domingo, 25 de mayo de 2025

LA PROMES DEL ESPÍRITU SANTO



La promesa del Espíritu Santo


"El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14, 26). Esta es la gran promesa que hizo Jesús durante la última Cena. Al acercarse el momento de la cruz, tranquiliza a los Apóstoles, diciéndoles que no se quedarán solos: el Espíritu Santo, el Paráclito, estará con ellos y los sostendrá en la gran misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo.

 

En la lengua original griega, el término Paráclito indica al que acompaña, para proteger y ayudar a una persona. Jesús vuelve al Padre, pero continúa la obra de enseñanza y animación de sus discípulos mediante el don del Espíritu.

 

¿En qué consiste la misión del Espíritu Santo prometido? Como acabamos de escuchar en el texto tomado del evangelio de san Juan, es Jesús mismo quien la explica: "Será él quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14, 26). Jesús ya ha comunicado todo lo que quería decir a los Apóstoles: con él, Verbo encarnado, se ha completado la revelación. El Espíritu hará "recordar", es decir, comprender en plenitud y vivir concretamente las enseñanzas de Jesús. Esto es lo que sucede aún hoy en la Iglesia. Como afirma el concilio ecuménico Vaticano II, bajo la guía y con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, "la Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad divina, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios" (Dei Verbum, 8).

 

"El ángel (...) me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios trayendo la gloria" (Ap 21, 10). La visión de la Jerusalén celestial, descrita de modo impresionante en el Apocalipsis, nos muestra la meta hacia la que tienden la Iglesia y la humanidad entera. Es la meta de la comunión plena y definitiva de los hombres con Dios. Teniéndola a la vista, los creyentes se comprometen a vivir el Evangelio y contribuyen al mismo tiempo a la construcción de una ciudad terrena según el corazón de Dios.

 

María, a la que durante este mes de mayo veneramos e imploramos con devoción especial como nuestra Madre celestial, proteja siempre vuestra comunidad y toda la diócesis de Roma. Ella, la primera que acogió en su seno virginal al Verbo divino, nos ayude a asemejarnos cada vez más a su divino Hijo, dispuestos a anunciar fielmente la palabra del Evangelio y a testimoniarlo con la coherencia de nuestra vida. Amén. 

LA PAZ COMO DON DEL ESPÍRITU



 La paz como don del Espíritu.


El pasaje evangélico que hoy contemplamos está impregnado de la atmósfera íntima de la Última Cena. Ante la inminencia de su partida, el Señor dirige a sus discípulos palabras de extraordinaria profundidad, revelándoles el misterio de la presencia divina en sus vidas.

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.» Esta promesa asombrosa trasciende la mera proximidad para hablarnos de inhabitación. El corazón humano es elevado a la dignidad de templo vivo donde la Trinidad establece su morada. Pero esta presencia no es automática; está condicionada por el amor que se verifica en la obediencia a la palabra de Cristo.

El Señor anuncia luego la venida del Espíritu Santo, el Paráclito, enviado por el Padre en su nombre. Su misión es doble: enseñar y recordar. No se trata de revelar nuevas doctrinas, sino de iluminar interiormente la comprensión de las palabras ya pronunciadas por Jesús y mantenerlas vivas en la memoria de la Iglesia.


La paz os dejo, mi paz os doy

«La paz os dejo, mi paz os doy.» En vísperas de su pasión, Cristo ofrece como legado precioso su propia paz. Esta paz no consiste en la mera ausencia de conflictos externos, sino en una armonía interior que brota de la reconciliación con Dios y se manifiesta en relaciones restauradas con los hermanos. A diferencia de la paz efímera y superficial que ofrece el mundo, la paz de Cristo penetra hasta las profundidades del ser humano y permanece incluso en medio de las tribulaciones.

«No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.» El Señor conoce la fragilidad humana y prevé la angustia que embargará a sus discípulos. Por eso, anticipa palabras de aliento que se convertirán en luz en las horas oscuras. La serenidad del cristiano no nace de la ignorancia ante los peligros, sino de la confianza en la victoria ya alcanzada por Cristo.

Finalmente, el Señor revela el sentido de su partida: «Me voy y vuelvo a vosotros… voy al Padre.» La aparente ausencia física se transformará en presencia espiritual más intensa a través del don del Espíritu.

Que la paz de Cristo, fruto del Espíritu Santo, habite en nuestros corazones y se irradie a un mundo marcado por la agitación y el miedo.



EL PAPA LEÓN XIV EN EL REGINA COELI: LES PIDO QUE SE SOSTENGA CON SU ORACIÓN Y CERCANÍA



El Papa León XIV en el Regina Coeli: “Les pido que me sostengan con su oración y cercanía”


Por Victoria Cardiel

25 de mayo de 2025


En el primer Regina Coeli que presidió desde la ventana del Palacio Apostólico, el Papa León XIV ha agradecido a los fieles “el afecto” que le están manifestando, al tiempo que les ha pedido —como también solía hacer su predecesor, Francisco— que recen por él.


“Desde hace pocos días he comenzado mi ministerio entre ustedes y deseo, ante todo, agradecerles el afecto que me están manifestando; al mismo tiempo, les pido que me sostengan con su oración y cercanía”, exclamó el Pontífice, que hasta el domingo anterior había rezado la oración mariana desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Miles de personas se congregaron este domingo en la plaza vaticana con banderas de distintos países y con carteles en los que ponía “¡Viva el Papa León XIV!”, con los que le mostraban su cariño.

En su alocución, el Pontífice reconoció que “en todo aquello a lo que el Señor nos llama, tanto en el camino de la vida como en el de la fe, a veces nos sentimos insuficientes”.

Sin embargo, justamente a la luz del Evangelio de este domingo, aseguró que no hay que fijarse en las fuerzas de cada uno, “sino en la misericordia del Señor que nos ha elegido, seguros de que el Espíritu Santo nos guía y nos enseña todo”.

Y agregó a este respecto: “Es hermoso que, al mirar nuestro llamado, las realidades y personas que nos han sido confiadas, los compromisos que llevamos adelante y nuestro servicio en la Iglesia, cada uno de nosotros pueda decir con confianza: aunque soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad, al contrario, viene a habitar dentro de mí”.


Ordenan a 20 nuevos sacerdotes del Opus Dei en Roma

El Papa León XIV reflexionó también sobre la actitud de los apóstoles que, en la víspera de la muerte del Maestro, “se encontraban turbados y angustiados, preguntándose cómo podrían ser continuadores y testigos del Reino de Dios”. Pero cuando Jesús se les aparece, les anuncia el don del Espíritu Santo con esta promesa maravillosa: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a Él y habitaremos en Él”, señaló.

“De este modo, Jesús libera a los discípulos de toda angustia y preocupación y puede decirles: ¡No se inquieten ni teman!”, manifestó.

Así explicó que “si permanecemos en su amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios y ese amor nos ilumina, va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás e iluminar todos los ámbitos de nuestra existencia”.


Dios se revela especialmente en los pequeños

Por otro lado, remarcó que Dios “se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren, pidiéndonos ser cristianos atentos y compasivos”. 

Asimismo, también pidió a los cristianos el compromiso de llevar el amor de Dios “a todas partes” y encomendó esta solicitud a la intercesión de la Virgen María. “Él me acompaña con su Espíritu, me ilumina y me convierte en instrumento de su amor para los demás, para la sociedad y para el mundo. Queridos amigos, sobre el fundamento de esta promesa, caminemos en la alegría de la fe, para ser templo santo del Señor”, expresó.

Como ya es habitual, en vez de recitar el Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua, el Papa León XIV prefirió cantarlo.


Después del rezo del Regina Coeli, el Papa León XIV recordó con emoción al sacerdote polaco Stanisław Streich, que fue beatificado este sábado en Poznań, Polonia, en una ceremonia presidida por el Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos.

El 27 de febrero de 1938, durante una misa dominical para niños, el P. Streich fue asesinado a tiros por un activista comunista en el momento de la consagración de la Eucaristía. Según testigos, el asesino disparó varias veces al sacerdote y luego gritó desde el púlpito: “¡Viva el comunismo!”. Este acto fue reconocido por el Vaticano como un martirio “en odio a la fe” (in odium fidei), lo que permitió su beatificación.

Así, el Pontífice destacó que “su obra en favor de los pobres y de los obreros enfurecía a los seguidores de la ideología comunista”. A partir de su testimonio, exhortó: “Su ejemplo pueda estimular en particular a los sacerdotes a entregarse generosamente por el Evangelio y por los hermanos”.

El Papa León XIV también recordó la Jornada de Oración por la Iglesia en China, que se celebra cada 24 de mayo, coincidiendo con la memoria litúrgica de la Virgen María, Auxilio de los Cristianos, venerada especialmente en el santuario de Sheshan, cerca de Shanghái.

En esta jornada, instituida por Benedicto XVI, “en las iglesias, en los santuarios de China y en todo el mundo se elevaron oraciones a Dios como signo del afecto por los católicos chinos y de su comunión con la Iglesia universal”, aseguró. Así, pidió a la Virgen que “obtenga para ellos y para nosotros la gracia de ser testigos fuertes y gozosos del Evangelio, incluso en medio de las pruebas, para promover siempre la paz y la armonía”.

El Pontífice también recordó “a todos los pueblos que sufren a causa de la guerra” y reivindicó el “coraje y la perseverancia” de quienes están comprometidos “en el diálogo y en la búsqueda sincera de la paz”.

Con motivo del décimo aniversario de la encíclica Laudato Si’, firmada por el Papa Francisco el 24 de mayo de 2015, el Pontífice americano recordó su impacto global: “Ha tenido una extraordinaria difusión, inspirando innumerables iniciativas y enseñando a todos a escuchar el doble grito de la tierra y de los pobres”. Así, agradeció a quienes continúan comprometidos con su legado, como por ejemplo el movimiento Laudato Si’. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 DE MAYO DE 2025



El Evangelio de hoy Domingo 25 de mayo de 2025

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 


Hechos 15, 1-2. 22-29

En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés, no podrían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros.

Los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la comunidad cristiana, juzgaron oportuno elegir a algunos de entre ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Los elegidos fueron Judas (llamado Barsabás) y Silas, varones prominentes en la comunidad. A ellos les entregaron una carta que decía:

“Nosotros, los apóstoles y los presbíteros, hermanos suyos, saludamos a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia, convertidos del paganismo. Enterados de que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, los han alarmado e inquietado a ustedes con sus palabras, hemos decidido de común acuerdo elegir a dos varones y enviárselos, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo, que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, quienes les trasmitirán, de viva voz, lo siguiente: ‘El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias. A saber: que se abstengan de la fornicación y de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si se apartan de esas cosas, harán bien’. Los saludamos”.



Segunda lectura

Lectura del Libro del Apocalipsis

Apocalipsis 21, 10-14. 22-23


Un ángel me transportó en espíritu a una montaña elevada, y me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra preciosa, como el de un diamante cristalino.


Tenía una muralla ancha y elevada, con doce puertas monumentales, y sobre ellas, doce ángeles y doce nombres escritos, los nombres de las doce tribus de Israel. Tres de estas puertas daban al oriente, tres al norte, tres al sur y tres al poniente. La muralla descansaba sobre doce cimientos, en los que estaban escritos los doce nombres de los apóstoles del Cordero.


No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son el templo. No necesita la luz del sol o de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.

Evangelio del Día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 

Juan 14, 23-29


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y  haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.

La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”.





Las palabras de los Papas

«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14, 27). En este día de Resurrección, él la da en plenitud y esa paz se convierte para la comunidad en fuente de alegría, en certeza de victoria, en seguridad por apoyarse en Dios. También a nosotros nos dice: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14, 1). Después de este saludo, Jesús muestra a los discípulos las llagas de las manos y del costado (cf. Jn 20, 20), signos de lo que sucedió y que nunca se borrará: su humanidad gloriosa permanece «herida». Este gesto tiene como finalidad confirmar la nueva realidad de la Resurrección: el Cristo que ahora está entre los suyos es una persona real, el mismo Jesús que tres días antes fue clavado en la cruz. Y así, en la luz deslumbrante de la Pascua, en el encuentro con el Resucitado, los discípulos captan el sentido salvífico de su pasión y muerte. Entonces, de la tristeza y el miedo pasan a la alegría plena. La tristeza y las llagas mismas se convierten en fuente de alegría. La alegría que nace en su corazón deriva de «ver al Señor» (Jn 20, 20). Él les dice de nuevo: «Paz a vosotros» (v. 21). Ya es evidente que no se trata sólo de un saludo. Es un don, el don que el Resucitado quiere hacer a sus amigos, y al mismo tiempo es una consigna: esta paz, adquirida por Cristo con su sangre, es para ellos pero también para todos nosotros, y los discípulos deberán llevarla a todo el mundo. (Papa Benedicto XVI - Audiencia general, 11 de abril de 2012) 

BUENOS DÍAS!!!





 

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