CUANDO ESTÁS ENFERMO...
Autor: Centro de
Hospitalidad y Misericordia | Fuente: Centro de Hospitalidad y
Misericordia
Para orar. El
poder de la fe.
Hijo, en tu
enfermedad, no te desanimes, sino ruega al Señor, que él te
curará. Eclesiástico 38, 9
REFLEXION
“La
enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más
graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad el hombre experimenta su
impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la
muerte. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí
mismo a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede
también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no
es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la
enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.” Catecismo de la Iglesia Católica, 1500-1501
PALABRA DE
DIOS
Sobre el
médico y la enfermedad
“Honra al médico
por los servicios que presta, que también a él lo creó el Señor. Del Altísimo
viene la curación, del rey se reciben las dádivas. La ciencia del médico le hace
caminar con la cabeza alta, y es admirado por los poderosos. El Señor ha creado
medicinas en la tierra, y el hombre prudente no las desprecia. ¿Acaso no endulzó
el agua con un leño, para que se conociera su poder? Él es quien da a los
hombres la ciencia, para que lo glorifiquen por sus maravillas.
Con las
medicinas el médico cura y elimina el sufrimiento, con ellas el farmacéutico
prepara sus mezclas. Y así nunca se acaban sus obras, y de él procede la paz
sobre toda la tierra. Hijo, en tu enfermedad, no te desanimes, sino ruega al
Señor, que él te curará. Aparta tus faltas, corrige tus acciones, y purifica tu
corazón de todo pecado. Ofrece incienso, un memorial de flor de harina y
ofrendas generosas según tus medios. Luego recurre al médico, pues el Señor
también lo ha creado; que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas, hay
momentos en que la solución está en sus manos. También ellos rezan al Señor,
para que les conceda poder aliviar el dolor, curar la enfermedad y salvar tu
vida. Eclesiástico 38, 1-14
El poder de
la fe
“Entonces, una
mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido
mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno,
antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por
detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: “Si logro tocar aunque sólo
sea sus vestidos, me salvaré.”
Inmediatamente
se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió
entre la gente y decía: “¿quién me ha tocado los vestidos?” Sus discípulos le
contestaron: “estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ¿quién me ha
tocado?” Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.
Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y
temblorosa se postró ante él y le contó toda la verdad. El le dijo: “Hija, tu fe
te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.” Marcos 5,
25-34
Confianza en
la tribulación
“Más aún; nos
gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la
paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la
esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” Romanos 5,
3-5
Oración
agradable a Dios
“Y adelantándose
un poco, cayó Jesús rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es
posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres
tú.»” Mateo 26, 39
En Jesús
encontramos alivio
“Venid a mi
todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera”. Mateo 11, 28-30
Dios nos
consuela
“¡Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda
consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros
consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios! Pues, así como abundan en nosotros los
sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra
consolación.” 2ª. Corintios 1, 3-5
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario