viernes, 15 de julio de 2011

ORACIONES PODEROSAS... A LA ESCUCHA DEL ESPÍRITU

Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com
Oraciones poderosas...a la escucha del Espíritu
En la oración, el Espíritu Santo es el protagonista principal, es Él quien ora en nosotros. Por eso, necesitamos recibirle en nuestra casa.
Oraciones poderosas...a la escucha del Espíritu


Hay tormenta en Roma. En el alféizar de mi ventana tengo una concha y una piedra. La concha está abierta, la piedra cerrada. Al lado hay un canal por donde escurre el agua, va de paso. La concha acoge el agua, a la piedra le resbala, el canal recibe el agua pero la deja escapar.

Cuando alguien ama, espera que su amor encuentre acogida, como el agua en la concha. El rechazo del amor es cosa muy penosa. La hospitalidad es la cualidad de acoger con bondad al huésped por parte del anfitrión. Se aplica normalmente a las recepciones, fiestas, visitas, convenciones, hoteles… Pero la más hermosa, y también la más sincera, es la hospitalidad dictada por la amistad, por el amor, cuando la visita es anhelada y se ha preparado con cuidado, con tiempo, al detalle. Creo que todo ello también puede aplicarse a la relación con el Espíritu Santo, como huésped del alma.

Acogida

En mi vida sacerdotal he conocido a muchas personas y familias que se han convertido en amigos verdaderos. Los encuentros se desarrollan en un clima familiar y de amistad sincera. Te acogen y te sientes querido. Aunque sabes que no lo mereces, lo agradeces. Eso es lo que el Espíritu Santo espera de nosotros: acogida.
Y también he tenido grandes y duras lecciones acerca de que lo que se espera de mí es que sepa escuchar, y esto no sólo con las personas sino principalmente con el Espíritu Santo. En pocas palabras, que no sea egoísta. (A veces se dan diálogos entre egoístas, como decía Jean Cocteau: “un egoísta es aquel sujeto que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablar de ti”.)

En la oración, el Espíritu Santo es el protagonista principal, es Él quien ora en nosotros. Por eso, necesitamos recibirle en nuestra casa. Jesús nos dijo: "Os conviene que yo me vaya, porque si no el Espíritu Santo no vendrá a vosotros" (Jn 16, 7) La oración es poderosa en la medida en que demos acogida al Espíritu Santo. El quiere venir e impregnarnos de su presencia:“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.” (Ap 3, 20) Cuando llegue, es importante que no se sienta como un extraño, como alguien a quien se ignora o que no es bien recibido, sino que se sienta en casa, buscado, esperado y querido.

“Es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.” (Heb 4,12) El Espíritu Santo está esperando que le demos espacio para mostrar su misericordia, toca a la puerta de nuestras vidas con insistencia y nos dice: “Prestad oído, cielos, que hablo yo, escuche la tierra las palabras de mi boca. Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como blanda lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped.” (Deut 32, 1-2)

Apertura

En el arte paleocristiano un tema iconográfico de los más frecuentes es el del orante que representa a un hombre con los brazos abiertos y alzados. Cuando rezas, más que darle y decirle cosas a Dios, le estás dando cabida en tu vida, le estás ofreciendo hospitalidad; le estás esperando “con los brazos abiertos”. Esta es una actitud fundamental para que la oración sea fecunda: la actitud propia de todo encuentro amistoso.

El comportamiento que el Espíritu Santo espera de nosotros es como el de la tierra reseca ante las nubes cargadas de agua. Oración es apertura y por tanto receptividad. Es un sentir necesidad apremiante de su presencia, por tanto un querer encontrarlo y seguir esperándolo incluso cuando me parece que se retrasa. Cuanto más lo desee, más voy a disfrutar el encuentro. Invitarlo, acogerlo, agasajarlo, como un huésped se merece y como corresponde a un buen anfitrión. Que de nosotros nunca se diga: “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11)

Actitud de escucha

Algunos actos concretos que pueden ayudar a crecer en la actitud de escucha:



  • Cultivar la vida de gracia por la confesión y la recepción frecuente de la Eucaristía.
  • Comenzar la meditación con la invocación al Espíritu Santo , dicha con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas: ¡Ven Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu creador. Y renovarás la faz de la tierra. (etc.)
  • A lo largo de la meditación pedirle con insistencia: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam, 3, 1-11), o dirigirle esa oración de Salomón que agradó tanto a Dios: “Dame, Señor, un corazón que escucha” (1 Re, 3, 9) Creo que esta es una oración especialmente poderosa.
  • Estar atentos a descubrir cuando el mero recitar nuestras oraciones y rezos no nos ayuda a aumentar la profundidad del encuentro con Dios en la oración. Que en nuestra vida de oración el acento esté en la actitud de escucha, la receptividad, la apertura, y no en aplicar un método o en pronunciar una fórmula.
  • Antes de tomar decisiones, darnos tiempo para llevar el tema a la oración: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Podemos usar también las humildes palabras de santa Teresa de Jesús: “Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?”
  • En las cosas ordinarias, preguntarse: ¿qué hubiera hecho Jesús? ¿cómo se hubiera comportado? Y buscar respuesta en la Escritura.
  • Acudir al propio director espiritual para pedir consejo, confiando en que Dios me hablará a través de sus instrumentos y ministros.
  • Mantenerse atento durante la jornada para descubrir signos a través de los cuales Dios pueda estarse revelando y enviándome un mensaje, expresándome Su sentir, Su pensar, Su querer divino, manifestándome su presencia. “¡Así pues, está Dios en este lugar y yo no lo sabía!” (Gen 28,16) Esta del que escucha puede ayudar

    Oraciones poderosas

    Oraciones poderosas son las del orante lleno del Espíritu. Él pone su persona y el Espíritu Santo lo impregna y lo eleva desde dentro con su poder. La Virgen María da prueba de la fecundidad de esta sinergia. Ella dijo: "hágase" y el Espíritu Santo transformó todo lo que ella le dio y la convirtió en la Madre de Dios. El poder de la oración está en el Espíritu.

    El fruto de mi apertura será la gracia de vivir la experiencia de ser amado por Dios. Y una oración así es una oración poderosa




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  • jueves, 14 de julio de 2011

    PROMESAS DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN A SAN SIMÓN STOCK

    PROMESAS DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN A  SAN  SIMÓN  STOCK

    16 de julio de 1251

    "El que muere vestido de este Escapulario no sufrirá las penas del fuego eterno".

    El Escapulario tiene un significado muy profundo para quien lo lleva puesto. Es un riquísimo "Obsequio del Cielo" que nos ha traído la misma Santa Virgen María; y a cada uno le dice así:

    "Perseverad llevando puesto devotamente el Santo Escapulario, porque es mi Hábito.

    El hecho de andar vestido de este Hábito mío, significa que estáis continuamente pensando en mí; y que yo, en turno, siempre estoy pensando en vosotros; y ayudándonos en asegurar la vida eterna ".

     

    ENTRE LA ANSIEDAD Y LA ESCUCHA: MARÍA Y MARTA

     Entre la ansiedad y la escucha: Marìa y Marta

    La lección de Marta y María es importante porque corresponde a las enseñanzas de Jesús a sus discípulos antes de salir a morir en Jerusalén (Lc 9,51-10,20).
    El sentido de este texto ha tenido para todos en la Iglesia una gran influencia de orígenes: “uno puede decir con confianza que Marta simboliza la acción y María la contemplación”. Jesús nos dirá que nuestra apreciación no es correcta: “Marta, Marta estás ansiosa y preocupada por muchas cosas. Sólo es necesaria una. María ha escogido la mejor parte y no se le quitará”. 

    Marta y María son actitudes cristianas que se complementan. Cada discípulo debe ser a la vez “activo y contemplativo” en razón que la acción debe llevar a la contemplación. En las lecturas que normalmente hacemos se defiende la primacía de la contemplación de María opuesta a la acción de Marta. Creemos que hubiera sido mejor que Marta se sentara con María para escuchar a Jesús. 

    Jesús no condena el celo y la generosidad de Marta, sino que acepta su hospitalidad como lo hizo con los fariseos (Lc 7,36; 11,37: 14,1); incluso solicita a Zaqueo que lo hospede (Lc 19,5). Antes había hablado de la hospitalidad a los misioneros, la que deben aceptar con gran simplicidad (Lc 10,5-9). Lo que Jesús reprocha a Marta es estar “ansiosa” y “preocupada acerca de tantas cosas”. Hay que entender lo que dice Jesús a la luz de lo dicho en otras ocasiones. 

    Los detalles de la hospitalidad distraen a Marta para escuchar la Palabra que es “la única cosa requerida”, pero “la mejor parte” no es un desdén por los deberes de la vida diaria o por tareas que se dejan atrás. Estar ocupados en los detalles que requieren la hospitalidad tampoco puede ser una distracción para la oración o la escucha de la Palabra, o al menos un rechazo obstinado a la contemplación. De esa equivocación surge el activista.
    El mensaje de Jesús a Marta es el mismo de la parábola del sembrador: advertirnos sobre los obstáculos que nos impiden escuchar la Palabra (Lc 8,14ss). En el libro de los Hechos esta misma situación se dio en términos de opción entre dos misiones complementarias: la predicación de la Palabra y el servicio a las mesas (Hch 6,24). 

    Hacer o dejar de hacer
    No es entonces una anécdota lo que Lucas narra, contándonos como dos amigas recibieron a Jesús. El juicio final, el examen para ganar la salvación está en relación con lo que hemos hecho o dejamos de hacer a quienes necesitan de nuestra acogida y asistencia; sin olvidar que prójimo es ante quien, deteniéndonos, mirando, sanando, acompañando y pagando, lo acogemos con ternura. Ser samaritanos haciendo prójimos no nos dispensa de la necesidad de escuchar la Palabra, para abrirnos al misterio de la revelación que es la que nos permite reconocer a Jesús en los hermanos. 

    Jesús es la Palabra y la obra de Dios, el Señor es a quién debemos recibir escuchando de su voz y practicando el Evangelio. “Estoy a la puerta y toco, dice el Señor. Si alguien oye mi voz abre la puerta, entraré y me sentaré a cenar con él, y él conmigo” (Antífona de Comunión). María fue la interpretación de lo que Dios quería con Israel: “Escucha Israel”. 

    Trabajar y descansar
    Estamos acostumbrados a identificar a Marta con la acción y a María con la contemplación. En este tiempo de carreras, angustias y premuras, necesitamos recuperar la calma, el reposo, el silencio, la escucha; sin olvidar el pensamiento del Eclesiastés: Hay tiempo para el silencio y tiempo para el ruido, tiempo para el descanso, y tiempo para el ajetreo, tiempo para la reflexión y tiempo para el trabajo, tiempo para el compromiso y tiempo para la celebración. “Sentarse” significa la necesidad que tiene todo hombre de tomar distancia para analizar, revisar y proyectar. Es necesario sentarse “para poder conocerse”. 

    Pero todavía es mucho más necesario sentarse ante el Señor para que escrute nuestro corazón. Sentarse ante el Señor para escuchar su palabra es lo mejor que puede hacer el hombre para recuperar la paz, conocerse a sí mismo, conocer a Dios y darle unidad y coherencia a nuestra vida. Jesús siempre procuró llevar a los suyos a un lugar tranquilo para descansar después de la actividad apostólica. 

    Después de descansar a los pies de Jesús con su palabra, todos volvemos a tener la tentación de quedar bajo el signo de Marta: prisas, horarios, compromisos, ires y venires, el quehacer diario. Pero a pesar de tener tantos agobios y responsabilidades no podemos caer en el activismo estresante, ni olvidar “la mejor parte”. 

    La vida pastoral es asumir los trabajos de Marta con la actitud de María pues quien se opone a María no es Marta, sino Eva rechazando la Palabra de Dios y creyendo en la palabra de mentira que introduciría el miedo en el corazón del hombre. El miedo de Eva y Marta lo superó María con la paz que da recibir a Jesús.
    Un rabino decía: “mi única obsesión, que no cambiará nunca, no importa donde mis pies me lleven, será siempre una delicada, enorme, inquietante, nunca saciada sed de la Palabra de Dios”.


    PBRO. EMILIO BETANCUR MÚNERA
    Especial para EL MUNDO

    ORACIÓN A JESÚS SOLITARIO EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO


     Oración a Jesús solitario en el Santísimo Sacramento
     (antes de acostarse)

    ¡Oh Divino Jesús! que durante la noche estáis solitario en tanto tabernáculos del mundo, sin que ninguna de vuestras criaturas vaya a visitaros y adoraros. Yo os ofrezco mi pobre corazón, deseando que todos sus latidos sean otros tantos de amor y adoración. Vos, Señor, estáis siempre en vela bajo las especies Sacramentales, vuestro amor misericordioso nunca duerme ni se cansa de velar por los pecadores.

    ¡Oh Jesús amantísimo!, ¡Oh Jesús solitario!, haced mi corazón cual lámpara encendida; en caridad se inflame y arda siempre en vuestro amor. Vela ¡oh centinela Divino!, vela por el mísero mundo, por los sacerdotes, por las almas consagradas, las extraviadas, por los pobres enfermos cuyas noches interminables necesitan tu fortaleza y tu consuelo, por los moribundos y por ésta tu humilde sierva que, para mejor servirte, descansa pero sin alejarse de Ti, de tu Sagrario... donde vives en la soledad y el silencio de la noche.

    Sea siempre bendito, alabado, adorado, amado y reverenciado el Corazón Sagrado de Jesús en todos los Sagrarios del mundo. Amén.



    EN LA MISA JESÚS, ESTÁS VIVO Y PRESENTE

    Autor: Ma. Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
    En la misa Jesús, estás vivo y presente
    Es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa y te levantamos nuestro corazón.
     
    En la misa Jesús, estás vivo y presente
    Cuando estoy en tu presencia, Jesús Sacramentado, pienso con dolor: ¿Cómo no apreciamos este Misterio de amor donde te quedaste para ser nuestro confidente y nuestro alimento? ¡Qué frío es nuestro corazón!

    Nos decimos católicos pero tampoco meditamos en tu entrega al Padre la noche del Jueves Santo al instituir la Sagrada Eucaristía. Nos parece que fue ya hace muchos años, sin embargo vuelve a suceder todos los días, a toda hora en el mundo entero, siempre que se esté celebrando la Santa Misa. En ella Tu vuelves a inmolarte, a ofrecerte al Padre por todos y cada uno de nosotros... de la misma manera que lo hiciste por primera vez. No nos detenemos a pensar ni un momento en la grandiosidad del valor de una Misa. Y de una manera simple y tranquila dejamos el cumplimiento al tercer Mandamiento de la Ley de Dios, que creo yo, proviene de la falta de preparación que tenemos los católicos respecto a lo que en sí es la Santa Misa.

    Por cualquier motivo: paseo, fútbol, gusto por quedarse en casa cómodamente en "pants" y pantuflas, por unas visitas... porque el domingo "es para descansar"... y no salir para nada, en fin, porque "no me late", porque si no "siento un verdadero deseo de ir a la Iglesia... ¿para qué voy?"... y así podríamos llenar páginas enteras con mil y variados pretextos, que a nuestro modo de ver, son tan solo la consecuencia de no saber con plena conciencia que la Misa es lo más grande y hermoso que tenemos los católicos.

    Que participar en ella es estar Contigo, vivo y presente, tal como estuviste en el tiempo en que habitaste entre nosotros.

    ¿Dónde está nuestra fe? ¿Es que hemos llegado a creer que ya no necesitamos estar presentes, dar testimonio, a nuestros hijos, a nuestros familiares y amigos de que somos cumplidores de los Mandamientos de la Ley de Dios y acudir a la Iglesia para orar y tanto a pedirte perdón como darte gracias a Dios por tanto beneficio que de Ti recibimos con nuestro cumplimiento y alabanza?... No basta con ser buenas personas y tratar de hacer el bien a nuestros semejantes... pues igual que no basta la fe para salvarse sin caridad y buenas obras, así no bastan las buenas obras sin fe y sin oración.

    A parte de que no asistir a Misa los Domingos (que es el día del Señor) y días "indicados" de fiesta, es pecado grave, es saber que es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa te levantamos nuestro corazón.

    Señor mío, mi Jesús... pensando todas esta cosas que si a mi me dan pena....para Ti han de ser de un gran dolor pues pareciera que no tenemos ningún interés por conocerte mejor, indiferencia hacia tanto amor y absoluto desdén hacia lo es realmente la misa.

    Señor, ya no más tibieza...tenemos que encender nuestro corazón para ir con amor y espíritu de agradecimiento a la Iglesia, a tu Casa, Señor, a participar en la Santa Misa (no a papar moscas y a ponernos "palomita" porque.....¡ya cumplimos!) para alimentarnos con tu Cuerpo y tu Sangre y pronto veremos cómo florece la Vida de la Gracia en nuestros corazones y en todos los actos de nuestra vida.


    Busquemos con la lectura, formación y preparación lo que nos hace falta saber sobre lo que realmente es la Santa Misa, nos vamos a admirar de su contenido y valor. No lo dejemos pasar si realmente queremos saber lo QUE ESA MEDIA HORA REPRESENTA EN NUESTRA VIDA .



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño

    NO PIERDAS EL ÁNIMO, VALE LA PENA VIVIR


    Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net 
    No pierdas el ánimo, vale la pena vivir Vale la pena vivir... porque Dios nos ama, porque nos regala la vida cada día, porque somos sus hijos.  
      
    EL ánimo es alma y soplo.
    Alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana.
    Perder el ánimo es perder la esencia de la vida. Hay un refrán que nos dice así:- " Si pierdes el dinero, no has perdido nada. Si pierdes el amor, has perdido algo. Si pierdes el ánimo, lo has perdido todo." 

    Y es que por muchos reveses e infortunios que nos lleguen, todo se podrá resistir si no perdemos el ánimo.
    En nuestros días vemos muchas personas que están sumidas en una gran depresión y en esa gran depresión está la falta de ánimo. Son cuerpos que les falta la vida, todo les da igual, y se dejan morir lentamente porque el ánimo se les fue. Lo perdieron, alguna veces por causas muy justificadas: la pérdida de uno o varios seres queridos, una grave enfermedad y cosas tan fuertes que el ánimo ya no está dentro del cuerpo. Entró la tristeza, el abatimiento y el ánimo desapareció. 

    Se ha perdido. Cuando perdemos algo valioso queremos poner un anuncio en el periódico. Queremos encontrarlo, queremos recuperarlo y anunciamos esta pérdida para ver si logramos encontrarlo.
    Pero el ánimo ¿dónde encontrarlo de nuevo?... Se nos acercan personas que nos quieren dar algo del que traen consigo, a veces lo logran, quizá por un rato, que ese espíritu nos aliente y nos reconforte pero luego, como no era nuestro propio ánimo, volvemos a quedar sumidos en la propia situación. 

    Pero como cosa contraria también vemos personas y casos que aún en los peores momentos, en los más amargos trances, se conservan serenas con el ánimo aferrado a su propio dolor. Enfermos que llevan su pesada cruz dándonos un ejemplo de valentía y buen estado de ánimo. Personas minusválidas que no se dejan vencer por la adversidad de sus limitaciones. Todos las conocemos o sabemos de ellas y nos están brindando un ejemplo maravilloso con su alegría, su conformidad y su aceptación. 

    Cuando atravesamos un momento difícil, una dura prueba, hemos de luchar por no perder el ánimo. Llorar, sentirse triste es cosa natural en ciertos momentos, pero el ánimo está ahí diciéndonos que las cosas se van a arreglar, que siempre hay un "mañana"... que hay que luchar por cambiar esa situación o problema. 

    Cuando se trata de un mal que no tiene remedio, porque el ser querido se fue o porque no tardaremos en alejarnos de los seres que amamos...pensemos mejor en el ejemplo que les queremos dejar, valientes en nuestra partida y que no es el final, sino el comienzo de una nueva vida en la que algún día nos volveremos a ver. 

    Y si lo que lloramos es la ausencia de un ser amado, la fe nos dará el ánimo que necesitamos para aceptar ese misterio que está en las manos de Dios y que es la Vida y la Muerte. 

    Y ante estas borrascas que nos alcanzan en el caminar de nuestros días, pidamos saber levantarnos como el Ave Fénix de las cenizas del dolor con el ánimo de saber que la vida vale la pena vivirla porque siempre hay quién nos necesita. Dio ssiempre tiene algo nuevo para nosotros cada día. 

    Vale la pena vivir... porque Dios nos ama, porque somos sus hijos.  



    miércoles, 13 de julio de 2011

    SABER ORAR...

    Saber orar


    Cuentan que un humilde zapatero tenía la costumbre de hacer siempre sus oraciones en la mañana, al mediodía y en la tarde. Se servía de un libro de plegarias porque no se sentía capaz de dirigirse al Creador con sus pobres palabras. Un día, se sintió muy mal porque, estando de viaje, olvidó su libro.

    Nuestro buen zapatero le dijo entonces a Dios: "Perdóname, Dios mío, porque necesito orar y no sé cómo. Ahora bien, ya que Tú eres un Padre de amor voy a recitar varias veces el alfabeto desde la a hasta la z, y Tú que eres sabio y bueno podrás juntar las letras y sabrás qué es lo que yo te quiero decir".

    Cuenta la historia que ese día Dios reunió a sus ángeles en el cielo y les dijo conmovido que esa era la más sincera y la más bella de las oraciones que le habían hecho en mucho tiempo. Una oración con las cualidades de la plegaria que hace milagros, cierra heridas, ilumina, fortalece y acerca los corazones, es decir, una plegaria humilde, confiada, sincera y amorosa. 

    ¡Cuánta necesidad tenemos de estas oraciones!
    Todos debemos aprender a orar con el corazón, a alabar, a bendecir, a perdonar, a agradecer. Y, claro, a tener bien presente que la oración se ve en la acción, en los buenos frutos y en un compromiso por la justicia y por la paz. En efecto, actuar sin orar es desgastarse y orar sin actuar es engañarse. 

    Por eso comparto con ustedes este comentario al Padre Nuestro, esperando deje valiosas inquietudes en su espíritu:

    Di Padre, si cada día te portas como hijo y tratas a los demás como hermanos.

    Di Nuestro, si no te aíslas con tu egoísmo.

    Di que estás en los cielos, cuando seas espiritual y no pienses sólo en lo material.

    Di santificado sea tu Nombre, si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.

    Di venga a nosotros tu Reino, si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que Él reine en todas partes.

    Di hágase Tu voluntad, si la aceptas y no quieres que sólo se haga la  tuya.

    Di danos hoy nuestro pan, si sabes compartir con los pobres y con los que sufren.

    Di perdona nuestras ofensas, si quieres cambiar y perdonar de corazón.

    Di no nos dejes caer en tentación, si de verdad estás decidido a alejarte del mal.

    Di líbranos del mal, si tu compromiso es por el bien.

    Y di Amén si tomas en serio las palabras de esta oración.



    FALTAS TÚ...


    Faltas Tú...





    Dios me pidió un poema sobre las bellezas de la creación, y yo me puse a hablar de las cosas que El creó.

    Hablé del sol, y sentí sus manos calentándome.

    Hablé de la luna, y sentí su brillo envolviéndome.

    Hablé de la noche, y sentí sobre mí su manto de estrellas.

    Hablé de todo lo verde del planeta, y sentí su soplo de esperanza.

    Hablé de las aguas, y sentí su inmersión en el misterio de mi espíritu.

    Hablé del cielo, y sentí que su azul me protegía.

    Hablé del fuego, y sentí sus llamas quemando mis penas.

    Hablé del aire, y sentí su soplo divino renovándome.

    Hablé de todos los seres, y sentí su presencia en cada forma viviente.

    Y a El le presente todo lo que escribí: " Aquí está el poema que pediste, espero que apruebes todo lo que escribí "

    Y oí su respuesta: " Prosigue, aún no has hablado de ti" 

    CÓMO NO HE DE ADORARTE...


    Cómo no he de adorarte



    ¿Cómo no he de adorarte, Jesús mío, si eres el suave manto de rocío que ha revivido mis raíces secas?
    ¿Cómo no he de adorarte si tu truecas en esperanza ardiente mi hondo hastío?
     
    ¿Quién como tú Jesús? que das al río cauce y corriente que jamás se agota y que haces estallar la estéril roca en fresco manantial para el estío. 
     
    Ya mi vaso jamás veré vacío ni seré más un triste abandonado, no sentiré la herida del pecado ni del traidor mordaz el desafío. 
     
    La misma soledad de ningún modo, torna mi vida triste y desolada, porque si ayer sin Ti, no tuve nada, hoy contigo Jesús, lo tengo todo. 
     
    Es tan bello Señor, estar contigo y tiene tu verdad tan dulce acento, que sin poder decirte lo que siento, arder yo siento en mi lo que te digo. 
     
    En la cumbre estelar de lo que ansío, Tú eres la luz polar que solo veo, eres mi fe, en Ti solo yo creo y es solo tu poder, mi poderío. 
     
    Más si al fin de mi senda, Jesús mío nubló mi ser la sombra de la muerte de nada temeré porque confío que en la aurora estelar habré de verte.

    ORACIÓN POR MIS AMIGOS...

    martes, 12 de julio de 2011

    ¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA "PAPA"?

     
     Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
    ¿Qué significa la palabra "Papa"? 
    El término “Papa” procede del griego “Pappas” o “Papas” y significa “papá” o “padre”  
      



    Un error muy difundido en internet acerca de por qué al Sumo Pontífice se le dice "Papa" es el que se basa en las iniciales de 4 palabras latinas: P etrí - A postoli - P otestatem - A ccipiens, y se traducen así: "El que recibe la Potestad del Apóstol Pedro". 

    El segundo error en la interpretación del significado es el que se atribuye a la unión de las dos primeras sílabas de estas palabras latinas: PA ter y PA stor, que se traducen como "padre y pastor". 
    El orígen de la palabra PAPA es muy distinto. El término “Papa” procede del griego “Pappas” o “Papas” y significa  “papá” o “padre”. Se encuentra testimoniado en Aristófanes (Pax 120), Menandro (Mis 213). P. Levillain observa que en Homero significa “sacerdote”.

    Como quiera que sea, el término se hizo común en oriente como signo de afecto y respeto para con obispos y sacerdotes. 

    En Occidente hace su aparición a inicios del S. III, progresivamente se fue aplicando a los obispos [Cipriano, Ep 8,8.23,30; 31,36]. Aplicado al obispo de Roma como signo de afecto y respeto se encuentra por vez primera en una inscripción del diácono Severo a san Calixto: "Jussu Papae sui Marcellini" (por orden del Papa Marcelino). Se hizo específico para finales del S. IV y en el V al título se precisa la expresión “Papa Urbis Romae" (Papa de la ciudad de Roma). 

    En el S. VI la cancillería de Constantinopla se dirigió al obispo de Roma con el título “Papa”. Para finales del S. VIII el título se emplea solamente para los romanos pontífices. Con Gregorio V (996-999) el Concilio de Pavía estipuló que el arzobispo Arnulfo de Milán no se designara así. Gregorio XI (1073-1085) prescribió de modo formal que el título se aplicara definitivamente a los sucesores de Pedro. 

    La expresión “Santísimo Padre” se remonta al S. XII y corresponde al significado histórico de “papa”, es decir, “reverendo padre” y con él se relaciona su definición de “pater patrum”, de uso común por parte de los obispos de la Iliria y del África que así se dirigían a los sucesores de Pedro en los primeros siglos VI-VII. 

    Nominalmente el Papa es el Obispo de la Diócesis de Roma. Según la tradición católica, desde que San Pedro se estableció para predicar el Evangelio en la ciudad y nombró su sucesor a uno de los Presbíteros de Roma, se ha establecido la ciudad como la sede de la Iglesia Universal. 

    En el principio a los sucesores de San Pedro se los llamaba simplemente Obispo de Roma. El título de "Papa", como hemos visto, comezó a ser usado muchos siglos después. 

    El título papa, que alguna vez fue utilizado con gran amplitud, actualmente se emplea exclusivamente para denotar al Obispo de Roma quien, en virtud en su posición como sucesor de san Pedro, es el supremo pastor de toda la Iglesia, el vicario de Cristo sobre la tierra. Además del obispado de la diócesis romana, el Papa detenta varias otras dignidades junto con la de pastor universal y supremo.

    Él es el arzobispo de la provincia romana, primado de Italia e islas adyacentes, y único patriarca de la Iglesia Occidental. La doctrina de la Iglesia acerca del Papa fue declarada por el Concilio Vaticano I en la Constitución Dogmática “Pastor Aeternus”, el 18 de julio de 1870. 

    Los cuatro capítulos de esa constitución tratan respectivamente del oficio de cabeza suprema conferido a san Pedro, la perpetuidad de ese oficio en la persona del romano pontífice, la jurisdicción papal sobre todos los fieles y su autoridad suprema para definir cuestiones de fe y moral. 
    (Enciclopedia Católica)  

    CONSEJOS DE UN CURA VETERANO A UN CURA JOVEN...


    Consejos de un cura veterano a uno joven



    • El único Salvador es Jesucristo. El cristianismo ya está inventado. Ayudar a vivirlo hoy, es tu misión.

    • Si predicas a otro que escuche la Palabra de Dios, escúchala tú primero.

    • La oración no tiene buena prensa, pero sin ella no “saborearás” a Dios.

    • Cuando hables, prepárate, que sabemos mucha teología, pero somos capaces de decir muchos “disparates”.

    • No te pegues al dinero, pésimo pegamento, mal amor, pero buen criado. No abunda hoy el “cura avaro”, sino el “gastón”; ni uno ni otro evangeliza.

    • Si pudiendo elegir un trabajo, escoge el menos remunerado; estarás cerca del Evangelio. Si esto lo haces “sin presumir”, más evangélico aún.

    • No gastes “aires de superioridad”. La sencillez gana los corazones.

    • Al llegar a un pueblo elogia su agua, su clima y sus gentes. Consejo de un cura que ya ha vivido mucho. Y “sabe más el diablo por viejo….”

    • Si empiezas desarmándolo todo, malo, malísimo. Decía otro cura de antaño: En el primer año ver, oír y callar, sobre todo callar. Y como norma, hablar siempre bien del antecesor. Esto edifica “cantidad”.

    • Si gastas dinero de la comunidad, rinde cuentas a la comunidad.

    • Nunca llames “perder el tiempo” a charlar con la gente de sus cosas y preocupaciones, sean cristianas o no. Basta que sean personas.

    • Y menos creer que escuchar y perdonar pecados es labor inútil, aunque lo parezca y no “brille”.

    • Si te toca ayudar a un cura mayor, recuerda que es cura y que es mayor.

    • Consulta tus proyectos con peritos, compañeros, pueblo, comunidad. Consultar no es tiempo perdido. Tú no eres infalible… ¡Y la Iglesia tiene más de dos mil años!

    • En ocasiones te verás convertido en custodio de arte religiosos. Todo arte, más el religioso, es signo de la belleza de Dios. Respétalo como algo divino.

    • No te metas a “gobernar” la política, la cultura, los sindicatos… ¿Te parece poca extensa tu parcela religiosa? Respeta la ley de “incompatibilidades”. Y no seas cacique.

    • Tu tarea apostólica quedará estéril si no suscitas hombres y mujeres apóstoles en todos los campos. Haz comunidad continuadora de la obra de Jesús.

    • Tarde o temprano, en el horizonte de tu vida aparecerá marcado por el dolor, la tentación, la fragilidad, la cruz. Eres ministro del crucificado. No extrañes, no rehúyas la cruz.

    • Tu celibato te exigirá renuncia, ofrecimiento, lucha… Y somos ¡tan frágiles! Por lo menos andemos advertidos por el mundo.

    Si has tenido paciencia para leer los consejos de este cura veterano, te saludo como compañero. Si reflexionas en ellos, eres casi amigo. Si te sirven de algo, reza por mí.

    JESÙS NO TIENE MANOS...

     
    Jesús no tiene manos 

    JESÚS no tiene manos,
    tiene sólo nuestras manos
    para construir un mundo nuevo
    donde haya más fraternidad y justicia.

    JESÚS no tiene pies,
    tiene sólo nuestros pies,
    para poner en marcha a los derrotados
    por el camino de la libertad.

    JESÚS no tiene labios,
    cuenta tan sólo con nuestros labios
    para anunciar a los hombres
    la buena noticia de la salvación.

    JESÚS no tiene recursos,
    cuenta tan sólo con nuestro trabajo
    para lograr que todos los hombres
    vivan como hermanos.

    JESÚS, aquí tienes mis manos, mis pies,
    mis labios, mi trabajo, mi sonrisa,
    mi tiempo, mi ilusión, mi vida.

    ¡Aquí estoy Señor!
    ¡Iré contigo!
    Eduardo Cáceres Contreras

    LA FAMILIA


    La Familia




    La familia es lo más importante y valioso que tienes. Considérate un privilegiado y reconoce en ella tu mayor riqueza.

    La familia es como un oasis en el desierto de la vida. En ella es donde saciamos nuestra sed de amistad, orientación y comodidad. Con ella nos sentimos seguros de que no estamos solos en esta jornada. Tus familiares son tus mejores amigos. Ellos sí, realmente, te quieren. La familia es la base que sostiene la sociedad. Es tu refugio en los días de tormenta. 

    Presérvala como un tesoro que es igual para ricos y pobres.











    UNA VEZ

     
    UNA VEZ...

    Una vez que hayas dado un paso hacia adelante con fe, nunca mires atrás o comiences a lamentarte por lo que has dejado atrás. Simplemente espera el futuro más maravilloso y contémplalo realizarse. Deja lo viejo atrás; está terminado.

    Agradece las lecciones que has aprendido y las experiencias que has tenido. Te han ayudado a crecer y te han dado un conocimiento más profundo, pero no trates de aferrarte a ellas.
    Lo que te está esperando es mucho, mucho más prodigioso que lo que has dejado atrás. Dice Dios: "Si has puesto tu vida bajo Mi guía y Mi dirección directas..... ¿Cómo puede irte mal en algo?"

    Cuando das un paso adelante y luego te preguntas si has hecho bien, y te permites dudar y temer, las cosas comienzan abrumarte, y te encuentras agobiado por el peso de tu decisión.

    De manera que relájate, libérate del pasado y avanza con el corazón colmado de amor y gratitud. 


    Eileen Caddy.
     
                                                                                                         
     





    DE LA MANO...


    De la mano...

     Creo que no existe nada más sincero que "caminar de la mano con alguien". En el sentido amplio de la palabra, caminar con su compañera/o, de la mano, sea por la calle o por la vida...

    Nada más lindo... También en el sentido figurado, o sea, estar siempre listo para caminar "de la mano" con una persona amiga, ayudándola en el más amplio sentido de la palabra (una ayuda moral), oyendo un desahogo... o socorriéndola en una necesidad.

    En fin... ¿puede existir algo más lindo que una pareja de viejitos, que después de caminar la vida entera, lado a lado, de la mano, aún losigan haciendo en un inocente paseo, en un parque o en la playa?

    Es importante que aprendamos el valor que representa el calor de las "manos juntas".

    ¿Existe algo más agradable que simplemente oír un desahogo de una persona amiga? Si hay algo que decir para ayudarla o consolarla, hazlo, si nada puedes hacer sólo la actitud de oír ya valió la pena....

    Nos posibilita reanudar lazos perdidos en el tiempo, posibilitando una comunicación con personas que ya juzgábamos irremediablemente apartadas... sean parientes o amigos.

    Así, si las personas buscarán más la unión en las "manos dadas" (de la mano), ciertamente el mundo sería mejor.



     


     
     

    lunes, 11 de julio de 2011

    CÓMO OFRECER EL EVANGELIO

    Cómo ofrecer el Evangelio
    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
    El mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. No tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí.
     

    Cómo ofrecer el Evangelio

    La fe surge desde el don de Dios y desde la libertad de cada uno. No puede ser impuesta, ni se consigue por los méritos personales. No se  gana como un premio, ni se conserva gracias a las cualidades que uno tenga.

    La fe, además, es dinámica. No podemos acoger un regalo tan grande sin sentir, dentro del alma, el deseo de compartirlo a otros. Quisiéramos que familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas que conocemos, puedan abrir sus corazones, encontrar a Cristo, recibir el don de Dios, dar un sí que les introduzca en la familia de los creyentes. De este modo, llegarán a ser parte del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia.

    Pero el mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. Unos simplemente no tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí (cf. Ga 2,20). Otros están aturdidos por los placeres, por las riquezas, por las preocupaciones de este mundo (cf. Lc 8,14).

    Otros tienen miedo: miedo a ser ridiculizados, relegados, criticados, incluso despedidos y castigados (cf. Lc 8,13). Para evitar problemas en este breve tiempo dejan de lado el ofrecimiento más importante: el bautismo que salva (cf. 1Pe 3,21).

    Mientras, el tesoro sigue escondido en un campo, la perla no ha sido descubierta (cf. Mt 13,44-46). Miles de corazones siguen tras placeres de espejismo, tras drogas para los corazones o para los cuerpos. Se dejan atrapar por la avaricia o la soberbia.

    ¿Cómo podemos ofrecer el Evangelio? ¿Cómo conseguir que la luz que ilumina a todo hombre llegue a más corazones (cf. Jn 1,9)?

    Ante nuestra pequeñez, ante la gran cantidad de dificultades, sentimos la urgencia de rezar a Dios para pedirle que nos haga mensajeros convencidos, enamorados, coherentes, de su Evangelio. Para suplicarle que nos permita hablar con nuestros actos, con nuestra integridad, con nuestra alegría, con nuestra justicia. Para que nos dé fuerzas para que el amor esté siempre encendido, como lámpara que brilla sobre los techos (cf. Mt 5,15-16).

    Así será posible que pronto, muy pronto, otros hombres y mujeres puedan confesar que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2,11).

    TODOS TENDREMOS UN FIN...

    Todos tendremos un fin


    Si bien, la idea de la muerte nos sobrecoge, sobre todo si la experimentamos en alguien cercano, hemos de contar con ella para prepararnos para ese momento. Un cuento nos lo ilustra.

    Salím era el sirviente favorito del Rey Salomón. Vivía en el palacio en Jerusalén y se encargaba de que todo estuviera en orden y no faltara nada. Por ello aquel día salió muy de mañana del palacio rumbo al mercado. Necesitaba supervisar personalmente los ingredientes necesarios para preparar un banquete que tendría lugar esa noche para celebrar al rey. Al llegar al mercado empezó a inspeccionar los diferentes puestos en busca de los mejores comestibles. Mientras miraba las especies, he aquí que de repente se encuentra de frente con la figura tenebrosa de la misma muerte que iba cubierta con un manto negro. Ambos se miraron muy sorprendidos. Salím al instante salió corriendo, tomó su caballo y se dirigió al palacio de vuelta.

    Espantado y con miedo, pidió hablar con el rey. Aún con temblor le contó lo sucedido y cómo la muerte se sorprendió. Por ello le pedía el mejor caballo para salir huyendo a toda prisa hacia Damasco y alcanzar a llegar a sus puertas justo al ponerse el sol. El rey sabio intentó calmarlo diciéndole que la muerte es inevitable y le advirtió que nada impide que llegue a su tiempo. Sin embargo su sirviente insistió, por lo que el rey ordenó que se le diera su propio caballo, tal como lo deseaba.

    Sin más demora, Salím partió hacia Damasco. A toda velocidad salió de la ciudad y emprendió la huída desesperada. Se repetía insistentemente: “Tendré que llegar a las puertas de Damasco justo al ponerse el sol”. Parecía difícil la meta pues estaba mucha distancia. Sin embargo, el caballo era extraordinariamente fuerte y veloz. Nada lo distraía ni detenía, ni siquiera para comer algo, y a toda velocidad cabalgaba queriendo llegar con el sol a su destino. Casi se ponía el sol cuando por fin ve a lo lejos la ciudad. Quiso poner un último esfuerzo seguro de llegar a las puertas de Damasco justo al ponerse el sol como se había propuesto.

    Sin embargo, cuál va siendo su sorpresa que, junto a las puertas de Damasco, le esperaba una extraña silueta que fue reconociendo conforme se acercaba. Era la figura lúgubre de la misma muerte que esperaba con su manto negro de pie.

    Rendido por el cansancio, ya no podía intentar huir. Llegó a las puertas justo al ponerse el sol. Se detuvo, bajó rendido del caballo y se sometió a la muerte: “Has vencido, aquí me tienes”, le dijo. Ésta lo saludo cortésmente diciéndole: “Sí Salím, hoy es el día en que estaba dispuesto que te llevara conmigo”. Sin embargo Salím quiso salir de una duda y se la hizo saber a la muerte: “Si estabas dispuesta a llevarme contigo, ¿por qué en el mercado te sorprendiste tanto al verme?”. La muerte respondió: “Efectivamente, me quedé muy sorprendida al verte en el mercado, pues tenía asignado recogerte justo al ponerse el sol en las puertas de Damasco. Al verte en el mercado pensé que no era posible hacerlo, pero ahora veo que has llegado puntual a la cita”, y diciendo esto se lo llevó consigo.

    El carácter ineludible de la muerte nos debe llevar a estar preparados tanto respecto a nuestros asuntos humanos, pero sobre todo en los espirituales puesto que entramos a la vida definitiva.


    Pbro. José Martínez Colín


    CIERRO SUAVEMENTE LAS PUERTAS...


    Cierro suavemente las puertas... 



    Cierro suavemente la puerta a todas las distracciones exteriores y me encuentro con Dios en el silencio de mi ser.

    En el silencio se renueva mi conciencia de Dios y de los dones que Él me ha brindado.

    En silencio, recibo el don de paz y lo acepto ahora en mi vida. La paz es la copa que presento para que sea colmada con todas las bendiciones que estoy dispuesto a recibir.

    En silencio recibo el don de la guía. Me  colma, me rodea e ilumina mi camino. Avanzo, viviendo y marchando bajo la maravillosa luz reveladora de Dios.

    En silencio recibo el don de la curación. Ahora la curación brota desde lo más profundo de mí. Estoy sano, bien y fuerte.

    En silencio reclamo los dones que me ha dado Dios y digo: "Te agradezco, Señor, la paz, la guía y la curación".

    "Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto". Mateo 6, 6 

    EL SEMBRADOR


    El SEMBRADOR.
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    Era una tierra árida, gris, abierta por numerosos surcos negros que zigzageantes la cruzaban como enormes cicatrices de guerras pasadas. Desértica, amarilla, totalmente inerte, aguantaba los ardorosos rayos del sol que la quemaban las entrañas, filtrándose entre sus grietas.
    Ni una nube, ni un hálito de esperanza surcaba el cielo para calmar su sed amarga con una sola gota de lluvia blanca y perlada.

    El Sembrador caminaba, mirando con sus bellos ojos la tierra reseca y árida. Había viajado mucho, cruzando bosques angostos, sábanas africanas, estepas blancas por la nieve, enormes montañas, y en todas ellas había dejado caer una semilla de esperanza.
    Abrió sus brazos de par en par y soltó aquella carga tan preciada, dejándola posar suavemente sobre la grieta abierta en la tierra llana y, sentado, esperó a ver si brotaba...

    La semilla asustada se acurrucó en la grieta, temerosa de sacar sus raíces al alba. Pero poco a poco las tinieblas se tornaron blancas y estirándose inició su ascendente marcha.
    En su mente evocaba la adusta visión de la tierra y pensó que no sobreviviría en aquella hostil explanada. Mas de pronto en su boca cayeron gotas de agua, preciosas, sanadoras, que le dieron esperanza, y continuó subiendo por la grieta que la encerraba. Su piel comenzó a sentir el calor de los rayos del sol que con brazos amorosos la cobijaban, dándole cariño como si de un niño se tratara.

    Ya veía la luz, ¿qué hacer? .... Y en un último esfuerzo se asomó a la ventana, abrió los ojos y .....
    ¿Qué vio?...

    La tierra no estaba muerta, negra y hastiada, sino llena de alegría, verde y azulada. Las flores con sus colores invitaban a mirarlas y los pájaros con sus cantos alegraban la mañana.

    De pronto se sintió avergonzada ante tanta belleza. Ella era pequeña y fea; no tenía nada...
    Volvió la vista a lo alto y vio, asombrada, que lenta y cálidamente el Sembrador la esperaba. La cogió entre sus manos dulcemente y posó sobre ella su mirada. Lo que vió la semilla le alegró su apenada alma...
    A los ojos de Èl era hermosa, llena de flores blancas, con abundante fruto que esperaba brotar. No importaba lo que hubiera sido, ni la tierra en la que había sido plantada. Lo importante es que Èl la esperaba.
    Así como el Sembrador planta la semilla y la cuida, Jesús planta su amor en nuestro corazón y, esperando que crezca, lo riega con su sangre y lo cuida con pasión hasta que crecemos y nos miramos en sus ojos, para vernos convertidos en parte de Él.



    Almys
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