sábado, 9 de abril de 2011

CRISTO REDENTOR


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.


La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: “Si no creen que Yo soy”. Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy”. Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy”. Ese “Yo soy”, no es simplemente un pronombre y un verbo, “Yo soy” es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo “Yo soy”, está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. “Yo soy”, no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.

viernes, 8 de abril de 2011

DANOS TU PAZ


Danos tu Paz
Autor: Pedro Casaldáliga





Danos, Señor, aquella Paz extraña que brota en plena lucha
como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como el beso esperado.


Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas, vestidos por el viento de una esperanza núbil.

Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida.

La Paz que se comparten igualdad fraterna como el agua y la Hostia.

El Amor de Dios

El Amor de Dios

Usa la imaginación que Dios te ha dado e imagínate como un bebe pequeño en los brazos de su padre y piensa que ese padre es Dios. Te quiere porque has nacido en su familia, eres parte suya. Tienes su sangre, la de Jesús. El ha dado su vida, la vida eterna. La tienes dentro de ti, El quería otro hijo en la familia, por eso te engendró.

Ahora, tú eres ese bebé en los brazos de tu Padre Dios y está durmiendo. Para qué le sirves?

- Para que te mire. A Dios le gusta mirarte.
- Para que te sienta. A Dios le gusta sentirte en sus brazos.
- Para que te ame. Dios es amor y le gusta amar.
- Para que te tenga. Dios es un Padrazo y le gusta tener hijos en su familia

Qué tienes que hacer para que Dios te mire ? Nada
Qué tienes que hacer para que Dios te sienta ? Nada
Qué tienes que hacer para que Dios te tenga ? Nada
Qué tienes que hacer para que Dios te... ? Nada
Qué tienes que hacer para que Dios te ame ? N... A... D... A...

Dios te ama porque eres suyo. Si eres bueno o malo, todavía te ama. El padre amaba al hijo pródigo (y era malo) porque era su hijo. Dios te ama porque quiere amarte y no hay nada que puedas hacer para que te deje amar o puedas ganar su amor. Es su naturaleza amar.

jueves, 7 de abril de 2011

A LA VIRGEN MARÍA...

SACERDOTES DE HOY

Sacerdotes de  hoy



Sacerdotes no sólo por un tiempo sino siempre, que sirven con humildad, anunciando "toda" la voluntad de Dios y confiando en el Señor. Sacerdotes capaces de renovarse continuamente, velando por su propia vida espiritual para atender a los fieles que el Espíritu Santo ha puesto a su cargo. Sacerdotes que pasan en medio de las dificultades llevando el consuelo de Dios, cuidando especialmente de los pobres y los débiles. Y para todo eso, sacerdotes que se apoyan en la oración.



Tal es el perfil del sacerdote que Benedicto XVI ha trazado ante el clero romano (10-III-2011), a partir de un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que recoge la despedida de San Pablo de los presbíteros de Éfeso (cf. Hch 20, 17-38).



1. Ante todo, disponibilidad plena, servicio y humildad, anuncio "integral" de la voluntad de Dios y confianza en Él. Aunque a veces haya que realizar tareas no demasiado espirituales, "no se es sacerdote sólo por un tiempo; se es siempre, con toda el alma, con todo el corazón. Este ser con Cristo y ser embajador de Cristo, este ser para los demás, es una misión que penetra nuestro ser y debe penetrar cada vez más en la totalidad de nuestro ser". Servicio y humildad son dos palabras claves. Servir quiere decir "no buscar mis preferencias, mis prioridades, sino realmente 'ponerme al servicio del otro'. Y la verdadera humildad consiste en no buscar ante todo que nos vean ni dejarse llevar por el qué dirán; "no aparecer ante los hombres, sino estar en la presencia de Dios y trabajar con humildad por Dios, y de esta manera servir realmente también a la humanidad y a los hombres".



Así se entiende que el sacerdote deba predicar no las preferencias personales, sino asumir el "compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no agradan tanto". ¿Cómo saber dónde está la voluntad de Dios?: "La doctrina, la liturgia, la moral y la oración las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia católica indican esta totalidad de la voluntad de Dios". He ahí la sencillez y la riqueza de la fe, donde encontramos la verdad, la belleza, la bondad de Dios.



2. También el sacerdote ha de renovarse de continuo, con el paso de los años, convirtiéndose hacia la verdadera realidad, que es Dios y no las cosas materiales, y dejando que esa realidad integre la personalidad, la inteligencia y el corazón. Y por eso es necesario "dejarme transformar, con toda mi vida, por la Palabra de Dios", por la oración, por la unidad con la Iglesia. Esto ayuda a "tener las prioridades justas", sin una preocupación excesiva sobre la salud o las condiciones del trabajo pastoral; sin permitir que un activismo de buenas intenciones destruya la vida espiritual por falta de oración; porque todo esto es condición para velar por la grey que se nos ha confiado.



3. Sacerdotes que, a la vez, no se sorprenden por las dificultades, sino que van adelante con alegría y esperanza, cuidando especialmente de los más necesitados. "La opción preferencial por los pobres, el amor por los débiles, es fundamental para la Iglesia, es fundamental para el servicio de cada uno de nosotros: estar atentos con gran amor a los débiles, aunque tal vez no sean simpáticos, sino difíciles".



Estas actitudes se resumen en la oración. San Pablo se despidió de Éfeso rezando con los presbíteros de rodillas: "Orar de rodillas quiere decir adorar la grandeza de Dios en nuestra debilidad, dando gracias al Señor porque nos ama precisamente en nuestra debilidad".



Así se perfila la sencillez y la grandeza del sacerdocio, que es don y tarea, yugo y alegría. Así son los sacerdotes que requiere la nueva evangelización.



Padre Ramiro Pellitero

TE AMO SEÑOR


Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Te amo Señor...¡pero no lo grito!

Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!


Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...

Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.

miércoles, 6 de abril de 2011

APRENDER DEL ERROR

Aprender del error
Autor: Gonzalo Gallo González


Los errores bien asumidos son mejores maestros que las victorias. Casi siempre aprendemos más de los fracasos que de los triunfos.

¡Cuán importante es aprender a fracasar! ¡Cómo nos sirve recordar que es sabiendo perder como se llega a ganar!

Hay que educar en el arte de fracasar porque estamos asediados por un facilismo y un inmediatismo que dan miedo.

Sí señor, en este mundo de una comodidad refinada es difícil aceptar que aprender a vivir es como aprender a caminar:

Aprender a punta de tropezones, caídas y un buen número de golpes. Nadie camina bien en los primeros intentos.

Por eso, decían los romanos hace siglos: Uno aprende equivocándose. En Latín: Errando, discitur.

Con lo cual no se está patrocinando la mediocridad sino aceptando con realismo que es de sabios presupuestar pérdidas e imprevistos.

Nos hace bien vacunarnos contra la soberbia que engendra los triunfos fáciles. Lo mejor es graduarnos en sencillez y en perseverancia.

Ochos principios de la felicidad

Ochos principios de la felicidad

SUFICIENTE FE para reconocer la realidad de la presencia de Dios.

SUFICIENTE ESPERANZA para apartar la preocupación del porvenir.
SUFICIENTE CARIDAD para reconocer el bien en casa del vecino.

SUFICIENTE PACIENCIA para trabajar hasta el término de tus tareas.

SUFICIENTE VALOR para confesar tus faltas y corregirlas.

SUFICIENTE SALUD para que el trabajo sea un placer.

SUFICIENTES FUERZAS para afrontar las dificultades y vencerlas.

SUFICIENTES INGRESOS para asegurar la satisfacción de tus necesidades.


¿Quién es Cristo para mi?


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
¿Quién es Cristo para mi?
Miércoles cuarta semana de Cuaresma. La conversión cristiana pasa primero por la experiencia de Cristo.


La dimensión interior del hombre debe ser buscada insistentemente en nuestra vida. En esta reflexión veremos algunos de los efectos que debe tener esta dimensión interior en nosotros. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión; todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el corazón a nuestro Señor.

¿Qué consecuencias tiene esta conversión en nosotros? En una catequesis el Papa hablaba de tres dimensiones que tiene que tener la conversión: la conversión a la verdad, la conversión a la santidad y la conversión a la reconciliación.

¿Qué significa convertirme a la verdad? Evidentemente que a la primera verdad a la que tengo que convertirme es a la verdad de mí mismo; es decir, ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy en este mundo? Pero, al mismo tiempo, la conversión a la verdad es también una apertura a esa verdad que es Dios nuestro Señor, a la verdad de Cristo.

Convertirme a Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A veces podemos hacer del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma de vida, y entonces se escuchan expresiones como: “el concepto cristiano”, “la doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la ideología cristiana”, como si eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no estuviese al servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y cada mujer tienen que hacer de Cristo.

Lo fundamental del cristianismo es la experiencia que el hombre y la mujer hacen de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Qué experiencia tengo yo de Jesucristo? A lo mejor podría decir que ninguna, y qué tremendo sería que me supiese todo el catecismo pero que no tuviese experiencia de Jesucristo. Estrictamente hablando no existe una ideología cristiana, es como si dijésemos que existe una ideología de cada uno de nosotros. Existe la persona con sus ideas, pero no existe una ideología de una persona. Lo más que se puede hacer de cada uno de nosotros es una experiencia que, evidentemente como personas humanas, conlleva unas exigencias de tipo moral y humano que nacen de la experiencia. Si yo no parto de la reflexión sobre mi experiencia de una persona, es muy difícil que yo sea capaz de aplicar teorías sobre esa persona.

¿Es Cristo para mí una doctrina o es alguien vivo? ¿Es alguien vivo que me exige, o es simplemente una serie de preguntas de catecismo? La importancia que tiene para el hombre y la mujer la persona de Cristo no tiene límites. Cuando uno tuvo una experiencia con una persona, se da cuenta, de que constantemente se abren nuevos campos, nuevos terrenos que antes nadie había pisado, y cuando llega la muerte y dejamos de tener la experiencia cotidiana con esa persona, nos damos cuenta de que su presencia era lo que más llenaba mi vida.

Convertirme a Cristo significa hacer a Cristo alguien presente en mi existencia. Esa experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas partes de mi vida? Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta de que quizá yo no estoy siendo todo lo cristiano que debería ser. Convertirme a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle y hacerle presente en cada minuto.

Hay una segunda dimensión de esta conversión: la conversión a la santidad. Dice el Papa, “Toda la vida debe estar dedicada al perfeccionamiento espiritual. En Cuaresma, sin embargo, es más notable la exigencia de pasar de una situación de indiferencia y lejanía a una práctica religiosa más convencida; de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo; de una manifestación tímida de la fe al testimonio abierto y valiente del propio credo.” ¡Qué interesante descripción del Santo Padre! En la primera frase habla a todos los cristianos, no a monjes ni a sacerdotes. ¿Soy realmente una persona que tiende hacia la perfección espiritual? ¿Cuál es mi intención hacia la visión cristiana de la virtud de la humildad, de la caridad, de la sencillez de corazón, o en la lucha contra la pereza y vanidad?

El Papa pinta unos trazos de lo que es un santo, dice: “El santo no es ni el indiferente, ni el lejano, ni el mediocre, ni el tibio, ni el tímido”. Si no eres lejano, mediocre, tímido, tibio, entonces tienes que ser santo. Elige: o eres esos adjetivos, o eres santo. Y no olvidemos que el santo es el hombre completo, la mujer completa; el hombre o la mujer que es convencido, profundo, abierto y valiente.

Evidentemente la dimensión fundamental es poner mi vida delante de Dios para ser convencido delante de Dios, para ser profundo delante de Dios, para ser abierto y valiente delante de Dios.

Podría ser que en mi vida este esfuerzo por la santidad no fuese un esfuerzo real, y esto sucede cuando queremos ser veleidosamente santos. Una persona veleidosa es aquella que tiene un grandísimo defecto de voluntad. El veleidoso es aquella persona que, queriendo el bien y viéndolo, no pone los medios. Veo el bien y me digo: ¡qué hermoso es ser santo!, pero como para ser santo hay que ser convencido, profundo, abierto y valiente, pues nos quedamos con los sueños, y como los sueños..., sueños son.

¿Realmente quiero ser santo, y por eso mi vida cristiana es una vida convencida, y por lo mismo procuro formarme para convencerme en mi formación cristiana a nivel moral, a nivel doctrinal? ¡Cuántas veces nuestra formación cristiana es una formación ciega, no formada, no convencida! ¿Nos damos cuenta de que muchos de los problemas que tenemos son por ignorancia? ¿Es mi cristianismo profundo, abierto y valiente en el testimonio?

Hay una tercera dimensión de esta conversión: la dimensión de la reconciliación. De aquí brota y se empapa la tercera conversión a la que nos invita la Cuaresma. El Papa dice que todos somos conscientes de la urgencia de esta invitación a considerar los acontecimientos dolorosos que está sufriendo la humanidad: “Reconciliarse con Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo. Queremos la paz, reconciliémonos con Dios”.

La primera injusticia que se comete no es la injusticia del hombre para con el hombre, sino la injusticia del hombre para con Dios. ¿Cuál es la primera injusticia que aparece en la Biblia? El pecado original. ¿Y del pecado de Adán y Eva qué pecado nace? El segundo pecado, el pecado de Caín contra Abel. Del pecado del hombre contra Dios nace el pecado del hombre contra el hombre. No existe ningún pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo. Si queremos transformar la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón. ¿Mis criterios son del Evangelio? ¿Mis comportamientos son del Evangelio? ¿Mi vida familiar, conyugal, social y apostólica se apega al Evangelio?
Ésta es la verdadera santidad, que sólo la consiguen las personas que realmente han hecho en su existencia la experiencia de Cristo. Personas que buscan y anhelan la experiencia de Cristo, y que no ponen excusas para no hacerla. No es excusa para no hacer la experiencia de Cristo el propio carácter, ni las propias obligaciones, ni la propia salud, porque si en estos aspectos de mi vida no sé hacer la experiencia de Cristo, no estoy siendo cristiano.

Cuaresma es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es cristiana.

Reflexionen sobre esto, saquen compromisos y busquen ardientemente esa experiencia, esa santidad y ese compromiso apostólico; nunca digan no a Cristo en su vida, nunca se pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el día en que lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres, tímidas. En definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no estarán siendo cristianos.

martes, 5 de abril de 2011

Yo Estoy Aprendiendo..

Yo Estoy Aprendiendo..

Yo estoy aprendiendo. Aprendiendo a aceptar a las personas, aún cuando ellos me defraudan, cuando ellos escapan del ideal que yo tengo para ellos. Cuando ellos me hieren con palabras ásperas o las acciones irreflexivas.

Es difícil de aceptar a las personas así como ellos son, y no como yo quiero que sean. Es difícil, muy difícil, pero estoy aprendiendo. Yo estoy aprendiendo a amar.

Yo estoy aprendiendo a escuchar, para escuchar con los ojos y oídos, para escuchar con el alma y con todos los sentidos. Para escuchar qué dice el corazón, lo que dicen los hombros caídos, los ojos, las manos inquietas. Para escuchar el mensaje que esconden las palabras, para descubrir la angustia enmascarada, la inseguridad disfrazada y la soledad encubierta.

Para penetrar la sonrisa falsa, la felicidad simulada, la adulación exagerada. Para descubrir el dolor de cada corazón. Poco a poco, yo estoy aprendiendo a amar.

Yo estoy aprendiendo a perdonar, porque el amor perdona, limpia las heridas y borra las cicatrices que la incomprensión e insensibilidad grabaron en el corazón herido. El amor alivia la herida que dejaron los pensamientos dolorosos. No cultiva las ofensas con las piedades y autocompasión. El amor perdona, da olvido, extingue todo el dolor en el corazón.

Yo, paso a paso, estoy aprendiendo a perdonar, a amar. Yo estoy aprendiendo a descubrir el valor. Yo estoy aprendiendo a descubrir el valor dentro de cada vida, de todas las vidas, el afecto y aceptación, para las experiencias duras, vivido a lo largo de los años. Yo estoy aprendiendo a ver, en las personas, su alma.

Yo estoy aprendiendo, pero, ¡cómo es lento el aprendizaje! Cómo es difícil amar.

Aunque, tropezando, vagando, yo estoy aprendiendo... Aprendiendo a poner de lado mis propios dolores, mis intereses, mi ambición, mi orgullo, cuando éstos impiden el bienestar y la felicidad de alguien. ¡¡¡Es duro amar!!!

No permitas que nadie venga a ti sin irse mejor y más feliz.

SERVIR ES AMAR...

Servir es amar
Hoy es muy importante darse cuenta que el Amor no solo se expresa con palabras sin también con obras, ese infinito amor que recibimos de Dios, sin que lo pidamos, debemos trasmitirlo.

Hay una pregunta picando, ¿para qué soy bueno? Es muy común escuchar: este es muy bueno, muy buena persona, pero ¿bueno para qué?

Todos tenemos talentos que Dios nos da, para renovarnos como personas y crecer en la vida, pero, también para ponerlos a servicio de los otros. Un Cristiano sin servicio, no es un buen Cristiano.

Estamos en deuda con Dios, mi querido hermano; a Él le debemos todo, nuestro ser, que a veces lo damos por dado, por normal, pero muchos no lo tienen, y nosotros que podemos y lo tenemos, por qué negarnos a darnos.

Vivimos en una sociedad muy mezquina… “mío, mío, y si algo me sobra también mío”.

Porque creo tener el derecho a todo ,porque me lo gane, cuando ese derecho le corresponde solo al que te lo da, Dios el único dueño de tu vida y tu talento.

Si Dios tocó tu vida de alguna forma, tienes un deuda con Él, y debes pagarla, y ¿en quién más que en tus semejantes? Qué bello sería pensar, que en el rostro de mi hermano está el de Cristo.

Cuenta tus bendiciones, mira cuánto Él te dio y actúa en consecuencia. No olviden de hacer el bien y de ayudarse mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios.

Recuerda Amor con Amor se paga…


Texto J. A. Pellegrini SCJ

SONRÍE...


"Sonríe siempre para no dar a los que te odian el placer de verte triste... y para dar a los que te aman la alegría de ser feliz"

SEÑOR.. ENSÉÑAME



Señor...enséñame
Señor, enséñame a entrar y a permanecer en tu presencia, a encontrarte a cada instante, en cada necesidad de mi existencia. Enséñame a buscarte en los confines de mi soledad interior y a centrarme en tu grandeza que rodea mi pequeñez.
Quiero cerrar los ojos y mirar tu cielo inmenso que me rodea, pero que al mismo tiempo está dentro de mí.

Quiero aprender a levantar mis manos imaginarias para alcanzarte mientras mis rodillas se doblan ante tu paz. Quiero aprender a buscarte de todo corazón, en mis circunstancias, en mi actividad y en mi descanso, y sobre todo; en la necesidad imprevista que trae como tormenta de angustias, mis luchas internas. Tú me hablarás y yo te escucharé, y rendido en tu presencia vendré a rogarte y a reconocerte que sólo dependo de Ti.

Sé que te encontraré cara a cara, cuando te busque de todo corazón en un lugar donde no haya nada externo que me perturbe para poder escuchar tu voz. Te invocaré, clamaré, pediré, llamaré, haré todo lo que me digas cuando mi enemigo me alcance. Sé que te encontraré en el fondo de mi corazón y allí estará también tu respuesta.
Vendré al encuentro de tu protección, de tu sabiduría, de tu consuelo, de tu dirección, de tu paz, y al encuentro de mi libertad, tu luz me rodeará.

Amén

lunes, 4 de abril de 2011

VENDRÁ LA PAZ

Vendrá la paz
Si tú crees que una sonrisa
es más fuerte que un arma,
Si tú crees que lo que une a los hombres
es más fuerte que lo que los separa,
Si tú crees en el poder de una mano extendida,
si tu crees que ser diferente es una riqueza
y no un peligro, entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si tú sabes mirar al otro con un poquito de amor,
Si tú sabes preferir la esperanza a la sospecha,
Si tú estás persuadido
que te corresponde tomar
la iniciativa antes que el otro,
Si todavía la mirada de un niño
llega a desarmar tu corazón, entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si tú puedes alegrarte del gozo de tu vecino,
Si la injusticia que golpea a los otros te indigna
tanto como la que tú puedes sufrir,
Si para ti el extranjero es un hermano,
Si tú puedes dar gratuitamente
un poco de tu tiempo por amor, entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si tú sabes aceptar que el otro te preste su ayuda,
Si tú compartes tu pan
y sabes dar con el un pedazo de tu corazón,
Si tú crees que el perdón
consigue más que la venganza,
Si tú sabes cantar la felicidad de otro
y bailar su alegría... entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si tú puedes escuchar al desdichado
que te hace perder tu tiempo
y entretenerlo con una sonrisa,
Si tú sabes aceptar la crítica
y hacer que te sea provechosa
sin rechazarla ni defenderte,

Si tú sabes acoger y aceptar
un punto de vista diferente al tuyo,

Si tú rehúsas a darte golpes por tus culpas
en el pecho de otros entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si para ti el otro es ante todo un hermano,
Si para ti la cólera es una debilidad,
no una manifestación de fuerza,
Si tú prefieres ser herido
antes de hacer daño a alguien,
Si tú no te sientes tan importante que
después de ti el Diluvio entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

Si tú alcanzas y te colocas al lado del pobre
y del oprimido sin creerte un héroe,
Si tú crees que el amor es la única fuerza de disuasión,
Si tú crees que la paz es posible, entonces

¡VENDRÁ LA PAZ!

El Padre sabe lo que te hace falta

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Padre sabe lo que te hace falta
Lunes cuarta semana de Cuaresma. ¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia?



Cuaresma es el tiempo de conversión del corazón. Cuaresma es el tiempo de regreso a Dios. Esto tendría que inquietarnos para ver si efectivamente estamos regresando a Dios no solamente las cosas que Él nos ha dado, sino si nosotros mismos estamos regresando a Dios.

Podríamos decir que cada uno de nosotros es un don de Dios para uno mismo; la vida es un don que Dios nos da. ¿Cómo estamos regresando ese don a Dios? Esta conversión del corazón, ese regresar a Dios, ese volver a poner a Dios en el centro de la vida, ¿cómo lo estoy haciendo? ¿Hasta qué punto puedo decir que realmente nuestro Señor está recibiendo de mí lo que me ha dado?

Cuando nos enfrentamos con nuestra vida, con nuestros dolores, con nuestras caídas, con nuestras miserias, con nuestros triunfos y gozos, podría darnos miedo de que no estuviésemos en la condición de dar al Señor lo que Él espera de nosotros. Miedo de que no estuviésemos en la situación de regresar, con ese corazón convertido, todo lo que el Señor nos ha dado a nosotros.

Jesús en el Evangelio dice: “El Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan”. Dios nuestro Señor sabe perfectamente qué es lo que necesitamos en ese camino de conversión hacia Él. Sabe perfectamente cuáles son los requerimientos interiores que tiene nuestra alma para lograr una verdadera conversión del corazón.

Yo me pregunto si a veces no tendremos miedo de este conocimiento que Dios tiene de nosotros. ¿No tendremos miedo, a veces, de que el Señor puede llegar a conocer lo que necesitamos?

Sin embargo, debemos dejar que el alma se abra a su mirada. En la oración que el Señor nos enseña en el Evangelio y que repetimos en la Misa: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, nos llama a confiar plenamente en el Señor, a pedirle que Él sea santificado y que venga a vivir en nosotros su Reino. Es la oración de un corazón que sabe pedir a Dios lo que Él le dé y que se abre perfectamente para que el Señor le diga lo que necesita.

¡Cuántas veces a nosotros nos puede faltar esto! Deberíamos exigirnos que nuestra vida vuelva a Dios con una confianza plena; que se adhiera a Dios sólo y únicamente como el único en quien de veras se puede confiar.

Creo que ésta podría ser una de las principales lecciones de conversión del corazón.

¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia? ¿Con qué fecundidad estamos dándole a Dios en nuestra vida? Si al examinarnos nos damos cuenta de que nos faltan muchos frutos, si al examinarnos nos damos cuenta de que no tenemos toda la fecundidad que tendríamos que tener, no tengamos miedo, Dios sabe lo que necesitamos, y Dios sabe qué es lo que en cada momento nos va pidiendo. ¿Por qué si Dios lo sabe, no dejarme totalmente en sus manos? ¿Por qué, entonces, si Dios lo sabe, no ponerme totalmente a su servicio en una forma absoluta, plena, delicada?

Precisamente esto es la auténtica conversión del corazón. La conversión del corazón en la Cuaresma no va a ser hacer muchos sacrificios; la conversión del corazón en la Cuaresma es llegar al fondo de nosotros y ahí abrirnos a Dios nuestro Señor y ponernos ante Él con plenitud.

Vamos a pedirle a Dios que sepamos regresarle todo lo que nos ha dado, que sepamos hacer fecundo en nuestro corazón ese don que es nuestra vida cotidiana, ese don que somos nosotros mismos para cada uno de nosotros. Que esa sea nuestra intención, nuestra oración y sobre todo, el camino de conversión del corazón.

domingo, 3 de abril de 2011

CIERRA LOS OJOS Y VERAS

¡Cristo, como luz, ilumina y guíame!
¡Cristo como escudo, excede y cúbreme!
Cristo conmigo, Cristo frente a mí,
Cristo tras de mí, Cristo en mí,
Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda,
Cristo al descansar, Cristo al levantarme,
Cristo en el corazón de cada hombre que piense en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablen de mí,
Cristo en cada ojo que me mira,
Cristo en cada oído que me escucha.

 (San Patricio)


Cierra los ojos y verás.
Señor, ayúdanos a ver!

DIOS DE MISERICORDIA Y AMOR

sábado, 2 de abril de 2011

PACIENCIA Y ESPERANZA

Paciencia y esperanza

Un pastor tenía dos ovejas y estaba contento porque las dos habían parido y tenían unos hermosos y juguetones corderitos.

Durante la noche el pastor encerraba sus dos ovejas en un corral que tenía muy cerca de la casa. Así se aseguraba que lobos y zorros no las mataran.

En las horas del día las soltaba para que fueran a pastar por los cerros. Y aquel día las soltó, como siempre y dejó a los corderitos en el corral. Es muy riesgoso soltarlos tan pequeños.

Las dos ovejas cruzaron el río caminando sobre su firme lecho de piedras. Las aguas del río serrano eran poco profundas y ellas lo cruzaban a diario. Pero al poco tiempo se desató un temporal muy fuerte y la lluvia fue repentina y torrencial. Las aguas descendieron de los cerros, se volcaron torrentosas en los pequeños arroyos y llegar turbias al cauce del río y el río se desbordó.

El pastor salió hasta la orilla, porque sabía que se acercaba la hora en que sus ovejas regresarían, para amamantar a sus críos y pasar la noche en el corral y vio que sería imposible cualquier intento por cruzar aquel torrente de aguas, sin exponerse a ser arrollado y golpeado contra las piedras.

Una oveja se puso a pastar paciente en la orilla, esperando que las aguas
bajaran, la otra se impacientó y comenzó a lamentarse: "Esta agua no descenderá y mis hijitos se morirán de hambre, aquí nos sorprenderá el lobo y nos moriremos". La compañera trató de calmarla: "No te impacientes, recuerda que ya vimos muchas crecientes en el río y siempre vimos las aguas descender, no nos pasará nada grave y mañana amamantaremos a nuestros hijos".

De nada valieron sus reflexiones, la oveja se arrojó al agua. El pastor la
miraba impotente desde la orilla opuesta. La pobre oveja avanzó un par de metros, pero las aguas la vencieron y la arrastraron río abajo, el pastor y la compañera vieron cómo el cuerpo de la desdichada era llevado por la corriente, que lo golpeaba contra todas las rocas salientes.

Al anochecer las aguas ya habían descendido bastante, pastor y oveja se miraban desde las dos orillas, el pastor que conocía bien los pasos menos riesgosos, entró al agua y lenta y cuidadosamente, llegó hasta la otra orilla, ató una cuerda al cuello de su oveja y ambos volvieron a cruzar el río.

Los corderitos balaban en el corral, el pastor hizo que los dos huerfanitos mamaran de la oveja sobreviviente, que se constituyó en su madre adoptiva.

"Sin esperanza es imposible tener paciencia, porque nadie espera lo imposible y la esperanza más hermosa es la que nace en situaciones más desesperantes. La impaciencia, con la que quieren alcanzarlo todo hoy, es la que te hace perder la oportunidad de alcanzarlo mañana."

Jesús está conmigo, Dios está conmigo



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Jesús está conmigo, Dios está conmigo
Cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionar si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o en nuestros criterios humanos.


Cuando Jesús habla de los contrastes tan profundos que hay entre el modo de entender la fe por parte de sus contemporáneos, y la fe que Él les está proponiendo, no lo hace simplemente para que nosotros digamos: ¿Cómo es posible que esta gente teniendo tan claro no entendiesen nada? Jesús viene a fomentar en todos nosotros un dinamismo interior que nos permita cambiar de comportamiento y hacer que nuestro corazón se dirija hacia Dios nuestro Señor con plenitud, con vitalidad, sin juegos intermedios, sin andar mercadeando con Él.

La mentalidad de los fariseos, que también puede ser la nuestra, se expresa así: “Yo soy el pueblo elegido, por lo tanto yo tengo unos privilegios que recibir y que respetar”. Sin embargo, Jesús dice: “No; el único dinamismo que va a permitir encontrarse con la salvación no es el de un privilegio, sino el de nuestro corazón totalmente abierto a Dios”. Éste es el dinamismo interior de transformarme: orientándome hacia Dios nuestro Señor, según sus planes, según sus designios.

Esto tiene que hacer surgir en mi interior, no el dinamismo del privilegio, sino el dinamismo de humildad; no el dinamismo de engreimiento personal, sino el dinamismo de ser capaz de aceptar a Dios como Él quiere.

Una conversión que acepte el camino por el cual Dios nuestro Señor va llevando mi vida. No es un camino a través del cual yo manipule a Dios, sino un camino a través del cual Dios es el que me marca a mí el ritmo.
Lo que Jesús nos viene a decir es que revisemos a ver si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o está puesto en nuestros criterios humanos, a ver si nosotros hemos sido capaces de ir cambiando el corazón o todavía tenemos muchas estructuras en las cuales nosotros encajonamos el actuar de Dios nuestro Señor.

Más aún, podría ser que cuando Dios no actúa según lo que nuestra inteligencia piensa que debe ser el modo de actuar, igual que los contemporáneos de Jesús, que “se llenan de ira, y levantándose lo sacan de la ciudad”, o cuando nuestro corazón no convertido encuentra que el Señor le mueve la jugada, podríamos enojarnos, porque tenemos un nombramiento, porque nosotros tenemos ante el Señor una serie de puntos que el Él tiene que respetar. Si pretendemos que se hagan las cosas sólo como yo digo, como yo quiero, ¿acaso no estamos haciendo que el Señor se aleje de nosotros?

Cuando nosotros queremos manejar, encajonar o mover a Dios, cuando no convertimos nuestro corazón hacia Él, poniendo por nuestra parte una gran docilidad hacia sus enseñanzas para que sea Él el que nos va llevando como Maestro interior, ¿por qué nos extraña que el Señor se quiera marchar? Él no va a aceptar que lo encajonen. Puede ser que nos quede una especie de cáscara religiosa, unos ritos, unas formas de ser, pero por dentro quizá esto nos deje vacíos, por dentro quizá no tenemos la sustancia que realmente nos hace decir: “Jesús está conmigo, Dios está conmigo.”

¿Realmente estoy sediento de este Dios que es capaz de llenar mi corazón? O quizá, tristemente, yo ando jugando con Dios; quizá, tristemente, yo me he fabricado un dios superficial que, por lo tanto, es simplemente un dios de corteza, un dios vacío y no es un dios que llena. Es un dios que cuando lo quiero yo tener en mis manos, me doy cuenta de que no me deja nada.

Debemos convertir nuestro corazón a Dios, amoldando plenamente nuestro interior al modo en el cual Él nos quiere llevar en nuestra vida. Y también tenemos que darnos cuenta de que las circunstancias a través de las cuales Dios nuestro Señor va moviendo las fichas de nuestra vida, no son negociables. Nuestra tarea es entender cómo llega Dios a nuestra existencia, no cómo me hubiera gustado a mí que llegase.

Si nuestra vida no es capaz de leer, en todo lo que es el cotidiano existir, lo que Señor nos va enseñando; si nuestra vida se empeña en encajonar a Dios, y si no es capaz de romper en su interior con esa corteza de un dios hecho a mi imagen y semejanza, «un dios de juguete», Dios va a seguir escapándose, Dios va a continuar yéndose de mi existencia.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué no tengo progreso espiritual? Sin embargo, ¡qué progreso puede venir, qué alimento puede tener un alma que en su interior tiene un dios de corteza!

Insistamos en que nuestro corazón se convierta a Dios. Pero para esto es necesario tener que ser un corazón que se deja llevar plenamente por el Señor, un corazón que es capaz de abrirse al modo en el cual Dios le va enseñando, un corazón que es capaz de leer las circunstancias de su vida para poder ver por dónde le quiere llevar el Señor.

Dios no nos garantiza triunfos, no nos garantiza quitar las dificultades de la vida; los problemas de la existencia van a seguir uno detrás de otro. Lo que Dios me garantiza es que en los problemas yo tenga un sentido trascendente.

Que el Señor se convierta en mi guía, que Él sea quien me marque el camino. Es Dios quien manda, es Dios quien señala, es Dios quien ilumina. Recordemos que cuando nosotros nos empeñamos una y otra vez en nuestros criterios, Él se va a alejar de mí, porque habré perdido la dimensión de quién es Él, y de quién soy yo.

Que esta Cuaresma nos ayude a recuperar esta dimensión, por la cual es Dios el que marca, y yo el que leo su luz; es Dios quien guía en lo concreto de mi existencia, y soy yo quien crece espiritualmente dejándome llevar por Él.

viernes, 1 de abril de 2011

PENSAMIENTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




"Hallo en el Sagrado Corazón de mi Jesús todo lo que falta a mi pobreza, porque está rebosando de misericordia. No he hallado remedio más eficaz en mis aflicciones que el Sagrado Corazón de mi adorable Jesús."

Sta. Margarita María de Alacoque
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...