viernes, 2 de diciembre de 2011

El amor de Dios no tiene límites!

El amor de Dios no tiene límites!

        El amor de Dios es tan inmenso, que desciende a cualquier profundidad para salvar a alguien; llega a cualquier extremo para rescatarlo. ¡Él puede amar al hombre que haya caído a lo más bajo y salvarlo en su momento de mayor necesidad, cuando se encuentre en su estado más lamentable! ¡Para Él no hay límite ni extremo al que no llegaría para salvar a una pobre alma perdida con Su amor infinito y Su misericordia ilimitada! ¡Él desciende al nivel de nuestra necesidad!

        "¡El amor de Dios va más allá de lo que uno pueda describir! ¡Sobrepasa la más alta estrella y baja hasta el infierno más vil!" ¡Mira cuán grande es la misericordia de Cristo! "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mat.12:40). ¡Descendió a las entrañas del infierno para predicar el Evangelio de la liberación a los espíritus allí encarcelados! (1Pe.3:18-20)

        "¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? ¡Si subiere a los cielos, allí estás Tú; y si en el infierno hiciere mi estrado, he aquí, allí Tú estás! ¡Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra!" (Sal.139:7-10)

GRAN DIOS...


jueves, 1 de diciembre de 2011

EL AVE MARÍA...

   EL AVE MARÍA...

San Bernardo, cada vez que pasaba por delante de una imagen de la Virgen María, le saludaba diciendo "Dios te salve, María". Cuando San Bernardo murió y el cuerpo pasó por delante de la citada imagen, fue la propia Virgen María quien exclamó: "Dios te salve, hijo mío Bernardo".

Bienaventurados aquellos labios y aquellos lugares en los que se pronuncia : “Ave María”.

Vamos a analizar las palabras del Ave María en detalle a continuación:

Dios te salve, María: es un saludo que limpia los labios y el corazón, no se pueden pronunciar esta palabras con reflexión y sentimiento, sin sentirse mas buenos; porque cuando los ojos de vuestro espíritu están fijos en María, se puede ser mas bueno, mas puro y mas caritativo. La amistad con María es causa de perfección porque infunde y transfunde las virtudes de tan buena Madre en quien humilde las pide.

Llena eres de Gracia: Humildad, prontitud, pudor, plegaria... ¿Que no encontró de excelso la palabra angélica para convertirse en la primera chispa del incendio de la Encarnación?. He aquí lo que se necesita, para atraer a Jesús, vuestra adherencia a la Gracia, vuestra acogida a la Gracia, vuestro multiplicar la Gracia, vuestro aspirar a la Gracia, el cuerpo para vivir necesita respirar aire y tomar aliento, el alma para vivir, debe respirar la Gracia, y el mejor ejemplo es María.

El Señor es contigo.
Dios siempre esta con el alma en Gracia, Dios no se aleja cuando el tentador se acerca, se aleja solamente cuando se cede al Tentador y se corrompe el alma. Quien esta con Dios no es que no vea el mal, mas bien lo ve con mas claridad que muchos otros, pero el verlo no corrompe. El unido con Dios esta saturado de Dios, y cualquier otra cosa que no sea Dios queda en la superficie y no perturba el interior.

Bendita tú eres entre todas la mujeres. Esta bendición que a veces decimos imperfectamente, o que quizá ni la decimos a Aquella que con su sacrificio inicio la Redención, resuena continuamente en el Cielo, pronunciada con infinito amor por la Trinidad. Todo el Paraíso bendice a María, obra maestra de la Creación universal y Misericordia divina. Aun cuando toda la obra del Padre para crear de la nada a la tierra no hubiese servido sino para acoger a María, la obra creativa habría tenido su razón de ser, porque la perfección de María es tal, que Ella es testimonio de no solo de la sabiduría y el poder, sino del amor con el cual Dios ha creado el mundo.

Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús: Tenemos a Jesús porque treinta tres años antes María acepto beber el cáliz de la amargura, bendito el vientre purísimo que contuvo al Creador, y para dar una norma, sabed que Yo, Dios, no considero disminuirme a Mi mismo con infinito y venerante amor a mi Madre.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. A la Madre de Dios le realizamos una invocación simétrica a la de “líbranos del mal”, del Padrenuestro. Se nos ha dado una Madre y un Padre. Si pedimos al Padre que nos libre del Mal, ¿no pediremos a la Madre que aleje de nosotros la muerte en pecado?. No debemos preocuparnos de la muerte en el significado humano, sino del Mal y de la Muerte en el significado sobrenatural.

Tenemos una Madre que es poderosa por su triple condición de Hija, Esposa y Madre de Dios, y si Cristo resucita a los muertos a la Gracia, María, cuando es realmente amada, impide que la muerte nos separe de su Hijo en la eternidad.

VENGO POR TI....

VENGO POR TI

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la comida para cenar, la cual no me gustó mucho que digamos y tengo que comer la comida que no me gusta.

Voy a entrar al baño y mi hija de apenas año y medio no me deja porque quiere jugar conmigo. No entiende que estoy cansado y quiero entrar al baño.

Después, tomo mi revista para leerla en mi sillón y mi hija nuevamente quiere jugar y que la arrulle entre mis brazos. Yo quiero leer con tranquilidad mi revista, y sale mi esposa con su: "¿Qué tal me ves? Me arreglé para ti". Le digo que bien, sin despegar mis ojos de mi revista. Para variar, se enoja conmigo por que dice que no la comprendo y que nunca la escucho. No sé por qué se enoja si le pongo toda mi atención, es más, aún viendo la T.V. le pongo atención, bueno, siempre y cuando haya malos anuncios. A veces quisiera estar solo y no escuchar nada, yo sólo quiero descansar. Suficientes problemas tengo en el trabajo para escuchar los de mi casa.

Mi padre también me molesta algunas veces y entre clientes, esposa, hija, padre, me vuelven loco, quiero paz. Lo único bueno es el sueño, al cerrar mis ojos siento un gran alivio de olvidarme de todo y de todos.

-Hola, vengo por ti.

-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?

-Me manda Dios por ti, dice que escuchó tus quejas y tienes razón, es hora de descansar.

-Eso no es posible, para eso tendría que estar...

-Así es, sí lo estás; ya no te preocuparás por ver a la misma gente, ni por caminar, ni de aguantar a tu esposa con sus guisos, ni a tu pequeña hija que te moleste; es más, jamás escucharás los consejos de tu padre.

-Pero... ¿Qué va a pasar con todo? ¿Con mi trabajo?

-No te preocupes; en tu empresa ya contrataron a otra persona para ocupar tu puesto y por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo.

-¿Y mi esposa y mi hijita?

-A tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira por sus cualidades que tú nunca observaste en ella y él acepta con gusto todos sus guisos sin reclamarle nada, porque gracias a Dios y a ella, tiene algo que llevarse a la boca todos los días a diferencia de otras personas que no tienen nada que comer y pasan hambre hasta durante meses. Y además, se preocupa por tu hija y la quiere como si fuera de él y por muy cansado que siempre llegue del trabajo, le dedica tiempo para jugar; son muy felices.

-No, no puedo estar muerto.

-Lo siento, la decisión ya fue tomada.

-Pero... eso significa que jamás volveré a besar la mejillita de mi hijita; ni a decirle te amo a mi esposa; ya no veré a mis amigos para decirles lo mucho que los aprecio; ni darle un abrazo a mi padre. Ya no volveré a vivir, ya no existiré más, me enterrarán en el panteón y ahí se quedará mi cuerpo cubierto de tierra. Nunca más volveré a escuchar las palabras que me decían: "Hey amigo, eres el mejor"; "Hijo mío, estoy orgulloso de ti"; "Cuánto amo a mi esposo"; "Hermano mío, me alegro de que vinieras a mi casa"; "Papi..."

-No, no quiero morir; quiero vivir, envejecer junto a mi esposa, no quiero morir todavía...

-Pero es lo que querías, descansar, ahora ya tienes tu descanso eterno, duerme para siempre.

-No, no quiero, no quiero. ¡Por favor, Dios!

-¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una pesadilla? - dijo mi esposa despertándome.

-No, no fue una pesadilla, fue otra oportunidad para disfrutar de ti, de mi bebé, de mi familia, de todo lo que Dios creó. ¿Sabes?, Estando muerto ya nada puedes hacer y estando vivo tienes la oportunidad de hacer felices a los demás y hacer la voluntad de Dios. Una vez cerrados tus ojos, nadie te garantiza volver a abrirlos.

¡Que bello es vivir! Hoy lo logré, mañana... mañana Dios dirá

VALE LA PENA...

VALE LA PENA...

Hay momentos que sentimos que todo esta mal, que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo, que no se alcanza a ver
ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.
En esos momentos debemos de tomar todo nuestro amor, nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza y luchar por salir adelante. Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena levantarnos de nuevo, y solo puedo contestar una cosa: 
"Hagamos que nuestra vida valga la pena".

Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.
Vale la pena estar en la oscuridad y caer hasta lo mas profundo, porque ya no puedo ir más hacia abajo, de ahí en adelante todo va a ser hacia arriba hasta que vea la luz.
Vale la pena entregar todo, porque cada sonrisa y lágrima son sinceras. Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos, porque al levantarlas seré más fuerte de corazón.
Vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos, a través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.
Vale la pena cometer errores, porque me da mayor experiencia y objetividad.
Vale la pena volver a levantar la cabeza, porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.
Vale la pena volver a sonreir, porque eso demuestra que he aprendido algo más.
Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado, porque ellas forjaron lo que soy el día de hoy.
Vale la pena voltear hacia atrás, porque así se que he dejado huella en los demás.
Vale la pena vivir, porque cada minuto que pasa es una oportunidad de volver a empezar.
Todo esto son solo palabras, letras entrelazadas con el único fin de dar una idea.
Lo demás, depende de cada uno de nosotros.
Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros.
Hagamos que nuestra vida valga la pena.

SÉ FELIZ

¿Verdad que vale la pena?

EL ADVIENTO, TIEMPO DE ESPERANZA


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Adviento, tiempo de esperanza
Adviento. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo?
El Adviento, tiempo de esperanza


Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una peculiaridad. Y así como la Pascua habla de la alegría por la victoria de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder llegar a Cristo, el Adviento se convierte para los cristianos en un tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que Nuestro Señor hace a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación de la venida del “Emmanuel”, es el tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios.

El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la característica de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida.

Cuántos desánimos, cuántas fragilidades, cuántas decepciones, cuántas caídas y cuántos momentos de rendirse a la hora del trabajo espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la falta de esperanza. La falta de esperanza es fruto de una falta de fortaleza que, al mismo tiempo, es el resultado de la carencia de perspectivas de cara al futuro, que es lo acaba por hundir al alma en sí misma y le impide mirar hacia el futuro, mirar hacia Dios.

Ahora bien, la esperanza tiene dos facetas que debemos considerar de cara al Adviento. Hay una primera, que es una faceta de dinamismo. La esperanza empuja, porque es como quien ve la meta y ya no se preocupa de si está cansado o no, de si las piernas le duelen o no, ni de la distancia a la que viene el otro detrás. Sabe hacia dónde se dirige, tiene una meta presente y corre hacia ella.

La esperanza es algo semejante a cuando uno está perdido en el campo, y de pronto ve en la lejanía un punto que reconoce: un árbol, una casa, una parte del camino; entonces, ya no le importa por dónde tiene que ir atravesando, lo único que le interesa es llegar al lugar que reconoce. La esperanza es algo que te sostiene y te permite seguir adelante sin preocuparte de las dificultades que hay en el camino.

La segunda faceta de la esperanza es la purificación, que produce un efecto correctivo y transformador en la persona. La esperanza, al mostrarme el objeto al cual tiendo, me muestra también lo que me falta para lograr alcanzarlo. Por eso la esperanza se convierte no en una especie de resignación o de ganas de hacer algo, sino en un fermento dentro del alma.

Si Cristo es mi esperanza, ¿qué me falta para alcanzarlo? Si la armonía de mi familia es mi esperanza, ¿qué me falta para conseguirla? Si mi hijo necesita que yo le dé este o aquel testimonio, ¿qué me falta para podérselo dar? La esperanza se convierte en aguijón, en resorte dentro del alma para que uno pueda llegar a obtener lo que espera.

Es necesario que en nuestras vidas existan estas dos dimensiones de la esperanza: la dimensión dinámica y la dimensión de la purificación. Si nada más te quedas en el sostenerte, nunca te vas a transformar, nunca vas a llegar. Y si nada más te quedas en el transformarte, al ver lo duro, lo difícil y lo áspero de esta transformación, puedes caer en la desesperanza.

Aprendamos, entonces, a vivir en este tiempo de Adviento con la mirada dirigida hacia Cristo, que es el objeto de nuestra fe. Pidámosle al Señor que nos permita encontrarlo y recibirlo, y que nos otorgue la gracia de sostener nuestro corazón en el arduo trabajo diario de santificación.

Les invito a que con la esperanza como virtud central en este tiempo de Adviento, podamos repetir lo que dice el salmo 26: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”.


lunes, 21 de noviembre de 2011

COMO VIVIR EL ADVIENTO


Autor: Felipe Borau | Fuente: www.mercaba.org
Vivir el Adviento
El auténtico Adviento procede del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios


Vivir el Adviento
Vivir el Adviento

Vivir el Adviento no es tan fácil. Para muchos apenas adquiere relevancia, ni la palabra en sí y mucho menos su contenido.

Apenas una suma pequeña de domingos que nos conduce a la Navidad.

Es necesario reivindicar el sentido pleno del Adviento como actitud cristiana fundamental: esperar a Dios y esperarlo en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real, a nosotros, al mundo. El Adviento es ese tiempo concreto que rompe nuestra inconcreción y nuestra monotonìa para ponernos en camino de conversión, para centrar nuestra vida no en una irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se acerca a la vida de los hombres como nuestro Salvador.

Cada día esperábamos, a veces hasta acomodados en un sueño profundo; oíamos voces, ecos; alguien que viene, que vendrá...

También nos habíamos cansado de esperar... casi siempre todos los días eran lo mismo, subía el egoísmo de los hombres y el panorama era un puro desierto de soledad. Cada día era una continua espera desde los solitarios valores de los hombres. Parecía que el cielo estaba más lejos de nosotros. Nuestra espera se había convertido en una actitud inútil. Aunque las fiestas de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización viva, pues lo que ha ocurrido una vez en la historia, debe volver a ocurrir una y otra vez en la vida de los creyentes. Cada uno de nosotros debe vivir la expectación, la llegada del Señor desde su propia realización y su propia lucha para obtener con ello la Salvación. ¿Qué es eso de esperar a Alguien que viene de otra parte? ¿Qué hay más importante que encontrar en mi vida al Amigo? Un amigo es algo grande y precioso. Pero, ¿me lo puedo hacer yo mismo? Ciertamente, no. Puedo estar vigilante y receptivo, para notar cuando se me acerca una persona que puede ser importante para mí; pero tiene que venir. Venir, desde ese ámbito, inabarcable con la vista, que es la vida humana. En cualquier ocasión nos encontramos, entramos en conversación, y entonces se desarrolla esa cosa fecunda y hermosa que se llama amistad... Alguien que viene a nosotros desde la amplitud de los cielos, desde la inmensidad... hemos extendido las manos, hemos abierto las puertas... Alguien ha penetrado profundamente en nuestra vida.

Nuestra salvación descansa en una venida. Aquel que viene, no lo han podido inventar ni producir los hombres mismos; ha venido a ellos desde el misterio de la libertad de Dios. ¡Cuántas veces lo han intentado! En todos los pueblos y en todas las épocas surgen las figuras de salvadores y redentores que apenas pueden modificar la realidad humana. Por haber nacido del mundo, no pudieron llevar el mundo a la libertad; y por estar hechos de la materia de su tiempo desaparecieron.

El auténtico Redentor, Aquél a quien esperamos, ha procedido de la libertad de Dios: ha surgido en una pequeña nación, en una época que nadie podría demostrar que era la apropiada y en figura ante la cual nos invade el asombro: ¿por qué precisamente ésta? La decisión de la fe consiste en buena medida en prescindir de qué es lo correcto y apropiado, y recibir al que proviene de la libertad de Dios: "Bendito el que viene en el nombre del Señor".

Este es el comienzo de la Buena Nueva, de la Buena Noticia.

Estamos ya en el camino de la esperanza.

Esto nos dice el Adviento. Todos los años nos exhorta a considerar el prodigio de esta Venida. Pero nos recuerda también que su sentido sólo puede adquirir su plenitud si el Redentor no viene sólo para la humanidad en su conjunto, sino para cada uno de nosotros en particular: en sus alegrías y miserias, en sus convicciones, perplejidades y tentaciones, en todo lo que constituye su ser y su vida. Descubrir desde lo hondo de nuestras conciencias que Cristo es mi Redentor y viene a mi vida, es ponerse en el camino de Adviento. El auténtico Adviento procede del interior. Del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios. Debemos preparar el camino a su Amor y descubrir formas nuevas que nos pongan en disposición de recibir "al Salvador de Dios". De nuevo volverá a tener vigencia y sentido este bello deseo y oración: "Ven, Señor Jesús".

PENSAMIENTO MARIANO 7


Pensamiento Mariano

La Ssma. Virgen ha sido mi compañera inseparable. Ella ha sido la confidente íntima desde los más tiernos años de mi vida. Ella ha escuchado la relación de mis alegrías y tristezas. Ella ha confortado mi corazón tantas veces abatido por el dolor.


Santa Teresa de los Andes

LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO

Autor: Mario Sgarbossa y Luiggi Giovannini | Fuente: Un Santo para cada día
La Presentación de Nuestra Señora al Templo
Fiesta, 21 de noviembre
 
La Presentación de Nuestra Señora al Templo

La memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María, tiene una gran importancia, porque en ella se conmemora uno de los “misterios” de la vida de quien fue elegida por Dios como Madre de su Hijo y como Madre de la Iglesia. En esta “Presentación” de María se alude también a la “presentación” de Cristo y de todos nosotros al Padre.

Por otra parte, constituye un gesto concreto de ecumenismo con nuestros hermanos de Oriente. Esto se puede apreciar en el comentario de la Liturgia de las Horas que dice: “En este día, en que se recuerda la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén en el año 543, celebramos junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que María hizo de sí misma a Dios desde la infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada”.

El hecho de la presentación de María en el templo no lo narra ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan abundantemente y con muchos detalles algunos escritos apócrifos. María, según la promesa hecha por sus padres, fue llevada al templo a los tres años, en compañía de un gran número de niñas hebreas que llevaban antorchas encendidas, con la participación de las autoridades de Jerusalén y entre el canto de los ángeles. Para subir al templo había quince gradas, que María caminó sola a pesar de ser tan pequeña. Los apócrifos dicen también que en el templo María se nutría con un alimento especial que le llevaban los ángeles, y que ella no vivía con las otras niñas sino en el “Sancta Sanctorum”, al cual tenía acceso el Sumo Sacerdote sólo una vez al año.

La realidad de la presentación de María debió ser mucho más modesta y al mismo tiempo más gloriosa. Por medio de este servicio a Dios en el templo, María preparó su cuerpo, y sobre todo su alma, para recibir al Hijo de Dios, viviendo en sí misma la palabra de Cristo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.

Fiesta de Cristo Rey - Fin del año litúrgico

Fiesta de Cristo Rey
Fin del año litúrgico



• 1) Para saber

Termina el año litúrgico. La Iglesia celebró ayer en el último domingo del tiempo ordinario, como culmen de todos los misterios, a Jesucristo, Rey del Universo.

El Papa Benedicto XVI ha querido reflexionar el Salmo 109 cuyo sentido se dirige a celebrar precisamente al Mesías como un rey victorioso y glorificado a la derecha de Dios.

El Salmo inicia con una declaración solemne: “Dijo el Señor a mi Señor: 'Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies'”. Dios mismo entroniza al Rey en la gloria, haciéndole sentar a su derecha, el cual es un signo de grandísimo honor y de absoluto privilegio. Así, el Mesías, Jesucristo, que es Dios y hombre es invitado a participar en el señorío divino, donde recibe todo honor y gloria. A este pasaje se refiere el mismo Jesús a propósito del Mesías (cfr Mt 22,41-45).

• 2) Para pensar

La gran tentación es destronar a Cristo para ponernos en su lugar y sentirnos “reyes”, incluso lo cantamos: a pesar de todo… “sigo siendo el rey”. Tal vez no lo hacemos conscientemente, pero con nuestra indiferencia a la voluntad de Dios en la práctica lo vivimos.

Por ello es bueno que se nos recuerde nuestro lugar, y Dios habla de muchas maneras. Así le sucedió a un hombre que acababa de ser elegido al Parlamento Británico.

Este hombre llevó muy orgulloso su familia a Londres. Se sintió muy importante mientras les contaba a su esposa e hijos de su nuevo empleo y los llevó a hacer un recorrido por la ciudad. Cuando entraron en la Abadía de Westminster, su hija de 8 años se quedó pasmada por el gran tamaño de la magnífica estructura.

Su orgulloso padre le preguntó: «Querida, ¿en qué estás pensando?» Ella contestó: «Papi, estaba pensando en lo grande que eres en nuestra casa, y lo pequeño que te ves aquí.»

Sin saberlo, aquella niña dijo algo que su padre necesitaba escuchar. El orgullo puede infiltrarse en nuestra vida muy fácilmente, y de vez en cuando, es bueno que a uno «le bajen los humos». No olvidemos lo que el apóstol Santiago escribió: «Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes» (Cap. 4,6).

• 3) Para vivir

San Josemaría nos propone entronizar la cruz de Cristo en el lugar donde desarrollamos nuestras labores cotidianas, hacer que ahí reine Cristo: “¡Qué hermosas esas cruces en la cumbre de los montes, en lo alto de los grandes monumentos, en el pináculo de las catedrales!... Pero la Cruz hay que insertarla también en las entrañas del mundo.

Jesús quiere ser levantado en alto, ahí: en el ruido de las fábricas y de los talleres, en el silencio de las bibliotecas, en el fragor de las calles, en la quietud de los campos, en la intimidad de las familias, en las asambleas, en los estadios... Allí donde un cristiano gaste su vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a Sí todas las cosas.” (Vía Crucis, 11a Estación, n. 3).

Pidamos al Señor que nos ayude a vernos como realmente somos. Con su ayuda, aprenderemos a deshacernos del necio orgullo. Así contribuiremos a que el reinado de Cristo sea ya una realidad y verdaderamente reine en nuestras almas y en el mundo.

Pbro. José Martínez Colín

¡TÚ REINARÁS¡

Tú Reinarás

Tú reinarás, este es el grito
que ardiente exhalan nuestra fe
Tú reinarás, oh Rey Bendito
pues tú dijiste ¡Reinaré!

Coro:
Reine Jesús por siempre
Reine su corazón
en nuestra patria,
en nuestro suelo
que es de María
la nación

Tu reinarás, dulce esperanza,
que el alma llena de placer;
habrá por fin paz y bonanza,
felicidad habrá doquier

Tu reinarás en este suelo,
te prometemos nuestro amor,
Oh buen Jesús, danos consuelo
en este valle de dolor

Tú reinarás, Reina y ahora,
en esta casa y población
ten compasión del que implora
y acude a ti en la aflicción.

Tú reinarás toda la vida
trabajaremos con gran fe
en realizar y ver cumplida
la gran promesa: ¡Reinaré!

viernes, 18 de noviembre de 2011

PERSONAS ESPECIALES...

Personas especiales
Autor: Deanna Beisser

Haz que el amor forme parte de todo lo que haces
Las personas especiales son aquellas que tienen la capacidad de compartir su vida con los demás.
Son gente honesta, tanto en las palabras como en los hechos; son sinceros y compasivos, y siempre se aseguran de que el amor forma parte de todas las cosas.
Las personas especiales son aquellas que tienen la capacidad de brindarse a los demás y ayudarlos frente a los cambios que enfrentan en la vida.
No temen mostrarse vulnerables; creen en su singularidad y están orgullosos de ser lo que son.
Las personas especiales son aquellas que se permiten el placer de acercarse a los demás y preocuparse por su felicidad. Han llegado a comprender que es el amor lo que marca toda la diferencia en la vida.

LA CENA DE MARIA

LA CENA DE MARIA
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Había que recorrer todo el mercado, primero había que observar y luego comprar, María  sabía bien lo que necesitaba,  alimentos frescos, la cena era para su Hijo y sus doce amigos, además la cena pascual era por tradición una preocupación de la madre de la familia, además había que dar de comer a todos los que ayudaran a que esta cena se hiciera  tal como el Hijo  la requería.

Así es, María se encontraba por esos días en Jerusalén, y era el tiempo de la tradicional cena pascual, Jesucristo cenaría con sus doce más cercanos, ella como su buena madre estaba preocupada de que todo salga bien.

Es que a María no se les escapaba ningún detalle, todos la admiraban por esto, siempre estaba en la memoria las bodas de Caná, cuando advirtió la falta de vino.

Además el servir a Jesús, era para María un constante infaltable en todo, en efecto  ella como madre siempre estuvo en los momentos mas importante de la vida de Jesús, desde su nacimiento en Belén, la presentación al templo, en su primera participación divina en público,  su muerte en la cruz, esto es en toda su vida, es así, como su rol de madre es total.

Nada podía faltar, además le correspondía encender las luces, poner el mantel de la mesa, distribuir los asientos, darle calidez al recinto, entonces era necesario preocuparse de la leña, del agua, los botijos, la jofaina.

Aún no habían llegado los comensales, pero estaba casi todo preparado, los platos, los utensilios para comer, bastante agua, y por supuesto el pan ácimo y el vino estaban en la mesa sobre un pequeño y especial mantel, el cordero había sido aderezado.

Entonces antes que llegaran los invitados, María y las mujeres que le acompañaban, acomodaron los cojines, ordenaron el lugar. Por alguna razón María presentía que esta era una cena distinta a las de los otros años, es que una madre siempre presiente las cosas de un hijo.

María mira atentamente todo, nada parece faltar, ahora ha de ir a la cocina para verificar si esta todo preparado, se siente feliz por atender a su Hijo Jesús, abre el horno y deja otro leño, le toma la temperatura al agua, se seca las manos, ordena los alimentos, el cordero esta casi listo, todo esta a punto.

Se sienten voces y pasos, ahí vienen, pero no hay de que preocuparse, esta todo listo, es la hora de atender a su Hijo y sus amigos.

Se abre la puerta y entra Juan, el discípulo amado saludando primero a Maria y luego a los demás,  Pedro entra en segundo lugar, como si quisiera verificar rápidamente si todo esta bien, sonríe, saluda, y el abre la puerta a su Maestro, María su madre corre hasta él a recibirlo, Felipe entra sonriendo y alabando la calidez existente, al entrar Mateo, pregunta si hubo suficiente dinero para comprar todo, Luego entró Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé,  junto con Santiago, hijo de Alfeo, quien aplaude todo lo que ve, Andrés como siempre tan cariñoso, mira a su hermano Pedro y saluda a Maria afectuosamente, Tomas entra junto a Judas Tadeo, finalmente Simón el Zelote, entra y se queda en el umbral de la puerta, esperando a Judas Iscariote, que se ha quedado extrañamente atrás.

Todos sonríen, y comienzan a tomar asiento, Maria enciende las luces, se frota las manos, luego se prepara ella y quienes le ayudan para atender a Jesús y su amigos, nuevamente está juntos para la cena pascual.

La cena de pascua estaba lista, y María muy de cerca en la fracción del pan, María es una presencia viva y significativa en la eucaristía.


María, madre mía, eres dueña de mi corazón
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

ORACIÓN PIDIENDO SERENIDAD


EL ENFERMO Y LA RELACIÓN CON DIOS

  
EL ENFERMO Y LA RELACIÓN CON DIOS

«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad» Mc 5,21-43

Una mujer que padecía ya doce años flujo de sangre. Debía de ser de cierta posición social, pues había consultado muchos médicos y gastado toda su hacienda con ellos, pero no había podido ser curada por ninguno, pero sin provecho alguno, es decir iba de mal en peor, no sólo por la inutilidad de aquellos remedios, sino, en parte, causados por los mismos.

Cuando Jesús iba a casa del Jefe de la Sinagoga para curar a su hija, tiene lugar esta escena. Iba acompañado de una gran multitud, que le apretujaba. En las callejuelas del viejo Oriente, el entusiasmo despertado por Jesús hacía que la multitud, empujándose por acercarse, le “apretujase.” Entre esta turba se mezcló la mujer angustiada y tocó con fe el vestido del Señor. Y al punto se hizo su curación.

Habiendo oído esta mujer la fama curativa de Jesús, apeló, desesperada ya de médicos, al mejor recurso, El. Sólo pensó en tocar su vestido, porque creía que con ello se curaría. La mujer enferma, a como de lugar quiere llevar adelante su propósito, entonces viene por atrás, y como queriendo robarle o sorprenderle un milagro. Esto es, porque era debido al tipo de impureza legal que significaba su enfermedad, ya que otros enfermos “tocaban” a Jesús para curarse. Las prescripciones rabínicas, aislaban a la mujer que padecía de esta enfermedad a fin de que no “contagiase” su impureza legal.

Jesús, se vuelve preguntando quién le ha tocado, porque una fuerza había salido de El. “Y se dio vuelta”, es decir, miraba en torno suyo,” — es la clásica “mirada circular” del estilo de san Marcos, como queriendo descubrir quién había sido. Si Jesús obra así, no es por ignorancia, sino por elevar y confirmar la fe de aquella mujer, haciéndole ver que no fue la curación por un contacto supersticioso, sino por efecto de la fe. Ante esto, los “discípulos”, se extrañan de esta pregunta, pues todos le “apretujaban” y nadie se había acercado a El con gestos o modos especiales. Pero Jesús insistió en su afirmación. Ante esto, la mujer se postró ante El y le confesó, lo mismo, ante todo el pueblo toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad»

El hombre enfermo se desmorona, es decir, se deshace, siente que se destruye y se derrumba poco a poco. En el abandono, cae en un estado de profundo desánimo, pero Dios tiene el atributo por el cual, así como perdona y remedia los pecados y miserias de las personas, fortalece y levanta a los enfermos y los hace caminar nuevamente.

Pero es bueno ser moderados y prudentes al pasar a conversar sobre Dios y la relación que debe tenerse con El. En otras palabras, el modo de actuar frente al enfermo, debe ser con afecto, pero al mismo tiempo con profundo respeto, a fin de ayudar a mantener el sentido de integridad de la propia persona a pesar del desmoronamiento causado, en el cuerpo y en el espíritu, Por la enfermedad.

Lo anterior, tiene sentido en tener el máximo respeto a la religiosidad del enfermo, evitando imponerle los propios estilos de fe. Es decir, si alguien no cree o cree a medias, no le entreguemos una atención distinta del que cree, tal como lo hizo Cristo, que nunca discrimino su ayuda a los enfermos y necesitados, sin importarle su origen. Del mismo modo, si nos encontramos con hermanos que respaldan su fe en la piedad popular, no les impongamos nuestra propia forma de ver nuestra relación con Dios. En efecto, muchos creyentes, se apoyan en su devoción a diversos santos y a la Virgen María, esas son otras formas de acercarse a Dios, pero nosotros no estamos llamados a Juzgar sobre ello.

Entonces, respetando los distintos caminos que tiene el enfermo, los cuales muchas veces no son coincidentes con los nuestros, hagamos un acompañamiento en la fe, desde la actitud cristiana que nos corresponde. Es decir, con gestos empapados en el amor de Cristo, sepamos hacer llegar la palabra de Dios como un símbolo de amor y de solidaridad, haciendo notar que la presencia del Señor es el alivio más reconfortante de cualquier enfermedad. En este contexto, haremos de mejor forma nuestra tarea evangelizadora, y así, la palabra del anuncio de las Buenas Noticias, llegará con gran eficacia al que más la necesita.

Tengo la convicción, que ayudando a los enfermos de este modo, podemos conseguir una transformación nacida de la propia experiencia de la enfermedad, de un estado de pesimismo y negatividad ante Dios, en un estado de buen ánimo y sobre todo de esperanza, con la confianza plena de que Dios quiere algo bueno para nosotros y que depende nosotros el aceptar cual la voluntad de El y sentirnos satisfecho de esta voluntad.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

jueves, 17 de noviembre de 2011

¡Bendición¡

¡Bendición¡


Busco ser una bendición para otros.
En uno de mis viajes en avión una niña de unos 11 años se inquieto al ver que estábamos pasando por nubes cargadas de agua. La pasajera que estaba enseguida de mí controlo la situación inmediatamente. "No te preocupes, los pilotos tienen mucha experiencia y saben como manejar esta situación." La niña
se relajo y tranquilizó.

Hoy salgo de mi caparazón interno y busco ser una bendición para otros. Estoy atento a las necesidades de los que me rodean y los bendigo con palabras de aliento, amor y paz. Hoy soy luz de un nuevo día para los que están tristes, y desilusionados.
Dibujo una sonrisa en mi rostro y les brindo mi apoyo y atención.

"Porque nuestro Dios; nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad."---Lucas 1:78-79a

VENGA A TU REINO SEÑOR !VIVA CRISTO REY!


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Venga tu Reino Señor ¡Viva Cristo Rey!
Un Reino que los hombres no entendemos porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Venga tu Reino Señor ¡Viva Cristo Rey!



Ante ti, Señor una vez más.

Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍA DE CRISTO REY.

El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario.

No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu, Jesús.

Como nos dice San Pablo: - "Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. Es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia Católica. Es el principio, el primogénito, para que sea el primero en todo". Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos.

Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ". Entonces Pilato te dijo: "Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: - "Tú lo dices que soy rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37).
Jesús... tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.

Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.

Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones.

Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.

Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino".... y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21.

El domingo, la Iglesia celebra a "CRISTO REY". A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que "REINAR ES PODER SERVIR Y NO SERVIRSE DEL PODER".

Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios.

¡VENGA TU REINO, SEÑOR!

¡Viva Cristo Rey !

SER FELIZ

SER FELIZ

Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro.  A partir de aquel instante comenzó a buscarla.

Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
En un recodo del camino vio un letrero que decía:
"Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:
- Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean.

Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es; sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión.  Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior.

Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que sólo Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser ÉL: amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total.
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos."
Ser Feliz, es una actitud.
"Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando"

De "El Alquimista" - Paulo Coelho

SANTA ISABEL DE HUNGRIA , 17 DE NOVIEMBRE


Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isabel de Hungría, Santa
Viuda, 17 de noviembre de 1231
Isabel de Hungría, Santa
Viuda
Noviembre 17



A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.

Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenia 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.

Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.

A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.

ORACIÓN A SANTA ISABEL DE HUNGRIA - POR LA PACIENCIA Y TEMPLANZA


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