Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable.
Es el Amor con mayúscula. Dios es Amor. La Belleza misma la Santidad
-el tres veces santo- el todopoderoso, creador de los cielos y la
tierra.
Cuando uno ve a una persona buena, santa, poderosa, amorosa, muy
bella se entusiasma con ella, se enamora de ella. El que conoce a Dios
no puede menos de enloquecer de amor por Él.
"Tarde te amé, Oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé".
San Agustín. Esta frase de San Agustín dice muchas cosas: Primera que
Dios es de una belleza inmarcesible. A veces uno se enamora de un ostro
de una persona que no quisiera que envejeciese, que mantuviese siempre
la misma frescura, la misma juventud, idéntica sonrisa. Pero, por
desgracia, las personas avanzan en edad, salen canas, arrugas, obesidad,
arrugas en la frente y en el alma. Algunos podría n decir: Esta no es
la persona de la que yo me enamoré. Ha cambiado demasiado.
Segundo, que uno es un pobre desgraciado cuando se enamora de
todo menos de Dios. Por eso dice dos veces la palabra triste tarde,
demasiado tarde. Y realmente es cierto. Los minutos, los años en que uno
no ama a Dios son perdidos miserablemente. Si no he amado a Dios ¿qué
he estado haciendo? Lo mínimo es perder tiempo y vida.
Cuantos de nosotros deberíamos decir como el santo: Tarde te amé, oh
belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y, tal vez, algunos
tengan que decir: Nunca te amé, nunca te conocí. !Qué triste es esto!.
Y porque a ti sólo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma
y con todas mis fuerzas. Por ser mi Creador, mi Redentor, y por haberme
destinado al cielo.
Te amo porque me has amado Tú primero.
Esto es fantástico -El nos amó primero a
cada uno. Desde siempre, desde toda la eternidad.
No me consultaste par darme la vida...
Porque me amaste, me creaste, me diste la existencia.
Pero no me creaste para la desdicha, para la mediocridad, sino para ser santo, feliz, para hacer algo grande en este mundo.
La aventura más grande es amar a Dios con todo el corazón...
Y al prójimo por amor a El.
No amar a Dios es la desgracia mayor.
Pero amar es darse, es cumplir la voluntad del amado, su voluntad.
"Él nos amó primero", nos recuerda San Juan. Te amé con un amor eterno.
Te amo porque me has redimido del pecado.
Librar al amado de su peor enfermedad, más aun de su muerte, de su verdadero mal, de su eterna condenación.
Gran amor representa.
Y cuál ha sido el precio. Dios envió al mundo a su Hijo no para
condenar al mundo, sino para salvarlo, no para condenarte sino para
salvarte. Debes saberlo.
La respuesta debiera ser como al de santa Teresa. "Tengo una vida y
entera se la doy; pero si mil vidas tuviera, las mil se las daba".
El bautismo, la confesión son sacramentos de amor, porque son los sacramentos del reencuentro con el hijo pródigo.
"Daos cuenta de que no habéis sido rescatados con oro o plata, sino al precio de la sangre de Cristo".
Por eso decía San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada, si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo"
Cuando uno se santigua se recuerda a sí mismo y recuerda a los demás
que es seguidor de un gran jefe, de Jesucristo y pertenece a la
religión del crucificado, la religión del amor. Cada vez que uno se
santigua equivale a repetir las palabras de San Pablo: "Líbreme Dios de
gloriarme en nada..."
Esconderse cuando se santigua significa que se avergüenza de ser cristiano. Soy cristiano y a mucha honra.
Librarnos del pecado es librarnos del infierno merecido por ese
pecado. Mucho te ha de querer quien de tanta desgracia te ha librado. Y
mucho más te ha de que querer quien, además de libarte del eterno dolor,
te ha regalado la eterna felicidad.
¿Quién es esa persona, dónde vive, cómo se llama? Me muero por
verlo, tengo que ser su amigo, quiero amarlo por siempre... y sabemos
que es Jesús.
Te amo porque me has abierto las puertas de tu Reino
Lo más grande que podía regalarnos. Dios no tiene una cosa más
grande que darnos que el cielo, su cielo, donde Él vive y es
infinitamente feliz.
Las puertas de ese cielo estaban cerradas. Cristo nos las ha abierto. La felicidad de Dios la participaremos.
Los que nos han precedido en el camino nos dicen: "Es verdad...vengan".
San Pablo, que vio el cielo: "Todo lo que su sufre en este mundo es nada..."
No tienes razón cuando piensas y dices: Me piden demasiado. La verdad, hermano, es que nos piden demasiado poco.
"Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el
cielo." Si esta no es tu máxima alegría, no sabes qué es el cielo.
Te invito en este momento a que te sientas muy alegre de que tienes
tu nombre escrito en la lista del cielo. Alégrate, sí, más que de
todas las demás cosas.
¿Cuántas veces te ha regalado Jesucristo el cielo? Con cada pecado
mortal lo has perdido. Con cada absolución te lo han devuelto. ¿Cuántas
veces has perdido el cielo, pobre hombre, pobre mujer? ¿Cuántas veces
te han vuelto a dar el cielo, hombre afortunado, mujer afortunada?
Te amo porque me has hecho hijo de Dios
Decía Jesús. "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los
cielos". No fue un santo, ni siquiera la Virgen María quienes nos
indicaron que rezáramos así, sino su propio Hijo, Jesús. Mi Padre me ha
pedido que les enseñe a orar así: "Padre nuestro que estás en el
cielo..." Jesús podría haberle dicho con toda razón: Padre, soy tu hijo
único, ¿cómo que ahora voy a ser hermano de todos los hombres? Además,
no sé si te has fijado cómo se portan muchos de ellos. ¿Vas a caso a
repartirles la herencia del cielo?
No, Jesús le dijo: Bendito seas, Padre mío, porque quieres además
de tu hijo divino, hacer hijos tuyos también a cada uno de los hombres.
Yo soy, me declaro hermano de cada uno de ellos. Esto lo dijo Jesús,
está en el Evangelio, a través de María Magdalena: "Ve a decirles a mis
hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios".
De la herencia también habló: "En la casa de mi padre hay muchas
moradas, Voy a prepararos un lugar". Con qué profunda emoción les dijo
Jesus esta noticia a los apóstoles y a cada uno de nosotros. Voy a
prepararos un lugar.
Debemos atrevernos a rezar el Padrenuestro como Jesús quería que lo
rezáramos: Decidlo, sentidlo, amadlo, tened una total confianza.
Desconocer el amor de ese Padre es la desgracia mayor del mundo.
Debemos enseñar a los hombres que Dios es su Padre. Porque no lo saben, no lo creen, no se lo imaginan.
Evangelizar no es sólo explicar las hermosas realidades de la religión sino hacérselas creer, sentir, experimentar.
Te amo porque me has enriquecido con el Espíritu Santo
Paráclito: consolador, santificador, es decir que nos guía hacia la santidad y hacia la vida eterna.
Bueno, ¿y dónde está el Espíritu Santo?
Responde San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?
También Jesús lo afirmaba: Si alguno me ama, mi Padre lo amará y
vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Las tres divinas
personas.
El alma que vive en gracia es un templo de la Santísima Trinidad, de las tres divinas personas.
Se le llama, por esta razón, el divino huésped del alma.
Es el Don por excelencia; es el amor infinito de Dios que vive en
nosotros y para nosotros. Para realizar el plan de amor de Dios en
nosotros: hacernos, hombres y mujeres fieles, cristianos felices, santos
y llevarnos al cielo para toda la eternidad.
Te amo, porque me has entregado a tu Madre al pie de la cruz.
¡Qué amor tan delicado, tan sincero, tan fino! María es su joya, su
criatura predilecta, su Madre bendita...Pues no quiso quedársela para
sí.
Es madre nuestra con todo derecho porque nos la han dado.
Podemos y debemos, por tanto, llamarla madre nuestra.
Corredentora: Jesús ha querido que, de manera semejante a Él,
sufriera terriblemente y colaborara así a la redención, a nuestra
redención, a la mía.
Aquí no me malentiendan los hermanos evangélicos. Pues, si San Pablo
completaba en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo, quiere
decir que todos colaboramos al menos con alguna partecita. Pero María
más que nadie.
Jesús nos la dio: El regalo en sí mismo es extraordinario, único.
Pero nos la dio con un grandísimo amor.
Y María ha aceptado ser madre de cada uno de nosotros con una
obediencia perfecta y con un cariño inmenso que no podemos ni medir.
Bendito el momento en que Jesús decidió darme a su Madre como Madre Mía.
Después de la alegría de ser hijo de Dios, la más entrañable felicidad es tener como madre a María.
Te amo por el don de la fe católica
Si estimáramos la fe como los santos..."Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe", está dicho.
El justo, el santo, vive de la fe, es decir, de lo que le ha dicho Dios a través de su Revelación.
La fe debe ser viva y operante, no mortecina ni somnolienta.
Por ejemplo, si al comulgar tú crees profundamente en que en ese pan
consagrado está realmente Jesucristo, el día no puede de ninguna manera
ser triste o malo. Has recibido a Dios.
Tener fe es ver todas las cosas con los ojos con los que ve Dios.
Si no tuviéramos fe, seriamos muy desgraciados... En realidad los
que no tienen fe, ¿qué sentido encontrarán al dolor, a la muerte, al
después de la muerte? Si no se tiene fe ¿qué sentido tiene la misma
vida, el vivir, el amar, el cumplir con las reglas de la moral? Sin fe
todo se tambalea.
La mejor forma de agradecer la fe a Dios consiste en transmitirla,
en comunicarla a otros. En reanimar la fe de los que la tienen medio
dormida o medio muerta. Hay muchos hermanos nuestros que pierden la fe,
la están perdiendo, por falta de alguien que les ayude a vivirla con
pasión.
Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Ojalá ayudemos a
algunos a recuperarla, a volver a la casa del padre de la que nunca
debieran haber salido.
Te amo porque te has quedado conmigo en el sagrario.
Jesús ha cumplido su promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. ¿Cómo? En la Eucaristía.
Yo animo a todos esos hermanos y hermanas nuestras que tienen gran
devoción a la Eucaristía, que comulgan con devoción, hacen adoración al
Santísimo, lo visitan en el tabernáculo, hacen procesiones con el
Santísimo. Nos recordaba Nuestro querido Benedicto XVI que la primera
procesión con el Santísimo fue la de María cuando fue a visitar a su
Prima santa Isabel llevando en sus purísimas entrañas a Jesús. Con eso
quedan las procesiones santificadas.
No cuesta nada visitarlo, ir a pedirle favores. Necesitamos ir al
Sagrario más que al súper: Porque en el súper conseguimos alimentos para
el cuerpo, pero en el Sagrario alimento para el alma: "Venid a Mí todos
los que andáis fatigados y abrumados por la carga y Yo os aliviare".
¿Creen que Jesus dijo esto por decirlo nada más?
No tengo tiempo de visitarlo, porque tengo que hacer tanto por Él.
Soy un apóstol tan celoso y tan ocupado que no tengo tiempo para rezar,
para ir a la Iglesia. Pues soy un mal apóstol, porque me preocupo más de
la viña del Señor que del Señor de la viña. Les pongo un ejemplo para
que me entiendan. Hay maridos, sobre todo jóvenes, que están abrumados
de trabajo y no tienen tiempo de estar con su esposa y sus hijos, porque
están ganando dinero para ellos. Cuantas veces he escuchado a esas
esposas: Ojalá mi esposo ganara menos y estuviera más tiempo con
nosotros.
Pues tengan la seguridad de que Jesús nos dice a muchos de nosotros: Ojalá tuvieras más tiempo para estar conmigo.
Te amo porque me has enviado como a los apóstoles, a extender tu Reino entre los hombres.
Nadie más nos ha enviado, sólo Cristo. "Id y predicad el Evangelio a
toda criatura. No me habéis elegido vosotros a Mí sino yo a vosotros"
Cada uno ha sido enviado a predicar la Buena Nueva: los padres a los
hijos, los amigos a los amigos. A todos a los conocidos y desconocidos.
Te amo porque eres mi Dios y mi Señor.
Mi Dios y mi todo, decían los santos en un suspiro de amor.
En resumen: Te amo con todo mi corazón.
Porque lo mereces totalmente, lo esperas.
Porque es lo que más me importa y lo que más necesito.
San Pablo decía: Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia.
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi Padre, mi grande y mi único amor y la gran razón de mi existencia.
"Señor mío y Dios mío" exclamó Santo Tomás en un momento de gracia.
Es una frase que tenemos que decir y sentir con mucha frecuencia.
"No volveré a servir a un señor que se me pueda morir". Palabras de
San Francisco de Borja ante el cadáver de su hermosa reina. Servimos a
ese Dios y Señor que vive para siempre, que con el paso de los siglos no
ha perdido nada de su belleza, de su amor, de su poder y misericordia.
Dios ha sido, es y será siempre infinitamente amable y adorable para
suerte nuestra.
Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama
hoy como ayer y como nos amará mañana. Aprovechemos esta maravillosa
gracia y amemos, amemos a la persona más digna de nuestro amor.