Lecturas de hoy Miércoles de la 5ª semana de Pascua
Hoy, miércoles, 15 de mayo de 2019
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-6):
EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo:
«Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 121,1-2.4-5
R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestro pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 15 de mayo de 2019
Adrián de Prado Postigo cmf
Queridos hermanos:
«Yo soy la Vid», dice el Señor. Vid plantada por el Padre, vid cuajada de sarmientos hermanos. Vid que se mantiene anclada a la tierra para que los sarmientos reciban el agua del cielo. Vid que permanece invariable en la tierra de los hombres para que los hombres permanezcan unidos a los cuidados del Labrador. En esta doble permanencia surge la Vida y sus frutos.
Para el evangelista Juan, permanecer es creer y creer es vivir: «así seréis discípulos míos» y «daréis fruto abundante». Quizá por eso es este uno de sus verbos más queridos. Permanecer indica a la vez estabilidad y proceso, donación y recepción, gratuidad y requerimiento. Es un viaje del corazón de Dios al corazón del hombre y viceversa. El primero en emprender este movimiento es Dios mismo, que planta a su Hijo en medio del mundo. No lo envía como pavesa para el aire sino como grano para la tierra. Para que se hunda, para que se rompa, para que se arraigue... para que se quede. Es una vid eternamente plantada en la tierra con que Dios se quiso desposar: «Ya nunca te llamarán “abandonada”, ni a tu tierra “desolada”. A ti te llamarán “mi deleite”; y a tu tierra, “desposada”» (Is 62,4-5). Una vez que Dios ha tomado carne humana, Dios permanece hombre entre los hombres por toda la eternidad. Permanecen su cercanía, su entrega, su alimento, su salvación.
Pero el suyo, con ser absolutamente gratuito, no es un ofrecimiento del todo desinteresado: a Dios le interesa sobremanera nuestro amor, nuestra respuesta, nuestro propio ofrecimiento, nuestro fruto. Y nada de esto puede darse sin un permanecer humano junto al permanecer divino. Por eso la dádiva que parte de Dios es, al tiempo, una fuerte exhortación para el hombre y para la comunidad. El discipulado del sarmiento consiste tanto en la recepción de la savia como en la generación del fruto. En rigor, ni una cosa ni otra le pertenecen al sarmiento per se, pero tampoco es posible ninguna de las dos sin su libre permanecer en comunión con la Vid. Por eso sin estar con Jesús no podemos hacer nada.
¡Y qué delicia pasearse por la viña bajo el tibio sol de primavera! ¡Qué gusto vivir los hermanos unidos, entre sí y con Jesús! Ahora bien, como decía la copla, «el invierno llega aunque no quieras». Igual que le llegó a la comunidad de los primeros discípulos, de una forma punzante, ante la decisión de Pablo de anunciar el Evangelio a los gentiles. ¿Cómo permanecer unidos al Señor cuando unos sarmientos se enredan con otros, cuando el fruto discurre por caminos insospechados? Es entonces cuando fe y la vida se aquilatan: permanecer sigue siendo siempre el camino, el horizonte, el sol de invierno...
Fraternalmente:
Adrián de Prado Postigo cmf