Mostrando entradas con la etiqueta MEDITACIONES DE DIOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MEDITACIONES DE DIOS. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de noviembre de 2015

¿QUÉ QUIERE DIOS DE NOSOTROS?


¿Qué quiere Dios de nosotros?
Dios quiere que le amemos con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas


Por: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net 




Uno de mis autores preferidos es San Agustín. Y un día leyendo uno de sus libros encontré esta frase que me hizo detenerme bruscamente, y volverla a leer: “¿Quién soy yo, Señor, para que me pidas y me exijas que te ame con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y te enojas muchísimo si no lo hago, más aún, me amenazas con castigos eternos. ¿Quién soy yo?. Y me puse a reflexionar en ello.

A Dios le importa de nosotros sobre todo una cosa, pero le importa muchísimo. Y es que le amemos. Pero que le amemos no de cualquier forma: con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Hay que concluir que, si no amamos, estamos perdidos. Con Dios no tenemos nada que hacer si no sabemos ofrecerle un poco de amor a Él y a nuestro prójimo. Pero si sabemos amar, estamos salvados. Después ese amor se demostrará con hechos, con actos de amor, como el participar en la misa, practicar la caridad con el prójimo etc.
Por eso, preguntémonos: ¿Cuánto amo yo a Dios? ¿Cuánto amo a mi prójimo? Ese es el máximo valor que tengo. Esa es mi salvación.

La religión cristiana era muy hermosa, la más maravillosa del mundo, cuando los cristianos cumplían sus dos únicos mandamientos de amar a Dios con todo el corazón y de amar al prójimo como a sí mismos.

martes, 27 de octubre de 2015

¿POR QUÉ DIOS ME ABANDONA?


¿Por qué Dios me abandona?
Debemos estar siempre seguros que Dios nunca nos abandona, incluso en medio de nuestro dolor.


Por: Alfonso Cervantes | Fuente: Mercaba.org 




Pregunta:

Hola tengo 23 años. Soy una persona que en esto de la fe ha tenido unos baches bastante grandes, en parte, traídos del hecho de que perdí a mi padre cuando tenía 10 años de una manera a mi entender totalmente injusta para él.

La cosa es que en esta etapa de mi vida me siento bastante triste. Como me suele pasar en estos casos recurro a rezar y a la Iglesia pidiendo ayuda porque me encuentro realmente sin ilusión en la vida desde que mi primer y único novio me dejara hace 5 meses.

Siempre he tratado de ser buena gente y ayudar en cuanto se me pida y he tratado de vivir de la manera más honesta posible. Mi única ilusión en la vida es encontrar a alguien que me quiera y me cuide (y viceversa) y poder formar una gran familia. Sé que Dios me ha dado muchas cosas pero no me ha dado lo que yo más quiero que es el amor de una persona por mí, pido y pido y rezo y rezo porque me lo conceda pero… no lo veo posible y eso hace que dude de que realmente Dios me quiera y me cuide porque estoy sola y todo me sale al revés. ¿Por qué Dios no podría darme ese o que quiero y anhelo por una vez? creo que he sufrido tanto en mi vida que necesito que me dé por fin algo que me haga feliz por primera vez en mi vida.

L.

Respuesta:

Estimada L.

No conocemos los tiempos de Dios ni cuando ha de darnos lo que le pedimos. Pero jamás podemos decir que Dios no cuida de nosotros o que Dios no nos quiera. Todo lo contrario: somos el fruto del amor de Dios. Si Dios no nos amara, simplemente no existiríamos. Y no debes olvidar que Jesucristo ha muerto en la Cruz por ti; ¿cómo puedes decir que no te ama quien ha dado por ti su propia vida? Lo que tú no serías capaz de hacer por un amigo (o tal vez sólo lo harías por un amigo, si eres realmente generosa) Él lo hizo por ti cuando eras su ‘enemiga’, como dice San Pablo (porque lo hizo para perdonarnos los pecados y por el pecado éramos enemigos de Dios).


Dios nunca nos abandona, incluso en medio de nuestro dolor.

Quiero que leas un hermoso testimonio escrito por un hombre joven, casado y padre de un hijo adoptado; enfermo de cáncer, sigue confiando en el inmenso amor y sabiduría de Dios. Éstas son sus palabras:

‘Me llamo Alfonso Cervantes Pavón y tengo 40 años de edad. Estoy casado con Isabel Oviedo y llevamos 14 años de matrimonio. Hace un año y medio adoptamos a un niño pequeño. Dios, en el vínculo matrimonial, no nos había concedido hasta ese momento ninguno. Ya está cercano a los tres años de edad (los cumple el 18 de julio). Se llama Ángel (ciertamente es un ángel para nosotros) y padece retraso psicomotor, como consecuencia de una encefalopatía prenatal. Quiero contar, a través de estas líneas, mi experiencia de cómo el Señor ha acontecido en mi vida. Lo conocí hace ya muchos años, cuando empecé este Camino de gestación en la fe que es el Camino Neocatecumenal. En la Iglesia, Él se ha revelado como un Padre que me cuida, guía mi vida y me ofrece diariamente la salvación y el perdón de mis pecados. En el entorno familiar, he tenido los problemas típicos de convivencia de todos los matrimonios, pero siempre con el perdón del Señor como respuesta a nuestras debilidades. En el aspecto laboral, he alternado tiempos de trabajo como albañil, tubero, operario en la construcción de barcos…, pasando también por momentos de desempleo.

Especialmente significativos, aquellos tiempos que vienen a mi memoria ahora de forma especial. Trabajaba por aquel entonces como operario en la construcción de un barco. Inesperadamente, y sin estar éste finalizado, sufrí un despido que, ciertamente, no esperaba. Aquellas fechas, mi parroquia, mi segunda casa necesitaba mano de obra para finalizar la fase de construcción de los salones de Catequesis. El complejo parroquial se ha terminado a base de donaciones y de personas que han trabajado sin recibir ninguna compensación material a cambio. En contra, espiritualmente, todos los que hemos echado alguna peonada hemos recibido bendiciones de Dios, el ciento por uno, porque Dios nos ha bendecido con la fe, algo que hoy se me revela más valioso que todo aquello que la sociedad me puede ofrecer, incluida la salud.

Nunca Dios me ha abandonado, y menos ahora. A principios de diciembre de 2001, acudí al médico por padecer un fuerte dolor pectoral. Con el paso de los días, observaba cómo el cuadro clínico se iba agravando, al aumentar el dolor y por la aparición de fiebre intermitente. En la tarde del día de Navidad, quedé ingresado en el Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz. Querían realizarme algunas pruebas. Se pensó en la posibilidad de una hepatitis C, de una inflamación hepática, o alguna enfermedad parecida; al cabo de unos días y sin mejoría aparente, recibí el alta médica en espera de resultados de unas pruebas médicas. Fueron pasando los días y continuaba sin experimentar mejoría alguna. Una tarde del mes de febrero, tras recibir la visita del padre Emilio, el párroco de San José Artesano, y algunos miembros de mi Comunidad Neocatecumenal, mi mujer, en contra de la voluntad de los médicos, me reveló la verdad: ‘Tienes un cáncer de hígado’, me dijo entre lágrimas. Una enfermedad de mal pronóstico, e irreversible por lo avanzado de su estado. No había solución.

En aquel momento ocurrió algo sorprendente y trascendental: tras recibir la noticia de mi enfermedad, no me asusté. El Espíritu Santo, sin duda, nos asistió a mi mujer y a mí, y nos acompañó durante aquella tarde. Experimenté una paz interior que no se puede describir ni explicar.

Con esto quiero decir que Dios realmente asiste en los momentos trascendentales de la vida. Sin duda, el Señor me paraba los pies. Van pasando lentamente los días desde mi lecho. Ya apenas me levanto. He salido de casa algunos sábados para acudir a la Eucaristía en la parroquia. Solamente incorporarme del lecho me produce el mismo cansancio que a vosotros un día entero de trabajo. Pero, como dice el Salmo, ‘El Señor está conmigo todos los días’. Él me asiste en mis dolores. Hace un par de semanas me han reforzado el tratamiento contra el dolor, para tener una mejor calidad de vida. Pero realmente lo que me hace sufrir son aquellas personas cercanas a mi familia que de alguna forma se han separado de Dios, han abandonado la fe, buscan, sin duda, la felicidad en otras cosas… Ruego al Señor por ellas.

Tengo muy claro que no soy yo, es Dios quien lleva mi enfermedad. Esta situación me supera, y ha redimensionado mi vida. Personalmente, no tendría fuerzas para llevarla adelante sin su ayuda. La garantía de que Él existe es que esta fuerza que actúa en mí es espiritual. Esto no lo puede explicar ni la ciencia ni la sabiduría humana, porque esta fuerza viene de Dios.

Espero y le pido constantemente no dudar de su amor, para que no salga de mis labios la siguiente pregunta: ‘¿Por qué a mí?’; deseo con todo mi corazón resistir a las acechanzas del demonio, que quiere que yo juzgue a Dios. Para gloria de Dios, no lo ha conseguido. Me siento asistido por todos los que me rodean, no sólo con su presencia, sino sobre todo por medio de la oración.

Todos los días recibo a Jesucristo en la Comunión y esto me mantiene vivo, me da fuerzas para dar una palabra de ánimo a quien lo necesita. Es Dios quien viene a mí; me visita, de igual forma que visitó a la Virgen María. También siento la presencia de Ella, mi Madre del Cielo, que escondida, en lo oculto, también intercede por mí.

Sé que me muero, no sé exactamente cuándo Dios me querrá llevar, pero tengo la garantía de que la muerte es precisamente un nacer a la Vida Eterna. Es el paso necesario para llegar a la presencia del Padre. Sé que en esta vida que se acaba -y que aquellos que me visitan y no creen en Dios lamentan como si hubiera recaído sobre mí una maldición- es necesario pasar por este trance, dar el salto a lo mejor, a lo definitivo, a lo verdadero: la Vida Eterna, la presencia del Padre.

domingo, 4 de octubre de 2015

AMIGOS DE DIOS


Amigos de Dios
Autor:  Padre Guillermo Ortiz S.J.


Cuando se apagan los colores y los ruidos de tantas cosas que nos distraen durante el día, puede que Ud. se sienta solo. “Te dejo solo con vos mismo que es lo peor que te puede pasar”. Así se despidió irónicamente Pereira de un amigo.

Cuando se apagan los colores y los ruidos de tantas cosas que nos distraen durante el día, puede que Ud. se sienta solo. Aún rodeado de gente y hasta de la propia familia, puede ser que Ud. se sienta solo si falta eso tan importante para la vida que es el amor de amistad.

“Ya nos los llamo servidores, los llamo amigos”, les dijo Jesús a sus discípulos. Y allí está como un buen amigo, en la Eucaristía, en el pan santo de la Comunión, en la Misa y en los Sagrarios de las iglesias; como un buen amigo que nos espera siempre, para escuchar nuestras penas y nuestras ilusiones, y para reconfortarnos con la fe en su presencia y en el poder de su amor paciente y fuerte.
¿Cuál es nuestra respuesta frente a la amistad que el mismo Dios ofrece en la Eucaristía, en la Misa, en la Comunión?
Cuando me siento solo hay alguien que siempre está misteriosamente conmigo. A veces pienso que está muy lejos o que quizá no existe, pero Jesús está, y es bueno.

martes, 22 de septiembre de 2015

EL MISTERIO DE DIOS


El misterio de Dios
Fray Mamerto Menapace




Frente al misterio del pecado, muchas veces sube en nosotros esa pregunta: ¿Por qué Dios lo abandonó?  Y si la experiencia de pecado se ha dado en nosotros, entonces se hace mucho más quemante la pregunta: Señor, ¿por qué me abandonaste? ¿Por qué dejas que mi corazón se extravíe lejos de vos? como dice Isaías hablando de su pueblo en el capítulo 63, 17.

Pienso que nuestro corazón es mucho más ancho de lo que nosotros pensamos. Nosotros hemos alambrado un retazo de nuestro corazón y pretendemos allí vivir nuestra fidelidad a Dios. Nos hemos decidido a cultivar sólo un trozo de nuestra tierra fértil. Y hemos dejado sin recorrer lo cañadones de nuestra entera realidad humana, el campo bruto que sólo es pastizal de guarida para nuestros bichos silvestres. Hemos trabajado con cariño y con imaginación ese trozo alambrado. Tal vez hemos logrado un jardín con flores y todo; y para ellos hemos rodeado con un tejido que lo hacía inaccesible a toda nuestra fauna silvestre. Y nos ha dolido la sorpresa de ver una mañana que alguno de los bichos (nuestros pero no reconocidos) ha invadido nuestro jardín y ha hecho destrozos. Y la dolorosa experiencia de la presencia de ese bicho nuestro, introducido en nuestra geografía cultivada, llegó incluso a desanimarnos y a quitarnos las ganas de continuar. Es la experiencia del corazón sorprendido y dolorido.

Y no pensamos que a lo mejor a Dios también le dolía el corazón, viendo que tanta tierra que él nos había regalado para vivir en ella un encuentro con él, había quedado sin cultivar. Que nosotros le habíamos cerrado el acceso a gran parte de nuestra tierra fértil.

A veces, por ahí, uno de esos salmos (gritador y polvoriento) sacude alguno de los pajones de nuestro inconsciente, y se despiertan allí sentimientos que buscan llegar a oración. Pero nosotros enseguida los espantamos. No queremos que en nuestro diálogo con Dios se mezcle el canto agreste nuestra fauna lagunera. Quisiéramos mantener a Dios en la ignorancia de todo aquello que está en nosotros pero que nosotros no aceptamos.

Y es entonces cuando Dios nos obliga a reconocer nuestro corazón. Dios nos abandona para probarnos y descubrirnos todo lo que hay en nuestro corazón. Para que urgido por la dura experiencia de nuestro pecado hagamos llegar hasta sus oídos ese grito pleno de nuestro corazón. Y en esa dolorosa experiencia empieza a morir nuestra dificultad psicológica de rezar ciertos salmos. Nosotros no los aceptábamos porque nos sentíamos plenamente inmunes, puros, totalmente cristianos. Nos parecía que esos salmos eran "precristianos". Gritos de una geografía dejada atrás. Pero nuestro pecado nos llama a la dolorosa realidad de tener que comprobar que la mayor parte de nuestro corazón debe aún ser evangelizado. Que hasta ahí aún no ha llegado la buena noticia de que Cristo se hizo hombre, que murió asumiendo nuestro pecado y que con ellos descendió a los infiernos, para vencer en su propia guarida la raíz venenosa del pecado y de su compañera la muerte.

Dios podría impedir la quemazón de nuestros pajonales. Y sin embargo prefiere sembrar más allá de las cenizas, en la tierra fértil que hay debajo. Dios no impide nuestra muerte; en el surco de nuestra muerte siembra la resurrección para el más allá.

Porque Dios se ha comprometido con todo nuestro corazón. Porque nuestro corazón se salva en plenitud, o no se salva nada. Pero Dios es poderoso. Y lo salvará.

sábado, 29 de agosto de 2015

HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo...
Una forma que ayuda a superar la rutina es decirle lo mismo a Dios pero con palabras espontáneas


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oración.com 




Cuando digo una oración de memoria, me sucede a veces que ya no pongo atención en lo que digo. Una forma que a mí me ayuda de superar la rutina es decirle lo mismo a Dios pero con palabras espontáneas. Por eso a veces rezo las oraciones más comunes con mis propias palabras y me ayuda mucho a renovar el sentido de cada frase, para luego pronunciar las mismas palabras con mayor sinceridad y hondura.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
En artículos anteriores he venido sugiriendo cómo rezar mejor el Padre Nuestro. Paso a la siguiente frase: "Hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo". Y lo haré como sugiero arriba: diciendo lo mismo con palabras espontáneas.


Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.
Tú quieres mi salvación eterna.
Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad.
¡Qué más puedo desear! ¡Gracias, Padre! 

No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.
Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme.
Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces me confundo,

se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.
No siempre es fácil saber qué es lo que tú quieres, qué es lo que más me conviene.
No quiero contristarte, no quiero hacer daño a las personas.
Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la vida eterna.
Quiero obedecerte porque quiero agradarte.
Quiero lo que Tú quieras porque te quiero.
Y si hago lo que tú quieres me irá siempre bien.
Quien hace tu Voluntad se salva.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad.

Tú amas a los que cumplen tus mandamientos:
"Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana." (Mt 12, 49-50)
Tu Voluntad es que cumpla tus mandamientos.
Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,
no es tan sencillo y no siempre sé cuál es tu voluntad.
Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir, pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.
Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní, me abandono en tus brazos con absoluta confianza
y te digo: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42)
Que se haga tu voluntad en mí.
Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.
Padre Santo, hágase tu voluntad.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
"Que en la tierra reine la paz como en el cielo." (San Ambrosio)

¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)

Así como los ángeles te obedecen, que así también yo.
Que así como ellos ven con claridad el modo de agradarte,
como ellos hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe,
que así también yo te obedezca y te bendiga.

Padre Nuestro, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

LA MENTE DE DIOS ES DIFERENTE


LA MENTE DE DIOS ES DIFERENTE



El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar.

Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse y almacenar sus pocas pertenencias. Entonces, un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, regresó a su casa sólo para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo.

Lo peor había ocurrido, lo había perdido todo.
Quedó anonadado de tristeza y rabia.

"¡Dios mío!, ¿cómo pudiste hacerme esto?", se lamentó.

Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el ruido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.
"¿Cómo supieron que estaba aquí?", preguntó el cansado hombre a sus salvadores. 

"Vimos su señal de humo", contestaron ellos.

Es fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal, pero no debemos desanimarnos porque Dios trabaja en nuestras vidas aún en medio del dolor y el sufrimiento.

La próxima vez que tu cabaña se vuelva humo, recuerda que puede ser la señal de que la ayuda y gracia de Dios viene en camino.
EL HUMO NO SIEMPRE ES SEÑAL DE DESASTRE... DIOS NUNCA LLEGA TARDE, SIEMPRE ESTÁ PRESENTE...

miércoles, 26 de agosto de 2015

GRACIAS, SEÑOR


GRACIAS, SEÑOR


Gracias, Señor, por el día, por tu mensaje de amor que nos das en cada flor; por esta luz de alegría, te doy las gracias, Señor.

Gracias, Señor, por la espina que encontraré en el sendero, donde marcho pregonero de tu esperanza divina; gracias, por ser compañero.

Gracias por este camino, donde caigo y me levanto, donde te entrego mi canto mientras marcho peregrino, Señor, a tu monte santo.

Amén.

lunes, 17 de agosto de 2015

CONFIAR EN LA PROVIDENCIA DIVINA


Confiar en la Providencia de Dios
Muchos hombres y mujeres ya no piensan en la providencia divina. No creen que Dios está activo en el mundo y en la historia. 


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




El mundo está lleno de emergencias: en la economía y en la política, en la familia y en la educación, en el clima y en la agricultura. Emergencias y más emergencias, incluso en el propio hogar: no hay dinero para llegar a final de mes, o ya no queda aceite en el coche...

Ante tantas emergencias, hay que ponerse a trabajar. No tiene sentido sentarse pasivamente ante lo que ocurre, ni vivir en quejas amargas. Dios nos ha dado una mente para pensar y ver de frente los problemas, y una voluntad para decidir: ¡manos a la obra!

Pero por más que nos lancemos frenéticamente a arreglar el mundo cercano o el mundo lejano, por más que luchemos para frenar el calentamiento global o la corrupción local de los políticos, no podemos olvidar una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127,1).

Por eso, a la hora de afrontar tantos problemas, urgentes, dramáticos, necesitamos primero rezar para analizarlos correctamente, para tener un corazón prudente y decidido, y para alcanzar la necesaria fortaleza que nos permita romper miedos y ponernos a trabajar.

Luego, necesitamos recordar que los resultados no están en nuestras manos. Hay cosas que haremos mejor, otras habrá que corregirlas de inmediato. Pero una mejora en el mundo, un avance del bien, sólo será posible desde la acción de Dios.

Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo ya no piensan en la providencia divina. No creen que Dios, realmente, está activo en el mundo y en la historia. En realidad, sólo tiene sentido el esfuerzo por el bien y la justicia desde la esperanza, desde la certeza, de que Dios existe y actúa continuamente.

Dios es un Padre, y un Padre vela por sus hijos. Da la lluvia y el sol, protege y levanta. Cura y perdona. Camina a nuestro lado. También cuando decidimos alejarnos y pecamos, sabe esperar y ofrece señales para que volvamos a Él.

Sólo cuando nos dejemos abrazar por Dios y confiemos, descubriremos lo mucho que hizo en el pasado y lo mucho que hace en el presente. Mejor aún: seremos capaces de reconocer que ya hizo lo único importante: darnos a su Hijo, fundar su Iglesia, ofrecernos el Reino, abrirnos las puertas del cielo.

Todo lo demás pasa. Solo el Amor queda. La providencia es el modo concreto con el que el Amor interviene, a veces de modo sorprendente, en este mundo de hijos necesitados de una esperanza, una misericordia y un consuelo que sólo puede venir de un Padre bueno y cariñoso.

miércoles, 5 de agosto de 2015

TE AMO PORQUE ME HAS AMADO PRIMERO


Te amo porque me has amado Tú primero
Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana.
Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 



Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable.
Es el Amor con mayúscula. Dios es Amor. La Belleza misma la Santidad -el tres veces santo- el todopoderoso, creador de los cielos y la tierra.

Cuando uno ve a una persona buena, santa, poderosa, amorosa, muy bella se entusiasma con ella, se enamora de ella. El que conoce a Dios no puede menos de enloquecer de amor por Él.

"Tarde te amé, Oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé". San Agustín. Esta frase de San Agustín dice muchas cosas: Primera que Dios es de una belleza inmarcesible. A veces uno se enamora de un ostro de una persona que no quisiera que envejeciese, que mantuviese siempre la misma frescura, la misma juventud, idéntica sonrisa. Pero, por desgracia, las personas avanzan en edad, salen canas, arrugas, obesidad, arrugas en la frente y en el alma. Algunos podría n decir: Esta no es la persona de la que yo me enamoré. Ha cambiado demasiado.

Segundo, que uno es un pobre desgraciado cuando se enamora de todo menos de Dios. Por eso dice dos veces la palabra triste tarde, demasiado tarde. Y realmente es cierto. Los minutos, los años en que uno no ama a Dios son perdidos miserablemente. Si no he amado a Dios ¿qué he estado haciendo? Lo mínimo es perder tiempo y vida.
Cuantos de nosotros deberíamos decir como el santo: Tarde te amé, oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y, tal vez, algunos tengan que decir: Nunca te amé, nunca te conocí. !Qué triste es esto!.

Y porque a ti sólo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Por ser mi Creador, mi Redentor, y por haberme destinado al cielo.

Te amo porque me has amado Tú primero.
Esto es fantástico -El nos amó primero a
cada uno. Desde siempre, desde toda la eternidad.
No me consultaste par darme la vida...
Porque me amaste, me creaste, me diste la existencia.
Pero no me creaste para la desdicha, para la mediocridad, sino para ser santo, feliz, para hacer algo grande en este mundo.
La aventura más grande es amar a Dios con todo el corazón...
Y al prójimo por amor a El.
No amar a Dios es la desgracia mayor.
Pero amar es darse, es cumplir la voluntad del amado, su voluntad.
"Él nos amó primero", nos recuerda San Juan. Te amé con un amor eterno.

Te amo porque me has redimido del pecado.
Librar al amado de su peor enfermedad, más aun de su muerte, de su verdadero mal, de su eterna condenación.
Gran amor representa.
Y cuál ha sido el precio. Dios envió al mundo a su Hijo no para condenar al mundo, sino para salvarlo, no para condenarte sino para salvarte. Debes saberlo.
La respuesta debiera ser como al de santa Teresa. "Tengo una vida y entera se la doy; pero si mil vidas tuviera, las mil se las daba".
El bautismo, la confesión son sacramentos de amor, porque son los sacramentos del reencuentro con el hijo pródigo.
"Daos cuenta de que no habéis sido rescatados con oro o plata, sino al precio de la sangre de Cristo".
Por eso decía San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada, si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo"
Cuando uno se santigua se recuerda a sí mismo y recuerda a los demás que es seguidor de un gran jefe, de Jesucristo y pertenece a la religión del crucificado, la religión del amor. Cada vez que uno se santigua equivale a repetir las palabras de San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada..."
Esconderse cuando se santigua significa que se avergüenza de ser cristiano. Soy cristiano y a mucha honra.
Librarnos del pecado es librarnos del infierno merecido por ese pecado. Mucho te ha de querer quien de tanta desgracia te ha librado. Y mucho más te ha de que querer quien, además de libarte del eterno dolor, te ha regalado la eterna felicidad.
¿Quién es esa persona, dónde vive, cómo se llama? Me muero por verlo, tengo que ser su amigo, quiero amarlo por siempre... y sabemos que es Jesús.

Te amo porque me has abierto las puertas de tu Reino
Lo más grande que podía regalarnos. Dios no tiene una cosa más grande que darnos que el cielo, su cielo, donde Él vive y es infinitamente feliz.
Las puertas de ese cielo estaban cerradas. Cristo nos las ha abierto. La felicidad de Dios la participaremos.
Los que nos han precedido en el camino nos dicen: "Es verdad...vengan".
San Pablo, que vio el cielo: "Todo lo que su sufre en este mundo es nada..."
No tienes razón cuando piensas y dices: Me piden demasiado. La verdad, hermano, es que nos piden demasiado poco.
"Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo." Si esta no es tu máxima alegría, no sabes qué es el cielo.
Te invito en este momento a que te sientas muy alegre de que tienes tu nombre escrito en la lista del cielo. Alégrate, sí, más que de todas las demás cosas.
¿Cuántas veces te ha regalado Jesucristo el cielo? Con cada pecado mortal lo has perdido. Con cada absolución te lo han devuelto. ¿Cuántas veces has perdido el cielo, pobre hombre, pobre mujer? ¿Cuántas veces te han vuelto a dar el cielo, hombre afortunado, mujer afortunada?

Te amo porque me has hecho hijo de Dios
Decía Jesús. "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos". No fue un santo, ni siquiera la Virgen María quienes nos indicaron que rezáramos así, sino su propio Hijo, Jesús. Mi Padre me ha pedido que les enseñe a orar así: "Padre nuestro que estás en el cielo..." Jesús podría haberle dicho con toda razón: Padre, soy tu hijo único, ¿cómo que ahora voy a ser hermano de todos los hombres? Además, no sé si te has fijado cómo se portan muchos de ellos. ¿Vas a caso a repartirles la herencia del cielo?
No, Jesús le dijo: Bendito seas, Padre mío, porque quieres además de tu hijo divino, hacer hijos tuyos también a cada uno de los hombres. Yo soy, me declaro hermano de cada uno de ellos. Esto lo dijo Jesús, está en el Evangelio, a través de María Magdalena: "Ve a decirles a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".

De la herencia también habló: "En la casa de mi padre hay muchas moradas, Voy a prepararos un lugar". Con qué profunda emoción les dijo Jesus esta noticia a los apóstoles y a cada uno de nosotros. Voy a prepararos un lugar.

Debemos atrevernos a rezar el Padrenuestro como Jesús quería que lo rezáramos: Decidlo, sentidlo, amadlo, tened una total confianza.
Desconocer el amor de ese Padre es la desgracia mayor del mundo.
Debemos enseñar a los hombres que Dios es su Padre. Porque no lo saben, no lo creen, no se lo imaginan.

Evangelizar no es sólo explicar las hermosas realidades de la religión sino hacérselas creer, sentir, experimentar.

Te amo porque me has enriquecido con el Espíritu Santo
Paráclito: consolador, santificador, es decir que nos guía hacia la santidad y hacia la vida eterna.
Bueno, ¿y dónde está el Espíritu Santo?
Responde San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?
También Jesús lo afirmaba: Si alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Las tres divinas personas.
El alma que vive en gracia es un templo de la Santísima Trinidad, de las tres divinas personas.
Se le llama, por esta razón, el divino huésped del alma.
Es el Don por excelencia; es el amor infinito de Dios que vive en nosotros y para nosotros. Para realizar el plan de amor de Dios en nosotros: hacernos, hombres y mujeres fieles, cristianos felices, santos y llevarnos al cielo para toda la eternidad.

Te amo, porque me has entregado a tu Madre al pie de la cruz.
¡Qué amor tan delicado, tan sincero, tan fino! María es su joya, su criatura predilecta, su Madre bendita...Pues no quiso quedársela para sí.
Es madre nuestra con todo derecho porque nos la han dado.
Podemos y debemos, por tanto, llamarla madre nuestra.
Corredentora: Jesús ha querido que, de manera semejante a Él, sufriera terriblemente y colaborara así a la redención, a nuestra redención, a la mía.
Aquí no me malentiendan los hermanos evangélicos. Pues, si San Pablo completaba en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo, quiere decir que todos colaboramos al menos con alguna partecita. Pero María más que nadie.
Jesús nos la dio: El regalo en sí mismo es extraordinario, único.
Pero nos la dio con un grandísimo amor.
Y María ha aceptado ser madre de cada uno de nosotros con una obediencia perfecta y con un cariño inmenso que no podemos ni medir.
Bendito el momento en que Jesús decidió darme a su Madre como Madre Mía.
Después de la alegría de ser hijo de Dios, la más entrañable felicidad es tener como madre a María.

Te amo por el don de la fe católica
Si estimáramos la fe como los santos..."Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe", está dicho.
El justo, el santo, vive de la fe, es decir, de lo que le ha dicho Dios a través de su Revelación.
La fe debe ser viva y operante, no mortecina ni somnolienta.
Por ejemplo, si al comulgar tú crees profundamente en que en ese pan consagrado está realmente Jesucristo, el día no puede de ninguna manera ser triste o malo. Has recibido a Dios.

Tener fe es ver todas las cosas con los ojos con los que ve Dios.
Si no tuviéramos fe, seriamos muy desgraciados... En realidad los que no tienen fe, ¿qué sentido encontrarán al dolor, a la muerte, al después de la muerte? Si no se tiene fe ¿qué sentido tiene la misma vida, el vivir, el amar, el cumplir con las reglas de la moral? Sin fe todo se tambalea.

La mejor forma de agradecer la fe a Dios consiste en transmitirla, en comunicarla a otros. En reanimar la fe de los que la tienen medio dormida o medio muerta. Hay muchos hermanos nuestros que pierden la fe, la están perdiendo, por falta de alguien que les ayude a vivirla con pasión.

Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Ojalá ayudemos a algunos a recuperarla, a volver a la casa del padre de la que nunca debieran haber salido.

Te amo porque te has quedado conmigo en el sagrario.
Jesús ha cumplido su promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. ¿Cómo? En la Eucaristía.
Yo animo a todos esos hermanos y hermanas nuestras que tienen gran devoción a la Eucaristía, que comulgan con devoción, hacen adoración al Santísimo, lo visitan en el tabernáculo, hacen procesiones con el Santísimo. Nos recordaba Nuestro querido Benedicto XVI que la primera procesión con el Santísimo fue la de María cuando fue a visitar a su Prima santa Isabel llevando en sus purísimas entrañas a Jesús. Con eso quedan las procesiones santificadas.
No cuesta nada visitarlo, ir a pedirle favores. Necesitamos ir al Sagrario más que al súper: Porque en el súper conseguimos alimentos para el cuerpo, pero en el Sagrario alimento para el alma: "Venid a Mí todos los que andáis fatigados y abrumados por la carga y Yo os aliviare". ¿Creen que Jesus dijo esto por decirlo nada más?
No tengo tiempo de visitarlo, porque tengo que hacer tanto por Él. Soy un apóstol tan celoso y tan ocupado que no tengo tiempo para rezar, para ir a la Iglesia. Pues soy un mal apóstol, porque me preocupo más de la viña del Señor que del Señor de la viña. Les pongo un ejemplo para que me entiendan. Hay maridos, sobre todo jóvenes, que están abrumados de trabajo y no tienen tiempo de estar con su esposa y sus hijos, porque están ganando dinero para ellos. Cuantas veces he escuchado a esas esposas: Ojalá mi esposo ganara menos y estuviera más tiempo con nosotros.
Pues tengan la seguridad de que Jesús nos dice a muchos de nosotros: Ojalá tuvieras más tiempo para estar conmigo.

Te amo porque me has enviado como a los apóstoles, a extender tu Reino entre los hombres.
Nadie más nos ha enviado, sólo Cristo. "Id y predicad el Evangelio a toda criatura. No me habéis elegido vosotros a Mí sino yo a vosotros"
Cada uno ha sido enviado a predicar la Buena Nueva: los padres a los hijos, los amigos a los amigos. A todos a los conocidos y desconocidos.

Te amo porque eres mi Dios y mi Señor.
Mi Dios y mi todo, decían los santos en un suspiro de amor.
En resumen: Te amo con todo mi corazón.
Porque lo mereces totalmente, lo esperas.
Porque es lo que más me importa y lo que más necesito.
San Pablo decía: Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia.
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi Padre, mi grande y mi único amor y la gran razón de mi existencia.
"Señor mío y Dios mío" exclamó Santo Tomás en un momento de gracia. Es una frase que tenemos que decir y sentir con mucha frecuencia.
"No volveré a servir a un señor que se me pueda morir". Palabras de San Francisco de Borja ante el cadáver de su hermosa reina. Servimos a ese Dios y Señor que vive para siempre, que con el paso de los siglos no ha perdido nada de su belleza, de su amor, de su poder y misericordia. Dios ha sido, es y será siempre infinitamente amable y adorable para suerte nuestra.


Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana. Aprovechemos esta maravillosa gracia y amemos, amemos a la persona más digna de nuestro amor.

lunes, 3 de agosto de 2015

ME SIENTO UN NÁUFRAGO ESPIRITUAL


Me siento un náufrago espiritual
En este mar apático se nada y se nada, buscando una isla donde aferrarse, hasta que vemos a Dios a nuestro alrededor.
Por: Oscar Schmidt 




Si, a veces me siento como un náufrago nadando en un mar de incomprensión espiritual, tratando de encontrar aunque más no sea una isla pequeña donde descansar ¿A qué me refiero?

Rodeado de la vida mundana, no se advierte que los demás miren este mundo aunque no sea más que un poquito, con los ojos de Dios. Escucho hablar a la gente de cosas que suceden, y se advierte de inmediato la mano de Dios en ello. Pero, ¿cómo decirlo, si no hay peor sordo que el no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver? Miro a derecha, a izquierda, por delante y por detrás, y sólo veo gente que no tiene la más mínima voluntad de introducir a Dios en sus vidas. ¡Un verdadero mar de frialdad espiritual!. Miles de millones de almas viven totalmente ajenas a El. Mientras rezo en mi interior, y pienso en lo mal que se siente el Creador al ver semejante nivel de indiferencia, más y más me siento como un náufrago perdido en un mar de ignorancia y ceguera espiritual. Y ésta realidad me resulta visible en aquellos momentos en que, por Gracia de Dios, se abre mi corazón a ver la realidad con una mirada espiritual, porque el resto del tiempo entristezco al Señor con pensamientos y sentimientos del todo mundanos también.

En este mar apático se nada y se nada, buscando una isla donde aferrarse. Y esas islas aparecen, cuando cruzamos nuestro camino con alguien que ve a Dios en lo que ocurre a nuestro alrededor. ¡Y cómo nos aferramos a estas personas en esos momentos! Conversaciones vibrantes, plenas de amor a Dios, compartiendo tantas cosas que el mar-desierto espiritual que nos rodea ignora totalmente. Son momentos de descansar, de tomar fuerzas, de recordar que el Señor nunca nos deja desamparados. Y luego de gozar estos instantes de unión con esos hermanos en el amor a Jesús y María, a nadar nuevamente en el mar que nos rodea.

Creo que nuestra obligación, como hijos de Dios, es sobreponernos a éstas frustraciones del alma, y seguir luchando en medio de tan grande incomprensión. Debemos dar testimonio del amor por Dios, aunque nadie nos preste atención, a riesgo de que nos tomen por locos o aburridos, o pasados de moda, o el calificativo que sea. Imaginen que el pobre Jesús también nadó en este mar espiritual cuando vino a nosotros, y como siempre, la Palabra del Señor es el modelo de lo que debemos esperar de nuestras vidas, y también de cómo debemos reaccionar frente a la falta de amor del mundo.

Hoy nos sentimos náufragos, y también colaboramos con el naufragio general ante nuestra falta de amor por El. Pero, personalmente, creo que si cada uno de nosotros nada con fuerza en estas aguas, dando vigoroso testimonio del amor como único camino, se irán formando más y más islas a nuestro alrededor, hasta que se unan poco a poco.

Y esas islas, que son las almas de los que aman a Dios, unidas unas con otras formarán un continente espiritual, donde reine el Amor por nuestro Dios, donde se pueda pisar firme y confiado en tierras regadas por las lágrimas de quienes donaron sus vidas por el Salvador, a lo largo de los siglos.

lunes, 27 de julio de 2015

PARA COMUNICARSE CON DIOS


Para comunicarse con Dios



Cada día resulta más fácil comunicarse con las personas; pero.. ¿Y con Dios?

Aquí tienes ocho reglas para llamarle y contar con Él, cuando desees:

1 - Marca el prefijo correcto. No a lo loco.

2 - Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo. No hables sin parar, escucha al que habla al otro lado.

3 - Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del corte.

4 - No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia. Eso no es trato de amigos.

5 - No seas tacaño. No llames sólo a las horas de "tarifa reducida", es decir, cuando toca o en fines de semana. Una llamada breve en cualquier momento del día sería ideal.

6 - Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.

7 - No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador todos los mensajes que quiera y cuando quiera.

8 - Toma nota de las indicaciones que Él te diga para que no las eches en olvido.

Si a pesar del cumplimiento de estas reglas la comunicación se torna difícil, dirígete con toda confianza a las oficinas del Espíritu Santo. Él restablecerá la comunicación.

Y si tu teléfono no funciona, llévalo al taller de reparación que lleva por nombre "Sacramento del Perdón". Allí todas las reparaciones son gratuitas y tienen una garantía de por vida.

martes, 21 de julio de 2015

PARA REZAR... UN CIRIO ENCENDIDO


Para rezar...un cirio encendido


Arroja fuera de ti las preocupaciones, aparta de ti tus inquietudes. Dedícate un rato a Dios y descansa un momento en su presencia.


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com 




Esta es mi rutina todas las mañanas al comenzar la meditación: Entro a mi habitación, cierro la puerta y las persianas, apago las luces, enciendo un cirio, lo pongo frente al crucifijo, me arrodillo o me siento, y en un ambiente de completo silencio voy a la profundidad del corazón: "Cuando ores, entra en tu alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en lo secreto." Mt 6,6

Busco la calma, callo todo aquello que no me lleva al encuentro conmigo mismo y con Dios. El silencio es la frecuencia para el encuentro con Dios. Debe reinar el silencio para escuchar a Dios, sobre todo silencio en el corazón. El silencio requerido para la meditación debe ser no sólo de ruidos exteriores, también y sobre todo de los ruidos interiores que provocan la imaginación, la memoria y las emociones.

Para este momento San Anselmo escribe: "Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él." (San Anselmo)

Jesús buscó siempre el silencio. El silencio del corazón de María el día de la anunciación, el silencio de la cueva de Belén, el silencio de la casita humilde en Nazaret, el silencio del desierto al comenzar la vida pública, el silencio de las noches de oración, el silencio del huerto de los olivos, el silencio de la cruz, del sábado santo y de la resurrección. Hoy está en el silencio del Sagrario y te espera en el silencio de tu corazón. Quiere que en él encuentres un silencio sonoro: la irrupción del mismo Espíritu que se hizo presente en la comunidad de los apóstoles y se posó sobre cada uno de ellos cuando estaban en oración (Hechos 1,14; 2,1)

El silencio es la puerta de acceso al corazón. El silencio y la soledad son preparación para el encuentro con Dios; el encuentro con Dios es comunión y plenitud. Primero es ausencia de interferencias, luego es el ambiente propicio para la escucha, luego la unión de corazones: un silencio fascinante, fecundo, revelador.

Veo con toda calma la llama del cirio: humilde, serena, ardiente, luminosa. Cierro los ojos y con la mirada interior, la de la fe, traigo a la memoria la llama que el Espíritu Santo encendió en lo más profundo de mi corazón el día de mi Bautismo. Esa llama que arde en lo más profundo de mi ser es la presencia de Dios vivo. "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" 1 Cor 3,16

"Di, pues, alma mía, di a Dios: -Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.- Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte." (San Anselmo)

El silencio ahora es atención amorosa a la presencia oculta de Dios en el corazón: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior, estarse amando al amado." (Suma de perfección, San Juan de la Cruz) Ya en la presencia de Dios, permaneces en sus brazos: "callado y tranquilo, como un niño recién amamantado en brazos de su madre." (Sal 131) Y entonces te quedas envuelto en la presencia de Aquél en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (He 17, 28)

viernes, 17 de julio de 2015

AQUEL POETA QUE BUSCABA A DIOS EN LAS ESTRELLAS


Aquel poeta que buscaba a Dios en las estrellas

Aquél que hasta ese momento había buscado respuestas, y tan solo había encontrado el eco de su propia voz rebotando en un muro de impía oscuridad, por fin veía un destello


Por: Antonio Gil-Terrón Puchades 




La tierra, dentro de miles o millones de años, será inhabitable y por fin perecerá. Entonces, será como si este planeta no hubiese existido jamás, todo será arrinconado en el vacío del olvido. Nadie llevará ya en sí la memoria de lo que aquellos extraños seres, que un día vivieron en la tierra y se llamaban hombres, realizaron y sufrieron... Todo habrá sido perfectamente inútil y esta comedia, que habrá durado miles de años y de la que nadie habrá sido espectador, podía igualmente no haber tenido lugar. ¿No es esto de una vertiginosa ridiculez? ¿No es para aullar de angustia y refugiarse en la muerte?

Por espacio de un momento, breve como el zigzag de un relámpago, estamos en la tierra, vivos, con los ojos abiertos, atormentados por todos los deseos y por todos los ensueños, queriendo alcanzar y abarcar lo imposible, interrogamos al pasado, leemos lo que los hombres han pensado antes de nosotros, y nada sacamos en claro; interrogamos a la tierra, al cielo, a las estrellas, a los abismos de los espacios y a los de nuestra propia alma, lloramos de nostalgia por la belleza, gesticulamos apasionadamente y, de repente, caemos muertos y ya no hay nada más, nada, nada, nada, nuestros ojos están cerrados para siempre, los ojos con que ahora miramos las estrellas, esas estrellas que no nos recordarán.

¿Qué significa la vida, a cuyo término está la muerte, ese inmenso agujero negro donde vamos cayendo uno tras otro como piedras? Decididamente es una perfecta estupidez tomarse la vida en serio si no existe el alma. Pero ¿acaso las religiones no son más que un hermoso sueño, bellas mentiras consoladoras a las que el hombre se aferra ante la perspectiva de desaparecer tragado por la noche espantosa de la muerte? ¿Contienen una realidad o no son más que quimeras? Sigo perplejo ante los enigmas. ¿Dónde puedo encontrar la verdad?

Los tres párrafos que anteceden fueron escritos por un escritor ateo llamado Pieter van der Meer, poeta holandés nacido en Utrecht en 1880, y fallecido en Breda en 1970. En el texto que hemos leído hay mucha más filosofía y teología que en muchos libros especializados. Pero Pieter no era ni filósofo, ni teólogo, tan solo era un sencillo poeta como el que ahora les escribe.

Pieter van der Meer encontró finalmente respuesta a todas sus preguntas. Fue a raíz de una visita a un monasterio trapense, cuando comenzó la aventura que iba a marcar su vida y la de su familia. En aquellos momentos escribió:

«Nunca se me había ocurrido pensar que en nuestro tiempo existiese todavía semejante fenómeno: hombres que consagraban su vida a la oración... Si Dios no existe, ¿no es absurdo todo esto? En tal caso, sería algo propio de idiotas, de dementes, algo incluso criminal lo que hacen estos hombres, es decir, aislarse, renunciar a los placeres de la vida y adorar y glorificar algo que no existe. No obstante, en este lugar siento yo orden, paz y la atención está fija en el mundo interior, en el alma, en lo eterno...»

Cuando Pieter van der Meer abandonó el monasterio, algo en su interior ya había cambiado. Aquél que hasta ese momento había buscado respuestas, y tan solo había encontrado el eco de su propia voz rebotando en un muro de impía oscuridad, por fin veía un destello, una débil y trémula luz que en breve se habría de convertir en una explosión de luz que iba a iluminar su alma para siempre. Así narra - el propio Pieter - lo sucedido:

«Esta mañana (4 de diciembre de 1909) he estado en misa en la capilla del convento de las benedictinas... Por primera vez, he experimentado la sensación de que ocurría algo indecible, cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración. No sé decir cómo o de dónde me vino ese pensamiento, pero supe que algo había cambiado y que allí había ocurrido algo de una tremenda grandeza».

La llama estaba ya encendida en su corazón, y a partir de ese momento no habría viento capaz de apagarla.

Pieter había encontrado por fin la paz que su alma demandaba: «Cada mañana y cada noche nos arrodillamos los tres (con mi esposa e hijo) ante el pequeño crucifijo y oramos. Recitamos las plegarias en voz alta y yo me esfuerzo en rodear cada palabra de la más viva atención... Hago la señal de la cruz y la paz mora en mi corazón. No lo comprendo y no sé explicarlo. Me siento pequeño y, al mismo tiempo, inmensamente grande. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Por qué sobre mí? ¿Por qué sobre nosotros esta gracia abrumadora?».

Pieter fue bautizado en la fe católica el 24 de febrero de 1911. Al día siguiente escribió: «El acontecimiento de ayer es el centro de mi vida, por siempre. Ahora soy cristiano. No se trata de un bello juego de imaginación, no se trata de autoengaño con palabras bien sonantes, no se trata de una hermosa apariencia ni de una consoladora mentira, no, se trata de una realidad eterna. Soy cristiano por toda la eternidad».

Los golpes que la vida le habría de deparar, jamás pudieron quebrar su fe. Seis años después de su bautismo fallecía, a la edad de tres años, su hijo pequeño. Su hijo mayor, Pieterke, que había ingresado en un convento como monje, falleció a los cinco años de haber sido ordenado sacerdote. Su hija ingreso en un convento de monjas, y su esposa, amiga y compañera, falleció en 1954, quedando Pieter solo en el Mundo; mejor dicho, solo no, sino a solas con Dios.

Fue tras el fallecimiento de su esposa cuando Pieter van der Meer publicó su libro "NOSTALGIA DE DIOS", en el que narra la historia de su vida, y del que he extraído los textos que figuran en el presente artículo.

Según parece la fe de los creyentes procedentes de una conversión suele ser más sólida que la de algunos creyentes "de los de toda la vida" que jamás se han preocupado de cultivar su fe, y que tras sufrir alguna desgracia familiar, comienzan a culpabilizar y a insultar a Dios, como acto previo a declararse ateos.

Dios nos libre de vernos en semejante tesitura, pero si en alguna ocasión debemos de tragar ese cáliz, pidámosle al Padre que nos dé la misma fortaleza que le dio a Pieter van der Meer, aquel poeta que buscaba a Dios en las estrellas, sin darse cuenta que siempre había estado a su lado.

miércoles, 15 de julio de 2015

DIOS TE AMA A TI, TE HA CREADO


Dios te ama a ti, te ha creado
porque Dios quiere amar a otros, te ha creado a ti, tal como eres, para que tú les lleves su amor 


Por: P. Juan Carlos Ortega Rodriguez | Fuente: Catholic.net 




Vino a Roma una amiga de la familia. Este beso es de parte de tus padres. Y me han dicho que si necesitas algo me lo digas para comprártelo. El amor no se detiene a causa de las distancias y cuando tiene una oportunidad trata de manifestarlo de algún modo, incluso con emisarios. Mientras contemplaba y escuchaba a mi paisana, entendí perfectamente que mis papás me decían: te queremos mucho y nos preocupamos de ti.

Algo parecido ocurre con Dios y el amor que Él tiene por los hombres. No sé si lo habías pensado alguna vez. Por eso te lo digo: tú y tu vida, es un esfuerzo de amor por parte de Dios. El Señor quiere amar y por eso te ha creado a ti. Pero, ¡atentos! En ti, el amor de Dios se expresa en un doble sentido. Porque Dios te ama a ti, te ha creado. Pero a la vez, porque Dios quiere amar a otros, te ha creado a ti, tal como eres, para que tú les lleves el amor que Él les tiene.

Esto es lo que San Juan Pablo II decía: "Movido por el principio de haber sido creado a imagen de Dios, hombre y mujer, el creyente puede reconocer el misterio del rostro trinitario de Dios, que lo crea poniendo en él el sello de su realidad de amor y comunión" (31 de mayo 2001). Vamos a explicar estas palabras del Papa.

¿Cómo es Dios? Dios es "amor y comunión". Para que se pueda amar es necesario que exista algo que sea amado, algo diverso del que ama.

¿Correcto? Pero, a la vez, el amor crea unión entre el amante y el amado. Es decir, para amar se requiere ser diverso de otro y, al mismo tiempo, el amor busca la unión. En realidad esto es lo que llamamos el misterio de la Santísima Trinidad: siendo tres personas son, por el amor, una sola realidad.

La siguiente pregunta que se debe responder es ¿cómo eres tú? Si tú has sido creado para expresar el amor de Dios, y para amar es necesario ser diverso de lo que se ama, resulta que tú has sido creado diverso, diverso de todos. Pero la principal diversidad es ser "hombre y mujer". Es cierto que tú, si eres varón, eres diverso también de cualquier otro hombre, pero sobre todo eres diferente de cualquier mujer. Lo mismo se aplica a la mujer: cada una de ellas, aunque diversas entre sí, son más diferentes respecto de cualquier hombre.

Todavía está en boga una cierta tendencia a la igualdad entre hombres y mujeres. Es cierto que la igualdad es un valor que se debe defender, pero la verdadera riqueza humana consiste en ser diversos.

Si todos fuéramos iguales, ¿qué podría yo dar al otro y que podría recibir de él? En cambio con la riqueza de las diferencias siempre tengo algo que dar y algo que recibir. Por lo mismo es la diversidad lo que ofrece una dignidad y un valor a cada persona: ¿de qué serviría yo si no tengo nada que dar al otro? y ¿qué valor tendrían los demás si no tienen nada que darme? Por ello, nos decía el Papa "cuando se pierde de vista el principio de la creación del hombre como varón y mujer, se ofusca la singular dignidad de la persona humana y se abre el camino a una amenazadora cultura de la muerte". Si el otro no tiene nada que ofrecerme ¿para qué le voy a mantener en vida?

Decíamos que tú eres un esfuerzo de amor por parte de Dios. Por ello te ha creado diverso de los demás, y es en "la experiencia del amor rectamente entendido (entre hombre y mujer) que cada ser humano está llamado a tomar conciencia de los factores constitutivos de la propia humanidad: razón, cariño, libertad". ¿Qué quiere decir el Papa con estas palabras?

Él vuelve a afirmar que sólo en el matrimonio entre un hombre y una mujer se puede realizar la dignidad plena del ser humano. En efecto, la unión matrimonial no es simplemente una unión pasional. Se contrae matrimonio después de una recto conocimiento de las diferencias del uno y del otro. No es la pasión sino la razón quien descubre lo que uno puede dar y puede recibir del otro. No es la pasión lo que mueve a hacer el amor, sino el amor lo que busca el cariño y el afecto tal como el otro lo necesita y a recibirlo tal como el otro sabe darlo. La duración del amor no depende de la pasión y del egoísmo, sino de la libertad que ha optado por la persona amada por encima de cualquier otra persona y circunstancia.

Recuérdalo muy bien: tú eres un esfuerzo de amor por parte de Dios. Y donde primero lo tienes que vivir es en tu vida personal, matrimonial, familiar. Ama a los demás como Dios los ama.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...