jueves, 3 de enero de 2019

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 1 DE ENERO



MES DE ENERO



Es el comienzo del año. Pareciera como que se inicia una nueva vida. Al menos una nueva etapa.Todo el mundo se siente algo así como rejuvenecido y con mayores ansias de vivir.

Y esto no está mal.Solamente que debemos afinar la puntería: no contentarnos simplemente con los planes de una vida económica, política, social,cultural, profesional más completa o de mayores influencias. Acordarse de que la verdadera vida, la superior, la que da sentido a todas las otras clases de vida, es la vida espiritual. 

En consecuencia, veamos si sólo vamos creciendo y mejorando en los otros aspectos.¿Y el aspecto espiritual?

Si el Señor nos da otro año, ha de ser, con toda seguridad, porque algún plan tiene sobre nosotros para este nuevo año.Y nosotros debemos descubrirlo.Para cumplirlo.Para ser fieles a él.

Pablo pregunta al Señor: -¿Qué quieres de mí?¿No te parece que estará muy bien que en el día de hoy hagas una visita al Señor, te entretengas con Él unos momentos y le preguntes: -Qué esperas de mí?Pero… no te contentes con preguntarle.Escúchale.Y luego… respóndele.




LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
1 de Enero


 Todos nos felicitamos hoy, deseándonos “¡Feliz Año Nuevo!”. Y somos sinceros al hacerlo. 

Y también solemos repetir la consabida frase: “¡Año nuevo, vida nueva!”. Un nuevo año supone para cada uno de nosotros la nueva posibilidad de perfección, de mejoramiento, de propia superación. 

No te contentes con ser este año nuevo, como fuiste el año pasado. No; no te digo que el año pasado fuiste malo; pero es verdad que en este año nuevo tienes que ser mejor.

Porque fue bueno que el año pasado no hayas sido malo; pero sí sería muy malo si este año no fueras mejor. Es la ley del progreso, que es la ley propia de todo ser viviente. Así como vas adelantando en todo, en edad, en conocimientos, en experiencias, etc.…, también debes ir creciendo en tu espíritu. 

Feliz año nuevo, pues, te deseo, con esa felicidad que es fruto del esfuerzo diario por superarse en cada uno de los actos.

La gracia, además de consciente, ha de ser en ti “creciente”; ha de ir aumentando en ti cada vez más; sigue el ejemplo de Jesús, que “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría y la gracia de Dios estaba sobre Él” (Lucas, 2,40).


P. Alfonso Milagro




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