Los Perfumes del San Padre Pío de Pietrelcina
La osmogenesia es un carisma poseído por algunos Santos. Tal carisma, en algunas circunstancias permitió percibir a distancia perfumes particulares. Tales perfumes son definidos como olores de santidad. El Padre Pío poseyó tal carisma y tales fenómenos fueron tan frecuentes para él que la gente común fue acostumbrada a definirlos como los Perfumes del Padre Pío. A menudo el perfume emanó de su persona, de los objetos que tocó o de sus vestidos. Otras veces el perfume fue perceptible en los lugares por donde pasó.
Un día un conocido médico sacó de la llaga del costado del Padre Pío una venda que fue usada para taponar la sangre. Él guardó la venda en un estuche para llevarla al laboratorio de Roma, para analizarla. Durante el viaje, un Oficial y otras personas que estuvieron con él dijeron sentir el perfume que generalmente el Padre Pío emanaba. Ninguna de aquellas personas sabía que el médico tenía en el bolso la venda empapada de la sangre del Padre Pío. El médico conservó aquel paño en su estudio, y el extraño perfume impregnó por largo tiempo el entorno, tanto que los pacientes que fueron de visitas pidieron explicaciones.
El Fraile Modestino contó: "Una vez me encontraba de vacaciones en San Giovanni Rotondo. En la mañana me presenté en la Sacristía para servir la Misa al Padre Pío, pero otros monjes discutieron para tener este privilegio. El Padre Pío interrumpió aquella discusión y dijo - la Misa sólo la sirve él - y me indicó. Nadie habló más, acompañé el Padre al altar de San Francisco. Yo empecé a preparar el Altar para la Santa Misa en absoluta concentración. En el momento del "Sanctus" tuve un repentino deseo de percibir aquel indescriptible perfume que ya muchas veces olí cuando besé la mano de Padre Pío. El deseo fue concedido enseguida. Una oleada de perfume me envolvió. El perfume siempre aumentó más. Ya no lograba respirar. Me apoyé con la mano en la balaustrada para no caer. Estuve a punto de desmayarme y le pregunté mentalmente al Padre Pío para evitar esto frente a tanta gente. En aquel preciso instante el perfume desapareció. En la tarde, mientras acompañé el Padre a su celda, le pedí al Padre Piadosas explicaciones sobre el fenómeno. Me contestó: “Hijo mío, no soy yo. Es Dios el que actúa. Lo hace sentir cuando quiere y a quien quiere. Todo ocurre como le gusta a él."
Yo estaba detrás de una ventana del confesionario y desde mi ventana vi al Padre Pío que confesaba del otro lado del confesionario. Una señora contó. Mientras yo pensé dentro de mí que estaba a punto de hablar a un santo, fuì inundada por un fuerte perfume de azucenas. Eso me impresionó mucho, ya que el cuento de los perfumes nunca lo creí. Y así yo me convencí que los perfumes de Padre Pío existieron realmente.
Una señora de Bolonia de 24 años. Usted se fracturó el brazo derecho que, tres años antes, fue operado en consecuencia de un grave accidente. Después de una nueva operación y después de una larga cura, el cirujano le dijo al padre de la chica que ella ya no podía usar el brazo. En efecto el brazo fue completamente inmovilizado en consecuencia de la remoción de una sección del omóplato. Un injerto óseo no logró sanarla. Desolados, padre e hija, parten para San Giovanni Rotondo. El Padre Pío los recibe, los bendice y declara: "¡Sobre todo ninguna desesperación! ¡Confiad en Dios! El brazo se curará”. Era a finales de julio de 1930. La enferma vuelve a Bolonia sin ninguna mejoría. ¡El Padre Pío se ha equivocado pues! Nadie piensa más en este problema y los meses transcurren. El 17 de septiembre, el día en que se celebran los estigmas de San. Francisco, de repente el apartamento en que vivía la familia es invadido por un delicioso olor de junquillos y rosas. Este fenómeno, duró un cuarto de hora y Los inquilinos estaban asombrados y buscaron en vano el origen de aquellos maravillosos perfumes. Desde aquel día la joven reanudó el empleo del brazo. Una radiografía, que ella conservó celosamente, enseñó la reparación del hueso y los cartílagos.
Un hombre contó: "... un día, mi mujer me convenció a ir a ver al Padre Pío. Yo no entraba en una iglesia desde hacía veinticinco años, precisamente del día de mi boda. Sentí la necesidad de confesarme, pero el Padre Pío, en cuanto yo estaba delante de él me dijo bruscamente, sin tampoco mirarme: "Vete de aquí" - "Estoy aquí para confesarme, y obtener la absolución" - le dije toscamente. "Vete he dicho", me contestó toscamente. Entonces me fuì. Yo atravesé de carrera la iglesia pequeña hasta el hotel. Mi mujer, que me viò salir velozmente, me alcanzó en la habitación del hotel. - "¿Qué cosa ha sucedido? ¿Qué haces"? - me preguntó. "Hago la maleta y me voy". En aquel entonces una oleada de perfume me sobresaltó. Un perfume intenso, maravilloso. Quedé pasmado, totalmente asombrado y maravillado Me calmé en un santiamén. En un instante sentí nacer en mí un gran deseo de regresar al Padre Pío. Regresé al otro día; pero primero hice un esmerado examen de conciencia. El Padre Pío me acogió benévolamente y me dio la absolución." ¡Que grande y espléndido es este maravilloso fraile, salvó mi alma obsequiándome el fabuloso don de la conversión, Aleluya, Gloria a Dios!
Cuenta una señora - Mi marido tuvo un accidente de transito y fuè transportado moribundo al hospital de Tarento. Los médicos dijeron que no podían salvarlo. Cuando fui a visitarlo, cada día rogué delante de un monumento del Padre Pío que estaba en el jardín del hospital. El "Santo" un día, para darme la señal de haber acogido mis súplicas, me hizo sentir un maravilloso perfume de azucenas. Desde aquel momento las condiciones de mi marido mejoraron y se han encaminado hacia la completa curación.
Un señor de Toronto cuenta: - En el año 1947 mi mujer que se enfermó gravemente, fuè hospitalizada en una clínica de Roma para una delicada intervención quirúrgica. Yo partí para San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre Pío y, después de haber recibido la sacramental absolución, le describí al Padre las condiciones de salud de mi mujer. Luego yo añadí: "Padre, ayúdeme a rogar" En aquel instante advertí un perfume delicioso y persistente que me sorprendieron. Volví tarde a casa, era ya la noche. Apenas abrí el portón, advertí de nuevo aquel mismo perfume que sentí junto al Padre Pío y me animé, sintiéndome bastante confiado. Mi mujer fuè operada, y aunque fue muy peligrosa, la operación. Salió perfectamente bien. A ella le conté la experiencia maravillosa experimentada, y junto agradecimos al venerado Padre Pío, entre las lágrimas de intensa y sincera conmoción. Estamos muy agradecidos al Santo fraile de Pietrelcina.
Dos jóvenes novios polacos, domiciliados en Inglaterra, tuvieron que tomar una grave decisión. Bajo el punto de vista humano la situación pareció desgraciada. ¿Qué hacer? Alguien dijo de preguntar un consejo al Padre Pío. ¡Se lo escribieron pero no tuvieron a ninguna respuesta! Entonces decidieron ir a San Giovanni Rotondo, para preguntarle directamente al padre una ayuda y un consejo. ¡De Inglaterra a Apulia, el trayecto es largo! Los viajeros se paran Berna en suiza para hacer una parada y se preguntaron con angustia si merecía la pena de continuar.
Ellos pensaron: "Supongamos que el Padre nos reciba " Una tarde estaban hablando y estaban un poco tristes, en una habitación de hotel de baja categoría. En efecto para ahorrar dinero alquilaron un desván. Era invierno y nevó. Llenos de frío y desmoralizados, habrían querido regresar, cuando de repente se sintieron envueltos por un perfume exquisito y fuerte, tan agradable, que fueron reconfortados. La mujer se metió a inspeccionar los muebles para encontrar el frasquito de perfume que seguramente había sido olvidada por algún viajero despistado. ¡Pero las búsquedas fueron inútiles! Poco después el perfume desapareció y la habitación volvió a exhalar el usual olor de tufo fétido y moho. La curiosidad se les despertó, y los dos viajeros, interrogaron al propietario del hotel el cual no sabía nada del perfume. Fue la primera vez que los clientes de su hotel, creyeron en el perfume. Pero este suceso los reanimó y les confirmó en el propósito de continuar el viaje. Ellos llegaron a San Giovanni Rotondo y fueron recibidos por el Padre Pío, y ellos con los brazos abiertos. El joven, que habló italiano, pidió excusa. - "Os hemos escrito Padre, pero ya que "no nos habéis contestado"... ¿- No os he contestado; cómo? ¿Y aquella tarde en el hotel suizo, no habéis sentido nada?... Con pocas palabras solucionó sus dificultades y los dejó. Ellos estaban llenos de alegría y gratitud, entendieron solamente entonces "aquel extraño modo de contestar" del Padre Pío.
Un señor conoció al Padre Pío a causa de una serie de coincidencias bastante extrañas. Él cuenta: "Yo escuché hablar por primera vez, de esta obra de Dios, después de la guerra; sobre todo de un amigo periodista. Ya que este amigo mío conoció bien al Padre Pío, él me habló del Padre Pío con un entusiasmo que a mí pareció excesivo. Mi primera reacción fue de indiferencia e incredulidad, especialmente cuando mi amigo me contó de ciertos fenómenos como los perfumes del Padre Pío, que muchos dijeron de percibir en lugares muy lejanos del religioso. En cierto momento, en cambio, empezaron también a ocurrirme estos extraños hechos. De repente sentí un intenso perfume de violetas en lugares insólitos, dónde fue imposible que hubieran flores. El pensamiento me corrió hacia el Padre Pío, pero me rebelé, me dije a mí mismo que era víctima de sugestiones. Un día el fenómeno también me ocurrió mientras estaba de vacaciones con mi mujer. Yo fui a la Estación Ferroviaria para enviar una carta y en aquel lugar, que no es perfumado normalmente, sentí aquel inconfundible perfume de violetas. Mientras reflexioné sobre aquel hecho, mi mujer dijo: ¿“Pero de dónde viene este perfume"? ¿ Tú también lo sientes "? Le pregunté maravillado. Entonces le conté del Padre Pío, de las discusiones con mi amigo y de aquel perfume que desde hace tiempo me persiguió. "Si" »Si yo fuera tú, dijo mi mujer partiría enseguida para San Giovanni "Rotondo". Al día siguiente estuvimos de viaje. Cuando llegamos delante de él, el Padre me dijo: "Ay, he aquí a nuestro héroe; mucho tiempo he esperado para hacerlo venir". Aquel mismo día tuve el privilegio de hablar con él, y desde aquel momento mi vida cambió.
Un señor cuenta: " Hace algunos años tuve un infarto cardíaco. Me aconsejaron someterme a una intervención quirúrgica para mejorar mi condición de vida, y decidí hospitalizarme. Era el mes de junio de 1991. Durante la operación, que fue concluida con éxito, me fueron instalados 4 by-pass. Desafortunadamente, cuando me desperté después de la anestesia, me percaté que la pierna y el brazo derecho estaban paralizados. La amargura fue grande, pero después del primer instante de desaliento, la fe volvió a sustentarme y empecé a rogar al Padre Pío. Mi confianza en el venerado Padre no fue quebrantada. Rogué haciendo una novena que mi pobre mamá, aconsejó para casos desesperados y, después de tres días, en la misma mañana en que acabé la novena, incluso sólo siendo rodeado por otros enfermos, sentí alrededor de mí un perfume intenso de muguete. Cuando éste perfume se desvaneció, sentí un hormigueo en el pie derecho y entendí enseguida que mis ruegos fueron atendidos." Le oré con fe y fuì escuchado y atendido rápidamente, como todo el que le ruega, porque su amor es inmenso y especialmente por los enfermos.
Testimonio de una señora: - "Yo tuve una grave enfermedad en los ojos que limitó mi campo visual y que me hizo sufrir y ver poco. Consulté a diferentes médicos y después de varios análisis me fue diagnosticada una hemorragia ocular irreversible y un probable tumor en la hipófisis. Eso me proporcionó mucha ansiedad y sufrimiento; en efecto el médico dijo que esta enfermedad no podría ser curada. Estuve de viaje y a punto de alcanzar Benevento. Pude llegar a Pietrelcina, dónde tuve la suerte de visitar los lugares del venerado Padre Pío. Durante la visita en una de las últimas habitaciones que hospedaron al Padre, yo tuve una fuerte conmoción y mientras rogué por mis parientes, sentí un intenso perfume de incienso. Al regresar a Roma, en tren, medité sobre lo que me ocurrió y me amargué por no haber rogado al Padre Pío por mis ojos enfermos. Supliqué enseguida, con fe, su intervención. La ayuda del Padre Pío no se hizo esperar, mejoré progresivamente y después de poco tiempo recobré totalmente la vista. El especialista que me visitó, registró maravillado la total recuperación del campo visual que ocurrió misteriosamente."
Un señor de Canicattì (Sicilia - Italia), cuenta: "Al principio del año 1953, mi mujer fue afectada por una grave forma de nefritis. Se encontraba en los primeros meses de embarazo; y los médicos dijeron que su vida y la del niño estaban en peligro. Ninguna cura fuè eficaz. El 3 de mayo, yo estaba desesperado y escribí una carta al Padre Pío suplicándole ayuda y sus ruegos. Después de un tiempo, mi mujer y yo al mismo tiempo, pero en habitaciones diferentes, olimos un misterioso y agradable perfume de rosas. En aquel preciso instante, llamó a la puerta de la casa, el cartero y nos entregó una carta, enviada desde el convento de San Giovanni Rotondo. En la carta decía que el Padre Pío había rogado por mi mujer y por la criatura que llevaba en su seno. Al día siguiente mi mujer, se hizo una prueba médica en el laboratorio, la cual determinó que mi mujer estaba curada".
Un famoso abogado devoto del Padre Pío cuenta: "Un día en que yo estaba en la iglesia vieja del convento y participaba en la Santa Misa, la larga y maravillosa Misa del Padre Pío. En el momento en que el sacerdote elevó la Sagrada Hostia, me distraje pensando, y me quedé de pie. Fui el único, entre toda la muchedumbre de fieles arrodillados; el único aparentemente irreverente De repente fui sacudido por un penetrante y agradable olor de violetas que me hizo volver a la realidad; y miré a mi alrededor, también me arrodillé; con la rodilla en tierra pero sin pensar en el extraño perfume. Como siempre, después de la función religiosa, fui a saludar al Padre que me acogió con esta sorpresa: "Hoy estuviste un algo despistado" - "Usted Padre, me ha despertado, dichosamente me ha despertado vuestro perfume"... - "¿Pero cuál perfume?, “¿tu no quieres unas bofetadas?”
Un empleado siciliano, después de su conversión quiso confesarse con el Padre Pio, quien le tuvo la mano derecha apretada entre las suyas. El empleado cuenta que cuando llegó a Forma notó que la mano derecha tenía un perfume que no tenía la izquierda. Fue el mismo perfume que él sintió cuando estuvo cerca de Padre Pio. El perfume no desapareció tampoco cuando él se lavó las manos. Puesto que Padre Pio le dio una penitencia de dos meses de duración, en todo aquel período un idéntico perfume le subió del pecho a la nariz y fue tan bonito que se sintió extasiado. Algunas veces el perfume desaparecía y entonces él trataba de sugestionarse para sentirlo, pero sin ningún resultado. Luego, acabada la penitencia, el perfume se desvaneció.
El Fraile Ludovico de San Giovanni Redondo asegura que "el Padre Pío dejó una estela de perfume, cuando pasó por las botaduras locales del convento”.
El Padre Federico certifica: "A veces, para saber dónde estuvo el Padre Pío, era suficiente seguir la estela del perfume.
El Sr. Piero cuenta: "Mientras yo viajaba en el coche, yendo a una velocidad bastante alta, sentí una oleada de perfume. Me acordé que un día le pregunté al Padre Pío el sentido de aquel fenómeno y el Santo me contestó: ´Hijo, cuando tú sientes el perfume, estate atento`. En aquel instante yo aminoré la velocidad pero no pude evitar salir fuera de la calle y accidentarme, pero yo no dufrí daños”.