La difamación y la calumnia... como agua en el suelo, siempre queda la duda
Aunque después se trate de recoger siempre quedará algo que nos haga albergar el sentimiento de la duda.
Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Nos está tocando vivir días inquietantes de atmósfera cargada, no solo por la contaminación, sino por tantos rumores encargados de desestabilizar al país y con él a sus habitantes.
Nada tan nocivo como un bulo que empieza como chispa de un lugar oscuro en corazones perversos, en bocas malsanas que traman asustar, inquietar y destruir la paz y confianza de los hombres que con el esfuerzo cotidiano buscan dar empuje y un buen rumbo al país.
Seamos sensatos y ecuánimes y no demos entrada a tantos rumores que no sirven para otra cosa que para empeorarnos y crear barullo y desconfianza convirtiendo en caos la vida que ya de por si está bastante difícil.
Nos gusta "el chisme" y si es amarillista, mejor. Nos gusta saber, enterarnos de secretos para luego correr a contarlos, desde luego, siempre corregidos y aumentados. Y ahora con la oportunidad que tenemos de enterarnos rápidamente de la vida de los demás a través de las redes sociales, es fácil caer en la calumnia o difamación, sin darnos cuenta el daño que hacemos a la persona de la cual hablamos. En unos segundos todos están enterados y... no hay marcha atrás.
Muchas personas caen en ese dañino y cruel juego... por eso nada nos inspira tanta confianza como conocer y tratar a una persona que jamás la oímos hablar mal de nadie, que no critica o que aún más, siempre busca alguna palabra de excusa para la persona criticada o busca la forma de justificar una u otra conducta.
Los Mandamientos de Dios, no son para someter a los seres humanos a un sinfín de negativas, sino para protegerlos y encauzarlos por el sendero por el que, por cumplirlos, encontrarán la felicidad y de quienes los rodean, contiene UNO en el que se nos pide: no mentir y no levantar falsos testimonios.
Nos rodea el extremismo tanto en los crímenes como en la vida de las personas...
El mal trabaja, el mal no descansa. Mientras las buenas conciencias duermen, las fuerzas del mal maquinan asaltos, robos, violaciones, rumores nefastos, asesinatos. Y sabemos que no siempre es con un arma de fuego con lo que se puede terminar una vida. Es nuestra lengua la que puede herir, matar. Con nuestra lengua se puede hacer que una persona pierda su puesto de trabajo, se puede deshacer un matrimonio, se puede sembrar el odio entre hermanos, se puede quitar la honra de una persona con la difamación, con una calumnia... que una vez dicha es como agua derramada en el suelo : Aunque después se trate de recoger siempre quedará algo que nos haga albergar el sentimiento de la duda.
Aunque parezca extremoso el pecado de la difamación y la calumnia es pecado grave, haciéndonos perder la gracia de Dios.
Tengamos mucho cuidado de no propagar lo que nos cuentan, sobre todo si no nos consta para nada el hecho en cuestión y seamos cuidadosos con la honra y el buen nombre de los demás, como nos gustaría que hicieran con nosotros....