domingo, 24 de octubre de 2021

SIEMBRA CON GENEROSIDAD



 Siembra con generosidad


Hoy te regalo unos renglones que mecerán tu día en las alturas, porque te ayudarán a vivir con pensamientos generosos y magníficos. Es siempre bueno cultivar en tu corazón elevados ideales que entusiasmen y dinamicen tu vida. Alguien escribió: “Si mirásemos siempre hacia el cielo, terminaríamos por tener alas”.

Esboza una sincera sonrisa... y regálala a quien nunca la ha tenido. Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar allá en donde reina la noche. Descubre una fuente... y permite bañarse en ella a quien vive en el barro. Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien nunca ha llorado. Enciende el valor en tu pecho...  y ponlo en el ánimo de quien no sabe luchar. Descubre la vida...  y alienta a quien se arrastra por ella. Cultiva la esperanza...  e irradia su luz a tu alrededor. Imprégnate de bondad...  y dónala a quien la desconoce. Descubre el amor...  y comunica su fuego al mundo.

Debajo de estas líneas aletea un vivo deseo de sembrar todo lo que es bueno, noble y justo a nuestro alrededor. Aportar lo mejor de nosotros mismos a nuestros semejantes es una tarea misionera que te beneficiará en primer lugar a ti, porque evidentemente nadie puede dar lo que no tiene. Que esta lectura te inspire a sembrar hoy con generosidad.



* Padre Natalio

¿LA MEJOR FORMA DE VER?: CREER EN JESÚS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 24 DE OCTUBRE DE 2021



 ¿La mejor forma de ver? : Creer en Jesús



Os ha podido ocurrir en variadas y numerosas ocasiones. Hemos entrado en una óptica y, antes de sentarnos frente al que atienda y nos haga las mediciones, hemos optado por contemplar, pensar y fijarnos sobre todo, en la montura que más nos gustaba como adorno y resorte de las lentes.

Al leer detenidamente el relato evangélico de este domingo concluyo que corremos ese riesgo: pedimos lo que es secundario para nuestra felicidad y obviamos aquello que, de verdad, nos la consigue.

Bartimeo no se anduvo con chiquitas. Cuando Jesús se le acercó y le preguntó “¿qué quieres que haga por ti?”… podría haber pedido el oro y el moro, la luna a sus pies o el sol las veinticuatro horas del día:

-Una mejor posición social.

-Una salida a su vida familiar.

-Una mayor comprensión en su entorno.

-Un reconocimiento a su persona.

¡Pero no!; no se conformó con solicitar de Jesús Maestro unas simples y bonitas “monturas” para su vida. Pretendió, pidió y obtuvo lo más importante para su existencia: ¡VER! Con ello, consiguió, todo un mar de posibilidades, de efectos y de sensaciones jamás vividas por él.

Muchos de los amigos que nos rodean (y nosotros a veces también) viven/vivimos en una catarata crónica; confundimos la realidad con la fantasía; la alegría con la felicidad momentánea, la paz interior con el puro fuego de artificio que se dispara desde tantos cañones interesados y ruidosos.

El viejo adagio “ojos que no ven corazón que no siente” se convierte también en pauta para pasar de largo ante la miseria humana. Hoy incluso, al margen de la iglesia y en contra de ella, muchos pretenden montarse una moral y una ética desprovista de lo esencial y haciendo de su capa un sayo. Es la nueva ética y moral light y subjetivista. Son los nuevos conductores por los que se rige nuestra sociedad. Las consecuencias son las que son: no hay peor mal que un ciego guiando a otro ciego.


(P. Javier Leoz)

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 24 DE OCTUBRE E 2021



EL EVANGELIO DE HOY

 Domingo 30 (B) del tiempo ordinario

Domingo 24 de octubre de 2021



1ª Lectura (Jer 31,7-9): Así dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito».



Salmo responsorial: 125

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.


Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.


Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.


Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

2ª Lectura (Heb 5,1-6): Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».

Versículo antes del Evangelio (2Tim 1,10b): Aleluya. Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mc 10,46-52): En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.



«‘¿Qué quieres que te haga?’. El ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’»

+ Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó

(Barcelona, España)


Hoy, contemplamos a un hombre que, en su desgracia, encuentra la verdadera felicidad gracias a Jesucristo. Se trata de una persona con dos carencias: la falta de visión corporal y la imposibilidad de trabajar para ganarse la vida, lo cual le obliga a mendigar. Necesita ayuda y se sitúa junto al camino, a la salida de Jericó, por donde pasan muchos viandantes.

Por suerte para él, en aquella ocasión es Jesús quien pasa, acompañado de sus discípulos y otras personas. Sin duda, el ciego ha oído hablar de Jesús; le habrían comentado que hacía prodigios y, al saber que pasa cerca, empieza a gritar: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (Mc 10,47). Para los acompañantes del Maestro resultan molestos los gritos del ciego, no piensan en la triste situación de aquel hombre, son egoístas. Pero Jesús sí quiere responder al mendigo y hace que lo llamen. Inmediatamente, el ciego se halla ante el Hijo de David y empieza el diálogo con una pregunta y una respuesta: «Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’. El ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’» (Mc 10,51). Y Jesús le concede doble visión: la física y la más importante, la fe que es la visión interior de Dios. Dice san Clemente de Alejandría: «Pongamos fin al olvido de la verdad; despojémonos de la ignorancia y de la oscuridad que, cual nube, ofuscan nuestros ojos, y contemplemos al que es realmente Dios».

Frecuentemente nos quejamos y decimos: —No sé rezar. Tomemos ejemplo entonces del ciego del Evangelio: Insiste en llamar a Jesús, y con tres palabras le dice cuanto necesita. ¿Nos falta fe? Digámosle: —Señor, aumenta mi fe. ¿Tenemos familiares o amigos que han dejado de practicar? Oremos entonces así: —Señor Jesús, haz que vean. ¿Es tan importante la fe? Si la comparamos con la visión física, ¿qué diremos? Es triste la situación del ciego, pero mucho más lo es la del no creyente. Digámosles: —El Maestro te llama, preséntale tu necesidad y Jesús te responderá generosamente.

¿CÓMO DEBE SER LA ORACIÓN DEL CRISTIANO?, EL PAPA FRANCISCO LO EXPLICA



 ¿Cómo debe ser la oración del cristiano?

El Papa Francisco lo explica

POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco abogó por una oración “valiente e insistente” para que sea efectiva, pues el Señor “está impaciente en derramar su alegría en nuestros corazones”.

Durante el rezo del Ángelus este domingo 24 de octubre en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre señaló que “lamentablemente somos nosotros los que mantenemos las distancias, por timidez, flojera o incredulidad”.

Sin embargo, recordó, “a Jesús, que todo puede, se le pide todo”. Para explicarlo recurrió a la figura del ciego Bartimeo, cuya curación por parte de Jesús se narra en el Evangelio de San Marcos de este domingo.

El Papa explicó cómo Jesús, “saliendo de Jericó, devuelve la vista a Bartimeo, un ciego que mendiga a lo largo del camino. Es un encuentro importante, el ultimo antes de la entrada del Señor en Jerusalén para Pascua”.

“Bartimeo había perdido la vista, pero no la voz. De hecho, cuando siente que Jesús va a pasar, comienza a gritar: ‘Hijo de David, Jesús, ¡ten compasión de mí!’. Los discípulos y la multitud molestos por sus gritos trataron de hacerlo callar. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’”.

Ante la llamada de Bartimeo “Jesús escucha y se detiene de inmediato. Dios escucha siempre el grito del pobre, y no se molesta en absoluto por la voz de Bartimeo, es más, constata que está llena de fe, una fe que no teme en insistir, en llamar al corazón de Dios, a pesar de las incomprensiones y las reprimendas. Y aquí se encuentra la raíz del milagro. De hecho, Jesús le dice: ‘Tu fe te ha salvado’”.

En ese sentido, el Papa explicó que “la fe de Bartimeo trasluce de su oración. No es una oración tímida y convencional. Ante todo, llama al Señor ‘Hijo de David’, es decir, lo reconoce Mesías, Rey que viene al mundo”.

“Después lo llama por su nombre, con confianza: ‘Jesús’. No tiene miedo de Él, no se distancia. Y así, desde el corazón, grita a Dios amigo todo su drama: ‘¡Ten piedad de mí!’. No le pide una dádiva como hace con los viandantes. A Aquel que puede todo pide todo: ‘Ten piedad de mí, de todo aquello que soy’. No pide una gracia, sino que se presenta a sí mismo: pide misericordia para su persona, para su vida. No es una simple petición, pero es muy bella, porque invoca a la piedad, ósea a la compasión, a la misericordia de Dios, a su ternura”.

“Bartimeo no usa muchas palabras”, continuó su enseñanza el Pontífice. “Dice lo esencial y se confía en el amor de Dios, que puede hacer volver a florecer su vida cumpliendo aquello que es imposible a los hombres. Por esto no pide al Señor una limosna, sino manifiesta todo, su ceguera y su sufrimiento, que iba más allá del no poder ver. La ceguera era la punta del iceberg, pero en su corazón había otras heridas, humillaciones, sueños rotos, errores, remordimientos”.

El Santo Padre propuso convertir esa frase, “Hijo de David, Jesús, ¡ten compasión de mí!” en “nuestra esta oración. Repitámosla. Y preguntémonos: ‘¿Cómo es mi oración?’. ¿Es valiente, tiene la insistencia buena de aquella de Bartimeo, sabe ‘aferrar’ al Señor mientras pasa, o se conforma en hacerle un saludo formal de vez en cuando, cuando me acuerdo? Esas oraciones tibias que no ayudan nada”.

“Y también: ¿mi oración es ‘sustanciosa’, descubre el corazón delante del Señor? ¿Le presento la historia y los rostros de mi vida? O es anémica, superficial, ¿hecha de rituales sin afecto y sin corazón? Cuando la fe es viva, la oración es sentida: no mendiga centavos, no se reduce a las necesidades del momento”.

El Papa lamentó que “muchos de nosotros cuando rezamos no creemos que el Señor puede hacer el milagro”.

En ese sentido, el Santo Padre recordó una experiencia personal, cuando fue testigo de cómo a un padre los médicos le habían dicho que “su hija de 9 años no superaría la noche, estaba en el hospital. Y él tomó un bus y se fue a 70 kilómetros al Santuario de la Virgen. Estaba cerrado. Y él, agarrado a la valla, se pasó toda la noche rezando. ‘Señor, sálvala. Señor, dale la vida’. A la Virgen, a Él. Pero toda la noche gritando desde el corazón a Dios”.

“Después, por la mañana, cuando volvió al hospital, encontró a su mujer llorando. Y él pensó: ‘Ya ha muerto’. Y la mujer le dijo: ‘No se entiende, no se entiende. Los médicos dicen que es una cosa extraña. Parece que está curada’. Aquel grito de aquel hombre que pedía todo, fue escuchado por el Señor, que le dio todo. Esta no es una historia, esto lo he visto yo en la otra diócesis”.

Por eso, el Papa preguntó a los fieles: “¿Tenemos esta valentía en la oración? A Aquel que puede darnos todo, pidámosle todo, como Bartimeo, que es un gran maestro de oración”.

El Papa Francisco concluyó su catequesis animando a “que Bartimeo nos sirva como ejemplo con su fe concreta, insistente y valiente”.

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