sábado, 12 de febrero de 2011

AHORRARSE EL PURGATORIO



Autor: José-Fernando Rey Ballesteros | Fuente: Conoze.com
Ahorrarse el purgatorio
Benedicto XVI nos acerca a la realidad más cercana e insoslayable: la trascendencia eterna de los actos realizados en esta vida


Ahorrarse el purgatorio
El Demonio es un gran anestesista. Su oficio no se limita, como creen algunos, a ofrecerle al hombre placeres terrenos a cambio de su alma inmortal. También conoce el arte de amortiguar dolores y paliar angustias, arte que ejercita por el mismo precio y que, en muchas ocasiones, le ha rendido mejores resultados que el catálogo de orgías con que sedujo al mismísimo Fausto.

Un claro ejemplo de ello es el modo en que ha extirpado, en las conciencias de muchos católicos, el miedo a su propia existencia. En la magistral película «Sospechosos habituales» (Bryan Singer, 1995), Kevin Spacey sentencia ante un atónito inspector de policía: «La mejor estrategia del Demonio ha sido convencer a la gente de que no existe». De este modo, el hombre no se defiende de él, y le abre las puertas de par en par. El resto del trabajo, para Satanás, en un mero paseo triunfal.

En la misma línea de acción, el gran anestesista ha logrado infiltrar en muchas mentes «piadosas» el lenitivo que apacigüe la angustia provocada por el gran drama de la vida: la salvación del alma. Lo ha logrado con un argumento tan burdo como tranquilizador: «Dios, que es muy bueno, no permitirá que nadie se condene. Al final, todos se salvarán y nadie irá al Infierno». Una vez que este pensamiento se ha alojado en la conciencia, la vivencia de la fe se transforma radicalmente.

Eliminado, por la vía de la anestesia, el «problema» del más allá, la religiosidad se centrará en el «más acá», y todo el discurso religioso versará sobre las realidades terrenas. El hombre ya no tiene que preocuparse por su salvación eterna; ese asunto está solventado gracias a la bondad de Dios. Lo que debe hacer el hombre es esforzarse por transformar el mundo presente en un lugar más justo.

No es urgente, en adelante, hablar de Dios a quienes no creen, puesto que su salvación está garantizada; lo que es urgente es paliar sus necesidades temporales y aliviar sus sufrimientos. De este modo, hemos transformado el sentimiento religioso en una mera inquietud social, y hemos convertido a la Iglesia en una enorme y milenaria ONG. En resumen, hemos decapitado la Fe, amputando en ella todo lo que se eleve por encima de nuestras cabezas.

Por eso se agradece que el Papa, a quien Cristo ha encargado confirmarnos en la Fe, nos ayude a eliminar de nuestra sangre la anestesia inyectada por el Maligno y nos invite a levantar la vista hacia el verdadero drama de la Historia: la salvación. Refiriéndose a Santa Catalina de Génova, aprovechó la ocasión para impartir una valiosa catequesis sobre el Purgatorio. En una Iglesia en que, para multitud de cristianos, la curación del cáncer de un familiar se presenta como más urgente que la confesión sacramental que ayude a ese enfermo a evitar el Infierno, las palabras del Pontífice no dejan de ser un soplo de aire fresco derramado a través de la azotea. Como en la curación de aquel paralítico que vio perdonados sus pecados en Cafarnaúm, alguien tenía que levantar las losetas del techo, y el Papa no ha dudado en hacerlo. Ahora vemos el Cielo.

«En Catalina, en cambio, el purgatorio no está presentado como un elemento del paisaje de las entrañas de la tierra: es un fuego no exterior, sino interior. Esto es el purgatorio, un fuego interior. La Santa habla del camino de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios, partiendo de su propia experiencia de profundo dolor por los pecados cometidos, en contraste con el infinito amor de Dios».

Esquivando la simpleza de considerar el Purgatorio como un lugar más allá de las nubes o bajo la corteza terrestre, Benedicto XVI nos acerca a la realidad más cercana e insoslayable: la trascendencia eterna de los actos realizados en esta vida. El pecado ciega el alma y la incapacita para el goce de las realidades divinas. Aún alcanzado el perdón en el Sacramento de la Penitencia, la herida infligida no será cauterizada sin el fuego. Y ese fuego es el deseo insatisfecho de la contemplación de Dios, el querer ver su Rostro por el deseo natural del alma y no poder gozarlo por la ceguera causada tras el pecado. El mismo dolor, que es dolor de amor y arrepentimiento, representado en forma de fuego, al abrasar el alma anhelante de la contemplación divina, la va purificando y eliminando en ella todo apego a las realidades de este mundo. Ese dramático proceso de purificación es lo que conocemos como Purgatorio.

Tras la escucha de las palabras del Pontífice, debería encenderse, en muchos cristianos, una llama de ese mismo fuego que los llevase a liberarse de las ataduras de este mundo. La oración frecuente, la contemplación asidua, la meditación diaria de las realidades divinas va, en esta vida, desprendiendo el alma de los apegos y urgencias de la tierra para vincularla amorosamente a los gozos del Cielo. Unida a la santa práctica del ayuno y la mortificación, esa oración será la que nos permita, ahora, realizar la purificación que, de otro modo, sería necesario llevar a cabo tras la muerte.

Pero, claro… ¿Cuántas personas, hoy día, están preocupadas por «ahorrarse» el Purgatorio?

ÁMAME COMO ERES


Ámame como eres...

Jesús nos anima diciéndonos:

No desconozco tu miseria
veo las luchas y las tribulaciones de tu alma
veo también tus enfermedades físicas y el cansancio de tu cuerpo
conozco bien tus pecados, tu infidelidad, tus omisiones, tu vileza.
Yo te digo: ámame como eres!

Aunque caigas continuamente en tus mismas faltas
aunque cometas esas culpas que no quisieras cometer
aunque no cumplas con tu deber
aunque desprecies a tu prójimo
aunque tantas veces te consideres un villano.
Yo te digo: ámame como eres!

De todos los momentos de tu vida
en cualquier situación en que te encuentres
cuando tu alma esté llena de fervor
cuando tu corazón sea árido, seco, empedernido
incapaz de sentir y de amar.
Yo te digo: ámame como eres!

Si esperas ser un santo, o un ángel
para entregarte al amor, no me querrás nunca
quiero que tu amor salga de lo profundo de tu miseria
por eso, así te encuentres en la fidelidad o en la infidelidad
Yo te digo: ámame como eres!

Si me dices que no posees virtud y no tienes ciencia
si estás privado de talento y vestido de andrajos
si te sientes débil, indefenso, envilecido.
Yo te digo: ámame como eres!

Yo estoy a la puerta de tu corazón y llamo, ábreme!...
Déjame amarte, dame tu corazón
te doy mi Gracia y el Pan Vivo
te doy la fuerza para afrontar y superar las dificultades de la vida
te doy el Espíritu de verdad y la Sabiduría del Amor
te doy mi Madre que te estrecha contra su corazón inmaculado
no dudes de Mí , pero ten fe.
Yo te digo ahora y siempre: ámame como eres!

(Desconozco Autor)

EL AMOR DE JESÚS AL DARNOS A SU MADRE



Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Amor de Jesús al darnos a Su Madre
María se ha tomado el ser madre nuestra con todo el amor, toda la fidelidad y toda la seriedad de que ella es capaz.

Pentecostés fue un evento importantísimo para la Iglesia, y los protagonistas fueron el Espíritu Santo y, en segundo lugar, la Santísima Virgen. Ella reunió a la primitiva Iglesia formada por los apóstoles y la puso de rodillas, la puso a orar, para pedir, precisamente, la venida del Espíritu Santo, que fue el que dio el banderazo a aquella Iglesia, pequeña, tímida, formada por hombres débiles, y todavía inexpertos en la tarea que les correspondía. Ella fue, por tanto, la pieza clave en la vida de aquellos primeros apóstoles. Y sigue siendo una pieza clave, insustituible, en la vida y en la tarea apostólica de los apóstoles de hoy: en ustedes y en mí.

Yo quisiera decirles a ustedes, y a mí mismo: el amor de Jesús al darnos a su madre ha sido demasiado grande. Cuántas veces le he dicho yo estas palabras: "una prueba impresionante de que nos has tomado en serio, como hermanos, es que nos has dado a tu madre, de verdad y para siempre." Si María es madre de Cristo, y es madre mía, Cristo y yo somos hermanos.

Jesucristo y ella se han tomado infinitamente en serio esta realidad. Cuando Jesús dijo a Juan, que nos representaba a todos: "He ahí a tu madre", hablaba infinitamente en serio. Era Dios, era Hombre, el Hijo del Hombre, que moría en una cruz, era parte principalísima de su testamento. De la misma forma, aquellas palabras: "He ahí a tu Hijo", a tus hijos, estaban dichas infinitamente en serio y María Santísima, al menos, las tomó así, infinitamente en serio. Por lo tanto, ella se ha tomado el ser madre nuestra con todo el amor, toda la fidelidad y toda la seriedad de que ella es capaz. Ojalá que también nosotros nos tomemos infinitamente en serio aquella otra expresión de Jesús: "He ahí a tu madre".

LOURDES...


LOURDES...

¡Lourdes!
Rincón de cielo en este suelo,
Todo el cuerpo llora en ansias de consuelo
Célica fuente de salud y calma
Y se sonríe el alma.

Como blanca paloma que reposa
Al borde de su nido de amores,
La Virgen de la Gruta, milagrosa
se muestra entre flores.

Floración de los besos de Maria,
Madre Virgen del Dios omnipotente;
La eterna noche se transforma en día
A su ruego clemente.

Por eso cuelgan de la Gruta santa.
Las promesas del triste y del dolor;
Y, en sublime concierto, todo canta
Las gracias del Señor.


Ginés Perald

viernes, 11 de febrero de 2011

IMÁGENES DE SANTA BERNADETTE SOUBIROUS Y LA VIRGEN DE LOURDES - 11 DE FEBRERO





SANTA BERNADETTE SOUBIROUS
1844-1876

Festividad: 18 de febrero
Fecha beatificación: 14 de junio de 1925
Fecha canonización: 8 de diciembre de 1933
Nacionalidad: francesa
Patrona: enfermedades del cuerpo, enfermos, Lourdes (Francia), personas ridiculizadas por su piedad, pobres, pastoras y pastores














ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOURDES

ORACIÓN A NTRA. DE LOURDES

Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.

Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.

¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!

Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.

Oración compuesta por Pío XII

LOS SIGNOS DE LOURDES


LOS SIGNOS DE LOURDES

Lourdes propone también varios signos de Fe, como la luz, el agua, las peregrinaciones, la oración y la reconciliación ....


La oración.-
Todos los encuentros de la Virgen María con Bernardita se dan en un clima de oración: la señal de la cruz; el rezo del rosario que la Señora sólo desgrana sin pronunciar palabra; la insistencia de la Virgen de rezar por los pecadores .... La oración nos es un refugio que nos aleja de nuestros deberes, sino justamente un compromiso y una fuerza para cambiar el mundo.

Peregrinos de la fe.-
Multitudes de peregrinos acuden diariamente a los santuarios marianos dispersos por todo el mundo. Desde la Gruta de Lourdes, María nos invita a la peregrinación: “Vengan aquí en procesión ...”. Toda nuestra vida es un caminar con Cristo hacia el Padre. El cristiano no puede quedarse cómodo y egoísta; no puede encerrarse en sí mismo, tiene que caminar con sus hermanos. Como el pueblo de Dios en la Biblia, como María, como Jesús, como la Iglesia de todos los tiempos, estamos invitados a ser peregrinos, pueblo de hermanos en camino ...

Reconciliación.-
Como en Lourdes de Francia, también el Santuario de la Gruta es un lugar de reconciliación y de paz. A la invitación de la Virgen María que muchas veces pide “Penitencia”, una verdadera conversión de vida y de corazón. El sacramento de la Reconciliación, donde confesamos nuestras faltas, nos da el perdón y la paz con Dios y con los hermanos.

El agua de la vida.-
El agua es un signo sencillo y claro, de vida y de fecundidad. El agua común y corriente es de por sí un prodigio de vida, un símbolo de salud y pureza ... pero para los cristianos es también símbolo de Bautismo y de la vida nueva en Cristo. La invitación de la Virgen de Lourdes a beber y lavarse en el agua de la fuente, nos hace renovar nuestro deseo de vida nueva, nuestras promesas bautismales: aceptar que Jesús, la Vida verdadera, viva en nosotros.

La Luz de la Fe.-
Cuando un peregrino deja una vela encendida en un santuario es para simbolizar que deja su corazón delante del Señor y de la Virgen, y es un gesto muy delicado y respetable. Pero en la liturgia de la Iglesia el verdadero significado de las velas encendidas converge en el Cirio pascual, signo de Cristo Resucitado, que es la Luz del mundo. En el Bautismo se nos dio esta luz con las palabras “Recibe la luz de Cristo”, y a María le podemos pedir que nos ayude a acrecentar nuestra fe y a ser luz para los demás.

Los Pobres.-
La Virgen María se apareció en un lugar pobre, una gruta humilde que recordaba la del nacimiento del Niño Dios en la pobreza; se apareció a una niña pobre, recordando que el mensaje del Evangelio es buena noticia para los pobres. Toda la historia de las apariciones, es una historia de niños pobres, enfermos y necesitados ... y es por eso que los santuarios se transforman en lugares de solidaridad y esperanza. En este sentido también las promesas y ofrendas de los peregrinos tienen que poseer un carácter de entrega y agradecimiento a Dios y a la Virgen, pero también de comunión y solidaridad con los hermanos más pobres.

Los Enfermos.-
Bernardita fue una niña pobre y enferma. Por estas características todos los niños, los pobres y los enfermos pueden considerar al santuario de Lourdes como su casa.
Es por eso que el Papa, Juan Pablo II, ha querido proclamar el Día Mundial del Enfermo justamente en la fiesta de las apariciones de Lourdes el 11 de Febrero. También en el Santuario de la Gruta en Montevideo, se explicita este amor preferencial por los enfermos. Se reza y se intercede por los que no pueden venir y se reciben y bendicen a los que pueden acercarse.

La Cruz de Cristo.-
La Virgen María en sus apariciones a Bernardita hace la señal de la cruz. Ella participó y sigue participando de la obra de redención de su Hijo Jesús.
La imagen de Cristo, con sus brazos clavados, la cabeza inclinada, el Corazón abierto por la lanza, todo nos confirma que: “No hay AMOR más grande que dar la vida”.
Los peregrinos pasan unos instantes frente a la Cruz del Calvario para recobrar fuerza en su camino de fe y de amor. Al pie de la cruz, como María expresa su compromiso de querer participar con Cristo en la redención del mundo.

Una Promesa de Felicidad.-
Lourdes nos habla de felicidad. No la felicidad pasajera de quien vive en un mundo de fantasía, no la felicidad de las propagandas comerciales o de los poderosos de este mundo, sino la felicidad verdadera del Evangelio de Jesús. María participó de esta felicidad “por haber creído”, participó de las bienaventuranzas de su Hijo por ser pobre y humilde, recta y solidaria, hambrienta de justicia y de paz. María cantó esta felicidad en su canto hermoso, el Magníficat.
Cuando hacemos una promesa para pedir una gracia estamos deseando la felicidad y el bien.
Lejos de ser una pretensión sin méritos, las promesas deben manifestar la humilde postura del cristiano, que pone su vida y confianza en las manos del Padre Providente.


EL MENSAJE DE LA VIRGEN MARIA EN LOURDES


EL MENSAJE DE LA VIRGEN MARIA EN LOURDES

En 1858 la Virgen María apareció en una gruta de los Pirineos, cerca de Lourdes en Francia, a una humilde niña, llamada Bernardita Soubirous.  La Señora le pidió que fuera por quince días a la gruta, para recibir sus mensajes.  Era el día 11 de febrero; la última vez será el 16 de julio del mismo año.

El mensaje de Lourdes es claro y consiste en un renovado llamado a la conversión de los hombres, invitándolos a un cambio sincero de vida, para abrirse finalmente al Reino de Dios.  Esta es la gracia especial de Lourdes, donde las confesiones-conversiones son lo más milagroso que se realiza a diario.  Allí los peregrinos encuentran una verdadera paz y serenidad, que revela un contacto con lo sobrenatural.

La Virgen María pide a Bernardita, y por medio de ella a todos nosotros:

1.      Oración:  el rezo del Rosario pero sobre todo la acción de gracias en la Eucaristía.

2.      Penitencia y Conversión: con el sacramento de la Reconciliación, pero también con la solidaridad hacia los más necesitados y el ofrecimiento de las dificultades (enfermedades) para cumplir la voluntad de Dios.

3.      Comunión con la Iglesia:  “Vengan en peregrinación y procesión ... construyan un templo ... y celebren comunitariamente la fe”.

jueves, 10 de febrero de 2011

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES - 11 DE FEBRERO

 
Nuestra Señora de Lourdes
Padre Francisco Fernández Carvajal


- Las apariciones de la gruta. Santa María, Salus infirmorum.
- El sentido de la enfermedad y del dolor.
- Santificar el dolor. Acudir a Nuestra Señora.

I. Cuatro años después de haberse proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, se apareció la Santísima Virgen a una niña de catorce años, Bernadette Soubirous, en una gruta cercana a Lourdes. La Virgen era de tal belleza que era imposible describirla, cuenta la Santa (1). Cuando años más tarde el escultor de la gruta preguntó a Bernadette si su obra, que representaba a la Virgen, se asemejaba a la aparición, respondió con gran ingenuidad y sencillez: "¡Oh, no, señor, de ninguna manera! ¡No se parece en nada!". La Virgen es siempre más bella.

Las apariciones se sucedieron durante diecisiete días más. La niña preguntaba su nombre a la Señora, y ésta "sonreía dulcemente". Por fin, Nuestra Señora le reveló que era la Inmaculada Concepción.

En Lourdes se han sucedido muchos prodigios sobre los cuerpos y más aún sobre las almas. Incontables han sido las curaciones, y muchos más quienes han vuelto sanos de las diferentes enfermedades que también puede padecer el alma, habiendo recobrado la fe, con una piedad más recia o con una aceptación amorosa de la voluntad divina.

La Primera lectura de la Misa (2) propone a nuestra consideración las palabras del Profeta Isaías que consolaba al pueblo elegido en el destierro con la vuelta a la ciudad santa, en la que encontrarían el consuelo como un hijo pequeño en su madre. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río de paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo...

Al meditar en la fiesta de hoy, vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que los hombres debemos implorar, y nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados. Aquellas dieciocho apariciones a la pequeña Bernadette son una llamada que nos recuerda la misericordia de Dios, que se ejerce a través de Santa María.

La Virgen se muestra siempre como Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Nosotros, al hacer hoy nuestra oración, acudimos a Ella, pues son muchas las necesidades que tenemos a nuestro alrededor. Ella las conoce bien, nos escucha allí donde nos encontramos y quiere que acudamos a su protección. Y esto nos llena de alegría y de consuelo, especialmente en la fiesta que hoy celebramos. A Nuestra Señora acudimos como hijos que no se quieren alejar de Ella: "Madre, Madre mía...", le decimos en la intimidad de nuestra oración, pidiéndole ayuda en tantas necesidades como nos apremian: en el apostolado, en la propia vida interior, en aquellos que tenemos a nuestro cargo, y de los que nos pedirá cuentas el Señor.

II. También la Santísima Virgen quiso recordar en aquella gruta la necesidad de la conversión y de la penitencia. Quiso Nuestra Madre poner de relieve que la humanidad fue redimida en la Cruz, y el valor redentor actual del dolor, del sufrimiento y de la mortificación voluntaria.

Lo que los hombres consideran, con mirada sólo humana, como un gran mal, con ojos de buenos cristianos puede ser un gran bien: la enfermedad, la pobreza, el dolor, el fracaso, la difamación, la falta de trabajo... En momentos humanamente muy difíciles, podemos descubrir, con la ayuda de la gracia, que esa situación de debilidad es un gran camino para una sincera humildad, al sentirnos necesitados y en especial dependencia de Dios. La enfermedad, o cualquier otra desgracia, puede ayudarnos mucho a despegarnos un poco más de las cosas de la tierra, en las que, casi sin darnos cuenta, estábamos quizá demasiado metidos. Sentimos entonces la necesidad de mirar al Cielo y de fortalecer la esperanza sobrenatural, al comprobar la endeblez de la esperanza humana.

La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios, que nunca tienta por encima de nuestras fuerzas (3), y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina, en el abandono pleno en sus brazos fuertes de padre. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos pedirá nunca más de lo que podamos dar. La enfermedad, o cualquier desgracia, es buena ocasión para llevar a la práctica el consejo de San Agustín: hacer todo lo que se pueda y pedir lo que no se puede (4), pues Él no manda cosas imposibles.

La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad, y la misma muerte, entregando la vida como oblación y sacrificio por Cristo, para bien de todo su Cuerpo Místico, la Iglesia. Nuestras penas y dolores pierden su amargura cuando se elevan hasta el Cielo. Poenae sunt pennae, las penas son alas, dice una antigua expresión latina. Una enfermedad puede ser, en algunas ocasiones, alas que nos levanten hasta Dios. ¡Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad, aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que, por el contrario, se recibe con fe corta, malhumorados, resentidos o tristes!

III. ... Y estaba allí la Madre de Jesús (5). Con alegría vemos cómo a los santuarios de la Virgen se acercan personas de todo tipo y condición y se postran a los pies de Nuestra Señora. Quizá no se habrían acercado si no hubieran experimentado la debilidad, el dolor o la necesidad, propia o ajena.

Refiriéndose a la fiesta que hoy celebramos, se preguntaba el Papa Juan Pablo II por qué gentes tan diversas acuden a la gruta donde tuvieron lugar las apariciones, y respondía: "Porque saben que allí, como en Caná, "está la madre de Jesús": y donde Ella está no puede faltar su Hijo. Ésta es la certeza que mueve a las multitudes que cada año se vuelcan en Lourdes en busca de un alivio, de un consuelo, de una esperanza (...).

"La curación milagrosa, sin embargo, es, a pesar de todo, un acontecimiento excepcional. La potencia salvífica de Cristo, obtenida por la intercesión de su Madre, se revela en Lourdes sobre todo en el ámbito espiritual. En el corazón de los enfermos hace oír la voz del Hijo que desata prodigiosamente los entumecimientos de la acritud y de la rebelión, y restituye los ojos al alma para ver con una luz nueva el mundo, los demás, el propio destino" (6).

El Señor, a quien nos conduce siempre su Madre, amaba a los enfermos. San Pedro compendia su vida en estas pocas palabras: Jesús de Nazaret... pasó haciendo el bien y sanando... (7). Los Evangelios no se cansan de ponderar la misericordia del Maestro con quienes padecían en el alma o en el cuerpo. Gran parte de su ministerio a quien la tierra lo dedicó a curar a los enfermos y a consolar a los afligidos. "Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma" (8). Él es compasivo y espera de nuestra parte que pongamos los medios a nuestro alcance para salir de esa enfermedad o de ese agobio; y nunca permitirá pruebas por encima de nuestras fuerzas. En todo momento nos dará las gracias suficientes para que esas circunstancias dolorosas no nos separen de Él; por el contrario, deben acercarnos más y más y ayudarnos a llevar a otras personas a una mejora espiritual de sus vidas. Podemos pedir la curación o que se resuelvan los problemas que pesan sobre nosotros, pero, ante todo, debemos pedir ser dóciles a la gracia para que en esas circunstancias -en ésas y no en otras- sepamos crecer en fe, en esperanza y en caridad.

Nos aliviará las penas y sufrimientos el no pensar excesivamente en ellos, porque los hemos dejado en manos de Dios, y tampoco en las consecuencias futuras de los males que padecemos, pues aún no tenemos la gracia para sobrellevarlas... y quizá no se presenten. Bástele a cada día su propio afán (9). No olvidemos que "todos estamos llamados a sufrir, pero no todos en el mismo grado y de la misma manera; cada uno seguirá en esto su llamada, correspondiendo a ella generosamente. El sufrimiento, que desde el punto de vista humano es tan desagradable, se convierte en fuente de santificación y de apostolado, cuando lo aceptamos con amor y en unión con Jesús..." (10), corredimiendo con Él, sintiéndonos hijos de Dios, especialmente en esas circunstancias.

Acudamos en todo a María. Ella nos atenderá siempre. Nos alcanzará lo que pedimos, o nos conseguirá gracias mayores y más abundantes para que de los "males saquemos bienes; y de los grandes males, grandes bienes". Y sea cual sea nuestra situación, experimentaremos siempre su consuelo. Consolatrix afflictorum, Salus infirmorum, Auxilium christianorum..., ora pro eis..., ora pro me.

Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Inmaculada Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas (11).


*En el año 1858, la Inmaculada Virgen María se apareció dieciocho veces a la niña Bernadette Soubirous en una gruta cercana a Lourdes. La primera aparición tuvo lugar el 11 de febrero. Por medio de esta niña, la Virgen llama a los pecadores a la conversión y a un mayor espíritu de oración y caridad, principalmente con los más necesitados. Recomienda el rezo del Santo Rosario, oración con la que acudimos a nuestra Madre como hijos pequeños y necesitados. León XIII aprobó esta festividad y Pío X la extendió a toda la Iglesia. Bernadette fue beatificada y canonizada por Pío XI en 1925.

ESPÍRITU DE AMISTAD

 Espíritu de amistad
Autor: Padre Guillermo Ortiz S.J.

La amistad cristiana, es decir la amistad con Dios y con las personas; esa amistad es un don de Dios, algo que viene de lo alto, es nada más ni nada menos que el mismo Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. Este Espíritu de amor, de amistad, requiere, implica, supone algo muy importante para la relación de amor y de amistad: el perdón, la reconciliación como sacramento, es decir el perdón de los pecados administrado por los apóstoles y después por los obispos y sacerdotes.

Jesús, que sella con su resurrección la amistad con sus discípulos, se encuentra con los discípulos un domingo, después de la resurrección y les dice: “Tengan paz”, y les muestra las heridas de la Cruz en sus manos y en su pecho. Los discípulos se alegraron cuando vieron a Jesús. “Como el Padre me envió a mí -les dice Jesús-, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan. (Cfr. Evangelio de San Juan 15,1-8)

TE LLAMÉ A VIVIR

 Te llamé a vivir

Te llamé a vivir
Te hice hermoso con mis propias manos.

Te comuniqué mi vida
Deposité en ti mi propio amor con abundancia.

Te hice ver el paisaje y el color.
Te di el oído para que escucharas el canto
de los pájaros y la voz de los hombres.
Te di la palabra para decir
"padre", "madre", "amigo", "hermano".

Te di mi amor más profundo.

No sólo te di vida.
Te estoy sosteniendo en ella.
Tú eres mi hijo amado
Te conozco cuando respiras
y te cuido cuando duermes.

No lo dudes.

Mis ojos están puestos en tus ojos.
Mi mano la tengo colocada sobre tu cabeza.

Te amo, aunque me olvides o me rechaces.
Te amo aunque no me ames.

Ya lo sabes.

Podrás ir donde puedas y donde quieras.
Hasta allá te seguirá mi amor
y te sostendrá mi diestra.

¿O es que crees que yo como Padre puedo
olvidar a mi hijo?

¡Ni lo sueñes!
Desde que te hice ya no te puedo dejar solo.
Camino y sonrío contigo
Vivo en ti.

Te lo escribo de mil maneras y
te digo al oído y en silencio.

Eres mi hijo.

Te amo, Tu Padre DIOS!

UNA LUZ EN LA NOCHE

Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Una luz en la noche
Hoy es jueves, Señor, y vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la esperanza.

Una luz en la noche

Hoy es jueves, Señor, y vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la Esperanza....

Cuando eso sucede hay noches en las que parece que el tiempo se ha detenido y jamás veremos el amanecer... en ellas oímos el palpitar de nuestro corazón y cada latido nos duele....

Noches de negrura espiritual en las que todo parece agrandarse, nuestra pena, nuestra angustia y nuestro malestar. Nos pesa la vida y en el silencio de esa noches nos parece que no hay pena como nuestra pena.

Pero...si hay un poco de esperanza en nuestro corazón, estamos salvados.

Sabemos de casos que esa gran "desesperanza" ha llegado a tal límite, a tal profundidad que no se ha encontrado otra solución que el buscar la "puerta falsa". Es el escape, el terminar con algo que pesa demasiado y el sentirse sumergido en las tinieblas de una noche "sin mañana"... sin esperanza. ¡Eso fue lo que les faltó a esas vidas: LA ESPERANZA.

La Esperanza es un mañana mejor, la Esperanza es la luz que puede romper las negras sombras cuando parece que todo está perdido.

Sin Esperanza no se puede vivir.

Cuando hay Esperanza a pesar de la desilusión y del dolor, siempre habrá otro camino que no sea el de la desesperación y el total aniquilamiento del verdadero yo.

Es cierto que hay situaciones en la vida que son como la más oscura de las noches, noches en que las horas parecen no pasar... pero cuando hay fe, cuando sabemos que tenemos un Dios que sabe de nuestro sufrimiento, cuando nos sabemos amados por El, a pesar de que nuestro sentimiento de soledad sea inmenso, si nos dejamos arropar y abandonar en sus brazos y en los de nuestra Madre María Santísima, la Esperanza, de saber que Dios nos ama, llegará con su luz que sabe consolar.

Quien se siente amado no puede caer en la desesperación y Dios nos ama.

La ESPERANZA, es una virtud que tenemos que cultivar como la flor más delicada y valiosa. Tres son las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, cuyo objeto directo es Dios Sin ellas es muy difícil caminar por la vida y no podemos olvidar que la Esperanza siempre será la luz en nuestras noches cuando las penas y las dificultades las hagan muy oscuras.

miércoles, 9 de febrero de 2011

LA HERMOSURA DEL SEÑOR JESÚS


Jesús

Cuan hermoso eres, mi Jesús,
cuan profundo es tu amor,
quiero ser transformado por tu luz
y amarte con pasión.

Eres tu tan maravilloso
no puedo entender y explicarme,
como me sacaste de este pozo
y ahora a ti puedo acercarme.

Si, estaba sumamente hundido
en el pozo de miseria y pecado,
en tu gracia me has recogido
y con tu sangre me has limpiado.

Yo, totalmente muerto y separado
de tu persona tan bella y preciosa,
hoy puedo entrar totalmente confiado
a tu presencia real y majestuosa.

Jesús, que admirable eres
tan completo, tan puro y perfecto;
y lo único que quieres
que te entregue todos mis derechos.
Para así tener total control
de mi vida como recipiente,
de tu sublime y bello amor
que siempre en mi este presente.

Es esta llenura de tu Vida
lo que satisface mi corazón,
lo que da sentido a mis días
la que es de mi vida la razón.

VIRGEN DE LOURES - 11 DE FEBRERO

Virgen de Lourdes
Febrero 11

Padre Felipe Santos Campaña SD



Etimológicamente significa "lugar agreste". Viene de la lengua francesa.

Las dos veces que he visitado Lourdes, mi alma se ha sentido feliz. Con una felicidad que sobrepasa todos los límites de lo espiritual y trascendente.

He visitado todo lo ha habido y por haber en la gruta de las apariciones. Incluso un antiguo alumno, que pasa allá sus vacaciones haciendo el bien a la gente como camillero, me ha contado que ha visto con sus propios ojos los milagros maravillosos que hace cada día la Madre de Dios.

Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.

Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.

Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.

Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.

El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.

¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?

En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.

Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.

¡Felicidades a las Lourdes!

"Lo que el público te reprocha, cultívalo: eres tú" (Jean Cocteau).

COMER HIERBA EN LOURDES

Comer hierba en Lourdes.
Alfredo Rubio de Castarlenas

Algunos amigos míos, escépticos de vocación y oficio, me han preguntado a veces por el «mensaje» –si es que hay alguno– de Lourdes, pues todo lo que allí acontece les parece folklórico y harto anacrónico.

A pesar de haber estado yo allí varias veces, no podía responderles con exactitud. Recientemente asistí de nuevo acompañando a otros amigos; por primera vez me fijé en una lápida grande, de mármol, colocada en la roca vecina donde numerosos grifos distribuyen la famosa agua. Tiene grabado, precisamente, lo que aquella Señora le dijo a Bernardette, según ésta contó: que era la Inmaculada Concepción y, por tres veces, que urgía a la gente conversión; y mandaba a la niña tres cosas: que besara la tierra, bebiera y se lavara con aquella agua que fluía cerca y que comiera hierba. Cosas que Bernardette ejecutó ante el asombro e irrisión de muchos de los presentes.

Hoy los peregrinos, que quieren imitar lo que María dijo a la niña, besan devotamente la roca de la gruta, beben también de esta agua y hasta se sumergen en ella, en las piscinas instaladas, pero nadie come hierba. Se han colocado estos abundantes grifos para que los innumerables visitantes puedan beber a gusto, o mojarse la cara, ojos, manos... pero creo que nunca los custodios responsables han instalado mesas con manojos de hierbas de los alrededores, para que así mismo puedan, los que lo deseen, comer con facilidad, al menos unas briznas. ¿Por qué? Me gustaría me explicaran los abbées, los curas, los abades, de aquellos triples santuarios, por qué marginan la hierba para los que desean imitar a Bernardette.

Quizás digan que esto de comer humildes hojitas verdes, sólo es como un símbolo. Podríamos entonces preguntar qué significa este símbolo. Además, si comer hierba era sólo una acción simbólica, que quiere señalar algo real y más amplio, lo correlativo sería suponer que besar la tierra, beber agua y lavarse en ella, fueran también actos simbólicos. ¿Por qué, pues, se realiza literalmente hoy una parte del mensaje y otra sólo se la recuerda como mero símbolo, sin que haga falta, para nada, ejecutarla?

Recuerdo que nos cuentan que la voz que oía el de Asís, le decía: «Francisco, reconstruye mi Iglesia» Y el Poverrello fue con sus amigos a reconstruir una ermita en ruinas que estaba en el valle. Lo que pedía aquella voz, sin embargo, era que reconstruyera la Iglesia Universal, tan cuarteada en aquella centuria. Así el alma sencilla de Bernardette besó aquel suelo, bebió y se lavó con aquella agua, y comió la hierba que junto a ella crecía. Pero, ¿acaso Nuestra Señora no pediría algo más hondo, que de momento aquella niña le era imposible interpretar, al igual que le sucedió a Francisco? Si esta revelación habla algún lenguaje, ha de ser el bíblico –aunque sea en patois –. Comer hierba nos lleva a aquel pasaje en que se profetiza que «en el Reino de Dios el león y el cordero pasearán juntos, comerán hierba».

Que Bernardette coma hierba es, no tanto que la coma materialmente, sino que todos sus devotos edifiquen a su alrededor la paz y el amor, que logren que los poderosos no estrujen a los débiles y todos sepan encontrar una convivencia armoniosa, gozosa y fructífera.

En ese lenguaje simbólico-bíblico besar la tierra sería, con esta expresión de amor, hacer las paces con la Creación, con el Universo todo. Rechazando todas las manifestaciones de maniqueísmo que tanto inficionaban las corrientes espirituales francesas del siglo pasado, llenas de resabios, además, jansenistas.

La creación está hecha por Dios y es buena; todo el mal uso de la libertad por parte de los hombres, no ha podido convertirla en mala –como en cambio sostienen las corrientes protestantes–. Por eso María, resumen e imagen de la misma, puede ser precisamente inmaculada. Por eso Dios puede encarnarse en esa creación...

Besar la tierra es, pues, destruir cualquier poso de docetismo. Lavarse con agua es la ley de sumergirse en esta Creación que nos acoge para rescatarnos, purificados, gracias a la presencia de Dios mismo, en la entraña de la propia Creación; y no por panteísmo, sino por Gracia.

Beber agua, como comer hierba, es renunciar a la embriaguez que ocasiona toda clase de pendencias, de desórdenes y pérdida de los sentidos y de la recta voluntad. Beber agua es ser pacífico y amistoso.

Bernardette nos transmite, pues, que hemos de abrazar el Universo porque es bueno; sentirnos parte de él y no pretender evasiones angélicas y poner todo nuestro esfuerzo en la paz y en el amor de toda la humanidad.

¿Es acaso todo esto folclórico y anacrónico? Creo que no. Más bien me parece tremendamente urgente y actual. Es como una esperanza que nos espolease para que el amarnos sea un poco más realidad.

¡SÍ, AHÍ ESTÁ DIOS!


Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net
¡Sí, ahí está Dios!
A Dios lo encontramos en todas las circunstancias de nuestra vida, sólo tenemos que mirarlo.


Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... .

martes, 8 de febrero de 2011

JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS


Juan Pablo II y los Derechos Humanos
El Papa que defendió a los débiles frente a los poderosos


Por Rafael Navarro-Valls

MADRID, lunes 7 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos una nueva contribución en nuestra sección Observatorio Jurídico, sobre libertad, cuestiones relacionadas con los derechos humanos y su relación con la antropología y la fe cristianas, que dirige el español Rafael Navarro – Valls, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.

* * * * *

El anuncio de la próxima beatificación de Juan Pablo II no solamente ha alegrado a los católicos. También muchas otras personas – de distinta fe o de ninguna – han visto con satisfacción esa noticia. Por lo que he podido comprobar, su punto de coincidencia con el papa viajero ha sido su constante insistencia en los derechos humanos.

Su tenaz reiteración de que “los derechos del hombre son también derechos de Dios”, atrajo la atención de cientos de miles de personas. Atención que se convirtió en respeto al comprobar que Juan Pablo II no se limitaba a decir frases bellas, también las vivía. Cuando lo vimos abrazando a los desheredados de las favelas brasileñas, a los moribundos de los hospitales de Calcuta o a los enfermos de sida en muchos países de Africa, supimos que Juan Pablo II estaba llenando de contenido la expresión “derechos humanos”.

Así lo entendió el diario La Repubblica cuando, hace unos años, lo calificaba de “portavoz planetario de los derechos humanos”. Portavoz no solo en sus encíclicas, sino también en la palestra diaria, que es donde se juega el ser o no de la dignidad de la persona. Pide a Castro – y lo logró- la libertad de trescientos presos políticos. Intercede ante el gobernador de una penitenciaría tejana por la vida de un recluso condenado a muerte: lo rescata in extremis de la inyección letal. Condena ante la puerta de Brandeburgo a las dictaduras que la convirtieron en un muro o que fueron escenario de sus paradas militares. Es una de las pocas autoridades mundiales que se atreve a decir que “ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano inocente, no hay privilegios ni excepciones para nadie”. Su rechazo de cualquier forma de racismo – incluido el cromosómico, que tiende a eliminar vidas afectadas por el síndrome de Down – es frontal. Hizo de su vida una cruzada constante de lo que llamó la “conjura contra la vida”, que veía en el cuadro más amplio de una “guerra de los poderosos contra los débiles”.

Cuando el 1 de mayo Benedicto XVI beatifique a Juan Pablo II lo estará haciendo con un hombre que no sólo intentó amar a Dios sobre todas las cosas, sino que captó con toda intensidad su reflejo en la criatura humana. De ahí que no cesara de denunciar los grandes escándalos del tiempo que vivió: los genocidios y los crímenes contra la humanidad; la tortura y la pobreza; las agresiones contra las libertades cívicas, los derechos políticos o los económico; los ataques contra el derecho a la vida o la discriminación de las minorías, incluidas las religiosas. Tenía razón Time Magazine cuando, al declararlo “hombre del año”, subrayaba que Karol Wojtyla proclamó con una rectitud – que sus adversarios llamarán temeridad – su idea del bien, urgiendo al mundo a seguirla.

El relativismo está lanzando su larga sombra también sobre los derechos humanos. Para Juan Pablo II, en esta materia no podemos dejarnos coaccionar por el “chantaje de la duda”: nos encontramos en un punto de no retorno, pues el hombre es algo más que un complejo maleable de electrones y protones, apto para ser manipulado, torturado o eliminado.

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