martes, 15 de diciembre de 2015

¿CÓMO VIVIR INTENSAMENTE EL AÑO SANTO Y LO QUE RESTA DEL ADVIENTO?


¿Cómo vivir intensamente el Año Santo y lo que resta del Adviento?





 (ACI).- El Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera, compartió algunas sugerencias para vivir intensamente el Adviento y el Año Santo de la Misericordia, como un tiempo especial de alegría en el que los cristianos deben plasmar su fe en obras concretas.

En la homilía de la Misa que presidió en el tercer domingo de Adviento en la Catedral Primada, en el día en abrió la Puerta Santa del templo por el Año de la Misericordia, el Purpurado dijo que “el Adviento a fondo es tiempo de acción para conseguir una alegría profunda”.

“Ante la expectativa del Mesías, "En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: ¿Qué debemos hacer?". Es la actitud que nosotros debemos adoptar, si queremos celebrar el Año Santo y prepararnos de verdad a la Navidad”, dijo luego según informa el SIAME.

Por ello, afirmó, “hay que aterrizar en la acción cristiana, si no queremos engrosar las filas de los contradictorios creyentes no – practicantes”.


“La fe se demuestra con obras, sino, está muerta, no es verdadera fe. El Bautista es muy claro: ‘Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo’. ‘No cobren más de lo establecido... No extorsionen a nadie ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario’”.

El Arzobispo resaltó que “la celebración del Año de la Misericordia y la preparación a la Navidad en serio es un cumplimiento cada vez mejor de los deberes propios ante los derechos fundamentales de los demás: vida, vestido, vivienda y alimento”.

Se trata, explicó, “de practicar una justicia cada vez mayor, respetando la dignidad de las personas y repartiendo equitativamente cargas y beneficios”.

“Si alguien piensa que es más alegre una preparación folklórica, convénzase de que esa alegría superficial sólo será gozo profundo si llega a la práctica de la justicia. Y sobre todo del amor. Porque el Jesús misericordioso nacido en Belén nos salvó por el amor, y del amor nos juzgará en la tarde de la vida”, aseguró el Cardenal Rivera.



Nuestra actitud en Adviento

En la homilía, el Primado de México dijo que en Adviento “estamos alegres porque ‘Aguardamos la alegre esperanza: la aparición gloriosa de nuestro Salvador’. Condición previa para que aflore en nuestra conciencia el gozo navideño es el deseo de la visita de Jesús a nuestra vida aquí y ahora”.

“En el Evangelio de hoy se nos resalta que el pueblo estaba en expectación por la venida del Mesías prometido. ¿Estamos nosotros de verdad esperando la llegada de Jesús, o simplemente celebramos un aniversario histórico? ¿De verdad queremos celebrar un año Santo como camino nuevo para nuestra vida?”, cuestionó.

Tras señalar que otros esperan “mesías políticos” o “magos de las finanzas”, el Cardenal interrogó a los presentes: “pero, nosotros los cristianos, ¿de verdad esperamos, a Aquel que puede cambiar nuestra vida y nuestra historia?”

“La liturgia de este domingo además de motivarnos a la alegría, nos presenta varios rasgos del Mesías auténtico, para abrir nuestro deseo de su venida y para que no lo confundamos con ningún otro mesianismo por atractivo que parezca”.

“Nuestro mundo –subrayó el Purpurado mexicano– se muere de frío porque está impregnado de odio, indiferencia y egoísmo. Nuestro mundo sólo puede revivir y transformarse por el calor del amor con que nos vino a inflamar Jesús”.

CARTA AL NIÑO DIOS


Carta al Niño Dios




Querido Niño Dios:

¿Cómo están por allá arriba en el cielo?  Por aquí, tú sabes cómo estamos.  Creo que no hace falta contarte los desastres, las injusticias, la violencia y todas las tragedias que dejan su huella en este mundo que es tu mundo.  Además, Navidad no es ocasión de hacer lista de desgracias sino lista de ilusiones.

Por eso te escribo esta carta.  Como las que escriben los niños cuando no se ha ensombrecido su mirada.

Ya no pido juguetes.  Pero no creas que he dejado de ser pedigüeño.  Quiero pedirte muchas, muchísimas cosas.

Quiero pedirte una tregua a la violencia que desangra a nuestra patria y al mundo: tú puedes cambiar los corazones de los violentos para que no empuñen las armas de la muerte.

Y una tregua a la injusticia que nos está destruyendo: tú puedes cambiar los corazones de los hombres y las mujeres para que sientan como propias las necesidades de los hermanos.

También sería buenísima una tregua a la irresponsabilidad y a la inconciencia: tú puedes cambiar los corazones de los irresponsables para que caigan en cuenta de los disparates que cometen, del daño que se hacen ellos y le hacen a otros.

Otra cosa que quiero pedirte es una tregua a las caras largas: tú puedes cambiar los corazones de jóvenes y viejos para que puedan sonreír.

Por favor, tráenos en esta Navidad una tregua a la agresividad que hace insoportables las calles: tú puedes cambiar los corazones de los agresivos para que se acerquen unos a otros sin miedo, para que se respeten, para que se ayuden.

También nos está haciendo falta una tregua al silencio y las palabras duras en los hogares: tú puedes cambiar los corazones de los esposos, de los padres y de los hijos, para que descubran, los unos, lo que los otros quieren decir con su silencio, para que las palabras expresen el amor y la necesidad de amor.

No se te olvide una tregua a la intolerancia: tú puedes cambiar los corazones de los intolerantes para que sean capaces de comprender y perdonar y olvidar.

Y una tregua al egoísmo: tú puedes cambiar los corazones de los egoístas para que sean capaces de amar y de acercarse a la necesidad del amigo, del vecino, del familiar, del desconocido e incluso del que les cae mal.

No sobraría una tregua a la desesperanza y al escepticismo que nos están carcomiendo: tú puedes cambiar los corazones de los aplanchados y los pesimistas para que miren la vida con optimismo.

También te pido que pongas a los pies de las camas de los niños y en el árbol de Navidad de todos: sueños y esperanzas que podamos realizar; fe en nosotros mismos y en los que nos rodean; fe en la vida y, sobre todo, fe en Ti; amor que construya la armonía en los hogares y la paz en nuestra patria; tu amor para poder amar.

Ese es, tal vez, el verdadero regalo de Navidad, el que nos hace seguir siendo niños a pesar de todos.

JESÚS NOS ENSEÑA


JESÚS NOS ENSEÑA...



Jesús nos enseña a amar a Dios con todo el corazón y a volcar ese amor en los demás: en la familia, en los hermanos, en la sociedad, en el país, en el mundo entero. Se trata de amor verdadero, de amor que es servicio y sacrificio, hasta “que duele”, de amor y a veces hasta la muerte. De amor que da sentido a una vida digna. Porque ni el odio, ni el egoísmo, ni la mentira podrán jamás dar algún significado noble a la existencia humana.


La caridad está en la base de las relaciones humanas sencillas y habituales, como la amistad, la familia, o el grupo de amigos, compañeros y vecinos. Pero la caridad también es el principio de las grandes relaciones de los hombres, como las relaciones sociales, económicas o políticas.


Mons. Alfonso Delgado

IDEAS PARA VIVIR EL ADVIENTO


Ideas para vivir el Adviento
Esta es una época del año en la que estamos “bombardeados” por la publicidad. 
Por: Tere Vallés | 




La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

Durante el tiempo de Adviento se puede escoger alguna de las opciones que presentamos a continuación para vivir cada día del Adviento y llegar a la Navidad con un corazón lleno de amor al niño Dios.



1.Pesebre y pajas:

En esta actividad se va a preparar un pesebre para el Niño Dios el día de su nacimiento. El pesebre se elaborará de paja para que al nacer el niño Dios no tenga frío y la paja le dé el calor que necesita. Con las obras buenas de cada uno de los niños, se va a ir preparando el pesebre. Por cada buena obra que hagan los niños, se pone una pajita en el pesebre hasta el día de la celebración del nacimiento de Cristo.


2.Vitral del Nacimiento:

En algún dibujo en el que se represente el Nacimiento se puede ir coloreando alguna parte de éste, cada vez que lleven a cabo una obra buena, para irlo completando para la Navidad.

3.Calendario Tradicional de Adviento:

En esta actividad se trata de hacer un calendario de Adviento en donde marquen los días del Adviento y escribir sus propósitos a cumplir. Pueden dibujar en la cartulina el día de Navidad con la escena del nacimiento de Jesús. Diario revisarán los propósitos para ir preparando su corazón a la Navidad. Este calendario lo podrán llevar a la Iglesia el día de Navidad si así lo desean.


Se sugieren los siguientes propósitos:

1. Ayudaré en casa en aquello que más me cueste trabajo.

2. Rezaré en familia por la paz del mundo.

3. Ofreceré mi día por los niños que no tienen papás ni una casa donde vivir.

4. Obedeceré a mis papás y maestros con alegría.

5. Compartiré mi almuerzo con una sonrisa a quien le haga falta.

6. Hoy cumpliré con toda mi tarea sin quejarme.

7. Ayudaré a mis hermanos en algo que necesiten.

8. Ofreceré un sacrificio por los sacerdotes.

9. Rezaré por el Papa.

10. Daré gracias a Dios por todo lo que me ha dado.

11. Llevaré a cabo un sacrificio.

12. Leeré algún pasaje del Evangelio.

13. Ofreceré una comunión espiritual a Jesús por los que no lo aman.

14. Daré un juguete o una ropa a un niño que no lo tenga.
15. No comeré entre comidas.

16. En lugar de ver la televisión ayudaré a mi mamá en lo que necesite.

17. Imitaré a Jesús en su perdón cuando alguien me moleste.

18. Pediré por los que tienen hambre y no comeré dulces.

19. Rezaré un Ave María para demostrarle a la Virgen cuanto la amo.

20. Hoy no pelearé con mis hermanos.

21. Saludaré con cariño a toda persona que me encuentre.

22. Hoy pediré a la Santísima virgen por mi país.

23. Leeré el nacimiento de Jesús en el Evangelio de 
S. Lucas 2, 1-20.

24. Abriré mi corazón a Jesús para que nazca en él.


4.- Novena de Navidad 

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

FELIZ MARTES!!


lunes, 14 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 14 DE DICIEMBRE DEL 2015


¿Con qué autoridad haces esto?
Adviento


Mateo 21, 23-27. Adviento. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? 


Por: P. Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Mateo 21, 23 - 27
Llegado al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?» Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: "Del cielo", nos dirá: "Entonces ¿por qué no le creísteis?" Y si decimos: "De los hombres", tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Oración preparatoria
Señor, creo, confío y te amo. Inicio mi oración desprendiéndome de mis pendientes y de mis preocupaciones; dejo a un lado mis deseos para poder abrir mi corazón y darte gloria, alabarte como mi único Señor y escuchar lo que hoy me quieres decir.

Petición
Jesús, ayúdame a ser ese instrumento que Tú necesitas para que muchas personas puedan encontrarse contigo.

Meditación del Papa Francisco
¿Con qué autoridad hacéis estas cosas? Quieren tender "una trampa" al Señor, tratando de llevarlo contra la pared, hacerle equivocarse. Pero ¿cuál es el problema que esta gente tenía con Jesús? ¿Son quizás los milagros que hacía? No, no es esto. En realidad el problema que escandalizaba a esta gente era el de que los demonios gritaban a Jesús: "¡Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Santo!". Este "es el centro”, esto escandaliza de Jesús: “Él es Dios que se ha encarnado".
También a nosotros nos tienden trampas en la vida, pero lo que escandaliza de la Iglesia es el misterio de la Encarnación del Verbo. Y esto no se tolera, esto el demonio no lo tolera. Cuántas veces se oye decir: "Pero, vosotros cristianos, sed un poco más normales, como las otras personas, ¡razonables!". Este es un discurso de encantadores de serpientes: "Pero, sed así ¿no?, un poco más normales, no seáis tan rígidos..." Pero detrás de esto está: ´Pero, no vengáis con historias ¡que Dios se ha hecho hombre!
La Encarnación del Verbo, ¡ese es el escándalo que está detrás! Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán: "Pero qué buena la Iglesia, qué buena la obra social que hace la Iglesia" Pero si decimos que hacemos esto porque aquellas personas son la carne de Cristo, viene el escándalo. Y esa es la verdad, esa es la revelación de Jesús: esa presencia de Jesús encarnado. (cf S.S. Francisco, 1 de junio de 2013).

Reflexión
Los fariseos y todos aquellos que habían sido perjudicados por la expulsión de los vendedores del Templo, se unen para poner a prueba a Jesús. Podrían tramar algo así: "A ese maestro tenemos que acusarle de blasfemo. Si le tiramos de la lengua y le provocamos con adulaciones nos dirá quien es, lo que la chusma anda pregonando de él: que es "divino", que es hijo del Altísimo... o algo por el estilo. Entonces será más sencillo acusarle..."

Pero Jesús conoce sus pensamientos, sus intenciones torcidas y su mala fe. No responde, porque ellos tampoco tienen el valor de reconocer su pecado: “No echéis vuestras perlas delante de los puercos” diría en otra ocasión...

Jesús enseñaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Mientras ellos se refieren a las tradiciones, a interpretaciones o a normas, Jesús habla en primera persona. "Yo os digo"... su autoridad moral es incomparable porque a su doctrina añade la convincente fuerza de sus milagros. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? Como arguyó ante los fariseos el ciego de nacimiento recién curado: "si éste (Jesús) no viniera de Dios, no podría hacer nada". Pero he aquí que "topamos" con el misterio de nuestra libertad humana, que es capaz hasta de negar lo que es evidente.

La libertad es el mayor don que hemos recibido y también nuestro mayor riesgo. Con ella podemos aceptar a nuestro Creador, pero paradójicamente también negarle. Dios no nos ha "programado", para que le aceptemos por obligación. No somos ordenadores, sino que nuestras opciones son libres. Prueba de ello es que podemos optar por lo que no es de Dios. ¡Qué responsabilidad tenemos para saber usar bien de ella! Y ser libre es optar por obrar según la conciencia. No según es simple gusto... porque la conciencia responde ante Dios del bien, de lo mejor, y también del mal. Por ejemplo: una mentalidad materialista, no puede ser libre, porque está condicionada por el dinero, etc. Por tanto, si la libertad está gobernada por una conciencia recta, regida por la ley del amor (generosa, veraz, sincera y sacrificada), aunque pueda equivocarse alguna vez, también sabrá reencontrar el camino y elegir siempre lo bueno.

 
Propósito
Escuchar que Dios habla en nuestro interior, para que ilumine nuestra libertad y sea siempre la de un buen hijo ante su Padre.

NUESTRA CONVERSIÓN



NUESTRA CONVERSIÓN...


Las personas que escuchan a Juan sienten la necesidad de transformar sus vidas. No preguntan qué hay que pensar o qué hay que creer, sino qué hay que hacer. ¿Qué hay que hacer para el encuentro con Jesús que viene a nuestra vida? Como al amigo, no hay que recibirlo con grandes aspavientos y liturgias protocolarias  propias de las recepciones oficiales. No hay que mantenerlo lejos de nuestra realidad vital y familiar.


Hay que compartir con Él lo que somos, tenemos y vivimos. Hay que ponerse en marcha desde el interior, cambiando nuestras actitudes rutinarias, dándole un sentido de esperanza activa y alegría a nuestra espera. Mirando a Jesús podemos encontrar pistas abundantes para saber lo que hay que hacer. En Él vemos que perdonar es más gratificante que vengarse, compartir más que  acaparar, ayudar a los demás más que aprovecharse de ellos, enjugar lágrimas más que provocarlas; liberar y/o ayudar a alguien a ser libre, más que esclavizar. Bendecir, felicitar… más que mentir y envidiar; practicar la solidaridad y la generosidad mejor que el egoísmo... Regalar bondad, belleza, acogida, justicia, verdad, vida.... es lo que tenemos que hacer y el camino más seguro para la auténtica alegría de uno mismo y de los demás. Como hace Jesús y nos recomienda hacer.



A. Gutiérrez

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: LOS NACIMIENTOS


La Navidad y sus Tradiciones: Los Nacimientos
El Navidad está rodeada de costumbres y tradiciones, una de las más hermosas son los Nacimientos.


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net 




Este mes celebramos el Nacimiento de Jesús. Este acontecimiento está rodeado de costumbres y tradiciones que hoy recordaremos.

Con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho hombre.

Un poco de historia

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, o lo que se acostumbraba hacer, en tiempos pasados.

Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita.

La palabra "tradición" viene del latín "traditio" que se refiere al verbo "tradere", que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor. Este es un modo de evangelizar.

Existen muchas tradiciones y costumbres que se celebran en el tiempo de Adviento y de la Navidad.

A continuación, presentaremos una de ellas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:

Los Nacimientos.

El Papa San Sixto III, en el siglo V d.C. ya celebraba la Navidad con algunas representaciones del Nacimiento de Cristo realizados en una gruta semejante a la de Belén que él mismo había mandado construir en una Iglesia.

Sin embargo, se considera a San Francisco de Asís como el creador de los Nacimientos. En 1223 quiso celebrar una “Noche Buena” en la que se reviviera el recuerdo de Jesús nacido en Belén. Para que todos pudieran comprender mejor las condiciones en las que sucedió, puso un Nacimiento en el bosque con personas y animales vivos.

Esta actividad gustó mucho a las personas que asistieron y se empezó a popularizar. Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales con figuras de madera o de barro.

Esta tradición fue acogida con gran cariño y se ha extendido por todo el mundo desde el siglo XVI.

Poner un nacimiento en casa, en el que podemos contemplar la imagen de Belén, el pesebre, los pastores, los magos, José y María, puede ser una actividad que fomenta la unión familiar. Y al mismo tiempo, convertirse en una imagen que nos ayude a meditar en el misterio de la Navidad y en las virtudes de cada uno de los personajes. A través de los sentidos se eleva nuestro espíritu ante este gran acontecimiento.

El Nacimiento nos invita a reflexionar en el gran misterio de Dios hecho hombre por amor al hombre.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA


Las obras de misericordia



Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf Is 58, 6-7: Hb 13, 3). Las obras de misericordia son 14 y se dividen en 7 Espirituales y 7 Corporales.


Las 7 Obras de Misericordia Espirituales

Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. (Catecismo)

1. Enseñar al que no sabe.
Es importante que cooperemos con nuestros hermanos, pero es más importante enseñarles a realizar por ellos mismos aquello que no saben. Por ello, enseñémosle a orar, a perdonar, a perdonarse, a compartir, etc.

2. Dar buen consejo al que lo necesita.
Para dar buen consejo es necesario que nosotros mismos hayamos sido aconsejados por un director espiritual, que nos ayude a orar a Dios Padre, para que nos envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de consejo. Así, bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro actuar, serán un constante aconsejar a los que lo necesitan.

3. Corregir al que se equivoca.
Muchas veces nos enojamos o reímos cuando vemos a algún hermano equivocarse, olvidándosenos que no somos perfectos e inevitablemente nos equivocaremos también. Pensemos, ¿nos gustaría que se rieran de nosotros?, definitivamente NO, así que, cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor fraternal para que no lo vuelva a hacer.

4. Perdonar al que nos ofende.
¡Qué difícil!... tanto que Jesús nos dice que debemos perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE. Además en el Padre Nuestro, nos pone la condición de perdonar nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Así que, a perdonar, perdonar, perdonar....

5. Consolar al triste.
Jesús nos ha dicho: "Dichosos los que lloran porque serán consolados". El consuelo de Dios, por medio de su Espíritu Santo, nos consuela. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir: no llore, sino de buscar en las Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente recitarlos y meditarlos constantemente.

6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
¡Qué fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no vemos la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de disimular los defectos de nuestro hermano, estaremos colaborando en la construcción del Reino del Señor. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tendrán con nosotros, en nuestros defectos.

7. Rogar a Dios por los vivos y los difuntos.
Cuando escucho a mis hijos orar pidiendo a Diosito por nosotros, por sus hermanos, por sus compañeros de escuela y por sus abuelitos ya fallecidos, me siento agradecido de saber que muchos elevan una oración al Creador por mí y por mis familiares o amigos que se me adelantaron a la casa del Padre. Cada oración es una intercesión, y el Señor nos pide que oremos unos por otros para mantenernos firmes en la fe, así como El oró por Pedro para que una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos.



7 Obras de Misericordia Corporales

Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25, 31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4,5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna: es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4) . (Catecismo)

1. Visitar a los enfermos.
Nuestros hospitales están llenos de enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que por la lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los necesitados, pero que bueno es darnos nosotros mismos. Compartamos de nuestro tiempo con ellos y llevémosles una palabra de aliento, un rato de compañía a esos cristos en su monte de los olivos.

2. Dar de comer al hambriento.
Jesús nos ordena compartir con el necesitado cunado nos dice, "El que tenga dos capas dele una al que no tiene, y el que tenga alimento, comparta con el que no"(San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro alimento, no solo les llenamos el estómago a nuestros hermanos necesitados, sino que les mostramos el amor de Dios que no los deja desfallecer.

3. Dar de beber al sediento.
Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca luego de recorrer un largo trecho para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos en nuestros hermanos que no tienen un lugar donde beberlo? Pensemos en aquellos que se enferman porque deben calmar su sed con agua contaminada, aquellos que mueren de sed porque otros la desperdician, incluso Jesús, en su trance de muerte, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado romano le acercó una esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Somos nosotros peores que ese soldado romano como para negar agua al sediento?.

4. Dar posada al peregrino.
Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debe hacerse presente en toda forma y a todo momento. Recordemos que esos hermanos desposeídos son Sagrarios del Espíritu Santo que merecen al menos una Tienda de Encuentro con el amor Divino.

5. Vestir al desnudo.
A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuida su dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles una vestidura limpia y respetable, que les permita reencontrar al Señor en la bondad de los demás.

6. Visitar a los encarcelados.
Cada mañana nos levantamos y corremos a los centros de estudio o trabajo, y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión en el que muchos de nuestros hermanos sufren la soledad y la indiferencia. Nuestra Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no solo cosas materiales, sino el cariño de toda la comunidad a cada uno de ellos, para que se sientan parte del rebaño del Único Pastor.

7. Enterrar a los muertos.
Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario, esta obra de misericordia coporal nos lleva a la obra de misericordia espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Al enterrarlos no debemos olvidar que es nuestro deber mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo del Espíritu Santo.


Tomado de: Web Católico de Javier

EL ROSTRO PROFUNDO DE LA NAVIDAD


El rostro profundo de la Navidad
El rostro de un Dios que quiere ser el primer amor, el amor verdadero de tu vida. 


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Cada Adviento tendríamos que saber convertirlo en un hermoso momento para preguntarnos quién es Dios para nosotros. Si Dios es Alguien que influye, que transforma, que exige en nuestras vidas; o si, por el contrario, Dios es Alguien con el cual nos podemos permitir cierta indiferencia.

En la proclamación del profeta Isaías está centrada una frase que se repite una y otra vez: “Yo soy el Señor, y no hay otro”. En las palabras del profeta está encerrado lo que tiene que significar Dios en nuestra existencia. No puede haber otro señor en nuestra vida que no sea Dios. Y sin embargo, sin darnos cuenta nos dejamos atrapar por otros señores, que son los que acaban mandando en nuestra existencia.

Dice Jesús en el Evangelio de San Lucas: “No se puede servir a dos amos”. No se puede servir a dos señores. ¿Cuáles son los otros señores? Los otros señores son a veces nuestro servicio a las cosas materiales, en vez de a las cosas de Dios. Cuando la ley fundamental de nuestra vida es la comodidad, ése es nuestro señor. Cuando la ley fundamental de nuestra vida es el egoísmo, ése es nuestro señor. Cuando nuestro corazón se cierra a los planes de Dios en nosotros, y somos nosotros los que diseñamos los planes y luego le ponemos una etiqueta que dice ‘Dios’, para quedarnos a gusto, ése es nuestro señor. Cuando, a lo mejor, la soberbia es la que manda, ése es otro señor.

Y sin embargo, el profeta insiste una y otra vez: “Yo soy el Señor; y no hay otro”. Esta insistencia nos hace ver que en verdad, Él es el único capaz de sacarnos adelante, por muchas dificultades en las que podamos o queramos meternos.

Constantemente tenemos que decidir a qué señor queremos servir. Pudiera ser que al analizar mi vida me dé cuenta de que vivo enredado en un montón de situaciones frívolas, ligeras y superficiales. ¿Quiero yo servir al dios de la banalidad o de la frivolidad? ¿Cómo podemos saber cuál es nuestro señor? ¿A qué señor quiero yo servir? Analiza con mucha sinceridad, con mucha autenticidad quién es el que ocupa tu corazón. Si a lo largo del día te encuentras pensando en cosas materiales, no como medio, sino como fin, ése es tu señor. Si a lo largo del día te encuentras pensando más en el qué dirán que en cómo servir al Señor, ése es tu señor.

Sin embargo, esto no llena el corazón, sólo lo entretiene. Y de hecho, la pregunta que Juan el Bautista le hace a Jesús, es una pregunta que nosotros tendríamos que hacernos muy seguido cuando nuestro corazón se inclina hacia lo intrascendente y superficial. “¿Eres Tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”. Y si somos sinceros, escucharemos la respuesta muy clara: “Yo no soy, yo nada más estoy aquí para entretenerte”. Y si le preguntamos a la moda y le preguntamos a la superficialidad y le preguntamos a la opinión de los demás y le preguntamos al respeto humano y le preguntamos a la pereza: “¿Eres tú el Mesías, o tengo que esperar a otro?” Si somos sinceros, escucharemos la misma respuesta: “Yo no soy, yo estoy aquí nada más para entretenerte”.

¡Qué serio y qué fuerte es esto! Porque cuánta gente vive sólo y nada más de eso y para eso. Y ahora que llega la Navidad, nos enredamos en la historia del arbolito y en las luces y en los regalos y en la fiesta y en el viaje; nos enredamos en esos señores, como si ellos fueran el Mesías.

Cada uno tendría que preguntarse con mucha sinceridad: ¿Quién es mi Mesías? Solamente Aquél que es capaz de curar la ceguera del corazón; solamente Aquél que es capaz de hacer caminar lo que está atorado en el alma; solamente Aquél que es capaz de limpiar esa lepra con la que, a veces, nuestras virtudes están anidadas sin poderse mover; solamente Aquél que es capaz de quitarnos la sordera al Espíritu Santo en el alma; solamente Aquél que es capaz de resucitar la muerte que, a veces, está en nuestro corazón. Solamente el que es capaz de que los ciegos vean, el que es capaz de que los cojos anden, el que es capaz de que los leprosos queden limpios, el que es capaz de que los sordos oigan y de que los muertos resuciten, es el Mesías.

Y aunque nosotros en Navidad vemos a Jesucristo como un bebito muy lindo, en un pesebre, la palabra de Jesús es muy seria: “Será feliz aquél que no se escandalice de Mí”; será feliz aquél que sea capaz de traspasar ese rostro superficial de la Navidad y se deje enamorar por el rostro profundo de la Navidad: el rostro de un Dios que quiere ser el primer amor, el amor verdadero de tu vida.

Todos sabemos que quedarnos en la superficie de las cosas nunca compromete, en ningún ámbito de la vida. Quedarte en la superficie de la educación de tus hijos, no te compromete; quedarte en la superficie del matrimonio e ir pasando un año, dos, tres y veinte, no te compromete; quedarte en la superficie de un servicio a los demás, no te compromete. “Dichoso aquél que no se escandalice”, dichoso es aquél que es capaz de entender el rostro profundo de la Navidad, que es el rostro de un Dios que viene a tu vida para decirnos que El sí es el que tiene que venir, que no hace falta que esperemos a otro, que nadie más que El nos va a salvar.

PENSAMIENTO DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA MISERICORDIA


IMÁGENES Y GIS DE SAN JUAN DE LA CRUZ











HOY 14 DE DICIEMBRE SE CELEBRA SAN JUAN DE LA CRUZ, DOCTOR DE LA IGLESIA, 14 DE DICIEMBRE

Hoy se celebra a San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia
Por Abel Camasca



 (ACI).- “A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”, solía decir San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, y cuya fiesta se celebra cada 14 de diciembre.

San Juan de la Cruz nació en Fontiveros, provincia de Ávila en España, hacia el 1542. Su familia era pobre. En la escuela empezó a aprender el oficio de tejedor y más adelante trabajó como criado del director de un hospital. Mientras estudiaba en el colegio de los jesuitas, practicaba mortificaciones corporales.



A los 21 años tomó el hábito en el convento de los Carmelitas de Medina del Campo y vivió muy observante de la regla original del Carmelo. Fue ordenado sacerdote en 1567 y pidió a Dios la gracia especial de que lo conservara siempre en gracia, sin pecado, y que pudiera sufrir con valor y paciencia toda clase de dolores, penas y enfermedades.

Se conoce con Santa Teresa de Jesús, quien después de fundar la Comunidad de las Hermanas Carmelitas Descalzas, deseaba fundar también una comunidad de Padres Carmelitas que sean observantes de los reglamentos con la mayor exactitud posible. San Juan de la Cruz acepta la propuesta y se inician los Carmelitas Descalzos.

Dios le concedió la cualidad de saber enseñar el método para llegar a la santidad. Sus enseñanzas las fue escribiendo y resultaron unos libros muy importantes que hicieron que sea declarado Doctor de la Iglesia. Entre sus famosos libros está: “La subida del Monte Carmelo” y “La noche oscura del alma”.

También fue un gran poeta. Es admirado por la musicalidad de sus poesías y la belleza de sus versos. Su “Cántico Espiritual” es muy conocido. Partió a la Casa del Padre un 14 de diciembre de 1591 a la edad de 49 años.

FELIZ LUNES!!!

domingo, 13 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DEL 2015



Adviento, la espera de la alegría
Adviento


Lucas 3, 10-18. Adviento. La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona en esta Navidad. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan el Bautista: «Qué tenemos que hacer?» Y les contestaba: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene». Vinieron también a bautizarse algunos de los que recaudaban impuestos para Roma y le preguntaron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» El les respondió: «No exijan nada fuera de lo establecido». También los soldados le preguntaron: «¿Y nosotros qué tenemos que hacer?» Juan les contestó: «A nadie extorsionen, ni denuncien falsamente, y conténtense con su salario». El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Entonces Juan les dijo: «Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar las correas de sus sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene la horquilla para separar el trigo de la paja y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con un fuego que no se apaga». Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Oración introductoria
A medida que se aproxima la Navidad deseo seguir más profundamente tu ejemplo de humildad haciéndome pequeño ante los demás. Por eso, como los discípulos de Juan, yo te pregunto en esta oración, Señor y Dios mío, ¿qué debo hacer?

Petición
Señor, dame la gracia para crecer en la virtud que más necesito cultivar.

Meditación del Papa Francisco
Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los padres, rompe esta relación, o entra en crisis, fenómeno más común. Las primeras reacciones, que a veces suelen ser anteriores a la autoconciencia de la madre, cuando la madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras, empieza a querer romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo: Cuidado que hay competencia, cuidado que ya no eres el único. Curioso. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con (el que viene y con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro.
Me gusta preguntarle a los chicos: 'Si tienen dos caramelos y viene un amigo, ¿qué hacen?' Generalmente me dicen: 'Le doy uno'. 'Y si tienen un caramelo y viene tu amigo, ¿qué haces?' Hay duda y van desde 'se lo doy', 'lo partimos' al 'me lo meto en el bolsillo'. Ese chico que aprende a abrirse al otro, en el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento, no es complemento sino requisito necesario para la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damos-  nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social.  (Homilía de S.S. Francisco, 8 de julio de 2015).
Reflexión
Seguramente ya sabes que la palabra "Evangelio" viene directamente del griego (eu-angelíon) y que significa, al pie de la letra, "Buena Nueva". Y es "Buena noticia" porque nos trae la alegría, nos anuncia la salvación; más aún, la llegada de nuestro Redentor en persona, de Jesús, nuestro Salvador. El mismo nombre de Jesús (en hebreo Yeshúa), significa "Yahvé salva".

Y es esto lo que nos dice Lucas de Juan Bautista: que anunciaba al pueblo la Buena Nueva de la salvación. Y los exhortaba a prepararse para la venida del Mesías con obras de caridad y de conversión interior.

Hemos llegado ya al tercer domingo de Adviento. Y todo él está dominado por el tema de la alegría. Antiguamente se llamaba a este día "Domenica laetare"; o sea, "el domingo de la alegría". Y si escuchamos las lecturas de la Misa con atención, nos daremos cuenta del porqué de este nombre. "Estad siempre alegres en el Señor" -exhorta san Pablo a los filipenses-; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca.

"Que nada os preocupe ni os turbe". A pesar de cualquier dificultad o problema que nos pueda sobrevenir, hemos de conservar la alegría en lo más profundo de nuestro corazón. Si estamos esperando con gran anhelo el nacimiento de nuestro Redentor -¡y está ya a las puertas!-, no podemos estar tristes.

La primera lectura, tomada del profeta Sofonías, es también muy hermosa y elocuente: "Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás... Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta". ¡Qué palabras tan consoladoras! Nuestra alegría es el Señor, que viene a redimirnos, a liberarnos para siempre de todo aquello que nos esclaviza.

La alegría es esencial en toda fiesta, y con Jesús estamos de fiesta. Además, es una característica de todo buen cristiano. Porque Dios nos ama infinitamente y nos protege siempre con su providencia de Padre. Porque ya hemos sido redimidos de nuestros pecados y gozamos de la compañía de nuestro Salvador. Porque albergamos en nuestro corazón las más seguras y ciertas esperanzas de una vida feliz y eternamente bienaventurada que nos aguarda en la otra vida, pero de la que ya gozamos, de alguna manera, aquí abajo. ¡Esperamos a nuestro Redentor! Y con Dios tenemos mil motivos para estar alegres y para ser optimistas. "Si Dios está con nosotros -exclamaba san Pablo-, ¿quién contra nosotros?".

Santa Teresa de Jesús -que era una mística de altos vuelos, pero también una castellana de "pura cepa" y de un realismo impresionante- decía que "un santo triste es un triste santo". O sea, un falso santo o que, al menos, no merece el nombre de tal. Nietzsche, filósofo ateo alemán de fines del siglo XIX e inicios del XX, tristemente conocido por su teoría del "superhombre" y de la "muerte de Dios", acusaba a los cristianos de haber perdido ya su rostro de resucitados. Y decía: "¿Qué habéis hecho, cristianos, del gozo que os dieron hace dos mil años?".

El periodista español José Luis Martín Descalzo, en una de sus obras llamada "Razones para la alegría", escribe: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas... La gente que ama mucho, sonríe fácilmente. Un amargado jamás sabrá sonreír. Y menos un orgulloso".

La sonrisa y la alegría van siempre de la mano. Es más, la sonrisa es como la más bella y dulce emanación de un alma alegre y serena. Es un regalo maravilloso que se ofrece gratuita y generosamente a los demás, y que brota, precisamente, del amor y de la paz. En una ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se encontraba en Calcuta visitando las obras de la Madre Teresa. Y, después de recorrer la "Casa del moribundo abandonado" en Kalighat, uno de ellos le pidió que les dijese algo que se pudiesen llevar como recuerdo de aquella visita y, al mismo tiempo, que les pudiese servir para la vida. Y la Madre Teresa les dijo simplemente esto: "¡Sonríanse unos a otros!".

Y es que la sonrisa -como dice Federico Faber- "no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca".

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón! Yo he tenido esta experiencia en muchísimas ocasiones. Y, además, abre y conquista a las almas.

Propósito
Si queremos hacer algo por los demás, comencemos por aquí. Regalemos a nuestro prójimo una hermosa y sincera sonrisa siempre que podamos, a todos sin excepción y en todas las circunstancias. También a aquellos que no nos simpatizan o tal vez nos han herido o hecho algún mal. También cuando estemos cansados o totalmente agotados. Este gesto tan sencillo, de verdadera alegría y de amor, puede ser también un hermoso regalo de Navidad. ¡Sonríe, descubre a los demás cuánto los ama Dios! Y ten la seguridad de que el Niño Jesús te lo pagará.


Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Cordova LC

DEJEMOS DE PONER NUESTRO CORAZÓN EN LAS COSAS PASAJERAS


Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras
Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan.


Por: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net 




Siempre que vamos a tener un gran acontecimiento en nuestras vidas, nos preparamos. Así se preparaban en los tiempos antiguos para la llegada del MESÍAS. Así nosotros hemos de prepararnos para esta Nochebuena, para esta Navidad en que celebraremos la llegada del Niño-Dios.

Esto es una conmemoración, pero también se nos pide una preparación muy especial para la segunda llegada de Jesucristo como Supremo Juez, también llamada Parusía en la que daremos cuenta del provecho que hayamos sacado de su Nacimiento y de su muerte de Cruz.

El día en que hemos e morir es el acontecimiento más grande e importante para el ser humano. No resulta agradable hablar de ello ni pensar en esto. Tal vez por ser lo único cierto que hay en nuestra vida: la muerte. Es más agradable quedarnos en la fiesta, en la alegría de una hermosa Navidad. Pero no olvidemos que este episodio ya fue. El otro está por venir. Aún no llega, pero ... llegará. "Velen, pues, y hagan oración continuamente para que puedan comparecer seguros ante el Hijo del Hombre" - estas son las palabras de Jesús a sus discípulos, en aquellos tiempos según San Juan 21, 25-28,34-36 y nos las están repitiendo continuamente en nuestro presente.

Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. ¿Quién podrá comparecer seguro ante el Hijo del Hombre? Tan solo el pensamiento de este Juicio nos hace estremecer.

Pero recobremos la esperanza sabiendo que seremos juzgados con gran misericordia y amor si en este tiempo de Adviento nos preparamos "rebosante de amor mutuo y hacia los demás" -como dice San Pablo en su carta a los tesalonicenses: 3,12, 2-4 "porque tuve sed y me disteis de beber, porque tuve hambre y me disteis de comer"...

Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Solo así podremos estar seguros ante la presencia y el Juicio de Nuestro Señor Jesucristo que lleno de amor y misericordia unirá a nuestras pobres acciones los méritos de su Pasión y muerte.
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