¡Quiero ser como tú, Papá!
¿Me gustaría que mi hijo fuera como yo?
Por: Por Valentín Araya
Seguramente, muchos padres han escuchado a su hijo pequeño decir “¡Cuando sea grande, quiero ser como tú!”. Esta frase, viniendo de aquella persona a la cual tanto se ama, puede sonar como música para los oídos de muchos padres. Más para un padre atento, esa música se podría convertir también en una fuerte llamada de atención al crecimiento personal.
“¡Quiero ser como tú, papá!”, pronunciada por los labios inocentes de un niño, tiene el poder de cambiar la vida de papá. Debería llevar al padre a examinar, no solamente su papel de padre y esposo, sino también su propia persona en los seis aspectos de vida: físico, espiritual, familiar, laboral, económico y social.
Para muchos padres, la primera pregunta que podría brotar en su mente y en su corazón es: ¿me gustaría que mi hijo fuera como yo? Y la siguiente: ¿Cuándo mi hijo tenga mi edad, cómo me gustaría que fuera? Esas dos preguntas, contestadas sinceramente, pueden convertir la suave música de la voz inocente de su hijo en tambores que marcan el paso en la marcha hacia la excelencia personal, garantizando la eficacia en la crianza de un hijo.
“¡Quiero ser como tú, papá!” es la llave maestra que en su inocencia el niño pone en las manos de papá para que abra la puerta a un arcoíris infinito de posibilidades y puedan convertirse ambos en una obra maestra para el mundo. Esa obra maestra debe irse cincelando primero en papá, pues el hijo requiere de un buen modelo a seguir y de un buen maestro que le enseñe a usar el cincel a medida que se va adentrando en la ardua tarea de confeccionar su propia obra maestra.
Porque no es buen padre aquel que forma al hijo a su antojo, sino aquel que le va indicando cómo manejar el cincel para que éste quite la arcilla sobrante y surja su propia obra de arte. Tampoco es buen padre aquel que lleva siempre a su hijo en brazos, sino aquel que le enseña a caminar con dirección y propósito. El hijo va conduciéndose por la vida guiado por las huellas que va dejando su padre, más dando sus propios pasos y bailando sus propios ritmos.
La madre Teresa de Calcuta, expresaba esta misma realidad de una manera poética cuando escribía a los padres y maestros: “Les enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Les enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Les enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo… en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado”.
“¡Quiero ser como tú, papá!” es el trampolín que debe impulsar al padre, con fuerza y valentía a las alturas eternas. El hijo necesita conocer las dos caras de la moneda: la material y la espiritual, la visible y la invisible, el mundo real y el mundo divino. Y va a creer y llenarse de fe solamente cuando pueda ver la realidad divina, reflejada en el ser, la actitud, el comportamiento y el rostro de su propio padre. Solamente así el hijo, al mirar al padre, levantará su rostro, mirará hacia arriba e irá por la vida con la frente en alto. Porque como dice Perry Garfinkel: "Para un niño, el padre es un gigante desde cuyos hombros puede divisar el infinito".
“¡Quiero ser como tú, papá!” es el reto que el hijo lanza al padre para que éste haga un alto en el camino, reflexione, tome consciencia, haga sus propios ajustes y actúe en conformidad con el amor que siente por su hijo. Es una aclamación fuerte y enfática envuelta en una suave música que le recuerda al padre su papel, su responsabilidad y su amor.
Y como sé que tú amas a tu hijo y vas haciendo una obra maravillosa en ti que va sirviendo de modelo a tu hijo, quiero enviarte una gran felicitación. Y si ya tus hijos son papás, felicidades también, pues sé que en ellos perdurará por siempre la huella del camino que tú les has enseñado. Y recuerda que aunque tu hijo no haya dicho con sus labios “¡Quiero ser como tú, papá!”, sé que tú lo has escuchado de su corazoncito de niño, y sé también que tu hijo quiere ser como tú, papá.
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