domingo, 3 de agosto de 2025

ENCUENTRO DEL PAPA LEÓN XIV CON LOS JÓVENES EN TOR VERGATA - ROMA - IMÁGENES, HOMILÍAS




























Imágenes: Fuente Vatican News
 
 

TEXTO COMPLETO: Diálogo del Papa León XIV con jóvenes en la Vigilia de Oración en Tor Vergata

Diálogo del Papa León XIV con jóvenes en la Vigilia de Oración en 
2 de agosto de 2025 - Fuente: Aciprensa 


El Papa León XIV presidió la noche de este 2 de agosto la Vigilia de Oración por el Jubileo de la Juventud 2025, en Tor Vergata, en las afueras de Roma.

A continuación, el texto completo del diálogo que mantuvo con los jóvenes, difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:


1.- Pregunta 1 – Amistad
Santo Padre, somos hijos de nuestro tiempo. Vivimos en una cultura que nos pertenece y que, sin darnos cuenta, nos va moldeando; está marcada por la tecnología, especialmente en el ámbito de las redes sociales. Frecuentemente nos ilusionamos de tener muchos amigos y de crear relaciones cercanas, mientras que cada vez más seguido experimentamos diversas formas de soledad. Estamos cerca y conectados con tantas personas y, sin embargo, no son relaciones verdaderas y duraderas, sino efímeras y comúnmente ilusorias.

Santo Padre, mi pregunta es: ¿cómo podemos encontrar una amistad sincera y un amor genuino que nos lleven a la verdadera esperanza? ¿Cómo la fe puede ayudarnos a construir nuestro futuro?


Queridos jóvenes, las relaciones humanas, nuestras relaciones con otras personas son indispensables para cada uno de nosotros, empezando por el hecho de que todos los hombres y mujeres del mundo nacen como hijos de alguien. Nuestra vida comienza con un vínculo y es a través de los vínculos que crecemos. En este proceso, la cultura juega un papel fundamental: es el código con el que nos entendemos a nosotros mismos e interpretamos el mundo. Como un diccionario, cada cultura contiene tanto palabras nobles como palabras vulgares, valores y errores que hay que aprender a reconocer. Buscando con pasión la verdad, no sólo recibimos una cultura, sino que la transformamos a través de elecciones de vida. La verdad, en efecto, es un vínculo que une las palabras a las cosas, los nombres a los rostros. La mentira, en cambio, separa estos aspectos, generando confusión y malentendidos.

Entre las muchas conexiones culturales que caracterizan nuestra vida, internet y las redes sociales se han convertido en «una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento» (Papa Francisco, Christus vivit, 87). Sin embargo, estos instrumentos resultan ambiguos cuando están dominados por lógicas comerciales e intereses que rompen nuestras relaciones en mil intermitencias. A este respecto, el Papa Francisco recordaba que a veces los «mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo» (Christus vivit, 105). Además, como saben hoy en día hay algoritmos que nos dicen lo que tenemos que ver, lo que tenemos que pensar y quienes deberían ser nuestros amigos. Entonces nuestras relaciones se vuelven confusas, ansiosas o inestables. Cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía. Sólo relaciones sinceras y lazos estables hacen crecer historias de vida buena.

Queridos jóvenes, toda persona desea naturalmente esta vida buena, como los pulmones tienden al aire, ¡pero cuán difícil es encontrarla! cuán difícil es encontrar una amistad auténtica. Hace siglos, san Agustín captó el profundo deseo de nuestro corazón, ese deseo de todo corazón humano, aun sin conocer el desarrollo tecnológico de hoy. También él pasó por una juventud tempestuosa; pero no se conformó, no silenció el clamor de su corazón. Agustín buscaba la verdad que no defrauda, la belleza que no pasa. ¿Cómo la encontró? ¿Cómo encontró una amistad sincera, un amor capaz de dar esperanza? Encontrando a quien ya lo estaba buscando, encontrando a Jesucristo. ¿Cómo construyó su futuro? Siguiéndolo a Él, Jesús, su amigo desde siempre. En palabras suyas: “Ninguna amistad es fiel sino en Cristo. Y sólo en Él puede ser feliz y eterna” (cf. Réplica a las dos cartas de los pelagianos, I, I, 1); «Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo» (Sermón 336, 2). La amistad con Cristo, que está en la base de la fe, no es sólo una ayuda entre muchas otras para construir el futuro, es nuestra estrella polar. Como escribía el beato Pier Giorgio Frassati, «vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin sostener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando» (Cartas, 27 de febrero de 1925). Cuando nuestras amistades reflejan este intenso vínculo con Jesús, ciertamente se vuelven sinceras, generosas y verdaderas. Queridos jóvenes quieranse bien entre ustedes, quieranse bien en Cristo. Sepan ver a Jesús en los demás. La amistad puede realmente cambiar el mundo, la amistad es un camino para la paz.


2.- Pregunta 2 – El valor de decidir
Santo Padre, nuestros años están marcados por las decisiones importantes que estamos llamados a tomar para orientar nuestra vida futura. Sin embargo, por el clima de incertidumbre que nos circunda, la tentación de ir posponiendo tales decisiones y el miedo a un futuro desconocido nos paraliza. Sabemos que optar equivale a renunciar a algo y esto nos bloquea, a pesar de ello percibimos que la esperanza nos muestra objetivos alcanzables por más que estén marcados por la precariedad del tiempo actual.

Santo Padre, le preguntamos: ¿dónde podemos encontrar el valor para decidir? ¿Cómo podemos ser valientes y vivir la aventura de la libertad auténtica, tomando decisiones radicales y cargadas de significado?


Gracias por esta pregunta. ¿Cómo encontrar la valentía para escoger? La decisión es un acto humano fundamental. Observándolo con atención, entendemos que no se trata sólo de elegir algo, sino de optar por alguien. Cuando elegimos, en sentido profundo, decidimos qué queremos llegar a ser. La opción por excelencia, en efecto, es la decisión sobre nuestra vida: ¿qué tipo de hombre quieres ser?, ¿qué clase de mujer quieres ser? Queridos jóvenes, se aprende a elegir a través de las pruebas de la vida, y en primer lugar recordando que nosotros hemos sido elegidos. Este recuerdo debe explorarse y educarse. Hemos recibido la vida gratis, sin elegirla. No somos fruto de nuestra decisión, sino de un amor que nos ha querido. En el curso de la existencia, se demuestra verdaderamente amigo quien nos ayuda a reconocer y renovar esta gracia en las decisiones que estamos llamados a tomar.

Queridos jóvenes, es cierto lo que han dicho: “optar equivale también a renunciar a algo y esto a veces nos bloquea”. Para ser libres, es necesario partir de un fundamento estable, de la roca que sostiene nuestros pasos. Esta roca es un amor que nos precede, nos sorprende y nos supera infinitamente: el amor de Dios. Por eso, ante Él la decisión es un juicio que no nos quita ningún bien, sino que siempre nos lleva a lo mejor.

La valentía de elegir surge del amor que Dios nos manifiesta en Cristo. Él es quien nos ha amado con todo su ser salvando el mundo y mostrándonos así que el camino para realizarnos como personas es dar la vida. Por eso, el encuentro con Jesús corresponde a las esperanzas más profundas de nuestro corazón, porque Él es el Amor de Dios hecho hombre. A este respecto, hace veinticinco años, precisamente en el lugar donde nos encontramos, san Juan Pablo II dijo: «es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar» (Vigilia de oración en la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19 agosto 2000). El miedo deja entonces espacio a la esperanza, porque estamos seguros de que Dios lleva a término lo que comienza. Reconozcamos su fidelidad en las palabras de quien ama de verdad, porque ha sido realmente amado. “Tú eres mi vida, Señor”, es lo que un sacerdote o una consagrada pronuncian llenos de alegría y de libertad. “Te recibo como mi esposa y como mi esposo” es la frase que transforma el amor del hombre y de la mujer en un signo eficaz del amor de Dios, en el matrimonio. Estas opciones radicales y llenas de significado: el matrimonio, el orden sagrado y la consagración religiosa, expresan el don de uno mismo, libre y liberador, que nos hace auténticamente felices.Y allí encontramos la felicidad cuando aprendemos a donarnos a nosotros mismos, donar la vida por los demás. Estas decisiones dan sentido a nuestra vida, transformándola según la imagen del Amor perfecto, que la ha creado y redimido de todo mal, incluso de la muerte. Lo digo esta tarde pensando en dos chicas, María de 20 años, española, y Pasquale de 18, egipcia. Ambas decidieron venir a Roma para el Jubileo de los Jóvenes, y la muerte las ha alcanzado en estos días. Recemos juntos por ellas. Recemos también por sus familias, por sus amigos, por sus comunidades; que Jesús Resucitado las reciba en la paz y la alegría de su Reino. Y también quisiera pedir sus oraciones por otro amigo, un joven español Ignacio Gonsalves, que ha sido ingresado en el Hospital Bambino Gesú. Recemos por él, por su salud. Encontrar la valentía de tomar opciones difíciles y decirle: Jesús, Tú eres mi vida Señor. Señor, Tú eres mi vida.


3.- Pregunta 3 – Llamada al bien
Santo Padre, nos sentimos atraídos por la vida interior, aunque a primera vista se nos juzgue como una generación superficial e irreflexiva. En lo más profundo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bello y lo bueno como fuentes de verdad. El valor del silencio, como en esta Vigilia, nos fascina, aunque a veces nos infunda temor por la sensación de vacío. Santo Padre, me gustaría preguntarle: ¿cómo podemos encontrar verdaderamente al Señor Resucitado en nuestras vidas y estar seguros de su presencia incluso en medio de las pruebas y las incertidumbres?


Para dar inicio a este Año Jubilar, el Papa Francisco publicó un documento titulado Spes non confundit, que significa «la esperanza no defrauda». En ese documento, escribió: «En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien» (Spes non confundit, 1). En la Biblia, la palabra “corazón” suele referirse al ser más íntimo de una persona, que incluye nuestra conciencia. Nuestra comprensión de lo que es bueno, entonces, refleja cómo nuestra conciencia ha sido moldeada por las personas que forman parte de nuestra vida; aquellas que fueron amables con nosotros, que nos escucharon con amor y que nos ayudaron. Esas personas contribuyeron a modelarte en la bondad y, por lo tanto, a formar tu conciencia para buscar el bien en tus decisiones de cada día.


Queridos jóvenes, Jesús es el amigo que siempre nos acompaña en la formación de nuestra conciencia. Si realmente quieren encontrar al Señor resucitado, escuchen su palabra, que es el Evangelio de la salvación. Reflexionen sobre su forma de vivir y busquen la justicia para construir un mundo más humano. Sirvan a los pobres y den testimonio así del bien que siempre nos gustaría recibir de nuestros vecinos. Adoren a Cristo en el Santísimo Sacramento, fuente de vida eterna.

Estudien, trabajen y amen siguiendo el ejemplo de Jesús, el buen Maestro que siempre camina a nuestro lado.

En cada paso, mientras buscamos lo que es bueno, pidámosle: quédate con nosotros, Señor (cf. Lc 24,29). Quédate con nosotros, porque sin ti no podemos hacer el bien que deseamos. Tú quieres nuestro bien; de hecho, tú eres nuestro bien. Quienes te encuentran también quieren que otros te encuentren, porque tu palabra es una luz más brillante que cualquier estrella, que ilumina incluso la noche más oscura. Al Papa Benedicto XVI le gustaba decir que quienes creen nunca están solos. En otras palabras, encontramos a Cristo en la Iglesia, es decir, en la comunión de quienes lo buscan sinceramente. El Señor mismo nos reúne para formar una comunidad, no solamente cualquier comunidad, sino una comunidad de creyentes que se apoyan mutuamente. ¡Cuánto necesita el mundo misioneros del Evangelio que sean testigos de justicia y paz! ¡Cuánto necesita el futuro hombres y mujeres que sean testigos de esperanza! Queridos jóvenes, ¡esta es la tarea que el Señor resucitado nos confía a cada uno de nosotros! San Agustín escribió: «Tú mismo lo mueves a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. [...] Que yo, Señor, te busque invocándote y te invoque creyendo en ti» (Confesiones, I, 1).

Siguiendo esas palabras de Agustín, y en respuesta a sus preguntas, me gustaría invitar a cada uno de ustedes, queridos jóvenes, a decirle al Señor: “Gracias, Jesús, por llamarme. Mi deseo es seguir siendo uno de tus amigos, para que, abrazándote, yo también pueda ser un compañero de todos los que encuentre en el camino. Concédeme, Señor, que aquellos que me encuentren puedan encontrarte a ti, incluso a través de mis limitaciones y debilidades”. Al rezar con estas palabras, nuestro diálogo continuará cada vez que miremos al Señor crucificado, porque nuestros corazones estarán unidos en Él. Por último, mi oración por ustedes es que perseveren en la fe, con gozo y valentía. Y podemos decirle gracias Jesús por amarnos, gracias Jesús por habernos amado, gracias Jesús por habernos llamado. Quédate con nosotros, Señor.
TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa León XIV en la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes
El Papa llegó en helicóptero a la gran explanada de Tor Vergata donde le esperaban más de un millón de jóvenes
3 de agosto de 2025 - Fuente Aciprensa



A las 9.00 (hora local), el Santo Padre León XIV presidió la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes en la gran explanada de Tor Vergata en el sur de Roma. Lea a continuación la homilía que el Santo Padre pronunció tras la proclamación del Evangelio:


Queridos jóvenes:

Después de la Vigilia que vivimos juntos ayer por la tarde, volvemos a encontrarnos hoy para celebrar la Eucaristía, Sacramento del don total de sí que el Señor ha hecho por nosotros. Podemos imaginar que recorremos, en esta experiencia, el camino realizado la tarde de Pascua por los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35).

Primero se alejaban de Jerusalén atemorizados y desilusionados; se iban convencidos de que, después de la muerte de Jesús, ya no había nada más que hacer, nada que esperar. Y, en cambio, se encontraron precisamente con Él, lo acogieron como compañero de viaje, lo escucharon mientras les explicaba las Escrituras, y finalmente lo reconocieron al partir el pan.

Entonces, sus ojos se abrieron y el gozoso anuncio de la Pascua encontró lugar en sus corazones. La liturgia de hoy no nos habla directamente de este episodio, pero nos ayuda a reflexionar sobre aquello que allí se narra: el encuentro con el Resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos.

La primera lectura, del Libro de Qohélet, nos invita a tomar contacto, como los dos discípulos de los que hemos hablado, con la experiencia de nuestros límites, de la finitud de las cosas que pasan (cf. Qo 1,2;2,21-23); y el Salmo responsorial, que le hace eco, nos propone la imagen de «la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita» (Sal 90,5-6).

Son dos referencias fuertes, quizá un poco impactantes, pero que no deben asustarnos, como si fueran argumentos “tabú”, que se deben evitar. La fragilidad de la que hablan, en efecto, forma parte de la maravilla que somos. Pensemos en el símbolo de la hierba: ¿no es hermosísimo un prado florecido?

Ciertamente, es delicado, hecho con tallos delgados, vulnerables, propensos a secarse, doblarse, quebrarse; pero, al mismo tiempo, son reemplazados rápidamente por otros que florecen después de ellos; y los primeros se vuelven generosamente para estos alimento y abono, al consumirse en el terreno. Así vive el campo, renovándose continuamente, e incluso durante los meses fríos del invierno, cuando todo parece callar, su energía vibra bajo tierra y se prepara para explotar en miles de colores durante la primavera.


También nosotros, queridos amigos, somos así; hemos sido hechos para esto. No para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar.

No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios. Nos encontraremos ante Él, que nos espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma (cf. Ap 3,20). Y es hermoso, también con veinte años, abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia los espacios eternos del infinito.

San Agustín, hablando de su intensa búsqueda de Dios, se preguntaba: «¿Qué es, entonces, esa cosa tan esperada [...]? ¿La tierra? No. ¿Algo que se origina en la tierra, como el oro, la plata, el árbol, la mies, el agua? [...] Todas estas cosas causan deleite, son hermosas, son buenas» (Sermón 313/F, 3). Y concluía: «Busca a quien las hizo: él es tu esperanza» (ibíd.). Pensando, luego, en el camino que había recorrido, rezaba diciendo: «Y he aquí que tú [Señor] estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando [...]. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz» (Confesiones, 10, 27).


Son palabras muy hermosas, que nos recuerdan lo que decía el Papa Francisco en Lisboa, durante la Jornada Mundial de la Juventud, a otros jóvenes como ustedes: «Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen [...] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá [...], a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro [...]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!» (Discurso en el encuentro con los jóvenes universitarios, 3 agosto 2023).

Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?

Durante los días pasados ustedes han tenido muchas experiencias hermosas. Se han encontrado entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a culturas distintas. Han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, han dialogado con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Después, en el Circo Máximo, acercándose al Sacramento de la Penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena.

De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio (cf. Lc 12,13-21); más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría (cf. Mt 10,8- 10; Jn 6,1-13). Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales» (Col 3,2), para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros “sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia” (cf. Col 3,12), de perdón (cf. ibíd., v. 13) y de paz (cf. Jn 14,27), como los de Cristo (cf. Flp 2,5). Y en este horizonte comprenderemos cada vez mejor lo que significa que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).


Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es Él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, [...] para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna» (XV Jornada Mundial de la Juventud, Vigilia de oración, 19 agosto 2000). Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos.

Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor. Los encomiendo a María, la Virgen de la esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!



domingo, 13 de julio de 2025

CONTRA LA VIOLENCIA, SÍ A LA VIDA



Contra la violencia, sí a la vida


La cultura de la violencia provoca daños, heridas, destrucción, muerte. La cultura de la violencia discrimina y abandona sobre todo a los más débiles, los más indefensos, los más vulnerables: los hijos antes de nacer.

 

La cultura de la vida está en contra la violencia y a favor de los débiles. Porque considera que ningún ser humano debe ser discriminado injustamente si carece de dinero, o si es de una religión determinada (o si no tiene ninguna religión), o si pertenece a una raza concreta, o si carece de salud, o si todavía no ha nacido.

 

La raíz del amor a la vida, del respeto de los débiles, es muy sencilla: todos son iguales ante la justicia, todos merecen respeto y ayuda, todos deben poder desarrollarse libremente en su camino personal, único, intransferible.

 

Por desgracia, grupos poderosos acusan a los movimientos provida de promover la violencia, la intolerancia, incluso el crimen. En realidad, ningún auténtico miembro de la cultura de la vida puede apoyar violencias asesinas y arbitrarias.

 

Habría que analizar, entonces, de dónde surge ese deseo de desprestigiar a los grupos provida, quiénes están detrás de frases fáciles que llegan a calificar a los defensores de los débiles como potenciales terroristas, como enemigos de la mujer, como intolerantes fanáticos, como liberticidas.

 

El auténtico enemigo de la libertad no está en la cultura provida. Porque la defensa del derecho a la vida nunca es “liberticida”, sino que permite el respeto hacia un derecho fundamental sobre el que se construye cualquier sistema democrático justo: el reconocimiento de la dignidad del otro, la defensa de su integridad física, el compromiso por ofrecerle asistencia y ayuda en sus necesidades más fundamentales como miembro de la gran familia humana.

 

La violencia debe ser condenada en su raíz. La protesta social contra asesinatos de inocentes ha de estar acompañada por la reacción de todos los hombres y mujeres de buena voluntad ante quienes defienden falsos derechos, ante quienes creen que el hay progreso cuando se permiten crímenes como los del aborto o la eutanasia.

 

El no a la violencia será entonces coherente, auténtico, incluyente: porque sabrá promover la tutela de los más débiles: los hijos antes de nacer, los enfermos, los abandonados, los ancianos y los pobres.

(Fernando Pascual) 

SIN RODEOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE JULIO DE 2025



 Sin rodeos


No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden turbar nuestra tranquilidad. Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores.

 

Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante quien puede amenazar nuestra felicidad. Y, cuando no encontramos otra manera mejor de justificar nuestra huida ante personas que nos necesitan, siempre podemos recurrir al hecho de que «estamos muy ocupados».

 

Qué actualidad cobra la «parábola del samaritano» en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones.

 

Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano». Y no es la del sacerdote o el levita, que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.

 

Cuando escuchamos sinceramente las palabras de Jesús, sabemos que nos está llamando –a pasar de la hostilidad– a la hospitalidad. Sabemos que nos urge a vivir de otra manera, creando en nuestra vida un espacio más amplio para quienes nos necesitan. No podemos escondernos detrás de «nuestras ocupaciones» ni refugiarnos en hermosas teorías.

 

Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos «compañeros de viaje» que compartimos la misma condición de seres frágiles que nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento al hermano necesitado que encuentra en su camino descubre un gusto nuevo a la vida. Según Jesús, «heredará vida eterna».


Padre José Antonio Pagola

LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO Y SU DEVOCIÓN EN EL MES DE JULIO



 La Preciosísima Sangre de Cristo y su Devoción en el Mes de Julio

La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana.

Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.Net


Significado Teológico de la Preciosísima Sangre

La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana. Representa la sangre derramada por Jesús durante su Pasión y Crucifixión, y es considerada el precio de nuestra redención y la salvación de toda la humanidad.

Cristo, el Cordero sin mancha, ofreció su vida y su sangre como sacrificio supremo para liberarnos del pecado y abrirnos las puertas de la vida eterna. En la Eucaristía, los católicos creemos que el vino consagrado se convierte realmente en la Sangre de Cristo, actualizando en cada Misa el sacrificio redentor del Calvario. Por eso, la Sangre de Cristo es fuente de purificación, reconciliación, fortaleza y vida nueva para los creyentes.


Origen de la devoción en Julio

La devoción a la Preciosísima Sangre tiene raíces antiguas en la tradición cristiana, pero su dedicación especial al mes de julio se consolidó en el siglo XIX.

En 1849, durante la Primera Guerra Italiana por la Independencia, el Papa Pío IX, exiliado en Gaeta, recibió de Don Giovanni Merlini la propuesta de instituir una fiesta universal en honor a la Preciosísima Sangre, como súplica por la paz y el fin de la guerra.

El Papa Pío IX fijó inicialmente la fiesta en el primer domingo de julio, y más tarde el Papa Pío X estableció definitivamente el 1 de juliocomo día de la fiesta.

Tras el Concilio Vaticano II, la celebración fue suprimida del calendario litúrgico universal, aunque se mantiene la posibilidad de celebrar Misas votivas en honor a la Preciosísima Sangre durante julio y en otros momentos del año.

Así, julio quedó consagrado a la contemplación y veneración de este misterio redentor.


Sentido espiritual de la devoción

Durante el mes de julio, la Iglesia nos invita a profundizar en el misterio del amor redentor de Cristo, meditando en el valor infinito de su sangre derramada. Esta devoción tiene varios sentidos espirituales:

Reflexión sobre el sacrificio de Cristo: La Sangre de Cristo es el signo supremo de su amor. Cada gota derramada habla del precio pagado por nuestra salvación.

Purificación y fortaleza espiritual: La Sangre de Cristo purifica nuestras almas, nos libera del pecado y nos fortalece para vivir con fidelidad nuestra vocación cristiana.

Oración y meditación: En este mes se reza especialmente la Corona de la Preciosísima Sangre, recordando los momentos en que Jesús derramó su sangre: la circuncisión, la agonía en el huerto, la flagelación, la coronación de espinas, el camino al Calvario, la crucifixión y la lanzada en el costado.

Esperanza y gratitud: La Sangre de Cristo es fuente de esperanza. Nos recuerda que somos amados infinitamente, que no estamos solos en nuestras luchas, y que nuestro destino es la vida eterna.

Prácticas devocionales: Durante julio se rezan las Letanías de la Preciosísima Sangre, se meditan textos de la Pasión y se recomienda la participación frecuente en la Eucaristía, donde se hace presente la Sangre redentora de Cristo.

Indulgencias: La Iglesia concede indulgencias a quienes recitan oraciones y practican actos de piedad en honor a la Preciosísima Sangre, promoviendo así la reflexión sobre el misterio redentor y la conversión del corazón.

La devoción y la vida cristiana

La devoción a la Preciosísima Sangre no es solo una práctica piadosa, sino una escuela de vida cristiana. Quien medita en este misterio descubre el infinito valor de cada alma y aprende que la salvación nos ha sido regalada a un precio muy alto: la Sangre del Hijo de Dios.


Esta devoción nos impulsa a:

Perdonar a los demás, sabiendo cuánto hemos sido perdonados.

Vivir con esperanza, incluso en medio de sufrimientos, porque la Sangre de Cristo ha vencido al pecado y a la muerte.

Ofrecer nuestros sacrificios diarios en unión con el sacrificio de Cristo, transformando el dolor en amor redentor.

Practicar la misericordia, imitando el amor sacrificial de Jesús hacia los más necesitados.

Como dice san Pedro en su carta: “Fuisteis rescatados […] no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto.” (1 Pe 1,18-19)


Conclusión

Dedicar el mes de julio a la Preciosísima Sangre de Cristo es abrir nuestro corazón a la contemplación de un misterio de amor y misericordia. Es un tiempo para renovar nuestra fe, nuestra gratitud y nuestro compromiso cristiano.

Que cada gota de la Sangre de Cristo, derramada por amor, inspire en nosotros deseos de conversión, fortaleza en las pruebas y esperanza cierta en la vida eterna. Y que, al contemplar su sacrificio, sepamos repetir con fe y confianza:

“Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación, líbranos.”

NOVENA A SANTA MARÍA MAGDALENA: DEL 13 AL 21 DE JULIO

 











 Novena a Santa María Magdalena

Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena.

Por: Ana Paula Morales | Fuente: Catholic.net



Terra Sancta México, en colaboración con la teóloga Patricia Pimentel, profesora de la Universidad Católica Lumen Gentium, han tenido la iniciativa de realizar una novena dedicada a Santa María Magdalena, que tendrá lugar del 13 al 21 de julio, siendo el 22 de julio el día que la Iglesia celebra la Fiesta de la “Apóstola de los Apóstoles”.

Para ver la Novena en formato PDF pulsa el link: https://cutt.ly/mLczAG4


Sobre Santa María de Magdala hay poca información dentro del Nuevo Testamento, puesto que son cuatro escasas referencias atestiguadas por los evangelistas, sin embargo, al ser un testimonio múltiple en casi todos los casos da fuerza a la veracidad de los hechos.

Los cuatro momentos en que es mencionada son: María Magdala, liberada por Jesús de siete demonios, lo seguía como discípula suya y lo servía con sus bienes (Lc 8, 2); estuvo al pie de la cruz (Jn 19, 25; par. Mt 27, 56; Mc 15, 40; Lc 23, 49); vio el lugar donde fue colocado el cuerpo de Jesús (Mt 27, 61; Mc 15, 47; Lc 23, 55; Jn 19, 38-42); fue junto con otras mujeres muy de madrugada al sepulcro (Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1), pero ella fue la primera en encontrarse con Jesús Resucitado y el Señor la envía a proclamar la Buena Nueva a los discípulos (Jn 20, 1-18; par. Lc 24, 10).

A partir de estos pasajes, se hizo una investigación en los escritos de los Padres de la Iglesia, en un texto aprobado por el Magisterio y lo dicho por los tres últimos Sumos Pontífices en una carta apostólica y audiencias generales para obtener fragmentos de la reflexión de los textos.

Sobre la intencionalidad de elegir los temas de los nueve días basados en los cuatro momentos de Santa María Magdalena, Patricia Pimentel comentó: “El objetivo de esta novena es poder encontrarnos con Cristo resucitado, viéndonos reflejados nosotros mismos en Santa María Magdalena, es decir, desde el momento en que el Señor nos rescató, ya sea en una conversión o desde un evento difícil que haya marcado nuestras vidas”.

A lo que añadió la teóloga: “Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena, ofreciéndole nuestras alegrías y tristezas, nuestros logros y fracasos, de otro modo no podemos contemplarlo resucitado”.

Esta novena consta de una antífona inicial y se pide la intercesión de Santa María Magdalena, después se procede a la reflexión y meditación del tema del día, para finalizar rezando un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.


SANTORAL DE HOY DOMINGO 13 DE JULIO DE 2025

 

José Wang Kuiju, SantoJosé Wang Kuiju, Santo
Mártir Laico, 13 de julio
Pablo Liu Jinde, SantoPablo Liu Jinde, Santo
Mártir Laico, 13 de julio
Manuel Lê Van Phung, SantoManuel Lê Van Phung, Santo
Mártir Laico, 13 de julio
Tomás Tunstal, BeatoTomás Tunstal, Beato
Sacerdote y Mártir, 13 de julio
Serapión, SantoSerapión, Santo
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PAPA LEÓN XIV RECUERDA QUE JESÚS NO SÓLO TIENE COMPASIÓN CON QUIEN TIENE LA MISMA NACIONALIDAD O RELIGIÓN

El Papa reza ante el Santísimo antes de comenzar la celebración | Crédito: Vatican Media

 León XIV recuerda que Jesús no sólo tiene compasión con “quien tiene la misma nacionalidad o religión”

Por Victoria Cardiel

13 de julio de 2025



El Papa León XIV instó a “sentir y actuar con las mismas entrañas compasivas de Dios” y recordó que esto incluye también a los que no tienen la “misma nacionalidad o religión”.

“A veces nos contentamos solamente con hacer nuestro deber o consideramos como nuestro prójimo sólo a quien es de nuestro círculo, a quien piensa como nosotros, a quien tiene la misma nacionalidad o religión”, lamentó el Pontífice durante la homilía que pronunció este domingo en la Parroquia Pontificia de San Tommaso da Villanova, (Santo Tomás de Villanueva) en el centro histórico de Castel Gandolfo, donde está transcurriendo un periodo de reposo.

La celebración contó con la presencia del Obispo de Albano, Mons. Vincenzo Viva, y del alcalde de Castel Gandolfo, Alberto De Angelis, así como numerosos fieles que llenaron por completo la pequeña parroquia. Entre los concelebrantes se encontraba el Cardenal Michael Czerny, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Antes de la Misa, León XIV recorrió las calles de Castel Gandolfo en uno de los dos papamóviles eléctricos y ecológicos que le regalaron el pasado domingo y que también usará para sus próximos viajes apostólicos, ya que están diseñados para poder caber en un avión. El Pontífice saludó a los cientos de fieles que desde primera hora de la mañana se congregaron en las inmediaciones de esta iglesia.

En la homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la parábola del buen samaritano en la que Jesús “invierte la perspectiva” porque nos presenta a “un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido” y “nos pide que hagamos lo mismo”.

“La primera mirada de la que quiere hablarnos la parábola es de aquella que Dios ha tenido hacia nosotros, para que también nosotros aprendamos a tener sus mismos ojos, llenos de amor y compasión hacia los demás”, aseguró.

Así, contrapuso esta forma de mirar “más profunda, con una empatía que nos hace entrar en la situación del otro” con el modo de ver “exterior, distraído y apresurado” que no se deja “afectar ni interpelar por la situación”.


El riesgo de una "fe acomodada"

De este modo, previno del riesgo de “una fe acomodada” sólo “ordenada en la observancia exterior de la ley” y dejó claro Cristo es “la manifestación de un Dios compasivo”.

De esta manera indicó que hoy ese camino que desciende de Jerusalén a Jericó —una ciudad que se encuentra bajo el nivel del mar— es el camino que “recorren todos aquellos que se hunden en el mal, en el sufrimiento y en la pobreza”; el de “tantas personas agobiadas por las dificultades o heridas por las circunstancias de la vida”; el de todos aquellos que “se derrumban hasta perderse y tocar fondo”.


Pueblos "estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos"

En esta lista el Pontífice también citó a tantos “pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas”.

A continuación, invitó a los fieles a preguntarse:  “¿Qué hacemos nosotros? ¿Vemos y pasamos de largo, o nos dejamos traspasar el corazón como el samaritano?”.

En su homilía también pidió a volver al “propio corazón” para descubrir que “precisamente allí Dios ha escrito su ley del amor”.

Y agregó: “Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien tiene necesidad”.


La revolución del amor 

El Santo Padre insistió en que obedecer a los mandamientos del Señor y convertirse a Él “no significa multiplicar actos exteriores, sino, al contrario, se trata de volver al propio corazón para descubrir que precisamente allí Dios ha escrito su ley del amor”. 

Y especificó a este respecto: “Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo. Hermanos y hermanas, hoy se necesita esta revolución del amor”. 

León XIV puso en evidencia que Francisco muchas veces ha recordado “que Dios es misericordia y compasión” y que Benedicto XVI dejó claro que el buen samaritano “no se pregunta hasta dónde llega su obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para alcanzar la vida eterna”.

Finalmente, pidió mirar a los demás “sin pasar de largo”, deteniendo “nuestras carreras ajetreadas”.  “Esto nos hace prójimos los unos de los otros, genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas. Y finalmente el amor se abre camino, volviéndose más fuerte que el mal y que la muerte”, concluyó.


La iglesia fue construida entre 1658 y 1661 por encargo del papa Alejandro VII, quien confió el diseño al célebre arquitecto Gian Lorenzo Bernini. Se trata de una iglesia de tamaño menor  en la que no caben más 300 personas sentadas. Muchos de los fieles han seguido la celebración desde el exterior. Desde 1929, la parroquia está confiada a los Salesianos, que mantienen una intensa actividad pastoral.


El Papa regala un cáliz a la parroquia de Castel Gandolfo

Al término de la celebración, el Papa obsequió a la parroquia un cáliz de oro, que definió como “un instrumento de comunión”. Con este gesto simbólico, renovó su llamado a vivir en comunión y a promover una fraternidad que se traduzca en gestos concretos en la vida cotidiana. “El cáliz que ofrezco a esta iglesia quiere ser signo de unidad: nos recuerda que, en la Eucaristía, se forja la comunión que estamos llamados a vivir y a testimoniar”, afirmó el Pontífice.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE JULIO DE 2025



Domingo 15 (C) del tiempo ordinario

Domingo 13 de julio de 2025



1ª Lectura (Dt 30,10-14): Moisés habló al pueblo, diciendo: «Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: ‘¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?’. Ni está más allá del mar, para poder decir: ‘¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?’. El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas».



Salmo responsorial: 68

R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión, vuélvete hacia mi.


Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.


Miradlo, los humildes, y alegraos; buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.


Dios salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá. La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella.


O bien: Sal 18

R/ Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.


La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes.


Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.


Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.

2ª Lectura (Col 1,15-20): Cristo Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Versículo antes del Evangelio (Jn 6,63c.68c): Aleluya. Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y para poner a prueba a Jesús, le preguntó: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».


Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’.


»¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».



«Un samaritano (...) tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas (...) y, montándole sobre su propia cabalgadura...»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, nos preguntamos: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Cuentan de unos judíos que sentían curiosidad al ver desaparecer su rabino en la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo... Y así lo hizo, lleno de emoción, hasta una barriada miserable, donde vio al rabino cuidando y barriendo la casa de una mujer: era paralítica, y la servía y le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió, le preguntaron al espía: «¿Dónde ha ido?; ¿al cielo, entre las nubes y las estrellas?». Y éste contestó: «¡No!, ha subido mucho más arriba».


Amar a los otros con obras es lo más alto; es donde se manifiesta el amor. ¡No pasar de largo!: «Es el propio Cristo quien alza su voz en los pobres para despertar la caridad de sus discípulos», afirma el Concilio Vaticano II en un documento.


Hacer de buen samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo («cuidó de él»)... Esto nos lleva a contemplar también la figura del posadero, como dijo san Juan Pablo II: «¡Qué habría podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte de la tarea. Todos podemos actuar como él cumpliendo las propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita (...). El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales ya es practicar el amor por las personas y la sociedad».


Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «‘¿Quién (...) te parece que fue prójimo?’. ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’» (Lc 10,36-37).


Acudamos a la Virgen María y Ella —que es modelo— nos ayude a descubrir las necesidades de los otros, materiales y espirituales. 

FELIZ DOMINGO!!!!





 

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