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viernes, 3 de febrero de 2023
jueves, 2 de febrero de 2023
EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 2 DE FEBRERO DE 2023 - LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
2 de febrero: La Presentación del Señor
2 DE FEBRERO DE 2023
1ª Lectura (Mal 3,1-4): Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar —dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos».
Salmo responsorial: 23
R/. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
2ª Lectura (Heb 2,14-18): Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Versículo antes del Evangelio (Lc 2,32): Aleluya. Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 2,22-40): Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés
(Tarragona, España)
Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.
A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).
Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.
Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).
Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño.
FIJAR NUESTRA MIRADA Y CORAZÓN EN JESÚS
Fijar nuestra mirada y corazón en Jesús
Enfoquémonos en Dios que nos llamó y que nos ama
Por: Pbro. Francisco Suárez González | Fuente: Semanario Alégrate
La vida es un camino. Cada uno escoge hacia dónde dirige sus pasos. La mirada y el corazón recuerdan continuamente la meta. Para el cristiano, la meta es Jesús. Por eso tenemos los ojos puestos en Él, junto a tantos hombres y mujeres que nos acompañan.
Sentimos, sin embargo, un peso que nos impide volar. Tentaciones y pecados, luchas y derrotas, tristezas y desalientos. El enemigo espera que las tinieblas oscurezcan la certeza del cielo que nos espera. Desea que nuestro corazón sucumba ante la fuerza del viento. Quiere que apartemos la mirada de la meta.
Hay que sacudir toda somnolencia y abrir los ojos. Las nubes, ciertamente, impiden ver la luz del sol, pero no destruyen en el corazón del creyente la certeza de la fe. Más allá de la tormenta, por encima de las dificultades, la mirada sigue puesta en Jesús. Hay que seguir en la lucha. Cada día nos acerca a la victoria. La fuerza nos llega cuando bebemos del agua espiritual y cuando estamos fundados en la Roca verdadera, la que nunca falla: Jesús y la paz llega a lo más íntimo del alma. Seguimos en camino, con la certeza de que “quien inició en ustedes la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1,6).
Por lo tanto tener la mirada puesta en Jesús, significa seguir su Palabra que él nos ha dejado a través de las Escrituras. Siendo obedientes, en no dejarnos llevar por las cosas que no provienen de Dios, y que a pesar de las dificultades confiemos en que con nuestros ojos puestos en Jesús será más fácil nuestro camino. Ya que muchas veces nuestra mente y corazón, tienden a dudar de lo que Dios puede hacer, las circunstancias por las que en ocasiones atravesamos nos hacen caer en un estado de incredulidad porque no vemos la respuesta rápida de Dios en nuestra vida. O quizás porque se nos hacen largos los procesos.
Pero nuestra mirada y corazón deben estar firmes, que a pesar de que pasemos por muchos obstáculos, Jesús es nuestro respaldo y no debemos dudar de nuestra identidad como hijos. Debemos reconocer que hemos sido llamados por Dios y los dones y llamamientos son irrevocables, Dios no ha cambiado eso; porque quizás en ocasiones pensamos que el llamamiento no ha sido para nosotros, y de allí surgen una cantidad de dudas e inquietudes, que no tienen absolutamente nada que ver con el plan que Dios tiene, entonces esos pensamientos empezaran a desenfocarnos del propósito que Dios tiene para con nuestras vidas.
Enfoquémonos en Dios que nos llamó y que nos ama, no dejes que la bendición que era para otro te distraiga, no tenemos que llenarnos de malestar o envidia por lo que veamos a nuestro alrededor, porque eso era para “ella” o para “él”, y lo que es para ti, llegará.
HOY CELEBRAMOS LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, 2 DE FEBRERO
Fiesta de la Presentación del Señor
Fiesta litúrgica, 2 de febrero
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano: Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue conducido al Templo por María y José, y lo que podía aparecer como cumplimiento de la ley mosaica era realmente su encuentro con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.
Breve Reseña
Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús
Esta fiesta ya se celebraba en Jerusalén en el siglo IV.
La festividad de hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen María, en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos narra San Lucas en el capitulo 2 de su Evangelio. Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su primogénito y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la celebración el título de “presentación del Señor” que tenía al principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo de Jerusalén, es un preludio de su oferta sacrifical sobre la cruz.
Este acto de obediencia a un rito legal, al que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre el gran misterio navideño, en el que el Hijo de Dios y su divina Madre se nos presentan en el cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la extrema pobreza de los pobres, de los perseguidos, de los desterrados.
El encuentro del Señor con Simeón y Ana en el Templo acentúa el aspecto sacrifical de la celebración y la comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues cuarenta días después de su divina maternidad la profecía de Simeón le hace vislumbrar las perspectivas de su sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”: María, gracias a su íntima unión con la persona de Cristo, queda asociada al sacrificio del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.
Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la más antigua de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta de la “candelaria”.
8 CONSEJOS PARA CELEBRAR CORRECTAMENTE EL DÍA DE LA CANDELARIA - 2 DE FEBRERO
Mis 8 consejos para celebrar correctamente el Día de la Candelaria
El Día de la Candelaria ha sufrido algunos cambios, pero la esencia se mantiene. Estos son mis consejos para vivirla correctamente.
POR P. JOSÉ DE JESÚS AGUILAR
A lo largo de los siglos, el día de la Candelaria o la fiesta de la Candelaria, que celebramos el 2 de febrero, ha ido presentando algunos cambios. En la actualidad muchos padres de familia llevaban a sus hijos pequeños a la iglesia para que incluso ellos reciban la bendición.
No obstante el tiempo, el día de la Candelaria es una oportunidad para ofrecer a Dios Padre a los más pequeños de la casa, para que los bendiga y los lleve por buen camino.
¿Por qué celebramos la fiesta o el día de la Candelaria?
La liturgia celebra, desde tiempos inmemoriales, la presentación de María en el templo el día 2 de febrero, es decir, 40 días después del nacimiento. Esta fiesta tuvo inicialmente un carácter penitencial y purificatorio, las personas se acercaban al sacramento de la Penitencia o hacían procesiones.
Tomando en cuenta las palabras del anciano Simeón, que en el Evangelio llama a Jesucristo “Luz para alumbrar a las naciones” (Ver Lc 2, 28-32), en las procesiones se utilizaban velas encendidas, lo que dio origen a que se le llamara también “día de las velas”, “día de las candelas” (candela = vela), o “Día de la Candelaria”.
¿Cómo celebrar correctamente el Día de la Candelaria?
En este tiempo es común que muchas personas se dediquen a ‘vestir’ Niños Dios; y es que en nuestras familias estamos acostumbrados a compartir lo que tenemos con las personas que amamos.
Por esta razón, así como cuando festejamos a alguien nos preocupamos de que ese día estrene ropa, también queremos que el Niño Jesús estrene ropa el día de su fiesta, porque lo consideramos parte de la familia; no obstante, es necesario tener muy claras algunas ideas para que no nos desviemos de nuestra fe.
1.- La imagen del Niño Jesús que tenemos en nuestra casa es solo eso, una imagen que nos recuerda que el Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros. Aunque no tengamos una imagen en nuestra casa, Dios está con nosotros. Las imágenes nos ayudan a sentir más su presencia y a pensar siempre en Él.
2.- Las imágenes por ello deben de ser bellas, dignas y tratadas con decoro. Por eso las cuidamos, las limpiamos y hasta las vestimos como una forma de rendir homenaje a Dios y a sus santos.
3.- No es necesario cambiarles de vestimenta cada año. Más aún, si queremos ponerles un vestido digno y verdaderamente bello, hasta valdría la pena hacerles uno solo.
4.- Cristo fue el modelo de vida para los santos. Son los santos quienes se quieren parecer a Cristo, por eso no vistamos al niño Jesús de santos. Es cierto que algunas personas hacen “mandas” y para cumplirle a algún santo visten al Niño Dios de ese santo, pero no es lo más correcto.
5.- Si la familia lo desea, pueden vestir la imagen con un traje de una advocación, por ejemplo: de Niño de las Palomitas (recordando el significado del sacrificio), de Nazareno, de Sagrado Corazón, de Cristo Rey, de Cristo Sacerdote, de Buen Pastor, etc.
6.- En muchas ocasiones, las personas que se dedican a vestir imágenes, sólo tienen intereses de venta, por lo que incluso ofrecen novedades o rarezas. No nos dejemos llevar por ocurrencias o modas que llevan a algunas personas a vestir la imagen de Charro, o de otras cosas, porque correríamos el riesgo de confundir una imagen sagrada con un juguete.
7.- No es necesario seguir ciertas normas que algunas personas ponen como indispensables. A veces se oye en las charlas: “Mi niño Dios ya cumple tres años con los mismos padrinos así que ya lo podemos sentar”, o “No comadre, no se puede cambiar de padrino hasta el tercer año”, o “los padrinos son los que escogen y pagan el trajecito”, etc.
8.- Sigamos con nuestro amor a Dios, a Cristo y a los santos. Aprovechemos que las imágenes nos hacen sentir más su presencia. Sintamos que Cristo es parte de nuestra familia.
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DEL MES DE FEBRERO - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
PRIMER VIERNES DEL MES DE FEBRERO
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.