domingo, 19 de abril de 2020

ORACIONES A LA DIVINA MISERICORDIA


Oraciones a la Divina Misericordia




Acto de confianza

Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la misericordia misma; en ti toda mi esperanza.

Por los pecadores

Oh Dios de gran misericordia, que te dignaste enviarnos a tu Hijo Unigénito como el mayor testimonio de tu insondable amor y misericordia, tú no rechazas a los pecadores sino que también a ellos has abierto el tesoro de tu infinita misericordia, del que pueden recoger en abundancia tanto la justificación como toda santidad a la que un alma puede llegar.
Padre de gran misericordia, deseo que todos los corazones se dirijan con confianza a tu infinita misericordia. Nadie podrá justificarse ante ti si no va acompañado por la insondable misericordia tuya. Cuando nos reveles el misterio de tu misericordia, la eternidad no bastará para agradecerte por ella debidamente.

En el sufrimiento

Oh mi Jesús, dame fuerza para soportar los sufrimientos y para que mi boca no se tuerza cuando bebo el cáliz de la amargura. Ayúdame tú mismo para que mi sacrificio te sea agradable: que no lo profane mi amor propia. Que te alabe, oh Señor, todo lo que hay dentro de mí: la miseria y la fuerza.



Oraciones a la hora de la Misericordia



Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros en ti confío.

Oh Jesús, te entregaste por nosotros a tan asombrosa pasión únicamente por amor. La justicia de tu Padre habría sido expiada con un solo suspiro tuyo y todos tus anonadamientos son actos de tu misericordia y tu inconcebible amor (...) Cuando estabas muriendo en la cruz, en aquel momento nos donaste tu vida eterna, al haber permitido abrir tu sacratísimo costado nos abriste una inagotable fuente de tu misericordia; nos ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la sangre y el agua de tu Corazón. He aquí la omnipotencia de tu misericordia, de ella toda gracia fluye a nosotros.

Oh Jesús extendido sobre la cruz, te ruego concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de tu Padre en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que te ruego, Jesús, que de tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan constantemente: hágase tu voluntad, Señor.

Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación humana que entre terribles tormentos y dolor, te olvidaste de ti mismo para pensar únicamente en la salvación de las almas. Compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de tu Padre.

Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y se abrió el mar de misericordia para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable misericordia de Dios, abarca el mundo entero y derrámate sobre nosotros.

Oh Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en ti confío!

Tu expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó inmensamente para las almas, y el océano de Misericordia se abrió por todo el mundo. O fuente de Vida, Oh Misericordia Infinita, envuelve todo el mundo y desocúpate sobre nosotros.

Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros en ti confío (187).

Oh Jesús, te entregaste por nosotros a tan asombrosa pasión únicamente por amor. La justicia de tu Padre habría sido expiada con un solo suspiro tuyo y todos tus anonadamientos son actos de tu misericordia y tu inconcebible amor (...) Cuando estabas muriendo en la cruz, en aquel momento nos donaste tu vida eterna, al haber permitido abrir tu sacratísimo costado nos abriste una inagotable fuente de tu misericordia; nos ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la sangre y el agua de tu Corazón. He aquí la omnipotencia de tu misericordia, de ella toda gracia fluye a nosotros (1447).

Oh Jesús, Verdad eterna, Vida nuestra, te suplico y mendigo tu misericordia para los pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de mi Señor, lleno de piedad y de misericordia insondable, te suplico por los pobres pecadores. Oh sacratísimo Corazón, fuente de misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana. Te suplico luz para los pobres pecadores. Oh Jesús, recuerda tu amarga pasión y no permitas que se pierdan las almas redimidas con tan preciosísima, santísima sangre tuya. Oh Jesús, cuando considero el alto precio de tu sangre, me regocijo en su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores (...) Oh, qué alegría arde en mi corazón cuando contemplo tu bondad inconcebible, oh Jesús mío. Deseo traer a todos los pecadores a tus pies para que glorifiquen tu misericordia por los siglos de los siglos (72).

Oh Jesús extendido sobre la cruz, te ruego concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de tu Padre en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que te ruego, Jesús, que de tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan constantemente: hágase tu voluntad, Señor.

Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación humana que entre terribles tormentos y dolor, te olvidaste de ti mismo para pensar únicamente en la salvación de las almas. Compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de tu Padre (1265).

Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y se abrió el mar de misericordia para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable misericordia de Dios, abarca el mundo entero y derrámate sobre nosotros (1319).



Alabanzas a la Divina Misericordia



El Amor de Dios es la flor; La Misericordia el fruto. Que el alma titubeante lea estas consideraciones sobre la Misericordia Divina y recobre la confianza.

Misericordia Divina, que brotas del seno del Padre, en Ti confío.
Misericordia Divina, supremo atributo de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, misterio incomprensible, en Ti confío.
Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad, en Ti confío.
Misericordia Divina, humano o angélico, en Ti confío.
Misericordia Divina, de donde brotan vida y felicidad, en Ti confío.
Misericordia Divina, más sublime que los cielos, en Ti confío.
Misericordia Divina, manantial de milagros y maravillas, en Ti confío.
Misericordia Divina, abrazando todo el universo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que bajas a la tierra en la Persona del Verbo Encamado, en Ti confío.
Misericordia Divina, que manaste de la herida abierta en el Corazón de Jesús, en Ti confío.
Misericordia Divina, enclaustrada en el Corazón por nosotros, y especialmente por los pecadores, en Ti confío.
Misericordia Divina, insondable en la institución de la Sagrada Hostia, en Ti confío.
Misericordia Divina, que fundaste la Santa Iglesia, en Ti confío.
Misericordia Divina, presente en el Sacramento del Santo Bautismo, en Ti confío.
Misericordia Divina, en la justificación de nosotros por Jesucristo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos acompañas a lo largo de la vida, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos abrazas, especialmente a la hora de la muerte, en Ti confío.
Misericordia Divina, por quien recibimos el don de la inmortalidad, en Ti confío.
Misericordia Divina, siempre a nuestro lado en cada instante de nuestra vida, en Ti confío.
Misericordia Divina, escudo protector de las llamas infernales, en Ti confío.
Misericordia Divina, por quien se convierte el pecador empedernido, en Ti confío.
Misericordia Divina, que dejas atónitos a los ángeles; inasequible también a los santos, en Ti confío.
Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos rescatas de toda miseria, en Ti confío.
Misericordia Divina, manantial de felicidad y gozo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que de la nada nos trajiste a la existencia, en Ti confío.
Misericordia Divina, que rodeas con Tus brazos toda obra de Sus manos, en Ti confío.
Misericordia Divina, que presides toda la obra de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos, en Ti confío.
Misericordia Divina, dulce consuelo de los corazones angustiados, en Ti confío.
Misericordia Divina, única esperanza de los desesperados, en Ti confío.
Misericordia Divina, remanso de corazones, paz en la turbulencia, en Ti confío.
Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas, en Ti confío.
Misericordia Divina, esperanza renovada, perdida ya toda esperanza, en Ti confío.

Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu bondadosa mirada y aumenta Tu misericordia en nosotros para que en los momentos difíciles, no nos desalentemos ni nos desesperemos, sino que, con la máxima confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es Amor y Misericordia.

Oh incomprensible e infinita Misericordia Divina, ¿quién podrá adorarte como Te mereces. Eres la dulce esperanza del pecador. Uníos estrellas, mar y tierra en un sólo himno y cantad a coro, con vuestra mejor voz, la misericordia Divina, cuya comprensión no se nos alcanza. (11, 296-297).

Fuente: corazones.org




Oración por la Santa Iglesia y por los sacerdotes


Oh Jesús mío, te ruego por toda la Iglesia:
concédele el amor y la luz de tu Espíritu
y da poder a las palabras de los sacerdotes
para que los corazones endurecidos
se ablanden y vuelvan a ti, Señor.
Señor, danos sacerdotes santos;
Tú mismo consérvalos en la santidad.

Oh Divino y Sumo Sacerdote,
que el poder de tu misericordia
los acompañe en todas partes y los proteja
de las trampas y asechanzas del demonio,
que están siendo tendidas incesantemente para las almas de los sacerdotes.
Que el poder de tu misericordia,
oh Señor, destruya y haga fracasar
lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes,
ya que tú lo puedes todo.

Oh mi amadísimo Jesús,
te ruego por el triunfo de la Iglesia,
por la bendición para el Santo Padre y todo el clero,
por la gracia de la conversión de los pecadores empedernidos.
Te pido, Jesús, una bendición especial y luz
para los sacerdotes,
ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.

(Santa Faustina Kowalska)





Examen de conciencia para los sacerdotes



1. «Por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad » (Jn 17, 19) 
¿Me propongo seriamente la santidad en mi sacerdocio? ¿Estoy convencido de que la fecundidad de mi ministerio sacerdotal viene de Dios y que, con la gracia del Espíritu Santo, debo identificarme con Cristo y dar mi vida por la salvación del mundo?

2. «Este es mi cuerpo» (Mt 26, 26)
¿El santo sacrificio de la Misa es el centro de mi vida int erior? ¿Me preparo bien, celebro devotamente y después, me recojo en acción de gracias? ¿Constituye la Misa el pu nto de referencia habitual de mi jornada para alabar a Dios, darle gracias por sus beneficios, recurrir a su benevolencia y reparar mis pecados y los de todos los hombres?

3. «El celo por tu casa me devora» (Jn 2, 17) 
¿Celebro la Misa según los ritos y las normas establec idas, con auténtica motivación, con los libros litúrgicos aprobados? ¿Estoy atento a las sagradas especies conse rvadas en el tabernáculo, renovándolas periódicamente? ¿Conservo con cuidado los vasos sagrados? ¿Llevo con dignidad todos las vestidos sagrados prescritos por la Iglesia, teniendo presente que actúo in persona Christi Capitis?

4. «Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9) 
¿Me produce alegría permanecer ante Jesucristo presente e n el Santísimo Sacramento, en mi meditación y silenciosa adoración? ¿Soy fiel a la visita cotidiana al Santísimo Sacramento? ¿Mi tesoro está en el Tabernáculo?

5. «Explícanos la parábola» (Mt 13, 36) 
¿Realizo todos los días mi meditación con atención, tr atando de superar cualquier tipo distracción que me separe de Dios, buscando la luz del Señor que sirvo? ¿Medito asiduamente la Sagrada Escritura? ¿Rezo con atención mis oraciones habituales?

6. Es preciso «orar siempre sin desfallecer» (Lc 18, 1) 
¿Celebro cotidianamente la Liturgia de las Horas int egralmente, digna, atenta y devotamente? ¿Soy fiel a mi compromiso con Cristo en esta dimensión importante de mi ministerio, rezando en no mbre de toda la Iglesia?

7. «Ven y sígueme» (Mt 19, 21) 
¿Es, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero amor de mi vida? ¿Observo con alegría el compromiso de mi amor hacia Dios en la continencia del celibato? ¿Me he deten ido conscientemente en pensamientos, deseos o actos impuros; he mantenido conversaciones inconvenientes? ¿Me he puesto en la ocasión próxima de pecar contra la castidad? ¿He custodiado mi mirada? ¿He sido prudente al tratar con las diversas categorías de personas? ¿Representa mi vida, para los fieles, un testimonio del hecho de que la pureza es algo posible, fecundo y alegre?

8. «¿Quién eres Tú?» (Jn 1, 20) 
En mi conducta habitual, ¿encuentro elementos de debil idad, de pereza, de flojedad? ¿Son conformes mis conversaciones al sentido humano y sobrenatural que un sacerdote debe tener? ¿Estoy atento a actuar de tal manera que en mi vida no se introduzcan particulares superficiales o frívolos? ¿Soy coherente en todas mis acciones con mi condición de sacerdote?

9. «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20) 
¿Amo la pobreza cristiana? ¿Pongo mi cora zón en Dios y estoy desapegado, interiormente, de todo lo demás? ¿Estoy dispuesto a renunciar, para servir mejor a Dios, a mis comodidades actuales, a mis proyectos personales, a mis legítimos afectos? ¿Poseo co sas superfluas, realizo gastos no necesarios o me dejo conquistar por el ansia del consumismo? ¿Hago lo posible para vivir los m omentos de descanso y de vacaciones en la presencia de Dios, r ecordando que soy siempre y en todo lugar sacerdote, también en 
aquellos momentos?

10. «Has ocultado estas cosas a sabios y inteligentes, y se las has revelado a los pequeños » (Mt 11, 25) 
¿Hay en mi vida pecados de soberbia: dificultades int eriores, susceptibilidad, irritación, resistencia a perdonar, tendencia al desánimo, etc.? ¿Pido a Dios la virtud de l a humildad?

11. «Al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 34) 
¿Tengo la convicción de que, al actuar “en la persona de Cristo” estoy directamente comprometido con el mismo cuerpo de Cristo, la Iglesia? ¿Puedo afirmar sincer amente que amo a la Iglesia y que sirvo con alegría su crecimiento, sus causas, cada uno de sus miembros, toda la hum anidad?

12. «Tú eres Pedro» (Mt 16, 18) 
Nihil sine Episcopo —nada sin el Obispo— decía San Ignacio de Antioquía: ¿están estas palabras en la base de mi ministerio sacerdotal? ¿He recibido dócilmente órd enes, consejos o correcciones de mi Ordinario? ¿Rezo especialmente por el Santo Padre, en plena unión con sus e nseñanzas e intenciones?

13. «Que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34) 
¿He vivido con diligencia la carid ad al tratar con mis hermanos sacerdotes o, al contrario, me he desinteresado de ellos por egoísmo, apatía o indiferencia? ¿He criticado a mis hermanos en el sacerdocio? ¿He estado al lado de los que sufren por enfermedad física o dolor m oral? ¿Vivo la fraternidad con el fin de que nadie esté solo? ¿Trato a todos mis hermanos sacerdotes y también a los fieles la icos con la misma caridad y paciencia de Cristo?

14. «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6) 
¿Conozco en profundidad las enseñanzas de la Iglesia? ¿Las asimilo y las transmito fielmente? ¿Soy consciente del hecho de que enseñar lo que no corresponde al Magisterio, tanto solemne como ordinario, constituye un grave abuso, que causa daño a las almas?

15. «Vete, y en adelante, no peques más» (Jn 8, 11) 
El anuncio de la Palabra de Dios ¿conduce a los fieles a los sacramentos? ¿Me confieso con regularidad y con frecuencia, conforme a mi estado y a las cosas santas que trato? ¿Celebro con generosidad el Sacramento de la Reconciliación? ¿Estoy ampliamente disponible a la dire cción espiritual de los fieles dedicándoles un tiempo específico? ¿Preparo con cuidado la predicación y la catequ esis? ¿Predico con celo y con amor de Dios?

16. «Llamó a los que él quiso y vinieron junto a él » (Mc 3, 13) 
¿Estoy atento a descubrir los gérmenes de vocación al sacerdocio y a la vida consagrada? ¿Me preocupo de difundir entre todos los fieles una mayor conciencia de la llamada universal a la santidad? ¿Pido a los fieles rezar por las vocaciones y por la santificación del clero?

17. «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20, 28) 
¿He tratado de donarme a los otros en la vida cotidiana, si rviendo evangélicamente? ¿Manifiesto la caridad del Señor también a través de las obras? ¿Veo en la Cruz la presencia de Jesucristo y el triunfo del amor? ¿Imprimo a mi cotidianidad el espíritu de servicio? ¿Considero también el ejercicio de la autoridad vinculada al oficio una forma imprescindible de servicio?

18. «Tengo sed» (Jn 19, 28) 
¿He rezado y me he sacrificado verdaderamente y con generosidad por las almas que Dios me ha confiado? ¿Cumplo con mis deberes pastorales? ¿Tengo también solicitud de las almas de los fieles difuntos?

19. «¡Ahí tienes a tu hijo! ¡Ahí tienes a tu madre!» (Jn 19, 26-27) 
¿Recurro lleno de esperanza a la Santa Virgen, Madre de los sacerdotes, para amar y hacer amar más a su Hijo Jesús? ¿Cultivo la piedad mariana? ¿Reservo un espacio en cada jornada al Santo Rosario? ¿Recurro a su materna i ntercesión en la lucha contra el demonio, la concupiscencia y la mundanidad?

20. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu » (Lc 23, 44) 
¿Soy solícito en asistir y administrar los sacramentos a los moribundos? ¿Considero en mi meditación personal, en la catequesis y en la ordinaria predicación la doctrina de la Iglesia sobre los Novísimos? ¿Pido la gracia de la perseverancia final y invito a los fieles a hacer lo mismo? ¿Ofrezco frecuentemente y con devoción los sufragios por las almas de los difuntos?




 





EXPLICACIÓN DE LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Fiesta de la Divina Misericordia. 
Segundo Domingo de Pascua



"La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300)


La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742).

Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.



La escencia de la devoción
La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:


1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.
Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina".


2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.
"Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad".


3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.
"Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia".


4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.
"Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio".


5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día.
"Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas".



La Santa Sede decreta día de la Divina Misericordia



Una propuesta de Santa Faustina Kowalska
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia».

Ya el Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».

Sin embargo, el Papa no había escrito estas palabras, de modo que no aparecieron en la transcripción oficial de sus discursos de esa canonización.

Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta. El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia («Dives in misericordia»).

Los apóstoles de la Divina Misericordia están integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina misericordia, e invocar la misericordia de Dios hacia los pecadores. Esta familia espiritual, aprobada en 1996, por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy en 29 países del mundo.

El decreto vaticano aclara que la liturgia del segundo domingo de Pascua y las lecturas del breviario seguirán siendo las que ya contemplaba el misal y el rito romano

HOY LA IGLESIA CELEBRA LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA -19 DE ABRIL DE 2020


Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Divina Misericordia
Redacción ACI Prensa/EWTN Noticias






Misericordia, establecida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 23 de mayo del 2000 por indicación de San Juan Pablo II, para que tenga lugar el Segundo Domingo de Pascua.

El objetivo de esta Fiesta es hacer llegar a los corazones de cada persona el mensaje de que Dios es Misericordioso y ama a todos.


“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores”, le dijo Jesús a Santa Faustina.

“Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi misericordia morirán para siempre”, le señaló Cristo a la santa en otra ocasión.

En este día los fieles pueden obtener indulgencias plenarias y con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.


FELIZ DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA





sábado, 18 de abril de 2020

DIRECCIÓN EQUIVOCADA


Dirección equivocada



La vida es nuestro máximo valor y, a la vez, nuestro máximo problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero hay otra muerte más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido, dirección acertada a la vida. ¿Para qué vivimos? ¿Vale la pena vivir la vida? Esto que llamamos vida ¿es una oportunidad o un castigo?

Era un día de invierno: Todas las veces que el bus paraba en una estación terminal, un hombre se asomaba por la ventana, leía el nombre de la localidad y suspirando fuertemente se dejaba caer de vuelta en su asiento. Después de la quinta vez le preguntó un compañero de viaje, preocupado: “¿Le duele algo, señor? ¿Por qué usted gime tan terriblemente?” Contestó el hombre: “A decir verdad tendría que cambiar el bus. Todo el tiempo viajo ya en la falsa dirección. Pero... ¡Aquí dentro es tan calentito y cómodo!”.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.



* Enviado por el P. Natalio

MARÍA MAGDALENA: LA PECADORA ARREPENTIDA


María Magdalena: La pecadora arrepentida
De no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy


Por: n/a | Fuente: Alfa y Omega // ArchiMadrid.org




Era «una mujer pecadora que había en la ciudad» y se le perdonaron los pecados «porque había amado mucho».

El relato de san Lucas (7, 36-50) introduce a esta mujer en la historia de los hombres y ya estará en ella hasta el fin; de no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy; su vida habría pasado como un anónimo de baja calidad olvidado por todos. Leyendo la escena de lo que pasó en casa de Simón no se descubre su nombre; fue una delicadeza de autor tan humano y fino que no quiso ponerla en evidencia. Hizo bien, porque como la malicia de los hombres y mujeres con sus evidentes debilidades no tienen nada de atractivo ni de originalidad, prefirió resaltar la misericordia sin límite de Jesús. Luego, cuando ya no tuviera dentro «los siete demonios» que tuvo, sí sería oportuno escribir el nombre de María Magdalena, como hace Lucas en el capítulo siguiente.

Sin que pueda afirmarse de modo absoluto la identidad entre María Magdalena, la pecadora sin nombre, con la hermana de Lázaro y de Marta que se llamaba María a la que habría de suponer una época de extravíos juveniles, parece que la coincidencia de rasgos comunes en los relatos evangélicos –preferencia por los pies de Jesús y ser amiga de ungüentos perfumados–, justifican la fusión que de ambas figuras hace la tradición cristiana como queda expresada en la liturgia y en el martirologio.

Quizá fue un reproche de Jesús lo que la llevó al cambio, pero no lo sabemos; o a lo mejor fue una mirada de Jesús encontrada en alguno de aquellos momentos en los que la había situado su curiosidad por desear ver al joven Rabí de Nazaret; o la afirmación agresiva que hizo Jesús –para aclarar la mente de los que pensaban que eran buenos– de que «los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de los Cielos». El caso es que comenzó a sentirse incómoda consigo misma desde que le escuchó aquello de «bienaventurados los limpios» que verían a Dios. Hablaba mucho Jesús de la misericordia divina y, sin poderlo explicar, María no podía distraerse del deseo vehemente de estar cercana; le parecía que nadie hasta entonces entendía tanto de las profundidades de ese corazón bueno de Dios y ella comenzó a notar en su interior un deseo acuciante de bondad y de bien. El Nazareno disfrutaba hablando de la misericordia divina con los pecadores, rompió las reglas de juego admitiendo entre sus amigos a indeseables, y hasta dijo aquella verdad de que el médico está para los enfermos, que lo sanos no lo necesitan. María se siente colocada frente a sí misma; comenzó a darle asco su vida. La enseñanza variopinta del Maestro hablaba del padre bueno que espera la vuelta del hijo que se fue, y del pastor que busca cuidadoso a la oveja que se extravió. La de Magdala ya no se soporta; no puede sufrir el pensamiento de su propio espectáculo a pesar de su ansia vehemente de triunfos y halagos; se rebela contra su situación actual al tiempo que escucha a Jesús que hablaba de Dios –el mismo de siempre, pero sin palo–, como un padre lleno de comprensión. La mujer siente su orgullo encabritado, pero la gracia va abriéndose camino; solo hacía falta querer dar un paso, porque los pecados pesan ahora como una atadura insoportable.

Ni se lo pensó. Entró como a escondidas con un vaso de alabastro lleno de perfume, sin deseo de llamar la atención, y sin conseguir pasar desapercibida. Quiso pedir perdón y no pudo; se arrastró; no le salían palabras; solo es capaz de llorar, besar los pies y secar lo mojado con sus cabellos manejados con arte. Aturdida por tan extraña situación, le pareció oír que el joven Rabí la defendía de Simón con palabras pausadas y voz serena. Después vino el gozo al escuchar «tu fe te ha salvado, vete en paz».

Libre y renovada, flotando en bondad, se une al grupo de mujeres que le asisten en el ministerio mesiánico, y ya no dejará jamás a Jesús, ni siquiera cuando le escuche que deberá comer su carne y beber su sangre, ni se unirá a la cobarde deserción de sus amigos en el momento del Calvario. Vive una felicidad indecible.

Galilea, Judea, Decápolis y Fenicia. En Judea, el ambiente se iba enrareciendo; ella no sintió miedo, ni entendió cómo podían tenerlo los discípulos. Pero aquello pasó, aunque María no lo tuviera previsto y hasta le pareciera la pesadilla de un sueño embustero, ¡habían apresado al Maestro! Si solo ha hecho el bien, si es tan bueno, si no hizo mal, si ayuda a los pobres, si se desvive por los enfermos, si dice verdades, si habla del Cielo… Su actuación fue la misma por todas partes. ¿No curó al paralítico? ¿Qué hizo con el ciego? ¿No sanó leprosos? ¡Dio vida a la niña, al chico de Naín, a Lázaro! Alimentó a miles con pocos panes y peces, libró a endemoniados… tantas y tantos vivían contentos gracias e él.

Ya han levantado la cruz. El Gólgota está oscuro y con truenos. Se le escucha perdonando, que es lo suyo. Y hace promesa del Reino al ladrón y asesino que se arrepiente; sí, ese es su estilo. María mira y no entiende, mira y se avergüenza. La antigua profecía: «Mi siervo ha tomado sobre sí los pecados de todos» fue como un relámpago en su mente que le hizo entrever algo del misterio. Era descubrir el precio de sus pecados, la malicia de sus hechos. Y muchas lágrimas, algún grito, todo es desconsuelo mientras hipa a moco tendido. La mano de la madre del crucificado puesta en su hombro venía a darle paz; el rostro de aquella mujer con lloro sosegado le hizo entender que no tenía derecho a expresar más dolor del que sufría la propia madre del muerto.

Cuando lo desclavaron y lo bajaron, casi no tuvieron tiempo para prepararlo y así lo tuvieron que enterrar. María Magdalena tiene la cabeza confusa y lleva un propósito en el pecho: cuando pasase el descanso sabático, moriría al lado de Jesús, quedándose junto al sepulcro.

Allá iba el domingo entre dos luces, con más ungüentos aromáticos, acompañada de un grupo pequeño de mujeres. La puerta está abierta, ¡han violado la tumba y no está su cuerpo! Corre al cenáculo y corren también Juan y Pedro. Todos se alborotan y regresan con el corazón en un puño, plasmada la incertidumbre en los rostros y con más miedo dentro. María se queda sola con su desventura; ya no le queda ni siquiera el cuerpo de Jesús muerto.

Le dice al hortelano que lo buscará y lo traerá. Solo una palabra en tono especial la revuelve para poder ella responder de modo increíble a lo humano: Rabboni, Maestro mío. Hay un nuevo intento de agarrarse a sus pies y la alegría indescriptible de testificar como un huracán que ha visto vivo al que estuvo muerto.

A partir de este momento, ya no se vuelve a hablar en el Evangelio más de María Magdalena.

Después quedó la leyenda –clara en sus justos términos– parloteando de sus posibles, imaginados o deseados pasos por el mundo, apartada en el desierto o llegando en diáspora judía hasta las playas de Marsella. Yo prefiero quedarme con la estampa que cierra su vida el Evangelio hasta que la salude personalmente en el cielo. ¿Podrá hacerse eso?

7 HÁBITOS DE LAS PERSONAS QUE CONFÍAN RADICALMENTE EN DIOS


7 hábitos de las personas que confían radicalmente en Dios
Quienes tienen gran confianza en el Señor comparten aspectos en común de los cuales podemos aprender para nuestro progreso espiritual


Por: Jennifer Fulwiler | Fuente: PildorasDeFe.net




He leído muchas biografías y memorias sobre personas inspiradoras que depositaron su confianza radicalmente en Dios. Por “radical” no quiero decir de manera imprudente, me refiero a la dificultad, muy contracultural actualmente, de reconocer a Dios absolutamente sobre todas las áreas de nuestras vidas.

En libros como "He Leadeth Me", "God´s Smuggler", "Mother Angelica", "The Heavenly Man" y "The Shadow of His Wings", encontré historias reales sobre religiosos, consagrados y laicos, hombres o mujeres que confiaron plenamente en Dios, y todos ellos tienen claras similitudes en sus enfoques sobre la vida y el Señor.

Encontré fascinante los puntos en común en las vidas de estas increíbles personas, que se encomendaron con tanta confianza en el Señor, y decidí compartirlas para que sirvan de inspiración a otros.

1. Aceptaron el sufrimiento
Una de las cosas más poderosas que leí en esas memorias es la historia del Hermano Yun, en el libro "The Heavenly Man" (El hombre celestial), se cuenta como fue perseguido en China por ser predicador. Luego de haber sido torturado por semanas, incluyendo electrocución, hambruna, golpes y que clavaran agujas debajo de sus uñas, fue arrojado a una caja que tenía un poco más de 1,2 metro de largo y alto y menos de un metro de ancho, en donde se quedaría indefinidamente.

El día después de ser colocado en esta mini celda, se sintió movido a rezar pidiendo por una Biblia, lo cual parecía una idea ridícula considerando que en ese momento mucha gente estaba en prisión por poseer tal contrabando. Inexplicablemente, a la mañana siguiente, los guardias tiraron una Biblia en su celda. Él escribió: 

Me arrodillé y lloré, agradeciendo al Señor por su gran regalo. ¡No podía creer que mi sueño se hiciera realidad! A ningún prisionero se le permitía tener una Biblia o ningún libro de literatura cristiana, sin embargo, extrañamente, ¡Dios me otorgó una Biblia! A través de esta acción el Señor me mostró que independientemente de las maldades que esos hombres planeaban para mí, Él no me había olvidado y estaba en control de mi vida.

Ahora, entre nosotros, alguien menos santo quizá hubiese reaccionado un poco diferente en esa situación. Si yo hubiera sido torturada y arrojada a una celda/ataúd, mi reacción al recibir una Biblia hubiera sido algo más parecido a las siguientes líneas: “Gracias por la Biblia, Señor, pero ¡¿podríamos hacer algo respecto a sacarme de esta caja antes?!

Yo ni siquiera hubiera considerado la Biblia como una respuesta a mis plegarias, empezando porque mi plegaria principal – reducir mi sufrimiento físico – continuaba sin respuesta.

Sin embargo, lo que veo una y otra vez en personas como el Hermano Yun, es que, tienen muy claro que sufrir no es el peor mal de todos: el pecado lo es.

Por supuesto que preferirían no sufrir, pero esto se encuentra mucho más abajo en su lista de prioridades que en la de nosotros – ellos se enfocan mucho más en no pecar que en no sufrir. Están totalmente encaminados en llevarse a sí mismos y a otros al cielo. En el caso del Hermano Yun, vio en la respuesta a esa plegaria que Dios le permitía crecer espiritualmente y predicar a sus captores, así que esas circunstancias de sufrimiento e incomodidad se volvieron casi irrelevantes para él.

2. Aceptan la inevitabilidad de la muerte.
Similar al caso anterior, la gente que deposita total confianza en Dios solo puede hacerlo con una visión del mundo centrada en el cielo. Ellos piensan en términos de eternidad, no en términos de los años del calendario. Su objetivo no es maximizar sus años en la tierra, sino lograr encaminarse a sí mismos y a tanta gente como puedan hacia el cielo. Y si Dios requiere reducir su tiempo de vida para eso, ellos lo aceptan.

El libro "The Shadow of His Wings" (La sombra de sus alas), está lleno de las asombrosas historias de las milagrosas escapadas de la muerte que tuvo el Padre Goldmann durante la Segunda Guerra Mundial, lo que nos deja con la pregunta: “¿Qué sucede con la toda la gente que no escapó de la muerte?”

El Padre Goldmann probablemente respondería diciendo, que el hecho de que Dios lo salvara de la muerte no era la bendición en sí misma – después de todo, cada uno de nosotros morirá eventualmente – la bendición era salvarlo de la muerte para que así pudiera continuar su misión de llevar el Evangelio a los Nazis. Finalmente, él murió mientras construía una iglesia en Japón, y seguramente aceptaría que Dios traería algún bien de su fallecimiento, aunque indudablemente había mucho más trabajo que él querría hacer.

3. Tienen citas diarias con Dios
Nunca he escuchado de una persona que tenga una profunda y calmada confianza en el Señor, que no apartara un tiempo para concentrarse en la oración diaria. Tanto en los libros que leí, como en la vida real, he notado que este tipo de gente siempre pasa al menos algunos momentos – y hasta una a dos horas si las circunstancias lo permiten – centrados solamente en orar, todos los días.

También, tiende a ser la primera cosa que hacen en las mañanas, concentrándose en Cristo antes de hacer cualquier otra cosa que pueda traer el día.

4. Durante la oración, escuchan más de lo que hablan
Anteriormente he escrito sobre el asombro que me genera que la gente más confiada en Dios parece recibir más respuesta a sus plegarias que la mayoría de nosotros. He escuchado historias de gente que pide por algo realmente específico y luego lo reciben; entonces comienzo a preguntarme si ellos son psíquicos o si le agradan a Dios un poco más que el resto de nosotros.

Pero, la verdad es que he notado que no piden cualquier cosa, sino que sus ideas sobre cuáles cosas debían pedir, provenían directamente del Espíritu Santo, ya que pasan mucho tiempo a diario buscando la voluntad de Dios en sus vidas.

Tomaré como ejemplo la historia publicada en la biografía de la famosa Madre Angélica del canal católico EWTN. Un día tocó a su puerta un empleado de la compañía de satélite solicitando el pago de $600.000, de no hacerlo tendría que devolver la antena parabólica y esto arruinaría los planes de la nueva estación. Ella corrió a la capilla a rezar y, de repente, un hombre desconocido llamó al azar ofreciendo donar $ 600.000. Su oración no tuvo rápida respuesta por su interés personal en el canal o porque fuese algo que ella realmente quería, sino que funcionó porque supo distinguir correctamente el plan de Dios en el cual ella iba tendría que iniciar una estación de televisión.

5. Limitan las distracciones
De todas las extraordinarios historias en el libro "God´s Smuggler" (El contrabandista de Dios), una de las líneas que más me impactó estaba en el epílogo, cuando el autor habla sobre como el trabajo del Hermano Andrew continuaba en el siglo XXI:

“Ni siquiera consideraré instalar una de esas monstruosidades de llamada en espera, interrumpen una conversación telefónica para anunciar otra.” La tecnología, decía Andrew, nos hace demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento. “Nuestra prioridad número uno debería ser escuchar con paciencia y silencio la voz de Dios.”

“Demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento”, esa línea me ha seguido desde el momento en el que la leí.

Amo la tecnología, pero ella trae consigo la gran tentación de sentir un aumento en la urgencia de nuestras vidas: ¡Necesito responder a ese e-mail!, ¡Responder a ese comentario en Facebook!, ¡Retwittear ese Tweet!, ¡Leer ese mensaje directo!, ¡Escuchar ese mensaje de voz!

Aquí en la era de la conexión, nos encontramos constantemente bombardeados con demandas que requieren – o parecen requerir – nuestra atención constante. Periodos de silencio donde podemos cultivar la quietud interior y esperar por los susurros del Espíritu Santo a nuestra vida, son cada vez más raros.

Una de las cosas que todas estas personas comparten es la poca presión por todas estas falsas urgencias. Es difícil de imaginar al Padre Ciszeck dar con los impresionantes puntos de vista que comparte sobre Dios en su libro "He Leadeth Me" (Él me guía), mientras su iPhone vibra cada pocos minutos, o al Hermano Yun observando la sutil belleza del plan de Dios en el medio de una persecución mientras mantiene su Twitter actualizado minuto a minuto.

6. Someten su discernimiento espiritual a otros
Las personas que tienen experiencia observando la manera como Dios trabaja en sus vidas, notan que a menudo Él habla a través de amigos de fe, miembros de su familia y el clero.

Si ellos disciernen que Dios les está llamando a algo, especialmente si se trata de algo grande, piden a otros cristianos de su confianza que oren respecto al asunto para ver si ellos también disciernen el mismo llamado del Señor.

Y cuando otros les advierten sobre no seguir ciertos caminos – en especial si se trata de su cónyuge, confesor o director espiritual –toman esos consejos muy seriamente.

7. Ofrecen completa e incondicional obediencia al Señor
Una de mis partes favoritas del libro "God´s Smuggler", es cuando el Hermano Andrew recibe la visita de un hombre llamado Karl de Graaf, quien formaba parte de un grupo de oración en el cual las personas oraban durante mucho tiempo, pero más que nada escuchaban en silencio:

- Me acerqué al porche delantero, allí estaba Karl de Graaf, “Hola” dije sorprendido.
- -“Hola Andy. ¿Sabes conducir?”
- -“¿Conducir?”
- -“Un automóvil. “
- -“No” dije desconcertado. “No sé hacerlo”
- -“Anoche durante la oración recibimos una palabra del Señor sobre ti, es importante que aprendas a manejar.”
- “¿Por qué razón?” dije. “Seguro nunca tendré un vehículo propio”
- “Andrew” el Sr. De Graaf habló pacientemente, como si se dirigiera a alguien con dificultades de aprendizaje, “no estoy argumentando sobre la lógica del caso, solo te estoy transmitiendo el mensaje.”

A pesar de su inicial indecisión el Hermano Andrew logró distinguir el llamado del Señor en ese mensaje, así que aprendió a conducir. Parecía una completa pérdida de tiempo, un malgasto ilógico de sus recursos, pero él fue obediente ante el llamado del Señor. Después de recibir recibió su licencia de conducir, saber hacerlo resultó ser crucial para el futuro de su misión, la cual eventualmente llevó la palabra del Evangelio a miles de personas en el Bloque Comunista Europeo.

Me gusta pensar en la respuesta que el Sr. De Graaf le dio al Hermano Andrew cuando este se preguntaba sobre el significado del extraño mensaje del Señor: “Esa es la emoción de la obediencia,” le dijo, “descubrir luego cual era el plan en la mente de Dios.”

Obviamente no podemos crecer más cerca de Dios imitando las acciones de otros, pero podemos encontrar ejemplos como estos, que nos ayuden a reflexionar sobre nuestro progreso espiritual. Espero que les hayan servido tanto como a mí.

IMÁGENES DE ESTAMPAS CON ORACIONES DE CONFIANZA A JESÚS








LECTURAS DE HOY SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA,18 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Sábado de la Octava de Pascua
Hoy, sábado, 18 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,13-21):

EN aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».
Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.

Palabra de Dios


Salmo
Salmo responsorial Sal 117,1.14-15.16-18.19-21

R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos R/.

«La diestra del Señor es poderosa.
La diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.



Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,9-15):

JESÚS, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy sábado, 18 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf


Querido Padre Dios resucitador

Sabes muy bien, querido Dios, que nos cuesta mucho encender los ojos de la fe para verbalizar y dar sentido al gran acontecimiento que has realizado en tu Hijo del alma. Buscamos analogía, buscamos metáforas y comparaciones. Pero somos consciente de que la novedad del Resucitado no cabe en nuestra gramática humana.  Pero, admítelo, Padre, tus portavoces nos lo ponen difícil y complicado; nos hablan en el lenguaje de su tiempo y de su cultura. Tenemos que reinterpretarlo.  A través de ellos, hablas de la resurrección como exaltación: el Hijo humillado en la cruz es ahora exaltado a tu derecha. También te refieres a ella como glorificación de tu Hijo: el rechazado y profanado es ahora el glorificado. El muerto y sepultado es ahora el Viviente, la Vida; el descendido a las entrañas de lo humano es ahora ascendido a los cielos.  El crucificado como un esclavo es ahora el Kyrios.

Nos dices también que la resurrección de tu Mesías no es como la de Lázaro. No es la vuelta a esta vida mortal y temporal. No es despertar del sueño. No es despertar después de estar anestesiado. No es revivificación del cadáver. Es la llegada a tu abrazo eterno con su misma humanidad de Hijo.

Pero especialmente en tu carta nos recuerdas que el Resucitado no nos deja solos ni abandonados. Que viene al encuentro de los suyos, les da su Espíritu. Y les confía la prosecución de su misión. Para que no lo envidemos, nos recuerdas una lista de las apariciones del Resucitado a distintas personas: María magdalena, los dos de Emaús, los Once discípulos, que se convierten en testigos. Al mismo tiempo no haces un reproche: la incredulidad.  Y es que es tan desbordante, deslumbrante e inaudita la noticia, que necesitamos tiempo para que nuestros ojos se habitúen a esa luz. Y nuestro corazón pueda sentir esa gran esperanza.

Gracias, Padre, por la maravilla de la resurrección de tu Hijo. Él es nuestra esperanza.

Con afecto entrañable 

Tu hijo

PAPA FRANCISCO REIVINDICA LA FRANQUEZA Y VALENTÍA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS


El Papa Francisco reivindica la franqueza y valentía de los primeros cristianos
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco reivindicó la franqueza y la valentía de los primeros cristianos, y recordó que “no se puede ser cristiano sin esa franqueza”, “si no tienes esa valentía”.

El Santo Padre se expresó así durante la Misa celebrada este sábado 18 de abril en la Casa Santa Marta.

Francisco comentó en la homilía el fragmento del Libro de los Hechos de los Apóstoles de la primera lectura de hoy, en la que se narra cómo “los jefes, los ancianos, los escribas (de Israel), viendo a estos hombres (a los apóstoles) y la franqueza con la que hablaban, y sabiendo que era gente sin instrucción, que quizás no supieran ni escribir, quedaron asombrados”.

Estaban asombrados, subrayó el Pontífice, y decían: “No lo podemos entender, ¿cómo puede ser esta gente tan valiente, tener esta franqueza?”. El Papa hizo hincapié en que esa palabra, franqueza, “es una palabra muy importante que se convierte en el estilo característico de los predicadores cristianos”.

“Franqueza. Valentía. Decirlo todo. Hablar con claridad. Procede de la raíz griega de ‘decirlo todo’, y también nosotros la usamos muchas veces, la palabra griega, para decir esto: parresia. Franqueza, valentía. Y viendo esa franqueza, esa valentía, esa parresia, ellos (los jefes, ancianos y escribas), no entendían”.

El Obispo de Roma explicó en su homilía que “el Libro de los Hechos de los Apóstoles está lleno de esta valentía y franqueza: dice que Pablo y Bernabé trataban de explicar a los hebreos con franqueza el misterio de Jesús y predicaban el Evangelio con franqueza”.

Asimismo, señaló un fragmento de la Carta a los Hebreos “que a mí me gusta mucho”, cuando el autor de la Carta “señala que hay algo en la comunidad que está degradándose, que hay algo que se está perdiendo, que hay una cierta tibieza, que estos cristianos se están volviendo tibios”.

Y dice: “Recordad los primeros días, habéis sostenido una lucha grande y dura: no desperdiciéis vuestra franqueza”.

“Retomar la franqueza, la valentía cristiana de avanzar. No se puede ser cristiano sin esta franqueza: si no se tiene, no se es un buen cristiano. Si no hay la valentía, si para explicar tu posición recurres a la ideología o a las explicaciones casuísticas, te falta la franqueza, te falte ese estilo cristiano, la libertad de hablar, de decirlo todo. La valentía”.

“Y luego vemos que los jefes, los ancianos y los escribas son víctimas, son víctimas de esta franqueza, porque los arrincona. No saben qué hacer. Se dan cuenta de que ‘eran personas simples y sin instrucción, permanecían asombrados y los reconocían como aquellos que habían estado con Jesús. Viendo, luego, en pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado, no sabían qué replicar”.

Estos jefes, ancianos y escribas “en lugar de aceptar la verdad como la estaban viendo delante, tenían el corazón tan cerrado que recurrieron” a la táctica del miedo: “Asustémoslos un poco, digámosles que serán castigados y veamos si así lo dejan”. Esa fue su reacción.

“Estaban tan arrinconados por la franqueza que no sabían como escapar”, explicó el Papa. “No les venía a la mente el pensar: ‘¿Pero realmente esto no será cierto?’. Tenían el corazón cerrado, duro, el corazón corrupto. Ese es uno de los dramas: la fuerza del Espíritu Santo que se manifiesta en esta franqueza de la predicación, en esta locura de la predicación, no puede entrar en los corazones corruptos”.

“Por eso”, pidió el Papa, “permanezcamos atentos: pecadores, sí; corruptos, nunca. No lleguemos a esa corrupción que tiene tantas formas de manifestarse”.

Los jefes, ancianos y escribas de Israel deciden llegar entonces a un compromiso con los apóstoles: “Hagamos las paces: vosotros podéis iros en paz, pero no habléis en el nombre de Jesús, no enseñéis”.

“Pedro, que no era un valiente nato, que había sido un cobarde, que había renegado de Jesús, sin embargo…, ¿qué hace ahora? Responde: ‘Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído’”.

Ante esta lectura, el Santo Padre también se reconoció sorprendido de la reacción de Pedro: “Esta valentía, ¿de dónde viene? ¿De dónde le viene a este cobarde que había renegado del Señor? ¿Qué ha sucedido en el corazón de este hombre?”.

La respuesta: “el don del Espíritu Santo. La franqueza, la valentía, la parresia es un regalo, una gracia que da el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Precisamente, después de haber recibido el Espíritu Santo, fueron a predicar: con valentía, algo nuevo para ellos. Esto es coherencia, la señal del cristiano, del verdadero cristiano. Es valiente, dice toda la verdad porque es coherente”.

El Papa Francisco terminó su homilía pidiendo “que el Señor nos ayude siempre a ser de esa manera: valientes. Esto no quiere decir imprudentes, no. Valientes. La valentía del cristiano siempre es prudente”.

Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Hechos 4:13-21
13 Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús;
14 y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado; de modo que no podían replicar.
15 Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos.
16 Decían: «¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente para todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han realizado una señal manifiesta, y no podemos negarlo.
17 Pero a fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre.»
18 Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.
20 No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
21 Ellos, después de haberles amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando manera de castigarles, a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que había ocurrido.

FELIZ FIN DE SEMANA!!! QUÉDATE EN CASA





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