El misterio de la Trinidad
Hemos atravesado mucho territorio espiritual desde marzo. Pasamos por nuestros pecados en el principio de la Cuaresma. Encontramos la misericordia de Dios en el final del tiempo. Entonces experimentamos la esperanza de la Resurrección y la gloria de la Ascensión. El domingo pasado completamos la renovación proceso de nuestra salvación con la venida del Espíritu Santo. Ahora, después de más que un cuarto de un año, nos conviene reflexionar sobre el dinamismo que ha impulsado el proceso adelante. Eso es, queremos examinar: ¿quién es Dios?
Escuchamos a veces a algunos hablando de Dios en términos comunes: “Dios es el hombre arriba”. Esto no puede ser correcto. Dios es ni hombre ni arriba en el sentido que vive en un lugar más allá que las nubes. Ni es Dios “papi” como los predicadores solían contarnos. La investigación del lenguaje ha certificado que “Abba”, la palabra aramea con lo cual Jesús se dirige a Dios, no lleva cariño familiar. Sólo es “Padre” con todo la intimidad y respeto que tiene esta palabra.
Se puede decir con verdad que Dios es misterio, pero ¿qué significa este término? Misterio, en el sentido religioso, no es como una novela policiaca que nos reta a resolver. Ni es un enigma científico que probablemente vamos a entender un día. Dios es misterio porque no tenemos ni las ideas y mucho menos las palabras para describirlo adecuadamente. Es misterio como cuando nos traen nuestro recién nacido. Es todo asombro y maravilla.
En el evangelio de hoy Jesús dice a sus discípulos que el Espíritu Santo vendrá con su partida. Les asegura que él les enseñará todo lo que no pueden entender ahora (que es mucho porque no han experimentado todavía la crucifixión y resurrección). Aún más Jesús promete que el Espíritu les comunicará lo que es de él. Con sus modos comunicados sus discípulos, incluso a nosotros, pueden ser santos como Jesús.
Ahora ¿qué podemos concluir acerca de Dios? En primer lugar, podemos decir que Dios ha existido desde siempre como trinidad de personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Las tres tienen la misma naturaliza divina y la misma voluntad. Segundo, podemos afirmar que Dios redimió a los seres humanos del mayor amor posible. Era como un padre poniendo a su propio hijo a la prueba más retadora (tal vez caminar toda el Antártica hasta el polo sur) para salvar a sus vecinos de la destrucción. Finalmente, Dios sigue con nosotros iluminando la mente y fortaleciendo el corazón para imitar a Jesús.
Una oración antes de recostarse puede ayudarnos considerar a las tres personas diariamente. A Dios Padre queremos dar gracias por algún beneficio que recibimos durante el día. A Dios Hijo queremos pedir perdón por una falta que hemos manifestado. Y a Dios Espíritu Santo queremos solicitar ayuda por un reto que enfrentaremos mañana. Así no estaríamos resolviendo el misterio que es Dios. Pero sí estaríamos encontrando el dinamismo de nuestro existir.
(Padre Carmelo Mele O.P.)