lunes, 23 de marzo de 2015

NADA TEMO, SEÑOR, PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO


Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo
Meditaciones para toda la Cuaresma
Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, OBISPO, 23 DE MARZO




Toribio de Mogrovejo, Santo
Obispo, 23 de marzo


Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net




Obispo de Lima

Martirologio Romano: Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, que siendo laico, de origen español y licenciado en leyes, fue elegido para esta sede y se dirigió a América donde, inflamado en celo apostólico, visitó a pie varias veces la extensa diócesis, proveyó a la grey a él encomendada, fustigó en sínodos los abusos y los escándalos en el clero, defendió con valentía la Iglesia, catequizó y convirtió a los pueblos nativos, hasta que finalmente en Saña, del Perú, descansó en el Señor (1606).

Etimológicamente: Toribio = Aquella persona dinámica y ruidosa, es de origen griego.

Fecha de canonizacion: 10 de diciembre de 1726 por el Papa BenedIcto XIII.

Breve Biografía
En 1594, durante su tercera “visita” diocesana, escribiéndole al rey de España Felipe II, san Toribio Alfonso de Mogrovejo hacía un pequeño balance de su vida: 15.000 kilómetros recorridos y 60.000 confirmaciones administradas (Toribio no podía saber que entre ellos había tres santos: Rosa de Lima, Francisco Solano y Martín de Porres). La situación de América Latina sería muy distinta de la actual si sus sucesores y todos los cristianos hubieran tenido el mismo impulso y la misma coherencia de quien fue llamado “apóstol del Perú y nuevo Ambrosio” y a quien Benedicto XIV comparó con San Carlos Borromeo.

Toribio nació en España hacia el año 1538 de una noble familia; estudió en Valladolid, Salamanca y Santiago de Compostela, en donde obtuvo la licencia en derecho. Fue nombrado inquisidor en Granada. Gracias a la relación que cultivaba con Felipe II fue nombrado por Gregorio XIII, arzobispo de Lima, con jurisdicción sobre las diócesis de Cuzco, Cartagena, Popayán, Asunción, Caracas, Bogotá, Santiago, Concepción, Córdoba, Trujillo y Arequipa: de norte a sur eran más de 5.000 kilómetros, y el territorio tenia más de 6 millones de kilómetros cuadrados. Después de haber sido consagrado obispo en agosto de 1580, partió inmediatamente para América, a donde llegó en la primavera de 1581.

Durante 25 años vivió exclusivamente al servicio del pueblo de Dios. Decía: “¡El tiempo es nuestro único bien y tendremos que dar estricta cuenta de él!”. Fue un verdadero organizador de la Iglesia en América, cuya actividad abarcó también diez sínodos diocesanos y tres provinciales.

También fundó el primer seminario de América; intervino con energía contra los derechos particulares de los religiosos, a quienes estimuló para que aceptaran las parroquias más incómodas y pobres; casi duplicó el número de las “Doctrinas” o parroquias, que pasaron de 150 a más de 250.

Al final de su vida, Toribio recibió el viático en una capillita india, el 23 de marzo de 1606, un Jueves santo, y ahí expiró.

domingo, 22 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 22 DE MARZO DEL 2015


El misterio del trigo podrido

Cuaresma y Semana Santa

Juan 12, 20-33 5o. Domingo de Cuaresma B. Por la muerte llegamos a la vida, por el sufrimiento al gozo, por la cruz a la resurrección. 



Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net




Del santo Evangelio según san Juan 12, 20-33
En aquel tiempo, entre los que habían llegado a Jerusalén para dar culto a Dios con ocasión de la fiesta, había algunos griegos. Estos se acercaron a Felipe, que era natural de Betsaida de Galilea, y le dijeron. «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe se lo dijo a Andrés, y los dos juntos se lo hicieron saber a Jesús. Jesús contestó: «Ha llegado la hora en que Dios va a glorificar al Hijo del hombre. Yo les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere dará fruto abundante. Quien aprecia su vida terrena, la perderá; en cambio, quien sepa desprenderse de ella, la conservará para la vida eterna. Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo. Todo aquél que me sirva será honrado por mi Padre. Me encuentro profundamente angustiado; pero, ¿qué es lo que puedo decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? De ningún modo; porque he venido precisamente para aceptar esta hora. Padre, glorifica tu nombre».Entonces se oyó esta voz venida del cielo: Yo lo he glorificado y volveré a glorificarlo. De los que estaban presentes, unos creyeron que había sido un trueno; otros decían: Le ha hablado un ángel. Jesús explicó: Esta voz se ha dejado oír no por mí, sino por ustedes. Es ahora cuando el mundo va a ser juzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo en vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacía mí. Con esta afirmación, Jesús quiso dar a entender la forma en que iba a morir.

Oración introductoria
Señor, permite que esta oración me dé la luz y fortaleza para lograr desprenderme de todo lo que me pueda apartar de cumplir tu voluntad. Dame la gracia de responderte sin temor.

Petición
Señor, quiero ser esa semilla que muere a sí mismo para producir el fruto que Tú tienes dispuesto.

Meditación del Papa Juan Pablo II
Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas "invisibles", nos ha llevado a iluminar y vigorizar nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas. Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la potencia de Satanás no es infinita. Él es sólo una creatura, potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una creatura, con los límites de la creatura, subordinada al querer y el dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad dirige la historia del hombre y del mundo. Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños —de naturaleza espiritual e indirectamente de naturaleza también física— a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. Él no puede obstaculizar la edificación del reino de Dios, en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las creaturas eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para edificar la gloria de los "elegidos".
Así toda la historia de la humanidad se puede considerar en función de la salvación total, en la cual está inscrita la victoria de Cristo sobre "el príncipe de este mundo". "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás", dice terminantemente Cristo a Satanás.» (Catequesis de san Juan Pablo II, 20 de agosto de 1986).

Reflexión
¿Has visto alguna vez cómo germina una semilla de trigo para que nazca una nueva espiga? Seguro que no. Porque eso nunca se ve. Todo sucede debajo de la tierra. Sólo podemos ver, si acaso, cuando el tallito de la nueva espiga comienza a despuntar en el campo. Pero todo el proceso de germinación permanece oculto a nuestros ojos. Primero tiene que caer el grano de trigo en el surco, morir y podrirse bajo tierra para luego dar origen a una nueva espiga.

En el Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma, nuestro Señor nos habla del misterio de la vida y del secreto de la fecundidad espiritual: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". Es la necesidad de morir para tener vida. Este tema nos introduce directamente en las celebraciones de la Pascua, que estamos ya para conmemorar y revivir dentro de una semana: el misterio de nuestra vida a través de la muerte de Cristo.

El domingo pasado escuchábamos decir a Jesús que como la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado también Él para darnos vida eterna. Y hoy vuelve a afirmarlo sin rodeos: "Y yo, cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Nuestro Señor tenía muy presente esta hora suprema de su vida, y sabía que había venido a la tierra precisamente para cumplir esta misión. Es más, siente una santa ansiedad por que llegue cuanto antes el momento de nuestra redención, como lo diría en otro lugar: "Yo he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero, sino que arda? Tengo que recibir un bautismo de sangre, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!" (Lc 12, 49-50). Pero, a pesar de su conciencia mesiánica, la sensibilidad humana de Jesús no deja de experimentar una profunda turbación interior en el duro trance de su pasión: "Ahora mi alma se siente turbada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Pero es para esta hora para la que yo he venido! Padre, glorifica tu nombre".

Muchos teólogos han visto en estas palabras de Cristo, con gran razón, como una anticipación de lo que sería su agonía en el huerto de Getsemaní. Pero nuestro Señor no se echa para atrás. Él "ofrecerá su espalda a los que lo golpeaban y sus mejillas a los que le arrancaban la barba"-como diría el profeta Isaías, refiriéndose a los sufrimientos del Siervo de Yahvéh (Is 50,6)–. Y, contrariamente a lo que nosotros pudiéramos pensar –si juzgamos según los criterios del mundo- es en esta humillación suprema de su pasión y de su muerte en cruz cuando llega al culmen de su "glorificación".

Ya había anticipado esta idea durante su transfiguración sobre el monte Tabor. Pero, paradójicamente, será en el Calvario en donde toque el ápice de su plena glorificación como Mesías y como Redentor: "He aquí que mi Siervo prosperará, será elevado, ensalzado y puesto muy alto". Así introduce Isaías el cuarto cántico del Siervo de Yahvéh (Is 52,13). Y a continuación describe toda la ignominia de sus sufrimientos y humillaciones. ¡Así son los planes de Dios, tan contrarios –y contradictorios– a los pensamientos de los hombres! (Is 55,8). Su exaltación sobre la tierra se realizará en la cruz. Y de esta manera llevará a plenitud su obra mesiánica y redentora.

¡Sólo quien contempla este misterio con fe puede llegar a comprenderlo! De lo contrario, es un absurdo. Por eso la cruz fue piedra de escándalo para los judíos y locura para los paganos; pero poder, sabiduría de Dios y salvación para los cristianos (I Cor 1, 22-25). Si nosotros no queremos escandalizarnos ni rebelarnos cuando nos visite la cruz y el sufrimiento en nuestra vida –y todos tenemos nuestras horas de amargura y de dolor, ¡todos!– necesitamos la fe ante este misterio. Sólo si nos abrazamos con fe y con amor a Cristo Crucificado, seremos capaces de vivir con paz y serenidad nuestra propia existencia. Porque sólo la cruz, aceptada con fe, con humildad y dócil resignación, como Jesús y como María Santísima, dará sentido a nuestro dolor y a toda nuestra vida.

Éste es el misterio de la fecundidad y de la grandeza del cristianismo: por la muerte llegamos a la vida, por el sufrimiento al gozo, por la cruz a la resurrección. Es ésta la lección más importante que nos ha dado Jesucristo con su Pasión y la fuerza necesaria para seguir sus huellas, recorriendo su mismo camino. Éste es el poder de nuestra fe, el que vence al mundo y nos da vida eterna. ¡Te adoramos, oh santísimo Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo!

Propósito
Antes o después de misa, rezar, preferentemente en familia, el Vía crucis.

Diálogo con Cristo
Jesús, dame un amor tan grande a la Iglesia y a tu Reino, que me exija la generosidad y la abnegación necesarias para entregarme a la misión que me has encomendado. Que comprenda la urgencia de poner mi vida, mi tiempo y mis haberes, a disposición de la extensión de tu Reino.

Preguntas o comentarios al autor  P. Sergio Cordova LC

sábado, 21 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 21 DE MARZO DEL 2015

Evangelio Marzo 21, 2015
Día litúrgico: Sábado IV de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 7,40-53):

En aquel tiempo, muchos entre la gente, que habían escuchado a Jesús, decían: «Éste es verdaderamente el profeta». Otros decían: «Éste es el Cristo». Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?».
Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él. 

Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?». Respondieron los guardias: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre». 

Los fariseos les respondieron: «¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en Él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos».
Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: «¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?». Ellos le respondieron: «¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta». Y se volvieron cada uno a su casa.

**************************

Comentario: Abbé Fernand ARÉVALO (Bruxelles, Bélgica)
Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre
Hoy el Evangelio nos presenta las diferentes reacciones que producían las palabras de nuestro Señor. No nos ofrece este texto de Juan ninguna palabra del Maestro, pero sí las consecuencias de lo que Él decía. Unos pensaban que era un profeta; otros decían «Éste es el Cristo» (Jn 7,41).

Verdaderamente, Jesucristo es ese “signo de contradicción” que Simeón había anunciado a María (cf. Lc 2,34). Jesús no dejaba indiferentes a quienes le escuchaban, hasta el punto de que en esta ocasión y en muchas otras «se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él» (Jn 7,43). La respuesta de los guardias, que pretendían detener al Señor, centra la cuestión y nos muestra la fuerza de las palabras de Cristo: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre» (Jn 7,46). Es como decir: sus palabras son diferentes; no son palabras huecas, llenas de soberbia y falsedad. El es “la Verdad” y su modo de decir refleja este hecho.

Y si esto sucedía con relación a sus oyentes, con mayor razón sus obras provocaban muchas veces el asombro, la admiración; y, también, la crítica, la murmuración, el odio... Jesucristo hablaba el “lenguaje de la caridad”: sus obras y sus palabras manifestaban el profundo amor que sentía hacía todos los hombres, especialmente hacia los más necesitados.

Hoy como entonces, los cristianos somos —hemos de ser— “signo de contradicción”, porque hablamos y actuamos no como los demás. Nosotros, imitando y siguiendo a Jesucristo, hemos de emplear igualmente “el lenguaje de la caridad y del cariño”, lenguaje necesario que, en definitiva, todos son capaces de comprender. Como escribió el Santo Padre Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, «el amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa (...). Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre».


Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre
Hoy notamos cómo se “complica” el ambiente alrededor del Señor, pocos días antes de la Pasión ocurrida en Jerusalén. Por causa de Él se genera como una suerte de discusión y controversia. No podía ser de otro modo: «¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que no, sino división» (Lc 12,51).

Y no es que el Redentor desee la controversia y la división, sino que ante Dios no valen las “medias tintas”: «Quien no está conmigo, está contra mí; y quien no recoge conmigo, desparrama» (Lc 11,23). ¡Es inevitable! Ante Él no hay ninguna postura neutra: o existe, o no existe; es mi Señor, o no es mi Señor. No es posible servir a dos señores a la vez (cf. Mt 6,24).

Juan Pablo II consideraba que ante Dios hay que optar. La fe sencilla que nuestro buen Dios nos pide implica una opción. Hay que optar porque Él no se nos quiere imponer; vino a la Tierra de manera discreta; murió empequeñecido, sin hacer alarde de su condición divina (Flp 2,6). Es lo que expresa maravillosamente santo Tomás de Aquino en el Adoro Te devote: «En la cruz se escondía sólo la divinidad, aquí [en la Eucaristía] se esconde también la humanidad».

¡Hay que optar! Dios no se impone; se ofrece. Y queda para nosotros la decisión de optar a favor de Él o de no hacerlo. Es una cuestión personal que cada uno —con la ayuda del Espíritu Santo— ha de resolver. De nada sirven los milagros, si las disposiciones del hombre no son de humildad y de sencillez. Ante los mismos hechos, vemos a los judíos divididos. Y es que en cuestiones de amor no se puede dar una respuesta tibia, a medias: la vocación cristiana comporta una respuesta radical, tan radical como fue el testimonio de entrega y obediencia de Cristo en la Cruz.



Fuente: evangeli.net

UN CREO PARA AQUELLOS QUE HAN SUFRIDO


Un credo para aquellos que han sufrido




A Dios le pedí fuerza, para poder alcanzar mis objetivos. 
Fui hecho débil, para poder aprender humildemente a obedecer... 

Pedí salud, para poder hacer cosas grandiosas. 
Se me dio enfermedad, para poder hacer cosas mejores... 

Pedí riqueza, para poder ser feliz. 
Se me dio pobreza, para poder ser sabio... 

Pedí poderío, para poder ser alabado por los dioses. 
Se me dio debilidad, para poder sentir la necesidad de Dios... 

Pedí todas las cosas, para poder disfrutar la vida. 
Se me dio vida, para poder disfrutar todas las cosas... 

No se me dio nada de lo que pedí, pero sí todo lo que había esperado. 

A pesar de mí mismo, fueron atendidas las plegarias que nunca pronuncié. 

¡Entre los hombres, soy el más ricamente bendecido!

NO TIENES MANOS


No tienes manos



Jesús, no tienes manos.
Tienes sólo nuestras manos
para construir un mundo donde reine la justicia.

Jesús, no tienes pies.
Tienes sólo nuestros pies 
para poner en marcha la libertad y el amor.

Jesús, no tienes labios.
Tienes sólo nuestros labios
para anunciar al mundo la Buena Noticia de los pobres.

Jesús, no tienes medios.
Tienes sólo nuestra acción 
para lograr que todos seamos hermanos.

Jesús, nosotros somos tu Evangelio,
el único Evangelio que la gente puede leer,
si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.

Jesús, danos tu amor y tu fuerza
para proseguir tu causa
y darte a conocer a todos cuantos podamos. 

Fuente: pastoralsj.org 

EL CUERPO AVISA


El cuerpo avisa



Interesante reflexión de Nelson Torres, Doctor en Psiquiatría (UCV) y experto en Psico-neuro-inmuno-lingüística: "La enfermedad es un conflicto entre la personalidad y el alma".

• El resfrío "chorrea" cuando el cuerpo no llora.
• El dolor de garganta "tapona" cuando no es posible comunicar las aflicciones.
• El estómago arde cuando las rabias no consiguen salir.
• La diabetes invade cuando la soledad duele.
• El cuerpo engorda cuando la insatisfacción aprieta.
• El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan.
• El corazón afloja cuando el sentido de la vida parece terminar.
• La alergia aparece cuando el perfeccionismo está intolerable.
• Las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas.
• El pecho aprieta cuando el orgullo esclaviza.
• La presión sube cuando el miedo aprisiona.
• Las neurosis paralizan cuando el niño interior tiraniza.
• La fiebre calienta cuando las defensas explotan las fronteras de la inmunidad.
• Las rodillas duelen cuando tu orgullo no se doblega.
• El cáncer mata cuando te cansas de "vivir".
• ¿Y tus dolores callados? ¿Cómo hablan en tu cuerpo?

La Enfermedad no es mala, te avisa que te estas equivocando de camino. Me parece bonito compartir este mensaje:
"El camino a la felicidad no es recto. Existen curvas llamadas equivocaciones, existen semáforos llamados amigos, luces de precaución llamadas familia, y todo se logra si tienes: Una llanta de repuesto llamada decisión, un potente motor llamado amor, un buen seguro llamado fe, abundante combustible llamado paciencia, pero sobre todo un experto conductor llamado Dios."

viernes, 20 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 20 DE MARZO DEL 2015



¡Estamos en manos de Dios!
Cuaresma y Semana Santa

Juan 7,1-2.10.25-30, Cuaresma. El amor de Dios a nosotros no conoce límites, pase lo que pase y cueste lo que cueste. 


Por: Miguel Álvarez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio segúnsan Juan 7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Decían algunos de los de Jerusalén: ¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Oración introductoria
Señor y Dios mío, muéstrame al Padre. Hazme palpar su amor paternal. Y enséñame a reconocer tu amor y a conocerte cada vez más de forma experiencial, pues una cosa es conocer lo que has hecho y otra muy distinta el conocerte a ti. Yo quiero ahondar en tu conocimiento, Señor. Quiero hacer una experiencia profunda de ti, de tu amor, de tu bondad. Concédeme la gracia de adentrarme cada día más en ella.

Petición
Señor y Dios mío, Buen Pastor que me llamas por mi nombre, guíame por tu senda de amor al servicio de todo aquel que me rodea.

Meditación del Papa Francisco
Esa memoria que viene del corazón, es una gracia del Espíritu Santo. Y tener memoria significa recordar las propias miserias, que nos vuelven esclavos, y junto a ello la gracia de Dios que redime de aquellas miserias. Y cuando llega un poco la vanidad, y uno cree que es un poco el Premio Nobel de la Santidad, también la memoria nos hace bien: 'Pero... recuerda de dónde te tomé: del último de la grey. Tú estabas detrás, en la grey.
La memoria es una gracia grande, y cuando un cristiano no tiene memoria -es difícil decir esto, pero es la verdad-, no es cristiano, es un idólatra, porque está frente a un Dios que no tiene un camino, no sabe hacer camino, mientras que nuestro Dios camina con nosotros, se mezcla con nosotros, camina con nosotros. Nos salva. Hace historia con nosotros. Memoria del todo, y la vida se vuelve más fructífera, con esta gracia de la memoria.
Les invito a pedir la gracia de la memoria, para ser personas que nunca olviden el camino cumplido, que no olviden las gracias de sus vidas, no se olvidan del perdón de los pecados, no olviden que eran esclavos y que el Señor los salvó. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de mayo de 2013, en Santa Marta).
Reflexión apostólica
En Cristo, podemos conocer el amor que el Padre nos tiene y la obediencia que le debemos profesar, porque Él lo conoce. Y no lo conoce de forma superficial, sino de manera perfecta, porque está perfectamente unido a Él.

Por tanto, si queremos conocer al Padre y a Jesús de verdad, debemos unirnos a Ellos, debemos permanecer en su amor (cfr. Jn 15, 9). Y permanecer en su amor significa conocer detalladamente sus deseos sobre mi vida y seguirlos con prontitud y alegría, cumpliendo lo que decía Jesucristo: «Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (Jn 15, 10); significa dejar que Él sea quien tome las decisiones sobre mi vida, sabiendo que quien decide es mi Padre y que Él sólo busca lo mejor para mí.

Es increíble la sencillez de Jesús. Primero viene al mundo en un establo. Luego pasa 30 años de su vida en la "sombra", en un pueblo de Galilea. Por lo visto nadie de su pueblo se da cuenta de que el hijo del carpintero era alguien importante. Porque más tarde nos cuenta el evangelista que quieren tirarle por un acantilado por creerse un profeta.

Todos dicen: "...pero, ¿éste, no es el hijo de José? ... ¿de dónde le viene pues todo eso? ...es un blasfemo".

Muchos se asombran en Israel de las palabras y obras de Cristo. Y es que su aspecto es normal: es un hombre. Pero su autoridad es divina. Les cuesta creer que él es el Hijo de Dios. Claro, Cristo no se las da de grande como Herodes, Pilatos o un faraón. Tampoco quiere que los discípulos, ni los enfermos curados, cuenten que ha sido él o que revelen quién es. Y es lógico, porque no necesita el aplauso de la gente. A pesar de todo, al final realmente ¡qué pocas personas le son fieles hasta su muerte! Pero no le importa. Él ha cumplido la misión que el Padre le había encomendado. Ha salvado a los hombres; ha dado a conocer el infinito amor de Dios a la humanidad. Algo parecido pasa cuando una madre ama a su hijo: tampoco le importa que el hijo le corresponda. Su instinto materno le hace amarle pase lo que pase y cueste lo que cueste. El amor de Dios no conoce límites.

Cómo es nuestra fe en Jesucristo. ¿Creemos que Él es Dios? ¿Tiene esto alguna consecuencia para nuestra vida? ¿Buscamos acercamos a él con fe? ¿Ponemos por obra su mensaje de amor? ¿Somos sus apóstoles? San Maximiliano Kolbe se entregó a los guardias nazis y murió, en el campo de concentración, en lugar de un señor que decía tener mujer y niños. Imagínese que alegría y que gratitud la de este señor y de su familia al recordarle cuando estaban juntos otra vez.

¡Cuánta alegría, gratitud y amor podemos tener hacia Jesucristo por todo lo que nos ha amado y ama!

Propósito
Ofrecer mis actividades del día por todos aquellos que no le conocen.

Diálogo con Cristo
Señor, dame la gracia de vivir plenamente la voluntad del Padre, a imitación tuya. Quiero cumplir su voluntad en mi vida para demostrarle mi amor, para mostrarle que acepto alegremente lo que Él quiera para mí. Concédeme, Señor, hacer la experiencia del Padre, para ser tu instrumento y guía de manera eficaz, de manera que muchos puedan llegar a conocer tu amistad y alcancen tu amor infinito.

«El único camino que conduce a esa hoguera divina (el amor) es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre» (Santa Teresa de Lisieux)

 
Preguntas o comentarios al autor  Miguel Álvarez, L.C

AL SILENCIO DEL ALMA


Al silencio del alma




Recuerda, los silencios mantienen los secretos, por tanto, el sonido mas dulce es el sonido del silencio. Esa es la canción del alma, algunos escuchan el silencio en la oración, otros cantan la canción en su trabajo, algunos buscan los secretos en la contemplación tranquila.

Cuando se alcanza la maestría o se experimenta, los sonidos del mundo pueden apagarse, las distracciones aquietarse. Toda la vida se convierte en meditación.

Todo en la vida es una meditación, en la que contemplas lo Divino y experimentando de ésta manera, todo en la vida esta bendito. Ya no hay lucha ni dolor ni preocupación. Solo hay experiencia.

Respira en cada flor, vuela con cada pájaro, encuentra belleza y sabiduría puesto que la sabiduría se encuentra en todos los sitios donde se forma la belleza. La belleza se forma en todas partes, no tienes que buscarla, sino que vendra a ti.

Cuando actuas en este estado, conviertes todo lo que haces en una meditación y así , en un don, en un ofrecimiento de ti a tu alma y tu alma a El Todo.

Al lavar los platos, disfruta del calor del agua que acaricia tus manos, al preparar la cena, sientes el amor del universo que te trajo este alimento y como un regalo tuyo al preparar ésta comida viertes todo el amor de tu ser.

Al respirar, respira largo y profundo, respira lenta y suavemente, respira la suave y dulce nadería de la vida, tan plena de energía, tan plena de amor. Es amor de Dios lo que estas respinando, respira profundamente y podras sentirlo.

Respira muy, muy profundamente y el amor te hara llorar... de alegría. 
Porque conociste a tu Dios y tu Dios te presento con tu alma ... Utiliza tu vida como una meditación y todos los eventos en esta. Camina en la vigilia, no dormido. Muévete con perfección, no sin esta y no te detengas en la duda ni el temor, tampoco en la culpa ni en la autorrecriminación, reside en el esplendor permanente con la seguridad de que eres muy amado.

Siempre eres Uno con Dios, Siempre eres bienvenido a casa. porque tu hogar es MI corazón y Mio es el tuyo.

"Somos todo lo que es, todo lo que fué y todo lo que sera"...

LA ALEGRÍA COMO SIGNO


La alegría como signo



Que tu alegría, Jesús brille en nuestros rostros.
Enséñanos a ser alegres como tú.
Alegres porque tanto nos amó el Padre
que te envió para nuestra salvación.
Alegres porque has venido,
has compartido nuestras penas,
y nos has dado la mayor prueba de amistad.
Alegres porque siempre estás con nosotros,
presente en nuestra historia.
Alegres porque nos estás preparando un lugar
en el que podamos compartir plenamente tu gozo.
Concédenos, Jesús, la felicidad de entregar nuestras
vidas al servicio de los demás.
Y que nuestro compromiso por los marginados
sea nuestra mayor  fuente de felicidad.
Concédenos la felicidad de los pobres con Espíritu, con hambre y sed de justicia.
Danos esa felicidad que sólo tú sabes dar en medio de incomprensiones y persecución.
Que las pruebas y persecuciones,
llevadas en la alegría del Espíritu,
nos ensanchen el corazón y se conviertan
en riqueza de generosidad para con todos.
Tú que eres nuestro único bien, Señor,
nos haces entrever perspectivas de gozo eterno.,
pues sabemos que cuando nos encontremos cara a cara,
nuestro corazón se llenará de un gozo inenarrable,
que nadie podrá ya sacarnos jamás.
Sabemos que en todo triunfaremos
gracias a la fuerza de tu Amor.

¿LAS TENTACIONES SON MALAS?


¿Las tentaciones son malas?
Conoce tu fe

Nunca se llega al pecado sin haber antes perdido la batalla frente a la tentación. ¡Sepamos reconocerla, y apartemos a nuestra alma de ella!.


Por: P. Rogelio Alcántara 



Para el cristiano, la Cuaresma es de algún modo estar con Cristo en el desierto y enfrentar con Él las tentaciones del Maligno. Quien se atrevió a tentar al mismo Hijo de Dios para desviarlo de su misión, no “se tocará el corazón” para hacernos caer en el pecado del placer, del tener y del poder. 
Analicemos lo que podríamos llamar la psicología de la tentación, porque esto nos ayudará a evidenciarla: ¿Qué es la tentación? La tentación es una fuerte atracción externa que halla eco en nuestro interior. ¿Por qué sufrimos la tentación? Porque somos libres. La tentación es la prueba de nuestra libertad. ¿Todos somos tentados? Sí, de modo que todos estamos sometidos a las tentaciones. El mismo Jesucristo se sometió a la tentación. ¿Las tentaciones son malas? Las tentaciones son sólo tentaciones. El mal está en cuanto nos dejamos arrastrar por ellas. Cuando caemos en su seducción, pero es un bien para nosotros cuando logramos vencerlas.
 
Veamos ahora cómo actúan; a esto podríamos llamarlo fenomenología de las tentaciones.
 
La tentación se presenta como:
 
1. Algo muy apetitoso a nuestros sentidos.
2. Un reto a nuestra libertad.
3. Una verdad que va a reafirmar nuestra personalidad.
4. Algo que nos hará disfrutar y ser muy felices.
5. Razones incluso con argumentos religiosos (bíblicos, teológicos o canónicos).
 
Pero en realidad la tentación es un anzuelo. El que lo muerde se destruye. Aunque quien se deja arrastrar por la tentación tenga una experiencia satisfactoria, ésta será fugaz y sus efectos causarán estragos en la persona caída, debilitando su voluntad (la próxima vez caerá más fácil), haciéndole perder la gracia de Dios; ofendiendo a Dios, al prójimo y a sí misma; apartándola de la Iglesia y cavando una brecha entre el sujeto y su familia, entre quien peca y la gente que le rodea.
 
Tipos de tentaciones
 
La tradición de la Iglesia ha identificado siempre tres tipos de tentaciones que se ven reflejadas en aquellas con las que el tentador quiso hacer caer a Jesús en el desierto.
 
La tentación del poder. Se da en cualquier orden: político, social, familiar, laboral, religioso, etc., y se presenta como una afirmación perversa del yo. Por ejemplo, “Yo puedo todo lo que me dé la gana”.
La del tener. Grandemente explotada por la sociedad consumista. Entra por una publicidad despiadada, haciendo creer a la gente que mientras más cosas tiene, más vale.
La del placer. Reduce la vida humana a la sensación placentera. La persona busca disfrutar todo lo que se le ocurre, aunque quede fuera de la voluntad de Dios.
 
Modo de vencer las tentaciones
 
Quien no se entrena para vencer estas tentaciones desde niño, luego le costará mucho trabajo. Se pueden vencer a través de la Reflexión, la Oración y el Ejercicio de virtudes.
 
Reflexión: Es importante darnos cuenta de qué es lo que más nos tienta; estudiarnos para ver en qué está débil nuestra voluntad;  no engañarnos. Distinguir con toda claridad lo que es blanco o negro, sin quedarnos en tonalidades grises, y prever, vigilar y no dejarnos sorprender.
 
Oración. También es fundamental pedirle ayuda a Dios, porque sólo con nuestras fuerzas no podemos vencer la tentación; necesitamos ser muy amigos de Dios para que Él sea quien venza por nosotros; elevar en todo momento nuestro corazón a Dios, frecuentar asiduamente los sacramentos y hacer adoración y visitas al Santísimo.
 
Ejercicio de virtudes. Debemos ponernos propósitos concretos para fortalecer nuestra voluntad. Con respecto al dominio de nosotros mismos: cuidado con el exceso de la comida y la bebida; responsabilidad en el cumplimiento de mis deberes en la casa, en la escuela, en el trabajo. Con respecto a nuestras relaciones personales: no olvidar la fidelidad, mejorar la relación con el cónyuge, con los papás o los hermanos y practicar mucho la amabilidad; poner buena cara y ser muy serviciales.

QUE EL SEÑOR SANTIFIQUE NUESTRA VOLUNTAD


Que el Señor santifique nuestra voluntad
Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.


Por: P. Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net




Jn 7, 1-2; 10, 25-30

"Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.

Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: "Todavía no había llegado su hora". Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: "Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas".

Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.

Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.

El libro de la Sabiduría habla de "lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente". Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: "Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". Y termina diciendo: "Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable".

No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.

Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?

Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.

Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.

Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.

El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida."Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan".

En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. "Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra".

Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. "El Señor no está lejos de sus fieles". La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.

Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.

Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.

¿POR QUÉ EL PAPA FRANCISCO ELIGIÓ EL DÍA DE SAN JOSÉ PARA EL INICIO DE SU PONTIFICADO?


¿Por qué el Papa Francisco eligió el día de San José para iniciar su pontificado hace dos años?
Por Abel Camasca



REDACCIÓN CENTRAL, 19 Mar. 15 / 03:22 am (ACI).- Un día como hoy hace dos años, el Papa Francisco inició su pontificado en la Solemnidad de San José. Conozca las razones del porqué el Pontífice eligió esta fecha, su estrecha relación con el Santo Custodio y cómo en este tiempo ha extendido su devoción.

El martes 19 de marzo de 2013 la Plaza San Pedro en Roma aclamaba al Papa al inicio de su pontificado, al servicio de la Iglesia y el mundo. En esa ocasión el Pontífice dijo: “doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado”.

“También el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad”, destacó.

Meses después, el Papa Francisco, a través de un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, decidió realizar una pequeña modificación en las oraciones de la Misa para alentar la devoción a San José.

Concretamente, con esta modificación, el Santo Custodio es mencionado en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición típica del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Virgen María.

Posteriormente, en una ceremonia en la que estuvo acompañado de Benedicto XVI, el Papa Francisco consagró el Estado de la Ciudad del Vaticano a San José y a San Miguel Arcángel.

El miércoles 19 de marzo de 2014 se volvió a referir a San José diciendo que “es el modelo del educador y del papá, del padre. Así que encomiendo a su protección a todos los padres, los sacerdotes -que son padres, ¡eh!- y los que tienen un papel educativo en la Iglesia y en la sociedad”.

Durante su viaje a Filipinas a inicios de este año, el Pontífice hizo una reflexión sobre las tres lecciones que da San José a las familias del mundo entero: son el descansar en el Señor en la oración, crecer con Jesús y Santa María y ser una voz profética en la sociedad.

Allí develó uno de sus secretos más guardados. “Yo quiero mucho a San José porque es un hombre fuerte de silencio. En mi escritorio tengo una imagen de San José durmiendo y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, lo puede hacer, lo sabemos”, indicó el Santo Padre.

“Cuando tengo un problema, una dificultad escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por este problema”, añadió.

En el vuelo de regreso de Estrasburgo (Francia) al Vaticano, tras su visita al Parlamento europeo y al Consejo de Europa, el Pontífice dijo: “cada vez que le he pedido algo a San José, me lo ha concedido”.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...