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Ignoro si han sido proyectados en la pantalla grande, pero 
hay en el mercado videos de dos vidas de Santos, 
uno del Beato Juan XXIII y otro de San Pío 
de Pietrelcina. La entrada de uno y de otro video, 
nos prepara para dos vidas santas, pero cada una bien 
diferente.
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| San Pío de Pietrelcina |  
 El niño que es Juan XXIII, todo serenidad; en 
la vida del niño que es Pío de Pietrelcina, se 
anuncia la tragedia; un niño deliciosamente candoroso, espantado huyendo de 
un perro que le persigue furibundo, presagiando acontecimientos extraordinariamente dolorosos 
y, a la vez, dotado de unos carismas impresionantes.
 
 El 
Rottweiler, estará presente durante toda la película, denotando la presencia 
feroz del maligno en la vida entera de aquel hombre 
elegido, calumniado en su comunidad, en su Curia Capuchina y 
en la cúpula más alta de la Iglesia. Todo nos 
lleva a deducir que Dios es un Artista formidable que 
no repite los clichés en sus criaturas y que, a 
la vez que nos destina a nuestras misiones respectivas, va 
preparando nuestra psicología y nuestros ambientes de manera admirable y 
que, después de acontecidos, nos inducen a admirar la sabiduría 
con que obra sus maravillas
 
 LA PROPEDEÚTICA
 
 Dios fue preparando a Pío 
de Pietrelcina. Los acontecimientos vitales extraordinarios de tan gran alcance 
que él tuvo que protagonizar, siempre llegan acompañados de una 
propedéutica anterior, como ocurrió con los niños de Fátima con 
la visión primera del ángel, con Santa Teresa de Jesús 
con su oración de unión, de quietud y éxtasis iniciales 
en privado, hasta llegar a sus levitaciones y transverberación; con 
San Francisco de Asís, quien antes de la impresión de 
las Llagas vivió dramas y Noches oscuras preparatorias del enorme 
acontecimiento, el más parecido al reservado para San Pío de 
Pietrelcina, que les hace más semejantes a Cristo crucificado. En 
1910, Pío de Pietrelcina tuvo un éxtasis en el que 
sintió un dolor agudísimo en las manos y en los 
pies. En 1912, después de la misa sintió que le 
herían el corazón con un dardo de fuego, tan vivo 
y ardiente, que, según escribió a su director espiritual, pensó 
que se moría. Estos trances eran seguidos de noches oscuras 
del espíritu, profundas y negras, dolorosísimas. Corresponden al estadio de 
las Sextas Moradas de Santa Teresa.
 
 El 30 de mayo de 
1918, el Padre Pío recibe la herida de amor, que 
le hace exclamar: "¡Dios mío! ¡Bien mío!, ¿dónde estás? No 
te encuentro, no te conozco; pero no puedo dejar de 
buscarte, vida de mi alma, que se está muriendo! ¡Mi 
Dios y mi Todo! No puedo decirte otra cosa que 
ésta: ¿Por qué me has abandonado? Fuera de esto, yo 
ignoro todas las cosas. Hasta ignoro el vivir ya mi 
propia vida".
 
 UN PERSONAJE CELESTE
 
 El 5 de agosto de 1918, 
confesando a sus muchachos, de repente, se sintió dominado por 
el terror a la vista de un personaje celeste, que 
se le imprimió en la inteligencia. Tenía en su mano 
un instrumento como una larga lámina de hierro, con una 
punta muy afilada rematada en fuego. El personaje lanzó el 
arnés con gran violencia sobre el alma de Pío, que 
gritó con un desgarrado lamento, pues se sintió morir. Le 
dijo al niño que estaba confesando que se retirase porque 
se encontraba mal. Su relato reproduce al pie de la 
letra, la transverberación de Santa Teresa de Jesús, como la 
describe ella en el libro de la Vida: "Me veo 
sumergido en un mar de fuego; la herida, que sigue 
abierta, continúa [WINDOWS-1252?]siempre sangrando; ella sola me mataría”. Este martirio 
duró, sin interrupción, hasta la mañana del día 7. Le 
resulta imposible decir todo lo que sufrió en este tiempo. 
Sentía que le arrancaban las vísceras y que eran quemadas 
a fuego y hierro. Desde aquel día se sintió herido 
de muerte experimentando en lo profundo de su alma una 
herida que está siempre abierta y que le hace padecer 
continuos espasmos.
 
 PIES Y MANOS TRASPASADOS Y MANANDO SANGRE
 
 El 20 
de septiembre de 1918, estando en el coro después de 
misa, entró en un sosiego como de un dulce sueño, 
envuelto en un silencio total; se apoderó de él una 
gran paz y abandono en un despojo total. Se vio 
ante un misterioso personaje de cuyos pies y manos manaba 
abundante sangre. Su vista le llenó de terror. Se sintió 
morir y parecía que el corazón se le salía del 
pecho. Desapareció el personaje y entonces se percató de que 
sus manos, pies y costado estaban traspasados y manaban sangre 
a borbotones. El dolor, los espasmos y la confusión que 
le acompañan, junto al derroche de sangre que mana de 
sus heridas, le hacen temer morir desangrado.
 
 El Padre Pío 
dice: "Oraba y el gozo y el contento crecían en 
mí. Un gran resplandor golpeó mis ojos y se me 
apareció Cristo llagado. No me dijo nada y desapareció. Cuando 
volví en mí, me encontré caído en tierra, llagado, sangrando 
las manos y los pies y el corazón y no 
tenía fuerzas para levantarme. Arrastrándome como pude logré llegar a 
mi celda, atravesando el largo corredor. Todos los padres estaban 
fuera del convento; me acosté y pedí ver de nuevo 
a Jesús. Cuando entré dentro de mí y me di 
cuenta, miré despacio mis llagas y prorrumpí en himnos de 
adoración y acción de gracias".
 
 LA ESTIGMATIZACIÓN COMO LA DE 
CRISTO
 
 Su estigmatización tiene el mismo origen y el mismo fin 
que la de Cristo. El Amor. La salvación del mundo. 
Que los hombres lleguen al Reino de Dios. El amor 
al Reino: Esta es una frase fácil de pronunciar, pero 
difícil de entender tal cual la vive el corazón de 
un santo. Hoy decimos que todo puede ser amor del 
Reino y que todo es trabajar por el Reino y 
movilizamos organismos complicados, material de todas clases en favor de 
una idea más o menos digna. Pero a estos movimientos 
casi siempre les sobra nerviosismo y confusión interior. Rara vez 
hay en el fondo la firmeza sencilla y jugosa de 
la vivencia del amor. Por eso abortan o se quedan 
a mitad de camino tantas iniciativas emprendidas por amor del 
Reino, que hacen mucho ruido pero pocas transformaciones. Todo se 
queda en efectos humanos, resultados averiados, por la razón de 
que el fondo de las almas sólo lo toca Dios.
 
 A 
IMAGEN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
 
 En agosto de 1224, 
Francisco se retiró con tres compañeros para ayunar cuarenta días. 
Durante el retiro los sufrimientos de Cristo se convirtieron en 
el tema de sus meditaciones. Mientras oraba tuvo la visión 
del serafín, y aparecieron en su cuerpo las señales visibles 
de las cinco llagas del Crucificado. Un día se le 
apareció un ángel y le dijo: "Vengo a confortarte y 
avisarte para que te prepares con humildad y paciencia a 
recibir lo que Dios quiere hacer de ti". "Estoy preparado 
para lo que él quiera", respondió. Por la mañana del 
14 de septiembre, fiesta de la Santa Cruz, antes de 
amanecer, estaba orando de cara a Oriente, y pedía al 
Señor "experimentar el dolor que sentiste a la hora de 
tu Pasión y, en la medida de lo posible, aquel 
amor sin medida que ardía en tu pecho, cuando te 
ofreciste para sufrir tanto por nosotros, pecadores"; y también, "que 
la fuerza dulce y ardiente de tu amor arranque de 
mi mente todas las cosas, para yo muera por amor 
a ti, ya que tú te has dignado morir por 
amor a mi". De repente, vio bajar del cielo un 
Serafín con seis alas. Tenía figura de hombre crucificado.
 
 Francisco 
quedó absorto, sin entender nada, envuelto en la mirada bondadosa 
de aquel ser, que le hacía sentirse alegre y triste 
a la vez. Y mientras se preguntaba la razón de 
aquel misterio, se le fueron formando en las manos y 
pies los signos de los clavos, tal como los había 
visto en el crucificado. No eran llagas o estigmas, sino 
clavos, formados por la carne hinchada por ambos lados y 
ennegrecida. En el costado se abrió una llaga sangrante, que 
le manchaba la túnica y los calzones. Explicaba fray León 
que el fenómeno fue más palpable y real de lo 
que muchos creen, y que estuvo acompañado de otros signos 
extraordinarios corroborados por testigos, que creyeron ver el monte en 
llamas, iluminando el contorno como si ya hubiese salido el 
sol. Algunos pastores de la comarca se asustaron, y unos 
arrieros que dormían se levantaron y aparejaron sus mulas para 
proseguir su viaje, creyendo que era de día.
 
 El Hermano León 
nos ha dejado con la bendición autógrafa del santo, que 
se conserva en Asís, una narración simple y clara del 
milagro. Describe el costado derecho del santo como mostrando una 
herida abierta por una lanza, mientras que sus manos y 
pies estaban atravesados por clavos negros de carne, cuyas puntas 
estaban dobladas hacia atrás. Después de recibir los estigmas Francisco 
sufrió dolores cada vez mayores en todo su cuerpo frágil, 
ya de por sí debilitado por la continua mortificación. La 
diferencia de época, inicios del siglo XIII, creyente, religioso y 
sacralizado, le ahorrará a Francisco lo que el positivismo racionalista 
del siglo XX atormentó a Pío de Pietrelcina.
 
 EL AMOR AL 
REINO COMO FIN
 
 Cuando un Santo realiza una obra grande, siempre 
le mueve el amor al Reino. Unas veces por su 
elección y características de su personalidad, otras veces por pura 
y extraordinaria disposición divina. En uno y en otro caso 
el santo se sitúa allí donde sabe que pasan las 
almas de los hombres. Las almas y el ambiente van 
metidos en su carne y son los que desencadenan la 
acción. Cuando se trae en la carne propia un destino 
salvador de si mismo y de los que le rodean, 
la acción no puede estar pendiente de un suceso extraño 
que surja de improviso, pero el gran apostolado, la acción 
poderosa sobre las almas, sólo se ejerce desde el amor, 
amor que es olvido de sí, amor que es caridad 
de filigrana, amor que es valoración de los demás, amor 
que es gratitud, generosidad, donación y no búsqueda de medros 
ni sociales ni populares ni eclesiales, amor que no es 
trepa, que no es buscador de sus alabanzas y negación 
de las estimulaciones a los hermanos.
 
 Dicen que para que 
no sucumban a las tentaciones de vanidad y es mentira, 
porque si hay caridad de verdad hay que saber que 
son más numerosas las tentaciones de desaliento que necesitan estímulo 
y reconocimiento, que las de vanidad. Y se sumergen en 
el silencio. Silencio porque la palabra que alaba nos parece 
que si la damos a los demás, nos la restamos 
a nosotros. Llega el ostracismo. Lo que no se alaba 
no existe, y la indiferencia, si no la malquerencia y 
la rivalidad, intentan eso infantilmente, que el mérito no exista. 
Y el apostolado, en este caso, es sólo apariencia, no 
realidad. Y por ese camino se acaba en el desierto.
 
 SALVAR 
ALMAS
 
 Salvar almas por el amor y con el sacrificio es 
muy lento costoso, angustioso y doloroso. Hay que preparar el 
instrumento, pulirlo, purificarlo, sanarlo, santificarlo. Sólo el instrumento identificado con 
el Agente de la salvación por la gracia que es 
Dios, puede hacer las grandes obras de Dios. De no 
ser así, sólo se consiguen chapuzas. Hacer milagros para atraer 
a la gente, u organizar actos folklóricos para que nos 
sigan, sería tentar a Dios. Jesús, frente a esta seducción, 
que tanto atraía a sus contemporáneos e incluso a sus 
discípulos, acepta el plan del Padre: el mesianismo doliente, profetizado 
por Isaías, con los medios humildes y pobres propios del 
Reino de Dios. Es la tentación del exhibicionismo, tan frecuente 
en los que están empeñados en algún apostolado. Manifestarse. Dispuestos 
a gestos brillantes y espectaculares, a dejarse llevar en olor 
de popularidad; rehuirán todo lo que sea trabajo oscuro, anónimo, 
abnegado, silencioso. Dispuestos a llevar la bandera, pero remisos a 
cargar con la cruz.
 
 NO A LOS ÉXITOS FÁCILES
 
 El 
evangelio no es la promesa de éxitos fáciles. ¿Sal o 
azúcar? ¿Hay que eliminar la cruz para hacer un cristianismo 
más fácil? "Cuando la verdadera doctrina es impopular, no es 
lícito buscar una fácil popularidad" (Juan Pablo II. Cruzando el 
umbral de la esperanza). Es la tentación que sufrirá ya 
en la cruz: "Baja para que creamos en ti". "Todo 
esto te daré"... Si te ven sentado en un trono 
de oro, te seguirán los hombres mejor que si te 
ven en la cruz... Es la tentación de la idolatría; 
y la del mesianismo triunfalista, humano y terreno. Si en 
las otras tentaciones no ha conseguido Satanás que Cristo rebaje 
su mesianismo al simple materialismo de un reformador social, o 
al brillo de un milagrero, intenta ahora que se limite 
al puro poder humano. Que se contente con el mundo 
y se olvide de las almas: Da mihi coetera, animas 
tolle". Los reinos de la tierra están fundados en la 
fuerza y se mantienen con la mentira. ¿Cuántas veces se 
ha creído que el poder, el dinero, el dinero, eran 
caminos apostólicos?
 
 PAGAR EL PRECIO
 
 Pero no vamos a ser tan 
ingenuos de pensar que las multitudes que llenaban la plaza 
de San Pedro hasta el Tíber eran movidas por la 
veneración de las llagas del Padre Pío. Son los innumerables 
milagros suyos, los favores que las almas han recibido y 
reciben. Después de multiplicar los panes el pueblo de Israel 
quiso aclamar Rey a Jesús. Pero son menos lo que 
le siguen desinteresadamente y se detienen a pensar que tantos 
milagros y misericordia y frutos de su apostolado han sido 
comprados con sangre humana, lágrimas de un hombre, sufrimientos indecibles 
de una persona doliente durante su larga vida Me parece 
que son pocos los cristianos dispuestos a pagar el precio 
de la extensión del reino de Dios, aunque no sea 
tan alto como el que pagó San Pío de Pietrelcina 
y, más aún, el Maestro, el Crucificado del Calvario.
 
 Quizá 
se busca el Reino, pero también el éxito y el 
triunfo. ¿Somos capaces de posponer nuestro medro personal al éxito 
del Reino? Nos hemos creado un cristianismo fácil y acomodaticio, 
y esto ya viene de lejos. Cuando Lutero comienza en 
el siglo XVI la Reforma, lo primero que suprime es 
el sacrificio de la Misa. Cristo nos ha redimido y 
ha pagado por todos en la Cruz. La Redención ha 
sido hecha para siempre, pero eso ya ha pasado. A 
continuación abolirá el celibato sacerdotal, comenzando él a dar ejemplo 
sacando a Catalina Bora del Convento para casarse con ella. 
Sembrada la semilla las cosechas se multiplicarán, sobre todo las 
más halagadoras del hombre terreno. Pagar el precio del pecado 
cuando hay un eclipse de pecado resulta una acción innecesaria 
y escasamente rentable en los enteros de la vida actual.
 
 SUPLO EN MI CARNE
 
 Nunca debemos olvidar que San Pablo nos 
enseña cómo supera él con alegría sus [WINDOWS-1252?]tribulaciones: “Suplo en 
mi carne lo que le falta a la pasión de 
Cristo”. ¿Es [WINDOWS-1252?]que no fue completa? –Superabundante. – Pero en 
la cabeza, y ahora es a nosotros, los miembros de 
esa cabeza a quienes nos corresponde ayudarle a corredimir las 
almas del pecado con nuestros propios padecimientos por su amor 
y el de los hombres, que nos vendrán dados o 
que con generosidad habremos de proporcionarnos nosotros de acuerdo con 
nuestro diligencia amorosa.
 
 Los dolores del Padre Pío, no son sólo 
fisiológicos e incómodos. Sus llagas no estaban allí de adorno. 
Su sufrimiento misterioso, es una participación del de Cristo agonizante. 
Es un miembro eminente de la Iglesia que compadece con 
el Redentor y que con El redime. Su eficacia en 
el Cuerpo Místico de Jesús es enorme. Visiblemente contemplamos el 
día de su canonización la extensión, si no la intensidad 
de su dimensión. Ejemplar lección para este mundo nuestro de 
eficacia y de ejecución, que sólo cuenta lo que aparece 
y lo que se ve y lo que se cuenta. 
El Padre Pío de Pietrelcina, "el pobre fraile que reza", 
completa en su cuerpo lo que le falta a la 
Pasión de Cristo, porque lleva en su carne las llagas 
de su Señor Jesús, que se actualiza cada día en 
la celebración de la Eucaristía.
 
 EL CALVARIO Y LA MISA
 
 Por eso, 
Benedicto XVI, en el Año dedicado a la Eucaristía, nos 
invita a meditar en el profundo e indisoluble lazo que 
une la celebración eucarística con el misterio de la Cruz. 
Cada misa actualiza el sacrificio redentor de Cristo. Al Gólgota 
y a la hora de la muerte en la cruz, 
según la encíclica «Ecclesia de Eucharistia» «vuelve espiritualmente todo presbítero 
que celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana 
que participa en ella» (4). La Eucaristía es el memorial 
de todo el misterio pascual: pasión, muerte, descenso a los 
infiernos, resurrección y ascensión al cielo, y la Cruz es 
la manifestación impactante del acto de amor infinito con el 
que el Hijo de Dios ha salvado al hombre y 
al mundo del pecado y de la muerte. Después de 
la consagración, la asamblea de los fieles, consciente de estar 
ante la presencia real de Cristo crucificado y resucitado, aclama: 
«Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!».
 
 Con 
los ojos de la fe la comunidad reconoce a Jesús 
vivo con los signos de su pasión y, junto a 
Tomás, llena de maravilla, puede repetir: «Señor mío y Dios 
mío» (Jn 20, 28). La Eucaristía es misterio de muerte 
y de gloria como la Cruz, que no es un 
incidente en el camino, sino el pasaje por el que 
Cristo entró en su gloria y reconcilió a la humanidad 
entera, derrotando toda enemistad. Por este motivo, la liturgia nos 
invita a implorar con esperanza confiada: ¡Quédate [WINDOWS-1252?]con nosotros, Señor, 
que por tu santa cruz has redimido al mundo! “La 
mayor [WINDOWS-1252?]caridad es arrancar almas atraídas por Satanás y ganarlas 
para Cristo”...
 
 LAS MISAS MISTERIOSAS DEL PADRE PÍO
 
 Nadie mejor que 
María nos puede enseñar a comprender y a vivir con 
fe y amor la santa Misa, uniéndonos al sacrificio redentor 
de Cristo. Cuando recibimos la comunión, como María y unidos 
a ella, nos abrazamos al madero que Jesús con su 
amor ha transformado en instrumento de salvación y pronunciamos nuestro 
«amén», nuestro «sí» al Amor crucificado y resucitado. Siempre eran 
impresionantes las misas del Padre Pío. Duraban hasta tres o 
cuatro horas y la Jerarquía hubo de intervenir para ponerle 
tasa que él con gracejo respondió que en el Calvario 
no había relojes. Sus lágrimas y sollozos eran constantes, como 
lo fueron los del cura de Ars y antes los 
de San Ignacio de Loyola. Hoy cualquier neurólogo o psiquiatra 
diagnosticaría depresión, neurastenia o psicopatía. Pero como María estuvo en 
el Calvario ante su Hijo crucificado y agonizante, está también 
llorosa con la Iglesia y como Madre de la Iglesia, 
en nuestras celebraciones eucarísticas («Ecclesia de Eucharistia», 57).
 
 CALVARIO EXTERNO
 
 A 
pesar de que el doctor Fiesta publica el libro: "Entre 
los misterios de la ciencia y las luces de la 
fe", el carácter sobrenatural de los estigmas de Padre Pío"... 
El Papa Benedicto XV y el Santo Oficio envían a 
San Giovanni Rotondo, observadores de confianza. El 20 de marzo 
de 1920, llega por orden de Papa, el arzobispo de 
Simla, Anselmo Eduardo Kenealy, desconfiado de las [WINDOWS-1252?]manifestaciones místicas. Al 
término de la visita, escribe: “He venido, he [WINDOWS-1252?]visto y 
he sido vencido”. En San Giovanni Rotondo tenemos un verdadero 
santo, privilegiado por Dios con las cinco llagas de la 
pasión y con otros regalos que leemos en la vida 
de los grandes santos. No hay la mínima afectación en 
el comportamiento o en la conversación del Padre Pío. Es 
observante y laborioso, recibe grandes regalos del Dios. Sabe sufrir, 
y también sabe sonreír.
 
 LA GRAN PRUEBA
 
 Sobre el estigmatizado se 
acumulan las nubes de la gran "Prueba". Satanás se prepara 
a desencadenar un violento ataque sobre el débil, enfermo, doliente 
Padre Pío. El 18 de abril de 1920 llega a 
San Giovanni Rotondo el padre Agustín Gemelli, fraile franciscano, médico, 
psicólogo, científico de fama mundial, que ha fundado en Milán, 
la universidad del Sagrado Corazón. Se encuentra con el padre 
Pío y recibe una favorable impresión y escribe: "Cada día 
constatamos que el árbol franciscano da nuevos frutos y esto 
es el consuelo más grande para quien se alimenta y 
vive de este maravilloso árbol". Pero su actitud cambia cuando 
no le dejan ver y examinar como médico, los estigmas 
del padre Pío sin un permiso del Papa. Decepcionado e 
irritado, vierte afirmaciones imprudentes en una publicación sobre los estigmas 
de San Francisco, sobre el fraile estigmatizado de Pietrelcina y 
manifiesta juicios discutibles sobre él, azuzando, durante años disputas, polémicas, 
juicios superficiales, incredulidad y escepticismo sobre sus estigmas, sus fenómenos 
de bilocación, el perfume de violeta, de rosas y otras 
flores que le acompaña. Con las intervenciones del padre Gemelli, 
la actitud de las autoridades eclesiásticas empieza a cambiar hacia 
el padre Pío. En enero 1922, muere el Papa y 
le sucede Achille Ratti, Pío XI, milanés, amigo del Padre 
Gemelli. Fue tal la prueba que el padre Pío [WINDOWS-1252?]confiesa: 
“Estoy extremadamente amargado y si Jesús no viene pronto en 
mi ayuda veo que tendré que sucumbir bajo la prueba"
 
 SUSPENDIDO A DIVINIS
 
 Desde el 31 de mayo de 1923 hasta 
el 16 de julio de 1933 el Padre Pío permanece, 
con intermitencias, suspendido a divinis por el "Santo Oficio", a 
pesar de que Pío XI, ante la extrañeza de su 
bilocación ante él, pues mientras hablaba con algunos cardenales y 
prelados sobre la decisión de "suspenderle a divinis", entró de 
repente, en el estudio del Papa, un fraile capuchino. Todos 
se miran y el mismo Papa se pregunta quien le 
ha dejado entrar. El fraile se acerca al Pontífice, se 
arrodilla, le besa el pie y le dice: "Santidad, por 
el bien de la Iglesia, no permita esto". Se levanta, 
va hacia la puerta y sale. El Papa ordena a 
su secretario preguntar a todas las personas para descubrir porque 
aquel fraile ha entrado sin haber sido detenido. Pero ni 
los conserjes, ni los guardias, ni los secretarios han visto 
ningún fraile.
 
 El Papa encarga al cardenal Silj, amigo y 
admirador de padre Pío, que pregunte al superior del convento 
de San Giovanni Rotondo, si tal día y la misma 
y a tal hora el padre Pío ha salido del 
convento. El Padre Pío no ha dejado el convento ni 
un instante. Al oírlo el Papa dice: "Aquí está el 
dedo de Dios". A pesar de ello, el 23 mayo 
de 1931 el Santo Oficio dicta: "Al Padre Pío de 
Pietrelcina le son retiradas todas las facultades ministeriales menos la 
de celebrar la Misa, pero sólo dentro del convento, sin 
participación de fieles". Dócil, acepta con paciencia y resignación, consciente 
que en los Superiores se manifiesta la voluntad de Dios. 
Satanás se ha aprovechado de las estructuras eclesiásticas para tratar 
de derribar a este sacerdote. Era demasiado peligroso para el 
demonio el ministerio sacerdotal de este gigante de la historia 
de la Iglesia, en quien se repite el caso del 
Cura de Ars. Hay un duelo feroz entre Satanás y 
este humilde ministro de Dios, que ha reconciliado, durante más 
de sesenta años, a millares de pecadores con Dios Misericordioso. 
El Padre Pío se dedica a la oración y el 
estudio. Celebra la Misa que duras dos [WINDOWS-1252?]horas…y hasta cuatro. 
En el Calvario, dice, no había relojes. Se dedica al 
estudio. Lee la Divina Comedia, la Historia de la Iglesia 
de Rohrbracher, otros textos clásicos de espiritualidad y los Padres 
de la Iglesia.
 
 Se manifiesta: sereno y tranquilo. Come poco y 
no cena nunca, por la mañana no desayuna ni toma 
el café. Los estigmas le causan pérdida continua de sangre, 
un vaso pierde cada día. Le resulta doloroso caminar por 
los estigmas de los pies. Le ven en el coro 
rezar, y que a menudo se seca las lágrimas. La 
figura dulce y tierna de su hija espiritual predilecta, Cleonice 
Morcaldi, que renunció al matrimonio dirigida por el Padre Pío 
a la santidad, es su consuelo Durante el período del 
castigo del Padre Pío, una de las pocas personas que 
pudo verlo cada día era Pedro el ciego, a quien 
Cleonice le entregó una carta para el Padre, confirmándole que 
ella y sus otras hijas espirituales están serenas y llevan 
con paz la cruz de su separación. Cleonice Morcaldi describe 
la desolación en que viven por la separación del Padre 
Pío: Le destituyeron del cargo de Director de la Tercera 
Orden franciscana. Trasladaron el colegio de los frailes a otro 
convento. Allí sólo quedó el Padre Superior y otro fraile. 
Las hijas espirituales de San Giovanni Rotondo ya no subieron 
al convento. Y la dulce víctima quedó sola, como Jesús 
en el desierto, en el huerto, en el Calvario.
 
 MEDIO 
MILLÓN ASISTEN A LA CANONIZACIÓN
 
 Para Juan Pablo II canonizar al 
padre Pío fue una satisfacción personal, pues siendo joven sacerdote 
en 1947, visitó al capuchino y se confesó con él; 
le visitó otras dos veces en San Giovanni Rotondo, siendo 
cardenal de Cracovia en 1974 y siendo Papa, el 23 
de mayo de 1987. Desde Cracovia le había escrito dos 
cartas, pidiéndole oraciones para que Wanda Poltawska, conocida suya y 
madre de familia, fuera curada de cáncer; y agradeciéndole la 
"gracia recibida". El domingo 16 de junio de 2002, el 
Sumo Pontífice pronunció, con emoción y dificultad, la fórmula de 
la canonización: «Declaramos y definimos que el Beato Pío de 
Pietrelcina es Santo y le inscribimos en el catálogo de 
los santos». Su fiesta será celebrada en toda la Iglesia 
universal el 23 de septiembre, fecha de su fallecimiento o 
"nacimiento para el cielo.
 
 Pero no vamos a ser tan ingenuos 
de pensar que las multitudes que llenaban la plaza de 
San Pedro hasta el Tíber lo hacían movidas por la 
veneración de las llagas del Padre Pío. Eran los innumerables 
milagros suyos, los favores que las almas habían recibido y 
reciben. Insisto; ¿cala el pensamiento de que tantos milagros y 
misericordia y frutos de su apostolado han sido comprados con 
sangre humana, lágrimas de un hombre, sufrimientos indecibles de una 
persona doliente durante su larga vida? ¿Estamos los cristianos dispuestos 
a pagar el precio de la extensión del reino de 
Dios, aunque no sea tan alto como el que pagó 
San Pío de Pietrelcina y, más aún, el Maestro, el 
Crucificado del Calvario? ¿O, por el contrario, buscamos el Reino, 
pero también nuestro éxito y nuestro triunfo? ¿Somos capaces de 
posponer nuestro medro personal al éxito del Reino? De todas 
formas, su apoteosis fue un plebiscito de cariño al que 
tanto debían y de cuyo dolor sigue viviendo la Iglesia 
que tiene una Cabeza coronada de espinas y el Corazón 
roto y sus miembros dolientes tratando de hacerse cada vez 
más conscientes por el estudio y la formación de su 
deber de suplir en su carne lo que le falta 
a la Pasión de Cristo.
 
 
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