jueves, 16 de abril de 2020

HOY CELEBRAMOS A SANTA BERNARDETTE SOUBIRUS, 16 DE ABRIL

Hoy celebramos a Santa Bernardette Soubirus, la vidente de la Virgen de Lourdes
Redacción ACI Prensa





“Sí, Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil niña… Tú, reina del cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de más humilde según el mundo", dijo en una ocasión Santa Bernardette Soubirus, la vidente de la Virgen de Lourdes y cuya fiesta se celebra cada 16 de abril.

Santa Bernardette nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes (Francia). Al bautizarla le pusieron como nombre Marie-Bernard, pero solían llamarla por el diminutivo de “Bernardette”. Su familia padeció la más absoluta pobreza.

Bernardette quedó a cargo de su nodriza quien la envió al pastoreo de ovejas, pero esto le dificultaba prepararse para recibir la Primera Comunión. Era la única niña de casi 14 años que no había recibido la Eucaristía. Como era muy buena pastora la obligaban a cuidar más tiempo las ovejas.

Más adelante pidió a sus padres retornar a casa porque quería recibir la Primera Comunión y sus padres aceptaron. Con este deseo es que se le aparece la Virgen de Lourdes, que se llamó a sí misma "la Inmaculada Concepción".


Después de las apariciones, la humilde joven se mantuvo sencilla y modesta, sin buscar el bullicio ni la popularidad. Hizo su Primera Comunión el 3 de junio de 1858, día del Corpus Christi de ese año.

Recibió incomprensiones, burlas y casi siempre estaba enferma. Sufría de vómitos de sangre, asma crónica, tuberculosis, aneurisma, gastralgia, caries en los huesos, abscesos en los oídos y tumor de una rodilla.

La Virgen le había dicho a Santa Bernardette: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”.

En 1860 las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían en la escuela y el hospital, le ofrecieron asilo titular. Allí le asignaron una hermana para que le enseñe a leer y escribir. Al crecer, Bernardette también pasó por momentos de vanidad, buscando estar arreglada para lucir bien, pero esas cosas pasaron rápido en ella y no dañaron su sencillez de corazón.

Más adelante decidió abrazar la vida religiosa y pidió ser aceptada a la Madre Superiora del Hospicio. A los 22 años va por última vez a la amada gruta para despedirse, antes de ingresar al noviciado.

Su salud decayó gravemente y la madre Superiora quiso darle el consuelo de que pronuncie los votos. Durante la ceremonia, ella hizo gestos de consentimiento ya que no podía hablar y le dieron el velo de profesa. A la mañana siguiente despertó feliz y la Madre Superiora le dijo que le quitaría el velo y ella aceptó humildemente.

El 30 de octubre de 1867 hizo sus votos temporales a los 23 años y en 1878 emitió los perpetuos. Después su salud empeoró y retornó a la enfermería. Allí padeció enormemente, superó la tentación de pensar que no podía ser salvada, no se dejó vencer y se mantuvo serena.

Padeció durante la Semana Santa de 1879. El 16 de abril pidió a las religiosas que rezaran el Rosario. Al terminar un Avemaría, su rostro dibujó una sonrisa como si viera de nuevo a la Virgen de la gruta y partió a la Casa del Padre a las 3:15 pm.

“Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora… pecadora”, fueron sus últimas palabras. Su cuerpo se mantiene incorrupto en su capilla en Nevers, con la apariencia de estar dormida.


Biografía de Santa Bernadette de Soubirous


Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.

Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).

En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le dice: "Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió. La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.

Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora, ¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio.

Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.

En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".

Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra buena.

Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".

Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.

Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es".

Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.

Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.

El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.

A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.


Oración a Santa Bernadette de Soubirous



¡Oh bienaventurada Bernardita!

Acuérdate que la Virgen
te dijo en la Gruta:
"Ruega por los pecadores",
para que se conviertan
y hagan penitencia.

Ruega por mí, pecador,
para que Dios perdone mis pecados.

Ruega por mí a María Inmaculada,
pues confío en que te concederá
cuanto la pidas,
porque fuiste su confidente
en la Gruta de Lourdes.

Así como Ella te prometió
"hacerte feliz en el otro mundo",
te concederá que hagas felices
a los que devotamente acudan a ti.

A ti, pues, acudo humildemente,
suplicándote no me dejes
ni me abandones
hasta verme contigo en el cielo.

Amén.


LECTURAS BÍBLICAS DE HOY JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA 16 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Jueves de la Octava de Pascua
Hoy, jueves, 16 de abril de 2020




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):

EN aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios Jo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que Jo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 8,2a.5.6-7.8-9

R/. Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!

Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.


Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.



Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

EN aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 16 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf


Querido Dios Padre resucitador.

Me haces muy feliz con tu diaria carta de amor. Estoy seguro de que no llego a comprenderte del todo. Pero me hace mucha ilusión intentarlo cada día un poco más. Ya sé que nuestra gramática humana no puede expresar todo lo que quisieras. Ya sé también que escribes tus cartas para todas las generaciones y, que, entre todos, vamos descubriendo tu Palabra en las palabras escritas. Reconocerás, Padre Dios, que tu acción de resucitar a Jesús crucificado de entre los muertos es una novedad tan desbordante, tan inaudita que nos cuesta mucho hacernos cargo de ella.

Tu cartero Lucas nos brinda hoy una narración de cómo quieres que nos hagamos cargo de la maravilla de la resurrección del Crucificado. A los primeros lectores de tu carta les resultaba incomprensible eso de resucitar; ellos entendían de inmortalidad, de espíritus y de ideas claras y distintas. Pero no les entraba en la cabeza lo de la resurrección de entre los muertos.

Tú les mostraste una forma donde inspirarse para entender. Por eso les abriste la inteligencia para entender las Escrituras y caer en la cuenta de la nueva forma de presencia. Cuando los discípulos estaban conversando el Resucitado se presentó en medio de ellos. Ellos se sintieron atemorizados y confundidos. Pensaban que se trataba de un espíritu.

El crucificado Resucitado se esfuerza en explicarles que no, que no es un espíritu, que es el mismo al que han visto morir como un condenado a muerte. Para hacérselo entender les muestra sus manos y sus pies heridos. “Soy yo en persona”. Les invita a mirar las manos y los pies. Por si fuera poco, el Resucitado añade otro gesto por el que podía ser reconocido. Come con ellos del pescado que tienen. Y lo hace delante de ellos.

El contenido de tu carta de amor, Padre, resulta difícil de comprender. Es el amor tu mensaje a través de las palabras. Por una parte, nos tienes dicho que la resurrección implica la superación de la muerte, del tiempo y del espacio; que el Resucitado es el exaltado y glorificado. Y, por otra parte, tiene manos y pies. Quiero entender que lo que quieres decirme es que el Resucitado es el mismo que fue crucificado, que no es otro distinto; que la resurrección no es negación de la cruz, sino su reafirmación y la revelación de su sentido último. Tu carta de hoy no es un relato histórico; es una invitación a explotar de alegría por la gran buena noticia de la resurrección del Mesías.

 Gracias, Padre, por tu amor incondicional

Un abrazo entrañable

Tu hijo

FELIZ JUEVES!!!





miércoles, 15 de abril de 2020

PASCUA EN CUARENTENA


Pascua en cuarentena




Esta es una Pascua diferente a cualquier otra que hayamos experimentado. Tal vez ya estás acostumbrado a la cuarentena. Tal vez sea una montaña rusa, con días buenos y días malos. O tal vez, todavía estás bastante conmocionado. De todos modos, es seguro decir, que ésta es una Pascua diferente a cualquier otra que hayamos experimentado.

Nuestro mundo está de luto colectivo: pérdida de vidas, pérdida de conectividad, incertidumbre, inestabilidad en los trabajos, etc. Parece que nos han despojado de nuestra libertad. Nuestra esperanza en un futuro luminoso parece más tenue, y nuestra capacidad de celebrar, cuando estamos tan dispersos, parece casi imposible.

Sin embargo, hemos celebrado el Domingo de Pascua, un día de inmensa alegría. ¿Pero cómo se supone que nos alegremos en medio de tanto sufrimiento? ¿Cómo encontrar la esperanza en la Resurrección de Cristo cuando nuestro mundo parece tan desesperado?

Celebrar y vivir como “gente de Pascua” no significa que ignoremos el sufrimiento o pretendamos que no nos afecta. Más bien, nos alegramos porque comprendemos que el sufrimiento es necesario para la alegría, porque es a través de la transformación de este sufrimiento, que la alegría cobra sentido. Un sentido muy diferente al que el mundo conoce. La Pascua no hubiera existido si no hubiera atravesado un gran sufrimiento.

Después de todo, los Apóstoles pasaron su Viernes Santo y su Sábado Santo de forma muy parecida a la nuestra: encerrados en sus casas, asustados y enfrentando muchas incertidumbres. A pesar de ello, Cristo transformó su miedo y su tristeza en profundo gozo, incluso cuando la alegría parecía lo más imposible.

Entonces, ¿cómo podemos alegrarnos en estas circunstancias? No necesitamos buscar más allá de Jesús. Él nos da tres claves para la alegría:

- Esperanza: Jesús tiene esperanza al decir, en la Cruz, “todo está cumplido” y ponerse en las manos de su Padre. Él ya había hecho su parte, ahora confía y espera en Dios. Sabe que su dolor no ha sido en vano.

- Dejarse amar por Dios: Él confiaba en que lo que Dios le permitía soportar, bueno o malo, era para la salvación de los hombres. Sabía que, en medio de todo el dolor, su Padre lo estaba amando y ese amor lo sostenía. Jesús demostró esta actitud de confianza continua, con una aceptación incondicional de cada acontecimiento como regalo de Dios.

Amar a los demás: todos los días que nos quedamos en casa por amor a todos, podemos encontrar alegría como la de Jesús. En cada momento podemos ofrecer nuestro sacrificio por los demás. ¿Qué razón más grande para la alegría que esta?

La muerte no es el final... Sí, Jesús se levantó de la tumba, Él ha vencido la muerte. Y si tiene poder sobre la muerte, puede elevarnos a la vida eterna con Él. En otras palabras: si celebramos el Domingo de Pascua, celebramos que nuestra muerte es solo el comienzo de la felicidad para siempre con Dios. Incluso si lo peor nos sucede a nosotros y a quienes amamos, no es el final. Podemos esperar en una vida eterna aún más feliz que todas las alegrías que hemos conocido en este mundo.

En palabras de santa Teresita de Lisieux: “El mundo es tu barco y no tu hogar”. No vivimos para este mundo, sino para el que no se ve. La Resurrección de Cristo nos recuerda que hay mucho más para nosotros que esta realidad presente y sus penas.



* Aleteia

VENGAN A MÍ


“Vengan a mí”



Sin camino no se anda, sin verdad no se conoce, sin vida no se vive. Si andamos perdidos sin encontrar el rumbo, si sentimos que en lugar de vivir “arrastramos la vida” o lo que sería peor somos “muertos en vida”, éste es el momento de buscar a Cristo, de acercarse al Señor, Camino, Verdad y Vida, en el seno de una comunidad creyente.

“Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Vengan a mí todos los que están deprimidos y agobiados, y yo les daré alivio. Vengan a mí todos los que están desorientados y sin sentido, yo soy el camino. Vengan a mí todos los que están en tinieblas y sombras de muerte, yo soy la luz. Vengan a mí, mansos y humildes, y encontrarán un remanso para su alma” (Jesús).

Jesús ve nuestra necesidad. Lo necesitamos a él y a nadie más. Sólo él puede advertir cuán grande es la necesidad que tenemos de él en esta hora del mundo. El hambriento se imagina que busca pan, y en verdad tiene hambre de él. El sediento cree desear tan sólo agua y en realidad tiene necesidad y sed de él. (GP). El nos invita: “Vengan a mí”.



* Enviado por el P. Natalio

EL PAPA FRANCISCO EXPLICA EN QUÉ CONSISTE LA VERDADERA PAZ INTERIOR


El Papa Francisco explica en qué consiste la verdadera paz interior
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco destacó durante la Audiencia General de este miércoles que “el verdadero equilibrio interior surge de la paz de Cristo” y advirtió que frecuentemente el significado de la palabra paz, puede “ser mal entendida o trivializada”.

“El verdadero Shalom y el verdadero equilibrio interior surgen de la paz de Cristo, que proviene de su Cruz y genera una nueva humanidad, encarnada en una infinita lista de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado nuevas formas de amar. Esta vida como hijos de Dios, que por la sangre de Cristo buscan y encuentran a sus hermanos, es la verdadera felicidad”, dijo el Papa durante su catequesis semanal de este 15 de abril.

Al reflexionar en la séptima bienaventuranza relatada en el Evangelio de San Mateo (Mt 5,9) que dice: “dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” el Pontífice explicó que para entender esta afirmación en la que se habla de quienes “trabajan por la paz” es necesario aclarar en qué consiste la paz verdadera.

En esta línea, el Papa confió que le alegra abordar esta cuestión “inmediatamente después de Pascua, porque la paz de Cristo es el fruto de su muerte y Resurrección” y añadió que “para comprender esta dicha, uno debe explicar el significado de la palabra paz”.


Dos diferentes ideas de paz

“Debemos orientarnos entre dos ideas de paz: la primera es la bíblica, donde aparece la bellísima palabra Shalom, que expresa abundancia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebreo se desea Shalom, se desea una vida bella, plena y próspera, conducida bajo la verdad y la justicia, que se cumplirá en el Mesías, Príncipe de paz”.

En segundo lugar, está el otro sentido, más extendido, por el cual la palabra “paz” se entiende como “una especie de tranquilidad interior; ésta es una idea moderna, psicológica y más subjetiva. Se piensa generalmente que la paz es tranquilidad, armonía, equilibrio interior” y añadió que “este segundo significado es incompleto y no puede ser absolutizado, porque la inquietud en la vida puede ser un momento importante de crecimiento, mientras que puede ocurrir que la tranquilidad interior corresponda a una ‘conciencia domesticada’ y no a una verdadera redención espiritual”.

“Muchas veces el Señor debe ser un ‘signo de contradicción’ sacudiendo nuestras falsas certezas, para llevarnos a la salvación”, describió el Papa quien invitó también a recordar que “el Señor entiende que su paz es diferente de la humana, cuando dice: ‘Les dejo la paz, les doy mi paz. No como la da el mundo, yo se las doy’ del Evangelio de San Juan (Jn 14,27)”.

“Preguntémonos: ¿cómo da paz el mundo? Si pensamos en los conflictos bélicos, las guerras normalmente terminan de dos maneras: con la derrota de una de las dos partes o con tratados de paz. Solo podemos esperar y rezar para que siempre se tome esta segunda vía; sin embargo, debemos considerar que la historia es una serie infinita de tratados de paz negados por guerras sucesivas o por la metamorfosis de esas mismas guerras de otras maneras o en otros lugares”, expresó.

De este modo, el Papa reiteró que en la actualidad existe “una guerra en pedazos” que se lleva a cabo “en múltiples escenarios y de diferentes maneras. Al menos debemos sospechar que, en el contexto de una globalización construida sobre todo por intereses económicos, la ‘paz’ de algunos corresponda a la ‘guerra’ de otros. ¡Esta no es la paz de Cristo!”.

Por ello, Francisco cuestionó “¿cómo ‘da’ su paz el Señor Jesús?” y citó la Carta de San Pablo a los Efesios (Ef 2,14) en que el apóstol describe que “la paz de Cristo es ‘hacer de dos, uno solo’ eliminar la enemistad y reconciliarse. Y la forma de lograr este trabajo de paz es su cuerpo. De hecho, reconcilia todas las cosas y pone paz con la sangre de su cruz”.

En este sentido, el Santo Padre preguntó “¿quiénes son los que trabajan por la paz?” y concluyó que esta séptima bienaventuranza “es la más activa, explícitamente operativa; la expresión verbal es análoga a la utilizada en el primer versículo de la Biblia para la creación e indica iniciativa y laboriosidad”.

“El amor es, por naturaleza, creativo y busca la reconciliación a toda costa. Son llamados hijos de Dios los que han aprendido el arte de la paz y lo ejercitan, y saben que no hay reconciliación sin el don de la vida, y que siempre se debe buscar la paz. ¡En todo momento! Este no es un trabajo autónomo que es el fruto de las propias habilidades, es una manifestación de la gracia recibida de Cristo, quien nos hizo hijos de Dios”, dijo.

Finalmente, el Papa Francisco animó a “colaborar con Dios en la tarea de construir la paz, en cada momento y lugar, comenzando por aquellas situaciones que viven y con las personas que tienen alrededor; de manera particular, en estos momentos que estamos viviendo a causa de la pandemia, para que, con un gesto concreto de bien, puedan llevar la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado”. 

“¡Feliz Pascua de Resurrección! y que Dios los bendiga”. 

EMAÚS: IDA Y VUELTA


Emaús: ida y vuelta
Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra


Por: Pablo Cabellos Llorente | Fuente: Catholic.net




Debemos a San Lucas el conocimiento amplio de lo sucedido el mismo día de la Resurrección a Cleofás y su compañero en el camino de Emaús. Andan entristecidos por una esperanza perdida. Cuando Jesús resucitado se hace el encontradizo con ellos, no salen de su asombro ante la pregunta del Señor sobre la conversación que traen. Al tratar de explicar lo sucedido al que se ha sumado como compañero de viaje, ellos mismos confiesan su desesperanza: "nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas".

Esperábamos, afirman en un pasado que suena a fiasco. Tal vez no esperaban nada, o no esperaban rectamente porque su idea de la redención de Israel era muy otra. No nos extraña porque, en demasiadas ocasiones y a demasiados cristianos, nos viene a suceder lo mismo cuando pensamos que Dios no está a nuestro lado, o no nos escucha o, si nos escucha, no atiende a nuestras necesidades. No tenemos en cuenta aquello de San Pablo a los Romanos: "el Espíritu acude en ayuda de nuestra flaqueza: porque no sabemos lo que debemos pedir como conviene; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables". Nuestra oración ha de ser guiada por el mismo Dios, porque no siempre pedimos bien.

Y esto hace Jesús con aquellos dos desesperanzados, también impacientes y poco comprensivos con los tiempos de Dios porque se van a Emaús cuando ya tienen bastantes rumores acerca de la Resurrección o, mejor dicho, más que rumores tienen el testimonio de las mujeres y de alguno de los suyos, pero como a Él no lo han visto, no les basta. Una vez más nos encontramos pensando con criterios exclusivamente humanos y, seguramente por eso, de vuelo corto.

Por fortuna -como a aquellos dos caminantes desalentados- Jesús se nos acerca mucho más de lo pensamos y de variadísimas maneras. Con Cleofás y su amigo empleó la misma paciencia que con nosotros. En su caso, para explicarles desde Moisés a los Profetas a fin de que comprendieran que todo había sucedido como estaba previsto.

En nuestras situaciones hará también cuanto necesitemos para calentar nuestro corazón o dar luz a nuestra mente. La luz es enseñarnos a ver nuestra vida y lo que nos sucede con los ojos de la fe, tan distintos de nuestras miradas cortas. Estamos habituados a razonar de modo que comprendamos todo con silogismos bien construidos, pero con frecuencia nos olvidamos de la premisa mayor: Dios, que ve las cosas de otro modo, sub especie aeternitatis, con la vista puesta en la eternidad. Las cosas son como las ve Dios. Y nos caldeará el corazón, como hizo con aquellos dos hombres de modo casi imperceptible, porque acaban de darse cuenta al final: "¿no es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?".

Hemos de tener el oído atento para escuchar al Señor, que nos habla también a través de las Escrituras, en la Eucaristía, a través de un amigo, en el acompañamiento o dirección espiritual, en una homilía u otros medios de formación, en un rato de oración ante el Señor sacramentado o en otro lugar cuando no es posible acercarse a un sagrario, en las incidencias de la vida corriente o siendo nosotros ese cristiano que "debe hacer presente a Cristo entre los hombres, debe obrar de tal manera que quienes le traten perciban el bonus odor Christi (Cfr. 2 Cor II, 15), el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro". Así lo afirmaba San Josemaría Escrivá, comentando este pasaje de Lucas en la homilía Cristo presente en los cristianos.

Así, un camino de ida para quienes parecen "estar de vuelta" se convirtió, por la misericordia de Jesús, en el camino del encuentro, un sendero en el que, por obra de Dios, el desaliento se convierte en luz y calor. A pesar de nuestras debilidades, todos tenemos la posibilidad de ser el amable compañero de viaje que haga pronunciar a nuestros familiares, amigos, compañeros, vecinos... las mismas palabras de los discípulos de Emaús que, como se lee en Camino, "debían salir espontáneas, si eres apóstol, de labios de tus compañeros de profesión, después de encontrarte a ti en el camino de la vida".

Esa vía de ida, que facilita el camino de vuelta a nuestro sitio, a la casa del Padre, está en nuestra manos para cada uno de nosotros y para los demás. Antes cité algunos medios. Quiero ir finalizando recordando algo capital: la confesión sacramental, el sacramento de la misericordia y el perdón, que quita nuestras costras y durezas para que la voz del Espíritu resuene más clara en nuestra conciencia, ese sagrario de nuestra intimidad en el que escuchamos la voz de Dios siempre que nuestras auto-disculpas no la conviertan en el sonido de la propia subjetividad.

Se levantaron de la mesa que habían compartido con el Señor y regresaron a Jerusalén, volvieron a su sitio, al redil de Dios, donde encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos. Volvieron para ser cada uno apóstol de apóstoles. Termino con otras palabras de San Josemaría tremendamente animantes: "Camino de Emaús. Nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre. Y Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra" (Amigos de Dios, 314).

HOY SE CELEBRA A SAN DAMIAN DE MOLOKAI, EL APÓSTOL DE LOS LEPROSOS,15 DE ABRIL


Hoy se celebra a San Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos
Redacción ACI Prensa






“Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”, solía decir San Damián de Molokai, quien contrajo lepra al servir como misionero a los pacientes con esta enfermedad en una de las islas Hawai (Estados Unidos). Su fiesta se celebra cada 15 de abril.

San Damián nació un 3 de enero de 1840 en Bélgica, ingresó a la vida religiosa con los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Fue enviado como misionero a Hawai (Estados Unidos) y el 24 de mayo de 1864 fue ordenado sacerdote en Honolulu, la capital.

Ayudaba incesantemente a los pobladores del lugar y trabajó con sus propias manos para que se construya una Iglesia, ganándose la estima de la gente.


Por ese entonces se desató una terrible epidemia de lepra. Los enfermos eran apartados de la comunidad y abandonados a su suerte en una colonia especial. El P. Damián pidió ir a ayudarlos y desembarcó con varios leprosos en Molokai.

En ese lugar había mucha violencia y muchos vivían sin esperanza y paz. Escuchaba la burla de los borrachos, las lamentaciones de los moribundos y los aullidos de los perros que se comían a los muertos.

Poco a poco el Santo fue transformando el lugar, construyó una iglesia en honor a Santa Filomena, hospital, enfermería, escuela, viviendas, etc. En 1885 contrajo la enfermedad de lepra con tan sólo 49 años y rechazó ser trasladado para recibir tratamiento.

"Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: ‘Me quedo para toda la vida con mis leprosos’”, decía.

El Santo con sus dolores continuó con la obra evangelizadora en medio de ese pueblo sufriente. Antes de morir vio llegar al P. Wendelin y a las hermanas franciscanas que se encargaron de la enfermería. Entre ellas estaba la Beata Madre Marianna Cope que sirvió más de 30 años a los leprosos.

Partió a la Casa del Padre el 15 de abril de 1889. Una estatua de bronce del santo se encuentra en el Capitolio de Estados Unidos en representación al estado de Hawai.

PAPA FRANCISCO: RECEMOS POR LOS ANCIANOS QUE TIENEN MIEDO MORIR SOLOS


Papa Francisco: Recemos por los ancianos que tienen miedo a morir solos
Redacción ACI Prensa



Al inicio de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este miércoles 15 de abril, el Papa Francisco pidió rezar especialmente por los adultos mayores “aislados o en los asilos de ancianos” porque tienen miedo a morir solos durante esta pandemia del coronavirus, COVID-19.

“Recemos hoy por los ancianos, especialmente por quienes están aislados o en los asilos de ancianos. Ellos tienen miedo, miedo de morir solos. Sienten esta pandemia como algo agresivo para ellos”, dijo.


En esta línea, el Santo Padre señaló que “ellos son nuestras raíces, nuestra historia. Ellos nos han dado la fe, la tradición, el sentido de pertenencia a una patria. Recemos por ellos para que el Señor esté cerca de ellos en este momento”, indicó el Pontífice.

Luego, el Papa en su homilía explicó que “Dios es salvador porque es fiel a su promesa” y destacó que “la fidelidad de Dios es fiesta, es fiesta gratuita, es fiesta para todos nosotros”.

“La fidelidad de Dios es una fidelidad paciente. Tiene paciencia con su pueblo, lo espera, lo guía, le explica lentamente, y le calienta el corazón, como hizo con estos dos discípulos que caminan lejos de Jerusalén. Les calienta el corazón para que regresen a casa”.

Además, el Santo Padre destacó que “la fidelidad de Dios siempre nos precede, y nuestra fidelidad siempre es respuesta a aquella fidelidad que nos precede. Es Dios quien nos precede siempre, es la flor del almendro en primavera: florece el primero. Ser fiel es alabar esta fidelidad. Es una respuesta a esta fidelidad”, concluyó.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA,15 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Miercoles de la Octava de Pascua
Hoy, miércoles, 15 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 15 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf



Querido Dios Padre Resucitador:

Por la resurrección de tu Hijo amado has mostrado tu gran protesta contra la muerte. Y contra todo aquello que hizo históricamente inevitable la condena a muerte de tu Hijo del alma. Muestras que estás a favor de la vida y en contra de la muerte de los inocentes.  Resucitando a tu Ungido de entre los muertos le has dado la razón, te has puesto de su parte con todo amor. Has revelado palmariamente que su vida y sus palabras, y sus decisiones, expresan tu amor de Padre, que estabas con él, que no lo abandonaste ni en Getsemaní ni en la soledad de la cruz. Respondiste a su entrega de la vida, haciéndole partícipe de tu abrazo eterno, incluso en su humanidad trasfigurada.

En tu carta de hoy a través de San Lucas nos recuerdas cómo el Resucitado se nos hace encontradizo en la situación de frustración de los discípulos. Los dos de Emaús están viviendo una profunda decepción. Sus esperanzas puestas en Jesús se veían frustradas radicalmente. El profeta poderoso en obras y palabras había sido condenado por las autoridades y crucificado por el gobernador Pilato. Todo parecía gritar que el justo había sido abandonado, que la cruz era el punto final de la maravillosa aventura tras las huellas de Jesús.

El Resucitado de entre los muertos como un caminante más se pone en movimiento con ellos.  Sus ojos eran incapaces de reconocerlo. Pero, poco a poco, se va iluminando su tristeza. Conversan, caminan. Hablan de lo que acaba de suceder en Jerusalén. Mencionan que están sobresaltados por las noticias de apariciones que han dado algunas mujeres. El caminante les va haciendo reflexionar. Les va abriendo los ojos para ver con una nueva mirada; les explica las Escrituras. Se queda con ellos a cenar. Y entonces se dan cuenta que el caminante hace los mismos gestos que había hecho Jesús. Y es en ese signo donde los ojos se le abren como platos. Y reconocen qué es Jesús en persona.

Me doy cuenta, Padre resucitador, que en tu carta de hoy me estás hablando de mi propia historia como discípulo. El nuevo rostro del resucitado no es verificable. Es invisible a los ojos de la cara. Hacen falta los ojos de la fe. Se requiere esa mirada penetrante y sorprendida que lee los hechos visibles como signos de su presencia.

Gracias Padre por recordarnos hoy la belleza del camino de nuestra fe. Gracias por hacernos por encender nuestra vida de luz, cuando escuchamos tu palabra de amor, que es más fuerte que la muerte. Gracias por tu amor que nos resucitará de la muerte.

Un abrazo entrañable

Tu hijo

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