viernes, 18 de mayo de 2018

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Acto de Consagración a la Virgen María



¡Oh Señora mía, 
oh Madre mía!, 
yo me entrego del todo a Ti 
y en prueba de mi afecto, 
con amor filial 
te consagro en este día: 
todo lo que soy, todo lo que tengo. 
Guarda y protege, 
y también defiende a este hijo tuyo, 
que así sea.

MAYO, MES DE MARÍA, DÍA 18


Vigésimo octavo día: Explicación de las letanías




Regina Sacratissimi Rosarii

Reina del Santo Rosario. El Rosario es una cierta fórmula de oraciones en la cual distinguimos quince decenas de salutaciones angélicas, entremezcladas con oraciones dominicales. En cada una de esas decenas meditamos sobre los misterios. Estos misterios son en total quince, conformados en tres series: cinco misterios gozosos que son: 1) La Encarnación, la Visitación de la Santísima Virgen, la Natividad de Nuestro señor, La Presentación en el Templo y  el Encuentro de Jesús en medio de los Doctores 2) Cinco misterios dolorosos que son, el sudor de sangre en el Huerto de los Olivos, al Flagelación, la Coronación de espinas, Jesús cargado con la cruz y la Crucifixión. 3) Cinco misterios gloriosos que son: La Resurrección, la Ascensión, La venida del espíritu santo Paráclito, La Asunción de la Santísimima Virgen y su Coronación como reina de cielos y tierra. Se puede dividir el rosario en tres series de quince decenas cada uno, y en ese caso, se tiene cuidado de tomar alternativamente por asunto de meditación las tres series de  misterios.

El Termino rosario significa corona de rosas. Era costumbre en oriente ofrecer coronas de rosas a las personas  que se proponía honrar, y los cristianos de complacían en ofrecer estos presentes a la Santísima Virgen y a los Santos. San Gregorio Nacianceno sustituyó la corona material de rosas por una corona espiritual. Santa Brígida, en el siglo siguiente, tuvo la idea de poner esta corona al alcance de todos, haciéndola componer de las oraciones más ordinarias de la Iglesia. Pero el uso de recitar quince Pater y quince Ave María, se remonta a Santo Domingo.

Ejemplo.

San Carlo Borromeo tenía la más viva y la más tierna devoción por la Santísima Virgen, que recitaba todos los días, de rodillas el rosario y el oficio de esta Gloriosa Virgen; ayunaba, además, con pan y agua, en las vísperas de Nuestra Señora. Nadie fue más exacto que él en saludarla a la indicación de la campana; porque si se encontraba en la calle, aunque estuviese cubierta de barro, no dejaba de ponerse de rodillas cuando la campana advertía que era hora de recitar el Ángelus. Quiso tener en su catedral una capilla y una cofradía del Rosario. Mandaba hacer, además, todos los primeros domingos del mes una procesión solemne, en la que se trasladaba con mucha pompa una pintura de la Santísima Virgen; quiso que fuese la protectora de todas las fundaciones que hizo; ordenó que en toda su diócesis se honrara, con gestos de respeto, el sagrado nombre de María, ni bien se le escuchara pronunciar; hizo colocar en todas las portadas de todas las Iglesias parroquiales de su jurisdicción una imagen de la Madre de Dios, para hacer comprender al pueblo que no se puede entrar al templo de la gloria eterna sin el favor de aquella a la que la Iglesia llama puerta del cielo.

Rezando el Rosario, pensamos en los misterios del Rosario


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

PAPA FRANCISCO: EL PASTOR NO METE LA NARIZ EN LA VIDA DE LOS OTROS


Papa Francisco: El pastor no mete la nariz en la vida de los otros
POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




Durante la homilía de la Misa que presidió este viernes 18 de mayo en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco aseguró que el pastor no debe caer en la tentación de “meter la nariz en la vida de los otros”.

Al meditar en el pasaje del Evangelio que narra el último diálogo entre el Señor y Pedro, Francisco explicó que “el pastor ama, pastorea y se prepara para la cruz, para que lo desnuden: y no mete la nariz en la vida de los otros, no pierde el tiempo en los acordes eclesiásticos. Ama, pastorea y se prepara para no caer en la tentación”.


En su homilía, el Pontífice recordó que la actitud fundamental del discípulo es el amor que configura “la identidad de un obispo, de un sacerdote, de un pastor”.

“Ámame, pastorea y prepárate’. Ámame más que los otros, ámame como puedas, pero ámame. Es lo que el Señor pide a los pastores y también a todos nosotros. ‘Ámame’. El primer paso en el diálogo con el Señor es el amor”, dijo.

El Papa señaló luego que los que abrazan al Señor están destinados al “martirio”, a “llevar la cruz”, a ser conducidos adonde no quieren.

“Prepárate para las pruebas, prepárate a dejar todo para que venga otro y haga cosas distintas. Prepárate para la aniquilación de la vida porque te llevarán a un camino de humillación, tal vez al martirio”.

Francisco resaltó asimismo que “aquellos que cuando tú eras pastor te alababan y hablaban bien de ti ahora hablarán a tus espaldas porque el otro que viene parece más bueno. Prepárate para la cruz cuando te lleven donde no quieras. Ámame, pastorea, prepárate. Esta es la hoja de ruta de un pastor, la brújula”.

TODOS LOS OBISPOS DE CHILE PUSIERON SUS CARGOS A DISPOSICIÓN DEL PAPA FRANCISCO


Todos los obispos de Chile pusieron sus cargos a disposición del Papa Francisco
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Los 34 obispos que se encontraron con el Papa Francisco del 15 al 17 de mayo en el Vaticano para tratar los casos de abusos sexuales, informaron en una declaración que pusieron sus cargos “en las manos del Santo Padre”.

En la declaración de este viernes 18, indicaron que “todos los obispos presentes en Roma, por escrito, hemos puesto nuestros cargos en las manos del Santo Padre para que libremente decida con respecto a cada uno de nosotros”.

El Pontífice sostuvo cuatro encuentros con los 34 obispos chilenos que llegaron a Roma para tratar los casos de abusos sexuales en el país sudamericano.

En concreto, se profundizó en el informe elaborado por Mons. Charles Scicluna, luego de escuchar los testimonios que acusan a Mons. Barros, Obispo de Osorno, de haber encubierto los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima.

Al concluir los encuentros, el Papa les entregó a los obispos una carta en la que les agradeció su disponibilidad para “colaborar en todos aquellos cambios y resoluciones que tendremos que implementar en el corto, mediano y largo plazo, necesarias para restablecer la justicia y la comunión eclesial”.

En la declaración de este viernes, los prelados agradecieron al Papa “por su escucha de padre y su corrección fraterna. Pero especialmente, queremos pedir perdón por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al Pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”.

También agradecieron a “Mons. Scicluna y al Rev. Jordi Bertomeu por su dedicación pastoral y personal, así como por el esfuerzo invertido en las últimas semanas para intentar sanar las heridas de la sociedad y de la Iglesia de nuestro país”.

“Gracias a las víctimas, por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces en medio de la incomprensión y los ataques de la propia comunidad eclesial. Una vez más imploramos su perdón y su ayuda para seguir avanzando en el camino de la curación y cicatrización de las heridas”, prosiguieron.

Los obispos chilenos resaltaron que los encuentros con el Santo Padre “han sido un hito dentro de un proceso de cambio profundo, conducido por el Papa Francisco. En comunión con él, queremos restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado, para reimpulsar la misión profética de la Iglesia en Chile, cuyo centro siempre debió estar en Cristo”.

Tras pedir ayuda para recorrer este camino, los obispos concluyen la declaración implorando a “Dios que en estas difíciles y esperanzadoras horas, nuestra Iglesia sea protegida por el Señor y la Virgen del Carmen”.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 18 MAYO 2018

Donde este tu tesoro, allí estará tu corazón
Santo Evangelio según San Juan 21, 15-19. Viernes VII de Pascua.


Por: H. Michael Vargas, L.C. | Fuente: missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, enséñame a conocerte para poder amarte con pasión.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19
En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor; tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas".
Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: "Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras". Esto se lo dijo para indicarle con que género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: "Sígueme".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Hoy, es el momento para hacer una pausa y preguntarnos, ¿dónde está mi corazón? ¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta? Ninguna, muchas, o quizás no las suficientes. Lo curioso es que, en las respuestas que demos, conoceremos muchas cosas sobre nuestra vida, pues realmente donde esté eso que consideramos como un tesoro, allí también estará nuestro corazón y, con ello, nuestra vida, nuestra alegría, nuestras motivaciones, nuestra realización personal, en fin nuestra felicidad.
Lo sorprendente del Evangelio, en primer lugar, es comprender donde está fijado nuestro corazón y para ello debemos de prestar mucha atención, pues en la vida nadie ama verdaderamente aquello que no conoce; sí, es un hecho, nos puede resultar atractivo, podemos sentir alguna inclinación, pero realmente sentir amor hacia ello implica un paso más, por lo cual debemos entrar en oración y preguntarnos a nosotros mismos o mejor preguntarle a Jesucristo, Señor, ¿dónde está mi corazón? ¿Está en el lugar correcto? ¿O me estoy equivocando?
Es claro que ante este encuentro personal, no debemos de temer a las respuestas que puedan surgir, pues a pesar de que creamos que no amamos correctamente, a pesar de que cometamos errores, a pesar de nuestros pecados, Jesucristo siempre estará ahí para preguntarnos, realmente, ¿me amas? ¿Realmente me amas más que éstos?
"La medida del amor es amar sin medida…" (San Agustín).
¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión? Sobre el camino que Él ha hecho estamos todos bajo la mirada de Jesús. Él mira siempre con amor. Nos pide algo y nos da una misión. Jesús viene al altar en la eucaristía: "Señor, Tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada sobre mí y dime qué debo hacer, cómo debo llorar mis errores, mis pecados; con qué valentía debo ir adelante en el camino que Tú has hecho primero". En este día nos hará bien releer este diálogo con el Señor y pensar "en la mirada de Jesús sobre mí".
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de mayo de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré un momento durante el día para preguntarme, ¿dónde está mi corazón?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

FELIZ VIERNES





jueves, 17 de mayo de 2018

LA ESPADA DE DAMOCLES


La espada de Damocles



No envidies a los poderosos, o a las estrellas o astros del cine, del deporte, o de la vida social. La envidia es como un resentimiento irracional causado por desear el bien ajeno, un disgusto oscuro que provoca la elevada posición de una persona, o el brillo de sus cualidades. Detrás de la envidia hay una incapacidad de asumir con serenidad los propios límites. 

Damocles, era un adulador cortesano de Dionisio, tirano de Siracusa (siglo IV a. C.). Había propagado que Dionisio era un afortunado al disponer de tan gran poder y riqueza. El tirano para darle un escarmiento, le ofreció intercambiar con él por un día sus tareas. Así podría disfrutar de absoluto poder. Esa misma tarde Damocles celebró un opíparo banquete donde fue servido como un rey. Cuando a mitad de la comida miró hacia arriba y reparó en la afilada espada que colgaba de un finísimo hilo sobre su cabeza, empalideció de repente y perdió las ganas de seguir comiendo. Pidió al tirano abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan dichoso.

El envidioso no percibe que su infelicidad no proviene de lo que no tiene, sino de la falta de aprecio por lo que sí posee. Hay además una falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque el celoso, pendiente de la vida de otros, no conoce sus fortalezas y posibilidades reales. El Señor te libre de la dañosa envidia.


* Enviado por el P. Natalio

TIEMPO DE CONVERSIÓN


Tiempo de conversión




La predicación de Jesús comenzó así: “El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios ha llegado. Conviértanse y crean en la buena noticia”. Esta invitación resonó como una clarinada que movilizó al pueblo de Dios a volver al Señor, abandonar sus caminos equivocados, purificar el corazón… La Reina de la Paz repite hoy el mismo mensaje de salvación.

“¡Queridos hijos! Los invito a trabajar en la conversión personal. Aún en su corazón, están lejos del encuentro con Dios. Por eso, transcurran el mayor tiempo posible en oración y en adoración a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar, para que él los cambie y ponga en su corazón, una fe viva y el deseo de la vida eterna. Todo es pasajero, hijitos, sólo Dios es eterno. Yo estoy con ustedes y los aliento con amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

El sacramento de la reconciliación o confesión es una excelente respuesta al dulce llamado a la conversión que te hace la Madre del Salvador. Te animo a acercarte a este sacramento, porque ayuda a conocerse más a sí mismo, te da consuelo espiritual, y es canal de gracia para superar la fuerza del mal y del pecado que está en nosotros. El Espíritu del Señor te mueva.



* Enviado por el P. Natalio

10 COSAS QUE TUS HIJOS NO APRENDERÁN EN LA UNIVERSIDAD


10 cosas que tus hijos no aprenderán en la universidad
Hay valores que se deben llevar aprendidos desde el colegio


Por: AllProDad.com | Fuente: Religión en Libertad 




La universidad es uno de los grandes periodos de cambio. La persona se abre al mundo para más tarde lanzarse a por él. Sin embargo, a veces, esta preparación para la vida se puede torcer entre alcohol, drogas y fiestas desenfrenadas. Pasarlo bien no es nada malo, pero sí lo es excederse y pasar de estudiar.

La universidad enseña muchas cosas, pero hay otras que hay que llevar aprendidas de casa. El portal de consejos para padres (en inglés) AllProDad enseña las 10 cosas más importantes que tu hijo no aprenderá en la universidad.

1. Moral y sentido común
Es imperativo para el futuro que los hijos comprendan, por lo menos de forma básica, lo que está bien y lo que está mal. Lo mejor es enseñar esto con el ejemplo. Los hijos necesitan saber que sin honestidad e integridad no tienen nada.

2. Perseverancia y aguante
Una de las cosas más difíciles de enseñar a una persona joven es que el fracaso no es malo. Su limitada experiencia les impide comprender que el éxito puede estar a la vuelta de la esquina, en el siguiente intento. Siempre habrá problemas, y la perseverancia consiste en no arrugarse ante ellos. Hay que enseñar que siempre habrá una luz al final del túnel.

3. La confianza en uno mismo
Todo el mundo tiene inseguridades. Si permitimos que los complejos dominen nuestra vida, perderemos grandes oportunidades. La confianza crece cuando entendemos nuestras limitaciones, y también sabiendo cuales son nuestras capacidades. Incluso las debilidades se pueden convertir en un punto fuerte cuando se las conoce bien. Hay que asegurase de que el hijo desarrolle su autoestima.

4. Gestionar el dinero
La forma más sencilla de enseñar esto es obligarle a entender el valor del dinero. Es bueno que tengan un presupuesto determinado, y obligarles a vivir conforme a él. Si no aprecian el dinero y lo que cuesta ganarlo, acabarán endeudándose rápidamente. Ayuda que hagan tareas de la casa por dinero, por ejemplo.

5. Hacer amistades y mantenerlas
Lo más importante en este sentido es que sean ellos mismos, y que esperen lo mismo de sus amigos. Si uno de los amigos no es aceptado por como es, entonces la amistad no es verdadera. Los amigos son muy diversos, hay que tener una mente abierta para recibirlos y un corazón amable para mantenerlos.

6. Autodisciplina
¿Podrá tu hijo decir no, aunque esté bajo presión? Con el tiempo, cada persona se responsabiliza de sus propios actos, éxitos y fracasos. La autodisciplina determina también el futuro de los hijos. Aunque depende mucho del ejemplo que den los padres.

7. Fe y valentía
La mayoría de las veces, la salida más fácil es la incorrecta. El buen camino suele ser largo, solitario y oscuro. La valentía y la fe ayudan a seguir por ese camino pese al miedo o las dificultades. Enseñarle a un joven el valor de la fe es cada vez más complicado, pero si se consigue, la huella queda para siempre.

8. Generosidad y lealtad
Si quieres que tu hijo se preocupe solo por sí mismo, no hay más que dejarle solo y ver como la cultura moderna le influye. Sin embargo, si se quiere subir el listón, se le debe enseñar lo contrario siempre que se presente la oportunidad. La generosidad es la habilidad para sacrificarse en favor de la felicidad o el beneficio de otro, y la lealtad es la piedra angular de toda relación.

9. Personalidad propia
Si en la historia no hubiera habido personas únicas, con personalidad propia, la humanidad no hubiera salido de las cavernas. Todo el mundo tiene dones especiales que el resto de personas necesitan. Descubrir esos talentos y desarrollarlos es esencial, no solo en lo personal, sino también en lo social.

10. Encontrar y mantener a un esposo o esposa
El respeto es fundamental en esto. Si no hay un respeto mutuo entre marido y mujer, el matrimonio fracasará. Hay que enseñar a los hijo a escoger un compañero de vida adecuado, al que no solo amen, sino respeten. Alguien con el que compartan valores y tiempo. Con unos cimientos sólidos basados en el respeto, serán capaces de capear cualquier tormenta que ocurra durante sus vidas.

PAPA FRANCISCO ADVIERTE CONTRA LOS QUE TRATAN DE CONVERTIR AL PUEBLO EN UNA MASA MANIPULABLE


El Papa advierte contra los que tratan de convertir al pueblo en una “masa” manipulable
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media




El Papa Francisco advirtió contra los “líderes” que tratan de manipular a los pueblos y convertirlos en “pueblo-masa” mediante la construcción de una “falsa unidad” empleada para fines particulares.

En la homilía de la Misa celebrada en Casa Santa Marta este jueves 17 de mayo, el Santo Padre señaló la necesidad de trabajar por la unidad, porque “cuando nosotros, en la vida, en la Iglesia o en la sociedad civil, trabajamos por la unidad, estamos en el camino que Jesús nos ha marcado”.

Sin embargo, advirtió contra la “falsa unidad”, como la de los que acusaban a San Pablo en la primera lectura del día, de los Hechos de los Apóstoles. Al principio se presentaban como un bloque único para acusarlo.

Pero Pablo, con la sabiduría del Espíritu Santo, lanzó “la piedra de la división” asegurando que estaba siendo juzgado “por esperar la resurrección de los muertos”, lo cual provocó la división de la asamblea que le juzgaba entre fariseos y saduceos, ya que estos últimos no creían en la resurrección.

En los Hechos de los Apóstoles también se ve en ocasiones que San Pablo sufre persecuciones por parte del pueblo que grita sin saber qué está diciendo, sólo repite lo que “los dirigentes” sugieren.

“Esta instrumentalización del pueblo –explicó Francisco– es también un desprecio del pueblo, porque lo convierte en masa. Es un elemento que se repite mucho, desde los primeros tiempos hasta la actualidad”.

En este sentido, sugirió pensar cómo “el domingo de Ramos todos aclamaban a Jesús: ‘¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’, y cómo esa misma gente, el viernes siguiente, gritaba ‘¡Crucifícalo!’. ¿Qué había sucedido?”, se preguntó el Papa.


“Les habían lavado el cerebro, y les habían cambiado el modo de pensar. Habían transformado al pueblo en masa, que destruye”.

Este método, “crear condiciones oscuras para después condenar a la persona”, es lo que rompe la unidad. Es el método empleado para perseguir a Jesús, a Pablo, a Esteban y a todos los mártires.

Además, señaló el Papa que también es un método empleado hoy “en la vida civil, en la vida política, cuando se quiere dar un golpe de estado. Los medios comienzan a hablar mal de la gente, de los dirigentes y, con la calumnia, la difamación, los ensucian”.

Asimismo, advirtió que, “en un nivel más concreto, sucede lo mismo en nuestras comunidades parroquiales cuando, por ejemplo, dos o tres comienzan a criticar a otro, y comienzan a hablar a sus espaldas, y crean una falsa unidad para condenarlo. Se sienten seguros y lo condenan”.

“Lo condenan mentalmente. Después se separan y hablan a espaldas uno del otro, porque están divididos. Por este motivo, el propagar rumores es una actitud asesina, porque mata, porque expulsa a las personas, acaba con la ‘fama’ de la gente”.

Por el contrario, invitó a pensar “en la gran vocación a la cual estamos llamados: la unidad con Jesús, el Padre”.

“Sobre ese camino debemos avanzar hombres y mujeres que se unen y que siempre tratan de avanzar adelante a lo largo del camino de la unidad. Y no la falsa unidad que no tiene sustancia, y que sólo sirve para dar un paso más y condenar a la gente, y llevar adelante intereses que no son los nuestros: intereses del príncipe de este mundo, que es la destrucción”.

El Papa terminó su homilía pidiendo “que el Señor nos de la gracia de caminar siempre en el camino de la verdadera unidad”.

Lectura comentada por el Papa Francisco:

Hechos 22:30; 23:6-11


30 Al día siguiente, queriendo averiguar con certeza de qué le acusaban los judíos, le sacó de la cárcel y mandó que se reunieran los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín; hizo bajar a Pablo y le puso ante ellos.

6 Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga.»

7 Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió.

8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.

9 Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: «Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?»

10 Como el altercado iba creciendo, temió el tribuno que Pablo fuese despedazado por ellos y mandó a la tropa que bajase, que le arrancase de entre ellos y le llevase al cuartel.

11 A la noche siguiente se le apareció el Señor y le dijo: «¡Animo!, pues como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma.»

EL DON DEL TEMOR DE DIOS - ESPÍRITU SANTO


El don del Espíritu Santo: Temor de Dios
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El alma llena de amor y consciente de su fragilidad, teme llegar a ofender a Dios, a perderle.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Cuando se quiere mejorar la oración, un camino es el de disponer el corazón, cultivar las actitudes del orante. La actitud de hijo, de criatura, de pecador, de discípulo, de amigo... Cada actitud dispone para el diálogo con el Señor. Con sus dones el Espíritu Santo configura estas posturas del corazón y suscita la oración "de los santos según Dios" (Rm 8, 26).


El don de temor de Dios
Con el don llamado temor de Dios, el Espíritu Santo nos eleva a palpar la santidad transcendente de Dios. No se teme el castigo de Dios, sino que el alma llena de amor y consciente de su fragilidad, teme llegar a ofenderle a Dios, a perderle. Se podría hablar de un don de la reverencia, de la capacidad de descubrir la grandeza de Dios, motivo de adoración y alabanza.

¿Amor o temor?
Sin embargo, hay motivo para mantener la cualidad del "temor", pues se falsifica nuestra relación con Dios si nos olvidamos de quienes somos, de nuestra condición de creaturas y especialmente de nuestra fragilidad como pecadores: de los pecados cometidos, y del peligro de cometerlos. En la oración, cuánto más auténtica es nuestra toma de conciencia de la presencia de Dios, tanto más queda sobrecogida el alma, temerosa de no estar a la altura, de no prestarle al Señor la reverencia que merece.


Los frutos del Espíritu Santo, el don de temor de Dios y la oración

Cuando el Espíritu Santo se hace presente actuando el don, entramos de pronto con claridad y viveza en la experiencia inmediata de la santidad del Señor. Quizás es mejor que cada uno acuda a la propia experiencia, a los momentos en que ha sido más evidente la acción de Él. No en las emociones, sino en la actitud del alma. No sólo "sentir la grandeza de Dios", o "sentir su santidad", sino sentirse a la vez colmado de la experiencia de su grandeza y de la propia indignidad y fragilidad.

Surgen espontáneas en el alma la adoración y alabanza de Dios por un lado, y por otro la actitud humilde de quien se sabe creatura y aún pecador: "el publicano no levantaba la mirada sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18, 13). Pensemos en las figuras de los grandes orantes: Moisés descalzándose delante de la zarza ardiente. Isaías que exclama: "Ay de mí, soy un hombre de labios impuros". San Pablo que cae al suelo cuando Cristo le aparece en el camino. La misma Santísima Virgen María se turba frente al saludo del Ángel.

A esta luz hemos de querer y pedir que nuestro corazón sea auténtico delante del Señor: "¿Quién soy yo, Señor, para entrar en tu presencia? Una pobre creatura cargada de iniquidad, pero desde mi miseria yo te adoro rendidamente. Te pido perdón de mis muchos pecados".

De modo paradójico, este santo temor también se hace alegría cuando desde el amor cantamos la gloria de Dios: "Recordad la exclamación estupenda del himno de la Santa Misa festiva, llamado precisamente el Gloria: «te damos gracias por tu inmensa gloria»" (Pablo VI, 25 de abril de 1973)


¿Cómo cultivar el don de temor de Dios?
¿Podemos cultivar este don, hacer algo nosotros para alcanzar o secundar la acción del Espíritu Santo en nuestra oración? El cultivo de las virtudes correspondientes, la corrección de los defectos, la súplica perseverante y la espera confiada son todas actitudes que preparan el terreno para la acción del Espíritu. Y el alma queda libre para dejarse guiar u oponerse a la acción divina.

Para el don del temor de Dios, podemos reflexionar sobre nuestras actitudes como creaturas. Sobre la seriedad que damos a la cita con Él en la meditación. Sobre el trato que le damos: el respeto, la reverencia, la atención, las posturas. Sobre la sinceridad de nuestra pena cuando nos percatamos de las distracciones involuntarias. Sobre cómo reaccionamos cuando hay cansancio, calor o aridez: ¿es enojo, molestia? ¿o pena, vergüenza? Luego, de manera más importante, sobre nuestra conciencia y nuestro sentido del pecado. Nuestro deseo de ser puro y santo en su presencia, de que él nos purifique.

Y, finalmente, buscar meditar, contemplar, saborear las grandezas de Dios.

EL DON DE LA CIENCIA - ESPÍRITU SANTO


El Don de la Ciencia
Los dones del Espíritu Santo y la oración. Nos permite descubrir a Dios detrás de las obras humanas


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




"En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, ... »" (Lc 10, 21)


Frutos del don de ciencia
Jesús nos manifiesta el don de ciencia cuando ora en el gozo del Espíritu Santo al ver volver a los setenta y dos discípulos su misión. Este don contribuye mucho a la oración, pues nos descubre la relación entre las cosas creadas y Dios.
Por la acción iluminadora del Espíritu Santo, perfecciona nuestra fe y concurre directamente a la contemplación, dándonos un conocimiento inmediato de la relación de las creaturas a Dios. Así nuestra mente descubre en la belleza e inmensidad de la creación, la presencia de la belleza, bondad y omnipotencia de Dios y se siente impulsado a traducir
este descubrimiento en alabanza, cantos, oración, acción de gracias, y exclamar: "Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra..".

Este don también nos permite descubrir a Dios detrás de las obras humanas: "Es la sensación
que experimentamos cuando admiramos una obra de arte o cualquier maravilla que es fruto del ingenio y de la creatividad del hombre: ante todo esto el Espíritu nos conduce a alabar al Señor desde lo profundo de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo que tenemos y somos, un don inestimable de Dios y un signo de su infinito amor por nosotros." (Papa Francisco, 21 de mayo de 2014).


Lugares donde se manifiesta el don de ciencia
Los salmos, que por definición son oraciones inspiradas, son un constante manifestación de la acción de los dones del Espíritu Santo en los autores, y en especial del don de ciencia. También vemos esta ciencia espiritual en las parábolas de Jesucristo, al encontrar un sentido escondido en todas las realidades creadas: el agua, el pan, el vino, una piedra, los campos de labranza, el cielo, el sol, la vida, la higuera, la semilla, la tempestad. Allí se nos descubre el sentido último de las cosas materiales y de la misma vida humana: su relación ontológica con Dios, su Creador, su Padre y Redentor.

Otro efecto de este don en el alma, esencial para la oración y para abrirse a la gracia de la contemplación, es la conciencia de lo efímero de las criaturas. El hombre, iluminado por el don de ciencia, descubre al mismo tiempo la infinita distancia que separa a las cosas del Creador, su intrínseca limitación, la insidia que pueden constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso. Es un descubrimiento que le empuja a volverse con mayor ímpetu y confianza a Aquel que es el único que puede apagar plenamente la sed de infinito que le acosa. (Cfr. Juan Pablo II, 23 de abril de 1989). El libro de la Sabiduría comentaba a propósito de los ateos: "Tal vez como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos!" (Sab 13, 7). El creyente, a su modo, puede quedar tan cogido por las huellas de Dios, que en su oración ya no pasa más allá de ellas para quedarse sólo en el Creador. Esto constituye una advertencia para quien desea progresar en la oración contemplativa.

Cuando el alma, por ejemplo, se siente llena de paz delante un paisaje majestuoso, alabando al Creador, esa experiencia tan valiosa corre el peligro de detenerse en la belleza misma de la criatura. El don de ciencia viene en nuestra ayuda, para que el orante al final contempla no a las criaturas, sino a su Origen y Señor.

EL DON DEL ENTENDIMIENTO - ESPÍRITU SANTO


El Don del Entendimiento
Los dones del Espíritu Santo y la oración. Permite admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Frutos del don de entendimiento
"No quiero, hermanos, que Uds. ignoren lo que se refiere a los dones espirituales... Por eso les hago saber que nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo" (1Co 12, 1.3). Mediante el don del entendimiento, el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Co 2, 10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le permite casi ver los misterios de Dios.

Por la fe creemos las verdades reveladas, sin entenderlas, pues son misterio. Reflexionando y orando, nuestro entendimiento se adentra a las profundidades del misterio. Cuanto más descubre el intelecto, más misteriosa se hace la verdad divina. Cuánto más luz recibe, más se vislumbra la inmensidad del misterio. El Espíritu de Amor responde a esta búsqueda amorosa del creyente. Aporta una penetración diversa, un ver, una intuición, un saber, que da a la mente un conocimiento inmediato, sereno, de la verdad sobrenatural sin que deje de ser misterio.

En la oración, este don ayuda y perfecciona al intelecto. Mientras no actúa el Señor, sería una temeridad querer orar sin la labor de nuestras mentes. Cuando el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, captamos de un modo nuevo, claro y, por lo general, gozoso las verdades. El alma puede prorrumpir en la respuesta de alabanza y amor. Ya no hace falta investigar, ya se goza del conocimiento.


El don del entendimiento en las Escrituras
Así Isabel reconoció la maternidad divina de María: "Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»". Es así nuestra experiencia cuando se nos revela el sentido de una palabra de la Escritura. En ese momento se renueva en nosotros la experiencia de los discípulos de Emaús tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan: "¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?" (Lc 24, 32).

Otras veces el don del entendimiento permite al orante admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas. Puede ser que captemos en alguna de ellas un resumen de todas. Así, por ejemplo, meditando el prólogo de San Juan, quizás alguno descubra en la frase "El verbo se hizo carne", todo el misterio del amor de Dios Creador y Redentor, y sólo le queda inclinar la cabeza, como hace la Iglesia al llegar a estas palabras en el Credo.


Cómo pedir el don del entendimiento
¿Cómo propiciamos este don en la oración? El evangelio nos ha dado el presupuesto: sencillez de corazón. Jesús lleno de gozo en el Espíritu Santo dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito... Nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». El orgullo del espíritu, con todas sus manifestaciones, es contrario a la presencia de este don. Dice Santa Catalina de Siena que la soberbia cubre el ojo de la inteligencia como una nube y le impide ver. La humildad del corazón abre la puerta para el Espíritu.

Luego, detenernos en la luz, según el sabio consejo de San Ignacio: "No el mucho saber harta y satisface el alma sino el sentir y gustar internamente de las cosas de Dios" (Ejercicios, nn. 2 y 76). María aquí es el gran ejemplo: escrutaba sin cansarse el sentido profundo de los misterios realizados en Ella por el Todopoderoso, dándoles vueltos en su corazón, es decir, con el amor más que con el raciocinio (cf. Lc 2, 19 y 51).

Y como siempre, pedir, pedir mucho: "Ven Espíritu Santo".

EL DON DEL CONSEJO - ESPÍRITU SANTO


El Don del Consejo
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos ayuda a entender.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




María y el don de consejo
Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda,su madre le dice a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él os diga. (Jn 2, 1-5).
Parecería un diálogo falto de lógica. Pero María ha comprendido lo que la lógica humana no ve y ha acertado en su indicación a los criados. Intuimos la presencia en su mente de otra luz, propia del don de consejo. Con este don la persona, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente lo que conviene hacer, incluso en los casos más difíciles. "No faltan nunca problemas que a veces parecen insolubles. Pero el Espíritu Santo socorre en las dificultades e ilumina... Puede decirse que posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee
a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables" (Juan Pablo II, 24 de abril de 1991).


El don del consejo y la virtud de la prudencia
El don del consejo perfecciona a la virtud de la prudencia. Por la prudencia discurrimos e investigamos cuidadosamente los medios más a propósito para alcanzar el fin inmediato a la luz del fin último. Con el don de consejo el Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos da a entender de modo directo lo que debemos hacer. Así cuando llegó a la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén la noticia de la conversión de muchos griegos en Antioquía, enviaron allí a Bernabé, "hombre lleno de fe y del Espíritu Santo", para ver qué ocurre. Él por su parte toma la feliz decisión de ir a Tarso para buscar la ayuda de Saulo, y así da inicio al ministerio apostólico de Pablo (Hech. 1, 22-26). Sin duda, fue una decisión iluminada por el Espíritu Santo. Y cuando finalmente la Iglesia afronta la cuestión de la observación o no de la ley mosaica, la conclusión reza: "nos ha parecido a nosotros y al Espíritu Santo".


Frutos y petición del consejo
¿Cómo ayuda el don del consejo a la oración? Nuestra oración está llamada a influir en la vida: «No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial... Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca» ( Mt 7, 21. 24). Si el "hombre prudente" pone por obra la palabra escuchada en la oración, el don de consejo ayuda poderosamente a aclarar cuál es esta palabra concreta y su aplicación vital.

Para disponernos al don, necesitamos en primer lugar la humildad convertida en súplica: "Enséñame Señor a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios. Señor, muéstrame tus caminos, enséñame tus senderos" (Ps 143, 10; 25, 4). A veces Dios ilumina de pronto, sin previa reflexión; otras veces es una iluminación superior que guía nuestro razonar, pues el don perfecciona la virtud, no la elimina.

Luego, cultivemos el silencio del alma para dar espacio a la escucha del Espíritu. Callar sobre todo las preocupaciones, pasiones, apegos, todo lo que es ruído de la criatura. Y del yo. Cuándo escuchamos mucho ruído interior, podemos sospechar que allí no habla el Espíritu Santo.

Importa también la prontitud para poner por obra lo que le agrada al Divino Huésped. La persona ordinariamente dócil a sus inspiraciones,
se hace cada vez más connatural con Él: "En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios... De este modo madura en nosotros una sintonía profunda, casi connatural en el Espíritu" (Papa Francisco, 7 de mayo de 2014).

Pidamos a María, Madre del Buen Consejo, que nos alcance la gracia de este don.

EL DON DE LA FORTALEZA - ESPÍRITU SANTO


El don de la Fortaleza
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El Espíritu Santo da fuerza y energía.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Frutos del don de la fortaleza

Antes de la Ascensión, Jesús dice a los apóstoles: «Permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de poder desde lo alto. Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes» (Lc 24, 49; Hech 1, 3-4). El día de Pentecostes, impulsados por "las ráfagas" del Espíritu y el "fuego" que hacía arder sus palabras, los apóstoles se llenaron de valentía para predicar a Cristo (Hech 2, 2-4. 14-40). A través de su audacia, se cumplió la promesa de Cristo: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio de mí" (Jn 15, 26-27). Un testimonio que los apóstoles consumirán con el martirio cruento.

Esta es la fortaleza, don del Espírtu Santo. Hay una fortaleza humana, propia de los hombres valerosos. Corona las demás virtudes – a la caridad, celo, humildad, etc. – dándoles consistencia y fuerza. Sin embargo, tiene un límite inevitable: la debilidad humana. El don del Espíritu Santo perfecciona esta virtud dando fuerza y energía para hacer o padecer intrépidamente cosas grandes, a pesar de todas las dificultades. Nos es necesaria para resistir las tentaciones fuertes o persistentes, para emprender grandes obras, para superar la persecución, para practicar con perfección y perseverancia las virtudes.


La fortaleza y la oración
El don de la fortaleza también contribuye a nuestra oración. Conocemos bien su dificultad múltiple, la lucha contra el cansancio, el sueño, las distracciones, la aridez. Quien se propone llevar con seriedad una vida de oración, a dedicar un espacio diario a la oración mental, descubre que ni siquiera el paso de los años le permite afrontar sin dificultad la consigna del Señor a "orar sin desfallecer" (Lc 18, 1). Allí está Getsemaní. Cristo ha dicho a los apóstoles: "Velad y orad", pero no resisten. No es sólo cansancio físico, es también pesadumbre anímica. San Lucas nos dice que el Señor les encontró"dormidos por la tristeza" (Lc 22, 45) y Él mismo los excusa: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mc 14, 38). El espíritu humano no es suficiente, necesitarán el "poder que viene de lo alto". Jesús, al contrario, quien bajo el impulso del Espíritu ya había afrontado los 40 días del desierto (Lc 4, 1-2), ahora "sumido en agonía, insistía más en su oración" (Lc 22, 44).


Pidamos la fuerza del Espíritu Santo para perseverar en la oración como más tarde los apóstoles supieron hacerlo, junto con María (Hech 1, 14; 2, 42. 46). El Señor quizás sólo quiere ver la sinceridad de nuestro empeño y la humildad de nuestra súplica para darnos este don.


El don de la fortaleza en los momentos difíciles
El don también es necesario para la oración bajo otra luz. Dentro de la dinámica propia de la oración no es raro que la voluntad se retrae frente a alguna moción del mismo Espíritu. Cuando nos pide el Señor un sacrificio especial, acoger su voluntad en una enfermedad, en alguna noticia familiar triste, en una situación personal dolorosa. O quizás lo que nos pide el Señor no parece tan dramático, pero no encontramos en nosotros la fuerza para aceptarlo, para decidirnos a cambiar o a trabajar. Pidamos al Espíritu Santo que venga con su fortaleza en ayuda de nuestra debilidad.

Finalmente, está la oración, que bajo el impulso del Espíritu se abre no sólo a acoger la voluntad de Dios sino a pedir una mayor identidad con Cristo, víctima por nuestros pecados. Jesucristo después "de ofrecer ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte", acogió con obediencia voluntaria el designio de su Padre y "por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios" (Heb 5, 7-8; 9, 14).

No nos es fácil rezar así con sinceridad. Sin embargo, el Espíritu Santo nos puede llevar a penetrar el Corazón de Cristo, a ver todo como él lo ve, a tener "el pensamiento de Cristo" según una frase de San Pablo (1Co 2, 16). Entonces con el don de su fortaleza hace posible que pidamos de verdad sufrir con Cristo por la expiación de los pecados y la redención de los hombres.
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