lunes, 27 de febrero de 2012

CUARESMA, CAMINO DE CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cuaresma, camino de crecimiento espiritual
Lunes primera semana de Cuaresma. Donde cada uno va a ir encontrándose en más profundidad con Cristo.
 
Cuaresma, camino de crecimiento espiritual
La Cuaresma que se nos puede presentar simplemente como camino de penitencia, como un camino de dolor, como un camino negativo, realmente es todo lo contrario. Es un camino sumamente positivo, o por lo menos así deberíamos entenderlo nosotros, como un camino de crecimiento espiritual. Un camino en el cual, cada uno de nosotros va a ir encontrándose, cada vez con más profundidad con Cristo. Encontrarnos con Cristo en el interior, en lo más profundo de nosotros, es lo que acaba dando sentido a todas las cosas: las buenas que hacemos, las malas que hacemos, las buenas que dejamos de hacer y también las malas que dejamos de hacer.

En el fondo, el camino que Dios quiere para nosotros, es un camino de búsqueda de Él, a través de todas las cosas. Esto es lo que el Evangelio nos viene a decir cuando nos habla de las obras de misericordia. Quien da de comer al hambriento, quien da de beber al sediento, en el fondo no simplemente hace algo bueno o se comporta bien con los demás, sino va mucho más allá. Está hablándonos de una búsqueda interior que nosotros tenemos que hacer para encontrarnos a Cristo; una búsqueda que tenemos que tenemos que ir realizando todos los días, para que no se nos escape Cristo en ninguno de los momentos de nuestra existencia.

¿Cómo buscamos a Cristo?¿Cuánto somos capaces de abrir los ojos para ver a Cristo? ¿Hasta que punto nos atrevemos a ir descubriendo, en todo lo que nos pasa, a Cristo? La experiencia cotidiana nos viene a decir que no es así, que muchas veces preferimos cerrar nuestros ojos a Cristo y no encontrarnos con Él.

¿Por qué nos puede costar reconocer a Cristo?¿Qué es lo que han hecho de malo los que no vieron a Cristo en los pobres? ¿Realmente dónde está el mal? Cuando dice Jesús Estuvieron hambrientos y no les disteis de comer; estuvieron sedientos y no les disteis de beber, ¿qué es lo que han hecho de malo? Lo que han hecho de malo, es el no haber sido capaces de reconocer a Cristo; el no haber abierto los ojos para ver a Cristo en sus hermanos. Ahí está el mal.

Lo que nos viene a decir el Evangelio, el problema fundamental es que nosotros tengamos la valentía, la disponibilidad, la exigencia personal para reconocer a Cristo. No simplemente para hacer el bien, que eso lo podemos hacer todos, sino para reconocer a Dios. Saber poner a Cristo en todas las situaciones, en todos los momentos de nuestra vida.

Esto que nos podría parecer algo muy sencillo, sin embargo es un camino duro y exigente. Un camino en el cual podemos encontrarnos tentaciones. ¿Cuál es la principal tentación? La principal tentación en este camino, del cual nos habla el Evangelio de hoy, es precisamente la tentación de no aceptar, con nuestra libertad, que Cristo puede estar ahí, o sea la tentación del uso de la libertad.

Creo que si hay algo a lo cual nosotros estamos profundamente arraigados, es a nuestra libertad y es lo que buscamos defender en todo momento y conservar por encima de todo. Cristo dice: "¡Cuidado!, no sea que tu libertad vaya a impedirte reconocerme. ¿Cuántas veces el ayudar a alguien significa tener que dejar de ser uno mismo? ¿Cuántas veces el ayudar a alguien significa tener que renunciar a nosotros mismos? "Tuve hambre y no me diste de comer". Y tengo que ser yo quien te dé de comer de lo mío, es decir, tengo que renunciar. Tengo que ser capaz de detenerme, de acercarme a ti, de descubrir que tienes hambre y de darte de lo mío.

A veces podríamos pensar que Cristo sólo se refiere al hambre material, pero cuántas veces se acerca a nosotros corazones hambrientos espiritualmente y nosotros preferimos seguir nuestro camino; preferimos no comprometer nuestra vida, pues es más fácil, así no me meto en complicaciones, así me ahorro muchos problemas.

¿Cuántas veces podrían nuestros hermanos, los hombres, haber pasado a nuestro lado, haber tocado nuestra puerta y haber encontrado nuestro corazón, libremente, conscientemente cerrado? diciendo: "yo no me voy a comprometer con los demás, yo no me voy a meter en problemas". Cuidado, porque esta cerrazón del corazón, puede hacer que alguien muera de hambre; puede ser que alguien muera de sed. No podemos solucionar todos los problemas del mundo; no podemos arreglar todas las dificultades del mundo, pero la pregunta es: ¿cada vez que alguien llega y toca a tu corazón, le abres la puerta? ¿te comprometes cada vez que tocan tu corazón? Este es un camino de Cuaresma, porque es un camino de encuentro con Cristo, con ese Cristo que viene una y otra vez a nuestra alma, que llega una y otra a nuestra existencia.

Todos nosotros somos de una o de otra forma, miembros comprometidos en la Iglesia, miembros que buscan la superación en la vida cristiana, que buscan ser mejores en los sacramentos, ser mejores en las virtudes, encontrarnos más con nuestro Señor. ¿Por qué no empezamos a buscarlos cuando Él llega a nuestra puerta? Cuidad con la principal de las tentaciones, que es tener el corazón cerrado.

A veces nos podría preocupar muchas tentaciones: lo mal que está el mundo de hoy, lo tremendamente horrible que está la sociedad que nos rodea. ¿Y la situación interior? ¿Y la situación de mi corazón cerrado a Cristo? ¿Y la situación de mi corazón que me hace ciego a Cristo, cómo la resuelvo? Las situaciones de la sociedad se pueden ignorar cerrando los ojos, no preocupándome de nada, metiéndome en un mundo más o menos sano. Pero la del corazón, la tentación que te impide reconocer a Cristo en tu corazón, ¿cómo la solucionas? Este es el peor de los problemas, porque de ésta es la que a la hora de la hora te van a preguntar: ¿Qué hiciste? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me abriste si estabas en casa?¿Por qué si yo te estaba buscando a ti, tu no me quisiste abrir la puerta? ¿Por qué si yo quería llegar a tu vida, preferiste quedarte dentro y no salir? ?¿Por qué si yo quería reunirme contigo, solucionar tus problemas, ayudarte a reconocerme, tú preferiste seguir viviendo con los ojos cerrados.

Esto es algo muy fuerte y la Cuaresma tiene que ayudarnos a preguntarnos y a planteárnos la apertura real del corazón y ver porqué nuestro corazón cerrado por nuestra libertad no quiere reconocer a Cristo en los demás. Atrevámonos a ver quiénes somos, cómo estamos viviendo nuestra existencia. Abramos nuestro corazón de par en par. No permitamos que nuestro corazón acabe siendo el sediento y hambriento por cerrado en si mismo. Podemos acabar siendo nosotros, auténticos hambrientos y sedientos, y estar Cristo tocando a nuestras puertas y sin embargo cerramos el corazón.

Hagamos de nuestro camino de cuaresmal, un camino hacia Dios abriendo nuestro corazón. Yo estoy seguro, de que siempre que abramos nuestro corazón vamos a encontrarnos con nuestro Señor, con Cristo que nos dice por dónde tenemos que ir. Así, nuestra alma va a decir: "efectivamente, yo se que tu eres el Señor, te he reconocido y por eso abro mi vida. Te he reconocido y por eso me doy completamente y soy capaz de superar cualquier dificultad. Te he reconocido". Abramos el corazón, reconozcamos a Cristo, no permitamos que nuestra vida se encierre en sí misma. Tres condiciones para que podamos verdaderamente tener al Señor en nuestra existencia. De otra forma, quién sabe qué imagen tengamos de Dios y no se trata de hacer a Dios a nuestra imagen, sino hacernos a imagen de Dios.

Que el reclamo a la santidad, que es la Cuaresma, sea un reclamo a un corazón tan abierto, tan generoso y tan disponible que no tenga miedo de reconocer a Cristo en todas cada una de la situaciones por las que atraviesa; en todas y cada una de las exigencias, que Cristo, venga a pedir a nuestra vida cotidiana. No se trata simplemente de esperar hasta el día del Juicio Final para que nos digan: "tu a la derecha y tu a la izquierda"; es en el camino cotidiano, donde tenemos que empezar a abrir los ojos y a reconocer a Cristo.




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  • P. Cipriano Sánchez LC

    sábado, 25 de febrero de 2012

    NO LE TENGAS MIEDO A DIOS...


    No le tengas miedo a Dios
    Autor: P. José Luis Richard 




            Cristo aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? ¿Del mundo? El lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).

            En el pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos tenerle miedo a Dios.

            Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro al que estaban siguiendo.

            Pero su milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y corriendo seguramente al extremo de la barca-.

            San Pedro es el único que domina su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada respuesta: Ven.

            Muy similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-, comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de Cristo: Ven.

            Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
            Ven: el mundo está esperando tu testimonio de profesional cristiano.
            Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu dinero.
            Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que les des razón de tu fe, de tu alegría.

            Y la petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio. El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.

            ¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?

            ¡Miedo de Cristo! Esa sensación de quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
            ¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
            ¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de Dios ni llevo a cabo los míos.

            ¿Cómo se explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De dónde proviene ese miedo?

            Sólo hay una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el seguimiento completo de Cristo. 

            Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio: morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para encontrarse.

            No todos lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir ayuda a Cristo.

            Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.

    CARRETA VACÍA...

    Carreta vacía


    Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó: "Además del cantar de los pájaros, escuchas alguna cosa más?"

    Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: "Estoy escuchando el ruido de una carreta." "Eso es" - dijo mi padre - "Es una carreta vacía."

    Pregunté a mi padre: "Cómo sabes que es una carreta vacía, sí aún no la vemos?" Entonces mi padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía esté la carreta, mayor es el ruido que hace."

    Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.

    ORACION A LA VIRGEN DE LA DULCE ESPERA

    SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO

    Sábado después del miércoles de Ceniza

    Salvar lo que estaba perdido


     Si alguna vez nos sintiéramos especialmente desanimados por alguna enfermedad espiritual que nos pareciera incurable, no olvidemos estas palabras consoladoras de Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todo tiene remedio.



    I. Los fariseos se escandalizan al ver a Jesús sentado a la mesa con gran número de recaudadores y otros, y preguntan a sus discípulos: ¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Jesús replicó a los fariseos con estas consoladoras palabras: No necesitan de médico lo sanos, sino los enfermos. No he venido llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan (Lucas 5, 31-32). Jesús viene a ofrecer su reino a todos los hombres, su misión es universal: viene para todos, pues todos andamos enfermos y somos pecadores; nadie es bueno, sino uno, Dios (Marcos 10, 18). Todos debemos acudir a la misericordia y al perdón de Dios para tener vida (Juan 10, 28) y alcanzar la salvación. Las palabras del Señor que se nos presenta como Médico nos mueven a pedir perdón con humildad y confianza por nuestros pecados y también por los de aquellas personas que parecen querer seguir viviendo alejadas de Dios.

    II. Cristo es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos y por eso tenemos necesidad de Cristo. Debemos ir a Él como el enfermo va al médico, diciendo la verdad de lo que le pasa, con deseos de curarse. Señor, si quieres, puedes curarme (Mateo 8, 2). Unas veces, el Señor actuará directamente en nuestra alma: Quiero, sé limpio (Mateo 8, 3), sigue adelante, sé más humilde, no te preocupes. En otras ocasiones, siempre que haya pecado grave, el Señor dice: Id y mostraos a los sacerdotes (Lucas 17, 14), al sacramento de la penitencia, donde el alma encuentra siempre la medicina oportuna. Contamos siempre con el aliento y la ayuda del Señor para volver y recomenzar.

    III. Si alguna vez nos sintiéramos especialmente desanimados por alguna enfermedad espiritual que nos pareciera incurable, no olvidemos estas palabras consoladoras de Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todo tiene remedio. Él está siempre muy cerca de nosotros, pero especialmente en esos momentos, por muy grande que haya sido la falta, aunque sean muchas las miserias. Basta ser sincero de verdad. No lo olvidemos tampoco si alguna vez en nuestro apostolado personal nos pareciera que alguien tiene una enfermedad del alma sin aparente solución. Sí la hay; siempre. Quizá el Señor espera de nosotros más oración y mortificación, más comprensión y cariño. Muchos de los que estaban con Jesús en aquel banquete se sentirían acogidos y comprendidos y se convertirían a Él de todo corazón. No lo olvidemos en nuestro apostolado personal.

    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

    CUARESMA ES TIEMPO DE ARREPENTIMIENTO



    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Cuaresma es tiempo de arrepentimiento
    Sábado después de Ceniza. Quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios Nuestro Señor.


     
    Cuaresma es tiempo de arrepentimiento
    La cuaresma es tiempo de arrepentimiento. Quizá a nosotros la llamada al arrepentimiento que es la Cuaresma, podría parecernos un poco extraña, un poco particular, porque podríamos pensar: ¿de qué tengo yo que arrepentirme?. Arrepentirse significa tener conciencia del propio pecado. La conversión del corazón es el tema que debería de recorrer nuestra Cuaresma, tener conciencia de que algo he hecho mal, y podría ser que en nuestras vidas hubiéramos dejado un poco de lado la conciencia de lo que es fallar. Fallar no solamente uno mismo o a alguien a quien queremos, también la conciencia de lo que es fallarme a mí.

    Pudiera ser también que en nuestra vida hubiéramos perdido el sentido de lo que significa encontrarnos con Dios, y quizá por eso tenemos problemas para entender verdaderamente lo que es el pecado, porque tenemos problemas para entender quién es Dios. Solamente cuando tenemos un auténtico concepto de Dios, también podemos empezar a tener un auténtico concepto de lo que es el pecado, de lo que es el mal.

    La cuaresma es todo un camino de cuarenta días hasta la Pascua, y en este camino, la Iglesia nos va a estar recordando constantemente la necesidad de purificarnos, la necesidad de limpiar nuestro corazón, la necesidad de quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios N. S. La Cuaresma es un período que nos va a obligar a cuestionarnos para saber si en nuestro corazón hay algo que nos está apartando de Dios Nuestro Señor. Esto podría ser un problema muy serio para nosotros, porque es como quien tiene una enfermedad y no sabe que la tiene. Es malo tener una enfermedad, pero es peor no saber que la tenemos, sobre todo cuando puede ser curada, sobre todo cuando esta enfermedad puede ser quitada del alma.

    Qué tremendo problema es estar conviviendo con una dificultad en el corazón y tenerla perfectamente tapada para no verla. Es una inquietud que sin embargo la Iglesia nos invita a considerar y lo hace a través de la Cuaresma. Durante estos cuarenta días, cuando leemos el Evangelio de cada día o cuando vayamos a Misa los domingos, nos daremos cuenta de cómo la Biblia está constantemente insistiendo sobre este tema: Purificar el corazón, examinar el alma, acercarse a Dios, estar más pegado a Él. Todo esto, en el fondo, es darse cuenta de quién es Dios y quién somos nosotros.

    Por otro lado, el hecho de que el sacerdote nos ponga la ceniza, no es simplemente una especie de rito mágico para empezar la Cuaresma. La ceniza tiene un sentido: significa una vida que ya no existe, una vida muerta. También tiene un sentido penitencial, quizá en nuestra época mucho menos, pero en la antigüedad, cuando se quería indicar que alguien estaba haciendo penitencia, se cubría de ceniza para indicar una mayor tristeza, una mayor precariedad en la propia forma de existir.

    Preguntémonos, si hay en nuestra alma algo que nos aparte de Dios. ¿Qué es lo que no nos permite estar cerca de Dios y que todavía no descubrimos? ¿Qué es lo que hay en nosotros que nos impide darnos totalmente a Dios Nuestro Señor, no solamente como una especie de interés purificatorio personal, sino sobre todo por la tremenda repercusión que nuestra cercanía a Dios tiene en todos los que nos rodean?. Solamente cuando nos damos cuenta de lo que significa estar cerca de Dios, empezaremos a pensar lo que significa estar cerca de Dios para los que están con nosotros, para los que viven con nosotros. ¿Cómo queremos hacer felices a los que más cerca tenemos si no nos acercamos a la fuente de al felicidad? ¿Cómo queremos hacer felices a aquellos que están más cerca de nuestro corazón si no los traemos y los ayudamos a encontrarse con lo que es la auténtica felicidad?.

    Qué difícil es beber donde no hay agua, qué difícil es ver donde no hay luz. Si a mí, Dios me da la posibilidad de tener agua y tener luz, ¿solamente yo voy a beber? ¿Solamente yo voy a disfrutar de la luz?. Sería un tremendo egoísmo de mi parte. Por eso en este camino de Cuaresma vamos a empezar a preguntarnos: ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? ¿Qué es lo qué Dios exige de mí? ¿Qué es lo que Dios quiere darme? ¿Cómo me quiere amar Dios?, para que en este camino nos convirtamos, para aquellas personas que nos rodean, en fuente de luz y también puedan llegar a encontrarse con Dios Nuestro Señor.

    Ojalá que hagamos de esta Cuaresma una especie de viaje a nuestro corazón para irnos encontrando con nosotros mismos, para irnos descubriendo nosotros mismos, para ir depositando esa ceniza espiritual sobre nuestro corazón de manera que con ella vayamos nosotros cubriéndonos interiormente y podamos ver qué es lo que nos aparta de Dios.

    La ceniza que nos habla de la caducidad, que nos habla de que todo se acaba, nos enseña a dar valor auténtico a las cosas. Cuando uno empieza a carecer de algunas cosas, empieza a valorar lo que son los amigos, lo que es la familia, lo que significa la cercanía de alguien que nos quiere. Así también tenemos que hacer nosotros, vamos a ir en ese viaje a nuestro corazón para que, valorando lo que tenemos dentro, nos demos cuenta de cuanto podemos dar a los que están con nosotros.

    Este es el sentido de ponerse ceniza sobre nuestras cabezas: el inicio de un preguntarnos, a través de toda la Cuaresma, qué es lo que quiere Dios para nosotros; el inicio de un preguntarnos qué es lo que el Señor nos va a pedir y sobre todo, lo más importante, qué es lo que nosotros vamos a podré dar a los demás. De esta manera, vamos a encontrarnos verdaderamente con lo más maravilloso que una persona puede encontrar en su interior: la capacidad de darse.

    Recorramos así el camino de nuestra Cuaresma, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras conversaciones. Buscar el interior para que en todo momento podamos encontrarnos en el corazón, no con nosotros mismos, porque sería una especie de egoísmo personal, sino con Nuestro Padre Dios; con Aquél que nos ama en el corazón, en lo más intimo, en lo más profundo de nosotros.

    Que el bajar al corazón en esta Cuaresma sea el inicio de un camino que todos nosotros hagamos, no solamente en este tiempo, sino todos los días de nuestra vida para irnos encontrando cada día con el Único que da explicación a todo. Que la Eucaristía sea para nosotros ayuda, fortaleza, luz, consuelo porque posiblemente cuando entremos en nuestro corazón, vamos a encontrar cosas que no nos gusten y podríamos desanimarnos. Hay que recordar que no estamos solos. Que no vamos solos en este viaje al corazón sino que Dios viene con nosotros. Más aún, Dios se ofrece por nosotros, en la Eucaristía, para nuestra salvación, para manifestarnos su amor y para darse en su Cuerpo y en su Sangre por todos nosotros.

    Preguntas o comentarios al autor
    P. Cipriano Sánchez LC

    jueves, 23 de febrero de 2012

    JUEVES EUCARÍSTICO

    LA CONVERSIÓN DE CORAZÓN

    La conversión del corazón

     La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?

    RECETA AL ALCANCE DE TODOS...



    Receta al alcance de todos


    1.- TENER A MANO:

    Abrelatas, para abrir corazón endurecido Cuchillo, para cortar vicios.
    Destapador, para destapar lo atorado en las relaciones familiares.
    Colador, para pasar por alto las ofensas y purificar intenciones.


    2.- ABSTENERSE:

    Abstenerse de comer prójimo (chismes, murmuraciones y calumnias).
    Bajarle al condimento de desquites.
    Evitar altas grasas de egoísmo.
    No tomar vinagre, que pone de mal genio.
    Lavar bien el corazón, para que no se infecte de la cólera.

    Evitar el consumo excesivo de picantes.
    Para no enojarse y decir maldiciones, evitar el camarón, porque adormece la conciencia, y "camarón que se duerme, se lo lleva la corriente".

    No tomar postres helados, que congelen el afecto, evitar comer de muertos-de envidia -, para que luego no te digan " que con su pan se lo coma ", no echarle demasiada crema a tus tacos.


    3.- MENÚ RECOMENDADO:

    Como platillo fuerte:
    Exquisita caridad para con el necesitado.
    Caldo de atención a los desamparados y enfermos.
    Ensalada de detalles de afecto para el prójimo.
    Pan abundante para compartir con el hambriento.
    Vino de alegría para invitar a los tristes y desanimados. Sopa de letras para escribir mas seguido a familiares y amigos.
    Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.
    Pan para los afligidos, ya que " las penas con pan son menos " y con manteca son mejores....

    De postre se recomienda: perita en dulce, para ser mejor persona, naranja para tapar los defectos de los otros, yogurt para repetir... para repetir gestos de perdón, naranja dulce y limón partido " dame un abrazo yo te pido " (abrazar a los seres queridos y darles besitos de verdad, no de chocolate)


    Y NO OLVIDES:


    " Donde come uno, comen dos "
    " Échale siempre mas agua a los fideos"
    " Comparte tu vida con los otros "


    PENSAMIENTO DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA

    LA CRUZ DE CADA DÍA...


    Jueves después del miércoles de Ceniza
    La cruz de cada día



    I. En el Evangelio de la Misa, Cristo nos habla: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sí (Lucas 9, 23). El Señor se dirige a todos y habla de la Cruz de cada día. Son palabras dichas a todos los hombres que quieren seguirle, pues no existe un Cristianismo sin Cruz, para cristianos flojos y blandos, sin sentido del sacrificio. Uno de los síntomas más claros de que la tibieza ha entrado en el alma es precisamente el abandono de la Cruz.. Por otra parte, huir de la cruz es alejarse de la santidad y de la alegría; porque uno de sus frutos es precisamente la capacidad de relacionarse con Dios y con los demás, y también una profunda paz, aun en medio de la tribulación y de dificultades externas. No olvidemos pues, que la mortificación está muy relacionada con la alegría, y que cuando el corazón se purifica se torna más humilde para tratar a Dios y a los demás.

    II. La Cruz del Señor, con la que hemos de cargar cada día, no es ciertamente la que producen nuestros egoísmos, envidias o pereza. Esto no es del Señor, no santifica. En alguna ocasión encontraremos la Cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un desastre económico, en la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo normal será que encontremos la cruz de cada día en pequeñas contrariedades en el trabajo, en la convivencia; en un imprevisto que no contábamos, planes que debemos cambiar, instrumentos de trabajo que se estropean, molestias por el frío o calor, o el carácter difícil de una persona con la que convivimos. Hemos de recibir estas contrariedades con ánimo grande, ofreciéndolas al Señor con espíritu de reparación, sin quejarnos: nos ayudará a mejorar en la virtud de la paciencia, en caridad, en comprensión: es decir, en santidad. Además experimentaremos una profunda paz y gozo.

    III. Además de aceptar la cruz que sale a nuestro encuentro, muchas veces sin esperarla, debemos buscar otras pequeñas mortificaciones para mantener vivo el espíritu de penitencia que nos pide el Señor. Unas nos facilitarán el trabajo, otras nos ayudarán a vivir la caridad. No es preciso que sean cosas más grandes, sino que se adquiera el hábito de hacerlas con constancia y por amor de Dios. Digámosle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle cargando con la Cruz, hoy y todos los días.

    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

    LA CONVERSIÓN DE CORAZÓN...

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    La conversión del corazón
    Jueves después de Ceniza. ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo?
     
    La conversión del corazón
    Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?

    En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida.

    La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: "aquí estoy, cuenta conmigo".

    Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo." Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón.

    Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios.

    Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma.

    Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: "Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo": ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten?



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    miércoles, 22 de febrero de 2012

    TEN PIEDAD DE NOSOTROS SEÑOR!!

    CONVERSIÓN Y PENITENCIA




    Miércoles de Ceniza
    Conversión y penitencia




    I. Comienza la Cuaresma, tiempo de penitencia y de renovación interior para preparar la Pascua del Señor (CONCILIO VATICANO II, Sacrosantum Concilium). La liturgia de la Iglesia nos invita sin cesar a purificar nuestra alma y a recomenzar de nuevo. En el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: Acuérdate, hombre, de es polvo y en polvo te has de convertir (Génesis 3, 19). Y sin embargo, a veces olvidamos que sin el Señor no somos nada. Quiere el Señor que nos despeguemos de las cosas de la tierra para volvernos a Él. Jesús busca en nosotros un corazón contrito, conocedor de sus faltas y pecados y dispuesto a eliminarlos. También desea un dolor sincero de los pecados que se manifestará ante todo en la Confesión sacramental. El Señor nos atenderá si en el día de hoy le repetimos de corazón: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

    II. La verdadera conversión se manifiesta en la conducta: en el trabajo, hecho con orden, puntualidad e intensidad; en la familia, mortificando nuestro egoísmo y creando un ambiente más grato en nuestro entorno; y en la preparación y cuidado de la Confesión frecuente. El Señor también nos pide hoy una mortificación más especial, que ofrecemos con alegría: la abstinencia y el ayuno; también la limosna que, ofrecida con un corazón misericordioso, desea llevar consuelo a quien pasa necesidad. Cada uno debe hacerse un plan concreto de mortificaciones para ofrecer al Señor diariamente esta Cuaresma. Para hacerlo, tengamos en cuenta que deben ser “mortificaciones que no mortifiquen a los demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abierto a todos” (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa)

    I. San Pablo (2 Corintios, 5) nos dice que éste es un tiempo excelente que debemos aprovechar para una profunda conversión. Podemos estar seguros que vamos a estar sostenidos por una particular gracia de Dios, propia del tiempo litúrgico que hemos comenzado. “Tiempo para que cada uno se sienta urgido por Jesucristo. Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza” (A.Mª. GARCÍA DORRONSORO, Tiempo para creer)


    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

    CURADOS EN SUS LLAGAS


    Curados en sus llagas
    Autor: Guillermo Ortiz, S.J./Reflexiones Siglo XXI


    Aunque cueste reconocerlo, si estás peleado con un amigo tienes el corazón débil y frágil. Cuando estamos peleados con Dios pasa lo mismo. Cuando físicamente tenemos las defensas bajas nos puede entrar un virus o cualquier enfermedad. Lo mismo pasa con el espíritu, si estamos peleados con Dios tenemos las defensas bajas y quedamos a expensas del maligno, que solo busca nuestra desgracia espiritual y humana. Ofensas a Dios, maltrato a los demás, excesos y daños a nosotros mismos, nos ponen en situaciones espirituales límites y peligrosas.

    ¿Por qué piensas que el espíritu es distinto al cuerpo, y que el espíritu no requiere atención, recursos, alimento, medicina?

    La salud espiritual es la unión con Dios, y el buen entendimiento con la gente.

    Tú, ¿estás sano? Agrádesele al Señor su amistad que sustenta tu salud espiritual. Si estás enfermo del espíritu, busca la cruz. No la cruz roja, ésa que tiene médicos y medicina para el cuerpo. Busca la cruz de Jesús, ésa que Jesús mismo dibuja cuando abre sus brazos, y muestra las heridas que nos curan.

    En las llagas de Jesús hemos sido curados. Sus llagas nos curan del mal y nos llenan de la fuerza de la vida. Estés como estés, ponte tu mismo en terapia intensiva en el corazón del Señor, para recuperar o para fortalecer la amistad con el Señor y con la gente.

    EL COMIENZO DE LA CUARESMA: MIERCOLES DE CENIZA

    El comienzo de la Cuaresma

    La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.
     

    Miércoles de Ceniza

    Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es sino un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

    Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

    Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.

    Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

    La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

    La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

    Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

    Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

    La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

    Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

    El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

    Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

    Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

    Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.

    P. Cipriano Sánchez

    martes, 21 de febrero de 2012

    MIERCOLES DE CENIZA

    ¿QUÉ DEBEMOS HACER EN EL TIEMPO DE CUARESMA?

    ¿QUÉ DEBEMOS HACER EN EL TIEMPO DE CUARESMA?

    El ayuno y la abstinencia

    El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

    La oración

    La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

    Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

    La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

    La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

    La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él, nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.

    El sacrificio

    Al hacer sacrificios, debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan, en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. " (Mt 6,6)"

    El sacrificio, es preciso dulcificarlo con un amor grande a Dios. El dolor nos engrandece cuando sabemos sobrellevarlo. La Virgen María en su vida tuvo que llevar a cabo muchos sacrificios y lo hizo con mucha alegría y amor a Dios.

    Palabras de Juan Pablo II sobre el miércoles de ceniza (pronunciadas el 16-2-1983)

    El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

    Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

    La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

    Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

    ORIGEN DEL MIERCOLES DE CENIZA

    Origen de la costumbre del MIERCOLES DE CENIZA

    Antiguamente, los judíos acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

    En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

    En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

    Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

    También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

    La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

    Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

    Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma

    La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)

    Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

    Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro, Brasil o Nueva Orleans, Estados Unidos.

    ¿QUÉ ES EL MIERCOLES DE CENIZA?

     ¿QUÉ ES EL MIERCOLES DE CENIZA?
    Miércoles de Ceniza 22 de Febrero del 2012
    El inicio de la Cuaresma.


    La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

    La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

    Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

    - "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

    - "Conviérte y cree en el Evangelio".

    lunes, 20 de febrero de 2012

    RECUERDA DAR GRACIAS


    Recuerda dar Gracias

    Una alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro.  El santo llevó al alma a un recorrido por el cielo.  Ambos caminaron paso a paso por unos grandes talleres  llenos con ángeles.  San Pedro se detuvo frente a la primera sección y dijo: "Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas."  El ángel miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando  peticiones escritas en voluminosas hojas de papel de personas de todo el mundo.

    Ellos siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y San Pedro le dijo:  "Esta es la sección de empaque y entrega.  Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron."  El ángel vio cuan ocupada estaba.  Habían tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra.

    Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto, el ángel se detuvo en la última sección.  Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso haciendo muy poca cosa.  "Esta es la sección del agradecimiento" dijo San Pedro al alma.  "¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?" - preguntó el alma.  "Esto es lo peor"- contestó San Pedro.   "Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron,  muy pocas envían su agradecimiento."

    "¿Cómo uno agradece a  las bendiciones de Dios ?" "Simple" - contestó San Pedro,  "Solo tienes que decir, gracias Señor" 

    JACINTA MARTO - VIDENTE DE FÁTIMA - 20 DE FEBRERO


    Jacinta Marto
    La admirable vidente de Fátima

           

        Jacinta era una niña cuando Nuestra Señora apareció. Entra en la Historia a los siete años, precisamente en la edad en que habitualmente se acostumbra indicar como la del comienzo de la vida consciente y de la razón. ¿En qué medida una criatura de esa edad es capaz de practicar la virtud?  ¿Y de practicarla de modo heroico?

        La historia de la espiritualidad católica tiene ejemplos sorprendentes de santidad a poca edad: Santa María Goretti, martirizada a los 11 años con plena consciencia de lo que hacía; Santo Domingo Savio, que murió a los 15 años.

        Jacinta – y su hermano Francisco – después de un riguroso proceso en Roma, tuvieron reconocidas sus virtudes heroicas, pudendo ser venerados privadamente como santos. ¿Cuál es el secreto de la santidad de Jacinta?  EL tema VIENE ocupando actualmente la atención de los católicos y merece ser conocido por nuestros lectores.

    Jamás se verá, en aquel lugar, una cosa semejante: 70 mil personas, venidas de todas partes de Portugal, están reunidas, bajo la lluvia, en un lugar llamado Cova da Iria. ¿Qué ocurrió?

    Estamos en el día 13 de octubre de 1917. A duras penas, los tres pastorcitos intentan detener a la multitud rumbo a sus pequeñas casas en Aljustrel.  La menor de las criaturas - nuestra Jacinta -   es conducida a través de atajos por un soldado, que la protege de las manifestaciones de entusiasmo de personas que desean verla y dirigirle la palabra. Millares de preguntas, pedidos de oración e intercesiones. Conversiones,   lágrimas de alegría...

    Los pequeños – Lucia, Francisco y Jacinta - no prestan atención en la multitud reunida, la cual presenciara el milagro del sol al final de la última aparición. Sus mentes están tomadas por la sublimidad y por el esplendor del extraordinario suceso sobrenatural que hace poco acaban de contemplar.  La Señora del Cielo, la que había hablado seis veces, acababa de realizar el milagro prometido...

    Desapego en cuanto a las alabanzas de los hombres

    Jacinta Marto, con apenas siete años de edad, está dotada de una seriedad marcante. La frente fruncida indica profunda preocupación. Los ojos, que aún reflejan maravillosamente el brillo de lo que habían contemplado, están contraídos pero calmados, indicando un alma inclinada al recogimiento.

    ¿Qué decir de esta fisionomía?  Tal vez Jacinta se esté recordando de los penosos caminos recorridos anteriormente en medio del desprecio, los improperios y hasta de los golpes de aquellos que ahora están en medio de la multitud. No... la alegría del momento no la impresiona, ella conoce bien la inconstancia del espiritu humano. Su voluntad está puesta en Dios, en el cumplimento de Su voluntad, de tal modo que, después de las apariciones, llevó verdaderamente la vida de una grande santa. La Congregación para la Causa de los Santos constató: su voluntad era enteramente sometida a la de Dios. ¡Cómo sería útil, principalmente para nuestros días, conocer la vida de esta niña!

    El camino de la santidad

    En el espacio de tiempo que va desde los siete a los diez años, en que soportó heroicamente el fardo de la enfermedad que la llevaría a la muerte, Jacinta forjó el camino de la santidad. Ya en esa tan precoz edad conoció profundamente la realidad de la vida. Su existencia fue corta, aunque repleta de acontecimientos extraordinarios e incluso fascinantes. La descripción de ellos sobrepasaría los límites de este artículo. Tendremos que reducirnos a los trazos  resaltantes de su alma, a algunas escenas de su vida y mencionar algunos testimonios.

    El camino de la santidad, al que ya nos referimos,  esta pequeña lo recorrió de tal manera que sus padres y parientes llegaron a exclamar respecto a ella y a los otros dos videntes: "Es un misterio que no se logra comprender. Son niños como otros cualquiera. Sin embargo,  se percibe en ellos un algo extraordinario!" Sí... ¿que había de extraordinario en esas criaturas que las personas (¡hasta hoy!) no consiguen entender?

    ¿Quien fue Jacinta Marto? Última de una gran prole, nació el 11 de marzo de 1910. De naturaleza alegre, era una chica como las otras. Jugaba, cantaba, tenía sus defectos mayores o menores, su temperamento y, naturalmente, sus preferencias... hasta el 13 de mayo de 1917.

    Oración y sacrificios rescatan a los pecadores

    Después de ese día,  Jacinta emprendió un profundo cambio interior, una conversión de vida como Nuestra Señora había pedido. Las palabras de María Santísima impregnaron de modo indeleble su alma y pasaron a ser el contenido, el ideal de su vida. Más aún, colocó ese ideal en práctica.

    "Haced penitencia por los pecadores! Muchos van al infierno porque nadie reza y se sacrifica por ellos." - Tales palabras encontraron   profunda resonancia en Jacinta. ¡Y con que inquebrantable voluntad ella hacía penitencia! Aquí van mencionados algunos ejemplos de esta joven y ya gran santa. Ella no vacilaba en ayunar, frecuentemente, un día entero sin comer o beber nada, dando alegremente su pan a los chicos pobres. Otros días, comía solamente aquello que más detestaba. Traía como penitencia una gruesa cuerda en torno a la cintura. ¡Nada, ningún sacrificio le parecía demasiado grande, tratándose de la salvación de las almas!

    El pecado y el Cielo en su espiritualidad

    De hecho, puede decirse que la espiritualidad de Jacinta se funda en los pedidos formulados por Nuestra Señora. Esta contiene dos aspectos importantes:   1) claro concepto del pecado;  2) noción muy definida de la belleza sobrenatural del Cielo. Exactamente dos puntos en relación a los cuales nuestra época está inmensamente distante.

    No se habla mas de pecado. Esta palabra está siendo omitida en la catequesis y desvanecida del pensamiento de las personas. Juntamente con eso, ¡va siendo también eliminada necesariamente la idea del proprio Dios! Pues, ¿de que otra cosa se trata sino de la honra divina que es ofendida por el pecado?

    Estrechamente relacionado con ese pensamiento viene el segundo punto: la noción clara  de la belleza sobrenatural del Cielo. Cuanto mas intensamente un alma tiene esa noción de lo sobrenatural celeste, tanto mas fácil será su correspondencia a los llamados de la Madre de Dios. Jacinta es un ejemplo concreto arrebatador de tal correspondencia. El mensaje de su vida  nos convida a reconocer esos aspectos del mensaje de Nuestra Señora y hacerlos el eje orientador de nuestras vidas.

    Enormes penitencias salvarán muchas almas

    Profundamente impresionada por la visión del infierno y por el misterio de la eternidad, Jacinta no descartó ningún sacrificio mirando la conversión de los pecadores. En su enfermedad -- una tuberculosis que la llevó a la muerte -- ofrecía principalmente sus dolores: "Si, yo sufro, por eso ofrezco todo por los pecadores, para desagraviar el Inmaculado Corazón de María. Oh Jesús, ahora podéis salvar muchos pecadores porque este sacrificio es muy grande".

    Todos los que  conocían a Jacinta sentían cierto respeto por ella. Lucía, su prima,  escribe: "Jacinta  era también aquella a quien, me parece, la Santísima Virgen dio la mayor plenitud de gracias, conocimiento de Dios y de la virtud. Ella parecía reflejar en todo la presencia de Dios."

    Incluso en su dolorosa molestia se mostraba siempre paciente, sin reclamos, enteramente desprendida. Conducta que no correspondía a su carácter natural. ¿Que posibilitaba a esa niña la práctica de tal fortaleza y manifestar semejante comportamiento?

    La propia Jacinta da la respuesta a esa pregunta en su exclamación: "Gusto tanto de Nuestro Señor y de Nuestra Señora que nunca me canso de decir que los amo. Cuando digo eso muchas veces, ¡me parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema!" El amor ardiente a Jesús y María! Este fue el amor  que transformó a Jacinta y que hizo de ella una copia fiel de las virtudes de la Virgen Santísima.

    Último sacrificio: en la muerte, aislamiento

    Tan heroica fue la muerte cuanto la vida de Jacinta, en un hospital de Lisboa, completamente abandonada. Este fue objeto de una de las últimas predicciones recibidas por Jacinta, directamente de Nuestra Señora. ¡Con que coraje conservó la niña este pensamiento! Dejémosla narrar esta profecía, confiada por ella a Lucía:

    "Nuestra Señora me dice que voy a Lisboa, para otro hospital; que no te vuelvo a ver, ni a mis padres; que después de sufrir mucho, muero solita; pero que no tenga miedo, que allá Ella me va a buscar para llevarme al Cielo."

    Nuestra Señora anunció también el día y la hora en que debería morir. Cuatro días antes, la Santísima Virgen le retiró todos los dolores. Como nadie estuvo presente en ese grandioso momento, podemos apenas imaginar la escena. ¿Como habrá sido la recepción de este pequeño lirio en el Cielo? Delante de Nuestra Señora, aquel rostro virginal no estará mas contraído por el sufrimiento, sino resplandeciente en presencia de Aquel que fue el Fundamento de su vida: "Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la hoguera que tengo aquí dentro del pecho y así hacerla gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María!"

    De qué manera el conocimiento de la vida de Jacinta actúa sobre las almas, puede deducirse de las palabras del postulador de las Causas de Beatificación de ella y de su hermano Francisco: "Nunca en la Historia de la Iglesia dos pequeños fueron tan conocidos y estimados cuanto Francisco y Jacinta. Ellos han traído innumerables almas para el camino de la perfección".

    "Su entrega a la voluntad de Dios fue total"
    Decreto de la Santa Sede declara las virtudes de Jacinta

    El 13 de mayo de 1989, un decreto da Congregación para la Causa de los Santos, firmado por el Cardenal Ángelo Felici, declaró la heroicidad de las virtudes de la Sierva de Dios Jacinta Martos.

    El documento, recordando las palabras de Nuestro Señor  "Si no os hiciereis como uno de estos pequeñitos no entrareis en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3), afirma que Jacinta "correspondiendo sin reservas a la gracia divina realizó rápidamente una gran perfección en la imitación de Cristo y voluntariamente consumió su breve existencia por la gloria de Dios, cooperando en la salvación de las almas mediante fervorosa oración y asidua penitencia".

    Después de resumir su vida, el decreto declara que "su entrega a la voluntad de Dios fue total", el esfuerzo "para corresponder al amor y a las gracias de Dios fue constante", dando pruebas de "poseer en alto grado las virtudes teologales y las virtudes de la prudencia, justicia, templanza, humildad, sinceridad y modestia".

    En la misma fecha, la Santa Sede declaró las virtudes del Siervo de Dios Francisco Marto, hermano de Jacinta.

    "Privadamente, Jacinta puede ser venerada como santa!"
    Entrevista con el Postulador de la Causa de Beatificación de Jacinta y Francisco

    El Padre Luis Kondor, SVD, es el Postulador de las Causas de Beatificación de Jacinta y Francisco. Nació en Hungría, donde, como sacerdote, sufrió la persecución comunista. En 1949, salió de su patria. Veinte años después, cuando deseó regresar, no le fue permitida la entrada. Actualmente vive en Fátima, en la sede de la Postulación de los Pastorcitos, donde concedió a Nuestro enviado especial, Felipe Barandiarán, la interesante entrevista que publicamos a continuación.

    Catolicismo – ¿Cuando V.R.  recibió el encargo de ser el Postulador de la Causa de Beatificación de los Pastorcitos?

    Padre Kondor -  Fui nombrado e hice juramento el día 19 de marzo de 1961. Por lo tanto, hace 36 años. En 1963 comencé a editar un boletín, en siete lenguas, que ahora tiene un tiraje de 80 mil  ejemplares y que es enviado a todos los Obispos del mundo.

    Inicialmente quiero aclarar que las Causas de Beatificación [de los dos pastorcitos] no tenían ninguna esperanza de ser bien acogidos y aprobados. En 1937, los procesos de niños y jóvenes de hasta 17 años fueron suspendidos por el Papa, una vez que las Comisiones de la Congregación para la Causa de los Santos, en Roma, manifestaron la opinión de que niños y jóvenes con hasta aquella edad no eran capaces de practicar heroicamente las virtudes, que es el primer paso para la beatificación, tratándose de niños y jóvenes no mártires.

    En 1979, cuando los procesos de Jacinta y Francisco llegaron a Roma, la Congregación para la Causa de los Santos resolvió reestudiar la cláusula papal que impedía procesos referentes a menores de 17 años. Después de oír a teólogos, psicólogos, médicos, educadores y peritos de todo género, los Cardenales miembros de la Congregación se pronunciaron por la admisión de los procesos de Jacinta y Francisco, considerando que, aunque los niños no sean habitualmente llamados a un grado heroico de santidad, pueden existir, en la acción de la gracia, excepciones a esa regla. Y así, los procesos fueron acogidos. Y desde entonces otros procesos de niños están en curso.

    Catolicismo – ¿Y cuando comenzó propiamente el proceso?

    Padre Kondor – En 1951. Pero era considerado con mucha incertidumbre, pues existía la referida prohibición. Lo que se siguió después fue muy rápido. En 1980, fui nombrado Postulador en Roma. Nueve años después, el 13 de mayo de 1989, el Papa declaró las virtudes heroicas. Por tanto, los pastorcitos pasaron la prueba   con "summa cum laude". Todos los peritos - siete peritos para cada uno de los procesos - después de examinar durante siete años tales procesos, votaron finalmente a favor, de modo unánime, quedando cerrado el caso. Esto permite venerar particularmente a los pastorcitos como santos. Para la veneración pública la Iglesia exige la beatificación. Y para la beatificación es necesario otro proceso, es necesario probar un milagro, científicamente, y que este milagro haya sido producido por la acción de los pastorcitos.

    Ya tuvimos una cura en Málaga, en España. pero, al final, una serie de médicos consideraron que la cura -- que parecía milagrosa -- podría llegar a tener causas naturales. El caso fue entonces archivado. Ni siquiera fue presentado a la Congregación.

    Ahora estamos examinando otro proceso, de la cura de una señora que estaba hacía 22 años paralítica, que comenzó de improviso caminar. Esto ocurrió en Leiria, Portugal. El proceso terminó y ya se encuentra en la referida Congregación. Esta señora nació en 1930, y durante 22 años estuvo en cama, sin moverse. De la cintura para abajo no sentía nada. Después de hacer una novena, preguntó a Jacinta, desde su cama, si seria curada. Y oyó una voz que le decía: "Siéntate, porque puedes". Comenzó entonces a sentir que la sangre empezaba a circular por las venas de las piernas. Se sintió curada y se sentó en la cama. Un auténtico alborozo se formó a altas horas de la noche en su casa: "Amelia se sentó!"

    Los peritos médicos del proceso consideraron que el hecho no presenta explicación natural.

    Catolicismo – ¿Que significa Fátima en su opinión?

    Padre Kondor – En mi opinión, Fátima es la mayor revelación desde la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Una intervención sobrenatural tan grande nunca existió en la Historia. En cualquier país del mundo la palabra Fátima es conocida.

    Nunca en la Historia de la Iglesia dos pequeños fueron tan conocidos y estimados como Francisco y Jacinta. Ellos han traído innumerables almas para el camino de la perfección. La espiritualidad de Jacinta quedó marcada con su empeño por la conversión de los pecadores y para evitar que ellos vayan al infierno. Francisco, por su parte, caracterizó su misión con la frase "Dios está triste, debemos consolarlo".

    Analogía entre las acciones ejercidas por Nuestra Señora  sobre los pastorcitos de Fátima y la humanidad

    "La verdadera directora espiritual de Jacinta, Francisco y Lucia fue, esencialmente, Nuestra Señora. La bondadosa Señora de Cova da Iria tomó a su cargo la realización de esa obra-prima y, como no podría dejar de ser, la llevó a cabo con pleno éxito. De sus manos prodigiosas salieron tres ángeles revestidos de carne, pero que, al mismo tiempo, eran tres auténticos héroes. La materia prima era de una plasticidad admirable y de la Artista ¿que más de puede decir? En su escuela los tres montañeses dieron en poco tiempo pasos de gigantes en el camino de la perfección. En ella se verificó al pie de la letra las palabras de un gran devoto de María, San Luis María Grignion de Monfort. En la escuela de la Virgen, el alma progresa mas en una semana que en un año fuera de Ella. La pedagogía de la Madre de Dios no sufre enfrentamientos. En dos años la Virgen Santísima consiguió levantar a los dos hermanitos - Francisco y Jacinta - hasta las cumbres mas elevadas de la santidad cristiana. El retrato que la mano segura de Lucía nos traza de Jacinta es revelador. Jacinta tenía un porte siempre serio, modesto y amable, que parecía traducir la presencia de Dios en todos sus actos, propio de las personas ya avanzadas en edad y de grande virtud. No le vi nunca aquella excesiva liviandad o el entusiasmo proprio de las niñas por adornos y juguetes.

     "No puedo decir que las otras niñas corriesen hacia ella, como lo hacían hacia mí, eso tal vez porque la seriedad de su porte era demasiado superior a su edad. Si en su presencia alguna chica o incluso personas adultas decían alguna cosa o hacían cualquier acción poco conveniente, las reprendía diciendo: ‘No hagan eso que ofenden a Dios, Nuestro Señor, y El ya está muy ofendido’". 

    (Del libro del Padre Demarchi,  "Era una Señora más brillante que el sol...", Seminario de las Misiones de Nuestra Señora de Fátima, Cova da Iria, 3a. Edición).

    MADUREZ

    Madurez
    Autor: Ann Landers



    Madurez es la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia o destrucción.

    Madurez es paciencia. Es la voluntad de posponer el abrazo inmediato en favor de un beneficio de largo plazo.

    Madurez es perseverancia, es la habilidad de sacar adelante un proyecto o una situación a pesar de fuerte oposición y retrocesos decepcionantes.

    Madurez es la capacidad de encarar disgustos y frustraciones, incomodidades y derrotas, sin queja ni abatimiento.

    Madurez es humildad. Es ser suficientemente grande para decir "me equivoque". Y cuando se esta en lo correcto la persona madura no necesita experimentar la satisfacción de decir "Te lo dije".

    Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla. Los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades para al fin no hacer nada.

    Madurez significa confiabilidad, mantener la propia palabra, superar la crisis. Los inmaduros son maestros de la excusa. Son los confusos y desorganizados. Sus vidas son una confusión de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad.

    Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se puede cambiar.

    CONFLICTOS Y RIVALIDADES EN LA IGLESIA

    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
    Conflictos y rivalidades en la Iglesia
    Cristo dejó bien claro cuál es el antídoto ante este peligro: el que quiere ser grande ha de convertirse en servidor de los otros.
     
    Conflictos y rivalidades en la Iglesia


    Tensiones, conflictos, envidias, zancadillas, se dan con frecuencia en casi todos los ámbitos de la vida humana: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el grupo de amigos, en el partido político, en el cuartel, en los hospitales.

    Por desgracia, también se dan en la Iglesia. En el mismo Evangelio podemos leer cómo Cristo tuvo que intervenir varias veces cuando se producían fricciones o envidias entre los primeros discípulos. Una vez, porque discutieron sobre quién era el mayor (cf. Lc 9,46-48). Otra vez, porque diez de ellos se irritaron contra la pretensión de Santiago y Juan de ocupar los primeros lugares en el Reino (cf. Mt 20,24-28). Incluso en la Última Cena volvió a encenderse entre los apóstoles el debate sobre quién sería el primero (cf. Lc 22,24-27), como si todavía no hubieran aprendido el modo de actuar de su Maestro.

    Tras la muerte de Cristo no faltaron momentos de tensión y de conflicto. A veces por motivos que parecían justos, como cuando hubo quejas entre los creyentes helenistas contra los hebreos, porque veían que sus viudas no eran tratadas de modo correcto (cf. Hch 6,1). Entre Pablo y Bernabé estalló un fuerte debate que les llevó a separarse, porque no estaban de acuerdo sobre si llevar o no a Juan Marcos a una nueva misión (cf. Hch 15,36-40). San Pablo se lamentaba de las divisiones que se produjeron en algunas comunidades, en las que unos decían “yo soy de Pablo” mientras otros repetían “yo soy de Apolo” (cf. 1Co 3,3-6).

    La historia podría mostrarnos miles de ejemplos y situaciones parecidas, o incluso más graves, algunas de las cuales desembocaron, dramáticamente, en actos de violencia entre los que eran de un grupo contra los del otro grupo.

    Puesto que siguen en pie las consecuencias del pecado original, y dado que las pasiones desordenadas nos llevan al individualismo, a la envidia, a la soberbia, al rencor, también hoy existen y se producen conflictos entre católicos que dañan enormemente la vida de la Iglesia.

    En la parroquia o en un oratorio, dentro de una orden monástica o entre los sacerdotes de una diócesis, entre los miembros de un grupo de laicos comprometidos, entre los nacidos en un lugar y los nacidos en otro, en ocasiones, ojalá fueran pocas, se producen esos momentos de fricción que desgastan, que encienden los ánimos, que dividen, que llevan a sucumbir a pecados con la mente, con la lengua, con las acciones.

    Cristo dejó bien claro cuál es el antídoto ante este peligro en los textos que citamos antes: el que quiere ser grande ha de convertirse en servidor de los otros. O, como decía san Pablo, basta con recordar que somos edificación de Dios, construidos sobre la única piedra angular que permite que todo encaje perfectamente: Cristo (cf. Ef 2,19-22).

    Existirán, ciertamente, momentos de tensión, pequeños conflictos, malentendidos, errores humanos, incluso acciones claramente culpables. Ello no quita que podamos perdonar, que podamos tolerar con paciencia un defecto, que busquemos maneras concretas para restablecer la unidad y reparar los daños que se hayan podido producir.

    Lo importante es tener siempre ante nuestros ojos lo que es esencial, y saber soportarnos los unos a los otros con espíritu auténtico de caridad fraterna.

    En ese sentido, ayuda mucho recordar estas palabras de san Pablo: “Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4,1-6).

    Ello no quita que exista una legítima pluralidad, un dinamismo que permite a cada bautizado ofrecer sus propios dones a sus hermanos. Pero esa legítima pluralidad no debe convertirse en fuente de conflictos o divisiones, sino que vale en tanto en cuanto preserva y promueve la unidad y el amor entre los hermanos.

    Dios está presente allí donde reina el amor fraterno (cf. 1Jn 4,7-21). Ese amor crea unidad y paz entre las comunidades, y permite vivir en la Tierra con esa dicha profunda y esa armonía íntima que esperamos alcanzar, para siempre, en el cielo.


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  • P. Fernando Pascual LC
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