"Las bodas de Caná se repiten con cada familia, con cada uno de nosotros"
El Santo Padre en el Parque Los Samanes pide oraciones por el Sínodo de la familia, para que aun aquello que nos parezca impuro, o espante, Dios lo pueda transformar en milagro
Ciudad del Vaticano, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org) Rocío Lancho García
El santo padre Francisco ha viajado este lunes por la mañana a Guayaquil, en el segundo día de su visita pastoral a Ecuador. Tras apenas una hora de vuelo desde Quito, el Papa ha llegado a las 9 de la mañana a la ciudad más poblada del país, donde ha sido acogido por el arzobispo, monseñor Antonio Arregui Yarza y las autoridades locales.
Su primera parada en Guayaquil ha sido el Santuario Nacional de la Divina Misericordia, donde el Papa ha sido recibido con entusiasmo por los fieles allí reunidos, enfermos y ancianos en su mayoría. Dentro del Santuario, el Pontífice ha depositado unas flores a la Virgen y ha rezado unos instantes. El Papa ha dado los buenos días y ha invitado a “todos juntos a rezar a la Virgen”. A continuación, improvisando unas palabras, el Pontífice les ha asegurado a que les llevaría en el corazón en la misa que iba a celebrar a continuación. “Le voy a pedir a Jesús, para cada uno de ustedes mucha misericordia, que los cubra con su misericordia, que los cuide. Y a la Virgen que esté siempre al lado vuestro”, ha indicado.
Y desde allí se ha trasladado en coche hasta el Parque de Los Samanes para la celebración eucarística. Según fuentes oficiales, un millón de personas ha participado, con entusiasmo y devoción, en la misa presidida por el Santo Padre. Además, la música tradicional ha acompañado la liturgia. Durante la homilía, el Pontífice, haciendo referencia a la lectura del Evangelio, ha señalado que “las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, fecundos y alegres”. Así, el Papa ha invitado a hacer con María el itinerario de Caná. María, “no se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace ser hacia los otros”.
Francisco ha recordado que el vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Por eso se ha preguntado “cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no lo hay”, “cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, se escurrió de su vida”, “cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano”.
Por otro lado, ha advertido que la carencia de vino puede ser “el efecto de la falta de trabajo, enfermedades, situaciones problemáticas que nuestras familias atraviesan”. María, ha advertido, no es una madre reclamadora, no es una suegra que vigila para divertirse de nuestras impericias, errores o desatenciones.
Y María acude con confianza a Jesús, María reza, le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. “Su premura por las necesidades de los demás apresura la ‘hora’ de Jesús. María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz”, ha explicado.
Asimismo ha subrayado que “rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, nos agita o nos falta a nosotros mismos y ponernos en la piel de los otros, en sus zapatos”. A propósito, ha indicado que “la familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado”.
Y finalmente María actúa. De este modo, el Papa ha afirmado que las palabras de María ‘Hagan lo que Él les diga’ son “una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús”. El servicio es el criterio del verdadero amor y esto, ha asegurado el Papa, se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor los unos de los otros. La familia es “el hospital más cercano”, “la primera escuela de los niños”, “el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes”, “el mejor asilo para los ancianos”. Y a propósito ha recordado que la familia constituye la gran riqueza social que “otras instituciones no pueden sustituir” y que “debe ser ayudada y potenciada”.
En la familia de cada uno de nosotros --ha añadido-- y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. En este momento, el Papa ha recordado que el próximo mes de octubre se celebra en Roma el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, “para madurar un verdadero discernimiento espiritual” y “encontrar soluciones concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia debe afrontar en nuestros días”. Por eso el Santo Padre ha invitado a intensificar su oración por esta intención, “para que aun aquello que nos parezca impuro, nos escandalice o espanta, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro”.
Para finalizar, el Obispo de Roma ha precisado que la buena noticia es que “el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir”. Está por venir --ha asegurado-- el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. “El mejor de los vinos está por venir para cada persona que se arriesga al amor”, ha asegurado. Y en la familia "hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar". Y el mejor de los vinos está por venir “aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario”.
El mejor vino --ha afirmado-- está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Por eso ha invitado a murmurarlo hasta creerlo y contarlo “a los desesperados o desamorados”. Dios siempre se acerca a las periferias de “los que se han quedado sin vino”, “los que sólo tienen para beber desalientos”. Jesús siente debilidad --ha concluido-- por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.
Al finalizar la misa, el arzobispo ha dado las gracias porque “nuestro amadísimo Papa, nos ha mirado con misericordia y nos ha elegido”.El corazón nos dice --ha asegurado-- que se trata de un verdadero cariño, que mira nuestros muchos vacíos y necesidades con un derroche de comprensión, amable cercanía y ánimo de ayudar. Asimismo ha pedido que este día “se convierta en una caudalosa fuente de renovada vitalidad eclesial y social”.
Tras despedirse de los presentes, el Santo Padre se ha dirigido al Colegio Javier de la Compañía de Jesús donde comerá con los jesuitas de la comunidad y el séquito papal.