sábado, 4 de mayo de 2013

AMOR POR ODIO

Amor por odio
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD



        Un hombre de Marsella, caminando a la par del padre Calage, el gran amigo de los pobres, le grito bruscamente:
 
– ¡Te odio!
– Pues si supieras cuánto te amo... le respondió el humilde sacerdote.

                    Si nos dejamos llevar por los primeros impulsos, fácilmente cometeremos errores. “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo” (Lv 19,18). Quien no se venga no es un cobarde; al contrario, se necesita mucha valentía para no responder con la misma moneda y ser capaz de detener la espiral de la violencia. “Ya llegará el tiempo en que verás arruinados a los que arruinaron la tierra” (Ap 11,18), pues “el que hiera mortalmente a cualquier ser humano, morirá” (Lv 24,17).

                    En lugar de la venganza, es mejor acercarse al otro y darle un abrazo. Esto es lo que manda Jesús. “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5,38-42).

                    Amar a los amigos es fácil; eso lo hacen también los paganos. Para ser hijos de Dios, hay que amar también a los enemigos, orar por los que nos persiguen y ser perfectos como Él que hace salir el sol sobre malos y buenos (Mt 5,44-48).

                    A la violencia se la vence con la no violencia, no con la fuerza bruta. San Pablo enseña cómo tratar al que nos ha ofendido: “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis... No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Rm 12,14.21).

                    No es fácil vencer el mal con el bien; sólo los que se apoyan en Jesús y cuentan con la gracia de Dios pueden hacerlo. Pero es la única forma de acabar con la violencia.
        ¿Quién iba a decir que un hombre tan pequeño como Ghandi, no usando la violencia, iba a ser capaz de doblegar al imperio Británico?

UN MINUTO MARIANO


UN MINUTO MARIANO

Las madres de la tierra no abandonan nunca a sus hijos. Del mismo modo María, que ama tanto a sus hijos durante la vida, con cuánta ternura, con cuánta bondad acudirá a protegerlos en sus últimos instantes, cuando mayor es la necesidad.  

San Juan Bosco

FELIPE, EL QUE SE FIÓ DE CRISTO

Autor: P Juan Ferrán LC | Fuente: Catholic.net
Felipe, el que se fió de Cristo
No le pide explicaciones; no le pregunta qué significa aquello de seguirle, no le pide tiempo para pensárselo.
 
Felipe, el que se fió de Cristo
Felipe el Apóstol, distinto del diácono Felipe (Hc 2,18), nació en Betsaida (Jn 1,44). Sabemos que Cristo le llama a su seguimiento y él a su vez acerca a Cristo a Natanael o Bartolomé (Jn 1,45), asegurándole que han encontrado al que anunciaban los profetas y animándole a ir a su busca (Jn 1,46). Encontramos a Felipe como interlocutor de Cristo en la multiplicación de los panes (Jn 6,5-7), añadiendo el Evangelio que lo hacía para probarle. Se presenta como portavoz de unos griegos que deseaban ver a Jesús (Jn 12,20-22). A él se dirige Jesús invitándole a reconocer al Padre en el Hijo hecho hombre (Jn 14,8-11). Nos presentan a Felipe como evangelizador de Escitia y sitúan su tumba en Hierápolis de Frigia (Turquia). Sus reliquias fueron trasladadas, junto con las del Apóstol Santiago, a Roma, donde reposan en la basílica de los dos Doce Apóstoles Celebramos su fiesta el 3 de Mayo.

Vamos a contemplar en la figura de Felipe especialmente un aspecto que se repite a lo largo de su contacto con el Maestro varias veces: Felipe es un hombre que se fía de Cristo.


En los Evangelios la confianza en Dios se convierte desde el principio, tanto en una condición para seguir a Cristo como en una necesidad de cara a los milagros que Jesús hace. Con la fe se puede todo: se echan demonios, se devuelve la vista a los ciegos o la salud a los leprosos, se trasladan montes o árboles. Es impensable la relación con Cristo de los Apóstoles y de los Discípulos sin fe. Incluso podemos afirmar que la traición de Judas se empezó a gestar por culpa de su falta de fe en Jesús. El mismo Jesús enseña que sin fe no se puede agradar a Dios. Así en las diatribas a los fariseos les acusa de descuidar la fe (Mt 23,23). Pone la fe como condición para no perecer (Jn 3,16). La fe es también el camino seguro hacia la vida eterna (Jn 6,35-40). Y proclama dichosos a quienes sin ver crean (Jn 20, 24-29).

Para un cristiano la esencia de la confianza en Dios es contemplar en Jesucristo al Mesías, al Esperado de las Naciones, al Hijo de Dios que viene a salvarnos, que viene a guiarnos, que viene a enseñarnos, convirtiéndose así en "camino, verdad y vida". En esta confianza en Dios entra también la Iglesia, divina y humana, instrumento de salvación y certeza de los bienes futuros. Y entra también la Persona del Papa, Vicario de Cristo, Maestro de nuestra fe y Pastor de nuestros corazones. Fiarse de Dios es, pues, entregarse a Dios sin condiciones, sin exigencias, sin reticencias, en la certeza de que él es lo mejor que tenemos, El único que no nos puede fallar, la Verdad que nos puede guiar en la confusión de la vida. Fiarse de Dios es poner a su servicio nuestra inteligencia y nuestra libertad sin pedirle pruebas. Fiarse de Dios es creer de veras en el que tanto nos ama.

En la vida de Felipe hay varios momentos en los que tiene que vivir la confianza a tope, es decir, fiarse de Cristo. A todo Apóstol, llamado por Cristo, se le exige de una forma radical fiarse de su Maestro. Es verdad que Cristo realizó grandes signos ante sus Apóstoles, como echar demonios, resucitar muertos, devolver la vista a los ciegos o la salud a los leprosos, pero indudablemente la confianza en él estaba más allá de estas cosas, porque la confianza no es asombro, sino entrega incondicional. Se puede en la vida admirar, pero no amar. Se puede en la vida asombrarse ante un gesto de alguien, pero ello no significa decisión de seguirlo. Se pude en la vida quedarse anonadado ante un líder, pero ello no lleva a dar la vida por él sin más. Vamos a recorrer esos momentos en que Felipe se fía de Cristo.

Sígueme (Jn 1,43). Es una de las pocas veces que Cristo, en el momento de llamar a sus Apóstoles, se dirige a uno de ellos con esta palabra. Nada sabíamos hasta ese momento de Felipe: ¿Quién era? ¿Quién le había acercado a Cristo? ¿Qué sabía él de Cristo? El caso es que Felipe escucha aquella invitación y a continuación él mismo acerca a Natanael a Cristo anunciándole que él es el Mesías de quien había hablado Moisés. En el comportamiento de Felipe percibimos e intuimos que se fía plenamente de Cristo. No le pide explicaciones; no le pregunta qué significa aquello de seguirle, no le pide tiempo para pensárselo. Simplemente la personalidad de Cristo le cautiva de tal manera que él se entrega sin más. Allí comienza una vida de fidelidad, con sus altibajos, hasta ese momento culminante en que da la vida por el Maestro.

¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos? (Jn 6,5-7). Nos encontramos ante una escena bellísima. Cristo se da cuenta de que le estaba siguiendo mucha gente y quiere ayudarles, no sólo espiritualmente, sino también materialmente. Se dirige a Felipe sin más y le hace la pregunta citada. El Evangelio dice intencionadamente que lo hace para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. El bueno de Felipe le hace un cálculo humano correcto: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Después viene el milagro. Detengámonos un momento realmente en lo que Cristo pretende con Felipe al hacerle aquella pregunta. Jesús quiere fortalecer la confianza absoluta de Felipe y por ello, a través de aquel milagro, le va a enseñar que él se debe fiar siempre de su Maestro, aunque las dificultades parezcan insalvables. Sin duda, tras el milagro, Felipe se dio cuenta de que en toda ocasión y circunstancia había que fiarse de Jesús. Así la fe de Felipe en Jesús maduró un poco más.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta (Jn 14,8-9). Es como un arrebato de Felipe que escucha emocionado las tiernas palabras de Cristo sobre el Padre. Y Cristo le responde: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Otra vez una invitación a la confianza plena. Es como si le dijera: "Cree en todo lo que te digo y enseño". El misterio de Dios sólo puede entrar en la mente humana a través de la fe, y por eso Cristo le está pidiendo que crea en las verdades que enseña agarrándose de la fe. Ese va a ser el medio con el que Felipe va a contar para recorrer el difícil camino de la vida, especialmente cuando muy pronto vaya a vivir el drama de la pasión y su fe se achique ante la muerte del Maestro.

Para nosotros cristianos, seguidores de Cristo, que arrastramos ya una historia de la Iglesia en la que se ha visto tan claramente la mano de Dios, es imperdonable el no fiarnos de Dios. Es realmente maravilloso el constatar cómo las puertas del mal no han prevalecido contra la Iglesia de Cristo. Y es que al cristiano de hoy le siguen alentando aquellas palabras de Jesús: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Ante esta realidad, vamos a reflexionar qué implica para nosotros, hombres, este fiarnos de Cristo y las dificultades que encontramos a veces para ello.


Fiarnos de Dios para nosotros es, ante todo, doblegar nuestra mente con la humildad ante el que nos supera plenamente. Los hombres de hoy le damos excesiva importancia a nuestra razón. Exigimos que la razón sea la norma de la verdad. No somos conscientes de cómo nuestra razón puede estar tocada por el subjetivismo o el relativismo. Al vivir en un mundo tremendamente pragmático y empírico queremos que todo pase por la razón, incluso Dios. No somos conscientes de que Dios nos supera absolutamente y que, por tanto, no puede caber su infinitud en nuestra finitud. Sería como querer meter el mar en una pequeña charca. Por eso, una de las realidades que en la vida cotidiana embellece más a la razón es reconocer su propia pequeñez y sus limitaciones.

Precisamente en la fe puede encontrar la razón las certezas, las seguridades, el conocimiento que por sí misma no puede alcanzar. La humildad de la razón se llama lucha contra el racionalismo, el orgullo y la vanidad; y se manifiesta en la sencillez, en la conciencia de sus propias limitaciones y en la paz del que se fía en alguien que es más grande que ella, porque la ha creado.

Fiarnos de Dios para nosotros es, también, aprender a ver su amor y su presencia en las circunstancias de la vida, tanto favorables como adversas; es poner más nuestra confianza en él que en nuestros esfuerzos; es esperarlo más todo de él que de los demás. Es confiar en su Providencia que no permite que se nos caiga un pelo de la cabeza sin su consentimiento. Muchas veces los cristianos damos la impresión de que, confiando en Él, tenemos miedo a que Dios se distraiga, no se entere, no nos eche una mano. Y tendríamos que hacer ver a los demás que la confianza en Dios está muy encima de nuestras seguridades personales. Da mucha paz al corazón del hombre que lucha todos los días por sacar un hogar adelante, por educar a los hijos, por mantenerse en el camino correcto la certeza de un Dios Padre que le acompaña, que siente con él, que le protege. Esta certeza es la confianza auténtica.

Fiarnos de Dios para nosotros es, finalmente, erradicar de cara al futuro esa ansiedad que nos lleva con frecuencia a olvidarnos de Dios y a poner nuestro corazón y nuestras fuerzas en objetivos que consideramos fundamentales para nuestra vida. A veces constatamos que el corazón es prisionero de la ansiedad, que vivimos desasosegados, que no tenemos tiempo para pensar en las verdades esenciales de la vida. No se trata de vivir el reto del futuro con inconciencia, sino más bien de encontrar respuestas para este futuro en el Corazón de Dios, no dejando de luchar al mismo tiempo por lo inmediato. El problema se agudiza cuando el futuro nos atormenta como si todo dependiera de uno mismo o de las circunstancias. Un cristiano no puede vivir en esa dinámica. Para algo nos fiamos de Dios, sabiendo al mismo tiempo que Dios nos apremia, nos exige, nos anima a luchar. Todo esto se podría aplicar al campo de la propia santidad, de la familia, de la vida profesional, de los retos personales. Impresiona en la vida de los Apóstoles como se lanzaron a un futuro incierto, solamente confiados en la Palabra de Aquél que los invitaba a seguirle. )¿e qué iban a vivir? ¿Y sus familias? ¿Y su futuro? ¿Y si fallaba el plan?

viernes, 3 de mayo de 2013

NO AL ABORTO!


EL EVANGELIO DE HOY

Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net
Dios envió a su Hijo para salvarnos.
Juan 3, 13-17. Fiesta La Santa Cruz. Gracias Señor Jesús, porque entregaste tu vida en la cruz.
 
Dios envió a su Hijo para salvarnos.
Del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo Jesús dijo a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

Oración introductoria

Señor Jesús, hoy que se celebra la Santa Cruz, en algunos países, quiero agradecerte el que hayas aceptado el anonadarte a Ti mismo para venir a salvarme. Que nunca me acostumbre o sea indiferente ante tu sacrificio en la cruz. Concédeme que en esta oración pueda percibir un poco más tu amor, vivo y verdadero, para buscar, con tu gracia, corresponderte.

Petición

Jesucristo, dame tu gracia para cargar mi cruz con amor y paciencia, contemplándote siempre a Ti, que vas mostrándome el camino que debo seguir.

Meditación del Papa

Dios se ha mostrado verdaderamente, se ha hecho accesible, ha amado tanto al mundo que -nos ha dado a su hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna-, y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la ha vencido, ha resucitado y nos ha abierto también a nosotros las puertas de la eternidad. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que Él mismo ha atravesado; es el buen Pastor, bajo cuya guía nos podemos confiar sin temor, ya que Él conoce bien el camino, ha atravesado también la oscuridad. (...) Se nos invita, una vez más, a renovar con valor y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, es más, a vivir con esta gran esperanza y a dar testimonio de ella al mundo: después del presente no está la nada. Y precisamente, la fe en la vida eterna da al cristiano el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y trabajar para construirle un futuro, para darle una esperanza verdadera y segura. Benedicto XVI, 2 de noviembre de 2011.

Reflexión

Hoy celebramos la fiesta de la Cruz, símbolo del cristiano. En este diálogo entre Jesús y Nicodemo se anuncia de una manera oculta el momento supremo de la vida de nuestro Salvador: la crucifixión.

La cruz no es sólo un símbolo material, sino la guía de nuestra vida.

Dios en su gran amor, viendo la necesidad que tenía el mundo de ser salvado, no dudó en entregar a su propio Hijo para su salvación. Las circunstancias históricas concurrieron para que la redención se realizara por medio de la cruz. A partir de este acontecimiento la cruz se ha convertido en señal de salvación para todo el que cree que Jesús es el redentor del hombre.

A pesar de que Jesús se puso el primero en el padecer no nos resulta fácil asumir la realidad de la cruz y todos la esquivamos de la mejor manera posible. Pero si ser cristiano es seguir al crucificado, ¿por qué rehusamos seguir sus huellas? Sólo desde el amor se entiende esta entrega, y sólo el amor hace posible convertir en alegría las mayores angustias de la vida. Es cuestión de amor, y cuando algo nos cuesta mucho es señal de que el termómetro del amor marca baja temperatura.

Propósito

Participar en una hora eucarística o hacer un acto de adoración a la Santa Cruz.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, que por nuestro amor entregaste tu vida en la cruz, te pedimos acrecientes en nosotros el amor para que podamos asumir con prontitud de ánimo los sufrimientos de la vida.

¿QUIERES HABLAR CON DIOS?



¿QUIERES HABLAR CON DIOS?
 
Cada día resulta más fácil comunicarse con los hombres;
pero, ¿y con Dios?.
Aquí tienes ocho reglas para llamarle y contar con Él, cuando desees:

Marca el prefijo correcto. No a lo loco.
Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo.
No hables sin parar, escucha al que habla al otro lado.

Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del corte.

No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia.
Eso no es trato de amigos.

No seas tacaño. No llames sólo a las horas de "tarifa reducida",
es decir, cuando toca, o en fines de semana.

Una llamada breve en cualquier momento del día sería ideal.
Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.

No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador
todos los mensajes que quiera y cuando quiera.

Toma nota de las indicaciones que Él te diga para que no las eches en olvido.

Si a pesar del cumplimiento de estas reglas la comunicación se torna difícil, dirígete con toda confianza a las oficinas del Espíritu Santo.
Él restablecerá la comunicación.

Si tu teléfono no funciona, llévalo al taller de reparación
que lleva por nombre "Sacramento del Perdón".
Allí todas las reparaciones son gratuitas y tienen una garantía de por vida.

UN MINUTO MARIANO


 

Un Minuto Mariano 

La Santísima Virgen enseña que el Santo Rosario es una oración particularmente querida a su corazón tan humilde en apariencia, pero tan llena de su fruto sobrenatural.

 


QUIERO UNA ESTRELLA


QUIERO UNA ESTRELLA  

Una madre y su niño caminan de la mano frente al mar. Es una noche fresca. El cielo despejado , todo lleno de estrellas . El niño camina preguntón : ¿ Y qué es esto?, ¿ y eso?, ¿y aquello?. De pronto se para; señalando al cielo dice: mamá quiero esa estrella, dámela, es mía, La madre comprende la inocencia del niño y comienza a explicarle lo que son las estrellas. El niño le responde: quiero esa estrella. La madre una vez más ; con paciencia de madre , va contándole historias, cubriéndolo de besos. Ya llegan a la casa. Llorando por su estrella se quedó dormido. Ella, pensativa, preocupada, prende una lamparita frente a la imagen del Corazón de Jesús; imagen que la ha acompañado durante toda su vida. La luz de la lamparita, da de lleno sobre el corazón del Corazón de Jesús , iluminándolo. Ella más que rezar, desea conversar con él. Son tantas las cosas que tiene que contarle , Necesita su ayuda. Con amor se pone en sus manos ; con entrega absoluta a su santa voluntad. De repente aquel corazón, por efecto de la luz, se ve brillar cada vez más y más. No les he dicho que ella, al igual que su niño anhelaba una estrella; hoy lo confiesa ; siempre quiso una estrella, y por más que las estudió y estudió, siempre, muy dentro de ella, insistía: quiero una estrella.

No, no es la luz de la lamparita . Algo pasa en aquel corazón; brilla de una forma tan intensa despidiendo rayos luminosos ; donde se destacan: uno blanco y otro rojo. Impresionada, muda y quieta ; se arrodilló, las manos fuertemente apretadas sobre su corazón. Recordó con cuanta crueldad fue traspasado ese corazón y la sangre y agua que brotó de él. Desde lo más profundo de su ser dijo: Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío. Y repitió: JESUS CONFIO EN TI. Yo te amo. Algo dentro de ella le susurraba: YO SOY TU ESTRELLA, la que tanto has anhelado , siempre la has tenido tan cerca . Yo soy tu amor. Mírame.

En ese momento oyó un grito: mamá. Ese grito de mamá, no sonó de miedo, ni de dolor; sonó de alegría. Corrió donde su niño. Se abrazó a ella diciendo: tuve un sueño con Papá Dios, él con su brazo tomó mi estrella y me la dio. La puso aquí en mi mano . Era toda de luz. Papá Dios me dijo que la guardara dentro de mi corazón . Así lo hice, por eso no la ves en mi mano , está guardadita aquí; y se apretaba su corazoncito. Se durmió, lo arropé, lo besé. De rodillas recé: " Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma, y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro Jesucristo, por nuestros pecados y los pecados del mundo entero . Por su Pasión Dolorosa ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. La luz de la lamparita se consumía. Jesús le sonreía. Reconfortada , se durmió.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS - 03 de Mayo del 2013


LOS  CINCO MINUTOS DE DIOS
03 de Mayo del 2013


Tan cierto es que somos hijos de nuestro pasado, como que somos padres de nuestro futuro; pero no es menos cierto, que nos conviene mucho más mirar y recordar y tener presente que somos más padres de nuestro futuro, que hijos de nuestro pasado.

El pasado ha de recordarse como experiencia de la vida, como enseñanza para nuestro porvenir, como lección de nuestra historia. Pero nunca será positivo recordar el pasado, si se hace para desalentarse, para ser pesimista, para perder fuerzas y entusiasmo.

El pasado ya no es nuestro; pasó, y pasó sin remedio y sin posibilidad de modificación: tal como fue, así seguirá siendo. El futuro no sabemos si será nuestro y ciertamente no es nuestro todavía. El presente es el que está en nuestras manos, es el que podemos hacer que sea de ésta o de la otra forma; y el presente es el que puede modificar nuestro futuro.
Vive el presente, pero fija la mente en el futuro.

Está en tus manos construir un nuevo mundo y lo harás si tú te trasformas en un hombre nuevo; es la gracia la que realizará en ti esa trasformación. "Habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros en cuanto a vuestra vida anterior del hombre viejo... a renovar el espíritu de vuestra mente y a revestiros del Hombre nuevo" (Ef, 4, 20-24).


Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros

CON MARIA, Y UNA BARCA QUE SE ALEJA

Autor: Ma. Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
Con María, y una barca que se aleja
Cuando sientas que las olas del dolor, de la cruz... o cualquier otra, te separe del Maestro, corre con tu corazón a los pies de María.
 
Con María, y una barca que se aleja

Leo el Evangelio según San Marcos (6,30-34).

Lo leo, Madrecita, refugiada en tu Corazón, pues por experiencia he aprendido que es el mejor sitio para escuchar a tu Hijo, para aprender sus enseñanzas y sacar el mayor fruto en mi propia vida.

Así pues, mirando tu pequeña imagen de Luján, el corazón se va a aquella casa, donde Jesús está con sus discípulos y “los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer”…

Me acompañas, dulce Madre, me tomas de la mano y me sientas muy cerquita del Maestro, para escuchar su Palabra…

Cada palabra, cada mirada de Él, es bálsamo exquisito para mi alma dolorida. En un momento, al ver tanta gente, Jesús les dice a los discípulos: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Se despide de nosotras y se aleja.

- ¿Adónde va, Madre? ¿Podemos seguirle?

Me tomas de la mano y me conduces a la orilla del lago, justo a tiempo para ver al Maestro y los discípulos subir a una barca y alejarse. Una honda pena me llena el alma. Jesús se aleja… se va… o lo que es peor, no puedo seguirle. Y las olas del lago marcan la distancia con acompasado canto en la orilla.

- Madre ¿Qué hago ahora?

- Aprende, hija, aprende. Mira las aguas ¿Qué ves?

Sin comprenderte aun y sin pensar un poco más allá de lo que tengo a la vista, te digo sorprendida:

- Pues… agua, Madre… el agua es… solo agua…

- No si la miras con el alma, hija. Vamos, atrévete, te sorprenderás.

Y de tu mano dejo a mi alma mirar con sus ojos. Y el agua ya no es agua. Las olas no son olas, sino que son… son todos mis miedos, mis olvidos, mis excusas, mis pecados. Todo lo que no me permite seguir a Jesús por donde va. Y mi alma gime en una pregunta:

- Madre ¿Qué hago? ¿Cómo paso por encima de todo esto? ¿Cómo torno en puente estas aguas turbulentas?

Me abrazas suavemente y me acaricias el cabello. Siente mi corazón inmensa paz. Siente mi alma que aun no se acabaron los caminos.

- No es un puente el único camino para llegar, hija. Además, en la barca se van las herramientas que necesitas para construirlo. No, no puedes hacer un puente.

- ¿No hay esperanza, entonces, Madre?

- Siempre la hay, querida hija, siempre…Mira a tu alrededor.

Allí noto que “les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos”

- ¿Rodear el lago, Madre? ¿Ir por tierra siguiendo al que va por las aguas? ¿Cómo llegaré? Es demasiado lejos… no podré, Maria, lo siento…

- ¡Vaya, que pronto bajas los brazos!

- Es… que conozco mis fuerzas y sé que no podré.

- Bien dices, hija. Conoces “tus” fuerzas, pero ¡Te aseguro que desconoces las mías!

- No te comprendo, Madre.

Y estiras tu mano segura hacia la mía, vacilante. Tu mano es segura, brillante, purísima ¿Cómo negarme a tomarla? Y la aprieto con todas mis fuerzas.

- ¿Lista?-me dices sonriente- Prepárate, hija mía, prepara tu alma para el milagro.

Y, antes que alguna pregunta turbase tan delicado momento, comienzas a correr por la orilla. Me llevas. Siento los pies ágiles y el corazón liviano. Conoces todos los atajos, todos los secretos del camino. La gente corre a esperar a Jesús y noto que, de tu Mano, voy más rápido. Y compruebo que eres el camino más corto, perfecto, fácil y seguro para llegar a Jesucristo.

Estamos a pocos metros de la barca. Jesús nos ve llegar. Tu, espléndida, yo, jadeante, asombrada, feliz… Las demás personas nos miran con asombro pues no comprenden cómo hemos llegado antes que ellos.
Recupero el aliento mientras Jesús se nos acerca.
Te abraza. Le hablas de mí. El Maestro me mira y se compadece.

Las palabras se me han volado… no hacen falta. Él conoce bien cada dolor, cada espina de mi corazón, cada pecado cometido.

El Maestro, entonces, se dispone a enseñarnos.
Te sientas a mi lado, Madre, y das a mi alma el mejor de los consejos, el que repites a cada devoto tuyo: ”Haz todo lo que Él te diga”

El alma se va serenando. Apoyo mi cabeza en tu hombro mientras le escucho. Cuando Jesús hace unos segundos de silencio, tú te apresuras a explicarme lo que no entendí.

Ya cae la noche, el sol se ha escondido por completo en la ventana de la parroquia. Ya no estoy sentada a la orilla del lago sino en el banco… pero aún siento Tu Mano entre las mías… Al mirarlas, veo con alegría que aun sostienen el Rosario, rezado antes de Misa…

Te había pedido abrazar al Maestro cuando terminase de hablar, pero temí no poder hacerlo por tanta gente que había a su alrededor. Pero recordé tus palabras: “¡Tu no conoces mis fuerzas!”. Y me diste el regalo del abrazo con Jesús. No a la orilla del lago, sino en la Eucaristía. Un abrazo de Corazón a corazón. Un abrazo lleno de palabras, de lágrimas, de caricias, de alivio para el alma.
Ahora sé que muchas veces sentiré que Jesús se aleja y unas olas de dolor, de olvido y hasta de pereza intentarán separarme de Él. Sé, Madre, que entonces deberé tomar tu Mano y correr contigo, porque Tú conoces todos los caminos para llegar a Él… todos los atajos, todos los secretos.


Amigo mío, amiga mía que lees este sencillo relato. Cuando sientas que las olas del dolor, del olvido, la indiferencia… o cualquier otra, te separe del Maestro, corre con tu corazón a los pies de María. Pídele te dé su Mano para seguir a Jesús. Ella es el camino más corto, fácil, seguro y perfecto para llegar al más ansiado de los destinos: El Corazón de Jesús.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • María Susana Ratero.



    NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

    jueves, 2 de mayo de 2013

    UN MINUTO MARIANO

     
    Un Minuto Mariano 

     Estamos en este mundo como en un mar borrascoso, como en un destierro, en un valle de lágrimas. María es la estrella del mar, el consuelo de nuestro destierro, la luz que nos indica el camino del cielo enjugando nuestras lágrimas.

    San Juan Bosco




    miércoles, 1 de mayo de 2013

    MAYO, MES CONSAGRADO A LA VIRGEN

    MAYO, MES CONSAGRADO A LA VIRGEN

    Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María. Al hablar de San José y de la casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna -como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio"- que "cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una ´pequeña Iglesia´, en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo" (n. 86)?

    Para que esto suceda, es necesario que en las familias florezca de nuevo la devoción a María, especialmente mediante el rezo del Rosario. El mes de mayo, que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos. Que vuelva a las manos de los cristianos el rosario y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común.

    ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO


    Oración a San José Obrero

            A tí acudimos, amoroso padre nuestro San José,
            modelo de los hombres y las mujeres trabajadores,
            para rogarte me obtengas del Señor la gracia de
            que el trabajo que tengo me sirva de relación con Dios
            y sea un medio de santificación.

            Que sepa trabajar a conciencia, haciendo de mi deber
            una ofrenda agradable a Dios, que utilice debidamente
            los dones recibidos de El, para trabajar con ahínco,
            paciencia, orden y en paz, como trabajaste Tú, en el
            taller de Nazareth; que la alegre esperanza de la
            Resurrección, me sostenga ante las dificultades cotidianas,
            que no pierda de vista la cuenta que tengo que dar a Dios
            por el tiempo que me ha brindado y por la manera de
            recibir y dar amor.

            Esto te lo pido por el amor a tu santísima esposa María
            y por el gran amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo,
            que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por
            los siglos de los siglos.


            Amén.



    SAN JOSÉ OBRERO, HOMBRE DEL TRABAJO, 1 DE MAYO


    San José, hombre de trabajo
    Fiesta de San José Obrero. Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este "hombre justo".
    San José, hombre de trabajo


    "Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor... Servid a Cristo Señor" ( Col 3, 23 s.).


    ¿Cómo no ver en estas palabras de la liturgia de hoy el programa y la síntesis de toda la existencia de San José, cuyo testimonio de generosa dedicación al trabajo propone la Iglesia a nuestra reflexión en este primer día de mayo? San José, "hombre justo", pasó gran parte de su vida trabajando junto al banco de carpintero, en un humilde pueblo de Palestina. Una existencia aparentemente igual que la de muchos otros hombres de su tiempo, comprometidos, como él, en el mismo duro trabajo. Y, sin embargo, una existencia tan singular y digna de admiración, que llevó a la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar para todos los trabajadores del mundo.

    ¿Cuál es la razón de esta distinción? No resulta difícil reconocerla. Está en la orientación a Cristo, que sostuvo toda la fatiga de San José. La presencia en la casa de Nazaret del Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de su esposa María, ofrecía a José el cotidiano por qué de volver a inclinarse sobre el banco de trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la familia. Realmente "todo lo que hizo", José lo hizo "para el Señor", y lo hizo "de corazón".

    Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este "hombre justo". La experiencia singular de San José se refleja, de algún modo, en la vida de cada uno de ellos. Efectivamente, por muy diverso que sea el trabajo a que se dedican, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna necesidad humana, está orientada a servir al hombre. Por otra parte, el creyente sabe bien que Cristo ha querido ocultarse en todo ser humano, afirmando explícitamente que "todo lo que se hace por un hermano, incluso pequeño, es como si se le hiciese a Él mismo" (cf. Mt 25, 40). Por lo tanto, en todo trabajo es posible servir a Cristo, cumpliendo la recomendación de San Pablo e imitando el ejemplo de San José, custodio y servidor del Hijo de Dios.

    Al dirigir hoy, primer día de mayo, un saludo cordialísimo a todos vosotros, (...), mi pensamiento va con todo afecto especialmente a los trabajadores presentes y, mediante ellos, a todos los trabajadores del mundo, exhortándoles a tomar renovada conciencia de la dignidad que les es propia: con su fatiga sirven a los hermanos: sirven al hombre y, en el hombre, a Cristo. Que San José les ayude a ver el trabajo en esta perspectiva, para valorar toda su nobleza y para que nunca les falten motivaciones fuertes a las que pueden recurrir en los momentos difíciles.



    Autor: SSJuan Pablo II | Fuente: Catholic.net

    1 DE MAYO - DIA DEL TRABAJADOR - SAN JOSÉ OBRERO


    1de MAYO - SAN JOSÉ OBRERO

     EL TRABAJO ES UNA VOCACIÓN. Ejercerlo con profesionalismo cualesquiera que fuera...poner todo el Amor y la creatividad...no hay trabajo superior o inferior, pues cada persona es importante en la CONSTRUCCIÓN de un mundo para todos...Esto implica conocer bien el propio DEBER y DERECHO...habrá verdadera igualdad cuando cada habitante de la tierra viva con autenticidad su FE EN DIOS Y SU DESTINO EN LA VIDA ETERNA...sin Dios todo esfuerzo y lucha queda vacío y sin sentido...sólo desde Dios Creador el TRABAJO SE CONVIERTE EN MEDIO DE FELICIDAD...UNA MIRADA A SAN JOSE OBRERO.en este día del hombre...¡salud y bendición!

    martes, 30 de abril de 2013

    EL SILENCIO DE DIOS


    EL SILENCIO DE DIOS

    Cuenta una antigua leyenda noruega, sobre un hombre llamado Haakon, que siempre miraba una imagen de Cristo crucificado en una cruz que era muy antigua.
    La gente acudía a orar con mucha fe. Muchos estaban pidiéndole a Cristo algún milagro.

    Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor.
    Impulsado por un sentimiento de generosidad, bondad y amor, se arrodilló ante la cruz y dijo:
    "Señor, quiero padecer y morir por Tí. Déjame ocupar tu puesto. Quiero ...en la Cruz." Y se quedó con la mirada fija puesta en Él, como esperando una respuesta.
    El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron del cielo, susurrantes y amonestadoras:

    "Mi fiel siervo, te concederé tu deseo, pero solo con una condición.”
    ¿Cual, Señor? ¿Es una condición difícil?
    ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!, -respondió el viejo ermitaño.
    Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, tienes que guardar silencio siempre. Haakon contestó: "¡Os, lo prometo, Señor!" Y se efectuó el cambio.
    Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz.
    Y durante mucho tiempo mantuvo el acuerdo y nunca le habló a nadie.

    Pero un día, LLEGÓ UN HOMBRE RICO , y después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera.

    Haakon lo vio y guardó silencio. Tampoco habló cuando un pobre, que vino dos horas después, tomó la cartera del rico y se la guardó.
    También guardó silencio cuando un hombre joven se arrodilló ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
    Entonces volvió a entrar el rico a buscar su cartera, al no encontrarla, pensó que el joven se la había llevado.
    El rico se volvió al hombre joven y le gritó iracundo: ¡Dame la cartera que me has robado!.
    El replicó: ¡No he robado ninguna cartera! ¡No mientas, devuélvemela enseguida!. El joven repitió, “le digo que no he tomado ninguna cartera de nadie”. .

    El rico empezó a golpearle furioso. Entonces una voz potente llenó el aire ¡Detente! El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba, Haakon que no pudo permanecer en silencio, gritó defendiendo al joven, e increpó al rico por la falsa acusación. Éste se quedó asombrado y se marchó del lugar.
    El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.

    Cuando la Cruz se quedó a solas, Cristo se acercó a su siervo y le dijo:

    "Baja de la Cruz. No sirves para ocupar Mi puesto. No has podido guardar silencio". "¡Señor!", - dijo Haakon - , "¿Cómo iba a permitir semejante injusticia?".
    Jesús de nuevo ocupó su lugar en la Cruz y el ermitaño se quedó de pie debajo de la Cruz. El Señor, siguió hablando:
    "Tú no sabías que al rico le convenía perder la cartera, pues llevaba en ella dinero para cometer un pecado sexual con una joven virgen.
    Mientras que el pobre, por su absoluta pobreza, tenía necesidad de ese dinero. En cuanto al joven, hubiera sido mejor que le hubiera dado la paliza el rico a causa del malentendido en cuyo caso no se hubiera ido de viaje.
    Ahora, ves, hace unos minutos acaba de morir en un naufragio. Tú no sabías todas estas cosas PERO YO SÍ. Por eso callo. Y el Señor nuevamente guardó silencio.

    Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué razón Dios no nos contesta?. ¿Por qué razón se queda callado Dios?
    A muchos nos gustaría que Él nos respondiera según nuestra voluntad y deseos... pero, la forma de actuar de Dios es diferente. El conoce el pasado, el presente, y el futuro (Hb,13,8) Dios nos responde aún con el silencio... Debemos estar dispuestos a escucharle y esperar en Él.

    “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor.
    Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros.” (Is 55,8-9)

    “Pues Yo conozco mis designios para con vosotros, dice el Señor, designios de paz y no desgracia, de daros un porvenir y una esperanza” (Jr 29,11)

    Un hombre debe comprender lo que significa el divino silencio y rendirse a los caminos del Señor y orar como el Salmista,

    “Te amo Señor, mi fortaleza. El Señor es mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios, mi roca, a quien me acojo; mi escudo, mi fuerza de salvación, mi asilo”
    (Salmo 18, 1-2)

    LOS CINCO MINUTOS DE DIOS _ 30 de abril de 2013


    LOS  CINCO MINUTOS DE DIOS
    30 de abril de 2013


    Alguien debe mandar en tu vida: o mandas tú, o mandan tus pasiones. Si no las dominas, si las dejas sin control, si no limitas su campo de acción o de reacción, serán tus pasiones las dueñas de ti, de tu vida, serán ellas las que manden y tú deberás obedecer y te verás forzado a hacer cosas, que quizá no quisieras hacer.

    El dueño serán tus pasiones: tú serás el esclavo. Pero si dominas las pasiones, si las encauzas, si las coartas en sus instintos, y orientas sus fuerzas, ser s tú el dueño de tu propia vida. Has de ser un hombre de carácter; si quieres, puedes; y si no puedes, siempre te queda el recurso de pedir la fuerza que necesitas. ¿A quién se la vas a pedir? Al único que te la puede dar; tú sabes que Ese es Dios.

    El que labra su carácter es un gran artista; pero el que se deja arrastrar por él, es un derrotado; y la derrota siempre tiene un gusto amargo y siempre deja un estado anímico de depresión.
    "Dios, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse..." (Hechos, 17, 30). La conversión es algo que debemos estar constantemente realizando; nunca podemos decir que nuestro corazón se ha vuelto
    definitivamente y del todo al Señor.

    Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros

    EL EVANGELIO DE HOY -

    Autor: H. Cristian González | Fuente: Catholic.net
    Cristo da su paz a los discípulos
    Juan 14, 27-31. Pascua. En Cristo está nuestra paz, y con Él a nuestro lado, ¿qué nos puede turbar?
     
    Cristo da su paz a los discípulos
    Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31

    Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.

    Oración introductoria

    Señor, mi corazón está hecho para vivir en paz y Tú eres la única, autentica, abundante y gratuita fuente de paz. Nada, ni el mundo, ni los problemas ni las dificultades pueden arrebatármela. Lléname de tu paz para poder difundirla en los demás.

    Petición

    Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dame tu paz.

    Meditación del Papa

    Dios no pasa nunca y todos existimos en virtud de su amor. Existimos porque él nos ama, porque él nos ha pensado y nos ha llamado a la vida. Existimos en los pensamientos y en el amor de Dios. Existimos en toda nuestra realidad, no sólo en nuestra "sombra". Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan precisamente en esto: en Dios, en su pensamiento y en su amor; no sobrevive sólo una "sombra" de nosotros mismos, sino que en él, en su amor creador, somos conservados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser, en la eternidad.
    Es su amor lo que vence la muerte y nos da la eternidad, y es este amor lo que llamamos "cielo": Dios es tan grande que tiene sitio también para nosotros. Y el hombre Jesús, que es al mismo tiempo Dios, es para nosotros la garantía de que ser-hombre y ser-Dios pueden existir y vivir eternamente uno en el otro.Benedicto XVI, 15 de agosto de 2010.

    Reflexión

    Cristo se está despidiendo. Se acerca su pasión, morirá en la cruz por nosotros, y nos quiere dar las recomendaciones finales, nos quiere dejar las lecciones que él considera más importantes.

    Primero nos da su paz, y nos dice que no se turbe nuestro corazón porque "me voy pero volveré" y en otro pasaje: "yo estoy y estaré con ustedes, todos los días, hasta el final del mundo..." En él está nuestra paz, es más, él es nuestra paz, y con él a nuestro lado, ¿qué nos puede turbar?

    Sólo nos podemos preocupar por aquello que afecte nuestra amistad con Él o nuestra salvación eterna, lo demás no es esencial. Sólo Dios, sólo Él.

    Las últimas dos líneas de este pasaje son las más importantes: "...llega el príncipe de este mundo. No tiene ningún poder sobre mí, pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según me ha ordenado". Dicho en palabras más claras, Cristo está diciendo que el demonio no tiene poder sobre Él, pero que va a morir en la cruz libremente porque quiere que aprendamos, que sepamos que lo más importante es amar a Dios, y amar es cumplir sus mandamientos, es obedecerle. Adán y Eva pecaron desobedeciendo, Cristo nos redimió obedeciendo, y obedeciendo por amor.

    Propósito

    Pedir al Espíritu Santo que me haga testigo y misionero fiel del amor y de la paz.

    Diálogo con Cristo

    Tu cercanía, Señor, en esta oración es causa de una paz y alegría inmensa, porque me siento amado, acompañado, sostenido. ¿Cómo agradecer tanto amor? Sí, lo sé, la paz y la alegría, cuando eres Tú la fuente, son expansivas, necesariamente y sin mérito propio, hacen también la diferencia en la vida de los demás. Qué don tan grande, ¡gracias!

    ORACIÓN DEL EDUCADOR

    Oración del educador


            Muchas veces, Señor, en estos tiempos de sospecha, en medio de esta extraña incomprensión que nos rodea, originada por tantos intereses nada limpios, me he preguntado si es legítimo "ENSEÑAR", si está bien seguir así: entregando sin reserva, ofreciendo gratuitamente un proyecto humano de esperanza con sentido de justicia y confrontado con amor.

            Y me ha llegado la respuesta en el encuentro que Tú mismo nos preparas cada día, haciendo confluir la disponibilidad y urgencia que has puesto en mí para revelar y contagiar todo un mundo de valores y el ansia que lleva cada niño, cada joven, de ser, de vivir en plenitud.

            Sólo quiero acertar, Señor, porque acojo agradecido tu designio en esta vocación de servicio que me has dado. Deseo ser para mis estudiantes, libro abierto en el que puedan leer sus nombres y sientan la alegría al pronunciarlos, porque encajan con su vida. No intento que se parezcan a mí, sino que escuchen y secunden la voz de su interior; que sean, simplemente, ellos mismos.

            Cultiva, Señor, mi corazón en la renuncia para que no crezca en vanas ilusiones. Purifica y corrige todo asomo de egoísmo y dame la paciencia y constancia necesarias para estar creando siempre un espacio de bondad.

            Ser "MAESTRO" es algo grande: ya lo sé. Me basta recordar con qué estilo lo fue Jesús entre los hombres; por mi parte, sólo aspiro a evocar con mi presencia que seguimos siendo todos tus discípulos. Amén.

    PARÁBOLA DE LA LENGUA


     Parábola de la lengua
    Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB


    Maestro, una de las cosas que más nos cuesta en la vida es dominar nuestra lengua para no ofender a nadie. Es un músculo pequeño pero tiene en sí la fuerza de los vientos y la pólvora capaz de destruir el honor y las mismas vidas humanas. Nos causa pavor.
    - ¿ Qué nos dices a este respecto?
    - El que no falla con la lengua es varón cabal, capaz de enfrenar todo el cuerpo.
    - ¿Sabéis a qué se parece una lengua?
    - A una chispa que incendia bosques. Ella contamina el cuerpo e inflama el curso de la existencia
    - Quien domina la lengua alaba a Dios.
    - ¿Brota de un mismo caño de agua la dulce y la amarga? No.
    - Mi seguidor habla bien de todos, piensa bien de todos y hace el bien a todos. Esa es la cuestión.
    - ¿Os enteráis? Pues venga, ¡ a vivir con la lengua limpia!

    ¿Cómo es tu lengua?

    ORACIÓN DEL DISCÍPULO: Maestro, hoy nos has recordado el bien que podemos hacer con nuestra lengua si la empleamos dignamente, y el mal horrible que podemos causar a los otros. Perdona nuestras faltas con este órgano de nuestro cuerpo. Haz que lo dediquemos para alabarte, bendecirte y darte gracias y no para molestar a nadie.¿ Por qué le gustará la agente tanto el chisme y la injuria?¿ Por qué no tienen en cuenta el dominio de su lengua?

    PRECES
    - Por la juventud: para que se dedique a hablar bien de la gente, roguemos al Señor
    - Añade tus intenciones

    Señor, te damos gracias por el dominio que hacemos de nuestra lengua. Con humildad te decimos: Padrenuestro

    PARA REZAR ... UN CIRIO ENCENDIDO

    Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
    Para rezar...un cirio encendido
    Arroja fuera de ti las preocupaciones, aparta de ti tus inquietudes. Dedícate un rato a Dios y descansa un momento en su presencia.
     
    Para rezar...un cirio encendido



    Esta es mi rutina todas las mañanas al comenzar la meditación: Entro a mi habitación, cierro la puerta y las persianas, apago las luces, enciendo un cirio, lo pongo frente al crucifijo, me arrodillo o me siento, y en un ambiente de completo silencio voy a la profundidad del corazón: "Cuando ores, entra en tu alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en lo secreto." Mt 6,6

    Busco la calma, callo todo aquello que no me lleva al encuentro conmigo mismo y con Dios. El silencio es la frecuencia para el encuentro con Dios. Debe reinar el silencio para escuchar a Dios, sobre todo silencio en el corazón. El silencio requerido para la meditación debe ser no sólo de ruidos exteriores, también y sobre todo de los ruidos interiores que provocan la imaginación, la memoria y las emociones.

    Para este momento San Anselmo escribe: "Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él." (San Anselmo)

    Jesús buscó siempre el silencio. El silencio del corazón de María el día de la anunciación, el silencio de la cueva de Belén, el silencio de la casita humilde en Nazaret, el silencio del desierto al comenzar la vida pública, el silencio de las noches de oración, el silencio del huerto de los olivos, el silencio de la cruz, del sábado santo y de la resurrección. Hoy está en el silencio del Sagrario y te espera en el silencio de tu corazón. Quiere que en él encuentres un silencio sonoro: la irrupción del mismo Espíritu que se hizo presente en la comunidad de los apóstoles y se posó sobre cada uno de ellos cuando estaban en oración (Hechos 1,14; 2,1)

    El silencio es la puerta de acceso al corazón. El silencio y la soledad son preparación para el encuentro con Dios; el encuentro con Dios es comunión y plenitud. Primero es ausencia de interferencias, luego es el ambiente propicio para la escucha, luego la unión de corazones: un silencio fascinante, fecundo, revelador.

    Veo con toda calma la llama del cirio: humilde, serena, ardiente, luminosa. Cierro los ojos y con la mirada interior, la de la fe, traigo a la memoria la llama que el Espíritu Santo encendió en lo más profundo de mi corazón el día de mi Bautismo. Esa llama que arde en lo más profundo de mi ser es la presencia de Dios vivo. "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" 1 Cor 3,16

    "Di, pues, alma mía, di a Dios: -Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.- Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte." (San Anselmo)

    El silencio ahora es atención amorosa a la presencia oculta de Dios en el corazón: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior, estarse amando al amado." (Suma de perfección, San Juan de la Cruz) Ya en la presencia de Dios, permaneces en sus brazos: "callado y tranquilo, como un niño recién amamantado en brazos de su madre." (Sal 131) Y entonces te quedas envuelto en la presencia de Aquél en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (He 17, 28)

    sábado, 27 de abril de 2013

    LOS CINCO MINUTOS DE DIOS - 27 de abril de 2013



    LOS  CINCO MINUTOS DE DIOS
    27 de abril de 2013 

    Lo más fatal que puede ocurrirle a uno es tener razón y no saber usar de ella.
    Porque, al tener razón, se abroquela en ella de tal forma, que no admite ciertos derechos que tienen los demás: derecho a pensar, como ellos creen que deben pensar; derecho a defender lo que ellos juzgan como justo y verdadero; derecho a disentir de él; derecho a ver la verdad desde su punto de vista; en una palabra: derecho a pensar que ellos también tienen razón.

    Y así es como surgen las riñas y discusiones acaloradas; examínate con detención y verás que la mayoría de las veces que has discutido de tal forma, que la discusión ha llegado a turbarte, ha sido porque pensabas que tú tenías razón; pero no has sabido usar rectamente de tu razón y en esto ya no tenías razón.

    Pues, si haces bien en defender tu razón, no haces bien en defenderla de esa forma violenta, acre, incisiva, nada caritativa; y no es la razón la que debe mandar en tu vida, sino el amor; el amor, que ama con razón y sin ella.

    Tres veces seguidas le pidió Jesús a Pedro, que le dijera si lo amaba y entonces Pedro "se entristeció de que le preguntara por tercera vez: ¿Me quieres?" y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; t{u sabes que te quiero"(Jn, 21, 17). No tres, sino infinitas veces debes repetirle al Señor que lo amas.

    Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros

    EL EVANGELIO DE HOY: MUESTRANOS AL PADRE

    Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
    Muestranos al Padre
    Juan 14, 7-14. Pascua. Tenemos a Jesús que nos llevará con el Padre, que es la revelación del rostro humano de Dios.
     
    Muestranos al Padre
    Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14


    En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

    Oración introductoria

    Dios Padre, te pido por intercesión de tu Hijo Jesucristo, que me des la sabiduría y la fortaleza para dejar que el Espíritu Santo actúe en mí, para que esta oración sea un diálogo personal con tu Hijo Jesucristo, que me quiere decir lo mucho que me amas.

    Petición

    Señor, aumenta mi fe para vivir siempre como hijo tuyo.

    Meditación del Papa

    En efecto, nadie ha visto a Dios tal como es en sí mismo. Y, sin embargo, Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice la citada Carta de Juan, y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues "Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él". Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre. [...] El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. El reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. No obstante, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por "concluido" y completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí mismo. (Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 17).2011.

    Reflexión

    El testimonio de Jesús sobre su relación íntima y espontánea con el Padre aumenta la profundidad de la experiencia de Dios en cada uno de sus discípulos. Felipe expresa los deseos de los apóstoles: "Muéstranos al Padre y nos basta". Antes de continuar conviene señalar la fuerza del ejemplo y la palabra de quien está verdaderamente enamorado de Dios. Jesús, con el tiempo, ha dejado crecer en los apóstoles la aspiración de conocer al Padre.

    La pregunta de Felipe lleva a Jesús a revelarnos su identidad profunda como Dios. No tenemos necesidad de que el Padre se manifieste. Tenemos a Jesús que está en el Padre, que es la revelación del rostro humano de Dios. No sólo nos revela el ideal, sino que nos enseña que unidos a Él haremos lo que Él hace, e incluso obras mayores. Basta pedir en su nombre y se nos concederá.

    Acrecentemos y pidamos a Dios en este período pascual que aumente nuestra fe en sus misterios. Que sea ésta una época de crecimiento en nuestra vida espiritual.

    Propósito

    Orar para pedir la gracia de demostrar mi gratitud a Dios por su infinito amor,

    Diálogo con Cristo

    Gracias, Señor, porque no sólo me has hecho miembro de tu familia, sino que me permites tener una relación íntima con Jesucristo. La transformación de mi vida, en clave del amor, nunca la podré lograr sin tu gracia, sin la acción del Espíritu Santo en mi vida, por eso hoy te quiero ofrecer el propósito de orar, de orar mucho, para ser dócil a tu gracia.

    QUIERO PRESENTARTE A MI AMIGO...


            "Quiero presentarte a mi Amigo"

            Mi amigo es fuerte, varonil y sociable. Se distingue en cualquier grupo y es un ejemplo perfecto de caballerosidad y bondad. Sin embargo, todo su ser reacciona con severidad ante la injusticia, la hipocresía y la irreverencia.

            Parece entender a la gente y es particularmente considerado con los pobres, los solitarios, los enfermos, los abandonados y aún con los de mala reputación. A decir verdad, parece ver algo de bueno en cada persona.

            Este amigo me ha mostrado que el amor nunca deja de ser. Su amistad es la explicación de cuanta cosa buena hay en mi vida. En verdad, es el amigo de muchas personas cuyos sentimientos hacia él son como los míos, porque sus vidas han sido transformadas por su amistad.

            Este amigo mío es tanto amado como odiado. Millones de personas rehúsan su amistad. Me pregunto por qué. ¿Podrá ser que en verdad no comprenden quién es él? Seguramente por eso los hombres lo mataron. El no había hecho ningún mal. Su única ofensa fue ser la verdad, la pureza y el amor encarnados.

            Uno siempre se siente seguro con este amigo. Se prefiere su amistad a cualquier cosa en la tierra. Se desea su aprobación por sobre toda cosa que el mundo pueda ofrecer.

            Yo le debo todo a él. El me reveló el significado de la vida. Me inspiró el deseo de ser bueno. Encendió mi alma con un noble propósito. Me da fuerzas para sobreponerme al mal. Me ha enseñado que, pase lo que pasare, puedo confiar en Dios como mi Padre Celestial.

            La tumba no lo pudo contener. El vive, habiendo conquistado la muerte. Porque venció la muerte, puede también vencer el mal. Y porque puede sobreponerse al mal, el mundo algún día será un mundo mejor, un mundo feliz.

            Este amigo mío cambiará el mundo si los hombres sólo aceptan seguir su senda de verdad y amor.

            Cuando pienso en este Amigo surge en mí el deseo de que cada persona sobre la faz de la tierra lo conozca. El no le impondrá su amistad. Pero si tú lo aceptas como tu más caro amigo, él te acompañará hasta el fin de tus días.

            El hará que tu vida sea una aventura espiritual y un compañerismo transfor- mador.

            El te hará feliz, valiente, victorioso.

            El cambiará el vacío en satisfacción, el temor en valor, la debilidad en poder, el dolor en gozo, el tumulto en paz y la muerte en vida.

            Mucho quisiera que tú conocieras a mi Amigo.


            Se llama Jesucristo.

    FORJAR TU SER CON FELICIDAD


            Forjar tu ser con felicidad.

            Eres feliz cuando descubres el encanto de las cosas pequeñas. En ellas luce la verdadera grandeza. Eres feliz cuando disfrutas el ahora intensamente, no te ofuscas por el pasado ni te angustias por el porvenir.

            Eres dichoso cuando eres misericordioso, pacífico, limpio de corazón, cuando tienes hambre y sed de justicia. Eres dichos cuando te esfuerzas por ser benevolente, humilde, amigo de Dios y hermano de los hombres. La felicidad no te es esquiva al caminar en la verdad, actuar con la justicia y vivir en el amor. "El hombre, para ser feliz, no necesita riquezas ni dignidades. Lo estrictamente necesario basta para la alegría del cuerpo; la cultura desinteresada, para la satisfacción del espíritu; y el cumplimiento del deber, para la tranquilidad de la conciencia", Lacordaire.

            La felicidad la llevas contigo si eres íntegro y bondadoso. La felicidad está en servir, no en dominar, nace de compartir, no de acumular.

    MARIA, LA VIRGEN TRABAJADORA

    Autor: El paraíso de Nazaret | Fuente: El paraíso de Nazaret
    María, la Virgen trabajadora
    Las manos de María tenían la belleza que se refleja cuando han trabajado, consolado, se han tendido abiertas a los demás.
     
    María, la Virgen trabajadora
    Siempre que pienso en el trabajo, me viene a la mente lo que San Pablo escribió al enterarse de que había algunos por ahí que se dedicaban a hacer el vago: "el que no trabaje, que no coma". Bien dicho.

    Desde que nuestros primeros padres tuvieron la desgracia de pecar, toda su parentela hemos tenido que cargar con las consecuencias. Una de ellas fue precisamente aquel: "comerás el pan con el sudor de tu frente". Todos quedamos sometidos a la ley de trabajo y la fatiga.

    Pero resulta que no todos los humanos han nacido con el pecado original. Hay dos excepciones: Jesús y María. Y en justicia, ninguno de los dos tenía que haberse ganado el pan con el sudor de su frente. Sin embargo, ambos prefirieron no reclamar para sí ese privilegio. Decidieron someterse al trabajo y al cansancio que conlleva. Y vaya si trabajaron y se agotaron durante su vida...

    Así es, María fue muy trabajadora. Lo atestiguan claramente sus manos. Las manos de María.

    Manos de una ama de casa. La primera en levantarse y la última al acostarse. Manos de mujer a la que -como suele decirse- "le faltaban manos" para todos los quehaceres propios (y también ajenos); y a la que se le quedaba corto el día con sus 24 horas por todo lo que metía en él.

    Manos repletas de tantas cosas grandes y pequeñas, muy pequeñas, de las que depende la felicidad y el bienestar de un hogar, de un barrio, de un pueblo.

    María, seguramente, no tenía demasiado tiempo para andar cuidándose y arreglandose las manos. (Cuánto tiempo dedican hoy algunas mujeres a arreglarse las manos...) Cuánto tiempo gastamos nosotros en preocuparnos nada más que de nosotros mismos. Y cuántas cosas dejamos de hacer por eso. Se nos van de las manos tantas posibilidades por no haber sido capaces de mover ni un dedo...

    No me apena afirmar que las manos de María no eran tan bonitas como otras. Pero sí eran mucho más bellas. Las manos de María tenían toda esa belleza que se refleja en las manos que han trabajado, que han consolado, que se han tendido abiertas a los demás sin tregua ni medida.

    Las manos de María lucían toda esa belleza más espiritual que transpiran las manos de una esposa y de una madre que trabaja con ellas. Esa belleza que poseen las manos femeninas que han hecho, precisamente por trabajar, el sacrificio de parecer menos bonitas.

    Sí, sin duda eran las manos de una verdadera Reina, de una auténtica Señora; que ahora se elevaban hasta acariciar al mismo Dios y, poco después, andaban entre los pucheros, la ropa sucia, o dándole a la escoba y al trapeador... Admirable contraste: de traer entre manos lo más elevado y puro (el Hijo mismo de Dios), a estar arreglando las cosas rotas, sucias y sencillas de los hombres.

    Manos hechas al trabajo, al agua fría del lavandero del pueblo, a la limpieza de la casa, a lijar y mover maderas ayudando a José... Pero manos que nunca perdieron por eso su finura encantadora.

    Manos, por tanto, laboriosas, aplicadas, usadas... Pero sin dejar de ser bellas, tiernas y delicadas. Que sabían también lavar y peinar y acariciar a un Niño que era Dios, su Hijo.

    Manos abiertas y disponibles a las necesidades de todos; de los vecinos, de los enfermos, de los marginados de su sencilla aldea de Nazaret. Manos que tocaron muchas puertas para ofrecer ayuda, y muchas llagas para curarlas y vendarlas. Manos discretas, llenas de bondad generosa y callada. Nunca su derecha no supo lo que hacía su izquierda. Por eso esa labor en favor de los otros valía el doble, pues lo hacía oculto.

    Manos por las que pasaban otras realidades además de las materiales. Por las manos de María pasaban diariamente quintales de gracias de Dios para otras almas. Manos que daban gloria a Dios en cada trabajo sencillo y humilde. Manos que siguen trabajando sin descanso y a través de las cuales nos llegan copiosas todas las gracias de Dios para cada uno de nosotros.

    Y nuestras manos, las manos de sus hijos, ¿cómo están nuestras manos? ¿Las usamos, las empleamos para la gloria de Dios? "¿Nos manchamos las manos?" Es decir, ¿trabajamos, nos esforzamos, nos metemos a fondo en todo lo que tenemos que hacer cada día? ¿Nos manchamos las manos en el trabajo? ¿Nos las manchamos en los propios estudios? ¿Nos las manchamos en obras de caridad y misericordia para con los necesitados? O quizá se nos puede aplicar eso de que "tiene las manos tan limpias, que no tiene manos".

    Sí, nuestras manos, que son nuestros talentos, nuestras cualidades, los denarios que Dios nos ha entregado para negociar con ellos, para ponerlos a producir para el bien y provecho de los demás. A lo mejor los tenemos sin estrenar, nuevecitos, enterrados bajo tierra, bien envueltos en un pañuelo. Pero, sin dar gloria a Dios, sin ganar méritos, sin producir fruto para nadie. Ahí están, bien sepultados, a ver si florecen por generación espontánea...

    Es una lástima que muchas veces no nos parezcamos más a nuestra Madre María, la Virgen de las manos trabajadoras. Nosotros, tantas veces, en vez de "ensuciarnos las manos", nos las lavamos. Nos "lavamos las manos" ante nuestros deberes y responsabilidades personales como hombres y como cristianos. Le sacamos el bulto. Nos desentendemos. Y tristemente, lavándonos las manos, nos ensuciamos la conciencia.

    Abramos los ojos a todo lo que podemos hacer en casa y fuera de ella también. No seamos fáciles en pensar que no hay tiempo para más cosas. No nos engañemos, cuando se tienen muchas cosas que meter en él, el día tiene cien bolsillos. Sólo el que se los busca los encuentra.

    El trabajo digno y humano no mata, no. Lo que sí mata es la ociosidad y la pereza. El trabajo es salud y vida que se dona a los demás. Bien lo sabe María, siempre trabajadora y dispuesta a hacer más por los demás con una sonrisa envidiable. Bien lo saben tantos hombres y mujeres que minuto a minuto desgastan con alegría su vida y sus manos en un trabajo fecundo mucho más allá de las fronteras del propio egoísmo.

    Qué diverso sería nuestro mundo si cada uno de nosotros fuésemos más como María, la Virgen trabajadora. Ojalá que nunca olvidemos que no podemos matar el tiempo, sin herir la eternidad. La nuestra y también la de otros...


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Marcelino de Andrés

    viernes, 26 de abril de 2013


    EL EVANGELIO DE HOY

    Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
    Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
    Juan 14, 1-6. Pascua. Vivamos con la sencillez de quien sabe que todo lo recibe de Aquél a quien ama.
     
    Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
    Del santo Evangelio según san Juan 14, 1-6

    «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

    Oración introductoria

    Señor, sosteniéndome con tu gracia me das la vida y, porque me amas, quieres mostrarme el camino, la verdad y el estilo de vida que me puede llevar a la felicidad. Ilumina mi oración, aparta la distracción para que pueda experimentar tu presencia y tu cercanía.

    Petición

    Jesús, quiero ser dócil a tus inspiraciones, ¡ilumíname!

    Meditación del Papa

    Supera y ayuda al hombre de hoy a superar los obstáculos del individualismo, del relativismo; no te dejes llevar por los fallos que pueden marcar a las comunidades cristianas. Esfuérzate en ver de cerca a la persona de Cristo, que ha dicho: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".
    Avanzad confiados en el camino de la nueva evangelización, en el servicio amoroso a los pobres y en el testimonio valiente en las distintas realidades sociales. Sed conscientes de que sois portadores de un mensaje que es para cada uno de los hombres; un mensaje de fe, esperanza y caridad. Finalmente, esta invitación está dirigida a todos vosotros, queridos fieles laicos. Sabed, siempre y en todas partes, dar razón de la esperanza que está en vosotros. La Iglesia necesita vuestros dones y vuestro entusiasmo. Sabed decir "sí" a Cristo que os llama a ser sus discípulos, a ser santos. Querría recordar, otra vez, que la "santidad" no quiere decir hacer cosas extraordinarias, sino seguir todos los días la voluntad de Dios, vivir verdaderamente bien la propia vocación, con la ayuda de la oración, de la Palabra de Dios, de los Sacramentos y con el compromiso cotidiano de la coherencia. Sí, son necesarios fieles laicos fascinados con el ideal de "santidad", para construir una sociedad digna del hombre, una civilización de amor. (Benedicto XVI, 9 de mayo de 2011).

    Reflexión

    Cuando alguien ama a una persona y la ve en problemas, lo primero que le viene a la mente es: "no te preocupes, yo te ayudaré" ¿Cuánta alegría siente el corazón, al escuchar estas palabras? Mucha paz da que el hombre sienta el apoyo de aquel que ama, además porque se nos presenta como una ayuda querida.

    Esto es lo mismo que Cristo ha visto en sus discípulos. "No se turbe vuestro corazón", les ha dicho y continúa a decírnoslo cada día. Él es la Paz, la Bondad, la Felicidad. Él nos dará los consuelos necesarios en los momentos de mayores dificultades en nuestra vida.

    Cristo quiere que le pidamos la gracia de la paz del alma, de la tranquilidad de la vida, de la sencillez con la que viven los niños, despreocupados de todo, metidos sólo en lo que están haciendo en ese momento. Las dificultades se presentarán, pero si tenemos a Cristo, que es la Paz, será más fácil sobrellevarlas.

    Vivamos con la sencillez de quien sabe que todo lo recibe de Aquél a quien ama, y le cuida en todo momento.

    Diálogo con Cristo

    No soy católico por seguir unos mandamientos o creer en una doctrina, sino por seguir a una persona, que me ama. Jesús, quiero ocupar esa habitación que con tanto amor has preparado para mí. No permitas que sea indiferente a esta maravillosa verdad. Ayúdame a permanecer siempre cerca de Ti, por la frescura y la delicadeza de la vida de gracia, por los momentos de oración y por la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.

    Propósito

    Ayunar de pesimismo para crecer en la esperanza de que, con Cristo, puedo ser santo.
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