Lecturas de hoy Conmemoración de los fieles difuntos
Hoy, jueves, 2 de noviembre de 2017
Primera lectura
Lectura del libro de las Lamentaciones (3,17-26):
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios
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Salmo
Sal 129,1-2.3-4.5-6.7-8
R/. Desde lo hondo a ti grito, Señor
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
y así infundes respeto. R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R/.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R/.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.
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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-6):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
Palabra del Señor
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Comentario al Evangelio de hoy jueves, 2 de noviembre de 2017
Ciudad Redonda
Queridos hermanos:
Hoy hacemos memoria de nuestros hermanos que han muerto. A algunos de ellos les podemos poner nombre y apellidos. Son nuestros familiares y conocidos, personas con las que hablamos y tratamos. Algunos de ellos quizá han sido importantes, muy importantes, en nuestra vida. Por la intensidad de la relación, por el cariño y el tiempo compartidos. Pero han desaparecido. Han muerto. Su vida ha llegado a su fin. Y más allá de ese momento se cierne un velo de misterio que desde siempre ha asombrado a la humanidad. Hasta los más escépticos guardan silencio en el momento de la muerte. Nos quedamos sin palabra. Algunos prefieren hablar de que permanecen vivos en nuestra memoria. Pero, ¡qué frágil es la memoria!
Hoy celebramos a nuestros hermanos difuntos. Y celebramos este día porque creemos que están vivos. Ahí está la clave. Hay muchas lecturas disponibles para este día. Pero se puede afirmar que todas tienen un punto en común: la afirmación de la esperanza de que en Jesús resucitado, más allá de la muerte, hay vida. Una vida diferente pero vida. Y una vida que creemos que es para ellos, y será para nosotros, vida en plenitud.
En el fondo nuestra fe tiene algo de una solemne apuesta. Apostamos que hay vida después de la muerte, que esa vida es vida en plenitud, que Dios, el abbá de Jesús, no nos dejará tirados para siempre, que esta vida –tan llena de sinsabores y dolores a veces– tiene sentido, tiene norte, tiene orientación. Y todo ello porque nos fiamos de la palabra de Jesús, de su vida y del testimonio de aquellos discípulos suyos que lo vieron resucitado. Y punto. No tenemos más a qué agarrarnos. Ni más ni menos. Nuestra fe. Desde ella proclamamos nuestro derecho a la esperanza, a mirar a la muerte sin miedo y estar convencidos de que no es más que un paso –oscuro y complicado pero paso al fin– a una vida mejor en la presencia del Abbá, el Dios de Jesús, el Dios del Reino, el Dios de la Vida, el Dios de nuestra esperanza.