domingo, 21 de julio de 2019

LO NECESARIO Y LO URGENTE


Lo necesario y lo urgente



Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.

María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».

Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.



(Padre José Antonio Pagola)

CONSERVA LA CALMA


Conserva la calma



Defiende y cultiva la paz en tu corazón, porque es el clima indispensable para crecer en plenitud en todas las dimensiones de tu vida. Vigila cuanto entra en tu corazón para que no se infiltre en él el polvo de la ansiedad, el ácido de la irritación, o el veneno del odio. Gozar de la paz profunda del alma merece estar en permanente alerta.

En los momentos críticos aprende a conservar la calma, de modo que tus decisiones sean justas y sabias. En lugar de exasperarte y dejarte dominar por la ira, cállate porque el silencio aquieta. Respira profundamente y ora. Ganas serenidad si cierras tus ojos y te ves en un lugar paradisíaco, mientras repites pensamientos positivos. Recuerda que Dios está en tu corazón y estarás tranquilo sin desesperarte. La ira es fuente de males casi siempre más graves que aquellos que la causan. Corta las raíces de la irritación: ¿Cómo podrás apagar el incendio de la ira si lo alimentas con la leña del fanatismo, el rencor o la soberbia? El hombre espiritual es dueño de sí mismo ante la adversidad.

¿No has comprobado que una palabra dura dicha en un acceso de ira te trajo semanas de amargura? Un refrán tibetano afirma: “la paciencia en un momento de enojo te evitará cien días de dolor”. Cada día pídele al Señor toda la paciencia que necesites. Dile “Concédeme hoy fortaleza, paciencia y serenidad. Que nada ni nadie me perturbe”.



* Enviado por el P. Natalio

MARÍA MAGDALENA: LA PECADORA ARREPENTIDA


María Magdalena: La pecadora arrepentida
De no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy


Por: n/a | Fuente: Alfa y Omega // ArchiMadrid.org 




Era «una mujer pecadora que había en la ciudad» y se le perdonaron los pecados «porque había amado mucho».

El relato de san Lucas (7, 36-50) introduce a esta mujer en la historia de los hombres y ya estará en ella hasta el fin; de no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy; su vida habría pasado como un anónimo de baja calidad olvidado por todos. Leyendo la escena de lo que pasó en casa de Simón no se descubre su nombre; fue una delicadeza de autor tan humano y fino que no quiso ponerla en evidencia. Hizo bien, porque como la malicia de los hombres y mujeres con sus evidentes debilidades no tienen nada de atractivo ni de originalidad, prefirió resaltar la misericordia sin límite de Jesús. Luego, cuando ya no tuviera dentro «los siete demonios» que tuvo, sí sería oportuno escribir el nombre de María Magdalena, como hace Lucas en el capítulo siguiente.

Sin que pueda afirmarse de modo absoluto la identidad entre María Magdalena, la pecadora sin nombre, con la hermana de Lázaro y de Marta que se llamaba María a la que habría de suponer una época de extravíos juveniles, parece que la coincidencia de rasgos comunes en los relatos evangélicos –preferencia por los pies de Jesús y ser amiga de ungüentos perfumados–, justifican la fusión que de ambas figuras hace la tradición cristiana como queda expresada en la liturgia y en el martirologio.

Quizá fue un reproche de Jesús lo que la llevó al cambio, pero no lo sabemos; o a lo mejor fue una mirada de Jesús encontrada en alguno de aquellos momentos en los que la había situado su curiosidad por desear ver al joven Rabí de Nazaret; o la afirmación agresiva que hizo Jesús –para aclarar la mente de los que pensaban que eran buenos– de que «los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de los Cielos». El caso es que comenzó a sentirse incómoda consigo misma desde que le escuchó aquello de «bienaventurados los limpios» que verían a Dios. Hablaba mucho Jesús de la misericordia divina y, sin poderlo explicar, María no podía distraerse del deseo vehemente de estar cercana; le parecía que nadie hasta entonces entendía tanto de las profundidades de ese corazón bueno de Dios y ella comenzó a notar en su interior un deseo acuciante de bondad y de bien. El Nazareno disfrutaba hablando de la misericordia divina con los pecadores, rompió las reglas de juego admitiendo entre sus amigos a indeseables, y hasta dijo aquella verdad de que el médico está para los enfermos, que lo sanos no lo necesitan. María se siente colocada frente a sí misma; comenzó a darle asco su vida. La enseñanza variopinta del Maestro hablaba del padre bueno que espera la vuelta del hijo que se fue, y del pastor que busca cuidadoso a la oveja que se extravió. La de Magdala ya no se soporta; no puede sufrir el pensamiento de su propio espectáculo a pesar de su ansia vehemente de triunfos y halagos; se rebela contra su situación actual al tiempo que escucha a Jesús que hablaba de Dios –el mismo de siempre, pero sin palo–, como un padre lleno de comprensión. La mujer siente su orgullo encabritado, pero la gracia va abriéndose camino; solo hacía falta querer dar un paso, porque los pecados pesan ahora como una atadura insoportable.

Ni se lo pensó. Entró como a escondidas con un vaso de alabastro lleno de perfume, sin deseo de llamar la atención, y sin conseguir pasar desapercibida. Quiso pedir perdón y no pudo; se arrastró; no le salían palabras; solo es capaz de llorar, besar los pies y secar lo mojado con sus cabellos manejados con arte. Aturdida por tan extraña situación, le pareció oír que el joven Rabí la defendía de Simón con palabras pausadas y voz serena. Después vino el gozo al escuchar «tu fe te ha salvado, vete en paz».

Libre y renovada, flotando en bondad, se une al grupo de mujeres que le asisten en el ministerio mesiánico, y ya no dejará jamás a Jesús, ni siquiera cuando le escuche que deberá comer su carne y beber su sangre, ni se unirá a la cobarde deserción de sus amigos en el momento del Calvario. Vive una felicidad indecible.

Galilea, Judea, Decápolis y Fenicia. En Judea, el ambiente se iba enrareciendo; ella no sintió miedo, ni entendió cómo podían tenerlo los discípulos. Pero aquello pasó, aunque María no lo tuviera previsto y hasta le pareciera la pesadilla de un sueño embustero, ¡habían apresado al Maestro! Si solo ha hecho el bien, si es tan bueno, si no hizo mal, si ayuda a los pobres, si se desvive por los enfermos, si dice verdades, si habla del Cielo… Su actuación fue la misma por todas partes. ¿No curó al paralítico? ¿Qué hizo con el ciego? ¿No sanó leprosos? ¡Dio vida a la niña, al chico de Naín, a Lázaro! Alimentó a miles con pocos panes y peces, libró a endemoniados… tantas y tantos vivían contentos gracias e él.

Ya han levantado la cruz. El Gólgota está oscuro y con truenos. Se le escucha perdonando, que es lo suyo. Y hace promesa del Reino al ladrón y asesino que se arrepiente; sí, ese es su estilo. María mira y no entiende, mira y se avergüenza. La antigua profecía: «Mi siervo ha tomado sobre sí los pecados de todos» fue como un relámpago en su mente que le hizo entrever algo del misterio. Era descubrir el precio de sus pecados, la malicia de sus hechos. Y muchas lágrimas, algún grito, todo es desconsuelo mientras hipa a moco tendido. La mano de la madre del crucificado puesta en su hombro venía a darle paz; el rostro de aquella mujer con lloro sosegado le hizo entender que no tenía derecho a expresar más dolor del que sufría la propia madre del muerto.

Cuando lo desclavaron y lo bajaron, casi no tuvieron tiempo para prepararlo y así lo tuvieron que enterrar. María Magdalena tiene la cabeza confusa y lleva un propósito en el pecho: cuando pasase el descanso sabático, moriría al lado de Jesús, quedándose junto al sepulcro.

Allá iba el domingo entre dos luces, con más ungüentos aromáticos, acompañada de un grupo pequeño de mujeres. La puerta está abierta, ¡han violado la tumba y no está su cuerpo! Corre al cenáculo y corren también Juan y Pedro. Todos se alborotan y regresan con el corazón en un puño, plasmada la incertidumbre en los rostros y con más miedo dentro. María se queda sola con su desventura; ya no le queda ni siquiera el cuerpo de Jesús muerto.

Le dice al hortelano que lo buscará y lo traerá. Solo una palabra en tono especial la revuelve para poder ella responder de modo increíble a lo humano: Rabboni, Maestro mío. Hay un nuevo intento de agarrarse a sus pies y la alegría indescriptible de testificar como un huracán que ha visto vivo al que estuvo muerto.

A partir de este momento, ya no se vuelve a hablar en el Evangelio más de María Magdalena.

Después quedó la leyenda –clara en sus justos términos– parloteando de sus posibles, imaginados o deseados pasos por el mundo, apartada en el desierto o llegando en diáspora judía hasta las playas de Marsella. Yo prefiero quedarme con la estampa que cierra su vida el Evangelio hasta que la salude personalmente en el cielo. ¿Podrá hacerse eso?

PAPA FRANCISCO LLAMA A LOS CRISTIANOS A CONJUGAR CONTEMPLACIÓN Y ACCIÓN EN SU VIDA DE FE


El Papa llama a los cristianos a conjugar contemplación y acción en su vida de fe
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco invitó a los cristianos a conjugar “contemplación y acción” y asumir así la enseñanza de Jesús sobre la actitud del creyente.

En su reflexión previa al rezo del Ángelus este domingo 21 de julio en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre comentó cómo en el Evangelio del domingo el evangelista San Lucas narra la visita de Jesús a la casa de Marte y de María, las hermanas de su amigo Lázaro.

“Ellas lo acogen y María se sienta a sus pies para escucharlo; deja aquello que estaba haciendo para estar cerca de Jesús: no quiere perderse ninguna de sus palabras”, contó.

Francisco llamó a imitar a María, la hermana de Lázaro porque “también para cada uno de nosotros, como para María, no debería haber ninguna ocupación o preocupación que pueda tenernos alejados del Maestro divino”.

“Todo se deja de lado para que cuando venga Él a visitarnos en nuestra vida, su presencia y su palabra llegan antes que cualquier cosa”, señaló.

Subrayó que “el Señor nos sorprende siempre: cuando nos ponemos a escucharlo verdaderamente, las nubes se disipan, las dudas dejan su lugar a la verdad, los miedos a la serenidad, y las diferentes situaciones de la vida encuentran su lugar justo”.

La figura de María de Betania a los pies de Jesús, explicó el Papa Francisco, “muestra la actitud orante del creyente que sabe estar en presencia del Maestro para escucharlos y ponerse en sintonía con Él”.

“Se trata de hacer una parada durante la jornada, recogerse en silencio para dejar espacio al Señor que ‘pasa’ y encontrar la valentía de permanecer un poco apartado junto a Él, para, después, regresar con mayor serenidad y eficacia a las cosas de cada día”.

Al alabar el comportamiento de María que, en palabras de Jesús, “eligió la mejor parte”, el Señor “parece repetir a cada uno de nosotros: ‘No te dejes abrumar de las cosas por hacer, sino, escucha antes que nada la voz del Señor para desempeñar bien las obligaciones que la vida te asigna”.

Además de en María, el fragmento evangélico de San Lucas pone el foco en la otra hermana de Lázaro, Marta. “San Lucas dice que fue ella la que alojó a Jesús. Quizás Marta era la mayor de las dos hermanas, no lo sabemos, pero ciertamente esta mujer tenía el carisma de la hospitalidad”.

De hecho, “mientras María escucha a Jesús, ella está ocupada en muchos servicios. Por ello, Jesús le dice: ‘Marta, Marta, tú te afanas y te agitas por muchas cosas’. Con estas palabras Él no trata de condenar la actitud del servicio, sino más bien el afán con que en ocasiones se vive”.

“También nosotros compartimos la preocupación de Santa Marta y, sobre su ejemplo, nos proponemos que, en nuestras familias y en nuestra comunidad, se viva el sentido de la acogida, de la fraternidad para que cada uno pueda sentirse como en casa, especialmente los pequeños y los pobres”.

Por lo tanto, “el Evangelio de hoy nos recuerda que la sabiduría del corazón está, precisamente, en el saber conjugar estos dos elementos: la contemplación y la acción. Marta y María nos indican el camino”.

“Si queremos saborear la vida con alegría, debemos asociar estas dos actitudes: por una parte, el estar a los pies de Jesús, para escucharlo mientras nos desvela el secreto de cada cosa; por otra parte, permanecer dispuestos y preparados en la hospitalidad para cuando Él pase y llame a nuestra puerta, con el rostro del amigo que tiene necesidad de un momento de refrigerio y fraternidad”, concluyó el Papa Francisco.

sábado, 20 de julio de 2019

LECTURAS BÍBLICAS DEL DOMINGO 21 DE JULIO DE 2019


Lecturas de hoy Domingo 16º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Hoy, domingo, 21 de julio de 2019



Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (18,1-10a):

En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo:
«Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo».
Contestaron:
«Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:
«Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían.
Después le dijeron:
«Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó:
«Aquí, en la tienda».
Y uno añadió:
«Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre Sara habrá tenido un hijo».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5 

R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

V/. El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

V/. El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

V/. El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.



Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses
 (1,24-28):

Hermanos:
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):

EN aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 21 de julio de 2019
 Fernando Torres cmf


De la desconfianza a la hospitalidad

      Nuestra cultura es cada vez más desconfiada. Todo lo que sea extraño nos resulta una amenaza. En algunos barrios de las grandes ciudades se ven letreros en las casas donde se avisa de que se llamará a la policía si se ven extraños caminando por la calle. Nuestras casas son cada vez menos abiertas pero también lo son nuestros barrios y nuestras ciudades y nuestros países. La llegada de inmigrantes en busca de trabajo crea desconfianza e inseguridad entre los que ya viven en el país. En general, todo lo que sea extraño y que se salga de lo habitual nos hace sentirnos inseguros y amenazados. Por eso, y no por otra razón, es por lo que aumenta la violencia. A esa violencia se responde con más violencia –aunque en algún caso sea defensiva– y así va creciendo la espiral de la desconfianza, la violencia.

      La propuesta de las lecturas de hoy es otra bien distinta. En línea con el mensaje evangélico del Reino de Dios. Se nos habla de la hospitalidad. La primera lectura, del libro del Génesis, nos muestra a Abrahán, el patriarca, que no sólo acoge a los que le piden hospitalidad sino que suplica a aquellos tres hombres que se queden en su casa y que coman de su mesa. La hospitalidad para aquellos pueblos era un deber sagrado y al visitante se le debía todo el respeto del mundo. Era como si fuera el mismo Dios el que visitaba la casa. Al texto del Evangelio se le han dado muchas explicaciones, pero generalmente se nos ha olvidado la más sencilla: Marta y María acogieron al Señor en su casa. Ese es el punto de partida sin el que aquel pequeño rifi-rafe entre Marta y María nunca habría sucedido. 

      Hoy tendríamos que recuperar la virtud de la hospitalidad. Frente a los vecinos del piso o apartamento de enfrente. Pero también frente a los vecinos del sur que llaman a las puertas de nuestra nación pidiendo un trabajo que les asegure el pan y el futuro a ellos y a sus familias. También frente a los que no creen en nuestra misma religión y frente a los que no pertenecen a nuestra raza ni hablan nuestra lengua. Todos somos hermanos y hermanas. Todos pertenecemos a la familia de Dios. La encarnación de Jesús ha convertido a cada hombre y mujer en el mejor y más pleno sacramento de la presencia de Dios entre nosotros. Acogerlo, compartir con él o con ella lo que tenemos significa acoger al mismo Dios que nos viene a visitar, hacer realidad el Reino en nuestro mundo, dar cumplimiento a la voluntad de Dios que quiere que todos nos sentemos a la misma mesa para compartir la vida que él nos ha regalado. Sólo la hospitalidad, la acogida sincera y abierta, la mano tendida, logrará unir un mundo roto y dividido que parece que sólo es capaz de generar desconfianza y violencia.



Para la reflexión

      ¿Cómo miras y valoras a los que no pertenecen a tu familia, a tu nación, a tu raza? ¿Das por sentado que son peores que los tuyos? ¿Qué valores positivos encuentras en ellos? ¿Qué podrías hacer para establecer relación o amistad con algunos de ellos? ¿Crees que te ayudaría a romper la desconfianza y vencer los prejuicios?

ACEPTARSE A SÍ MISMO


Aceptarse a sí mismo



Acéptate a ti mismo incluso frente a los demás. No tengas miedo, no te dejes paralizar por tus debilidades o carencias. Concéntrate, más bien en tus fortalezas. Acepta ser tú mismo ante los otros tal como eres, con tus luces y sombras. Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato. Lee una graciosa anécdota: dos personas que se enfrentaron, cada una con su fragilidad.

Lord George Byron (1788-1824), famoso poeta inglés, era rengo. Su excesiva vanidad sufría horriblemente con ese defecto. La más pequeña alusión a su renguera lo ponía colérico y mordaz. Cierto día la duquesa de Devonshire, que era bizca, le preguntó: — ¿Cómo anda? Creyendo el poeta que esta pregunta encerraba una burla a su defecto físico, le respondió ásperamente: — ¡Como usted ve!

Recuerda que los demás te necesitan tal como el Señor ha querido que fueras. No conviene que te pongas una máscara o representes una comedia. Puedes decirte a ti mismo: “voy a llevarles algo especial, pues nunca se encontraron ni se encontrarán con alguien como yo; soy una persona única salida de las manos de Dios”. Dios te valora, hazlo tú también.



* Enviado por el P. Natalio

DEJAR DE FUMAR


Dejar de fumar




Ya pasó un tiempo desde que comenzó la campaña para que los ambientes estén libres de humo. La euforia de los no fumadores por acabar con todo rastro de cigarrillo y persona con ganas de fumar pasó.

Mi amigo Flavio aceptó muy bien el tema de no fumar en todos lados, sin embargo, ni se le ocurrió la posibilidad de dejar. Es que ya lo había intentado miles de veces, pero nunca con resultados positivos.

La semana pasada, mientras leía una revista, Flavio se encontró con una nota que decía que el cigarrillo aumenta la impotencia y recordó varias oportunidades en que este problema lo aquejó. Pensó que quizás era eso… (Posiblemente no, pero vamos a dejarlo creer que fue así) y decidió entonces una vez más, dejar de fumar.

Las estadísticas demuestran que la mayor parte de los fumadores (el 70%) desean dejar de fumar. Pero obviamente, no es tan fácil, y cada vez que se recae, aumenta la sensación de fracaso y la resignación.

En cuanto a las mujeres, el consumo se está haciendo cada vez más frecuente y las consecuencias en la salud afectan no sólo a las fumadoras sino a sus hijos y familias.

Según datos de internet, en los países industrializados las mujeres de 40 años dejan de fumar menos que los varones, y las jóvenes empiezan a hacerlo antes que ellos. Esto hace que el consumo de tabaco en las mujeres sea un problema cada vez más preocupante y frecuente.

Se calcula que hay unas 250 millones de fumadoras en todo el mundo. Y sólo en el año 2000 murieron casi un millón de mujeres a causa de enfermedades causadas por el consumo de tabaco. Un dato preocupante es que un informe de la Organización Mundial de la Salud, revela que la Argentina es uno de los países del mundo donde hay más mujeres fumadoras.

El tabaquismo en las mujeres afecta también a los hijos. Fumar en el embarazo es especialmente peligroso porque es a través del cordón umbilical que el feto se alimenta y cuando la madre prende un cigarrillo recibe todas las sustancias tóxicas del humo, incluyendo la nicotina.

Los bebés amamantados por madres fumadoras, pueden sufrir inquietud, insomnio, vómitos, diarreas y succión débil. Y cuando son más grandes las consecuencias pueden derivar en neumonías, bronquitis, asma, otitis, diabetes juvenil, trastornos de aprendizaje, déficit de atención.

Beneficios de dejar de fumar

Para incentivar un poco a quienes deseen dejar el cigarrillo, deben saber que dejar de fumar, en cualquier momento, es beneficioso para la salud a largo plazo, pero también, aseguran los expertos, tiene beneficios inmediatos que se enumeran a continuación (Puede que los tiempos estén un poco exagerados, pero es bueno para incitar a que se deje de fumar)

- A los 20 minutos, la presión arterial regresa a su nivel normal, lo mismo que la frecuencia cardiaca y la temperatura de pies y manos.
- A las 8 horas, la respiración es más profunda y hay una mejor oxigenación pulmonar
- A las 24 horas, disminuye el riesgo de muerte súbita.
- Pasadas 48 horas, se normalizan los sentidos del gusto y del olfato.
- A las 72 horas, se normaliza la función respiratoria.

Dejar de fumar no sólo beneficia la salud sino también a la economía, ya que todo el dinero que gastas en tabaco, si lo dejas, te lo puedes gastar en alguna otra cosa, como premio por no haber prendido un cigarrillo.



Por Romina Faerman

FÁCIL Y DIFÍCIL


Fácil y difícil



Si lo consideras bien, tu vida está llena de desafíos. Con frecuencia las circunstancias te provocan a dar pasos adelante, a no quedarte sino a subir y progresar. Con esta visión descubrirás que, incluso las peores tormentas de la vida, te invitan a cambiar y mejorar. Lee lo que sigue y decídete a afrontar aun lo que se te presenta difícil.

Fácil es soñar todas las noches. Difícil es luchar por un sueño. Fácil es tropezar con una piedra. Difícil es levantarte. Fácil es cometer errores. Difícil es aprender de ellos. Fácil es orar todas las noches. Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas. Fácil es criticar a los demás. Difícil es mejorar uno mismo. Fácil es pensar en mejorar. Difícil es poner en acción lo pensado. Fácil es prometerle a alguien algo. Difícil es cumplir esa promesa.

Aprender de los errores, encontrar a Dios en las cosas pequeñas, luchar por un sueño, son otros tantos desafíos a superar la mediocridad y el estancamiento. Que no dramatices las dificultades, porque normalmente son fantasmas de la imaginación que racionaliza nuestras cobardías para no salir de la fácil rutina. ¡Ánimo, sé valiente y confía en el Señor!



* Enviado por el P. Natalio

PENSAMIENTOS CRISTIANOS EN IMÁGENES - PADRE SAM




































UNA VOCACIÓN QUE PUEDE SER LA DE TU HIJO


Una vocación que puede ser la de tu hijo
La vocación sacerdotal, un llamado al diálogo con Cristo que debe ser apoyado con amor por la familia


Por: Card. Juan Sandoval Iñiguez | Fuente: 27 de marzo de 2001 




El seminario es la institución más importante de una diócesis. Es el corazón de la diócesis, es la niña de los ojos del obispo, porque en el seminario está la esperanza. Las comunidades cristianas crecerán si hay pastores y si los pastores son santos, según el corazón de Dios. Sin sacerdotes no hay Eucaristía, no hay el perdón de los pecados por el sacramento de la reconciliación y no hay organización estable y permanente de la Iglesia.

El seminario es una obra mucho muy importante. A nosotros, los obispos, se nos ha dicho, una y otra vez, que debemos cuidar más que todo en la diócesis el seminario. El obispo debe ser un padre cercano, un amigo de los formadores que los alienta en su trabajo, alguien que está dispuesto a sacrificarlo todo por el bien del seminario. Se nos pide a los obispos que nos dediquemos a la formación de los futuros sacerdotes, a los mejores sacerdotes, que tal vez podrían hacer mucho fruto en otros campos del apostolado de la Iglesia. Pero deben ir al seminario aquellos sacerdotes más virtuosos y capacitados para llevar adelante la obra de la formación sacerdotal.


Quisiera decir una palabra a los formadores, una palabra de comprensión y de aliento y de cariño de parte de sus obispos, interpretando, yo que fui formador y que ahora soy obispo, los sentimientos que ellos pueden tener. El trabajo de los formadores en el seminario es un trabajo valiosísimo para la Iglesia de Dios. Es un trabajo eminentemente pastoral, porque se trata de formar a los pastores del pueblo de Dios. Es un trabajo que tiene prioridad y que requiere que los formadores en el seminario se dediquen a tiempo completo, con todo su corazón, con todo su amor y con todo su entusiasmo, dentro, no fuera del seminario, a acompañar a los alumnos, para conocerlos uno por uno, como el Buen Pastor conoce a sus ovejas y para poder dar el día que se requiera un testimonio fundado, objetivo, seguro, de su idoneidad.

Quisiera decirles a los formadores que sientan que nuestro Señor Dios los ha llamado a un trabajo excepcionalmente importante, que tal vez no tenga muchas compensaciones humanas, como las puede tener el ministerio en las parroquias, pero que es de primera importancia para la diócesis y para la edificación del Reino de Dios. Que estén de corazón en el seminario, que se dediquen a la formación de los alumnos en la ciencia y en la virtud y que todo esto sea acompañado con el buen ejemplo.

Los sacerdotes en el seminario tendrán eficacia en su formación, labor de formadores, si a la formación acompañan el ejemplo de su vida.

A ustedes, queridos alumnos, quisiera decirles aquí, delante del pueblo de Dios, que se entreguen a Nuestro Señor Jesucristo, que hagan con El un compromiso personal, o como dice el Papa en su Carta a la Iglesia en América, hagan el encuentro personal y vivo con Jesucristo, el Señor. El es el que los ha llamado a trabajar en su viña, El los ha distinguido a ustedes con una vocación que tiene, como ya saben, raíces eternas. Desde que Dios es Dios, pensó en ustedes y pensó invitarlos a trabajar en la viña.

Es el Señor quien nos ha elegido y con El tenemos un compromiso de respuesta generosa. En el seminario no se trata de pasar años. Esos se pasan fácilmente. La vida nos va empujando. Se trata de formarse, es decir, de adelantar en la configuración con Jesucristo nuestro Señor, Buen Pastor. Y de copiar en nuestras vidas las actitudes, los sentimientos, las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo, la obediencia al Padre Celestial, para poder decirle en todo momento al Padre Dios que se haga su voluntad en nuestras vidas, la humildad, que reconoce los defectos propios y pide la Gracia de Dios para la obra que los encomienda, la caridad ardiente al pueblo de Dios para servirlo y la laboriosidad y el olvido de sí mismo en el trabajo apostólico.

Decídanse pronto a servir a Nuestro Señor Dios. No pasen los años del seminario en la indefinición. Los años de la indefinición son años perdidos, porque no se entregan a Cristo, ni copian en El ni en ustedes las virtudes del Señor. Mantengan todos los días de la vida el diálogo de la vocación, porque la vocación es un diálogo permanente con Cristo nuestro Señor. El que los llamó los trajo de su casa a través de su piadosa madre, del catequista, de la catequista, del maestro, los llamó y ustedes le dijeron que sí. Y ahora que están en el seminario, el diálogo de la vocación sigue adelante, el Señor los llama todos los días al amor, a la entrega, a la generosidad, y ustedes le van respondiendo y mientras más le responden, más les llama Dios. Y cuando dejan de responderle y se hace costumbre no responderle al Señor, en las cosas pequeñas y ordinarias de todos los días, el Señor va silenciando y apagando su voz, hasta que un día puede darse que el Señor deje de llamar y deje que el hombre se aparte de El y frustre su destino. Si el Señor los llamó a su servicio, esa es su felicidad, esa es su realización, ese es su destino: servir al Señor con íntegra vida y con íntegro corazón y tiempo, consagrados para el Señor.

Es muy importante también que el pueblo de Dios sepa apreciar debidamente el Sacerdocio de Cristo y la vida consagrada, que lo sepan apreciar.

Y esto lo digo por una experiencia de muchos años, donde al contacto con los seminaristas me di cuenta de las distintas actitudes de las familias. Hay en las familias cristianas de nuestro México actitudes muy diversas con respecto a la vocación. Hay quienes estiman mucho tener un hijo, un hermano, un pariente sacerdote. Lo quieren de corazón, lo desean, y lo piden a Dios y apoyan y ayudan. Hay familias indiferentes, que les da lo mismo si hay un sacerdote en su familia o si no los hay. Y hay familias que se dicen cristianas, pero se oponen a la vocación de sus hijos, porque llamándose familias cristianas tienen vidas puramente temporales, o sea, que no ven más allá hacia la eternidad ni hacia la voluntad de Dios y lo único que piensan es en este mundo y en que su hijo consiga una carrera y un título, en el cual pueda hacerse rico. Y en términos así, sencillos y ordinarios, le dicen al hijo: "¿Para qué te metes de cura? Ahí no vas a ganar nada". Todo el interés está en la ventaja temporal en este mundo. Eso no es ser creyente, eso no es ser cristiano. Y hay familias que se oponen cerradamente a la vocación de sus hijos. Si va a ser seminarista, le dicen: "conmigo no cuentes". Y si va a ser monja, la desconocen y la apartan del afecto y del trato de la familia, porque no les interesa aquello, olvidándose de que los hijos no son propiedad de la familia. El dueño es el Señor. El destino de los hijos en definitiva lo fija el Señor Dios Todopoderoso. El es el que fija el destino y el que da la vocación, y la familia debe, cuando es creyente y temerosa de Dios, tratar de conocer la voluntad de Dios y secundarla amorosamente.

La vocación es un don de Dios y hay que creer, si deveras tenemos fe, que el Señor tiene un destino para cada quien, una vocación para cada uno y la puede tener para sus hijos. Y cuando se manifiesta el designio de Dios sobre alguno de tu familia, no te opongas, porque te vas a enfrentar con el juicio del Señor. ¿Cómo puede ser católico y cristiano uno que contradice la vocación de sus hijos? Y ustedes, familias cristianas, sepan que la vocación viene de Dios, viene por caminos muy ordinarios. Eternamente Dios escogió a alguien y en el tiempo lo llama y se vale de cualquier cosa para llamar: de una buena madre, de un buen catequista, de un buen maestro, de un buen sacerdote, etcétera, se vale el Señor para llamar. Pero siempre la llamada es del Señor.


Texto parcial de la homilía que pronunciada por el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, durante la misa de clausura por la celebración del 250 aniversario de la fundación del Seminario Conciliar de Yucatán.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SÁBADO 20 DE JULIO DE 2019


Lecturas de hoy Sábado de la 15ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, sábado, 20 de julio de 2019


Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12,37-42):

En aquellos días, los israelitas marcharon de Ramsés hacia Sucot: eran seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños; y les seguía una multitud inmensa, con ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado. Cocieron la masa que habían sacado de Egipto, haciendo hogazas de pan ázimo, pues no había fermentado, porque los egipcios los echaban y no los dejaban detenerse; y tampoco se llevaron provisiones. La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años. Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto las legiones del Señor. Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las generaciones. 

Palabra de Dios


Salmo
Sal 135,1.23-24.10-12.13-15

R/. Porque es eterna su misericordia

En nuestra humillación, se acordó de nosotros. R/.

Y nos libró de nuestros opresores. R/. 

Él hirió a Egipto en sus primogénitos. R/.

Y sacó a Israel de aquel país. R/.

Con mano poderosa, con brazo extendido. R/.

Él dividió en dos partes el mar Rojo. R/.

Y condujo por en medio a Israel. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy sábado, 20 de julio de 2019
 Juan Lozano, cmf


Querido amigo/a:

¿Qué ha hecho Dios por ti? ¿Serías capaz de hacer una lista de todas aquellas acciones amorosas de Dios a través de las cuales te ha ido cuidando desde el seno materno? No. De todas no puedes porque no eres consciente. ¿Serías capaz de recordar algunos acontecimientos de salvación, de traer a la memoria a algunos ángeles (personas) que han sido mensajeros de Dios y que te ayudaron a encontrarte con Él, que fueron guías y luces en tu vida? Estoy seguro que si te pusieras en oración prolongada, un día de retiro, de desierto y orases con esta intención: “Señor ayúdame a ser consciente de todo aquello que has hecho por mi”, te llevarías alguna sorpresa agradable.

Fíjate en el salmo 135 que nos propone hoy la liturgia de la Palabra. Va enumerando los distintas situaciones en las que Dios ha sido amoroso con su pueblo: En nuestra humillación se acordó de nosotros; nos libró de nuestros opresores; con mano poderosa, con brazo extendido… Y la antífona va contestando: Porque es eterna su misericordia. Te propongo que en tu oración de hoy escribas tu propio salmo trayendo a la memoria y al corazón las acciones amorosas que Dios ha ido haciendo en ti desde que tienes uso de razón, y alábale orando con la antífona del salmo … porque es eterna su misericordia.

La lectura del Éxodo es lo que hace, recordar la acción amorosa de Dios para con su pueblo al liberarlo de la esclavitud. Y el Evangelio nos recuerda la última y mayor acción amorosa que Dios nos ha hecho: darnos a su Hijo. Así reza el evangelista Mateo parafraseando al profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.

Hoy es sábado. Que María Madre de Jesús y Madre nuestra interceda por nosotros para que tengamos un corazón agradecido que sepa cantar las maravillas del Señor en nuestra vida como ella hizo en el Magníficat.

Vuestro hermano en la fe:  
Juan Lozano, cmf.

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