miércoles, 28 de septiembre de 2022

IMÁGENES DE 10 ORACIONES CORTAS PARA BENDECIR LOS ALIMENTOS











 

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA FAMILIARIDAD CON EL SEÑOR EN LA ORACIÓN



 Catequesis del Papa Francisco sobre la familiaridad con el Señor en la oración

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre el discernimiento en la Audiencia General de este miércoles 28 de septiembre que dedicó al tema de “la familiaridad con el Señor” en la oración.

“El secreto de la vida de los santos es la familiaridad y confidencia con Dios, que crece en ellos y hace cada vez más fácil reconocer lo que a Él le agrada. La oración verdadera es familiaridad y confidencia con Dios. No es recitar oraciones como un loro, bla, bla, bla, no. La verdadera oración es esta espontaneidad y afecto con el Señor”, dijo el Santo Padre.


A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:

Los elementos del discernimiento. La familiaridad con el Señor

Retomamos las catequesis sobre el tema del discernimiento, —porque es muy importante el tema del discernimiento para saber qué sucede dentro de nosotros; sentimientos e ideas, debemos discernir de dónde vienen, dónde me llevan, a qué decisión— y hoy nos detenemos en el primero de sus elementos constitutivos, es decir, la oración. Para discernir es necesario estar en un ambiente, en un estado de oración.

La oración es una ayuda indispensable para el discernimiento espiritual, sobre todo cuando involucra a los afectos, consintiendo dirigirnos a Dios con sencillez y familiaridad, como se habla a un amigo. Es saber ir más allá de los pensamientos, entrar en intimidad con el Señor, con una espontaneidad afectuosa. El secreto de la vida de los santos es la familiaridad y confidencia con Dios, que crece en ellos y hace cada vez más fácil reconocer lo que a Él le agrada. La oración verdadera es familiaridad y confidencia con Dios. No es recitar oraciones como un loro, bla, bla, bla, no. La verdadera oración es esta espontaneidad y afecto con el Señor. Esta familiaridad vence el miedo o la duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e inseguro o amargo, también.

El discernimiento no pretende una certeza absoluta —no es químicamente un método puro, no, pretende una certeza absoluta—, porque se refiere a la vida, y la vida no siempre es lógica, presenta muchos aspectos que no se dejan encerrar en una sola categoría de pensamiento. Querríamos saber con precisión qué hay que hacer, pero, incluso cuando sucede, no siempre actuamos en consecuencia. Cuántas veces hemos vivido nosotros también la experiencia descrita por el apóstol Pablo, que dice así: «no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm 7,19). No somos solo razón, no somos máquinas, no basta con recibir instrucciones para cumplirlas: al igual que las ayudas, los obstáculos para decidirse por el Señor son sobre todo afectivos, del corazón.  

Es significativo que el primer milagro realizado por Jesús en el Evangelio de Marcos sea un exorcismo (cf. 1,21-28). En la sinagoga de Cafarnaúm libera a un hombre del demonio, liberándolo de la falsa imagen de Dios que Satanás sugiere desde los orígenes: la de un Dios que no quiere nuestra felicidad. El endemoniado de ese pasaje del Evangelio sabe que Jesús es Dios, pero esto no le lleva a creer en Él. De hecho, dice: «¿Has venido a destruirnos?» (v. 24).

Muchos, también cristianos, piensan lo mismo: que Jesús puede ser el Hijo de Dios, pero dudan que quiera nuestra felicidad; es más, algunos temen que tomarse en serio su propuesta, lo que Jesús nos propone, signifique arruinarse la vida, mortificar nuestros deseos, nuestras aspiraciones más fuertes. Estos pensamientos a veces se asoman dentro de nosotros: que Dios nos está pidiendo demasiado, tenemos miedo de que Dios nos pida demasiado, que realmente no nos ama. En cambio, en nuestro primer encuentro vimos que el signo del encuentro con el Señor es la alegría. Cuando encuentro al Señor en la oración, me pongo alegre. Cada uno de nosotros se vuelve alegre, una cosa hermosa.

La tristeza, o el miedo, son sin embargo signos de lejanía con Dios: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos», dice Jesús al joven rico (Mt 19,17). Lamentablemente para ese joven, algunos obstáculos no le han consentido cumplir el deseo que tenía en el corazón, de seguir más de cerca al “maestro bueno”. Era un joven interesado, emprendedor, había tomado la iniciativa de ver a Jesús, pero estaba también muy dividido en los afectos, para él las riquezas eran demasiado importantes. Jesús no le obliga a decidirse, pero el texto señala que el joven se aleja de Jesús «triste» (v. 22). Quien se aleja del Señor nunca está contento, incluso teniendo a su disposición una gran abundancia de bienes y posibilidades. Jesús nunca obliga a seguirle, nunca. Jesús te hace saber su voluntad, con tanto corazón te hace saber las cosas, pero te deja libre. Y esto es lo más bonito de la oración con Jesús: la libertad que Él nos deja. En cambio, cuando nos alejamos del Señor permanecemos con algo triste, algo malo en el corazón.

Discernir qué sucede dentro de nosotros no es fácil, porque las apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios puede disolver suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su «amable luz», según la bonita expresión de san John Henry Newman. Los santos brillan de luz refleja y muestran en los gestos sencillos de su jornada la presencia amorosa de Dios, que hace posible lo imposible. Se dice que dos esposos que han vivido juntos mucho tiempo queriéndose terminan pareciéndose.

Algo similar se puede decir de la oración afectiva: de forma gradual pero eficaz nos hace cada vez más capaces de reconocer lo que cuenta por con naturalidad, como algo que brota de lo más profundo de nuestro ser. Estar en oración no significa decir palabras, palabras, no; estar en oración significa abrir el corazón a Jesús, acercarse a Jesús, dejar que Jesús entre en mi corazón y nos haga sentir su presencia. Y ahí podemos discernir cuándo es Jesús y cuándo somos nosotros con nuestros pensamientos, muchas veces lejos de eso que quiere Jesús.

Pidamos esta gracia: vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo habla al amigo (cf. S. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 53). Yo conocí a un anciano hermano religioso que era el portero de un colegio y él cada vez que podía se acercaba a la capilla, miraba el altar, decía: “Hola”, porque tenía cercanía con Jesús. Él no necesita decir bla, bla, bla, no: “hola, estoy cerca de ti y tú estás cerca de mí”.

Esta es la relación que debemos tener en la oración: cercanía, cercanía afectiva, como hermanos, cercanía con Jesús. Una sonrisa, un gesto sencillo y no recitar palabras que no llegan al corazón. Como decía, hablar con Jesús como un amigo habla a otro amigo. Es una gracia que debemos pedir los unos por los otros: ver a Jesús como nuestro amigo, nuestro amigo más grande, nuestro amigo fiel, que no chantajea, sobre todo que no nos abandona nunca, tampoco cuando nos alejamos de Él.  Él permanece en la puerta del corazón. “No, yo de ti no quiero saber nada”, decimos nosotros. Y Él se queda callado, se queda ahí cerca, cerca del corazón porque Él siempre es fiel. Vamos adelante con esta oración, digamos la oración del “hola”, la oración para saludar al Señor con el corazón, la oración del afecto, la oración de la cercanía, con pocas palabras, pero con gestos y con buenas obras. Gracias. 

IMÁGENES DE LOS TIPOS DE CRUCES - EXPLICACIÓN









 

lunes, 5 de septiembre de 2022

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2022

 Lunes 23 del tiempo ordinario

1ª Lectura (1Cor 5,1-8): Se sabe de buena tinta que hay un caso de unión ilegítima en vuestra comunidad, y tan grave que ni los gentiles la toleran: me refiero a ése que vive con la mujer de su padre. ¿Y todavía tenéis humos? Estaría mejor ponerse de luto y pidiendo que el que ha hecho eso desaparezca de vuestro grupo. Lo que es yo, ausente en el cuerpo pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar al que ha hecho eso en manos del diablo; humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará en el día del Señor.

Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebramos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.
Salmo responsorial: 5
R/. Señor, guíame con tu justicia.
Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.

Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10,27): Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 6,6-11): Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

«Levántate y ponte ahí en medio (...). Extiende tu mano»

P. Julio César RAMOS González SDB(Mendoza, Argentina)

Hoy, Jesús nos da ejemplo de libertad. Tantísimo hablamos de ella en nuestros días. Pero, a diferencia de lo que hoy se pregona y hasta se vive como “libertad”, la de Jesús, es una libertad totalmente asociada y adherida a la acción del Padre. Él mismo dirá: «Os aseguro que el Hijo del hombre no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace el Hijo» (Jn 5,19). Y el Padre sólo obra, sólo actúa por amor.

El amor no se impone, pero hace actuar, moviliza devolviendo con amplitud la vida. Aquel mandato de Jesús: «Levántate y ponte ahí en medio» (Lc 6,8) tiene la fuerza recreadora del que ama, y por la palabra obra. Más aún, el otro: «Extiende tu mano» (Lc 6,10), que termina logrando el milagro, restablece definitivamente la fuerza y la vida a lo que estaba débil y muerto. “Salvar” es arrancar de la muerte, y es la misma palabra que se traduce por “sanar”. Jesús sanando salva lo que de muerto había en ese pobre hombre enfermo, y eso es un claro signo del amor de Dios Padre para con sus criaturas. Así, en la nueva creación en donde el Hijo no hace otra cosa más que lo que ve hacer al Padre, la nueva ley que imperará será la del amor que se pone por obra, y no la de un descanso que “inactiva”, incluso, para hacer el bien al hermano necesitado.

Entonces, libertad y amor conjugados son la clave para hoy. Libertad y amor conjugados a la manera de Jesús. Aquello de «ama y haz lo que quieras» de san Agustín tiene hoy vigencia plena, para aprender a configurarse totalmente con Cristo Salvador.

EL PAPA FRANCISO INVITA A IMITAR LA SONRISA DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA


El Papa Francisco invita a imitar la sonrisa de la Madre Teresa de Calcuta
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa


El Papa Francisco invitó a imitar la sonrisa de la Madre Teresa para donarla “a cuantos encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren”.

Así lo sugirió el Papa este 5 de septiembre, día en que la Iglesia recuerda cada año la Memoria Litúrgica de Santa Teresa de Calcuta.

A través de un mensaje enviado por su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_Es, el Papa Francisco recordó la frase de la Madre Teresa “tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír” por lo que exhortó a imitar su alegría.

“Llevemos en el corazón su sonrisa y donémosla a cuantos encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza”, escribió el Papa.


La Iglesia celebra cada 5 de septiembre la fiesta de Santa Teresa de Calcuta porque falleció el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta (India) a los 87 años.

Fue beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003 y canonizada por el Papa Francisco el 4 de septiembre del 2016 en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

La Madre Teresa nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, en ese entonces parte de Albania y hoy territorio de Macedonia.

Su nombre fue Gonxha Agnes Bojaxhiu, pero adoptó el de Teresa al ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María.

Fue bautizada un día después de nacer, recibió la Primera Comunión a los 5 años, y la Confirmación un año después.

Ingresó a la Congregación de las Hermanas de Loreto en 1928; al año siguiente llegó a la India, e hizo sus primeros votos en 1937.

Permaneció 20 años en dicha congregación, hasta que Dios le mostraría otros caminos. Así, el 7 de octubre de 1950 fundó a las Misioneras de la Caridad, congregación con el carisma: “entregarse a los más pobres entre los pobres”.

En 1963 fundó la rama masculina de la congregación, Hermanos Misioneros de la Caridad; en 1973 a las Hermanas Contemplativas, en 1979 a los Hermanos Contemplativos. En 1984 fundó a los Padres Misioneros de la Caridad y el movimiento Corpus Christi para sacerdotes.

En 1979, la Madre Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor acercando a los pueblos. Ella, católica en un país de mayoría hindú y musulmana como la India, había logrado hermanar a todos en una causa común: defender al ser humano.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia.

En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo.


 

MADRE TERESA DE CALCUTA.......... RUEGA POR NOSOTROS!!!!!



MADRE TERESA DE CALCUTA... RUEGA POR NOSOTROS

 Y así acogió a cada pobre y doliente, como al mismo Cristo.

Madre Teresa de Calcuta, humilde hija de Dios, misionera de la caridad, tuvo la gracia de ver el rostro de Jesús en los pobres más pobres. Las palabras que Jesús dijo a su madre, María, “Madre, he ahí a tu hijo”, imagino yo, sonaban en Madre Teresa, cada vez que recibía a un niño. Luchadora infatigable por la vida, buscaba la adopción como una vía para evitar el aborto. Y es que, si ves a Jesús en cada niño y niña en riesgo, ¿cómo podrías dejarle morir?, ¿cómo no amarle? …en la Madre Teresa se cumplieron las palabras de Jesús, bienaventurados los humildes de corazón, porque ellos verán a Dios. Y aquello que hicieras por los más pobres a mí me lo hiciste.

Intensa vida de caridad e intensa vida de oración. En una ocasión la superiora de uno de sus conventos le escribió a la Madre Teresa pidiéndole que en vez de dos horas de oración les permitiera hacer solo una, ya que el trabajo les ocupaba casi todo su tiempo. A lo que Madre Teresa respondió, que, en vez de dos, harían tres horas de oración. Porque cuanto más duro es el trabajo, más fuerza y motivaciones necesitamos para resistir y esas fuerzas solo las encontramos en la oración.

De rodillas ante el sagrario recuperamos nuestras fuerzas para volver al mundo y darnos.

domingo, 4 de septiembre de 2022

10 CONSEJOS IMPRESCINDIBLES PARA MANTENER LA SALUD ESPIRITUAL



 10 consejos imprescindibles

 para mantener la salud espiritual

Solemos poner las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores

Por: P. Ed Broom | Fuente: Catholic Exchange // PildorasdeFe.net



Alimentación orgánica saludable, centros de salud física, tomar varios suplementos vitamínicos, escapadas de vacaciones a hoteles exóticos, y muchos otros son todos intentos por mantener una buena salud corporal.

Sin duda, todo esto puede ser bueno por una simple razón: nuestro cuerpo es el templo del espíritu santo. Por consiguiente, debemos ser guardianes y custodios responsables del regalo de nuestro cuerpo que Dios en su generosidad nos dio.

Sin embargo, a menudo existe este error: ponemos las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores.

La palabra de nuestro señor y salvador Jesucristo nos enseña la siguiente verdad:

"Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?  Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?" (Marcos 8,36-37)


Evitar el daño

En un nivel humano y natural, debemos hacer un esfuerzo común para evitar lo que podría dañar nuestro cuerpo. Los buenos padres le han enseñado esto a sus hijos desde el comienzo: no juegues con fuego, mira dos veces antes de cruzar la calle, no estés con  malas compañías, come tus vegetales, duerme temprano, limpia tus dientes antes de acostarte, lava tus manos antes de comer, limpia tu cuarto.


En definitiva, la limpieza es próxima a la santidad.

Todo lo anteriormente mencionado son consejos comunes que los padres han dado a sus hijos durante años. Debemos elevar esto a un plano sobrenatural más alto y dar consejos de cómo evitar lo que puede perjudicar a nuestra alma inmortal, que tiene más valor que todo el universo creado.

En efecto, podemos pecar mediante pensamiento, palabra, obra y omisión; al no hacer lo que Dios nos exige hacer.  


Evitar ocasiones cercanas al pecado es una cualidad indispensable en nuestra búsqueda de la santidad y a la adquisición de nuestra corona de gloria que llamamos vida eterna.


1.- Evite los chismes y a los chismosos

Jesús dijo claramente que seremos juzgados por cada palabra que sale de nuestra boca, y también dijo que de la abundancia del corazón habla la boca.

Si tenemos el hábito de frecuentar a individuos que son unos chismosos incorregibles, entonces debemos hacer un cambio y no frecuentarlos más.

Leer el capítulo 3 de la Carta al apóstol Santiago, es un excelente capítulo en las escrituras acerca de los pecados de la lengua.  


2.- Vístase apropiadamente

No debemos ser ocasión de pecado para los demás. Nuestro cuerpo es un templo sagrado desde el bautismo.

San Pablo nos recuerda que somos embajadores de Cristo, eso significa representantes del señor de señores y rey de reyes. Debemos vestirnos de acorde a esto.

Cuando decimos vestirse apropiadamente no solamente es en la iglesia, como si este fuera el único lugar para vestirse con decoro y modestia, debemos hacerlo a todo hora y en todo lugar. Nunca debemos olvidar que somos cristianos 24/7 y eso significa siempre.


3.- Evite las malas compañías

San Pablo decía que las malas compañías corrompen la moral. Este proverbio expresa concisamente la siguiente verdad:

"Dime con quién andas y te diré quién eres".

No tenemos que ser genios para saber que tendemos imitar a nuestros amigos y a nuestros compañeros.

Oremos por la gracia de encontrar uno o dos amigos que sean realmente nobles, honestos, puros, cristianos trabajadores y habrás descubierto un verdadero tesoro.  La sabiduría del viejo testamento nos enseña que encontrar un buen amigo es encontrar un tesoro.


4.- Cuide su mirada

Otro proverbio es oportuno para este concepto: "La curiosidad mató al gato". Peor aún, la mirada pícara del Rey David resultó en el adulterio con Betsabé, y eventualmente en el asesinato de su marido, el valiente y honesto soldado Urías de hitita (2 Samuel 11).


El santo hombre Job afirmó:

"Yo establecí un pacto con mis ojos para no fijar la mirada en ninguna joven" (Job 31,1)

Finalmente, Jesús lo deja por sentado en una de sus Bienaventuranzas:

"Benditos los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5,8)

En un mundo colmado con imágenes impuras, humanas y digitales, más que nunca necesitamos tener estricta custodia de nuestros sentidos, en especial nuestra vista.


5.- Evitar ser impulsivo

Otra actitud o disposición que debemos evitar es rendirnos a nuestra impulsividad, en todos los sentidos, pero especialmente al hablar.

Un buen proverbio indica: "Piensa antes de hablar". Otro proverbio, que de algún modo hace caer en cuenta a aquellos que hablan y después piensan es el siguiente: "No digas algo de lo que te puedas arrepentir". 

A un nivel espiritual más elevado Santiago nos advierte:

"Debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar".

Santo Tomás de Aquino ofrece esta interesante perspectiva:

"Dios nos ha dado dos orejas y una boca para así escuchar el doble de lo que hablamos".

¡Medita sobre esto antes de hablar!


6.- Medios electrónicos

De suma importancia para todos los que ahora vivimos en este universo electrónico es la extrema necesidad de prestar atención acerca del uso de los medios electrónicos actuales.

Como dijo el Venerable Fulton Sheen:

"Obviamente nunca abriremos la boca para escarbar en la basura".

También estableció que: podemos fácilmente ser embebidos y absorbidos por la basura moral con nuestros ojos.

Un buen vomito puede liberarnos de la basura física consumida. Sin embargo, puede llevar años borrar o eliminar una imagen que hemos visto de una de las muchas fuentes del moderno mundo de los medios electrónicos.

Nuestra mente es un gran archivo que guarda todas nuestras experiencias, todo lo que hemos hecho, al igual que todo lo que hemos visto.  or consiguiente, debemos ser estrictos con nosotros mismos y con nuestros hijos acerca de lo que traemos a nuestras mentes y nuestros corazones a través de lo que vemos.


7.- Síndrome de teleadicto

La ociosidad es el taller del diablo, es otro proverbio a tomar en cuenta. En otras palabras, si no tenemos nada que hacer, entonces el diablo nos dará muchas cosas por hacer.

San Juan Bosco tenía un miedo mortal de la época de vacaciones para la juventud y adolescentes.

El trabajo es bueno para todos nosotros. El trabajo perfecciona nuestro carácter y ayuda a cultivar nuestros talentos. El trabajo sirve como medio para ayudar a los demás. El trabajo fue lo que Dios le ordenó a Adán después del pecado original:

"Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado". (Génesis 3,19)


8.- Pereza mental

Para darle seguimiento al punto siete el síndrome del teleadicto, está la pereza mental. Otro eslogan juvenil es: "Si no lo usas lo pierdes".

Dios nos ha dotado a todos con una mente que él desea cultivemos. Un jardín que no se cultiva bien rápidamente le crece maleza. Una mente que no se cultiva permite el crecimiento de maleza en el cerebro.

Esta pereza mental puede ser prevenida o corregida a través del excelente hábito de la buena lectura.

Nunca hemos vivido en un mundo con tanta confusión. Sin embargo, nunca habíamos vivido en un mundo con tan buena literatura. Depende de nosotros encontrar buena literatura y formar el hábito de la lectura.

Algunos de nuestros mejores amigos pueden ser los buenos libros. San Ignacio recibió la gracia de su conversión a través de la lectura de buenos libros: La vida de los Santos.


9.- Evitar comer demasiado

La gula es uno de los siete pecados capitales. La definición de la glotonería es: Un deseo desordenado de comer y beber. Muchos problemas de salud son resultado de malos hábitos alimenticios.

También la glotonería, la lujuria y la pereza a menudo trabajan juntas como un equipo para llevarnos al pecado. ¿Cuál es el remedio? Aquí lo tienes: Orar por un autentica hambre de Jesús, el pan de vida (Leer a Juan, capítulo 6:22-71, la palabra del pan de vida).

En el Padre Nuestro rezamos: "Danos hoy el pan nuestro de cada día". Esto puede ser interpretado de una manera sacramental, el hábito de ir a misa y recibir a Jesús en la sagrada comunión, el verdadero pan de vida. Esto nos ayudará a subordinar los deseos del cuerpo al dominio de la voluntad.


10.- Evitar opiniones contrarias a nuestra madre María

Muchos protestantes rechazan vehementemente el poder de la intercesión de María, para su propio detrimento espiritual.

María nunca, y digo nunca, nos distancia de Jesús. Por el contrario, como afirma San Luis de Montfort:

"María es el camino más rápido, seguro y más corto hacia Jesús".

María es el ATAJO a la Unión con Jesús, si te gusta verlo así. Las últimas palabras de María grabadas en la Sagrada Escritura fueron pronunciadas en la fiesta de la boda de Caná:


"Hagan lo que Él les diga". (Juan 2,5)

¡Sin duda, el mejor consejo en todo el mundo! Nuestra señora sirve como puente a la unión con Jesús.

A continuación las palabras del Cura de Ars, San Juan María Vianney:

"Todo lo que el Hijo pide al Padre se lo concede. Todo aquello que la Madre pide al Hijo le es igualmente concedido".

San Efrén, con su mística y destello poético  exclama:

"La incomparable Madre de Dios es el más puro incensario de oro. En sus oraciones se ofrece al Dios eterno".

Por último, medita en oración sobre las palabras de San Maximiliano Kolbe:

"Colocaos en las manos de María; ella pensará en todo y proveerá las necesidades de tu cuerpo y alma. Por lo tanto, está en paz, en paz total, con confianza ilimitada en ella".


CONCLUSIÓN

Es muy cierto que debemos evitar todos los peligros que pueden comprometer tan fácilmente la salud de nuestro cuerpo, aquello que pertenece a nuestra vida natural. Sin embargo, debemos tomar una decisión más firme por nuestra parte, y por el beneficio de quienes nos han confiado a nuestro cuidado, para evitar todo el veneno moral que puede posiblemente matar la vida espiritual en nuestras almas.

¡Que nuestra señora logre para nosotros la gracia de amar a Dios con todos nuestros corazones, mentes y almas para que un día el cielo sea nuestro hogar y lugar de perpetuo reposo!

Santa María, ruega por nosotros los pobres pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

SEGUIDORES LÚCIDOS.... MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE DE 2022



SEGUIDORES LÚCIDOS

Es un error pretender ser «discípulos» de Jesús sin detenernos a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.

Las dos imágenes que emplea Jesús son muy concretas. Nadie se pone a «construir una torre» sin reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso empezar a «construir» y no poder llevar a término la obra iniciada.

El Evangelio que propone Jesús es una manera de «construir» la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar nuestra existencia. Por eso no es posible vivir de manera evangélica sin detenernos a reflexionar sobre las decisiones que hay que tomar en cada momento.

También es claro el segundo ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene a atacar con un ejército mucho más poderoso sin reflexionar previamente si aquel combate terminará en victoria o será una derrota. Seguir a Jesús es enfrentarse con los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita lucidez, responsabilidad y decisión.

En los dos ejemplos se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuentan para llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.

Es un error ahogar el diálogo e impedir el debate en la Iglesia de Jesús. Necesitamos más que nunca deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy sus seguidores. «Sentarnos» para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario, nuestra evangelización será una «torre inacabada».

Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

gruposdejesus.com

Lc (14,25-33)


EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE DE 2022



 Domingo XXIII (C) del tiempo ordinario

Domingo 4 de septiembre de 2022



1ª Lectura (Sab 9,13-18): ¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría.



Salmo responsorial: 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.

Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.

2ª Lectura (Flm 9b-10.12-17): Querido hermano: Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que silo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.

Versículo antes del Evangelio (Sal 118,135): Aleluya. Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»




«El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García

(Rubí, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos indica el lugar que debe ocupar el prójimo en nuestra jerarquía del amor y nos habla del seguimiento a su persona que debe caracterizar la vida cristiana, un itinerario que pasa por diversas etapas en el que acompañamos a Jesucristo con nuestra cruz: «Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío» (Lc 14,27).

¿Entra Jesús en conflicto con la Ley de Dios, que nos ordena honrar a nuestros padres y amar al prójimo, cuando dice: «Si alguno viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,26)? Naturalmente que no. Jesucristo dijo que Él no vino a derogar la Ley sino a llevarla a su plenitud; por eso Él da la interpretación justa. Al exigir un amor incondicional, propio de Dios, declara que Él es Dios, que debemos amarle sobre todas las cosas y que todo debemos ordenarlo en su amor. En el amor a Dios, que nos lleva a entregarnos confiadamente a Jesucristo, amaremos al prójimo con un amor sincero y justo. Dice san Agustín: «He aquí que te arrastra el afán por la verdad de Dios y de percibir su voluntad en las santas Escrituras».

La vida cristiana es un viaje continuo con Jesús. Hoy día, muchos se apuntan, teóricamente, a ser cristianos, pero de hecho no viajan con Jesús: se quedan en el punto de partida y no empiezan el camino, o abandonan pronto, o hacen otro viaje con otros compañeros. El equipaje para andar en esta vida con Jesús es la cruz, cada cual con la suya; pero, junto con la cuota de dolor que nos toca a los seguidores de Cristo, se incluye también el consuelo con el que Dios conforta a sus testigos en cualquier clase de prueba. Dios es nuestra esperanza y en Él está la fuente de vida.

IMÁGENES Y HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA BEATIFICACIÓN JUAN PABLO I












⛪ BEATIFICACION DE JUAN PABLO I | "El nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica solo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria. Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir (cf. A. Luciani/Juan Pablo I, Opera omnia, Padua 1988, vol. II, 11). Por eso, decía: «¡El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes! Aun si han hecho cosas grandes, digan: siervos inútiles somos» (Audiencia General, 6 septiembre 1978). Papa Francisco
📷 Daniel Ibáñez





Homilía del Papa Francisco en la beatificación de Juan Pablo I
Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco beatificó este domingo 4 de septiembre a Juan Pablo I, conocido como “el Papa de la sonrisa” cuyo Pontificado duró solo 33 días.

En su homilía, el Santo Padre dijo que el Papa Luciani con su sonrisa “logró transmitir la bondad del Señor” y añadió que “es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, un rostro sereno y un rostro sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está́ enfadada, una Iglesia no enfadada, ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado, cayendo en el ‘indietrismo’”.

A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Jesús estaba en camino hacia Jerusalén y el Evangelio de hoy dice que junto con Él «iba un gran gentío» (Lc 14,25). Ir con Jesús significa seguirlo, es decir, ser sus discípulos. Sin embargo, a estas personas el Señor les hace un discurso poco atractivo y muy exigente: el que no lo ama más que a sus seres queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser su discípulo (cf. vv. 26-27.33). ¿Por qué Jesús dirige esas palabras a la multitud? ¿Cuál es el significado de sus advertencias? Intentemos responder a estas preguntas.

En primer lugar, vemos una muchedumbre numerosa, mucha gente que sigue a Jesús. Podemos imaginar que muchos habían quedado fascinados por sus palabras y asombrados por los gestos que realizó; y, por tanto, habían visto en Él una esperanza para su futuro.

¿Qué habría hecho cualquier maestro de aquella época, o -podemos preguntarnos- qué habría hecho un líder astuto al ver que sus palabras y su carisma atraían a las multitudes y aumentaban su popularidad? Sucede también hoy, especialmente en los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más expuestos a sentimientos de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos volvemos más vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el “salvador” que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación, su poder aumenten, su figura, su capacidad de tener las cosas en un puño.

El Evangelio nos dice que Jesús no actúa de ese modo. El estilo de Dios es distinto. Es importante entender cómo actúa Dios. El estilo de Dios es distinto porque Él no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo. Él no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas. No profesa el culto a los números, no busca la aceptación, no es un idólatra del éxito personal. Al contrario, parece que le preocupa que la gente lo siga con euforia y entusiasmos fáciles. De esta manera, en vez de dejarse atraer por el encanto de la popularidad, porque la popularidad encanta, en vez de dejarse atraer por el encanto de la popularidad, pide que cada uno discierna con atención las motivaciones que le llevan a seguirlo y las consecuencias que eso implica.

Quizá muchos de esa multitud, en efecto, seguían a Jesús porque esperaban que fuera un jefe que los liberara de sus enemigos, alguien que conquistara el poder y lo repartiera con ellos; o bien, uno que, haciendo milagros, resolviera los problemas del hambre y las enfermedades. De hecho, se puede ir en pos del Señor por varias razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas.

Detrás de una perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras cosas. Esto sucede hoy entre los cristianos. Pero este no es el estilo de Jesús. Y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia. Si alguno sigue a Jesús por intereses personales, se ha equivocado de camino.

El Señor pide otra actitud. Seguirlo no significa entrar en una corte o participar en un desfile triunfal, y tampoco recibir un seguro de vida. Al contrario, significa cargar la cruz (cf. Lc 14,27). Es decir, tomar como Él las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso que Él tiene por nosotros. Se trata de decisiones que comprometen la totalidad de la existencia; por eso Jesús desea que el discípulo no anteponga nada a este amor, ni siquiera los afectos más entrañables y los bienes más grandes.

Pero para hacer esto es necesario mirarlo más a Él que a nosotros mismos, aprender a amar, obtener ese amor del Crucificado. Allí vemos el amor que se da hasta el extremo, sin medidas y sin límites. La medida del amor es amar sin medida.

Nosotros mismos -dijo el Papa Luciani- «somos objeto, por parte de Dios, de un amor que nunca decae» (Ángelus, 10 septiembre 1978). Que nunca decae, es decir, que no se eclipsa nunca en nuestra vida, que resplandece siempre sobre nosotros y que ilumina también las noches más oscuras.

Y entonces, mirando al Crucificado, estamos llamados a la altura de ese amor: a purificarnos de nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la Iglesia y en la sociedad, también a aquellos que no piensan como nosotros, e incluso a los enemigos.

Amar; aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad, aunque nos pongan obstáculos y seamos perseguidos. Porque -como dijo también Juan Pablo I- si quieres besar a Jesús crucificado «no puedes por menos de inclinarte hacia la cruz y dejar que te puncen algunas espinas de la corona, que tiene la cabeza del Señor» (Audiencia General, 27 septiembre 1978).

El amor hasta el extremo, con todas sus espinas; no las cosas hechas a medias, las componendas o la vida tranquila. Si no apuntamos hacia lo alto, si no arriesgamos, si nos contentamos con una fe al agua de rosas, somos —dice Jesús— como el que quiere construir una torre, pero no calcula bien los medios para hacerlo; éste “pone los cimientos” y después “no puede terminar el trabajo” (cf. v. 29). Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos, dejamos las cosas incompletas: las relaciones, el trabajo, las responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe.

Y entonces acabamos por vivir a medias; y cuánta gente vive a medias, también nosotros, muchas veces tenemos la tentación de vivir a medias. Vivir sin dar nunca el paso decisivo, esto significa vivir a medias, sin despegar, sin apostar todo por el bien, sin comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Vive el Evangelio, vive la vida sin concesiones.

Hermanos, hermanas, el nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica solo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria. Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir (cf. A. Luciani/Juan Pablo I, Opera omnia, Padua 1988, vol. II, 11). Por eso, decía: «¡El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes! Aun si han hecho cosas grandes, digan: siervos inútiles somos» (Audiencia General, 6 septiembre 1978).

Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, un rostro sereno y un rostro sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está́ enfadada, una Iglesia no enfadada, ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado, cayendo en el ‘indietrismo’.

Roguemos a este padre y hermano nuestro, pidámosle que nos obtenga “la sonrisa del alma”, aquella transparente, que no engaña, “la sonrisa del alma”; supliquemos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas» (Audiencia General, 13 septiembre 1978). Amén.



El Papa Francisco invita a imitar la humildad y la alegría del Beato Juan Pablo I
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa


Durante la beatificación de Juan Pablo I, el Papa Francisco destacó este domingo 4 de septiembre la humildad y la alegría de Albino Luciani y alentó a imitar su ejemplo para “vivir sin concesiones”, “no a medias”, a amar “hasta el extremo”.

El Santo Padre presidió el rito de la beatificación y pronunció la homilía, mientras que la Santa Misa fue presidida por el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el Cardenal Marcello Semeraro.

Durante la liturgia eucarística el Papa permaneció sentado a un costado del altar.

La Eucaristía fue concelebrada por el postulador de la causa, el Cardenal Beniamino Stella, el secretario de Estado Vaticano y presidente de la Fundación Vaticana Juan Pablo I, el Cardenal Pietro Parolin, y también por numerosos cardenales, obispos y sacerdotes.

La ceremonia se llevó a cabo en la plaza de San Pedro del Vaticano, en un clima lluvioso.

En su homilía, el Papa invitó a imitar a Jesús para “amar sin medida”, mirando al Crucificado para “purificarnos de nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la Iglesia y en la sociedad, también a aquellos que no piensan como nosotros, e incluso a los enemigos”.

“Amar; aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad, aunque nos pongan obstáculos y seamos perseguidos. Porque -como dijo también Juan Pablo I- si quieres besar a Jesús crucificado no puedes por menos de inclinarte hacia la cruz y dejar que te puncen algunas espinas de la corona, que tiene la cabeza del Señor”, dijo el Papa.

En esta línea, el Santo Padre alentó a amar “hasta el extremo, con todas sus espinas; no las cosas hechas a medias, las componendas o la vida tranquila”.

“Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos, dejamos las cosas incompletas: las relaciones, el trabajo, las responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe”, advirtió.

“¡Cuánta gente vive a medias! También nosotros, muchas veces tenemos la tentación de vivir a medias. Vivir sin dar nunca el paso decisivo, esto significa vivir a medias, sin despegar, sin apostar todo por el bien, sin comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Vive el Evangelio, vive la vida sin concesiones”, invitó el Papa Francisco.

Por ello, el Papa invitó a imitar al nuevo beato Juan Pablo I porque “vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica solo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria” y añadió que “por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde”.

“Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, un rostro sereno y un rostro sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está́ enfadada, una Iglesia no enfadada, ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado, cayendo en el ‘indietrismo’”, indicó el Papa.

De este modo, el Papa Francisco sugirió pedir “la sonrisa del alma” que es una sonrisa “transparente, que no engaña” y sugirió rezar con las palabras de Juan Pablo I “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas”.

Antes de concluir la ceremonia, el Papa Francisco dedicó un particular saludo a las delegaciones oficiales presentes, encabezadas por el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella y agradeció la presencia de los fieles procedentes de Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, Diócesis en las que ejerció su ministerio sacerdotal y episcopal el Beato Albino Luciani.

Luego, el Santo Padre invocó su oración a la Virgen María “para que obtenga el don de la paz en todo el mundo, especialmente en la martirizada Ucrania”.

“Que Ella, la primera y perfecta discípula del Señor, nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de vida de Juan Pablo I”, rezó el Santo Padre.

Al finalizar la Misa, el Papa Francisco saludó en silla de ruedas a los cardenales presentes y recorrió en el papamóvil los pasillos de la plaza de San Pedro para saludar y bendecir a los miles de fieles presentes en el Vaticano.



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