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martes, 18 de abril de 2017

TE CUESTA CREER EN LA RESURRECCIÓN?


¿Te cuesta creer en la Resurrección?
La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena el corazón, no se pueden contener.


Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net 




Reflexionesmos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis durante el Año de la Fe:

(...)

Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.

Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; ¡es el tesoro más preciado!

¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los demás. Es nuestro propio testimonio.

En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles, pero no a las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble.

En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.

Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que resucitó.

¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían.

Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro, porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y profunda del amor.

A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer. A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor.

Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva.

Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.

Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de la muerte den paso a los signos de la vida.

(...)Jóvenes, a ustedes les digo:

1. Lleven esta certeza: el Señor está vivo y camina con nosotros en la vida. ¡Esta es su misión!
2. Lleven adelante esta esperanza: este ancla que está en los cielos; mantengan fuerte la cuerda, manténganse anclados y lleven la esperanza.
3. Ustedes, testigos de Jesús, den testimonio de que Jesús está vivo y esto nos dará esperanza, dará esperanza a este mundo un poco envejecido por las guerras, por el mal, por el pecado. ¡Adelante, jóvenes!

lunes, 17 de abril de 2017

CRISTO RESUCITADO ESTÁ VIVO ENTRE NOSOTROS


Cristo resucitado está vivo entre nosotros
¡Hombres y mujeres de buena voluntad! ¡Cristo ha resucitado! ¡Paz a vosotros!


Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net 




Hermanos y hermanas del mundo entero,
¡hombres y mujeres de buena voluntad!
¡Cristo ha resucitado! ¡Paz a vosotros! Se celebra hoy el gran misterio, fundamento de la fe y de la esperanza cristiana: Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado de entre los muertos al tercer día, según las Escrituras. El anuncio dado por los ángeles, al alba del primer día después del sábado, a Maria la Magdalena y a las mujeres que fueron al sepulcro, lo escuchamos hoy con renovada emoción: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado!" (Lc 24,5-6).

No es difícil imaginar cuales serían, en aquel momento, los sentimientos de estas mujeres: sentimientos de tristeza y desaliento por la muerte de su Señor, sentimientos de incredulidad y estupor ante un hecho demasiado sorprendente para ser verdadero. Sin embargo, la tumba estaba abierta y vacía: ya no estaba el cuerpo. Pedro y Juan, avisados por las mujeres, corrieron al sepulcro y verificaron que ellas tenían razón. La fe de los Apóstoles en Jesús, el Mesías esperado, había sufrido una dura prueba por el escándalo de la cruz. Durante su detención, condena y muerte se habían dispersado, y ahora se encontraban juntos, perplejos y desorientados. Pero el mismo Resucitado se hizo presente ante su sed incrédula de certezas. No fue un sueño, ni ilusión o imaginación subjetiva aquel encuentro; fue una experiencia verdadera, aunque inesperada y justo por esto particularmente conmovedora. "Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros»" (Jn 20,19).

Ante aquellas palabras, se reavivó la fe casi apagada en sus ánimos. Los Apóstoles lo contaron a Tomás, ausente en aquel primer encuentro extraordinario: ¡Sí, el Señor ha cumplido cuanto había anunciado; ha resucitado realmente y nosotros lo hemos visto y tocado! Tomás, sin embargo, permaneció dudoso y perplejo. Cuando, ocho días después, Jesús vino por segunda vez al Cenáculo le dijo: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente!". La respuesta del apóstol es una conmovedora profesión de fe: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20,27-28).

"¡Señor mío y Dios mío!". Renovemos también nosotros la profesión de fe de Tomás. Como felicitación pascual, este año, he elegido justamente sus palabras, porque la humanidad actual espera de los cristianos un testimonio renovado de la resurrección de Cristo; necesita encontrarlo y poder conocerlo como verdadero Dios y verdadero Hombre. Si en este Apóstol podemos encontrar las dudas y las incertidumbres de muchos cristianos de hoy, los miedos y las desilusiones de innumerables contemporáneos nuestros, con él podemos redescubrir también con renovada convicción la fe en Cristo muerto y resucitado por nosotros. Esta fe, transmitida a lo largo de los siglos por los sucesores de los Apóstoles, continúa, porque el Señor resucitado ya no muere más. Él vive en la Iglesia y la guía firmemente hacia el cumplimiento de su designio eterno de salvación.

Cada uno de nosotros puede ser tentado por la incredulidad de Tomás. El dolor, el mal, las injusticias, la muerte, especialmente cuando afectan a los inocentes - por ejemplo, los niños víctimas de la guerra y del terrorismo, de las enfermedades y del hambre-, ¿no someten quizás nuestra fe a dura prueba? No obstante, justo en estos casos, la incredulidad de Tomás nos resulta paradójicamente útil y preciosa, porque nos ayuda a purificar toda concepción falsa de Dios y nos lleva a descubrir su rostro auténtico: el rostro de un Dios que, en Cristo, ha cargado con las llagas de la humanidad herida. Tomás ha recibido del Señor y, a su vez, ha transmitido a la Iglesia el don de una fe probada por la pasión y muerte de Jesús, y confirmada por el encuentro con Él resucitado. Una fe que estaba casi muerta y ha renacido gracias al contacto con las llagas de Cristo, con las heridas que el Resucitado no ha escondido, sino que ha mostrado y sigue indicándonos en las penas y los sufrimientos de cada ser humano.

"Sus heridas os han curado" (1 P 2,24), éste es el anuncio que Pedro dirigió a los primeros convertidos. Aquellas llagas, que en un primer momento fueron un obstáculo a la fe para Tomás, porque eran signos del aparente fracaso de Jesús; aquellas mismas llagas se han vuelto, en el encuentro con el Resucitado, pruebas de un amor victorioso. Estas llagas que Cristo ha contraído por nuestro amor nos ayudan a entender quién es Dios y a repetir también: "Señor mío y Dios mío". Sólo un Dios que nos ama hasta cargar con nuestras heridas y nuestro dolor, sobre todo el dolor inocente, es digno de fe.


Queridos hermanos y hermanas: a través de las llagas de Cristo resucitado podemos ver con ojos de esperanza estos males que afligen a la humanidad. En efecto, resucitando, el Señor no ha quitado el sufrimiento y el mal del mundo, pero los ha vencido en la raíz con la superabundancia de su gracia. A la prepotencia del Mal ha opuesto la omnipotencia de su Amor. Como vía para la paz y la alegría nos ha dejado el Amor que no teme a la Muerte. "Que os améis unos a otros - dijo a los Apóstoles antes de morir – como yo os he amado" (Jn 13,34).

¡Hermanos y hermanas en la fe, que me escucháis desde todas partes de la tierra! Cristo resucitado está vivo entre nosotros, Él es la esperanza de un futuro mejor. Mientras decimos con Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!", resuena en nuestro corazón la palabra dulce pero comprometedora del Señor: "El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará" (Jn 12,26). Y también nosotros, unidos a Él, dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos (cf. 1 Jn 3,16, nos convertimos en apóstoles de paz, mensajeros de una alegría que no teme el dolor, la alegría de la Resurrección. Que María, Madre de Cristo resucitado, nos obtenga este don pascual.


Mensaje de Pascua que pronunció Benedicto XVI a mediodía del Domingo de Resurrección. 8 abril 2007

domingo, 16 de abril de 2017

ALELUYA, CRISTO HA RESUCITADO!!


¡Aleluya, Cristo ha resucitado! 
¡Feliz Pascua de Resurrección!



 (ACI).- Hoy es el día que la Iglesia Católica celebra el sentido de la Fe, porque festeja el Domingo de la Resurrección de Jesús o de Pascua, cuando Cristo triunfante sobre la muerte abre las puertas del cielo.

Durante la celebración eucarística se enciende el Cirio Pascual que permanecerá encendido hasta el día que se conmemora la Ascensión de Jesús al cielo.


Esta fiesta celebra la derrota del pecado y de la muerte, con la resurrección del todo sufrimiento temporal adquiere sentido con la vida eterna.

Es un día de fiesta de gozo, Cristo ha Resucitado, la Tumba está vacía, la humanidad está salvada, ahora es momento de abrazar esa salvación testificando una verdadera vida cristiana.

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La Resurrección
Reflexiones para Semana Santa 

La Semana Santa debe ser un tiempo de reflexión, de leer la Palabra de Dios y encontrar el mensaje para nuestra vida. Esta reflexión intenta ayudarnos con esa tarea.


Por: P. Crispin Hernández Mateos | Fuente: Alforjas de Pastoral 




1. LECTURA del texto bíblico 
¿Qué dice el texto? Mt 28,1-10

"Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, pues el Ángel del Señor bajó del Cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán". Eso es todo". Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y las saludó. Y ellas, acercándose, le abrazaron los pies y le adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allá me verán".

+ El texto dice que unas mujeres fueron al sepulcro al amanecer
+ Un Ángel se les apareció y las mandó a avisarles a los discípulos que Jesús había resucitado.
+ Por último, que Jesús sale a su encuentro y las saluda. Les da el mismo mandato que el Ángel.


2. EXPLICACIÓN del texto bíblico 
¿Qué les dijo a sus primeros destinatarios? Mensaje

San Mateo centra el relato de la Resurrección en el hallazgo de la tumba vacía y en el encuentro de Jesús resucitado con las mujeres. Esto desmiente el rumor de que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús. Es por ello un signo real de tal acontecimiento .

Colocar a las mujeres en la primera escena del hecho es un gesto inaudito, propio de san Mateo. Sólo él introduce de manera específica el papel de la mujer en la historia de la salvación, lo cual le hace ser uno de los evangelistas más fieles a los hechos revelados por Jesús (ver genealogía).

El hecho mismo narrado en el Evangelio pretende dar fortaleza y alegría a un pueblo sumido en tristezas y llantos. El Ángel es la presencia misma de Dios, es quien trae buenas noticias a la tierra. El miedo y el temor se apoderan de las mujeres pero el encuentro con el Ángel les anima y el encuentro con Jesús les fortalece.

3. APLICACIÓN del texto bíblico
 ¿Qué nos dice a nosotros hoy? Mensaje

En esta mañana de Resurrección, el Señor nos dice a los jóvenes: "No tengan miedo" (Mt 28, 5). Como a las mujeres en el sepulcro, en la voz del Ángel, nos repite: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24, 5-6). Como a los discípulos en la barca nos anima: "Soy yo" (Mt 14,26-27). Pero también nos reprende como a los discípulos de Emaús: ¿qué duros y necios de corazón son para creer? (Lc 24, 25). En este Día, pues, nos alientan los signos de la victoria de Cristo resucitado, mientras que suplicamos la gracia de la conversión y mantenemos viva la esperanza que no defrauda [1]. Hoy tenemos que ser mensajeros de esta buena noticia.

La resurrección de Cristo significa para nosotros que Dios Padre aprueba el camino de Jesús, su opción por el servicio, la justicia y la paz, que Dios siempre escucha el clamor del pobre y del crucificado en esta vida. Con su resurrección Jesús nos libera del pecado y de la muerte y nos abre el camino hacia el reino de la vida.

Los católicos "confesamos que la resurrección da nuevo sentido a la vida del hombre y con ello le anima a dar razón de su esperanza, de alcanzar la vida plena, constituyéndolo en testigo que hace viva su presencia salvífica. Creemos que Jesucristo con su muerte y resurrección rescata al hombre del pecado y de la muerte y lo reconcilia con Dios; le abre a las relaciones positivas consigo mismo, con los demás hombres y con la naturaleza, y lo hace partícipe de la vida eterna". [2]

Reconocemos que también hay lugares de encuentro con el resucitado hoy y estos son: la Eucaristía, la Palabra, los sacramentos, la comunidad y los pobres [3]. Un signo eficaz de su presencia resucitada es la comunión y el amor fraterno y solidario que nos da por medio de su Espíritu. Aunque el fruto por excelencia de la muerte y Resurrección de Jesús y de la presencia impetuosa del Espíritu es la Iglesia [4].

4. PROFUNDIZACIÓN DEL TEXTO
 ¿qué cosas más podemos saber del texto?

La Resurrección es un acto único de amor del Padre donde la vida es ahora una acción permanente que ya no tendrá fin, no es un volver a vivir como Lázaro (Jn 12,1) o la hija de Jairo (Mt 9, 25), es más bien una transformación del cuerpo mortal de Jesús en un cuerpo espiritual (glorioso), principio de una vida plenamente nueva y que no excluye la que vivimos ahora. La resurrección es regida por el principio fundamental del espíritu no limitado a la materialidad. [5]

La resurrección conlleva caminos de vida verdadera y plena para todos, caminos de vida eterna, caminos abiertos por la fe que conducen a la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural [6].

¿Cuáles son esos caminos o actitudes nuevas que el acontecimiento salvífico exige? La vida nueva, como un cambio de actitudes, de pensamientos y decisiones basadas ahora en la ley del Espíritu, la ley del amor y la justicia (Col 3,5-25), además también requiere el servicio, la libertad, la verdad, la solidaridad, la alegría, el respeto, la fidelidad y la honestidad. Creer en la resurrección de Jesús es aceptarlo como criterio y fuente de nuestra vida, tener conciencia de que su Espíritu está con nosotros y actuar en consecuencia.

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NOTAS
[1] Cf. Documento de Aparecida (DA) # 14
[2] PDP # 401-402
[3] IV PDP # 403, Diócesis de Tuxpan, Ver.
[4] CEM, Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos # 102 y 126, México DF, año 2000.
[5] FISICHELLA, R., "Resurrección de Jesús" pp. 856-857, en: Diccionario Teológico Enciclopédico, ed. Verbo Divino, 2ª edición, Estella (Navarra) 1996.
[6] DA # 14.

QUÉ RELACIÓN TIENE EL CONEJO Y EL HUEVO DE PASCUA CON LA FE CATÓLICA?


¿Qué relación tiene el conejo y el huevo de Pascua con la fe católica?
Por María Ximena Rondón




 (ACI).- Al concluir la Semana Santa aparecen el conejo y los huevos de Pascua, en muchos casos fabricados de chocolate, y muchos se preguntan si estos símbolos tienen alguna relación con la fe católica. Aquí te explicamos su sentido.

A través de su reflexión cotidiana “Punto de Vista”, el director del Grupo ACI, Alejandro Bermúdez, explicó el significado cristiano de ambos.


El conejo de pascua

En el caso del conejo de Pascua indicó que este proviene del hecho que antiguamente la figura de la liebre silvestre se utilizaba como recurso de catequesis para hablar sobre cómo debía ser el camino del cristiano hacia la resurrección.

Las patas traseras de la liebre son grandes, poderosas y sirven para cambiar velocidades y ascender por terrenos empinados. En cambio, las patas delanteras son pequeñas y débiles.

“Esas patas hacen que al conejo le sea fácil ascender y difícil descender. Esto era utilizado para representar el camino de la vocación del cristiano. Debe ser reacio y difícil ir hasta abajo en su vida moral y a la vez debe ser pronto, presto y ágil para ir hacia arriba, hacia la resurrección del Señor”, precisó Bermúdez.


El huevo de Pascua

Respecto al significado del huevo de Pascua, el director del Grupo ACI indicó que antiguamente el huevo servía para explicar el significado de la resurrección a los niños, explicando que de él nacía un pollito.

Bermúdez afirmó que en algunos países de Europa, como Italia, en el Domingo de Ramos muchas familias llevan huevos a la iglesia para que los bendiga el sacerdote. Estos se cuecen luego para consumirlos en el Domingo de Resurreción.

También comentó que en las iglesias de Estados Unidos, como parte de la alegría de la resurrección de Cristo, entre las Misas los niños realizan una búsqueda de huevos de chocolate o de plástico, con golosinas dentro.

“Esto se hace en un clima pascual, es por el gozo de la resurrección del Señor que es dulce. Para ellos es un día especial porque sus padres no pelean con ellos porque comen dulces. Entonces hay un poder catequético en esos símbolos”.

De otro lado un artículo publicado en el sitio web de la Conferencia Episcopal Francesa explica que antiguamente para los egipcios y los persas el huevo representaba la fertilidad y el renacimiento. Por ello durante la fiesta de la primavera se decoraban los huevos y los entregaban como un regalo.

En cambio, para los judíos el huevo representa la vida y la muerte. Debido a que la liberación de los judíos tuvo una cuota de sufrimiento, en la Pascua sumergen el huevo en agua con sal para recordar las lágrimas derramadas en su camino hacia la libertad.

Con la llegada del cristianismo, el huevo pasó de ser un símbolo de fertilidad y renacimiento, a representar la resurrección de Cristo que con su sacrificio en la Cruz da vida nueva.

Explicaron que anteriormente los cristianos tenían prohibido consumir los huevos durante la Cuaresma y se guardaban hasta la Pascua. Los huevos que ya no se podían comer los pintaban y se entregaban como regalo.

Contaron que en Francia, el rey Luis XIV hizo traer en la Semana Santa el huevo más grande del reino y él mismo repartió huevos pintados con pan de oro a sus cortesanos y servidores.

En el siglo XVIII los comerciantes alemanes comenzaron a fabricar huevos de chocolate para venderlos en Pascua, como celebración del fin de las privaciones propias de Cuaresma.


Alejandro Bermúdez también resaltó que el huevo y el conejo de Pascua son  “símbolos que no podemos rechazar sino recuperarlos porque su origen es cristiano”.

“Lo que pasa es que nosotros hemos dejado que los símbolos se desconecten del significado cristiano y se vuelvan totalmente paganos. La secularización de los símbolos cristianos llevan a un ridículo” expresó.

Los Papas y los huevos de Pascua

En el año 2009, el Papa Benedicto XVI envió cientos de huevos de Pascua a los niños víctimas del terremoto que sacudió la ciudad de L´Aquila, en el centro de Italia, que dejó un saldo de 300 muertos.

En el 2012, un grupo de artesanos de la localidad italiana de Cremona, obsequiaron a Benedicto XVI un huevo de Pascua hecho de chocolate que medía 2 metros y medio y pesaba 250 kilos. El Pontífice recibió el regalo y lo donó a los jóvenes que estaban recluidos en la correccional Casal del Marmo de Roma.

Por su parte, en el año 2014 el Papa Francisco envió 150 huevos de Pascua al Hospital Pediátrico Bambino Gesù (Niño Jesús) para alegrar a los niños enfermos de cáncer.

Este año 2017, el Santo Padre entregará huevos de Pascua de la marca Kinder a los niños que están en el centro de acogida de Cáritas Roma.

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO


La resurrección de Cristo
Pero esta fiesta, no es sólo para Cristo. Es una fiesta para todos nosotros, también debemos estar alegres por nosotros mismos.


Por: P. José Luis Richard, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Cristo ha resucitado. La Iglesia lo anuncia muchas veces durante esta Vigilia Pascual y no se cansará de repetirlo durante estos días de Pascua. Por todas partes hace resonar sus aleluyas, expresión de alabanza a Dios, pero también de euforia, de alegría, de entusiasmo. ¡Aleluya!

La Iglesia está desbordante de gozo y por eso se pone a cantar. Necesita desahogar de mil maneras su alegría, su felicidad: Jesús ha resucitado. “Surrexit Dominus vere, alleluia”. El Señor ha resucitado. ¡De veras! Aleluya, alegrémonos.

Alegrémonos por Cristo, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo, que ya ha triunfado. Ya ha dejado de sufrir. Ya vive glorioso, para siempre. Con corazón noble y generoso nos alegramos, sobre todo, por El. Porque se lo merece. Porque ha estado grande con nosotros, magnífico. Porque pasó toda su vida haciendo el bien y murió pudiendo decir: “Misión cumplida”. Nos alegramos sinceramente de que El ya pueda descansar junto al Padre. Se lo merece. Nadie nos ha amado como El. Nadie ha sido tan bueno y generoso como El. Y nos alegra sinceramente que El ya descanse, que sea feliz junto al Padre. Se lo merece.

Pero esta fiesta, obviamente, no es sólo para Cristo. Es una fiesta para todos nosotros. También debemos estar alegres por nosotros mismos. Yo nada más quisiera detenerme en dos motivos. Luego ya tendremos toda la Pascua para seguir penetrando, con la gracia de Dios, en este gran misterio de la Resurrección. Pero, por ahora, dos motivos:

a. En primer lugar, debemos alegrarnos porque Cristo está vivo.

Ese es el mensaje que los ángeles dan a las mujeres a la entrada del sepulcro: “¿por qué buscáis entre los muertos, al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.

Cristo está vivo. Estamos ya tan acostumbrados a esta verdad que quizá no nos damos cuenta de lo grandiosa que es, en su sencillez. Para entenderla nos puede ayudar el imaginar la experiencia que hicieron los apóstoles durante los momentos de la pasión y muerte de Cristo. Cristo para ellos era todo:


era su Amigo: la persona que mejor les conocía, hasta dentro, y que mayor bien les había hecho.

era su Maestro: El tenía la respuesta para todo; y, obviamente, la respuesta verdadera, auténtica. Era su Verdad.

era su Camino, su Ideal, su Modelo: sabían que, siendo como El, agradarían a Dios.

era su Fuerza, el que aplacaba la tempestad con un gesto de la mano

era su Sostén, con El podrían incluso caminar sobre las aguas y dar de comer a las multitudes. Con El sí se podía

El era TODO: Amigo, maestro, modelo, apoyo... todo. Y, de repente, de un día para otro, ven que Jesús no se defiende, no se esconde, le traicionan, le apresan, no hace ningún milagro, lo golpean, lo flagelan, lo crucifican... ¡lo matan! Imagínense a los apóstoles: no podían creer lo que había pasado; el Maestro ha muerto... ¡Qué angustia, qué desilusión, qué amargura! Porque hay algo peor que no conocer a Cristo. Sí, hay algo mucho peor: y es haberlo conocido y perderlo. Y los apóstoles habían perdido a Cristo. Cristo había muerto. Y, con El, habían muerto sus ilusiones, sus ideales, su confianza, su felicidad.

Pero, de repente, la noticia: ¡el Maestro ha resucitado! Poco a poco la noticia se va imponiendo: ¡Jesús está vivo y se ha aparecido a las mujeres, y a éste y a este otro!

Imagínense el suspiro de alivio, la satisfacción interior, la felicidad profunda que sentirían los apóstoles. Pues bien, ésa tiene que ser también la nuestra: Cristo está vivo. Está vivo ahora, hoy. Y no de un modo metafórico (como el que dice que vivirá en el recuerdo de los que le seguirán o le amarán...) No: Cristo está vivo realmente. La vida cristiana no es una doctrina filosófica, es la relación de amistad con Cristo, un diálogo de amistad. Y podemos entablar esta relación de amistad precisamente por eso: porque está vivo. Un cadáver, un muerto, no puede hacer compañía y tampoco la necesita, no puede hablar y tampoco escucha, no puede ayudar y de nada sirve lo que se le haga. No: Cristo, nuestro Amigo, está vivo. Por eso podemos hablar con El, vivir juntos, llorar y reír juntos, trabajar juntos. No tenemos por qué envidiar a los apóstoles, pues también nosotros podemos entablar una relación auténtica, real, no sólo imaginativa, con Cristo. Esta simple verdad, bien creída y asimilada, bastaría para que muchas cosas cambiaran en nuestra vida.

b. Una segunda razón por la que debemos alegrarnos es que Cristo, precisamente porque está vivo, continúa amándonos, continúa buscando nuestra salvación, continúa actuando. Está claro que, después de todo lo que Jesús ha hecho por nosotros, no va a dejar la tarea a la mitad.... Eso nos tiene que dar una grandísima confianza: Cristo resucitado, Cristo glorioso no se olvida de sus hermanos, de sus amigos que todavía no han alcanzado la gloria.”Ve a mis hermanos y diles...” Hermanos: así nos llama en la aparición a María Magdalena.

Un detalle de las apariciones del resucitado que me llama la atención es el hecho que Cristo haya querido resucitar manteniendo las huellas de las heridas en sus manos, en sus pies, en su costado. Está claro que son heridas gloriosas, que no le causan dolor, pero al fin y al cabo son heridas. Puesto a resucitar, podía haber quedado perfecto, sin ninguna huella. Pero no. Quiso conservar sus heridas. ¿Por qué? ¿Sano orgullo del soldado que conserva sus cicatrices como si fueran medallas? ¿Una forma para acordarse de nosotros? ¡Quién sabe! Bueno, El sí lo sabe. Pero a mí me agrada pensar que nos quería dar a entender precisamente esto: aunque ya esté glorioso, aunque ya esté resucitado y triunfante, El no se desentiende de nosotros, sino que nos recuerda y recordará siempre y no dejará a la mitad la obra que comenzó en nosotros. Continuará su obra en cada uno de nosotros hasta que alcancemos lo que El nos mereció con su cruz.

Durante este periodo pascual nos acompañará siempre en la capilla el cirio, símbolo de Jesús resucitado. Ojalá que siempre que lo veamos, miremos los cinco clavos, símbolo de sus llagas, y nos acordemos precisamente de esto: que El está vivo, nos ama y sigue actuando en nuestra vida. Que esto sea el sostén de nuestra alegría y de nuestra confianza pascual.

FELIZ DOMINGO DE RESURRECCIÓN!!




domingo, 27 de marzo de 2016

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN 2016!! TE DESEA GOTITAS ESPIRITUALES


PASCUA DE LA MISERICORDIA PARA TODOS, AUN SIN SABERLO, NADA MÁS NECESITAMOS



Pascua de la Misericordia para todos: aun sin saberlo, nada necesitamos más
La condición cristiana exige combatir el mal, denunciar las injusticias, revestirnos de auténticas entrañas de misericordia ante dramas de nuestra vida cotidiana


Fuente: Ecclesia 


 Un año el alba de la Pascua ha llegado circundada de situaciones personales y colectivas que reclaman sanación, misericordia, redención y, en suma, resurrección. Varios podrían ser los ejemplos que avalarán esta afirmación. Pondremos solo algunos ejemplos, de distinta naturaleza y valoración.

Así y sin ir más lejos, en las vísperas mismas de la Semana Santa, la Unión Europea firmó un acuerdo ya definitivo –lo de definitivo es, al menos por ahora…- con Turquía –país donde prosiguen los atentados yihadistas- sobre los refugiados , que, aunque menos rechazable que el del 7 de marzo ,  no acaba de satisfacer las auténticas expectativas de la mejor humanidad de bien. El sábado 19 de marzo se estrelló un avión en territorio ruso, con el saldo de 62 víctimas mortales, entre ellas dos pilotos españoles. El domingo 20, otro trágico accidente, en este caso  de un autobús, sembró el dolor en España, con la muerte de trece universitarias  europeas en Tortosa. Y en Madrid, días antes, en medio de la indiferencia ciudadana y policial –salvo excepciones-, un grupo de hinchas del PSV Eindhoven se burló y se mofó impunemente de un grupo de indigentes rumanas. Y ya más lejos de nuestras fronteras,  Brasil está siendo testigo de una, cuando menos, poco edificante historia, con la corrupción al fondo, a propósito del  nombramiento de su expresidente, Luiz Inácio Lula da Silva, como ministro, en una maniobra política de más que dudosa significación estética y ética.

Sí, también eran tantos motivos para la alegría y la esperanza. Las calles de toda nuestra España han vuelto en Semana Santa a llenarse de hermosísimas expresiones de piedad popular y nuestras celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual han vuelto a derramar gracia de Dios por doquier, amén de otros muchos ejemplos anónimos de actitudes y de acciones solidarias dignas del ser humano y del ser cristiano.

Sin embargo y lejos de planteamientos maniqueos o de botellas medio llenas o medio vacías, la cierto es que la humanidad entera sigue gimiendo  y necesitando auténticos valores, rearme moral, misericordia y redención. Sigue, incluso tantas veces sin saberlo, necesitando y demandando la Pascua. Y la Pascua está aquí en nosotros, ahora en su esplendor celebrativo, intensificada, si cabe aún más, en pleno Año Jubilar de la Misericordia. Y ni podemos ni debemos ser prófugos de ella, prófugos de una Pascua que vuelve y viene a nosotros como el más pleno y definitivo abrazo y pacto de Dios con su pueblo.

Ante el eterno problema del mal  y su infinita e irresoluble cadena de interrogantes –mal, a veces, inevitable y otras muchas veces fruto de la acción inadecuada del hombre- la única respuesta definitiva no es otra que Jesucristo y este crucificado y resucitado por nosotros y para nosotros. El gemido, el llanto, la impotencia, la negligencia y el pecado de la entera humanidad de todos los tiempos han sido asumidos en la cruz salvadora y florecida del Señor del tiempo y de la historia. Nada necesitamos más que la Pascua. Nada necesitamos más que poner nuestras miradas, penas, gozos, alegrías y expectativas en Él. En su cruz, caben todas las cruces de todas las personas y situaciones.

Y para ello, el Dios de Jesucristo nos confía a los cristianos ser testigos de la Pascua. Los cristianos, en efecto, estamos llamados y urgidos a afrontar la realidad con un plus añadido de humanidad, bien impregnados por nuestra fe, una fe a la que siguen a las obras, una fe que solo es avalada por la autenticidad de las obras. Y esta íntima unidad entre fe y obras se ha de traducir a la vida, a la vida concreta, a la personal y a la social.

La condición cristiana exige combatir el mal, denunciar las injusticias, revestirnos de auténticas entrañas de misericordia ante dramas como el de los migrantes y los refugiados y asumir con responsabilidad –como demandó Francisco el Domingo de Ramos- su destino. Ser cristiano significa no permanecer indiferentes ante ningún dolor humano y rechazar y evitar toda forma de corrupción, tenga el “color” que tenga… Ser cristiano significa ejemplaridad, ecuanimidad, coherencia, valentía y testimonio cabal de la Pascua. Y todo ello en medio de un mundo que se olvida de la Pascua, pero que nada necesita más que la Pascua.

JESÚS VENCE A LA MUERTE - MEDITACIÓN DE DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Jesús vence a la muerte
Resucita al tercer día y se aparece a sus discípulos y a las mujeres.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




La acción de José de Arimatea y Nicodemo fue rápida y eficaz. Antes de que los judíos puedan darse cuenta de la muerte, ya está enterrado Jesús en un lugar que responde a la piedad de los suyos. Pero los judíos temen a Jesús y se acuerdan de la profecía de la resurrección al tercer día. Ellos habían destruido el templo del cuerpo de Jesús, y ahora recuerdan el verdadero sentido de la profecía. Por ello acuden a Pilato reclamando una guardia que resultó providencial, muy a pesar suyo.

"Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura peor que la primera. Pilato les respondió: Ahí tenéis la guardia; id y custodiad como sabéis. Ellos marcharon y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia"(Mt).

La garantía

La muerte era un sello en la boca de Jesús. Los sellos intentan ser una garantía: seguridad, guardan el cadáver en su silencio. Y, en efecto, esos sellos serán garantía de la muerte verdadera de Jesús que yace en la losa del sepulcro con el corazón abierto, separada el alma del cuerpo. Y los guardias se convertirán en testigos privilegiados del gran día del domingo, del primer día de la semana cristiana.

Los guardias se asustan

Por ellos conocemos lo que sucedió al inicio del día primero, al nacer el alba: "Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos(Mt).

Habían pasado cuarenta horas desde el momento de la muerte: desde las tres del viernes hasta las siete del domingo. Un día completo, nueve horas del viernes y siete del domingo. Tres días. En ese tiempo el alma de Jesús desciende a los infiernos, como reza el credo cristiano. Pero el cuerpo estaba allí, en reposo total, sin conocer la corrupción, con la rigidez de la postura del crucificado, con sus llagas abiertas, cubierto por la sábana y rodeando el rostro con el pañolón del sudario. Un gran terremoto conmovió a los soldados, que se estremecen, cuando, de repente, ven al ángel de vestiduras blancas lleno de fuerza y poder, que desplaza la gran piedra con facilidad y se sienta en ella. Los soldados caen al suelo, se desploman sin sentido. El temor no nubla sus mentes, pues se dan cuenta de lo sucedido, pero aquello supera grandemente sus experiencias. Estaba sucediendo el hecho central de la salvación. En el sepulcro, aquel cadáver estaba volviendo a la vida.

Se fabrica una historia

Algunos de los soldados huyen de espanto, otros quedan removidos por lo sucedido, otros acuden a los sanedritas con la noticia. "Algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados con el encargo de decir: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra seguridad. Ellos tomaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy"(Mt).

Comienza una nueva etapa

Los sanedritas tenían ya el gran signo de Jonás. Tres días en el seno de la tierra, y volver a la vida. Todos los otros milagros palidecen con la grandeza de lo sucedido. Este milagro, realizado por su propio poder, manifestaba a Jesús como vencedor de la muerte y del pecado. Una nueva era acababa de comenzar. Pero, de nuevo, no creyeron. Y elaboraron una mentira rápida y burda: unos testigos dormidos testifican de lo que ha sucedido. Mientras dormían acudieron unos hombres y se llevaron el cuerpo. Era burda la mentira, pero el dinero acalla las conciencias. Los soldados, testigos involuntarios de los hechos, garantizan de una manera involuntaria la verdad de la resurrección de Jesús.

La gran victoria

La resurrección es la gran victoria. Jesús ha descendido todos los escalones de la humillación, uno a uno, como saboreando el abajamiento. Y, cuando ha llegado a lo más hondo, toma al hombre caído y lo eleva a niveles insospechados. La nueva vida es mucho más que lo que se puede alcanzar por una ética correcta; es un don de Dios que introduce a los hombres en la vida divina si se unen a Cristo resucitado y vencedor.

PAPA FRANCISCO EN VIGILIA PASCUAL 2016: ABRAMOS EL SEPULCRO DE LA ESPERANZA Y RESUCITEMOS CON CRISTO


El Papa en Vigilia Pascual: Abramos el sepulcro de la esperanza y resucitemos con Cristo
Por Alvaro de Juana



 (ACI).- La Pascua “es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor”, afirmó el Papa Francisco durante la Vigilia que presidió este sábado en la Basílica de San Pedro. En la homilía que pronunció, el Santo Padre recordó que “el Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos”. A su vez señaló que todo cristiano tiene una misión: “llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida”.

Para ello, “la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos”. “Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”, pidió.

“Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”, dijo el Papa al explicar la misión concreta de la Iglesia en el mundo.

La ceremonia comenzó con el encendido de la llama pascual en el atrio de la Basílica, para luego trasladar el cirio pascual en procesión al interior del templo. Ya dentro, un diácono entonó el pregón pascual, el antiguo himno que alaba la resurrección. Asimismo, unas siete mil velas fueron encendidas por los fieles, congregados dentro de la Basílica del Vaticano.

“Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos”, dijo al comentar las lecturas proclamadas en la Vigilia.

“Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia”.

El Papa señaló además que “continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que evangelizarlos”.

“¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza?”, preguntó Francisco. "La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría”.

Por tanto, “no olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado”.

UN MENSAJE NUEVO, CRISTO HA RESUCITADO!!


Un mensaje nuevo: ¡Cristo ha resucitado!
Si creen mi palabra de hoy, si de verdad toman en serio lo que hoy les voy a decir... su vida será nueva.


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 




Lo que tengo que decirles lo han oído otras veces, pero me gustaría que no pareciera lo de siempre. Es necesario que les suene a nuevo, que les de la impresión de que no lo han oído nunca.

Olviden un momento la rutina: esas reflexiones a veces tan monótonas que apenas les rozan la piel.

Olviden un momento la vida diaria: las discusiones caseras, los huesos que duelen, las jaquecas, las rabietas de los niños, los pelmazos que no dejan vivir.

Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas.

Si creen mi palabra de hoy, si de verdad toman en serio lo que hoy les voy a decir... su vida será nueva, empezarán a vivir de una forma distinta, la rutina diaria tendrá una profundidad desconocida, las celebraciónes religiosas les traspasará el alma, la alegría que nadie puede quitar será su huésped, incluso la muerte será una puerta llena de posibilidades, la vida será una ruta acompañada por la esperanza, la misma enfermedad tendrá una cara desconocida. Para que entiendan bien lo que voy a deciles, es necesario que el Señor esté con ustedes... que levantemos el corazón... que demos gracias al Señor nuestro Dios...

Hermanos, esto es lo que hoy tengo que decirles: Jesús de Nazaret, el hijo de José y de María, el muerto injustamente y sepultado, ¡¡Ha resucitado y vive para siempre!!! La muerte ha sido vencida: el muro impenetrable, la oscuridad existencial, el mal constante que nos envuelve, la queja permanente... no son verdad del todo.

Alguien ha roto el misterio, ha trocado la noche en aurora luminosa, ha iniciado una nueva creación. Oiganlo todos: ¡Cristo ha resucitado!

Ustedes jóvenes, que les asusta la dureza de la vida: Cristo resucitado fortalece su rebeldía contra la injusticia.

Ustedes padres y madres de familia, Cristo vivo resplandece en el amor fiel que se tienen, ilumina y sostiene la entrega generosa a los hijos.

Solteros y solteras, Cristo resucitado los hace fecundos, pone en sus manos otro modo de crear vida, construye otra familia no según la carne y la sangre, sino en el Espíritu de hijos y hermanos.

Hombres y mujeres de la tercera edad, Cristo resucitado vive con ustedes, no permite que se reseque su alma, con Él hasta el final llegarán llenos de vida.

Ustedes, enfermos, Cristo vivo está con ustedes en la cruz de su dolor, con ustedes se pone en las manos del Padre, con ustedes cruza la frontera de la vida sin fin.

Ustedes, pobres de la tierra, únanse a Cristo resucitado, Él está animando su lucha por salir de la miseria, por lograr que los respeten y los escuchen; Él está dentro de ustedes y se identifica con ustedes.

Ustedes, los que luchan por la justicia, libertad, amor, y dignidad de todo ser humano, sepan que Cristo resucitado los está sosteniendo, les patrocina la tarea, les asegura que resucitarán y su vida será todo un éxito.

Hermanos: Cristo, el amigo de los niños, el que perdona a la adúltera, el cercano a los enfermos, el que se sienta con los pecadores, el que quiere a las prostitutas, el que acepta a todo hombre... resucitado, sigue haciendo lo mismo. No dejen de acercarse a su presencia; crean en él, enciendan las velas en su vida resucitada. Vengan y vean, experimenten una vida nueva.

GIFS Y IMÁGENES DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS










































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