miércoles, 9 de octubre de 2013

LETANÍAS MARIANAS EN IMÁGENES




































ORACIÓN A MI NIÑO JESÚS


ORACIÓN DE SANACIÓN


ORACIÓN DE SANACIÓN 

Padre Santo, en el Nombre de Jesucristo y con la intercesión de la Santísima Virgen María, de los santos ángeles, de los santos, de la Madre María de San José te presentamos a los enfermos en el alma, en la mente, en el cuerpo y en el espíritu y te pedimos para todos ellos y también para nosotros que nos sanes. Todo lo pedimos de acuerdo a tu Santa Voluntad Padre Santo, en el Nombre de Jesús, por los meritos de su Divina Infancia, por su Sangre Preciosa, por sus santas llagas, por su Resurrección que todo sea para tu gloria. Creemos en tu poder y te pedimos, oh buen Jesús que la fuerza del Espíritu Santo sea liberada ahora y que todos seamos curados. 

En el Nombre de Jesús y con la intercesión de María, Rosa Mística, de los santos ángeles, de los santos y benditas animas del purgatorio, te pedimos Padre Santo que nos sanes de toda herida profunda en nuestros corazones, de todo resentimiento y rechazo, de toda carencia de amor, de depresión y de soledad, sánanos de toda carencia afectiva. Sánanos de toda frustración, fracaso, complejo y trauma, de odios, de divisiones, de envidia, de hipocresía, de ira, rabia, (especialmente de...). Llena Señor en nosotros cualquier vacío que pudiera existir con tu presencia santa y danos tu llenura. Danos tu libertad y tu amor. Danos tu paz. 

En el Nombre de Jesús y con la intercesión de nuestra Madre Celestial María, Madre de la Iglesia, de los santos ángeles y santos del cielo, te pedimos Padre Santo que nos sanes de cualquier vicio que pudiéramos tener (especialmente de...), sánanos de todo miedo, temor, nerviosismo, angustia, ansiedad, e inseguridad, del orgullo y de toda soberbia. Sánanos de depresión, psicosis, obsesiones, de toda inestabilidad emocional y mental, decepción, desengaño, amargura, de rebeldía, de toda idolatría y superstición, de toda enfermedad mental, y de cualquier falta de perdón. 

En el Nombre de Jesús y con la intercesión de la Santísima Virgen María, de los santos ángeles, de los santos y benditas animas del purgatorio, Padre Santo te pedimos que nos liberes de toda atadura genética de cosa proveniente de nuestros antepasados. En el nombre de Jesucristo te pedimos que cortes Padre Santo en este momento cualquier atadura de pecado transmitida por nuestros antepasados, así como cualquier maldición heredada. 

En el Nombre de Jesús y con la intercesión de la Sma. Virgen María, de los santos ángeles, de los santos y benditas animas del purgatorio, te pedimos Padre Santo que nos sanes físicamente de toda enfermedad conocida o desconocida, de toda enfermedad curable o incurable. Sánanos especialmente de cáncer, de toda enfermedad glandular, de obesidad, anorexia, asma, artritis, artrosis, hígado, páncreas, vesícula, vaso, enfermedades circulatorias, de la sangre, de la presión arterial, de enfermedades en la piel, de alergias, de enfermedades respiratorias, de enfermedades estomacales, de nervios, de ansiedad, de stress, de anemia, de sida, (especialmente de...). 

Gracias Padre Santo por escuchar nuestras plegarias, sabemos que tu estas actuando con tu poder y que todo lo puedes. Señor en ti confiamos y en ti esperamos. Te damos gracias por todo lo que has hecho, por lo que estas haciendo y por lo que seguirás haciendo en nuestras vidas. 
Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: 09.10.2013

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
La oración que Cristo nos enseñó
Lucas 11, 1-4. Tempo Ordinario. Que el Padre Nuestro sea la oración de nuestras familias pero, sobre todo, el reflejo de nuestras vidas.
 
La oración que Cristo nos enseñó
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4

Y sucedió que, estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación. 

Oración introductoria

Señor, creo y confío plenamente en tu misericordia ante mis debilidades. Permite que este momento de intimidad contigo sea el medio por el cual aprenda a orar, como Tú quieres que lo haga. Dame el don de tu Espíritu Santo, e inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir y cómo debo actuar para que Tú reines en mi corazón.

Petición

Padre nuestro, que estás en el cielo, te pido que vengas a mi corazón.

Meditación del Papa Francisco

Dios nos trata como hijos, nos comprende, nos perdona, nos abraza y nos ama aun cuando nos equivocamos. Esta relación de hijos con el Señor debe crecer, ser alimentada cada día con la escucha de su Palabra, la oración, la participación en los sacramentos y la práctica de la caridad. Comportémonos como hijos de Dios, sin desanimarnos por nuestras caídas, sintiéndonos amados por Él, sabiendo que Él es nuestra fuerza. Porque Él siempre es fiel. Ser cristianos no se reduce sólo a cumplir los mandamientos, es ser de Cristo, pensar, actuar, amar como Él, dejando que tome posesión de nuestra existencia para que la cambie, la trasforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado. A quien nos pida razón de nuestra esperanza, mostrémosle a Cristo Resucitado y hagámoslo con el anuncio de la Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados. Porque nosotros también por el bautismo hemos resucitado, como Cristo. (S.S. Francisco, 10 de abril de 2013).

Reflexión

En el mundo del deporte, además de las habilidades personales, un excelente entrenador juega un papel decisivo. Es parte de nuestra naturaleza el tener que aprender y recibir de otros. Puede parecer una limitación pero es, al mismo tiempo, un signo de la grandeza y de la maravilla del hombre.

En el Evangelio del día, los discípulos le piden a Jesús: Señor, enséñanos a orar.... La oración es el gran deporte, la gran disciplina del cristiano. Y lo diría el mismo Jesús en el huerto de Getsemaní: Vigilad y orad para que no caigáis en tentación. Él es nuestro mejor entrenador. Hoy, nos ofrece la oración más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de una auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida a una persona: Padre; en ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos el nuestro a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud.

Ojalá que sea, el Padre Nuestro, la oración de todas nuestras familias pero, sobre todo, el reflejo de nuestras vidas como cristianos y discípulos de Jesucristo.

Propósito

Ofrecer a Dios cumplir su voluntad con el rezo meditado del Padre nuestro.

Diálogo con Cristo

Señor, te pido que me ayudes a vivir siempre unido a Ti en mi oración, sabiendo que no es lo que diga sino cómo lo diga, lo que importa. Que mi relación contigo no se limite al tiempo que dedico a mi meditación o la celebración de la Eucaristía. Te necesito permanentemente cerca de mí, para no caer en la tentación, para poder vivir auténticamente el amor, para ser un incansable y eficaz discípulo y misionero. 

EL AMOR Y EL TIEMPO


El amor y el tiempo 


Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra. En esta isla vivían en armonía el Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.

Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.

La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie. 
Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor.

Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.

Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que lo ayudo... a lo que ésta respondió..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó: ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió:

"Por que sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"...

ORAR, SIMPLEMENTE ORAR


Orar, simplemente orar 


Un pobre campesino regresaba del mercado al atardecer. Descubrió de pronto que no llevaba su libro de oraciones. Se hallaba en medio del bosque y se le había salido una rueda de su carreta.

El pobre hombre estaba afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus plegarias. Entonces oró de este modo: He cometido una verdadera estupidez, Señor. He salido sin mi libro de rezos. Tengo tan poca memoria que sin él no sé orar. De modo que voy a decir cinco veces el alfabeto muy despacio. Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar las plegarias que ya no recuerdo.

Y Dios dijo a sus ángeles: De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha salido sin duda alguna, la mejor. Una oración que ha brotado de un corazón sencillo y sincero.

LA ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO


martes, 8 de octubre de 2013

NUESTRA SEÑORA DE LUJAN - ARGENTINA


Nuestra Señora de Luján
Argentina
Fiesta Central: 8 de Mayo



A 60 kilómetros al oeste de Buenos Aires se halla la villa de Luján. En 1630 no había en aquel paraje ningún rastro de población y sólo era frecuentado por las caravanas de carretas y las rescuas de mulas tucumanas que bajaban o subían del puerto de Buenos Aires.

Sucedió que un portugués dueño de una estancia, a cuarenta leguas de la ciudad, trató de erigir en ella una modesta capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Para esto le pidió a un amigo de Brasil que le envíe una imagen pequeña de la Virgen en aquel misterio. Su amigo le envió dos imágenes en bulto: una que representaba a María en su Inmaculada Concepción y que hoy se venera en el santuario de Luján y otra que tenía en sus brazos al Niño Jesús y ahora es venerada en Sumampa.

Partió entonces de Buenos Aires el encargado de conducir las imágenes. En la tarde del tercer día se detuvo la caravana para pasar la noche y al día siguiente el conductor de las imágenes preparó los bueyes para proseguir el viaje pero éstos no se movían. Vinieron en su ayuda troperos y peones pero no tuvieron suerte. Finalmente juzgaron que era necesario aliviar el peso de la carreta. Descargaron las imágenes y en ese momento los bueyes pudieron moverse con facilidad. Queriendo cerciorarse si el obstáculo provenía de las imágenes las pusieron nuevamente en la carreta y no se pudo mover. Entonces viendo que las imágenes se querían quedar en aquel lugar decidieron que una de ellas permaneciera en la Cañada y la entregaron al dueño de esas tierras. La fama del prodigio corrió hasta Buenos Aires y no faltaron quienes emprendieron un viaje a Luján para contemplar la imagen.

En 1887 la imagen fue coronada canónicamente por el Papa León XIII.

EL EVANGELIO DE HOY: 10.10.2013

Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
Marta y María
Lucas 10, 38-42. Tiempo Ordinario. Entre mil urgencias y ocupaciones, creemos no tener tiempo que dedicar a la oración, para hablar con nuestro Padre bueno.
 
Marta y María
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Oración introductoria

Señor, a imitación de María, escojo la mejor parte. Concedeme la gracia de estar contigo en esta oración. A menudo nos sentimos metidos entre mil urgencias y contingencias, creemos no tener tiempo que dedicar a la oración. Dame tu gracias para estar en este momento cerca de Ti.

Petición

Señor, ayudame a escoger la mejor parte en estos momentos de reflexión donde escucho Tu Palabra y quieres dejar tu mensaje en mi.

Meditación del Papa Francisco 

Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él, dejarle espacio en la oración. Cada uno de nosotros, también vosotros muchachos, muchachas, jóvenes, tan numerosos esta mañana, debería preguntarse: ¿qué espacio dejo al Señor? ¿Me detengo a dialogar con Él? Desde que éramos pequeños, nuestros padres nos acostumbraron a iniciar y a terminar el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor de Dios nos acompañan. Recordemos más al Señor en nuestras jornadas.
Desearía recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Recitando el Avemaría, se nos conduce a contemplar los misterios de Jesús, a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y acciones.(S.S. Francisco, 1 de mayo de 2013) 

Reflexión

Jesús iba con placer a Betania, y se sentía como en su casa. Marta, que se dedica con empeño a las faenas de casa, está tan absorta en servirlo atentamente que no encuentra el tiempo de gozar su compañía. En cambio, María prefirió sentarse junto a él para escuchar sus enseñanzas. Jesús no quiere ser juez entre Marta y María: no manda a la primera que se siente a escucharle, ni a la segunda que se levante a ayudar a su hermana. Él les es amisto, pero aprovecha la ocasión para ofrecer un consejo siempre válido: en nuestra peregrinación terrenal conviene sólo preocuparse de escuchar la palabra del Dios, y respetar sus enseñanzas con nuestras obras.

¿Qué cuenta más, escuchar a Dios o trabajar por Él? ¿La vida activa o la vida contemplativa? "Una sola es la cosa de que hay necesidad." Vida activa y contemplativa no están en contraposición así como Marta y Maria, son" hermanas." Cada fiel cristiano, en el estado de vida que le es justo, tiene que aprender a ser contemplativo en el actuar y activo en la contemplación. El Maestro nos enseña que no es necesario preocuparse excesivamente por las "obras de Dios", si nos llevan a no tener tiempo para estar y para dialogar con el "Dios de las obras." Si primera no hablamos con Dios, ¿cómo podremos hablar luego de él a los otros? A menudo nos sentimos metidos en este conflicto: entre mil urgencias y contingencias, creemos no tener tiempo que dedicar a la oración, para hablar con nuestro Padre bueno.

Propósito

Volvamos a atribuir el justo valor y el justo tiempo a la vida interior. Que ninguna actividad nos impida no dedicar un momento a la oración. 

LAS JACULATORIAS DEL SANTO ROSARIO



LAS JACULATORIAS DEL SANTO ROSARIO

Habitualmente, en el rezo del Rosario, después de la doxología trinitaria sigue una jaculatoria, que varía según las costumbres. Sin quitar valor a tales invocaciones, parece oportuno señalar que la contemplación de los misterios puede expresar mejor toda su fecundidad si se procura que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio. De este modo, el Rosario puede expresar con mayor eficacia su relación con la vida cristiana. Lo sugiere una bella oración litúrgica, que nos invita a pedir que, meditando los misterios del Rosario, lleguemos a «imitar lo que contienen y a conseguir lo que prometen».

Como ya se hace, dicha oración final puede expresarse en varias forma legítimas. El Rosario adquiere así también una fisonomía más adecuada a las diversas tradiciones espirituales y a las distintas comunidades cristianas. En esta perspectiva, es de desear que se difundan, con el debido discernimiento pastoral, las propuestas más significativas, experimentadas tal vez en centros y santuarios marianos que cultivan particularmente la práctica del Rosario, de modo que el Pueblo de Dios pueda acceder a toda auténtica riqueza espiritual, encontrando así una ayuda para la propia contemplación. (Rosarium Virginis Mariae, 35)


G.- María, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,
R.- Defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

T.- Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. Amén


¿QUÉ ES SER SANTOS?


Ser santos
Sacrificios con alegría.

Cuando pensamos en la santidad, se nos viene a la mente la penitencia, los sacrificios, las renuncias, y todo con un espíritu de renuncia y mortificación. Y está bien que esto sea así porque la santidad se alcanza practicando la penitencia. Pero lo que no está bien es mirar todo esto con amargura, sino que debemos mirarlo con alegría.

Exactamente con alegría, porque tenemos que poner alegría en nuestras penitencias, ya que sabemos el fin por las cuales las hacemos, es decir nuestra santificación pero, sobre todo, por el bien de muchos pecadores y parientes y amigos y todo el que necesite de nuestras oraciones y sufrimientos para salvarse y obtener bienes temporales y eternos.

Es decir que lo que debemos cambiar es nuestra motivación, porque cuando nos ponemos a pensar que por un bocado de postre que nos negamos a comer, un hambriento reciba un pan muy lejos; o que evitando mirar un programa de televisión que nos gusta, alguien en alguna parte evite, gracias a este sacrificio nuestro, una mirada deshonesta o un pecado de impureza, entonces sí que se empieza a hacer divertido y alegre el trabajo espiritual de la penitencia, porque sabemos que con nuestras negaciones estamos haciéndonos bien a nosotros, porque nos santificamos, y hacemos bien a muchos hermanos que solo conoceremos en el Cielo.

Si encaramos la penitencia de esta manera, pronto estaremos haciendo muchos pequeños sacrificios durante el día para vencernos pero, sobre todo, para aliviar a nuestros prójimos.

¡Hay tantas oportunidades durante el día para negarnos a nosotros mismos y ayudar a salvar almas y cuerpos! Lancémonos a esta hermosa aventura, porque además, estaremos contentos con nosotros mismos, porque el dominio de sí mismo es un gran gozo para el alma. En cambio el que sigue sus gustos y caprichos, cada vez está más triste y vacío, y descontento consigo mismo.

Pensemos estas cosas.

LAS PROMESAS, BENDICIONES Y BENEFICIOS DEL ROSARIO

Las promesas, bendiciones y beneficios del Rosario
Fuente: Catholic.net


Las promesas del Rosario
1. Aquellos que recen con enorme fe el Rosario recibirán gracias especiales.
2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, destruirá los vicios, disminuirá los pecados, y defendernos de las herejías.
4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su dedeo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5. El alma que se encomiende a mi en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesucristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.


Bendiciones del Rosario

1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.



Los beneficios del Rosario
1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.

lunes, 7 de octubre de 2013

¿POR QUÉ ESTOY EN EL MUNDO?


¿Por qué estoy en el mundo?
Autor: Padre Mariano Blas 

Estoy en este mundo porque Dios me dio la vida, porque me quiere. Y así, he vivido veinte, treinta, cuarenta o más años, envuelto, cobijado por su amor. Y me creó para algo importante; no para el egoísmo, no para la mediocridad, menos todavía para la desdicha. Me creó para ser feliz aquí y allá, para ser útil, para realizar algo útil.

A estas alturas de la vida ¿como habré realizado el sueño de Dios? ¿Qué sentido tiene para mí la vida? Soy su criatura. Todo es regalo de Dios en mí, existo de favor y de cariño de un creador, y los siguientes días de mi vida seguiré viviendo por el cariño de mi Padre.

¡Gracias! tendría que ser una de las palabras más repetidas, más maravillosas. La debería decir todos los días, a todas horas. Gracias al amanecer, gracias al mediodía, gracias al atardecer, gracias por este día, gracias por los días que están por venir.

Yo soy el que escribo cada día la vida de un desdichado o de un hombre feliz y realizado. Con mis actos de amor o con mis egoísmos construyo el palacio o la choza en la que viviré por toda la eternidad. A nadie podré culpar de mi pobreza, porque tengo a mi disposición todos los materiales que saben utilizar los santos para construir sus bellos castillos de bondad.

Hoy he hecho de mi vida lo que yo he querido. Hoy he sido un santo o un pecador. Posiblemente he sido un mediocre. Por decisión mía. Pero mañana también puedo, por propia decisión, cambiar radicalmente de manera de vivir. Puedo ser un santo, si me lo propongo.

EL EVANGELIO DE HOY: 07.10.2013

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
El buen samaritano
Lucas 10, 25-37. Tiempo Ordinario. Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere darse a los demás, sin ninguna distinción.
 
El buen samaritano
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Oración introductoria

Señor, dame la sabiduría y el amor para descubrir y actuar, buscando el bien de los demás, en las diversas situaciones de mi vida cotidiana. No permitas que el ajetreo de mis pendientes me haga pasar de largo y no ver a esa persona que necesita que me detenga a platicar con ella para darle consuelo o simplemente una sonrisa.

Petición

Señor, quiero amarte en los demás, con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas. Por eso pido a la santísima Virgen del Rosario, que celebramos hoy, que interceda por mí para que esta oración me ilumine y me ayude a nunca ser indiferente a las necesidades de los demás.

Meditación del Papa Francisco

Recordemos la parábola del buen samaritano: Jesús no propone como modelo el comportamiento del sacerdote y del levita, que evitan socorrer a quien había caído en manos de los ladrones, sino el del samaritano que ve la situación de aquel hombre y la afronta concretamente, asumiendo los riesgos. María ha pasado muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando "no había sitio para ellos en la posada", hasta el Calvario. Como una buena madre está a nuestro lado, para que no perdamos jamás el arrojo frente a las adversidades de la vida, frente a nuestra debilidad, frente a nuestros pecados: nos fortalece, nos señala el camino de su Hijo. Jesús, desde la cruz, dice a María indicando a Juan: "Mujer, ahí tienes a tu Hijo", y a Juan: "Ahí tienes a tu madre". En aquel discípulo estamos representados todos nosotros: el Señor nos encomienda en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, de modo que podamos contar con su ayuda para afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano; no temer las dificultades, afrontarlas con la ayuda de mamá. (S.S. Francisco, 4 de mayo de 2013).

Reflexión

Muchas lecciones les ha dado Nuestro Señor a los fariseos, pero ninguna tan bella como ésta. Es de esas ocasiones en las que Cristo da a conocer su doctrina y su mandamiento a todos los hombres, y lo hace de manera muy velada.

Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera. Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.

Dios nos ha dado el ejemplo al vivir su propia doctrina: "no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos", pero Él no la dio solo por sus amigos, sino también por sus enemigos, y muchos santos han hecho lo mismo.

Propósito

Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: "vete y haz tú lo mismo".

Diálogo con Cristo 

Señor, Tú lo sabes todo: mi debilidad al amar a los demás, especialmente aquellos que están más cerca de mí, porque si hay impaciencia, si hay juicios temerarios, si hay indiferencia, no hay verdadero amor. Ayúdame a crecer en la convicción de que Tú me has creado para amar y servirte en esta vida y que sólo superando mi egoísmo mediante la vivencia del amor, podré gozar de Ti y alabarte eternamente en el cielo. 

PRONOSTICO DEL TIEMPO PARA HOY


domingo, 6 de octubre de 2013

ORACIÓN PARA ALEJAR LOS MIEDOS


ORACIÓN PARA ALEJAR LOS MIEDOS

Padre hay momentos en que he sentido mucho miedo
Momentos desconcertantes y tormentosos y es cuando digo:
Padre acude a mí en éste momento en que tengo miedo.
Acude a mí cuando dudo, cuando me atormento por el dolor y la incomprensión.
Acude a mi cuando el Mundanal Ruido me afecta y no lo entiendo
Acude a mí en todo momento en que me veas atormentado por la ignorancia de pensar que no estás cerca.
Acude a mí cuando me enfermo no solo del cuerpo sino del espíritu
Acude a mí a perdonarme por pensar que no estás cerca
Acude a mí; pues yo te alabo y bajo tu frondoso árbol me acuesto a dilucidar tus pensamientos y a entonarme con tu Amor y tu Sapiencia.

Así sea

AYÚDAME, SEÑOR...


AYÚDAME, SEÑOR...

Ayúdame Señor, que mis fuerzas flaquean,
Ayúdame, Tu que tanto conoces mi pesar,
Ayúdame a no perder nunca la sonrisa
Y a regalar siempre alegría a los demás.
Ayúdame Señor, a perdonar a quien me hiere,
Y a olvidar las injusticias que hacen mal,
Ayúdame a mitigar el dolor del que sufre
Y a extender mi mano con dulzura y mucha paz.
Ayúdame Señor, a no pecar preparando el camino
Que a Ti me lleve en poco tiempo mas,
Y a sembrar el sendero que hacia Ti hoy transito
Con semillas de amor, de fe y de humildad.

LA SANTA MISA


LA SANTA MISA

Catecismo Mayor de San Pío X
Esencia, institución y fines del santo sacrificio de la Misa

1. ¿Es la Eucaristía solamente sacramento?
La Eucaristía, además de sacramento, es también el sacrificio perenne de la nueva ley dejado por Jesucristo a su Iglesia para ser ofrecido a Dios por mano de los sacerdotes.

2. ¿Qué es la santa Misa?
La santa Misa es el sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece sobre nuestros altares bajo las especies de pan y de vino en memoria del sacrificio de la Cruz.

3. ¿Es el sacrificio de la Misa el mismo de la Cruz?
El sacrificio de la Misa es sustancialmente el mismo de la Cruz, en cuanto el mismo Jesucristo que se ofreció en la Cruz es el que se ofrece por manos de los sacerdotes, sus ministros, sobre nuestros altares; mas, cuanto al modo con que se ofrece, el sacrificio de la Misa difiere del sacrificio de la Cruz, si bien guarda con éste la más íntima relación.

4. ¿Qué diferencia y relación hay entre el sacrificio de la Misa y el de la Cruz?
Entre el sacrificio de al Misa y el de la Cruz hay esta diferencia y relación: que en la Cruz, Jesucristo se ofreció derramando su sangre y mereciendo por nosotros, mientras en nuestros altares se sacrifica Él mismo sin derramamiento de sangre y nos aplica los frutos de su pasión y muerte.

5. ¿Qué otra relación guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz?
La otra relación que guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz es que el sacrificio de la Misa representa de un modo sensible el derramamiento de la sangre de Jesucristo en la Cruz; porque, en virtud de las palabras de la consagración, se hace presente bajo las especies del pan sólo el Cuerpo, y bajo las especies del vino sólo la Sangre de nuestro Redentor; si bien, por natural concomitancia y por la unión hipostática, está presente bajo cada una de las especies Jesucristo vivo y verdadero.

6. ¿Es el sacrificio de la Cruz el único sacrificio de la nueva ley?
El sacrificio de la Cruz es el único sacrificio de la nueva ley, en cuanto por él aplacó el Señor la divina justicia, adquirió todos los merecimientos necesarios para salvarnos, y así consumó de su parte nuestra redención. Más estos merecimientos nos los aplica por los medios instituidos por Él en la Iglesia, entre los cuales está el santo sacrificio de la Misa.

7. ¿Para qué fines se ofrece la santa Misa?
El sacrificio de la santa Misa se ofrece a Dios para cuatro fines: 1º, para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico; 2º, para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico; 3º, para aplacarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio; 4º, para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio.

8. ¿Quién es el que ofrece a Dios el sacrificio de la santa Misa?
El primero y principal oferente de la santa Misa es Jesucristo, y el sacerdote es el ministro que en nombre de Jesucristo ofrece el mismo sacrificio al eterno Padre.

9. ¿Quién instituyó el sacrificio de la santa Misa?
El sacrificio de la santa Misa lo instituyó el mismo Jesucristo cuando instituyó el sacramento de la Eucaristía y dijo que se hiciese en memoria de su pasión.

10. ¿A quién se ofrece la santa Misa?
La santa Misa se ofrece a solo Dios.

11. Si la santa Misa se ofrece a solo Dios, ¿por qué se celebran tantas Misas en honor de la Santísima Virgen y de los Santos?
La Misa que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos es siempre un sacrificio ofrecido a solo Dios; se dice, empero, que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos a fin de que Dios sea alabado en ellos por las mercedes que les hizo y nos dé más copiosamente por su intercesión las gracias que nos convienen.

12. ¿Quién participa de los frutos de la Misa?
Toda la Iglesia participa de los frutos de la Misa, pero en particular: 1º, el sacerdote y los que asisten a la Misa, los cuales se consideran unidos al sacerdote; 2º, aquellos por quienes se aplica la Misa, así vivos como difuntos.
Manera de asistir a la santa Misa

13. ¿Qué cosas son necesarias para oír bien y con fruto la santa Misa?
Para oír bien y con fruto la santa Misa son necesarias dos cosas: 1ª, modestia en el exterior de la persona; 2ª, devoción del corazón.

14. ¿En qué consiste la modestia de la persona?
La modestia de la persona consiste de un modo especial en ir modestamente vestido y en guardar silencio y recogimiento.

15. ¿Cuál es la mejor manera de practicar la devoción del corazón mientras se oye la santa Misa?

La mejor manera de practicar la devoción del corazón mientras se oye la santa Misa, es la siguiente:

1º. Unir desde el principio nuestra intención con la del sacerdote, ofreciendo a Dios el santo sacrificio por los fines para que fue instituido.

2º. Acompañar al sacerdote en todas las oraciones y acciones del sacrificio.

3º. Meditar la pasión y muerte de Jesucristo y aborrecer de corazón los pecados que fueron causa de ella.

4º. Hacer la Comunión sacramental.

LA IGLESIA


LA IGLESIA

Jesucristo, el Señor Resucitado,
sigue presente entre nosotros por medio de su Iglesia,
su Cuerpo, su Sacramento;
la Iglesia, icono de la Trinidad;
la Iglesia, Madre, Esposa, Virgen;
la Iglesia, “experta en humanidad”;
la Iglesia, Misterio y Don, vivificada por el Espíritu,
administradora y dispensadora de los misterios de Dios y de toda gracia;
Católica en su alma, sin exclusividades,
sin formas cerradas ni un único modo de santidad;
Católica, con la riqueza, siempre fiel y renovada de la Tradición,
que no divide ni separa, sino que une en Comunión, que integra;
rica en su liturgia, hermosa por la vida de sus hijos,
embellecida por el Espíritu con la santidad de sus miembros,
los santos, llamados, con razón, “los mejores hijos de la Iglesia” .

EL EVANGELIO DE HOY: 06.10.2013

Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
¿Dónde está la diferencia?
Lucas 17, 5-10. Tiempo Ordinario. Fe es también saber obedecer y servir a Dios con humildad, sencillez, amor y dedicación.
 
¿Dónde está la diferencia?
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 5-10

Dijeron los apóstoles al Señor; Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido. ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: Pasa al momento y ponte a la mesa? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.

Oración introductoria

Señor, te pido que aumentes mi fe, porque aunque soy católico, tiendo a creer sólo aquello que me conviene. Me comprometo en el apostolado, pero sin poner realmente todo mi esfuerzo. Que esta oración abra mi entendimiento y fortalezca mi voluntad para saber que soy capaz de mover montañas, si hago lo que tengo que hacer.

Petición

Jesús, dame la gracia de vivir con un espíritu de servicio profundo y, que cuando haya servido, esté convencido en lo profundo de mi corazón que sólo he hecho lo que tenía que hacer.

Meditación del Papa Francisco

Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: Tú, yo, ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a él también para adorarlo? Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos importantes. Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia. (S.S. Francisco, 14 de abril de 2013).

Reflexión

¿Cuál es la diferencia entre un creyente y un ateo? ¿O qué distingue a una persona religiosa de otra que es indiferente a la religión? Por supuesto que muchas cosas. Pero yo creo que la diferencia más fundamental es, precisamente, la fe. Es muy diferente creer y no creer, tener fe o vivir como si Dios no existiera.

Muchas veces he preguntado a niños, jóvenes y adultos si es igual estar bautizado o no, tener fe o no tenerla; y qué es lo que hace la diferencia. Y, desafortunadamente, no siempre me lo han sabido decir. Yo estoy convencido de que existe un abismo entre uno y otro. La persona bautizada ha recibido, además de la purificación del pecado original y la filiación divina –que es un regalo verdaderamente increíble- el don incomparable de la fe. Y la fe cambia radicalmente la vida. Es como si un ciego de nacimiento comenzara a ver y pudiera contemplar toda la belleza de esta maravillosa creación que Dios ha hecho para nosotros. O como si un hombre encerrado en una cueva fuera, de pronto, llevado a la cima de una elevada montaña para contemplar desde las alturas todos los valles y el paisaje que se extiende delante de sus ojos.

Una persona con fe es tremendamente afortunada. Tiene en su mano la llave de la felicidad y el secreto para vivir en paz, con alegría y serenidad todos los momentos de su existencia, incluso los más difíciles e incomprensibles para nuestra pobre naturaleza humana. Muchas veces he podido asistir y acompañar a tantas personas en momentos terribles de dolor –ante la muerte de un ser querido o ante desgracias inesperadas— y siempre me han dado mucho que pensar. Unos, porque han sabido aceptar esos sufrimientos con una grandísima paz y serenidad, y siempre me han edificado muchísimo; y los otros porque, en las mismas circunstancias o ante situaciones menos dramáticas, se han rebelado contra Dios, se han desesperado y perdido temporalmente la luz e incluso la razón de su misma existencia....

¡De veras que la fe cambia radicalmente la vida! Y, por desgracia, en nuestro mundo secularizado de hoy –sobre todo acá en Europa— es cada vez más frecuente encontrar a gente que se declara agnóstica o que, siendo cristianos, viven una fe muy superficial y subjetiva; o que, por el ambiente tan materialista que los envuelve, parece como si Dios no existiese para ellos.

En el Evangelio de hoy, los discípulos le piden a nuestro Señor, a quemarropa: "Señor, auméntanos la fe". Seguramente, al lado de Cristo, ya habían aprendido lo que era la fe, y la diferencia tan abismal entre una persona creyente y otra incrédula. Jesús, antes de hacer cualquier milagro, ponía siempre la fe como condición para realizarlo. Aquella mujer sirofenicia, a pesar de no pertenecer al pueblo elegido, arrancó de Cristo la curación de su hijita gracias a su fe humilde y perseverante. Y aquel centurión romano –que también era "pagano"- logró de Jesús un milagro para uno de sus servidores enfermos, y nuestro Señor quedó profundamente conmovido ante una fe tan maravillosa. Fue también la fe de aquella mujer hemorroísa la que arrancó de Cristo su curación, después de doce años enferma y tras haber gastado toda su fortuna en médicos. Gracias también a la fe, Jairo consiguió que Jesús resucitara a su hijita muerta.

Todo el Evangelio está lleno de estos ejemplos. Y Cristo nos dice hoy algo muy impresionante. Tal vez, a fuerza de escucharlo, ya nos hemos acostumbrado. Pero fijémonos muy bien en sus palabras: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, dirías a esta morera: -Arráncate de raíz y plántate en el mar-, y os obedecería".

¿Cuántos de nosotros, que nos llamamos buenos cristianos –y que, seguramente lo somos- hemos hecho algún milagro? O mejor: ¿cuántos milagros hemos realizado hasta el día de hoy, gracias a nuestra fe en Cristo? Cristo cumple siempre su palabra. Entonces, ¿dónde está el problema? Tal vez en que nuestra fe es tan, tan pequeña que no llega ni siquiera al tamaño de un minúsculo granito de mostaza... Y no me estoy refiriendo yo a milagros "espectaculares". Cuando Cristo habla de trasplantar moreras y de mover montañas, se refiere no tanto a las montañas físicas, sino a las dificultades de la vida y a circunstancias aparentemente insuperables. La fe, si es auténtica, es capaz de remover obstáculos gigantescos.

En la segunda parte del Evangelio de hoy se nos presenta otro tema que, en apariencia, no tiene nada que ver con esta primera parte. Nuestro Señor nos pone el caso del criado que sirve a su amo en cuanto éste llega del campo. Y Jesús pregunta a sus discípulos: "¿Acaso deberá estar agradecido con el criado porque ha hecho lo mandado?". La frase, aunque cierta, podría desconcertarnos un poco, como si nuestro Señor nos estuviera diciendo que Dios no tiene por qué agradecer nuestros servicios. Aparte de que no se ve mucha relación con el tema de la fe, la afirmación parece un poco dura...

Pero vamos a explicarlo. Hay que decir, en primer lugar, que no tenemos que aplicar esta frase a Dios, sino a nosotros. O sea, Jesús no nos está revelando los sentimientos del Padre en relación con nosotros, sino que nos está indicando cuáles deben ser nuestros sentimientos y actitudes personales en nuestras relaciones con Dios. En otras palabras, nuestro Señor no se identifica con ese amo de la parábola, que con razón nos resulta un poco chocante: un arrogante señorón, mandón y orgulloso, que primero se interesa de sí mismo y luego de los demás. En realidad, el amo tiene el derecho de comportarse así con el criado, pero nos parece egoísta y pretencioso. Al menos, debería cuidar las buenas formas de educación, también con su criado.

Pero hay que mirar las cosas en sentido inverso. Es decir, desde la perspectiva del criado. Nosotros somos esos "siervos inútiles" del Evangelio. Y, cuando hayamos hecho todo lo que nos está mandado, digamos como el siervo de la parábola: "Somos unos siervos inútiles, y lo que teníamos que hacer, eso hicimos".

Somos nosotros los afortunados al haber sido llamados por Dios para su servicio. Es una honra y un santo orgullo poder ser contados entre los servidores de Dios. Y lo que necesitamos para cumplir bien con nuestro deber es, ante todo, una grandísima humildad, disponibilidad, empeño generoso y docilidad para servir y obedecer. Es un don gratuito el que hemos recibido de parte de Dios. ¡Y dichosos nosotros si nos comportamos así! Además, es lo único lógico y sabio que podemos hacer, siendo creaturas e hijos de un Padre tan generoso y tan bueno.

Esto, en definitiva, es también fe. No sólo es la capacidad para hacer milagros. Fe es también saber obedecer y servir a Dios con humildad, sencillez, amor y dedicación. La fe debe traducirse en obras. Si no –como nos dice el apóstol Santiago— "es una fe muerta" (cfr. St 2, 14-26) . La fe debe ser activa y operante para ser auténtica. Una fe amorosa hecha obediencia, humildad y servicio fiel a Dios nuestro Señor.

Propósito

Disponer lo necesario para que la asistencia en familia a la celebración dominical de la Eucaristía sea el momento más importante del día.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 
    Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...