jueves, 10 de diciembre de 2015

LA HISTORIA DE LOS JUBILEOS

Historia de los Jubileos
El primer jubileo fue en 1300

La continua afluencia de peregrinos incentivó a Bonifacio VIII a convocar el Jubileo cada cien años y a promulgar la indulgencia plenaria


Por: Jubil2000, Sitio Oficial del Jubileo 2000 | Fuente: Jubil2000 



1300: El primer Jubileo de la historia

El primer Jubileo cristiano fue convocado por el Papa Bonifacio VIII en el 1300. Esta decisión dio nueva dimensión y significado a las peregrinaciones a Roma, hacia las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. El inicio de un nuevo siglo había visto llegar a Roma a un excepcional número de peregrinos para venerar la más famosa de las reliquias romanas conservada en San Pedro, la de la "Verónica", que representa el rostro dolorido de Jesús en la Pasión,. La continua afluencia de peregrinos incentivó a Bonifacio VIII a convocar el Jubileo cada cien años y a promulgar la indulgencia plenaria. Un cronista de la época escribió con entusiasmo: "Desde los tiempos más antiguos no existió tanta devoción y fervor de fe en el pueblo cristiano".


1350: Un Jubileo sin el Papa

En el año 1343 una delegación de romanos fue a visitar al Papa Clemente VI en Aviñón, Francia, donde estaba en exilio desde 1309, para pedirle un Jubileo extraordinario en el año 1350, reduciendo así la periodicidad de los Jubileos, a sólo cincuenta años. El pedido se fundamentaba en la antigua costumbre hebrea, referida por el Levítico: después de cuarenta y nueve años el quincuagésimo (50) debe ser jubilar. Los romanos fueron impulsados a pedir un Jubileo, por el creciente clima de malestar que se había producido en la ciudad a causa de la prolongada ausencia del Papa. Se pensaba que el evento jubilar habría sido una ocasión oportuna para el regreso del Papa a su sede episcopal. Clemente VI convocó este Jubileo anticipado, concedió la indulgencia plenaria a cuantos fueran en peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo y, la novedad con relación al año 1300, es que se añadió la peregrinación a la Basílica de San Juan de Letrán. No obstante, por motivos políticos, el Papa no pudo ir a Roma.


1390: El Jubileo tiene una nueva periodicidad

La frecuencia de los Jubileos cambió después del año 1350 a causa del Gran Cisma de Occidente del año 1378, es decir, debido a un conflicto vinculado con la legitimidad de la elección del Papa. También para este Jubileo se cambió la frecuencia establecida. De hecho Urbano VI lo promulgó para el año 1390, a pesar de que su intención era introducir un nuevo período entre un Jubileo y otro: cada treintitrés años, en recuerdo de la vida de Jesús. Diversos fueron los motivos que llevaron a postergar este plazo. El Jubileo tuvo lugar en 1390 y fue celebrado por Bonifacio IX, sucesor del desaparecido Urbano VI. En este Jubileo se agrega Sta. María Mayor a las basílicas que los peregrinos deben visitar.


1400: La peregrinación penitencial

Bonifacio IX quiso que se celebrara también el Jubileo del año 1400 para respetar la periodicidad de cincuenta años establecida en el año 1350. La Iglesia estaba aún dividida ese año, entre Roma y Aviñón, donde reinaba un antipapa. Los cristianos franceses, españoles y una parte de los italianos no tomaron parte en la peregrinación jubilar porque sus reyes, adhiriéndose a la parte cismática de la Iglesia, no permitieron a sus súbditos que participaran en el Jubileo. Bonifacio IX extendió la visita para obtener las indulgencias, a las basílicas de San Lorenzo extramuros, Sta. María en Trastévere y Sta. María Rotonda, que así se añadieron a las cuatro basílicas mayores ya escogidas en los años precedentes. En el Jubileo del año 1400 se dio inicio a un nuevo tipo de peregrinación penitencial que, partiendo de diversas regiones de Italia septentrional, se dirigían a Roma bajo el lema "paz y misericordia".


1450: "El Jubileo de los Santos"

Este Jubileo fue abierto en la basílica de San Juan de Letrán, por Nicolás V, considerado el primer Papa humanista. La respuesta de los fieles a su convocatoria fue excepcional, tanto que este Jubileo se recuerda entre los que tuvieron mayor participación en la historia y como la última gran manifestación colectiva de la edad media. Roma fue puesta a dura prueba por la presencia de esa multitud de peregrinos, que provocó problemas de orden público, de sanidad y de abastecimiento. Ese Jubileo fue definido además, como el "Jubileo de los Santos", porque entre otros, estuvieron presentes en Roma, los futuros Sta. Rita de Casia y San Antonino de Florencia. Este último definió el Jubileo como: "El Año de oro", para indicar que después del cisma se había encontrado nuevamente la unidad de la Iglesia de Occidente


1475: El Jubileo comienza a llamarse también Año Santo

Desde el año 1475 los Jubileos se realizan cada veinticinco años. Sixto IV para hacer convergir todo el mundo católico a Roma suspendió, durante el período jubilar, todas las indulgencias plenarias fuera de Roma. Fue utilizada la nueva tecnología de la imprenta, descubierta en el año 1444 por Gutemberg: las Bulas jubilares, las instrucciones para la jornada del peregrino y las oraciones que se debían recitar en los lugares sagrados fueron presentadas, por primera vez, en modernos caracteres impresos. Por otra parte, a partir de este Jubileo, entró en uso la sencilla y significativa denominación de "Año Santo" que ha llegado hasta nuestros días. Sixto IV favoreció también la creación de muchas obras urbanísticas y arquitectónicas para que la ciudad pudiera acoger mejor a los peregrinos. Entre las obras se cuenta incluso un puente, llamado Sixto, construido para facilitar el movimiento de los fieles.


1500: Se abre en San Pedro la Puerta Santa

Ocho años atrás había sido descubierto el continente Americano: el Año Santo del 1500 representa por lo tanto un momento de paso no solamente hacia un nuevo siglo, sino también hacia un mundo más vasto. Alejandro VI, el 24 de diciembre de 1499, inauguró solemnemente el Jubileo y añadió un nuevo rito: la apertura de una Puerta Santa en la Basílica de San Pedro a la que, desde entonces, fue adjudicado el papel tradicional que la puerta áurea de San Juan de Letrán, había desempeñado por siglos. El Papa quiso, además, que la apertura de las Puertas Santas se realizara en cada una de las cuatro basílicas mayores establecidas para la visita jubilar. Desde aquel momento la apertura de la Puerta Santa y el paso a través de ella, se convirtió en uno de los actos más importantes del Año Santo. Fue también inaugurado un nuevo camino denominado Alejandrino, que unía el Castillo del Santo Angel con la Basílica de San Pedro.


1525: El Jubileo de la crisis religiosa en Europa

Clemente VII abrió la Puerta Santa de este Jubileo en un tiempo de conflictos religiosos y políticos. En efecto, estaba en pleno apogeo la crisis religiosa, iniciada con Martín Lutero en Alemania el año 1517. El monje agustino había puesto en discusión entre otras cosas el mismo principio de las indulgencias. Se ponía así en tela de juicio uno de los fundamentos del Año Santo. Por otra parte, desde muchas partes se solicitaba una reforma de la Iglesia. También en el campo político las dificultades eran enormes: el conflicto entre Carlos V y Francisco I inició la primera gran fractura política de la época moderna en Europa. También la Iglesia pagó las consecuencias. Dos años después del Año Santo, Roma fue invadida y saqueada, por las tropas imperiales de Carlos V. El Jubileo fue, sin embargo, convocado regularmente, y la Puerta Santa abierta en un clima de agitación.


1550: El Jubileo en el tiempo del Concilio de Trento

Los Papas de este Jubileo son dos: Pablo III y Julio III. El primero de ellos trabajó en la preparación hasta su muerte en el año 1549, después de haber encontrado la ciudad de Roma, todavía desgarrada a causa del saqueo de 1527 y luego de haberse iniciado la reforma de la Iglesia católica con el Concilio de Trento. Julio III lo celebró a partir de febrero del año 1550, fecha de su elección. Por este retraso inicial, el Año Santo fue prolongado hasta la Epifanía sucesiva. Este Jubileo fue una ocasión propicia para realizar la renovación de la vida religiosa que habría encontrado su plena manifestación en el Concilio de Trento. El esfuerzo de los romanos, en la acogida a los peregrinos fue muy grande, especialmente con los peregrinos más pobres.


1575: San Felipe Neri organiza la acogida de los peregrinos

Es el primer Jubileo después del Concilio de Trento. Roma se preparó para el acontecimiento con particular esmero y austeridad. Ya desde 1573, a los dueños de hosterías y hoteles se les ordenó que no subieran los precios. Fueron construidas nuevas calles para facilitar el recorrido de los peregrinos; entre ellas la Avenida Merulana que une San Juan de Letrán con Sta. María la Mayor. En la vigilia del Año Santo, el Papa Gregorio XIII pidió a los Cardenales un nuevo estilo de vida para dar ejemplo a los fieles. Entre los cardenales presentes en Roma estuvo el gran arzobispo de Milán, Carlos Borromeo. El Jubileo se caracterizó por la presencia de nuevas asociaciones seglares y religiosas, entre ellas la Cofradía de la Santísima Trinidad de los Peregrinos y Convalecientes, fundada de San Felipe Neri. Esta institución organizó la hospitalidad de los peregrinos aún en los más mínimos detalles.


1600: Una gran participación de peregrinos

"Avisos de Roma", un diario urbano de la época, refirió que el Año Santo del 1600 fue uno de los que tuvo mas éxito tanto por la gran participación de fieles, como por la especial devoción de los peregrinos. Dos son las razones: el hecho de que la Iglesia católica comienza a recoger los frutos del Concilio de Trento y el clima de distensión que vivía Europa, después de tantos años de guerras y de divisiones. En Roma las instituciones de hospitalidad, creadas por las diversas Cofradías, desempeñaron un papel determinante, para resolver el problema del alojamiento y alimentación de la gran mayoría de los peregrinos, que eran pobres y no podían acceder a las estructuras normales de hospedaje.


1625 : El Jubileo es también para los enfermos y prisioneros

El Año Santo se abrió entre los "rumores" de la guerra de los Treinta Años que estalló en el año 1618. Urbano VIII promulgó un edicto para prohibir a todas las personas llevar armas y provocar actos de violencia en Roma. Una epidemia de peste se difundió en algunas regiones del Sur de Italia y el Papa, para evitar que la misma se extendiera a Roma, resolvió sustituir la visita a la Basílica de San Pablo extramuros, por la de Santa María en Trastévere. Por primera vez los efectos espirituales del Jubileo fueron extendidos a quienes, por razones de salud o de reclusión, no podían llegar a Roma. Es una importante innovación que modifica en profundidad el concepto inspirador de esta indulgencia que, originalmente, estaba asociada al viaje a Roma.


1650: Para el Año Santo se restaura la Catedral de Roma

Este Jubileo se abrió, a diferencia del precedente, en una época de paz relativa: había terminado la guerra de los Treinta Años que había devastado Europa. Inocente X inicia, en presencia de una gran muchedumbre de peregrinos, el Año Santo en la Basílica de San Pedro, que para la ocasión había sido renovada por dentro,. Uno de los hechos más relevantes de la celebración jubilar fue la restauración, deseada por el Papa, de la entonces derruida Catedral de Roma, San Juan de Letrán que, según algunos estudiosos, fue "vestida" por Borromini como una blanca esposa. El Papa aprovechó la ocasión de la restauración de su sede episcopal para manifestar el propósito de pacificación universal de la Iglesia. Inocente X había trabajado, en efecto, por la pacificación de Europa durante la larga guerra de los Treinta Años. Con la restauración de la Catedral, intentó consolidar el prestigio de la iglesia, y subrayar su posición neutral con respecto a las grandes potencias europeas.


1675: La columnata de Bernini acoge por primera vez los peregrinos

El Jubileo acogió por primera vez a los peregrinos dentro de la columnata de la Plaza San Pedro, realizada por Bernini. Los brazos extendidos la columnata son el símbolo más cabal de la nueva disposición de la ciudad hacia la muchedumbre de peregrinos que la visitan cada Año Santo. En la vigilia del Jubileo, Clemente X canoniza la primera santa de América del Sur, Rosa de Lima. Después erige la primera diócesis de América del Norte, la de Quebec. El Jueves Santo, el Papa se dirige a la sede de la Cofradía de los Peregrinos para lavar los pies a doce pobres y hace servir una cena para diez mil personas. La reina Cristina de Suecia participa, en el mismo lugar, del "lavatorio de los pies" de las peregrinas.


1700: El Jubileo en el siglo de las "luces"

Inicia un nuevo siglo, denominado "de las luces", fundamentado en la cultura de la "razón". El Jubileo fue abierto por Inocencio XII que muere antes de que termine el año. Por primera vez un Año Santo es alterado por la muerte del Papa. Le sucede Clemente XI. Muchos ilustres peregrinos llegan a Roma para el acontecimiento jubilar. Entre estos la reina polaca María Cristina, viuda de Juan III Sobieski, que entra descalza en San Pedro y vestida de penitente visita las iglesias romanas. Un viajero inglés, a propósito de la devoción de los peregrinos escribe: "La muchedumbre sigue pasando de rodillas la Puerta Santa de San Pedro con tal afluencia que no he podido todavía abrirme camino para entrar".


1725: El Año Santo del rescate de los esclavos

El Jubileo quedó fuertemente marcado por la personalidad de Benedicto XIII, que convocó un Sínodo en la provincia romana y estableció una serie de normas para la preparación espiritual del evento. Los romanos vieron al Papa recorrer las calles de la ciudad sobre humildes carrozas, salmodiar con devoción durante el trayecto y transcurrir jornadas enteras en oración en la Iglesia de Santa María sobre Minerva, a cargo de los Dominicos, orden a la que había pertenecido. El Papa quiso que se realizara una esmerada predicación en las diversas iglesias de Roma y, con este objetivo, hizo llamar los más famosos predicadores del tiempo. Un hecho significativo fue la acogida reservada por los Padres Mercedarios a 370 esclavos rescatados para el Año Santo. Para el Jubileo fue inaugurada la estupenda escalinata de la Trinidad de los Montes en la Plaza de España.


1750: El Año Santo de los predicadores y de la cruz en el Coliseo

En la Bula de convocación del Jubileo, Peregrinantes a Domino, Benito XIV destacó la necesidad de hacer penitencia para que el Año sea verdaderamente "Santo": Año de edificación y no de escándalo. El Papa recordó el valor de la peregrinación como superación de las dimensiones cotidianas de pecado. El Jubileo tuvo así, una fuerte característica espiritual. Uno de los predicadores más escuchados fue Leonardo de Puerto Mauricio, un franciscano reformado: a sus predicaciones en Plaza Navona, asistió también el Papa. El Padre Leonardo erigió en Roma durante el Año Santo, 572 cruces y la más célebre fue la que se levantó en el Coliseo, que se venera hasta nuestros días.


1775: El Jubileo más breve de la historia

Por primera vez la Bula de convocación del Jubileo se hace en idioma italiano: "L’Autore della nostra vita". Pío VI, en febrero apenas elegido, abrió la Puerta Santa en San Pedro para el Jubileo más breve de la historia. La preparación fue realizada por su predecesor, Clemente XIV, con un ciclo de predicaciones, procesiones y misiones en algunas plazas romanas. Las misiones respondían a una exigencia: la de preparar la ciudad para el Año Santo. Fueron realizadas también algunas obras públicas, entre ellas la restauración de los hospitales Espíritu Santo y San Juan. El Jubileo del año 1775 es recordado también por la presencia de un numeroso grupo de Patriarcas y Obispos católicos de rito oriental.


1800: El Jubileo no se celebra: La Puerta Santa está inmersa en el sufrimiento de la historia

El Jubileo del nuevo siglo no se celebró a causa de los profundos cambios que involucraron el continente europeo después de la Revolución Francesa. En el año 1797 las tropas francesas ocuparon Roma y la ciudad se transformó en el centro de la República Romana. El Papa Pío VI que debería haberlo convocado, murió desterrado en el año 1799. El año que debía haber sido jubilar transcurrió entre la ausencia forzada del Papa de Roma, las difíciles condiciones políticas generales y la incertidumbre que caracteriza los tiempos de guerra. Todos estos factores impidieron a Pío VII celebrar el Año Santo, incluso con retraso.


1825: El único Jubileo del siglo XIX, se celebra en medio de dificultades

El del año 1825 es el único Jubileo celebrado en el siglo XIX. Las cancillerías europeas del período de la Restauración miraban con mucha preocupación la convocación del Jubileo por el notable movimiento de personas que habría provocado. En un tiempo de revoluciones liberales y de conspiraciones, cada viajero era considerado sospechoso, las fronteras están cerradas, los caminos vigilados, las posadas desaparecieron. Sin embargo, León XII lo quiso, lo organizó y celebró. En la Bula de convocación hace referencia a las dificultades, pero al mismo tiempo pone la celebración jubilar bajo el signo de la alegría. Una de las novedades fue que se concedía la indulgencia a quienes veneraran uno de los iconos más antiguos del mundo, el de la Virgen de la Clemencia, del siglo VII, conservado en la Basílica de Sta. María en Trastévere.


1850: El Jubileo no se convoca porque el Papa está ausente de Roma

El Jubileo correspondiente a esta fecha no fue convocado, ni celebrado. Pío IX estaba desterrado desde hacía un tiempo y regresó a Roma en abril del año 1850, demasiado tarde para convocar el Año Santo. El alejamiento del Papa de Roma era consecuencia del amplio fenómeno de agitación general que acosaba la ciudad y los Estados Pontificios a partir del año 1848. Eran los presagios de la llamada cuestión romana, en la que se ponía en discusión el poder temporal del Papa. Este Jubileo fallido planteaba una pregunta a Pío IX y a sus sucesores: ¿Sería posible en el futuro otra celebración jubilar si se ponía en discusión el poder temporal del Papa?


1875: La Puerta Santa permanece cerrada

Roma se había convertido en capital de Italia desde hacía unos años. El Papa que había perdido el poder temporal sobre la ciudad y los Estados Pontificios, decidió quedarse en Roma encerrándose en el Vaticano, declarándose "prisionero del rey". La Puerta Santa de San Pedro quedó nuevamente cerrada, como en el año 1850. Pío IX, consideró que no se daban las condiciones para una celebración normal del acontecimiento, pero quiso de todos modos convocarlo de manera nueva con respecto al pasado. El Papa extendió el Jubileo a todo el mundo católico y lo celebró en Roma en forma reducida inaugurándolo en la Basílica de San Pedro con la única presencia del clero romano y sin la apertura de la Puerta Santa. Fue por lo tanto un Jubileo, a "puertas cerradas".


1900: La Puerta Santa se abre nuevamente en un clima de reconciliación

El nuevo siglo que empieza, celebra el renacimiento del Jubileo. Después de setenta y cinco años se abrió de nuevo la Puerta Santa. León XIII, el 24 de diciembre de 1899, pudo inaugurar el primer Año Santo después del fin del poder temporal del Papa. León XIII, que se había pronunciado sobre una de las cuestiones centrales del tiempo, la social, con la histórica Encíclica Rerum novarum, consideraba también necesario redimensionar la imagen de la Iglesia y del pontificado romano. El Jubileo le ofrecía la ocasión. La preparación logística y la organización fueron apoyadas también, por primera vez, por el gobierno italiano. La apertura de la Puerta Santa se realizó con solemnidad y también en un clima de reconciliación y fiesta. Roma se llenó en esa ocasión, de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo.


1925: "El Año Santo de la pacificación y de la paz"

Es la definición del Jubileo del año 1925 convocado por Pío XI en un clima de renovada distensión entre la Iglesia y el Estado Italiano. La prensa italiana concedió amplio espacio al evento, poniendo así en evidencia el nuevo clima de paz que se había instaurado en Roma. Pío XI dio al Jubileo un carácter eminentemente misionero, ya que las misiones constituyeron uno de los grandes temas de su pontificado. A él se debe la consagración de los primeros obispos chinos. El año jubilar fue también coronado por una serie de solemnes ceremonias religiosas, entre las cuales las más significativas fueron algunas canonizaciones: la de Teresa del Niño Jesús, la del Cura de Ars y de Juan Eudes. La participación de los peregrinos fue impresionante. De hecho aquel año llegaron a Roma más de medio millón de personas.


1933: El Año Santo extraordinario de la Redención

El 24 de diciembre de 1932, Pío XI anunció, sorprendiendo a todos, la convocación de un Año Santo extraordinario para 1933: el de la Redención. Después de haber instituido la fiesta de Cristo Rey y de haber consagrado la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús, en la vigilia del centenario de la muerte de Cristo el Papa anunciaba el Año Santo de la Redención. Los tiempos litúrgicos de este Jubileo fueron diversos de los anteriores. En efecto, la apertura de la Puerta Santa fue fijada para el Domingo de Pasión (y no la noche de Navidad), y la clausura para el Lunes de Pasión del año sucesivo. Pío XI creó así un gran acontecimiento religioso centrado en la figura de Cristo Redentor. Este Jubileo fue la primera ocasión, después del fin del poder temporal, en el que algunas celebraciones presididas por el Papa se realizaron fuera de la Basílica de San Pedro.


1950: El Jubileo "del gran retorno y del gran perdón"

Pío XII abrió el Año Santo en un horizonte cargado de tensiones y con las heridas de la segunda guerra mundial todavía no cicatrizadas. Un mensaje de paz subyace en el Jubileo del año 1950. Es el año del "gran retorno y del gran perdón" de todos los hombres, también de los más alejados de la fe cristiana. Europa estaba dividida en dos partes y los católicos del Este no podían ir a Roma. No obstante estas dificultades, la participación de los peregrinos fue extraordinaria y la audiencia con el Papa, a partir de este Jubileo, entró a formar parte integrante de la vida de los fieles. Videre Petrum pasó a ser el objetivo de muchos. Durante el año jubilar Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María, en la Plaza San Pedro en presencia de casi quinientos mil fieles y 622 obispos. Otro aspecto significativo fue el espectáculo ofrecido por la presencia de los peregrinos. Su ejemplo fue definido: "la mejor predicación de este siglo".


1975: El Jubileo de la reconciliación y de la alegría

"¿Tiene todavía sentido la celebración del Jubileo?". Esta era una pregunta frecuente entre los católicos del inmediato posconcilio. Después del Vaticano II una celebración jubilar, a muchos les parecía anacrónica, ligada a una idea de cristiandad medieval. El Papa Pablo VI sentía estos problemas, pero decidió no interrumpir la tradición de los Jubileos. El Papa vio el Año Santo como una oportunidad de renovación interior del hombre. Con ocasión de este Jubileo escribió la Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, con la intención de poner las celebraciones jubilares bajo el signo de la alegría. Los tres puntos fundamentales de este Año Santo fueron: la alegría, la renovación interior y la reconciliación. Un observador seglar de la historia de la Iglesia escribió a propósito del Jubileo del año 1975: "Fue un gran éxito".


1983: El Jubileo de la Redención prepara el Año Santo del 2000

"¡Abran las puertas al Redentor!". Con estas palabras Juan Pablo II introdujo la Bula que, el 6 de enero de 1983, convocaba el Jubileo de la Redención. El motivo de este Año Santo extraordinario fue el 1950 aniversario de la muerte de Jesús que el Papa entendía celebrar en continuidad con el Jubileo extraordinario de 1933 y en vista del Jubileo del Jubileo del año 2000. Es decir, como una anticipación del Jubileo de este fin de milenio. El Jubileo extraordinario tuvo la función "de llevar a cabo una digna preparación para el "Año Santo del 2000".

2000: El Gran Jubileo
Fue un acontecimiento en la Iglesia católica que tuvo lugar entre la Nochebuena (24 de diciembre) de 1999 y la Epifanía (6 de enero) de 2001.  Proclamado por el Papa san Juan Pablo II, quien el 10 de noviembre de 1994 publicó su carta apostólica Tertio Millennio Adveniente. En ella se invitó a la Iglesia a comenzar un período de tres años de intensiva preparación para la celebración del tercer milenio cristiano, donde 1997 estaría marcado por la exploración de la figura de Cristo, 1998 por la meditación de la persona del Espíritu Santo, y 1999 por la meditación en la figura de Dios Padre. Al igual que otros años jubilares anteriores, fue una celebración por la misericordia de Dios y el perdón de los pecados. La principal innovación de este Jubileo fue la adición de muchos "jubileos particulares", celebrados simultáneamente en Roma, Israel y otras partes del mundo.



2016: Año Santo de la Misericordia
"Queridos hermanos y hermanas, he pensado frecuentemente en cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser testigo de su misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Y tenemos que andar este camino. Por eso, he decidido llamar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: “Sean misericordiosos como el Padre” (cfr Lc 6,36). Y esto especialmente para los confesores, ¿eh? ¡Tanta misericordia!
Este Año Santo iniciará en la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016, domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo y rostro vivo de la misericordia del Padre. Confío la organización de este Jubileo al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, para que pueda animarlo como una nueva etapa del camino de la Iglesia en su misión de llevar a cada persona el Evangelio de la misericordia.
Estoy convencido que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este año desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que dirija a nosotros su mirada y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año a recibir la indulgencia de Dios, a recibir la misericordia de Dios". Papa Francisco, 13 marzo 2015

¿CÓMO ORAR CUANDO ALGUIEN TE HACE SUFRIR?


¿Cómo orar cuando alguien te hace sufrir?
Al rezar por quienes te hacen sufrir, te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas.


Por: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com 




Hay personas que nos hacen sufrir. Sabiéndolo o no, queriéndolo o no, pero nos hacen pasar malos ratos. Nos duelen sus palabras hirientes, sus actitudes humillantes, sus tratos despóticos, su falta de responsabilidad, sus infidelidades, sus prontos temperamentales, sus olvidos y negligencias...

Ante personas así podemos reaccionar siendo con ellos de la misma manera que sonellos con nosotros: "para que se enteren", "para que vean lo que se siente". O bien podemos enfrentarlos, decirles sus verdades y ponerles un alto. O incluso evadir el problema ignorándolo y dejándolo a su suerte. Pero sabemos que estos recursos pocas veces funcionan.

Sin embargo, podemos también buscar el momento y las palabras más adecuadas para hacerle ver lo que está sucediendo. Podemos poner amor: "Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor" (San Juan de la Cruz). Y por fin, orar por ellos.
Orar por una persona querida es fácil, pero orar por una persona que te hace daño es difícil. Apenas lo traes a la memoria en la oración y se te retuerce el estómago. Y si llegas a formular una oración, lo más probable es que ésta sea para pedirle a Dios que lo parta un rayo, que le dé una buena lección o que lo cree de nuevo. Aún si te salen estos sentimientos, intenta de nuevo. Verás que la oración irá ablandando tu corazón, pues en la oración se hace presente el Espíritu de Dios que es amor, y Él, el Amor en persona, irá renovando tu corazón. Y te dirás: "pero de lo que se trataba era de que el otro cambiara". Sí, pero al orar por quien te hace sufrir te darás cuenta de que el primero que comienza a cambiar eres tú mismo.

Al rezar por quienes te hacen sufrir:

- Te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas. Desahogarse con Dios sana y libera. Poner en manos de Dios aquello que no puedes controlar ni remediar es de personas sensatas.

- Dios te hace ver que el rencor, la venganza, la falta de perdón, el resentimiento, el odio, no son virtudes cristianas, y que más bien debes aprender a ser como es Dios con nosotros: rico en misericordia, dispuesto aperdonarme siempre (aunque no lo merezca), tolerante, paciente, compasivo. “Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc 23, 43)

- Rezas con coherencia y sinceridad el padrenuestro y le das a tu Padre celestial excusa suficiente para perdonarte. “Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

- El Espíritu Santo comienza a modelar tu corazón conforme al Suyo. Verás que todo ese rencor que llevas dentro es veneno que intoxica, vinagre que amarga la vida, y que a medida que te purificas de él y lo suples con la miel de la caridad cristiana, la vida se te hace mucho más llevadera. Ya bastante mal te lo pasas con el sufrimiento que el otro te impone como para que lo amplifiques con el reflujo de tu propia amargura.

- Y no te quede la menor duda de que si rezas con fe y caridad por quienes tehacen sufrir, Dios actuará. No esperes resultados inmediatos, simplemente espera con absoluta confianza en que Dios obrará en el momento y de la manera que considere oportunas.




Tal vez te pueda servir esta oración de intercesión y sanación del P. Emiliano Tardif:

Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a). Tú lo(a) conoces por su nombre. Te lo(a) presento, Señor, para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso en su vida.

Tú conoces su corazón y conoces las heridas de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.

Conoces los traumas y complejos de su vida.
Hoy, Padre, te pedimos que por el amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo,derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a) para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de su corazón.

Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en este corazón y dale tu paz. Llénalo de amor.

Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.
Sabemos, Señor, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estamos pidiendo con María, nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.

Cambia su corazón y dale un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dale un corazón nuevo.

Haz brotar, Señor, en este hermano(a) los frutos de tu presencia. Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre él el Espíritu de las bienaventuranzas, para que él pueda saborear y buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumas junto a su esposo(a), junto a su familia, junto a sus hermanos.

Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón porque Tú nos sanas, porque tu nos liberas, porque Tú rompes las cadenas y nos das la libertad.

Gracias, Señor, porque somos templos de tu Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te damos gracias, Señor, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en nuestros corazones.

¡Qué grande eres Señor!

Bendito y alabado seas, Señor

¿CÓMO PODEMOS VIVIR REALMENTE EL TIEMPO DE ADVIENTO?


¿Cómo podemos vivir realmente el tiempo de Adviento?
Por Hillary Mast







(ACI).- Ahora que hemos llegado casi a la mitad del Adviento aún podemos preguntarnos ¿qué significa realmente vivir el tiempo de Adviento? ¿Cómo nos podemos preparar mejor para la Navidad?

Si se busca en Pinterest “cómo celebrar el Adviento”, aparecerán tutoriales sobre cómo hacer un calendario de Adviento, como hacer tu propia corona, el Árbol de Navidad y diversas ideas del tipo “hazlo tú mismo” para crear adornos, por ejemplo, para esta época.

Pareciera que, en los últimos años, el tiempo de penitencia como preparación para la Navidad se hubiera convertido en una época para hacer manualidades, gracias a sitios web como Pinterest o los tutoriales.

Si bien estas manualidades y actividades pueden contribuir en cierto modo a la celebración de la Navidad, es importante que estas no sean una distracción sobre el verdadero propósito de este tiempo: la preparación para el nacimiento del Hijo de Dios.

Al respecto, el P.Mike Schmitz, capellán del Centro Newman de la Universidad de Minnesota Duluth, dijo a ACI Prensa que una de las cosas que se han pasado por alto del Adviento es que “es un tiempo de penitencia, y como tal la Iglesia nos pide hacer oración, ayuno y limosna”.

“Es algo así como el aguafiestas del Adviento porque uno se dice: ‘no puedo divertirme porque estamos en un tiempo de penitencia’”.

Sin embargo, el hecho de que sea un tiempo de penitencia no significa que este tiene que ser sombrío. “Pienso que hay buenas maneras para que una persona o una familia puedan hacer de la oración, el ayuno y la limosna, parte de la preparación para Navidad. No tiene que ser una experiencia severa”, explicó.



El P. Schmitz indicó que la manera más simple que un católico tiene para prepararse para la Navidad es confesarse. “En el Adviento no solo se pide a los fieles que se preparen para celebrar la Navidad, sino que también se preparen para encontrarse con Jesús en el fin de los tiempos”, señaló.

Prepararse en familia

Para Kathryn Whitaker, del blog “Team Whitaker” (Equipo Whitaker)  vivir el Adviento tiene que ver con saber lo que se puede hacer con la familia.

“Hay miles y miles de ideas preciosas en Pinterest y en otros lugares, pero creo que uno tiene que ver que encaja con su familia y no sentirse mal porque otro lo hace diferente”, manifestó.

En un intento de marcar de nuevo el frenesí de la mañana de Navidad, indicó que su familia comenzó a buscar formas de servir a otros y de agradecer por lo que tenían en las semanas previas.

“Creo que para nosotros, sólo se trata de esparcir un poco de amor, especialmente en estas cuatro semanas, en cada cosa que hacemos”.

Los Whitaker “adoptan” cada año a una familia que pasa necesidad para darle regalos y comida, o donan obsequios para el Brown Santa, una tradición que recibe su nombre de los uniformes marrones que utilizan los miembros del condado de Trevis, de la Oficina del Sheriff de Texas (Estados Unidos), que asisten a los vecinos más desfavorecidos,
especialmente en Navidad.

También como parte del Adviento, aparte de la Misa y la confesión, enciende con los niños del nido donde trabaja una corona de Adviento, hecha de papel tejido y papel higiénico, y tiene un Árbol de Jesse, una antigua tradición que se trata de decorar un árbol con
ornamentos que representan la historia de la salvación.

Con el paso de los años, Kathryn y su familia han adaptado la temporada de adviento a su vida familiar. Por ejemplo, el año en que ella y su esposo trajeron a su hijo prematuro del hospital a su casa, apenas consiguieron armar el árbol de Navidad y decorarlo con algunos
adornos.

“Con eso estuvo bien, y sabiendo que el Adviento u otro tiempo litúrgico se aproxima, tu puedes hacer más o menos”, dijo.

¿Y si cambiamos un poco el orden?

Así como Whitaker, Bonnie Engstrom del blog “A Knotted Life” (Una vida enredada) dijo que la mejor forma para que una familia viva el tiempo de Adviento es “ver las opciones que pueden generar lecciones significativas y recuerdos duraderos. Después tiene que ver si funciona y confiar en que estás haciendo un buen trabajo”.

Hace algunos años, los Engstrom han reducido considerablemente sus actividades de Adviento y se han enfocado en hacer la corona y en recordar algunos santos. Incluso en lugar de colocar luces, beber chocolate y mirar películas navideñas como lo hacen los demás, esta familia posterga esas actividades para después de ese día.

“Esto ha reforzado enormemente la Navidad después del 25 de diciembre y ha traído mucha más paz y alegría a nuestra casa, al mismo tiempo que reduce el estrés ", dijo ella.

Bonnie señaló que involucra más a sus hijos en la fe con actividades divertidas como dejar que armen el belén, añadan adornos al árbol de Jesse y que celebren el día de San Nicolás.

También enseñan a sus hijos que celebrar el Adviento es importante para crecer en su relación con Dios.

“El silencio, la belleza simple y el centrarse en la preparación son las cosas que me ayudaron a aquietar mi vida interna y externa para que Dios pudiera hablarme”, comentó.

Traducido por María Ximena Rondón.

EL SEGUNDO PEDIDO - CUENTO CORTO


El segundo pedido
Si la Virgen María había atendido tan generosamente el primer pedido, ¿por qué no quiso hacer lo mismo con el segundo?


Por: Redacción | Fuente: salvadmereina.co.cr 




Fray Martín, sacristán de un convento franciscano, de Italia, cumplía con sus funciones a la perfección. Se esmeraba por dejar blanquísimos y bien almidonados los manteles del altar. No se veía nunca restos de cera o polvo en el presbiterio, y los cálices y copones siempre estaban relucientes.

“La limpieza es el lujo del pobre”, se decía a sí mismo, mientras trabajaba con redoblado empeño, al tratarse del culto al Señor. En la vida de voluntaria pobreza, abrazada por amor a Él, quería servirle de la manera más excelente posible, pues además del sentido del deber brillaba en el alma de fray Martín una profunda devoción a Jesús Eucaristía.

Cuando este sacristán terminaba sus quehaceres, se dirigía invariablemente ante el sagrario y allí permanecía rezando, en íntimos coloquios con el Señor. Como todos los jueves había en el convento adoración solemne al Santísimo Sacramento, siempre conseguía organizar el servicio con el fin de pasar un largo rato arrodillado a los pies de la Custodia.

Se acercaba por aquellos días la fiesta del patrón del convento. Fray Martín era el encargado de decorar la iglesia y de preparar los vasos sagrados y demás elementos litúrgicos para la Misa solemne. Siempre activo y dedicado, había conseguido flores para adornar el altar, cosa nada fácil para aquella época del año.

La noche anterior lo había dejado todo listo para la celebración. Quería tener en ese día el menor número posible de ocupaciones, pues así podría asistir a la Santa Misa con más recogimiento y recibir con más fervor a Jesús en su alma. Pero cuál no fue su sorpresa cuando el padre prior le asignó la función de limosnero aquella misma jornada festiva. Había que conseguir sin tardanza un refuerzo de víveres, pues la casa estaba repleta: además de los frailes llegados de otros conventos, estaba un grupo de peregrinos pobres. Y la despensa estaba casi vacía… Corrían el riesgo de servirles a los visitantes un frugal almuerzo y despedirles sin cenar.



Como buen religioso, fray Martín obedeció con prontitud y alegría. Tan sólo le pedía a Jesús Sacramentado la gracia de regresar temprano para poder asistir a la Misa vespertina y recibirlo en su corazón.

Iba acompañado por fray Salomón. Llamaron de puerta en puerta durante varias horas, pero parecía que las almas caritativas habían desaparecido de la región. Únicamente consiguieron algunos panes duros, ni siquiera las legumbres necesarias para hacer una humilde sopa…

La tarde estaba cayendo y entraron en una capillita cerca de donde estaban. Le pidieron con mucha confianza a la Virgen María que les ayudase a obtener no sólo los alimentos indispensables para la comunidad, sino también poder volver a tiempo para oír Misa y recibir el Cuerpo de Cristo.

Poco después de haber retomado su tarea, se encontraron con un campesino que conducía un pequeño carromato. Tras saludarles respetuosamente y pedirles la bendición les preguntó:

— Mis buenos frailes, parecen preocupados… ¿Necesitan ayuda?

Fray Martín le explicó la dificultad por la que estaban pasando. Enseguida el campesino les dio la solución:

— Fíjense lo buena que es la Santísima Virgen al hacerme pasar por este desvío, precisamente ahora.

Aquí tienen un saco de patatas, zanahorias, rábanos y tomates. Y en este otro hay un par de jamones bien grandes. Ahora entiendo por qué no conseguí venderlo todo en el mercado… Nuestra Señora ha decidido reservar todo esto para el convento. Pues nada; se lo pueden llevar todo, que lo doy con mucho gusto.

Los dos religiosos le agradecieron al campesino de todo corazón su generosidad y le prometieron oraciones por él y su familia; y emprendieron contentos el camino de vuelta. Con todo, la distancia hasta el convento era larga y llegaron casi al final de la tarde. Entregaron las provisiones al hermano cocinero, se limpiaron el polvo y apresuradamente se fueron hacia la iglesia, donde aún resonaban las melodías eucarísticas.

Sin embargo, la Misa había terminado…

No tuvieron ni siquiera el consuelo de recibir la Comunión. Si la Virgen María había atendido tan generosamente el primer pedido, ¿por qué no quiso hacer lo mismo con el segundo?

Consternados, se pusieron de rodillas ante el sagrario y le hicieron a Jesús un amoroso lamento:

— Señor, ¿por qué nos has abandonado? ¡Cómo queríamos haber participado en esta Misa! No obstante, por amor a la obediencia, hemos sido privados de recibirte en la Eucaristía.

Poco a poco, la iglesia se iba vaciando, pero los dos religiosos allí permanecían aún en oración. De pronto, vieron que surgía en el presbiterio un varón alto, lleno de nobleza y con una fisonomía reluciente.

— La Reina del Cielo ha oído complacida vuestras súplicas, les dijo, y me ha enviado para atenderlas.

Arrodillaos en el comulgatorio y preparad vuestros corazones para recibir dignamente a su divino Hijo.

El Ángel de luz abrió el tabernáculo, cogió el copón y les administró la Sagrada Comunión. Después hizo un breve acto de Adoración al Santísimo Sacramento, lo repuso en su lugar y desapareció.

Lágrimas de consolación corrían por las mejillas de los frailes Martín y Salomón. Después de una larga acción de gracias, la más bendecida de sus vidas, fueron a contarle al padre prior lo ocurrido. Éste mandó que tocaran la campana para reunir a los demás religiosos y dirigirse todos a la capilla del Santísimo, para dar gracias a Dios por tan insigne gracia. Y allí vieron —¡Oh maravilla!— que el Ángel había dejado una marca de su paso: en bellísimas letras doradas, las iniciales de Jesús y de María.

ESTAS SON LAS REFORMAS DEL PAPA FRANCISCO PARA LA NULIDAD MATRIMONIAL QUE YA ENTRARON EN VIGOR


Estas son las reformas del Papa para la nulidad matrimonial que ya entraron en vigor







VATICANO, 09 Dic.  (ACI).- Ayer 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, entró en vigor la reforma del proceso de nulidad matrimonial que aprobó el pasado mes de septiembre el Papa Francisco. Se trata de uno de los gestos queridos por el Pontífice con motivo del Jubileo de la Misericordia que inició ayer y que se extenderá hasta el próximo 20 de noviembre de 2016.

Entre lo más destacable de la reforma se encuentra una mayor participación de los obispos, así como mayor brevedad para la resolución de los casos y la declaración de la gratuidad de los mismos.

El nuevo proceso que ha comenzado ya a funcionar en todas las diócesis busca por tanto mejorar el sistema de declaración de nulidad “por la salvación de las almas” mientras se reafirma la enseñanza católica de la indisolubilidad del matrimonio.

Los cambios fueron publicados en dos documentos motu proprio (por iniciativa del propio Pontífice) y se llaman Mitis Iudex Dominus Iesus (El Señor Jesús, un juez manso), que establece la reforma en el Código de Derecho Canónico del Rito Latino; y Mitis et misericors Iesus (Jesús, manso y misericordioso), que establece los cambios para las 23 Iglesias Orientales católicas que están en comunión con Roma.

Ambos documentos son prácticamente iguales, con la diferencia fundamental de que en el segundo texto, en vez de hablar de los obispos se hace referencia a los patriarcas y las eparquías.

En la introducción del primer texto, el Santo Padre resaltó que estos ajustes “no favorecen la nulidad de los matrimonios sino la prontitud en el proceso”.


Francisco señala además que decidieron esta reforma siguiendo la reflexión de sus hermanos obispos que en el Sínodo Extraordinario sobre la Familia de 2014 solicitaron que el proceso de nulidad fuese “más rápido y más accesible”.

La reforma también responde a “una gran cantidad de fieles que (…) con mucha frecuencia se alejan de las estructuras jurídicas de la Iglesia debido a la distancia física o moral”, señala el Pontífice. Para él, “la caridad y la misericordia” requieren que la Iglesia como madre acerque a sus hijos que se consideran también lejos de ella.

Entre los cambios más significativos el Papa decidió retirar la apelación automática que se generaba luego de que se tomaba la decisión de nulidad; y darles a los obispos la potestad de decidir directamente cuando los casos de nulidad son “particularmente evidentes”.

Hasta ahora, una vez que se decidía la nulidad de un caso, este debía pasar a otro tribunal, una práctica que muchos consideraban como una innecesaria postergación del proceso, particularmente cuando nadie contestaba esos resultados.

Con la reforma de Francisco ya solo se necesita una sentencia, a menos que se haga una apelación. Si hay apelación, el Papa señala que ahora se podrá hacer en la arquidiócesis más cercana, conocida como la “sede metropolitana” y ya no habrá necesidad de dirigirse a Roma.

El Pontífice también estableció que cada diócesis en el mundo nombre a un juez o un tribunal de la Iglesia para procesar los casos.

Cada obispo local puede ser el único juez o puede establecer un tribunal de tres miembros. De ser así, al menos uno de ellos debe ser del clero y los otros dos pueden ser laicos.

El Papa también estableció que el proceso de nulidad será gratuito; una práctica que ya se realizaba en muchas diócesis.

En su introducción, el Papa reconoce que esta reforma, particularmente los nuevos procedimientos en relación a las decisiones tomadas por los obispos, puede generar preocupación sobre la enseñanza de la Iglesia en cuanto a la indisolubilidad del matrimonio.

“No he dejado de percatarme de que un juicio abreviado puede poner en riesgo la indisolubilidad del matrimonio”, afirma.

“De hecho, por esta razón he querido que en este proceso el juez sea el Obispo porque la fuerza de su ministerio pastoral es, con Pedro, la mejor garantía de la unidad católica en la fe y la disciplina”.

El Papa también explicó que ha querido ofrecer este nuevo proceso a los obispos para que “sea aplicado en casos en los que la nulidad matrimonial es particularmente evidente”.

Entre estos casos, señala el documento, están por ejemplo el aborto procurado para impedir la procreación, la obstinada permanencia en una relación extraconyugal durante el tiempo de las nupcias, el ocultamiento doloso de la esterilidad o de una grave enfermedad contagiosa o de hijos nacidos de una relación anterior o de una encarcelación.

YA TE FALTA POCO PARA NACER... OH SEÑOR DE LA HISTORIA



Ya te falta poco para nacer....Oh Señor de la historia
En la mitad del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos? ...y ahí andamos corriendo, para que no se nos olviden las "cosas" 


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




¡YA TE FALTA POCO PARA NACER.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

En la mitad del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo y únicamente por amor.

Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA







FELIZ JUEVES!!!

miércoles, 9 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 9 DE NOVIEMBRE DEL 2015


Vengan a mí todos los que están fatigados
Adviento


Mateo 11, 28-30. Adviento. Nosotros fuimos creados por Dios para amar y ser amados, y nuestro verdadero descanso está precisamente en esto. 


Por: Aníbal de Jesús Espino, L.C. | Fuente: Catholic.net 



Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Oración introductoria
Jesús mío, vengo hoy ante Ti para pedirte ayuda. Tengo el profundo deseo de acercar mi corazón al tuyo. Debo confesarte que me encuentro algo cansado de todo el ajetreo diario, la rutina me desgasta. Tú que dijiste: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio», aquí me tienes. Quiero en esta oración descansar en Ti.

Petición
Señor Jesucristo, que eres manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.

Meditación del Papa Francisco
El yugo de Jesús es yugo de amor y, por tanto, garantía de descanso. A veces nos pesa la soledad de nuestras fatigas, y estamos tan cargados del yugo que ya no nos acordamos de haberlo recibido del Señor. Nos parece solamente nuestro y, por tanto, nos arrastramos como bueyes cansados en el campo árido, abrumados por la sensación de haber trabajado en vano, olvidando la plenitud del descanso vinculado indisolublemente a Aquel que hizo la promesa.
Aprender de Jesús; mejor aún, aprender a ser como Jesús, manso y humilde; entrar en su mansedumbre y su humildad mediante la contemplación de su obrar. Poner nuestras iglesias y nuestros pueblos, a menudo aplastados por la dura pretensión del rendimiento bajo el suave yugo del Señor. Recordar que la identidad de la Iglesia de Jesús no está garantizada por el “fuego del cielo que consume”, sino por el secreto calor del Espíritu que “sana lo que sangra, dobla lo que es rígido, endereza lo que está torcido” (Homilía de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).

Reflexión 
El seguir a Cristo amerita por ley divina cargar nuestra cruz, el yugo del cual habla el Señor en el Evangelio; ese yugo que es suave y ligero. El yugo de la caridad, que es en sí misma mansedumbre para tratar a los demás, y humildad, que es la perla preciosa del trato con Dios. Sin estas dos cualidades, nuestro trato con los demás se nos hace insufrible. Nosotros fuimos creados por Dios para amar y ser amados, y nuestro verdadero descanso está precisamente en esto. El camino más fácil para llegar a Él, es ser –como Jesús nos pide– mansos y humildes de corazón.

Propósito
El día de hoy trataré con gran caridad a la persona que no me sea tan simpática, para imitar así la mansedumbre de Jesús.

Diálogo con Cristo
¡Jesús, que eres manso y humilde de corazón, aligera mi carga porque estoy cansado! Muéstrame el camino de la mansedumbre y de la humildad, que es en sí la misma caridad. Enséñame a ser caritativo con los demás, porque en ellos hallaré mi descanso a tu lado.

“La humildad y pobreza de Jesús se convierten en principio de nuestra exaltación”(Pablo VI, Audiencia general, miércoles 11 de enero de 1978)

INGENIERÍA INTERIOR


Ingeniería interior
Los caminos del corazón no siempre son rectos. A veces se presentan intenciones torcidas, impurezas y malquerencias. Es preciso enderezar esos caminos: rectificar las intenciones, purificar los afectos, corregir las malas inclinaciones.


Por: Alejandro Ortega Trillo | Fuente: Catholic.net 




Jorge Valdés fue líder del narcotráfico mundial en los años setenta. A los veintitrés años ganaba tres millones de dólares mensuales. Pronto tuvo mansiones, barcos, aviones privados, armas y todo el placer que quiso. Un día lo capturaron y encarcelaron. Tras años de prisión y una profunda conversión espiritual, Jorge resume hoy su experiencia con estas palabras: «el ser humano viene a la tierra con un “hoyo” dentro de sí, que nada puede llenar; sólo Jesucristo». 


Para rellenar ese hoyo, Juan Bautista sugiere una obra de ingeniería. Consiste en mejorar los caminos del corazón para que Jesús pueda entrar y caminar con plena libertad. Según el profeta Isaías, a quien Juan cita, la obra consta de cuatro trabajos: rebajar los montes, rellenar los valles, enderezar lo tortuoso y allanar lo áspero.


Es frecuente que, con el paso del tiempo, se vayan formando montañas de orgullo, vanidad y autosuficiencia en nuestro corazón, haciéndolo intransitable. El orgullo consiste en creerse o sentirse más que los demás; la vanidad, en preocuparse excesivamente por la propia imagen; y la autosuficiencia, en una actitud de excesiva autonomía, independencia e individualismo. Para rebajar los montes y colinas hay que trabajar en la humildad. Hay que echar mano de poderosas excavadoras, como son la mansedumbre, la sencillez y la apertura a los demás. 


Un valle es una depresión topográfica. Los «valles del corazón» son la tristeza, la frustración, la insatisfacción y los complejos. Rellenar los valles significa trabajar en la ilusión, en la alegría, para no permitir que las adversidades agrieten nuestro interior. Es cierto que los ríos de la vida, que arrastran de todo, erosionan y hieren el corazón. Con la ayuda de la gracia, sin embargo, podemos siempre rellenar esas hendiduras, sanar esas heridas. 


Los caminos del corazón no siempre son rectos. A veces se presentan intenciones torcidas, impurezas y malquerencias. Es preciso enderezar esos caminos: rectificar las intenciones, purificar los afectos, corregir las malas inclinaciones. Sólo los puros «verán a Dios», dice la bienaventuranza. Un corazón puro es de una pieza, nítido y transparente; es un corazón sin repliegues ni complicaciones ni enredos. 


El último trabajo de ingeniería que requiere el corazón es «allanar los áspero». Las asperezas se muestran en el trato y la cara que damos a los demás. A veces somos rudos, desconsiderados, impacientes y secos. Otras veces, nos dejamos llevar por la ira, el rencor o la sed de venganza. La ingeniería interior tiene como objetivo dulcificar el corazón; aplanarlo para hacerlo más suave y bondadoso. La Navidad suele ser un tiempo de mayor convivencia familiar. Conviene cuidar de modo especial las palabras y el trato mutuo para crear un ambiente de armonía y cariño. 


Obviamente, esta obra de ingeniería interior resulta imposible sin la ayuda del Espíritu Santo. Para nuestra fortuna, Él ya está trabajando; de día y de noche, y con maquinaria pesada. No nos desalentemos si sentimos que la obra es demasiado grande y nuestro progreso, demasiado lento. Invoquemos al Espíritu Santo, el gran artífice de nuestra santificación, para que, con su ayuda, terminemos la obra a tiempo y logremos un corazón bien dispuesto para recibir al Señor.


María es experta en obras y trabajos del corazón. Ella, como buena madre, conoce muy bien el nuestro y sus necesidades. Encomendemos a Ella esta obra interior. Especialmente en la inminencia del inicio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Sintamos la presencia de aquella que es la Madre de la Misericordia. Ella intercede por la conversión de cada uno de sus hijos y dirige, como buena ama de casa, todos los trabajos del corazón.

INDULGENCIAS EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA


Indulgencias en el Año de la Misericordia



En su carta dada por el Año de la Misericordia, el Papa Francisco explicó las formas en las que los fieles podrán obtener la indulgencia durante este jubileo; ya sea en Roma, en cualquier lugar del mundo e incluso en las cárceles. El Santo Padre también explica el modo en el que deben proceder los enfermos y ancianos para obtener esta gracia.

1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión”.

2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia”.

“Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo”.

3.-  Cada vez que un fiel realice personalmente una o más las obras de misericordia corporales y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”.

“De aquí el compromiso a vivir en la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad”.

4.-  “Será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad”.

“Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”.

5.-  “Los presos en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

6.- “Los fieles difuntos de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”.

Nota: En cualquiera de los casos que se mencionan para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.



Fuente: Aciprensa

PONGO EN TUS MANOS TODAS MIS COSAS, SEÑOR



PONGO EN TUS MANOS TODAS MIS COSAS, SEÑOR...



Pongo en tus manos todas mis cosas Señor, reconozco que a veces el orgullo me hace doler el alma cuando los que no me quieren me critican o me ignoran. Pero quiero vencer ese orgullo y conocer la libertad de un corazón simple y humilde. Hoy levanto la cabeza, Señor, y decido caminar erguido, seguro, con dignidad, como hijo tuyo amado, como tú quieres que camine, porque tú me amas.

Tú sabes cómo el corazón se me llena de temor, de tristeza y de dolor cuando creo que me tienen envidia o que desean hacerme daño. Pero yo confío en ti, mi Dios, que eres infinitamente más poderoso que cualquier ser humano. Quiero que estén en tus manos todas mis cosas, mis trabajos, mi vida, mis seres queridos.

Todo te lo confío, mi Dios. Y toca mi corazón con tu gracia para que conozca tu paz, para que de verdad confíe en ti con toda mi alma y no me debilite con temores y sospechas. Amén.

¿UNA VIDA DEMASIADO DURA?


¿Una vida demasiado dura?
Cuando la adversidad llega a tu puerta, ¿Cómo respondes? ¿Cómo eres tú?


Por: Fr. Nelson M. | Fuente: Alimento del alma 




Una chica se quejaba acerca de su vida, y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su abuela la llevó a la cocina. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo.

En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La chica esperó pacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su abuela. Al rato la abuela apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó sobre un recipiente. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Colocó el café y lo sirvió en una taza.

Mirando a su nieta le dijo: ¿”Querida qué ves”?  “Zanahoria, huevos y café” fue la respuesta.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara el huevo y lo rompiera. Al sacarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Luego le pidió que tomara un poco del café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.



Humildemente la hija preguntó: “¿Qué significa esto, Abuelita?”

Ella le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero que habían reaccionado de manera diferente:

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura. Pero después de pasar por el agua hirviéndose había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

¿Cuál eres tú?, le preguntó a su nieta.

Cuando la adversidad llega a tu puerta, ¿Cómo respondes? ¿Cómo eres tú? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil, y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluído, pero después de una muerte, una separación, un divorcio, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargado y áspero,con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. De corazón, te deseo que intentes ser como el grano de café, cuando las cosas no vayan bien y puedas lograr que tu alrededor mejore.

Recuerda todo lo que te sucede en la vida es por alguna razón, sólo necesitas descubrir su motivo y aprender de ello.

ENTRAR POR LA PUERTA PARA DESCUBRIR LA MISERICORDIA DEL PADRE


Entrar por la Puerta para descubrir la Misericordia del Padre
Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa de la fiesta de la Inmaculada Concepción, antes de la solemne Apertura de la Puerta Santa. 8 diciembre 2015


Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va 




“La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios”. Lo afirmó el Papa Francisco durante su homilía de la Solemne Santa Misa que presidió a las 9.30 en una Plaza de San Pedro, bañada por una tenue lluvia y ante notables medidas de seguridad, que sin embargo, no impidieron que los fieles y peregrinos de numerosos países asistieran, con entusiasmo y agradecimiento, para rezar junto al Obispo de Roma antes de la solemne Apertura de la Puerta Santa.

El Papa Bergoglio reafirmó que Dios “no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo”. Por esta razón – dijo – es “el amor de Dios el que previene, anticipa y salva”. Porque si “todo quedase relegado al pecado seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor  de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”.

“Este Año Santo Extraordinario es también un don de gracia” – añadió el Santo Padre – a la vez que explicó que “entrar por la Puerta significa descubrir la profundidad de la Misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.

Nuevo tiempo

Entre los conceptos de este nuevo tiempo el Pontífice dijo que “será un año para crecer en la convicción de la Misericordia”, más allá de todas las ofensas contra Dios y su gracia cuando se afirma, sobre todo, que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su Misericordia. De ahí que haya reafirmado la necesidad de “anteponer la Misericordia al juicio”, puesto que “el juicio de Dios será siempre a la luz de su Misericordia”.



Cruzar la Puerta Santa nos hace sentir partícipes de este misterio de amor

Francisco invitó a abandonar “toda forma de miedo y temor”, porque no es propio de quien es amado, y a vivir “la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”. Y afirmó, una vez más, que “entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la Misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.

El Papa recordó en esta ocasión aquella otra Puerta, que hace cincuenta años los Padres del Concilio Vaticano II abrieron hacia el mundo. Porque esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. Y destacó ante todo que el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que impulsa a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero.

De modo que el Jubileo nos “obliga a no descuidar el espíritu que surgió en el Vaticano II, el del samaritano, tal como lo recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del Concilio. Y concluyó afirmando: “Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”.

(María Fernanda Bernasconi - RV)

Homilía del Santo Padre Francisco:

Dentro de poco tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de la Misericordia. Cumplimos este gesto como he hecho en Bangui, tan sencillo como fuertemente simbólico, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia. En efecto, lo que se repite más veces en estas lecturas evoca aquella expresión que el ángel Gabriel dirigió a una joven muchacha, sorprendida y turbada, indicando el misterio que la envolvería: «Alégrate, llena de gracia» (Lc 1, 28).

La Virgen María es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella. La gracia de Dios la ha envuelto, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, hasta el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se revela. La plenitud de la gracia puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad.

La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios. Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva. El inicio de la historia del pecado en el Jardín del Edén se resuelve en el proyecto de un amor que salva. Las palabras del Génesis llevan a la experiencia cotidiana que descubrimos en nuestra existencia personal. Siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios. Es esta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios.

Y, sin embargo, la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona. El pecado sólo se comprende bajo esta luz. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre. La palabra de Dios que hemos escuchado no deja lugar a dudas a este propósito. La Virgen Inmaculada es ante nosotros testigo privilegiada de esta promesa y de su cumplimiento.

Este Año Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. ¡Es Él quien nos busca! ¡Él quien sale a nuestro encuentro! Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia (cf. san Agustín, De praedestinatione sanctorum 12, 24) Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia. Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor, de ternura. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.

Hoy, aquí en Roma y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta Santa queremos también recordar otra puerta que, hace cincuenta años, los Padres del Concilio abrieron hacia el mundo. Esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. En primer lugar, sin embargo, el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo...; donde hay una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y llevar la Misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo.

El jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.
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