Rezar sin distraerte
El secreto de controlar nuestros pensamientos al orar consiste en refrenar de inmediato la mente que se distrae. Cuando observes que no puedes controlar tus pensamientos, despiértate, ponte firme y aleja toda distracción. Sé firme y ofensivo (con esos pensamientos vagos), aunque te cueste.
San Teófano nos aconseja: “Debemos esforzarnos en orar aunque no hagamos una oración espiritual”. Y “en este caso, viendo Dios que el hombre se esfuerza con sinceridad, actuando en contra de su propio corazón (es decir, en contra de esos pensamientos dispersos), le concederá una oración verdadera”. Definiendo qué es la oración verdadera, San Macario se refiere a la oración profunda, serena y calmada que brota cuando la mente se halla claramente ante Dios. Cuando la mente empieza a sosegarse, descubre una dulzura tan fuerte, que desearía permanecer siempre en la oración verdadera, sin necesitar de nada más.
He dicho ya otras veces cómo debemos proceder: no debemos permitir que nuestros pensamientos nos agobien. Cuando, sin embargo, esto ocurra, debemos forzarlos a retroceder, reprendiéndonos a nosotros mismos y entristeciéndonos por lo que nos está sucediendo. San Juan Climaco dice: “Debemos enderezar nuestra mente hacia las palabras de la oración.”
Lo mejor es asistir con frecuencia a la iglesia. Ahí, las oraciones nos vienen con mayor facilidad, porque todo está dirigido a ese propósito, aunque esta solución no está a nuestro alcance todos los días. Luego, es mejor acostumbrarnos a orar con atención e intentar permanecer en presencia de Dios todo el tiempo.
Cuando te aprendas de memoria alguna oración, busca la forma de entrar en la profundidad del sentido de cada palabra. Así, al orar, las palabras atraerán tu atención y te sumergirás en una serena atmósfera de oración.
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