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jueves, 26 de noviembre de 2020
miércoles, 25 de noviembre de 2020
PAPA FRANCISCO DESCRIBE CUÁLES SON LAS 4 CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DE LA VIDA ECLESIAL
Papa Francisco describe cuáles son las 4 características esenciales de la vida eclesial
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Vatican Media
El Papa Francisco explicó que las cuatro “características esenciales” de la vida eclesial son: “la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la custodia de la comunión recíproca -la caridad-, la fracción del pan -la Eucaristía- y la oración”.
Estas cuatro características “nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo”, destacó el Santo Padre durante la Audiencia General de este miércoles 25 de noviembre que se realizó en la biblioteca del palacio apostólico vaticano.
“La predicación y la catequesis testimonian las palabras y los gestos del Maestro; la búsqueda constante de la comunión fraterna preserva de egoísmos y particularismos; la fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, porque está en la Eucaristía, Él vive y camina con nosotros; y finalmente la oración, que es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo”, describió.
Al continuar con su serie de catequesis sobre la oración, el Pontífice señaló que “los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración” tal como lo relatan las Sagradas Escrituras al describir, por ejemplo, que los primeros cristianos “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”.
“Los escritos apostólicos y la gran narración de los Hechos de los Apóstoles nos devuelven la imagen de una Iglesia en camino, trabajadora, pero que encuentra en las reuniones de oración la base y el impulso para la acción misionera”, señaló el Papa, y añadió que “la comunidad persevera en la oración”.
En esta línea, el Santo Padre advirtió que “todo lo que en la Iglesia crece fuera de estas ‘coordenadas’, no tiene fundamento” y sugirió que “cualquier situación debe ser evaluada a la luz” de estos cuatros elementos: “la predicación, la búsqueda constante de la comunión fraterna -la caridad- la fracción del pan, es decir la vida eucarística, y la oración” porque “todo lo que no entra en esto no tiene fundamento eclesial”.
“Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. La Iglesia no es un mercado, no es un grupo de emprendedores que va hacia adelante con esta empresa nueva, la Iglesia es obra del Espíritu Santo que Jesús nos ha dado para reunirnos, la Iglesia es el trabajo del Espíritu en la comunidad cristiana, en la vida comunitaria, en la Eucaristía, en la oración, siempre. Y todo lo que crece fuera de esto no tiene fundamento, es como una casa construida en la arena”, afirmó el Papa que insistió “es Dios que hace la Iglesia no el clamor de las obras” porque “la palabra de Jesús es la que llena de sentido nuestros esfuerzos. Es en la humildad que se construye el futuro del mundo”.
En este sentido, el Santo Padre reconoció que algunas veces le entristece ver “alguna comunidad que, con buena voluntad, pero equivoca el camino” al buscar “hacer la Iglesia con reuniones, como si fuera un partido político, la mayoría, la minoría, qué piensa sobre esto o el otro…” y animó a preguntarse: “¿Dónde está el Espíritu Santo? ¿Dónde está la oración? ¿Dónde está el amor comunitario? ¿Dónde está la Eucaristía?”.
“Sin estas cuatro coordenadas la Iglesia se convierte en una sociedad humana, un partido político, mayoría, minoría. Los cambios se hacen como una empresa por mayoría, pero no está el Espíritu Santo”, subrayó el Papa quien alertó que si falta el Espíritu Santo “nosotros seremos una bonita asociación humanitaria, de beneficencia, bien, bien, también un partido, digamos así, eclesial, pero no está la Iglesia” porque “la presencia del Espíritu Santo está garantizada por estas cuatro coordenadas”.
De este modo, el Papa Francisco pidió no olvidar las palabras de Benedicto XVI “la Iglesia no crece por proselitismo crece por la atracción” y agregó: “¿Quién mueve la atracción? El Espíritu Santo y si falta el Espíritu Santo, que es quien atrae hacia Jesús, allí no está la Iglesia. Hay un bonito club de amigos, bien, con buenas intenciones, pero no está la Iglesia, no hay sinodalidad”.
Asimismo, el Santo Padre destacó que al leer los Hechos de los Apóstoles descubrimos también “cómo el poderoso motor de la evangelización son las reuniones de oración, donde quien participa experimenta en vivo la presencia de Jesús y es tocado por el Espíritu. Los miembros de la primera comunidad -pero esto vale siempre, también para nosotros hoy- perciben que la historia del encuentro con Jesús no se detuvo en el momento de la Ascensión, sino que continúa en su vida. Contando lo que ha dicho y hecho el Señor, rezando para entrar en comunión con Él, todo se vuelve vivo. La oración infunde luz y calor: el don del Espíritu hace nacer en ellos el fervor”.
Por ello, el Papa animó a imitar la vida de la Iglesia primitiva “con tiempos de oración comunitaria y personal” porque el Espíritu Santo es quien “concede fuerza a los predicadores que se ponen en viaje, y que por amor de Jesús surcan los mares, enfrentan peligros, se someten a humillaciones...” y da “fuerza al testimonio y a la misión”.
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Lecturas de hoy Miércoles de la 34ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 25 de noviembre de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (15,1-4):
Yo, Juan, vi en el cielo otro signo, grande y maravilloso: Siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se consuma la ira de Dios.
Vi una especie de mar de vidrio mezclado con fuego; los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre estaban de pie sobre el mar cristalino; tenían en la mano las cítaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
«Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 97,1.2-3ab.7-8.9
R/. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
V/. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
V/. Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. R/.
V/. Al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 25 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Cuando leemos el número “siete” en la Biblia tenemos certeza de que se nos está hablando de algo perfecto, bien hecho. Es el número de la perfección, la suma de lo terreno –los cuatro puntos cardinales de la tierra-, más lo divino, -la Trinidad-. Podríamos decir que si bíblicamente quieres ser perfecto, elige el siete. Pues de esto nos habla hoy el Apocalipsis: siete ángeles con siete plagas. Un nuevo septenario que de alguna manera repite o renueva los siete sellos y las siete trompetas, sólo que este es el último septenario, las siete plagas, es decir, la última prueba que fortalece la fe de la comunidad.
Las siete plagas nos indican que llega el final del juicio, por eso los que están de pie en la orilla, están contentos cantando con arpas y salmos el Cántico de Moisés y del Cordero, porque vencieron y llegó el momento de hacer justicia, de recibir su recompensa, en la que nunca dejaron de creer a pesar de la tribulación: «grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos” –Salmo 97 que rezamos en la liturgia de hoy-. Estos sí que son creyentes espectaculares, “creyentes siete”, diríamos en lenguaje bíblico.
Los creyentes siete son aquellos hombres y mujeres que no dejaron de confiar, ni de esperar, ni de creer. Como nos dice hoy Jesús al final del evangelio: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Algunos de estos creyentes fueron canonizados y reconocidos oficialmente. Otros permanecen en el anonimato, alumbrando sólo a los que vivieron a su lado. Fueron perseguidos de muchas maneras y lo siguen siendo, pero el Señor los cuida y mima tanto que, efectivamente, “ningún cabello de su cabeza perecerá”.
Necesitamos creyentes siete que nos ayuden a creer y esperar contra corriente, que nos enseñen a cantar, que nos contagien entusiasmo y alegría, que nos muestren que el evangelio es posible, encarnable en ti y en mi, a pesar de las dificultades y persecuciones de las que nos advierte Jesús en el evangelio de hoy. Precisamente las persecuciones más dolorosas son las que provienen de tu propio entorno familiar y de amistad, ¿verdad?
En nuestra oración de hoy, lo más importante es recordar que no estamos solos: “os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”. Jesús, con su amor incondicional por ti, siempre camina a tu lado, nunca lo olvides. Por eso hoy cantamos con los creyentes siete el Salmo 97: “Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas…” ¿o no las ves en tu vida?
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
SANTORAL DE HOY MIÉRCOLES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Isabel Achler, Beata Reclusa Franciscana, 25 de noviembre |
Santiago Meseguer Burillo, Beato Mártir Dominico, Noviembre 25 |
Jacinto Serrano López, Beato Mártir Dominico, Noviembre 25 |
Beatriz de Ornacieux, Beata Monja Cartuja, Noviembre 25 |
Cristo Rey del Universo Solemnidad, último domingo del año litúrgico |
Pedro Alejandrino (Pedro de Alejandría) y compañeros, Santo Obispo, Noviembre 25 |
Garcia, Santo Abad, Noviembre 25 |
Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, Beatos Memoria conjunta, 25 de noviembre |
Mercurio de Cesarea de Capadocia, Santo Mártir, Noviembre 25 |
Catalina de Alejandría, Santa Memoria Litúrgica, 25 de noviembre |
lunes, 23 de noviembre de 2020
JESUCRISTO, COMPAÑERO DE CAMINO
Jesucristo, compañero de camino
Las personas que tienen fe en la Eucaristía, en los que saben reconocer que en el camino de su vida nunca van solos; Jesús va con ellos, “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
La vida puede ser dura, puede tener muchas lágrimas, muchas amarguras, mucho sufrimiento, pero es muy distinto sufrir solos que sufrir con Jesús; es muy diferente caminar solos por la vida que caminar codo con codo con Jesús de Nazaret; su presencia transforma el mismo sufrimiento en una cosa distinta.
Pero muchas veces nosotros nos empeñamos en caminar solos por la vida; nos hacemos una vida amarga, dura, demasiado difícil, y Jesús nos podría decir: “¿No estoy yo aquí? ¿Por qué no me llamas? ¿Por qué no crees en Mí?
“Él está en todos los Sagrarios del mundo”. En tu parroquia, de día y de noche se le queman las manos y el corazón por ayudarnos. Ojalá que vayamos muchas veces, aunque sea con el alma destrozada, tristes, cansados, y sepamos hallar allí la paz y el consuelo prometidos.
Cristo encuentra su felicidad en curarnos, en salvarnos, en darnos la paz. ¡Hagamos feliz a Cristo! Podemos entristecerlo o alegrarlo, si vamos a Él con fe.
¡Cuántos hombres, hay hoy infelices, desgraciados, desesperados! ¡Cuántos jóvenes, sobre todo, que están en la primavera de la vida, y están viviendo la crueldad y la dureza de un invierno!
Estando el remedio tan cerca ¿Qué hace falta para acercarnos a Cristo en la Eucaristía? Tener un alma dispuesta, ser humildes, un precio bastante pequeño.
Es necesario llegar a ese Cristo, a ese compañero de camino y decirle desde el corazón: “Tú que eres el camino, la verdad y la vida, danos siempre de ese pan y acompáñanos siempre en nuestro caminar”.
Feliz y Bendecida Semana
(P. Mariano de Blas)
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 23 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Lecturas de hoy Lunes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 23 de noviembre de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (14,1-3.4b-5):
YO, Juan, miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre. Oí también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus citaras.
Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya. Estos fueron rescatados como primicias de los hombres para Dios y el Cordero. En su boca no se halló mentira: son intachables.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
V/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
V/. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
V/. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):
EN aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor
«Ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir»
Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez
(Barcelona, España)
Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.
Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).
La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿Cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.