Salir de uno mismo
El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.
Partir es, ante todo, salir de uno mismo, romper la coraza de egoísmo que intenta aprisionarnos en nuestro propio “yo”. Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo, como si ése fuera el centro del mundo y de la vida. Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño mundo al que pertenecemos, cualquiera sea su importancia. La humanidad es más grande, y es a ella a quien debemos servir. Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar velocidades supersónicas. Es, ante todo, abrirse a los otros, descubrirlos, ir a su encuentro; abrirse a otras ideas, incluso a las que se oponen a las nuestras. Es tener el aire de un buen caminante (Mons. Helder Cámara).
Ayudar y servir son dos expresiones concretas de un amor que se brinda generosamente a los demás. De este olvido de ti mismo, surgirá como por magia, tu propia felicidad y alegría, tu auténtica realización. “Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Y, en el servicio, encontré la alegría” (Tagore). ¡Siempre listo para servir!
* Enviado por el P. Natalio
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