lunes, 12 de enero de 2015

INICIAMOS EL TIEMPO ORDINARIO - CALENDARIO LITÚRGICO 12 DE ENERO DEL 2015

Celebremos el Tiempo Ordinario
El Tiempo Ordinario de la Liturgia, ordinario no significa de poca importancia 


Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net



Ordinario no significa de poca importancia, anodino, insulso, incoloro. Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación y su prolongación.

Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano. Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay.

El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 33 semanas del Tiempo Ordinario.

Crecer. Crecer. Crecer. El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!

El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.

Este Tiempo Ordinario se divide como en dos “tandas”. Una primera, desde después de la Epifanía y el bautismo del Señor hasta el comienzo de la Cuaresma. Y la segunda, desde después de Pentecostés hasta el Adviento.

Les invito a aprovechar este Tiempo Ordinario con gran fervor, con esperanza, creciendo en las virtudes teologales. Es tiempo de gracia y salvación. Encontraremos a Dios en cada rincón de nuestro día. Basta tener ojos de fe para descubrirlo, no vivir miopes y encerrados en nuestro egoísmo y problemas. Dios va a pasar por nuestro camino. Y durante este tiempo miremos a ese Cristo apóstol, que desde temprano ora a su Padre, y después durante el día se desvive llevando la salvación a todos, terminando el día rendido a los pies de su Padre, que le consuela y le llena de su infinito amor, de ese amor que al día siguiente nos comunicará a raudales. Si no nos entusiasmamos con el Cristo apóstol, lleno de fuerza, de amor y vigor…¿con quién nos entusiasmaremos?

Cristo, déjanos acompañarte durante este Tiempo Ordinario, para que aprendamos de ti a cómo comportarnos con tu Padre, con los demás, con los acontecimientos prósperos o adversos de la vida. Vamos contigo, ¿a quién temeremos? Queremos ser santos para santificar y elevar a nuestro mundo.

domingo, 11 de enero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 11 DE ENERO DEL 2015 - JESÚS ES BAUTIZADO EN EL JORDÁN


Jesús es bautizado en el Jordán
Solemnidades y Fiestas

Marcos 1, 7-11. Bautismo de Jesús. La voz que resuena de lo alto atestigua que Jesús es obediente en todo al Padre por amor. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo Juan predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»
Oración introductoria
Jesús, qué alegría y qué don tener este tiempo de oración para poder estar contigo a solas. Quiero descubrirte y conocerte de modo más profundo. Quiero esperar en Ti más firmemente. Quiero amarte más. Sólo Tú puedes darme estos dones.

Petición
Jesús, dame la gracia para que puedas permanecer siempre en mí.

Meditación del Papa Francisco
Cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, “se abrieron los cielos”. Esto realiza las profecías. En efecto, hay una invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: “Ojalá rasgases el cielo y descendieses!”. Si el cielo permanece cerrado, nuestro horizonte en esta vida terrena es sombrío, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe una vez más nos ha dado la certeza de que el cielo se rasgó con la venida de Jesús. Y en el día del bautismo de Cristo contemplamos aún el cielo abierto. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el inicio del gran tiempo de la misericordia, después de que el pecado había cerrado el cielo, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. Con el nacimiento de Jesús, el cielo se abre.
Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde que el Verbo se hizo carne es, por lo tanto, posible ver el cielo abierto. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para san Esteban, el primer mártir, que exclamó: “Veo los cielos abiertos”. Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el Bautismo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Éste es el gran tiempo de la misericordia! No lo olvidéis: ¡éste es el gran tiempo de la misericordia! (S.S. Francisco, 12 de enero de 2014, homilía).
Reflexión
A veces, la voluntad de Dios se carga de una niebla de misterio. Nadie esperaba que Cristo, el Hijo de Dios, se acercara al pobre profeta Juan, para ser bautizado. Incluso el mismo Bautista intentó impedírselo. Pero cuando el Maestro pide, hay que saber bajar la cabeza...

Los slogans de nuestro mundo querido, proclamando la era de la libertad a toda costa, no han hecho sino esclavizar al hombre a sus propios caprichos y tendencias desordenadas. Nunca el hombre ha estado tan atado por las cadenas de su soberbia, de su ira, y avaricia... El Maestro por el contrario, proclama la libertad del espíritu humillándose ante el profeta, a quien dice: "conviene que sea así". Sólo tras este acto de sencillez, se revela la divinidad de Cristo culminada con las palabras del Padre: "Éste es mi Hijo amado..." ¿Por qué Cristo es el amado del Padre? Precisamente porque se ha ofrecido para la salvación de los hombres, reparando el pecado de Adán. Nunca comprenderemos que todo un Dios se degrade hasta hacerse creatura, hombre. Pero la enseñanza no ha dejado de ser la misma: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón". Cristo no presume de ser Dios, y tenerlo todo. Presume de ser manso y humilde. Y de hecho, la imagen de su muerte elegida por los profetas, será la de un manso cordero llevado al matadero... El hombre manso es justo, amigable y optimista. El hombre humilde es pacífico y paciente. Vive confiando en la Providencia del Padre. No se engríe en los éxitos, ni se desespera en los fracasos. Porque sabe que Dios vela a su lado, y que nunca, nunca nunca le va a dejar solo.

Propósito
Darme el tiempo para hacer una visita al Santísimo para agradecer a Cristo su amor.

Diálogo con Cristo
Qué hermoso saber que tengo un Padre que me ama y está cerca de mí, que se interesa por mi bien, y que me ha dado en Jesucristo el modelo de vida al que debo aspirar. Además, con la gracia de su Espíritu Santo, puedo tener la sabiduría y la fortaleza para responder con prontitud a su llamado. ¿Qué más puedo pedir? ¿Hay acaso un regalo mayor? Por eso quiero vivir con este lema: Hacer siempre lo que Dios quiera y para ello me propongo ser fiel a mis compromisos de vida espiritual.

PRESENCIA DE DIOS


Presencia de Dios


Los que trataron a la Madre Teresa de Calcuta se asombraban de la energía que desplegaba y transmitía.

Cuando le preguntaban cómo se sentía tan vital, no obstante los años y sus quebrantos de salud, ella se remitía a Dios.

Sus fuerzas las hallaba en la comunión diaria con Cristo, comía Pan de Vida, en la oración y en la presencia de Dios.

La Madre Teresa, como todos los buenos creyente de todas las religiones, afirmaba convencida:

"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilo".

Confesión que cambia la vida cuando es una convicción y una vivencia constante.

La clave está en una permanente presencia de Dios para sí dar buenos frutos de amor.

¿Lo ves? De ti depende dedicar buen tiempo a lo espiritual para estar bien.

Es cuestión de ser fiel a prioridades en un mundo vacío. Ojalá puedas decir "tengo siempre presente al Señor..."

PAPA FRANCISCO: NO SE PUEDE SER CRISTIANO FUERA DE LA IGLESIA - 11 DE ENERO 2015


Francisco: no se puede ser cristiano fuera de la Iglesia
 Fecha: 11 de Enero de 2015


En la festividad del Bautismo del Señor, el Santo Padre Francisco ha bautizado a 33 recién nacidos, 20 niñas y 13 niños, en la Capilla Sixtina, continuando con una tradición que comenzó Juan Pablo II y continuó Benedicto XVI.


Al comenzar la eucaristía, el Pontífice preguntó a los padres de los niños por el nombre que han escogido para ellos e hizo la señal de la cruz en la frente de cada pequeño que hoy recibía el sacramento de iniciación cristiana.

En una celebración en la que la solemnidad del lugar y del momento ha sido acompañada por los llantos de los niños, Francisco ha indicado que lo que la leche hace al cuerpo, la Palabra de Dios lo hace para el Espíritu.

Durante la homilía, haciendo referencia a las lecturas, el Papa ha recordado que como un buen padre y una buena madre, Dios quiere dar cosas buenas a sus hijos.  El alimento que nos da, ha precisado, es su Palabra. “Su Palabra nos hace crecer, nos hace traer buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda”. Por ello, el Pontífice ha pedido a los presentes, que den ejemplo a los niños leyendo un fragmento del Evangelio cada día.

Del mismo modo, ha subrayado el Papa, que padre, padrinos, madrinas, abuelos, tíos, ayudarán “a estos niños a crecer bien si les dais la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús”.

Como ya hizo el año pasado en esta misma ocasión, el Santo Padre ha pedido a las madres que amamanten a los niños si están llorando porque tienen hambre. Francisco ha dado las gracias al Señor “por el don de la leche” y ha rezado por esas madres que no están en condiciones de dar de comer a sus hijos.

A continuación, el Papa ha recordado que lo que la leche hace por el cuerpo, la Palabra de Dios lo hace por el espíritu: “la Palabra de Dios hace crecer la fe”. Asimismo ha indicado que es en la fe de la Iglesia, en la que estos niños reciben el Bautismo. “Pero mañana, con la gracia de Dios, será su fe, su ‘sí’ personal a Jesucristo, que nos dona el amor del Padre”, ha explicado.

Por otro lado, ha señalado que el Bautismo nos inserta en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. “Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe es transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia”. Es un pasarse de mano en mano la vela de la fe, algo que tal y como ha recordado el Papa, se experimenta el dia del Bautismo con el gesto de encender las velas en el cirio pascual. Y así, el Papa ha pedido a los presentes que enseñen a sus hijos que “no se puede ser cristiano fuera la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre que nos hace crecer en el amor a Jesucristo”.

Otro aspecto abordado por el Santo Padre durante su homilía ha sido que en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu Santo. Por eso ha recordado que la palabra cristiano significa consagrado como Jesús, “en el mismo Espíritu en el que ha estado inmerso Jesús en toda su existencia terrena”. De este modo, Francisco ha exhortado a padres y padrinos a ayudar a estos niños a crecer “inmersos” en el Espíritu Santo, es decir, “en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra”. Y para ello, el Pontífice les ha recordado que invoquen a menudo al Espíritu Santo, todos los días.

Después de la homilía y la profesión de fe, cada pareja se ha acercado a la pila bautismal y el papa Francisco ha derramado el agua sobre los 33 niños mientras pronunciaba sus nombres.

BAUTISMO DE CRISTO ¿PARA QUÉ?


Bautismo de Cristo, ¿para qué?
A Cristo se le llegó el momento de dejar casa y madre, tranquilidad y sosiego, para comenzar una vida de trabajo y amor.


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | 



A Cristo se le llegó el momento de dejar casa y madre, tranquilidad y sosiego, para comenzar una vida de aventura, de acción y de mucha comunicación con el sufrido pueblo hebreo. Habían sido años tranquilos los pasados en Nazaret, distribuidos entre la convivencia familiar, el rudo trabajo de carpintero y sobre todo la oración al Buen Padre Dios que sería la base para el trabajo y la misión que el mismo Dios le encomendaba.

A grandes zancadas, después de despedirse tiernamente de su madre, de sus familiares y de sus amigos, se dirigió a las márgenes del río Jordán en la aristocrática Judea para escuchar a un nuevo predicador, a un profeta, que bautizaba a los que convertían su corazón a Dios. Juan el Bautista llegó a tener a muchas gentes que iban con buen corazón a ser bautizadas por él. Y se encontraban con una palabra ruda y con fuertes amenazas y castigos para los que se negaban a convertir su corazón a Dios. Juan tenía una palabra despiadada para todos, y más que un bálsamo para la herida, parece que a él le gustaba más echarle sal, que dolía, que escocía pero que al fin y al cabo curaba y sanaba. A los que se convertían y reconocían sus pecados, Juan los metía entonces en el río Jordán, como un símbolo de penitencia y como un sello entre la divinidad y el hombre arrepentido.

A este Juan es al que Cristo se dirigió, para ser bautizado por él. Entendemos que el bautismo es un rito que casi todas las religiones tienen, símbolo de pureza, de limpieza ritual, y entrada al contacto con la divinidad. El agua, casta y cristalina es el símbolo que mejor puede significar la conversión del corazón, el lavado espiritual para poder acercarse a la divinidad.

Y aquí surge una pregunta que inquietó mucho a los primeros cristianos. Si Cristo no tenía pecados, si la vida de Cristo era una vida sin maldad, y todo lo contrario, al decir de San Pablo “Cristo pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por diablo, porque Dios estaba con él”, entonces ¿porqué se bautizo por manos de Juan? Juan Bautizaba precisamente para preparar el camino al Señor, al Enviado, al Mesías, al esperado y las gentes salían convertidas verdaderamente por su predicación y echaban fuera sus pecados. Cristo quiere sentirse solidario hasta ese extremo con su pueblo, hasta someterse a un rito de purificación, aunque él personalmente no tuviera pecado. Debemos reconocer la humildad, la sencillez pero sobre todo la solidaridad de Cristo con todos los que intentamos alejar de nosotros el pecado y la maldad. Es la primera intención, pero había otra, y esa la descubriremos después del bautismo.

De esta manera ya estamos preparados para la escena que nos presenta San Mateo en su Evangelio, un Cristo formado en la fila de los pecadores. No va con prepotencia, no lleva guaruras, no quiere que le den preferencia, va formado como todos, con muchas ilusiones en su corazón, oyendo atentamente los comentarios de las gentes que lo rodeaban y cuando llegó el momento de presentarse ante Juan, Cristo pudo darse cuenta de su desconcierto e inquietud de aquel. Fue demasiado fuerte para él estar situado ante Cristo y ante un Cristo que pedía su bautismo que era ciertamente inferior al que Cristo traía para todos los hombres. Y así se lo manifiesta, poniéndose de rodillas ante Jesús: “Yo soy quien deber ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que te bautice?”. Pues más creció su inquietud, cuando Cristo poniéndose de rodillas ante él, le ofreció un argumento que no dejaba lugar a dudas: “Has ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Y así se hizo. No se dan más detalles del bautismo. Juan lo tomó por los hombros, y semidesnudo lo sumergió profundamente en las aguas del Jordán. Cuando Cristo se retiró, quizá sin haberse secado totalmente, cayó en una profunda oración, que dejó admiradas a las gentes que habían contemplado su bautismo.

Y en medio de esa profunda oración, se descubre la segunda intención del bautismo de Cristo: apareció en ese momento una nube misteriosa y desde dentro de ella, una voz potente que decía: “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”, al mismo tiempo que “se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma”. Algo trascendental ocurre entonces en ese momento, no sólo es presentado Jesús como Salvador, como verdadero Hijo de Dios, sino que Dios mismo se presenta en forma trinitaria, invitando a todas las gentes a participar de la alegría de unos cielos que se abren para dar paso al Salvador. Es el momento que Isaías había pedido a Dios, que rompiera ya su prolongado silencio y dirigiera su rostro y su palabra al pueblo: “!Ah, si rasgases los cielos y descendieses…!”. Y es el momento por el que también Isaías había suspirado, aunque él solo pudo clamar por un siervo, nunca por un hijo y menos el Hijo de Dios como salvador: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo todas mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones”. El Padre llena todas las expectativas y nos envía precisamente a su Hijo, su Hijo amado, motivo de todas sus complacencias. Y podemos estar seguros que con Cristo vienen los dones y los regalos propios de la presencia del Espíritu Santo de Dios que ahora tiene dos brazos para abrazar a nuestra humanidad y llenarla de gozo y de alegría, aparejadas con el perdón de los pecados y la seguridad de que al incorporarnos al bautismo de Cristo podremos continuar, porque la puerta ya está abierta, y podremos participar de otros sacramentos, que acompañarán toda la vida del hombre, la confirmación, corroborando nuestra fe, y el banquete, el banquete de los hijos de Dios que pueden participar comiendo el Cuerpo y la Sangre redentoras de Cristo que ve así realizada su propia Pascua.

No está por demás decir que nuestro propio bautismo, que no es el mismo que Cristo recibió del Bautista, hace que las palabras dirigidas primeramente a Cristo: “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias”, puedan ser dirigidas también a nosotros, que tenemos entonces la dicha de haber atraído la mirada del Buen Padre Dios que nos colma con sus dones, su perdón y sus gracias para que vayamos caminando precisamente como hijos de Dios.

Tengamos pues, una gran estima por este sacramento admirable que nos ha abierto las puertas del corazón de Dios y aprestémonos a vivir como Cristo, que pasó haciendo el bien y curando a todos de sus enfermedades. También nosotros tendremos esos dones para que con la sonrisa, la mano tendida y el corazón puesto en los más necesitados, también contribuyamos a la salvación de todo nuestro universo.

PENSAMIENTOS BÍBLICOS SOBRE EL BAUTISMO



PONER UN NOMBRE CRISTIANO


Poner un nombre cristiano
Puede parecer un hecho insignificante pero no lo es: hace referencia a nuestros orígenes cristianos
Por: Héctor Aguer, arzobispo de La Plata | Fuente: Zenit.org




Muchos de ustedes, seguramente, habrán asistido y más de una vez quizás, a la celebración del bautismo de un niño. Recuerden como comienza el rito bautismal. Después del saludo inicial el sacerdote, o el diácono, hacen esta pregunta a los padres de la criatura: ¿qué nombre le pusieron a su hijo? Los papás responden; ese es el rito de imposición del nombre.

Se me ocurrió conversar con ustedes acerca de este punto porque hay algo que me ha llamado la atención: los nombres que muchas veces se ponen a los niños. Hay en las familias tradiciones respecto de esto; se repite el nombre del abuelo o del bisabuelo, que atraviesa varias generaciones. Además, en algunos ambientes, era muy común, por ejemplo en los ambientes rurales, el poner el nombre del santo del día: se fijaban en el almanaque y se le ponía al bebé el santo que correspondía. A veces se producían chascos fenomenales. Imagínense un nombre que quizá hoy día suena extravagante; y no ha faltado el caso de un nene o una nena que acabaron llamándose ´Fiesta Cívica´ por haber nacido un 25 de mayo o un 9 de Julio.

No obstante en esos tiempos y lugares existía la intención de poner un nombre cristiano, y esa es la cuestión: poner un nombre cristiano.

Lo que advierto en la actualidad es que se buscan nombres de culturas exóticas y otros que, a lo mejor, expresan cosas significativas en esa cultura originaria pero que no tienen nada que ver con nuestra realidad concreta, de argentinos y de católicos, por lo menos sociológicamente católicos.

Aquí hay algo interesante, no solo porque el chico va a llevar ese nombre toda la vida, sino porque el sentido de elegir para un niño un nombre cristiano es que pueda invocar la intercesión de la Santísima Virgen en alguna de sus títulos y advocaciones o del santo cuyo nombre se le impone. Además, ese gesto implica que si el chico lleva luego efectivamente una vida cristiana, lo que es de desear, pueda tomar a ese santo por modelo.

Aquí hay algo que no debe ser desechado, porque tiene que ver con, la trasmisión de una cultura cristiana. Felizmente todavía hay muchísimos padres que bautizan a sus niños, y esto no es un dato menor, porque me parece que expresa el aprecio de la vida cristiana por una gran parte de nuestro pueblo.

Les propongo a ustedes esta reflexión porque me parece que tenemos que hacer una especie de “campaña”. Ustedes conocerán, a lo mejor, parientes o amigos, matrimonios jóvenes que esperan un niño y sobre el nombre que pondrán a la criatura; quizá se puede sugerir que elijan un nombre cristiano.

Hay manías o modas que se repiten y luego el chico queda para toda la vida con ese nombre que a lo mejor dentro de 20 o 30 años suena más extravagante que llamarse hoy día, por ejemplo, Policarpo. De paso, ¿Saben que quiere decir Policarpo?: significa fruto abundante. Hay ciertos nombres de la tradición cristiana que tienen un sentido muy bello, muy noble y no solamente del punto de vista religioso sino también humano. En este tema se trata de tener un poco de discreción, pero implica también un reconocimiento de lo que significa el Bautismo.

Es verdad que al chico lo llevan a bautizar cuando el nombre ya está estampado en el trámite civil, en el registro del nacimiento y no hay mucho remedio. Sin embargo, puede haber un cierto remedio y yo, a veces, lo sugiero cuando me toca celebrar algún Bautismo; es proponer que si el chico no tiene un nombre cristiano se le añada en la ceremonia del Bautismo, Todavía, unos años después, existe una posibilidad ulterior, cuando el chico va a recibir el Sacramento de la Confirmación. Ahí él mismo puede elegir un nombre cristiano; yo les sugiero a los catequistas precisamente eso: que en el tiempo de preparación vean si el niño o la niña no debe adoptar un nombre cristiano, y que él mismo lo añada, y que ese gesto sirva, de alguna manera, para iluminarle el camino de su vida ulterior.

Ustedes pueden pensar que esto es una cosa insignificante, pero multiplicada y generalizada esta iniciativa contribuye a una presencia concreta en la sociedad, es la presencia del hecho cristiano y de la referencia a nuestros orígenes cristianos.

A propósito del cambio de nombre o de la imposición del nombre recordemos que acaba de ser el Día del Papa, la Fiesta de San Pedro y San Pablo. ¿Qué debe hacer el Papa cuando lo eligen? Debe adoptar un nombre. Nosotros tenemos el caso afectivamente cercano del Cardenal Bergoglio que cuando fue elegido Sumo Pontífice eligió llamarse Francisco, y ¡vaya si tiene sentido que haya elegido ese nombre! porque de alguna manera se indica una veta espiritual y pastoral del Pontificado. De paso, no nos olvidemos de rezar por el Papa Francisco.

Pues bien traslademos eso al caso sencillo del Bautismo de cualquiera de nuestros niños en nuestras parroquias. ¡Hay que pensar en el asunto del nombre, y si se le va a bautizar, que sea un nombre cristiano!




sábado, 10 de enero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 11 DE ENERO DEL 2015 - EL BAUTISMO DE JESÚS

Vivir el domingo 1º de TO, ciclo B: 
Bautismo del Señor
MARCOS 1, 7-11

Y [Juan] proclamaba: - Llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias. Yo os he bautizado en agua, él os bautizará con Espíritu Santo. Sucedió que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. Inmediatamente, mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma hasta él; y hubo una voz del cielo: - Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor.

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ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU

Los primeros cristianos vivían convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».

No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».

La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas pastorales ante la crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de Jesús.

En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.

El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto solo él nos lo puede enseñar.
No hemos de hablar solo en términos de crisis. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.

José Antonio Pagola

IMÁGENES DEL BAUTISMO DE JESÚS






















BEATA LAURA VICUÑA, 10 DE ENERO


Beata Laura Vicuña
10 de Enero
Fuente : EWTN



Beata Laura VicuñaLa hija que ofreció la vida por salvar a la madre.

Nació en Santiago de Chile, el 5 de abril de 1891 y murió en Argentina el 22 de enero de 1904, a la edad de sólo 13 años. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 3 de septiembre de 1988.

Su padre es un alto militar y jefe político de Chile. Una revolución derroca al gobierno y la familia Vicuña tiene que salir huyendo, desterrados a 500 kilómetros de la capital. Allá muere el papá y la familia queda en la miseria. Laura tiene apenas dos años cuando queda huérfana de padre.

La mamá, con sus dos hijas, Laura y Julia, emprende un larguísimo viaje de ocho meses hacia las pampas de Argentina. Allá encuentra un ganadero brutal y matón, y movida por su gran miseria, la pobre Mercedes se va a vivir con él en unión libre. El hombre se llamaba Manuel Mora.

En 1900 Laura es internada en el colegio de las Hermanas Salesianas de María Auxiliadora en el colegio de Junín de los Andes.

Allí, en clase de religión, al oír que la profesora dice que a Dios le disgustan mucho los que viven en unión libre, sin casarse, la niña cae desmayada de espanto. En la próxima clase de religión, cuando la religiosa empieza a hablar otra vez de unión libre, la niña empieza a palidecer. La profesora cambia de tema pero consulta el caso con la hermana directora del colegio: "¿Por qué será que Laura Vicuña se asusta tanto cuando se habla del pecado que es el vivir en unión libre?". La superiora le aconseja: "Vuelva a tratar de ese tema, y si ve que la niña se asusta, cambie de tema". Así lo hace.

Laurita se ha dado cuenta de un gravísimo mal: su madre, el ser que ella más ama en el mundo, después de Dios y la Virgen, su mamá Mercedes, vive en pecado mortal y está en grave peligro de condenación eterna. ¡Es terrible!.

Y Laura hace un plan: ofrecerá su vida a Dios, con tal de que la mamá abandone a ese hombre con el cual vive en pecado. Comunica el plan al confesor, el Padre Crestanello, salesiano. El le dice: "Mira que eso es muy serio. Dios puede aceptarte tu propuesta y te puede llegar la muerte muy pronto". Pero la niña está resuelta a salvar el alma de la mamá a cualquier costo, y ofrece su vida al Señor Dios, en sacrificio para salvar el alma de la propia madre.

En el colegio es admirada por las demás alumnas como la mejor compañera, la más amable y servicial. Las superioras se quedan maravilladas de su obediencia y del enorme amor que siente por Jesús Sacramentado y por María Auxiliadora.

El día de su primera comunión ofrece su vida en sacrificio a Jesús, y al ser admitida como "Hija de María", consagra su pureza a la Sma. Virgen María.

Va a pasar vacaciones a donde vive su madre. Manuel Mora trata de irrespetarla pero ella no lo permite. Prefiere ser abofeteada y azotada brutalmente por él pero no admite ningún irrespeto a su virtud. Manuel aprende a respetarla.

En una gran inundación que invade el colegio, Laura por salvar la vida de las más pequeñas, pasa largas horas de la noche entre las friísimas aguas sacando niñas en peligro, y adquiere una dolorosa enfermedad en los riñones. Dios empieza a aceptar el sacrificio que le ofreció por salvar el alma de su mamá.

Laura empieza a palidecer y a debilitarse. Siente enorme tristeza al oír de los superiores que no la podrán aceptar como religiosa porque su madre vive en concubinato. Sigue orando por ella. Cae a cama. Dolores intensísimos. Vómitos continuos. Se retuerce del dolor. La vida de Laura se está apagando. "Señor: que yo sufre todo lo que a Ti te parezca bien, pero que mi madre se convierta y se salve".

Va a entrar en agonía. La madre se acerca. "Mamá, desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios en sacrificio para obtener que tu no vivas más en unión libre. Que te separes de ese hombre y vivas santamente". Mamá: ¿antes de morir tendré la alegría de que te arrepientas, y le pidas perdón a Dios y empieces a vivir santamente?

"¡Ay hija mía! Exclama doña Mercedes llorando, ¿entonces yo soy la causa de tu enfermedad y de tu muerte? Pobre de mí ¡Oh Laurita, qué amor tan grande has tenido hacia mí! Te lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con ese hombre. Dios es testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida".

Laura manda llamar al Padre Confesor. "Padre, mi mamá promete solemnemente a Dios abandonar desde hoy mismo a aquel hombre". Madre e hija se abrazan llorando.

Desde aquel momento el rostro de Laura se torna sereno y alegre. Siente que ya nada le retiene en esta tierra. La Divina Misericordia ha triunfado en el corazón de su amadísma mamacita. Su misión en este mundo ya está cumplida. Dios la llama al Paraíso.

Recibe la unción de los enfermos y su última comunión. Besa repetidamente el crucifijo. A su amiga que reza junto a su lecho de moribunda le dice: ¡Que contenta se siente el alma a la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!.

Lanza una última mirada a la imagen que está frente a su cama y exclama: "Gracias Jesús, gracias María", y muere dulcemente. Era el 22 de enero de 1904. Iba a cumplir los 13 años.

La madre tuvo que cambiarse de nombre y salir disfrazada de aquella región para verse libre del hombre que la perseguía. Y el resto de su vida llevó una vida santa.

Laura Vicuña ha hecho muchos milagros a los que le piden que rece por ellos ante Nuestro Señor. Y el Papa Juan Pablo II la declaró Beata en 1988.


Señor Jesús: Tú que concediste a Laura Vicuña la gracia de ofrecer su vida por la salvación del alma de su propia madre, concédenos también a todos nosotros la gracia de obtener buenas obras, la conversión y salvación de muchos pecadores. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 10 DE ENERO DEL 2015


Día litúrgico: 10 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)

Texto del Evangelio (Lc 4,14-22):
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. 

Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». 

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.


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Comentario: Rev. D. Llucià POU i Sabater (Granada, España)
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido

Hoy recordamos que «quien ama Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a quien no vemos, sin no amamos a quien vemos, imagen de Dios? Después que san Pedro renegara, Jesús le preguntó si le amaba: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17), respondió. Como a san Pedro, también a nosotros nos pregunta Jesús: «¿Me amas?»; y queremos responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que te amo a pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a demostrártelo, ayúdame a descubrir las necesidades de mis hermanos, a darme de verdad a los otros, a aceptarlos tal como son, a valorarlos».

La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse, buscando la felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice san Juan de la Cruz, «al atardecer seremos juzgados en el amor». Vale la pena que nos preguntemos al final de la jornada, cada día, en un breve examen de conciencia, cómo ha ido este amor, y puntualizar algún aspecto a mejorar para el día siguiente. 

«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá Jesús, haciendo suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como hizo del Mesías el «ungido para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc 4,18), también “reposa” encima nuestro y nos conduce hacia el amor perfecto: como dice el Concilio Vaticano II, «todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». El Espíritu Santo nos transformará como hizo con los Apóstoles, para que podamos actuar bajo su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a todos los corazones: «El fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal 5,22-23).

COMO EL LÁPIZ


COMO EL LÁPIZ


El niñito miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado le preguntó:

- ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos?
¿Es, por casualidad, una historia sobre mí?

El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto:
- Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.

El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó:
- ¿Qué tiene de particular ese lápiz?

El abuelo le respondió:
- Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una persona en paz con el mundo.

Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

Segunda cualidad: De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.

Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

Quinta cualidad: Siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso intenta ser consciente de cada acción.

LA TRISTEZA Y LA FURIA


LA TRISTEZA Y LA FURIA

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.


Del libro Cuentos para pensar. de Jorge Bucay

FRUTOS Y OBLIGACIONES DEL BAUTISMO


Frutos y Obligaciones del Bautismo
Por el bautismo nos convertimos en hijos adoptivos de Dios.
Por: Cristina Cendoya de Danel | Fuente: Catholic.net



Frutos

Por el bautismo nos convertimos en hijos adoptivos de Dios, hace también del neófito "una nueva creación" ( 2 Co. 5,17), "partícipe de la naturaleza divina" ( 2 P.1, 4), miembro de Cristo ( I Co. 6, 15) (I Co. 12,27), coheredero con Él (Rm. 8,17) y templo del Espíritu Santo ( 1 Co. 6,19).

El Bautismo es un vínculo de unidad entre todos los cristianos; y también nos incluye entre los amigos de Cristo, mediante un carácter espiritual indeleble.

El Bautizado tiene el derecho de recibir los sacramentos, ser alimentado con la Palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.

Desde el principio del cristianismo, hay que seguir un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápidamente o lentamente; pero siempre consta de las siguientes etapas esenciales: el anuncio de la Palabra, la "conversión" una vez recibida la Buena Nueva, la profesión de fe, el bautismo, la efusión del Espíritu Santo – es decir, la confirmación -, y el acudir a la comunión eucarística.

Como ya habíamos visto el primero de los sacramentos que se recibe es el "Bautismo", sin el Bautismo no podemos recibir ningún otro sacramento; por lo tanto el "Bautismo" me inicia en "nuestra amistad con Cristo".


Obligaciones

Por el bautismo recibimos una semilla: "la semilla de la fe" que deberemos fortalecer y hacer fructificar durante toda nuestra vida.

El bautizado, siendo miembro de la Iglesia, ya no se pertenece a sí mismo (I Co. 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros ( 2 Co. 5,15). Por tanto, debe servir a los demás (Jn. 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y cumplir con las enseñanzas de la Iglesia. Debe defender su fe, ante todo.

Al quedar incorporado en el "Cuerpo de Cristo", tiene la misión ineludible de "confesar a Cristo", es decir, mostrar con su vida y palabra que "Cristo ha muerto y resucitado" por todos y cada uno de nosotros.

LA VIRGEN MARÍA ES MADRE DE JESÚS Y MADRE NUESTRA


Es Madre de Jesús y nuestra
María Santísima nos ve a cada uno de nosotros como su hijo predilecto. ¡No te olvides de Ella!
Por: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net




María es toda de Jesús por derecho, y toda de nosotros por regalo. Pero es toda nuestra y, por tanto aquí, no pensemos que robamos, porque nos la han dado. No pensemos que somos demasiado pecadores, demasiado indignos, para tenerla como madre, porque, a pesar de que eso es cierto, también es cierto que ella es madre nuestra. No nos puedes ver separados de Jesús, como hijos añadidos, sino injertados en su sangre y en la tuya. Por lo tanto, la seriedad con la que una madre ve a su hijo, como su hijo, queda muy lejos de la seriedad, la profundidad y el amor con que nos ve María Santísima a cada uno de nosotros: somos más hijos de ella que de nuestra propia madre de la tierra

La ingratitud con Dios es terrible porque se ofende al Amor con mayúscula. Se desprecia un amor eterno, un amor divino, un amor maravilloso y totalmente gratuito.

De una manera semejante, olvidar, despreciar, el amor de una madre tan grande, es una ingratitud terrible. Pero, siendo los hijos predilectos de María Santísima, nuestra ingratitud adquiere unas dimensiones mucho más grandes.

"Los pecados que ofenden a Dios lastiman tu corazón porque hieren el corazón de tu hijo y hacen un daño terrible a tus hijos".

"Cómo tengo que decirte esto, Madre: te he llevado pocas flores hasta el día de hoy"

EL SECRETO DE UNA FAMILIA FELIZ


El secreto de una familia feliz
Tu familia será lo que tú quieras que sea
Por: Susana Ariza 



Una amiga me contaba hace años el impacto que produjeron en ella las palabras que el día de su boda le dedicó un experimentado sacerdote, además de amigo: "recuerda siempre que la mujer es el alma de la familia. Tu familia será lo que tú quieras que sea". A mí también me produjeron una fuerte impresión cuando ella me las contó, y adquirieron más fuerza el día que me casé y empezamos a formar una familia.

En primera instancia y con una mirada superficial al contenido de la frase, la reacción de muchos podría ser de pura indignación: ´machista´, llamarían al pobre cura. Sin embargo, en mi opinión se trata de una apreciación acertadísima sobre la enorme trascendencia del papel de la mujer en el hogar, lo cual -bien analizado- está lejos de cualquier clase de machismo. No se trata de una carga pesada que este cura y tantos otros pensadores imponen a la mujer, sino de una lectura finísima de la realidad con la que pretenden recordar a la mujer lo que muchos se empeñan en hacernos olvidar: su papel decisivo en la célula de la sociedad.

"Si tú te dejas llevar por los nervios -continuaba el cura- tu familia será una familia llena de tensión y ansiedad. Si eres una esposa y una madre triste, decaída, asimismo será tu hogar, triste y decaído. Pero si te esfuerzas en tratar a tu familia con alegría y amor, ellos llenarán la casa y el día a día, y conseguirás hacer de tu familia una familia feliz". Esto no significa que todo el peso familiar recaiga sobre la mujer, ni que ella sea la única que debe esforzarse por construir un hogar cálido y feliz. No quiere decir, tampoco, que el marido sea un elemento ajeno y que su manera de ser y hacer no jueguen ningún papel en la vida familiar.

Lo que sí quiere decir es que, como madres, como esposas, si procuramos ser alegres, encontrar los menos motivos posibles para estar de mal humor o enfadarnos, tratar con cariño a nuestros hijos -incluso cuando se portan mal o desearíamos mandarles a la porra-, y disfrutar con cada momento que pasamos en nuestro hogar; si tratamos de manifestar nuestro amor a nuestro esposo, de hacer la vista gorda cuando los calcetines se quedan justo a medio metro del canasto de la ropa sucia (y recordárselo con una sonrisa al cabo de un rato...), de no molestarnos cuando tenemos que repetir la misma historia tres veces porque la radio suena de fondo; si nos esforzarnos por agradecer a nuestro marido que se ponga motu proprio a recoger la cena después de aterrizar en casa con cara de estar agotado, o por fijarnos más en que ha fregado el suelo dónde había caído un vaso de cola cao, en vez de irritarnos porque tenemos que ir detrás con el kit de limpieza para rematar la jugada; si hacemos lo posible por sonreír incluso cuando nuestra pequeña que lleva tres días con un gripazo decide plantarle una cucharada de su yogur a su hermano pequeño porque le hemos enseñado que es bonito compartir, o cuando la mayor ha considerado que su muñeca estaba muy despeinada y le ha vaciado el bote de colonia en la cabeza, o cuando nos encontramos a ambas trepando por la estantería para "ordenarla"; entonces, si hacemos todo eso, -a pesar de todas nuestras imperfecciones, de los malos días que podamos tener y de las ocasiones en que no podamos evitar gritar- nuestro hogar podrá ser lo más parecido a aquel hogar de Nazaret donde Nuestra Madre, la Virgen María, nos mostró la importancia de tan hermoso papel.
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