey... harán oblaciones de mayor estima y mayor momento... Y si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero».

    La caravana del sultán transportaba por el desierto una gran carga de oro y piedras preciosas. Un camello se cayó y se desparramaron joyas y brillantes. El sultán no podía con todo e invitó a sus criados a que se quedaran con lo que pudieran. Mientras, el príncipe siguió su camino y oyó que alguien caminaba a sus espaldas. Se volvió y dijo: «Y tú, ¿no te quedas a recoger nada?». El joven respondió: «Yo sigo a mi rey. Lo demás, en comparación, no vale nada para mí».

    CORAZÓN QUE ARDE


     Corazón que arde
     Autor: Madre Teresa de Calcuta

      
          
    Un corazón lleno de alegría es resultado de un corazón que arde de amor. La alegría no es solo cuestión de temperamento, siempre resulta difícil conservar la alegría--- motivo mayor para tratar de adquirirla y de hacerla crecer en nuestros corazones. La alegría es oración; la alegría es fuerza; la alegría es amor. Da más quien da con alegría.

    A los niños y a los pobres, a todos los que sufren y están solos, bríndales siempre una sonrisa alegre; no solo les brindes tus cuidados sino también tu corazón. Tal vez no podamos dar mucho, pero siempre podemos brindar la alegría que brota de un corazón lleno de amor.

    Si tienes dificultades en tu trabajo y si las aceptas con alegría, con una gran sonrisa, en este caso, como en muchas otras cosas, verás que tu bien si funciona. Además, la mejor manera de mostrar tu gratitud está en aceptar todo con alegría.

    Si tienes alegría, esta brillara en tus ojos y en tu aspecto, en tu conversación y en tu contento. No podrás ocultarla por que la alegría se desborda. La alegría es muy contagiosa. Trata, por tanto, de estar siempre desbordando de alegría donde quiera que vayas.

     La alegría, ha sido dada al hombre para que se regocije en Dios por la esperanza del bien eterno y de todos los beneficios que recibe de Dios. Por tanto, sabrá como regocijarse ante la prosperidad de su vecino, como sentirse descontento ante las cosas huecas.

    La alegría debe ser uno de los pivotes de nuestra existencia. es el distintivo de una personalidad generosa. en ocasiones, también es el manto que cubre una vida de sacrificio y entrega propia. La persona que tiene este don muchas veces alcanza cimas elevadas. El o ella es como el sol en una comunidad.

    Deberíamos preguntarnos: "¿En verdad he experimentado la alegría de amar?" el amor verdadero es un amor que nos produce dolor, que lastima y, sin embargo, nos produce alegría. Por ello debemos orar y pedir valor para amar.

    Quien Dios te devuelva en amor todo el amor que hayas dado y toda la alegría y la paz que hayas sembrado a tu alrededor, en todo el mundo.

    JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


    JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

    La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días. Esto significa que debemos vivir este mes demostrándole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.

    Origen de la devoción:

    Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella. Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.

    Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

    El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

    Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

    Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

    1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).

    2. Pondré paz en sus familias.

    3. Los consolaré en todas las aflicciones.

    4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.

    5. Bendeciré abundantemente sus empresas.

    6. Los pecadores hallarán misericordia.

    7. Los tibios se harán fervorosos.

    8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.

    9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.

    10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.

    11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.

    12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

    Las condiciones para ganar esta gracia son tres:

    1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.

    2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.

    3. Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.

    Fuente: Catholic.net

    QUÉ VES QUE NO VEO?


    ¿Qué ves que no veo?
    ¿Cuál es la trayectoria que lleva a la dureza de corazón? ¿Qué escamas cubren mis ojos o tapan mis oídos?
    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 





    El corazón puede endurecerse. Los ojos, entonces, pierden la capacidad de ver lejos, de mirar adentro. El alma llega a vestirse con una costra de dureza, de indiferencia, de apatía, de desamor, de críticas enfermizas.

    ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál es la trayectoria que lleva a la dureza de corazón? ¿Qué escamas cubren mis ojos o tapan mis oídos?

    Los golpes de la vida, las ambiciones, los rencores, las envidias, los deseos de placer y de comodidad, las perezas, los orgullos, endurecen el alma hasta extremos insospechados.

    Frente al mal que nos rodea, frente a las pasiones que surgen desde dentro, necesitamos aire puro, ideales nobles, enseñanzas llenas de dulzura y de amor auténtico, para romper corazas de indiferencia, para abrir horizontes de ternura, para aprender a ver “con los ojos de Cristo” (cf. Benedicto XVI, encíclica “Deus caritas est”, n. 18).

    Es entonces cuando veo que necesito acercarme a Ti, Dios mío, para preguntarte: ¿qué ves que yo no veo?

    Sólo Tú puedes sacarme del abismo del pecado. Sólo Tú puedes quitar las escamas de mis ojos. Sólo Tú puedes enseñarme a vivir como los niños, para entrar un poco, ya en esta vida, en el Reino de los cielos (cf. Mt 18,2-4).

    En este día, con sus prisas, con sus pausas, con sus momentos exaltantes y con sus angustias, necesito escuchar tus palabras, abrirme a tu luz, dejarme curar.

    Entonces seré capaz de ver de modo diferente, de mirar como Tú a los hombres, al mundo, a mí mismo. Sentiré que la misericordia es la palabra que más ayuda. Me dejaré transformar según tu Corazón, manso y humilde. Descubriré horizontes de belleza y de esperanza, porque empezaré a verlo todo, un poquito, como Tú.

    martes, 31 de mayo de 2011

    PUEDE UN SACERDOTE REVELAR ALGÚN SECRETO DE CONFESIÓN?


    Autor: Fe y Familia | Fuente: www.feyfamilia.com
    ¿Puede un sacerdote revelar algún secreto de confesión?
    El sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática


    La Iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes.

    El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice: «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo».


    ¿No hay excepciones?

    El secreto de confesión no admite excepción. Se llama "sigilo sacramental" y consiste en que todo lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda "sellado" por el sacramento.

    Un sacerdote no puede hablar a nadie sobre lo que se le dice en confesión. Aun cuando él supiera la identidad del penitente y posteriormente se encontrara con él no puede comentarle nada de lo que le dijo en confesión, a menos que sea el mismo penitente quien primero lo comente. Entonces y sólo entonces, puede discutirlo sólo con él. De lo contrario debe permanecer en silencio.

    ¿Cómo se asegura este secreto?

    Bajo ninguna circunstancia puede quebrantarse el “sigilo” de la confesión. De acuerdo a la ley canónica, la penalización para un sacerdote que viole este sigilo sería la excomunión automática (Derecho Canónico 983, 1388).

    El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983).

    ¿Y si revelando una confesión se pudiera evitar un mal?

    El sigilo sacramental es inviolable; por tanto, es un crimen para un confesor el traicionar a un penitente ya sea de palabra o de cualquier otra forma o por cualquier motivo.

    No hay excepciones a esta ley, sin importar quién sea el penitente. Esto se aplica a todos los fieles —obispos, sacerdotes, religiosos y seglares—. El sigilo sacramental es protección de la confianza sagrada entre la persona que confiesa su pecado y Dios, y nada ni nadie puede romperlo.

    ¿Qué puede hacer entonces un sacerdote si alguien le confiesa un crimen?

    Si bien el sacerdote no puede romper el sello de la confesión al revelar lo que se le ha dicho ni usar esta información en forma alguna, sí está en la posición —dentro del confesionario— de ayudar al penitente a enfrentar su propio pecado, llevándolo así a una verdadera contrición y esta contrición debería conducirlo a desear hacer lo correcto.

    ¿Las autoridades judiciales podrían obligar a un sacerdote a revelar un secreto de confesión?

    En el Derecho de la Iglesia la cuestión está clara: el sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática.

    Esta rigurosa protección del sigilo sacramental implica también para el confesor la exención de la obligación de responder en juicio «respecto a todo lo que conoce por razón de su ministerio», y la incapacidad de ser testigo en relación con lo que conoce por confesión sacramental, aunque el penitente le releve del secreto «y le pida que lo manifieste», (cánones 1548 y 1550).

    ¿Aunque contando el secreto el sacerdote pudiera obtener algo bueno para alguien?

    El sigilo sacramental no puede quebrantarse jamás bajo ningún pretexto, cualquiera que sea el daño privado o público que con ello se pudiera evitar o el bien que se pudiera promover.

    Obliga incluso a soportar el martirio antes que quebrantarlo, como fue el caso de San Juan Nepomuceno. Aquí debe tenerse firme lo que afirmaba Santo Tomás: «lo que se sabe bajo confesión es como no sabido, porque no se sabe en cuanto hombre, sino en cuanto Dios», (In IV Sent., 21,3,1).

    ¿Y si otra persona oye o graba la confesión y la revela?

    La Iglesia ha precisado que incurre también en excomunión quien capta mediante cualquier instrumento técnico, o divulga las palabras del confesor o del penitente, ya sea la confesión verdadera o fingida, propia o de un tercero.

    ¿Y en el caso de que el sacerdote no haya dado la absolución?

    El sigilo obliga a guardar secreto absoluto de todo lo dicho en el sacramento de la confesión, aunque no se obtenga la absolución de los pecados o la confesión resulte inválida.

    (Este especial se ha realizado tomando como referencia el Catecismo de la Iglesia Católica y las respuestas que sobre el tema dio Grace MacKinnon, especializada en Doctrina Católica)

    GRACIAS A MI ENEMIGO


    Gracias a mi enemigo



    Doy gracias a mi enemigo,que colabora en la forja de mi alma ,en el viaje de mi destino...El amor impere en los corazones, y olvidemos para criticas las razones,porque hay paz si hay comprensión, porque hay amor si hay perdón,porque hay perdón si hay olvido,ya que el único motivo es la unión,y cada cual hace su función en su experimentación...

    Nos bendiga a todos la luz imperturbable,la armonía inquebrantable,el amor eterno de nuestro padre celestial,que vive y reina por los siglos de los siglos, dentro de cada uno de nosotros,aun a pesar de que aun estemos ciegos y sordos,y no seamos del todo conscientes de ello...

    Si la grandeza esta dentro de nosotros,y he de mostrarla aun amando a mi enemigo,pues te digo un abrazo enemigo mío, y que por fin veas la senda, de tu luz despertándose en tu sino ,ya que hasta entonces estabas andando sin atino,con venda en tus ojos en un corazón sin cariño...,rescata al niño que llevas dentro,encarcelado y sin respiro,hemos venido a este mundo,no a criticar maliciosamente y darnos un piro,sino a comprender que somos amor,y quien ve la paja en ojo ajeno,vea la viga en el suyo primero...nadie hay perfecto ,todos tenemos defectos,no juguemos a ser justicieros,vivamos y dejemos vivir,que es corto el existir humano,como para perder el tiempo,condenando a nuestros hermanos...porque la ignorancia nos ciega,el saber que con la misma vara de medir,seremos un día juzgados ante el ETERNO...,Y deberé decir Padre perdónalo es mi hermano,no sabia lo que hacia,y aun así me ayudó a ser mas fuerte en mi camino...

    MI ORACIÓN A TI

     Mi oración a Ti
    Autor: Rabindranath Tagore

     Dame la fuerza que necesito para mis alegrías y mis preocupaciones.

            Dame la fuerza que haga fructífero mi amor en el servicio.

            Dame la fuerza de no negar nunca a los pobres.

            Dame la fuerza necesaria para no doblar mi rodilla ante poderes extraños.
    Dame la fuerza que necesito para elevarme sobre las trivialidades cotidianas.

    Dame la fuerza que necesita mi fuerza para someterse a tu voluntad.

    Dos mujeres excepcionales

    Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
    Dos mujeres excepcionales
    ¡Gracias María, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel!
     
    Dos mujeres excepcionales
    La fiesta de La Visitación está llena de encantos, de un idilio, de una ternura inigualables. Dos mujeres encinta que se encuentran, que se saludan, que se llenan de Dios y de alegría. Las dos primas, María e Isabel, convertidas en mamás las dos milagrosamente, se nos llevan también a nosotros todos los cariños.

    Sólo María, después de la Ascensión del Señor en la Iglesia primitiva, pudo ser la fuente de esta información que hoy no sería capaz de presentar el reportero más avispado. Sin grabadoras ni cámaras de televisión, Lucas recogió los datos suministrados anteriormente por María, y en la visitación de María a Isabel nos ofrece una de las escenas más sublimes de toda la Biblia.

    - ¡Isabel! ¡Isabel! ¿Cómo estás, cómo te encuentro?...

    - Pero, María, ¿cómo vienes hasta aquí?...


    María se ha enterado del estado de Isabel por el Angel:

    - Tu pariente Isabel, en su ancianidad, ha concebido un hijo, y ya está en su sexto mes la que siempre ha sido estéril, porque para Dios no hay nada imposible.

    Más de ciento veinte kilómetros separan Nazaret de Ain Karim. Pero María, audaz, valiente, sin complejos ni miedos ¡qué muchachita ésta, y vaya mujer liberada!, emprende el camino desde Galilea hasta la montaña de Judea.

    Isabel, nada más oír el saludo de su jovencita prima y antes de que ésta le comunique nada, se da cuenta de la maternidad de María, por iluminación del Espíritu Santo:

    - ¿Pero, cómo es esto? ¿Llevas en tu seno a mi Señor, y vienes hasta mí? ¡Si noto que hasta el niño que se encierra en mis entrañas está dando saltos de gozo con solo oír tu voz!

    María recibe la primera bienaventuranza del Evangelio:

    - ¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá en ti todo lo que te ha dicho el Señor!

    ¡Hay que ver qué encuentro el de estas dos mujeres madres! La Liturgia de la Iglesia nos lo presenta hoy para que veamos lo que nos espera a nosotros en la próxima Navidad, que ya la tocamos con la mano.

    María nos trae al Hijo de Dios, hecho hombre en su seno bendito.

    Jesús se encuentra con nosotros para llenarnos de su Espíritu Santo, como a Isabel, como a Juan.

    El Espíritu Santo nos llena de su alegría y de sus dones, porque donde entra el Espíritu de Dios no hay más que gozo, paz y vida divina y eterna.

    Si nos ponemos a analizar este hecho de la visitación de María a Isabel, no sabemos por dónde empezar ni por donde acabar de tantas cosas como podemos decir, ya que se trata de una escena de riquezas inmensas. Igual nos habla de las dos naturalezas de Jesús, divina y humana, que de la mediación de María. Como nos dice también de la diligencia del apóstol, dispuesto a dar siempre ese Jesús que lleva dentro.

    ¿Quién es el Jesús que María lleva en su seno? Dios, ciertamente. Isabel lo reconoce: - ¿Cómo viene a visitarme la madre de mi Señor?... Y El Señor, para un judío, era solamente Dios.

    ¿Quién es el Jesús, hijo de María? Es hombre perfecto. Nacido de mujer, dirá San Pablo. Un Jesús hombre que tomará el pecho de la mamá como cualquier bebé.

    Un Jesús que jugará y enredará y será educado como cualquier otro niño. Un Jesús que se desarrollará joven bello y de prendas singulares, como nos dice el Evangelio, e irá creciendo en estatura, en conocimientos y en gracia y atractivos ante los hombres lo mismo que ante Dios. Un Jesús que amará como nosotros; que trabajará y se cansará y padecerá hambre y sed; que gozará y sufrirá como sus hermanos los hombres, y que llegará a morir verdaderamente como cualquiera de nosotros.

    ¿Por medio de quién viene a nosotros este Jesús? Es la cosa tan evidente, que no necesita comentarios. Dios ha querido servirse de María, que ha dado su consentimiento consciente, libre y amorosamente al plan de Dios.

    Y María sigue realizando hoy su misión de darnos a Jesús lo mismo que hizo con Isabel y el Bautista o lo veremos pronto con los Magos.

    No va a ninguna parte María sin su Jesús. No se mete María con su amor y devoción en ningún alma sin meter bien dentro de ella al mismo Jesús. Venir a nosotros María o ir nosotros a María y no encontrarse con Jesús resulta un imposible. María, como Madre, es una Medianera natural entre Jesucristo y nosotros. De María aprendemos también una lección importante para nuestra vida cristiana.

    ¿Podemos quedarnos para nosotros ese Jesús que llevamos dentro? ¿No tenemos obligación de darlo a los demás?...

    Por la fe de Abraham empezó la Historia de la Salvación. Por la fe de María –¡Sí, que se cumpla en mí tu palabra!– se realizó definitivamente el plan de salvación trazado y prometido por Dios. María nos enseña a ser creyentes, a aceptar la Palabra, a decir siempre SÍ a Dios.

    ¡María! ¡Gracias por tu fe! ¡Gracias, porque tu generosidad arrancó del seno de Dios a Nuestro Salvador el Señor Jesucristo! ¡Gracias, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel! ¡Gracias, porque con tu Jesús vives también en nuestros corazones!....
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