martes, 7 de noviembre de 2017

LA BIBLIA CONSIDERA IMPURO A ALGÚN ALIMENTO?


¿La Biblia considera impuro a algún alimento?
Lo que entra por la boca no hace impura a la persona (Mt 15, 11)


Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente: elpueblocatolico.com 




La prohibición de consumir ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa mayoría de las sectas. La dieta de las sectas no viene provocada por razones higiénicas o culturales, como es el caso del judaísmo o del islam, sino que es consecuencia directa de una política de sus dirigentes, encaminada a conseguir que el adepto adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello se debe que haya prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas, los testigos de Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas cosas sirven mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la manera de vestir.

El Antiguo Testamento no prohíbe a los no judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece una diferencia evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad. Ciertamente, los primeros se hallan sometidos (a partir de Moisés) a una dieta que se ha denominado convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en juego la prohibición de ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de sacrificarlos y cocinarles.

Ahora bien, para el no-judío, o sea, el no adepto no existía ninguna obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Como dice Dt 14,21, incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados ritualmente y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.

Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de que Cristo había nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma: “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).

Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes dietéticas de la ley de Moisés está fuera de discusión; como también lo está el que ciertamente fue circuncidado y el que celebró las fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó de marcar los senderos por los que discurrirá con posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés, que no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e impuros se desprende de los mismos evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchadme bien todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él, pueda convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y luego, tras retirarse de la gente, cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él les dijo: «¿Tampoco vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su corazón, sino en el vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros todos los alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre” (Mc 7,14-20).

Los apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los alimentos: “Al día siguiente, mientras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza para hacer oración. Le dio hambre y sintió deseos de comer algo. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y una cosa que se asemejaba a un gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada por sus cuatro extremos. En su interior había todo tipo de animales de cuatro patas, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames profano». Aquello se repitió por tres veces e inmediatamente la cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech 10,9-16).

La abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año.

LA EUCARISTÍA ES UN BANQUETE


La Eucaristía es un banquete
¡Vengan y coman! ¡No se queden con hambre! Dios Padre nos sirve el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de su propio Hijo, hecho Pan celestial.


Por: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net 




Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y por lo tanto el pan que Yo daré es la carne mía para la vida del mundo". Empezaron entonces los judíos a discutir entre ellos y a decir: "¿Cómo puede éste darnos la carne a comer?". Díjoles, pues, Jesús: "En verdad, en verdad, os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis la sangre del mismo, no tenéis vida en vosotros. El que de Mí come la carne y de Mí bebe la sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día. Porque la carne mía verdaderamente es comida y la sangre mía verdaderamente es bebida. El que de Mí come la carne y de Mí bebe la sangre, en Mí permanece y Yo en él. De la misma manera que Yo, enviado por el Padre viviente, vivo por el Padre, así el que me come, vivirá también por Mí. Este es el pan bajado del cielo, no como aquel que comieron los padres, los cuales murieron. El que come este pan vivirá eternamente". Esto dijo en Cafarnaúm, hablando en la sinagoga. Jn 6, 51-59


La eucaristía es un banquete. ¡Vengan y coman! ¡No se queden con hambre! Es un banquete en el que Dios Padre nos sirve el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de su propio Hijo, hecho Pan celestial. Pan sencillo, pan tierno, pan sin levadura...Pero ya no es pan, sino el Cuerpo de Cristo. ¡Vengan y coman! Sólo se necesita el traje de gala de la gracia y amistad con Dios, si no, no podemos acercarnos a la comunión, pues “quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación”, nos dice San Pablo (1 Cor 11, 27).

La eucaristía es sacrificio, donde se renueva y se actualiza la Muerte de Cristo en la Cruz para restablecer la amistad del hombre con Dios, reparar la ofensa que el hombre hizo a Dios, y volver a unir cielo y tierra, y darnos así la salvación y el rescate. ¡Muramos también nosotros con Él para después resucitar con Él!

La Eucaristía es prenda de la gloria futura. Lo dice bien claro Jesús hoy en el Evangelio: “El que come de este pan vivirá eternamente”.

Por tanto, la eucaristía no es sólo fuerza y alimento para el camino, como experimentó Elías, que comió ese pan que le ofreció Dios, prefiguración de lo que sería más tarde la eucaristía, y Elías recobró fuerza, vigor, ánimo y aliento y siguió caminando cuarenta días y cuarenta noches

La eucaristía no es sólo para el presente. Es también prenda de la gloria futura. ¿Qué significa esto: “El que come de este pan vivirá eternamente”?

Esto no quiere decir que el recibir la eucaristía nos ahorre la muerte corporal. Nosotros comulgamos con frecuencia, y a pesar de todo un día moriremos.

Acá se trata de la muerte espiritual, de la muerte eterna, lejos de Dios, en el infierno.

Este pan de la eucaristía nos libra de esta muerte y nos da la vida inmortal. Todo alimento nutre según sus propiedades. El alimento de la tierra alimenta para el tiempo. El alimento celestial, Cristo eucaristía, alimenta para la vida eterna.

Valga esta comparación: la eucaristía es como esa vacuna preventiva que nos vamos poniendo en esta vida terrena para no morir en nuestra alma y alcanzar la vida eterna. Nos va fortaleciendo el organismo espiritual como anticipo para que no se enferme con muerte eterna.

El pan de la eucaristía nos acompaña en nuestro camino por este desierto que es el mundo. Nos alimenta. Nos da fuerza, como le pasó a Elías. Pero cesará una vez alcanzada la meta del cielo. Una vez que hayamos llegado al cielo ya no necesitamos de este Pan, pues tendremos la presencia saciativa de Dios, cara a cara, sin velos y sin misterios.

Aquí vemos a Dios a través del velo de la fe: vemos pan, pero creemos que es Dios, saboreamos pan, pero creemos que es Dios.

Pero hay más; la eucaristía no sólo nos acompaña en nuestra peregrinación al cielo llenándonos de fuerza, ánimo y aliento... sino que, en cierto modo, ya desde ahora siembra algo de “Cielo” en nuestro interior, porque en la eucaristía recibimos a Cristo sufriente y glorioso.

En cuanto paciente y sufriente, Jesús nos aplica el fruto de su Pasión: el perdón de los pecados, la reconciliación con el Padre. En cuanto glorioso, nos comunica el germen de su Resurrección: una vida nueva, inmortal, feliz y eterna con Dios... Cristo con su Resurrección destruyó la muerte. Y nosotros al comulgar comemos el Cuerpo glorioso de Cristo que penetra en nuestro ser, comunicándonos la vida nueva, la vida eterna, la vida inmortal.

Por esta razón, algunos Santos Padres de la Iglesia llamaron a la eucaristía remedio de inmortalidad. San Ireneo, por ejemplo, dice: “Así como el grano de trigo cae en la tierra, se descompone, para levantarse luego, multiplicarse en espigas y alimentarnos... así nuestros cuerpos, alimentados por la eucaristía y depositados en la tierra, donde sufrirán la descomposición, se levantarán un día y se revestirán de inmortalidad”.

El hecho de que la eucaristía sea la primicia y el comienzo de nuestra glorificación y resurrección, explica su intrínseca relación con la segunda venida del Señor.

Porque el día en que el Señor vuelva, al fin de la historia, ese día la eucaristía se habrá vuelto innecesaria, así como todos los sacramentos, que son como velos a través de los cuales con la fe vemos a Dios, su presencia, su huella, su caricia... Ya no se necesitarán, cuando venga Jesús al final de la historia, porque veremos a Dios cara a cara, sin velos y sin misterios.

Ya en el cielo no necesitamos comulgar a Dios en el pan, ni en el vino. La comunión con Dios en el cielo será de otra manera: directamente, no a través de velos.

¡Cómo nos gustará saber cómo estaremos y viviremos en el cielo con Dios! Imagínate lo más hermoso y consolador de aquí en la tierra, rodeado de buenas amistades, en charla franca, amena, limpia, consoladora... y elévalo no a la enésima potencia, sino eternamente. No pasan las horas, porque en el cielo no hay tiempo. No hay cansancio ni sueños, porque en el cielo no se sufren esos condicionamientos. No hay enojos ni discusiones, no hay envidias ni borracheras ni desenfrenos... Todo allá es puro y eternamente feliz.

¿Creemos esto?

Pues bien, la eucaristía es un cachito de cielo. Se nos abre un resquicio de cielo para que ya lo deseemos ardientemente, desde acá en la tierra.

¿Qué les parece si hoy vivimos la misa, la eucaristía de otra manera? Más profunda, más íntimamente... mirando hacia esa eternidad de Dios que nos aguarda, y que la eucaristía nos promete ya como prenda futura. “Quien coma de este pan vivirá eternamente”. Amén.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 7 NOVIEMBRE


Los cinco minutos de María
Noviembre 7




La Virgen María se dejó guiar en su vida por las luces de la fe. Ella se movió en todo por las inspiraciones de la gracia y por las mociones e impulsos de los dones del Espíritu Santo.
Si nosotros queremos adelantar por el camino de la santidad, seamos dóciles a la voz del Espíritu que resonará en nuestro interior.

Nuestra Señora del Evangelio, haznos dóciles a la Palabra y conviértenos en anunciadores de la Buena Noticia para nuestros hermanos.



* P. Alfonso Milagro

PAPA FRANCISCO PIDE NO PERDER LA CAPACIDAD DE SENTIRSE AMADO PORQUE ENTONCES SE PIERDE TODO


El Papa pide no perder la capacidad de sentirse amado porque entonces “se pierde todo”
Foto: L'Osservatore Romano




VATICANO, 07 Nov. 17 / 05:19 am (ACI).- En la homilía que pronunció en la casa Santa Marta, el Papa Francisco advirtió del peligro de perder la capacidad de sentirse amado y rechazar la gratuidad de la salvación.

Francisco comentó el Evangelio en el que Jesús narra una parábola en la que un hombre invita a una gran cena, pero algunos de los comensales finalmente dicen que no pueden asistir.

Estaban apegados al interés hasta el punto de que les llevaba a una “esclavitud del Espíritu” y a ser “incapaces de entender la gratuidad de la invitación”.

“Si no se entiende la gratuidad de la invitación de Dios no se entiende nada. La iniciativa de Dios es siempre gratuita. Pero para ir a este banquete, ¿qué se debe pagar? El billete de entrada es estar enfermo, ser pobre, ser pecador. Ser necesitado en el cuerpo y en el alma”.

“Para la necesidad de curarse, de sanar, hay que tener necesidad de amor”, dio Francisco. La gratuidad de Dios “no tiene límites” porque “recibe a todos”, y recordó a continuación la parábola del hijo pródigo.

“Éste ha gastado todo el dinero, ha gastado la herencia, con los vicios, los pecados, ¿y tú le haces una fiesta?”. “Este no entiende la gratuidad de la salvación, piensa que la salvación es el fruto del ‘yo pago y tú me salvas’. Pago con esto, con esto, con esto… ¡No!, la salvación es gratuita”.

El Pontífice dijo también que “la salvación es un don de Dios al que se responde con otro don, el don de mi corazón”.

También denunció a aquellos que “intercambian” un don con otro y hacen negocio porque Dios “no pide nada a cambio”, solo “amor, fidelidad, como Él es amor y Él es fiel”.

“La salvación no se compra, simplemente se entra en el banquete”, advirtió. “Dichoso el que tome el alimento en el Reino de Dios”.

Y aquellos que no quieren entrar en el banquete “se sienten seguros”, “salvados a su manera fuera del banquete” y “han perdido el sentido de la gratuidad”. “Han pedido una cosa más grande y más hermosa todavía y esto es algo muy feo: han perdido la capacidad de sentirse amados”.

“Cuando tú pierdes la capacidad de sentirte amado no hay esperanza, has perdido todo. Nos hace pensar en lo escrito en la puerta del infierno dantesco (del libro de Dante): ‘Dejad la esperanza’, has perdido todo. Pidamos al Señor que nos salve de perder la capacidad de sentirnos amados”.


Evangelio comentado por el Papa:

Lucas 14:15-24

15 Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!»
16 El le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos;
17 a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: "Venid, que ya está todo preparado."
18 Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses."
19 Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses."
20 Otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir."
21 «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos."
22 Dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio."
23 Dijo el señor al siervo: "Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa."
24 Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.»

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 7 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Martes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, martes, 7 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,5-16a):

Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado. Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor, Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 130,1.2.3

R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso, 
ni mis ojos altaneros; 
no pretendo grandezas 
que superan mi capacidad. R/. 

Sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre. R/. 

Espere Israel en el Señor 
ahora y por siempre. R/.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» 
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy martes, 7 de noviembre de 2017
CARTA DE (Y A) UN HERMANO DE MESA
 (Comunidad)

       

          Hablar del Reino de Dios es hablar de salvación, de felicidad plena, de proyecto verdaderamente humano.

           El Reino de Dios es comparado por Jesús con un banquete, y este banquete tiene resonancias eucarísticas (¡dichosos los invitados a la mesa del Señor!); y la Eucaristía “sabe” a cuerpo de Cristo, a servicio, a hermanos, a unidad y amor, y por lo tanto a COMUNIDAD. ¡Jesús proclama hoy la alegría que viene de la mano de todo esto: el Reino se hace presente cuando hacemos Eucaristía 

           La felicidad se alcanza cuando se edifica la Comunidad con el cimiento de la Palabra, cuando se comparte la vida, cuando cada uno pone al servicio de los demás el carisma que ha recibido de Dios, cuando se acoge al hermano sin murmurar, y mantenemos tenso el amor mutuo, cuando damos explicaciones de nuestra esperanza, cuando ofrecemos nuestra vida como sacrificio espiritual agradable a Dios a través de los hermanos, cuando servimos con la fuerza que Dios nos otorga...

           Por eso mi primera invitación de hoy es a sentir la alegría de tener hermanos que caminan en la fe conmigo, con los que puedo compartir la Palabra, de los que recibo testimonios de Evangelio, que me corrigen y me estimulan a ser mejor, que frenan esta sociedad de consumo con su austeridad, su sobriedad  y su compartir sus bienes, que pronuncian para mí Palabra de Dios, que cuentan con Dios en medio de sus afanes cotidianos... 

           Un hermano de comunidad siempre es un don de Dios. Cada hermano nuevo, y cada hermano que persevera a mi lado, aun en medio de todas sus dudas, dificultades e infidelidades... Yo mismo soy un don de Dios para mis hermanos. ¡Sí, yo, sacerdote! ¡Qué alegría y qué responsabilidad! Cada hermano de Comunidad está poniendo su vida, su proyecto de fe, su felicidad, su ser Cuerpo de Cristo, ¡en mis manos!, como si fuera un trozo de pan.

VENID AL BANQUETE, QUE YA ESTÁ PREPARADO

Son muchos los invitados al Banquete.

Al recibir la invitación, yo me siento encantado, agradecido, sorprendido, halagado... Y recibo esa invitación con orgullo. Pero me también me entran escalofríos al pensar que el Banquete estuviera medio vacío. A veces ocurre: pocos hermanos, cada uno lo más lejos del otro, bisbiseando las contestaciones, sin colaborar de algún modo para que sea común y comunitaria...

No se puede estar a gusto en una fiesta, en un banquete, en una Comunidad, donde falta la gente que quieres, que te importa... O donde queda demasiado espacio vacío.

Tengo que decirte que te necesito tanto, - incluso más- que Quien ha preparado el Banquete, que Quien ha convocado a la Comunidad, que Quien ha pensado en Ti para que seas su discípulo, y por eso mi hermano.

Necesito que mi voz débil y a veces desafinada, se una a la tuya en el coro que canta la alabanza del Señor y reza la oración del Señor, el Padre NUESTRO. Me hace falta escuchar tu voz, elevándose con la mía en la oración. 

Sí: he sentido el paso del Señor por mi vida, y que me ha dado su mano, para que pueda pasar por este mundo haciendo el bien. Pero tengo serias dudas de que pueda mantenerme fiel si tú no estás en pie a mi lado, confirmando mi fe a través de tu propio testimonio, de lo que va haciendo contigo el Señor al pasar por tu corazón y por tu vida.

           Me resulta imprescindible tu cercanía, para darme cuenta que Dios me da los hermanos que necesito, para que mi sí -lleno de incoherencias y traiciones- se renueve con fuerza al sentir que tú pronuncias cada día el tuyo. 

           Y me veo más capaz de dar mejores explicaciones de mi esperanza, si compartes la tuya conmigo.

           Y mi amor es más fuerte al experimentar que tú me quieres , a pesar de mis debilidades.

UNO TRAS OTRO, SE FUERON EXCUSANDO TODOS

           Y por eso me duelen las excusas: El terreno que te has comprado no es más importante que el Reino (Banquete), los líos en que poco a poco te vas metiendo, son importantes ¡cómo voy a decir que no! ¿Pero tienes que ir a ellos, precisamente cuando te espero en la sala del Banquete? Tus bueyes, tus trabajos (o los míos), no pueden apartarte de nosotros. No pueden apartarme de vosotros. ¿Que te acabas de casar? ¡Estupendo! Permíteme compartir tu proyecto conmigo, dejadme que me llegue vuestro amor, hacedme un hueco en vuestras casas. Es lo que quiere de vosotros el Señor.

           ¿Cómo es posible que pongamos excusas para estar donde hemos sido invitados para la alegría? Puede ser que nos parezca que el banquete y lo que en él se come, no merezca la pena. Puede ser, pero estate seguro de que ha sido preparado como el mismísimo cariño que allá, a orillas del Lago de Galilea... No sé si serás capaz de encontrar otro mejor: desde luego que “los bueyes y las tierras” no merecen la pena mucho más. 

           Puede ser que te parezca que el “banquete” te viene demasiado grande, que no pintas mucho en medio de personas de “tanta altura”... A esto no tengo nada que decirte... La invitación al banquete la ha cursado alguien que no soy yo, y yo no decido quiénes se sientan conmigo, o con quién me tengo que sentar yo.

Concluyendo:

- Dichosos los invitados al Banquete, y dichoso por los que comparten conmigo el Banquete

- Te necesito en el Banquete, activo, cercano, en los primeros bancos, con la voz dispuesta, aportando lo que puedas: lecturas, intenciones para orar, reflexiones, comentarios, ayudas de todo tipo...

- Revisando y corrigiendo cuando «otros asuntos importantes» ocupan el lugar que no les corresponde y me alejan del Señor y de los hermanos.

Amén.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

FELIZ MARTES





lunes, 6 de noviembre de 2017

CÓMO MURIÓ SAN JOSÉ?


¿Cómo murió San José?



Su partida se conoce como el ejemplo perfecto de una "muerte feliz"

Pocos datos se conocen sobre la vida de San José, el padre adoptivo de Jesús. Solo se le menciona unas cuantas veces en los evangelios, y jamás pronuncia una palabra.

No obstante, la mayoría de eruditos bíblicos creen que José falleció antes de la crucifixión de Jesús. Esta creencia se debe a que José no estaba presente en el momento de la crucifixión y, en el Evangelio de Juan, Jesús le confía su madre a alguien ajeno a la familia (cf. Juan 19,27).

Teniendo en cuenta este argumento histórico, muchas tradiciones mantienen que José murió en brazos o en presencia de Jesús y María. Es una imagen hermosa, lo que ha motivado a la Iglesia a proclamar a José el santo patrón de una “muerte feliz”.

Existen numerosas representaciones de este momento, pero existe una particularmente conmovedora que pertenece a los escritos de la Venerable Madre María de Jesús de Ágreda, también conocida como la monja con el don de la bilocación. Escribió acerca del episodio en Mística Ciudad de Dios, y se encuentra registrado como una revelación privada.

Entonces, este hombre de Dios se giró hacia Cristo, nuestro Señor, y en una profunda reverencia, deseó postrarse ante Él. Pero el dulce Jesús se acercó y lo recibió en sus brazos y, reclinando su cabeza hacia él, José dijo: “Mi altísimo Señor y Dios, Hijo del eterno Padre, Creador y Redentor del Mundo, dad vuestra bendición a vuestros siervos y el trabajo de sus manos. Oh Misericordioso, perdona los errores que he cometido en vuestro servicio y relación. Le alabo y magnifico y lo represento eterno y comprensivo. Gracias por haberme elegido, con condescendencia inexpresable, para ser el esposo de la verdadera Madre, que sea su grandeza y gloria mi acción de gracias para toda la eternidad”.

El Redentor del mundo le dio su bendición y añadió: “Padre mío, descanse en paz y en la gracia de mi eterno Padre y mía, y para los profetas y santos que lo esperan en el limbo, lléveles las felices nuevas de la llegada de su redención”. Ante estas palabras de Jesús, y reclinado en sus brazos, el afortunado San José falleció y el propio Señor cerró sus ojos.

Ocurriera lo que ocurriese, José debió haber fallecido felizmente rodeado de la esposa e hijo más afectuosos de todo el universo.

A continuación se encuentra una breve oración a San José, donde se le pide que medie por nosotros para que nuestra muerte también sea feliz.

¡Oh, bienaventurado José!, que exhaló su último suspiro entre Jesús y María, concédeme la gracia, oh José, para que yo pueda respirar mi alma en alabanza en espíritu, si no puedo hacerlo de palabra:
“Jesús, María y José, os doy mi corazón y el alma mía”. Amén



© Philip Koloski (Aleteia)

LAS 7 REGLAS DEL GALLO


LAS 7 REGLAS DEL GALLO




 Muchas veces nos sentimos incapaces de realizar ciertas actividades o desarrollar proyectos por creer que somos poca cosa. Sin embargo, nunca debemos pensar que no servimos, pues para Dios todos servimos (aunque no todos para lo mismo). Si Dios pudo utilizar un simple gallo para recuperar a un apóstol como Pedro, también puede apoyarse en ti para muchas cosas.

Tan sólo debes de seguir las 7 reglas del gallo:

1- El gallo se levanta temprano e inmediatamente emprende su tarea (que Dios le ha confiado).

2- El gallo no se niega a cantar porque existan ruiseñores. Hace lo que puede, lo mejor que sabe.

3- El gallo sigue cantando aunque nadie lo anime ni se lo agradezca. En realidad, no espera que nadie lo haga.

4- El gallo despierta a los que duermen. Su tarea es impopular, pero necesaria.

5- El gallo proclama buenas noticias: Acaba de amanecer. Ante ti tienes por estrenar un nuevo día, lleno de magníficas oportunidades.

6- El gallo es fiel cumplidor de su tarea. Se puede contar con él. No falla nunca. Es un excelente centinela.

7- El gallo nunca se queja de tener que hacer siempre lo mismo, de que nadie le felicite o de que a nadie le importe su cometido.

QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LAS MALAS PALABRAS Y LAS GROSERÍAS

¿Qué dice la Biblia sobre las malas palabras y las groserías?
No es que yo no quiera que las digas, es Dios quien lo señala en su Palabra


Por: P. Modesto Lule Zavala msp | Fuente: www.modestolule.com/ 



Son conocidas como malas palabras, groserías, palabras altisonantes, leperadas, vulgaridades, insultos y en algunos lugares como carnes. Son diferentes formas de dar a conocer aquella palabra que señala de manera despectiva un acto, persona o cosa. Con frecuencia la mala palabra se refiere a la sexualidad, a los progenitores, apariencia, discapacidades físicas o a las capacidades mentales de la persona. 
Lo ofensivo también puede estar en la intensión, con esto no excuso a los que se amparan en la formula graciosa y se justifican con ella. Al decir intensión es en el concepto que se tiene en dicho lugar una palabra de uso común ya sea para un país, una cultura. Es muy común en los países de Latinoamérica que tienen un mismo idioma tener diferentes acepciones de una palabra, pero con un sentido en ocasiones antagónico.
Las malas palabras no deben ser utilizadas de ninguna manera. Cierto es que muchas veces pueden salir cuando la persona se encuentra irritada y no tiene dominio de sí. Cuando esto suceda hay que dejar pasar el tiempo para que se calmen los ánimos y pedir perdón. Este tipo de palabras regularmente son pronunciadas por complejo o para llamar la atención. En cualquiera de los casos un cristiano nunca debe mencionarlas. Hace poco una persona me escribió contando que un integrante de la Iglesia había dicho que él era de mente abierta y no era escrupuloso, por lo mismo pedía que los demás fueran de amplio criterio para no juzgarlo a la ligera, ya que el caso ameritaba decir esas palabrotas. No hay ningún caso que amerite decir, ni pensar palabrotas, porque somos hijos de Dios y debemos comportarnos como tal. La Biblia dice:
«El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.» (Lc. 6, 45)
Las groserías siempre se aprenden en un lugar y con un tipo de personas. Lo importante es ser sabio y buscar la forma de cambiar el ambiente para que este no te cambie.
«Los malos compañeros echan a perder las buenas costumbres.» (1 Cor. 15, 33).
A continuación quiero decir un discurso tomado literalmente de la Palabra de Dios. Alguien podrá decir, es que el padrecito ya  no quiere que digamos malas palabras, pero no es que yo no quiera, Dios es quien lo señala en su Palabra. Las siguientes citas bíblicas son claras y sencillas.
«Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios.» (Ef. 5, 3-4)  

«Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también cómo contestar a cada uno.» (Col. 4, 6) 

«No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen.» (Ef. 4, 29)

«Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes.» (Col. 3, 8)

«Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad.» (Ef. 4, 23-24)

«Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable.» (Mt. 12, 36-37)
Como ya hemos visto en la Palabra de Dios, encontramos corrección a nuestra manera desviada de actuar. Seamos coherentes y busquemos siempre actuar como hijos de Dios.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 6 NOVIEMBRE


Los cinco minutos de María
Noviembre 6




No puedo menos de pensar en la grandeza, la bondad y la hermosura de Dios. Mi entendimiento no puede comprenderlo, ni abarcarlo, sino apenas rastrear sus maravillas.

Y si Dios es así infinitamente hermoso en sí mismo, no lo es menos en las obras de sus manos. Él hizo a la Santísima Virgen y la hizo tan maravillosamente grande y hermosa que supera con creces cuanto podamos nosotros imaginar. La hizo Virgen y Madre llena de bondad.

Quiso hacer de ella su obra de arte predilecta y así le salió, como nadie podía soñar, como sólo él la pudo inventar.
Virgen María, te alabamos con la liturgia: “Pureza inmaculada, espejo del Señor… ¡Oh fuente de gracia unida al Redentor! Belleza sin mancilla, encanto virginal, tú eres la alegría, la gloria del mortal”


* P. Alfonso Milagro

QUÉ ES LO QUE HACE EL SACRISTÁN?


¿Qué es lo que hace el sacristán?
Es el primerro en llegar y el último en irse de la iglesia, pero ¿Qué hace mientras está allí?


Por: Alejandra María Sosa Elízaga | Fuente: Siame.mx 




Todo está oscuro y en silencio. Todavía no ha llegado la gente. Se oyen unos pasos que se acercan. Se abre la puerta de la iglesia. Es el sacristán que llega a prepararlo todo, tempranito, como siempre.

Lo primero que suele hacer al llegar es orar. Encomendar su jornada al Señor.

Luego realiza las tareas más diversas. Coloca y prende las velas del altar, pone o quita los floreros, prepara en la credenza el Misal y lo que se utilizará en la celebración, instala y prende el micrófono, pone el Leccionario en el ambón y lo deja listo en donde corresponde; pone en el atril la hojita de las peticiones; prepara las vestiduras del sacerdote según el color que corresponde.

También sabe qué se necesita cuando hay Bautismos, Matrimonios, Primeras Comuniones, y celebraciones especiales, como por ejemplo en Semana Santa,.en las que hay que cuidar muchísimos detalles.

Y si hace falta, tiene la humildad de realizar lo que se necesite. Se acomide a barrer; a recoger y ordenar las hojitas de Misa que deja la gente olvidadas; a apagar y quitar las veladoras gastadas; a sacudir bancas y reclinatorios, y hasta a despegar chicles que algunos maleducados rumiantes dejaron pegados en la parte de abajo de sus asientos.

Cuando llega el celebrante, lo ayuda a revestirse. Y durante la celebración, se mantiene atento, por si le toca sostenerle el libro, ayudarlo en algo o resolver algún imprevisto, como cambiar a toda prisa la pila al micrófono, ir corriendo a traer algo que hace falta,  ajustar el equipo de sonido o de iluminación. Y quién sabe cómo se las ingenia, pero siempre encuentra la solución.

El sacristán sabe dónde está todo, en qué mueble, en qué estante, junto a qué o debajo de qué; conoce cada rincón de la sacristía como la palma de su mano. Entiende lo que es un ‘acetre’, un ‘turiferario’, una ‘píxide’, un ‘corporal’, nombres que la mayoría de la gente desconoce porque suele usar otros (como el ‘casito’ de agua bendita, el ‘chunche’ del incienso, el copón, el mantelito almidonado…).

Llega a tener tal compenetración con su párroco, que basta que éste le haga un ligero gesto, una mirada, una pequeña inclinación de cabeza, y capta al instante lo que necesita y se apresura a traérselo. Parecería que le leyera el pensamiento. Y si trabaja en una iglesia en la que hay varios sacerdotes, asume sin chistar el reto constante de adaptarse a lo que pide cada uno para tener siempre listo lo que pueda solicitarle.

Otra gran virtud del sacristán es la paciencia, que ejerce constantemente para tratar con afabilidad a toda la gente, que no siempre es amable ni prudente.

Cuando termina la Misa, los feligreses y el padre se van, pero el sacristán se queda, y va y viene, va y viene, atareado, regresando a la sacristía lo empleado en la celebración. Lo guarda todo, y deja preparado lo que se utilizará al día siguiente. Extingue la llama de las velas. Cierra las ventanas. Verifica que no quede nadie. Echa un último vistazo para asegurarse de dejar las cosas en orden; hace una breve oración para agradecerle su jornada a Jesús, y apaga la luz.

Todo queda oscuro y en silencio. Ya se ha ido toda la gente. Se oyen unos pasos que se alejan. Se cierra la puerta de la iglesia. Es el sacristán que se va a descansar, tarde, como siempre.


Pregunté a un sacristán qué era lo que más le gustaba de su oficio. Sin pensarlo dos veces respondió algo muy bello: “Poder servir a Dios y a mis hermanos”. Qué pena que esos hermanos a los que sirve, o sea nosotros, no siempre apreciemos o agradezcamos su abnegada labor. Los sacristanes no suelen recibir de los fieles atenciones, felicitaciones. Alguno comentó entristecido: ‘nadie nos toma en cuenta’. ¡Es hora de hacerles saber que valoramos su entrega!

Va desde aquí un agradecido abrazo a Miguel Ángel, de la rectoría de san Buenaventura; a Francisco Javier, Jorge, Juan y Gabriel, de la parroquia de san Agustín de las Cuevas; y a todos los sacristanes de todas las capillas, rectorías y parroquias que conocemos. Procurémoslos, y oremos diario por ellos.

Encomendémoslos a san Abundio de Roma, santo sacristán de la Basílica de san Pedro, a quien la Iglesia celebra cada 15 de abril. Y va con ello una propuesta: que en esa fecha se instituya el ‘Día del Sacristán’, para expresarles nuestro reconocimiento y gratitud y festejarlos.

Por lo pronto, en tu nombre y en el mío, digámosles: ¡Gracias! ¡Que Dios recompense su valioso servicio, y los siga colmando de dones y bendiciones!

PAPA FRANCISCO: ANTE TUS PECADOS, TE DEJAS MISERICORDIAR POR EL SEÑOR?


Papa Francisco: “Ante tus pecados, 
¿te dejas ‘misericordiar’ por el Señor?
 Foto: L'Osservatore Romano




VATICANO, 06 Nov. 17 / 05:22 am (ACI).- Durante la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta el Papa Francisco afirmó que el camino de la vocación cristiana no es fácil, y que ante las previsibles caídas, los pecados, las desobediencias, hay que dejarse llevar por la misericordia de Dios, hay que dejarse “misericordiar”.

El Santo Padre explicó que “a lo largo de la historia de la Salvación, los dones y las llamadas de Dios a su pueblo son irrevocables porque Dios es fiel. Por ello, también es irrevocable el don de la elección, de la promesa y de la Alianza”.

“Cada uno de nosotros ha sido elegido, elegido por Dios. Cada uno de nosotros es portador de la promesa del Señor: ‘Camina en mi presencia, sé irreprochable y yo te daré todo esto’. Y cada uno de nosotros establece esa Alianza con el Señor. Pero somos libres, la puedes hacer si tienes voluntad”.

El camino marcado por esta Alianza no es fácil, advirtió Francisco. “En este camino de la elección hacia la promesa de la Alianza habrá pecados, desobediencias, pero ante estas desobediencias, siempre hay misericordia”.

“Es como la dinámica de nuestro caminar hacia la madurez –indicó–: siempre hay misericordia porque Él es fiel, Él no nos quita nunca sus dones. Delante de nuestras debilidades, de nuestros pecados, siempre está la misericordia de Dios”.

El Pontífice animó a pensar “en nuestra elección. Pienso que puede ser bueno para todos nosotros. Pensar en la promesa que el Señor nos ha hecho y cómo vivo yo la Alianza con el Señor. Cómo me dejo, permitidme la palabra, ‘misericordiar’ por el Señor ante mis pecados, ante mis desobediencias. Y, finalmente, si soy capaz de dar gracias a Dios, mediante un acto de adoración, por lo que me ha dado, por lo que nos ha dado a cada uno de nosotros. No podemos olvidar que los dones y la llamada de Dios son irrevocables”, insistió.

Por último, animó a plantearse una serie de preguntas a modo de examen: “¿Cómo experimento yo la elección? ¿Me siento cristiano? ¿Cómo vivo la promesa, una promesa de salvación en mi camino y cómo permanezco fiel a la Alianza del mismo modo que Él es fiel?”.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 6 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Lunes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 6 de noviembre de 2017





Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,29-36):

Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos. ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 68,30-31.33-34.36-37

R/. Que me escuche, Señor, tu gran bondad

Yo soy un pobre malherido; 
Dios mío, tu salvación me levante. 
Alabaré el nombre de Dios con cantos, 
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos, 
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. 
Que el Señor escucha a sus pobres, 
no desprecia a sus cautivos. R/.

El Señor salvará a Sión, 
reconstruirá las ciudades de Judá, 
y las habitarán en posesión. 
La estirpe de sus siervos la heredará, 
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy lunes, 6 de noviembre de 2017
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



EL DESINTERÉS


        ¡Cuántos nos cuesta hacer las cosas desinteresadamente! Hacemos nuestros cálculos: a tal persona «le debo» una invitación, me toca a mí esta vez... Tengo que invitar a... no sea que se enfade si se entera de que no he contado con él. Me conviene invitar a... para que, a cambio...       Casi siempre esperamos respuesta, que nos lo devuelvan de alguna manera, sacar algún beneficio, que nos correspondan o nos lo devuelvan, que nos sintamos con «derechos» a pedirle que... Y con demasiada frecuencia buscamos nuestro propio interés por encima del de los demás. Incluso está ese sutil autoengaño de hacer cosas para “sentirme uno orgulloso uno de sí mismo”, para «sentirme bien» (no es raro que ésta sea la motivación que se esconde detrás de no pocos «voluntariados»: la satisfacción de sentirme bueno, me siento bien, me siento útil...). Pero en el fondo es otro modo de egoísmo... aunque en éste caso otros que están en necesidad puedan salir indirectamente beneficiados.

      Pues ahí está el estilo diferente de Jesús y de los que nos llamamos sus seguidores: «No invites a tus a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque te corresponderán y quedarás pagado». Es decir: Invierte a fondo perdido; regala y regálate...porque así es y actúa tu Padre Dios y desea que te parezcas a él.  Hazlo así porque es urgente que cambiemos este mundo de intereses, en el que se hacen las cosas para sacar algo a cambio.

          He aquí una recomendación de Jesús que muy pocos ponen (ponemos) en práctica. Quizá algunos se preocupan de los que lo están pasando mal, y procuran que les llegue comida, ropa, sanidad... Pero lo de invitar a casa, a la propia mesa, al entorno personal a pobres, lisiados, cojos y ciegos... como que no. Hoy, en vez de ciegos y cojos, tendríamos que hablar de inmigrantes, personas de otras razas, mendigos, hambrientos de todo tipo, enfermos de SIDA, parados de larga duración, desahuciados, ancianos solos o solitarios, etc. 

        ¿He sentado alguna vez a alguna de estas personas en mis banquetes, en mi mesa repleta?  No es una invitación a dar un bocadillo al que me pide en la puerta, sino a sentarlo en mi mesa.  Ni es darle la ropa que yo ya no quiero y me sobra, sino... ya se entiende. Sentarle a mi mesa sería sinónimo de hacerle un hueco digno en mi vida: no es un simple asunto gastronómico. Hablaríamos de acoger, interesarnos, atender, darles nuestro tiempo....

          En nuestras comunidades religiosas no recuerdo que hayamos sentado a nuestra mesa a ninguno de éstos. Y si alguien (?) tuviera la ocurrencia de proponerlo, enseguida surgirían muy razonables argumentos por los que tal cosa no es conveniente: ¿meter desconocidos en casa, personas que no son de nuestro ambiente o clase, problemáticas en muchos casos...? Si acaso les llevamos comida, les pagamos un bocadillo o un menú en el bar cercano, o...  

         No es una invitación a dar un bocadillo al que me pide en la puerta, sino a sentarlo en mi mesa.  Ni es darle la ropa que yo ya no quiero y me sobra, sino... ya se entiende. Sentarle a mi mesa sería sinónimo de hacerle un hueco digno en mi vida: no es un simple asunto gastronómico. Hablaríamos de acoger, interesarnos, atender, darles nuestro tiempo.... 

         Pero no es posible andar con interpretaciones de las palabras de Jesús para hacerlas más razonables o accesibles. "Cuando des un banquete...",  sin matices, ni advertencias, ni precauciones, ni nada de nada. Creo que estas palabras de Jesús están sin estrenar en (casi todas) nuestras comunidades cristianas, religiosas, familiares... Y honestamente... no se me ocurre añadir más comentarios, razonamientos o planteamientos. Sinceramente: me descolocan y me dejan sin palabras.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
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