viernes, 20 de marzo de 2015

¿LAS TENTACIONES SON MALAS?


¿Las tentaciones son malas?
Conoce tu fe

Nunca se llega al pecado sin haber antes perdido la batalla frente a la tentación. ¡Sepamos reconocerla, y apartemos a nuestra alma de ella!.


Por: P. Rogelio Alcántara 



Para el cristiano, la Cuaresma es de algún modo estar con Cristo en el desierto y enfrentar con Él las tentaciones del Maligno. Quien se atrevió a tentar al mismo Hijo de Dios para desviarlo de su misión, no “se tocará el corazón” para hacernos caer en el pecado del placer, del tener y del poder. 
Analicemos lo que podríamos llamar la psicología de la tentación, porque esto nos ayudará a evidenciarla: ¿Qué es la tentación? La tentación es una fuerte atracción externa que halla eco en nuestro interior. ¿Por qué sufrimos la tentación? Porque somos libres. La tentación es la prueba de nuestra libertad. ¿Todos somos tentados? Sí, de modo que todos estamos sometidos a las tentaciones. El mismo Jesucristo se sometió a la tentación. ¿Las tentaciones son malas? Las tentaciones son sólo tentaciones. El mal está en cuanto nos dejamos arrastrar por ellas. Cuando caemos en su seducción, pero es un bien para nosotros cuando logramos vencerlas.
 
Veamos ahora cómo actúan; a esto podríamos llamarlo fenomenología de las tentaciones.
 
La tentación se presenta como:
 
1. Algo muy apetitoso a nuestros sentidos.
2. Un reto a nuestra libertad.
3. Una verdad que va a reafirmar nuestra personalidad.
4. Algo que nos hará disfrutar y ser muy felices.
5. Razones incluso con argumentos religiosos (bíblicos, teológicos o canónicos).
 
Pero en realidad la tentación es un anzuelo. El que lo muerde se destruye. Aunque quien se deja arrastrar por la tentación tenga una experiencia satisfactoria, ésta será fugaz y sus efectos causarán estragos en la persona caída, debilitando su voluntad (la próxima vez caerá más fácil), haciéndole perder la gracia de Dios; ofendiendo a Dios, al prójimo y a sí misma; apartándola de la Iglesia y cavando una brecha entre el sujeto y su familia, entre quien peca y la gente que le rodea.
 
Tipos de tentaciones
 
La tradición de la Iglesia ha identificado siempre tres tipos de tentaciones que se ven reflejadas en aquellas con las que el tentador quiso hacer caer a Jesús en el desierto.
 
La tentación del poder. Se da en cualquier orden: político, social, familiar, laboral, religioso, etc., y se presenta como una afirmación perversa del yo. Por ejemplo, “Yo puedo todo lo que me dé la gana”.
La del tener. Grandemente explotada por la sociedad consumista. Entra por una publicidad despiadada, haciendo creer a la gente que mientras más cosas tiene, más vale.
La del placer. Reduce la vida humana a la sensación placentera. La persona busca disfrutar todo lo que se le ocurre, aunque quede fuera de la voluntad de Dios.
 
Modo de vencer las tentaciones
 
Quien no se entrena para vencer estas tentaciones desde niño, luego le costará mucho trabajo. Se pueden vencer a través de la Reflexión, la Oración y el Ejercicio de virtudes.
 
Reflexión: Es importante darnos cuenta de qué es lo que más nos tienta; estudiarnos para ver en qué está débil nuestra voluntad;  no engañarnos. Distinguir con toda claridad lo que es blanco o negro, sin quedarnos en tonalidades grises, y prever, vigilar y no dejarnos sorprender.
 
Oración. También es fundamental pedirle ayuda a Dios, porque sólo con nuestras fuerzas no podemos vencer la tentación; necesitamos ser muy amigos de Dios para que Él sea quien venza por nosotros; elevar en todo momento nuestro corazón a Dios, frecuentar asiduamente los sacramentos y hacer adoración y visitas al Santísimo.
 
Ejercicio de virtudes. Debemos ponernos propósitos concretos para fortalecer nuestra voluntad. Con respecto al dominio de nosotros mismos: cuidado con el exceso de la comida y la bebida; responsabilidad en el cumplimiento de mis deberes en la casa, en la escuela, en el trabajo. Con respecto a nuestras relaciones personales: no olvidar la fidelidad, mejorar la relación con el cónyuge, con los papás o los hermanos y practicar mucho la amabilidad; poner buena cara y ser muy serviciales.

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