lunes, 9 de julio de 2018

AHORA MISMO, YA


Ahora mismo, ya



Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente decidida logra realizar. Tú deberías formar parte de ese equipo. No olvides que tus sueños carecen de valor y que tus planes son como el polvo, si no pones de tu parte decisión y acción. Sólo la acción es la chispa que enciende tus sueños y planes hasta convertirlos en una realidad. (Mandino).

Uno de los defectos más comunes de la naturaleza humana es diferir lo que deberíamos y podríamos hacer ahora. Más claramente es “patear la pelota para adelante”, como suele decirse. Cuántas hermosas iniciativas han muerto por esta concesión a la pereza que nos lleva a dejar para después lo que podemos hacer enseguida. Hay quienes se han hecho especialistas en buscar excusas para evadir lo que urge llevar a cabo hoy. Aprovecha, pues, bien el tiempo, “escucha hoy la voz del Señor” (Salmo 95), y repite en tus adentros una y otra vez la frase que te impulsará a la acción: “procederé ahora mismo, ya, ya, ya”. Así harás fecunda tu vida. Para esto Dios te regala un nuevo día.

“Procederé ahora mismo”. Con estas palabras puedes preparar tu mente para realizar todo acto necesario para lograr tus metas; con ellas harás frente a los desafíos que los fracasados eluden. El impulso inicial tómalo al principio de la jornada, orando así: “Con tu ayuda, Señor, hoy quiero ser decidido y entusiasta”.



* Enviado por el P. Natalio

LA LLAVE PARA EL CIELO


La llave para el Cielo 




1) Para saber
En las computadoras, cuando eliminamos una foto o un escrito, se envía a lo que suele llamarse «papelera de reciclaje». Sin embargo, si quisiéramos recuperarlo bastaría sacarlo de ahí. Se podría pensar que al ser perdonados por Dios el pecado continúa por ahí guardado. Pero no es así. El corazón de Dios no tiene «papelera de reciclaje»”. Dios no guarda en un “archivo” los pecados perdonados: su misericordia es tan grande que los perdona y desaparecen.

Por ello, al tratar sobre el camino para llegar a la santidad, a la felicidad, el Papa Francisco después de considerar las bienaventuranzas, resalta la misericordia. Y para vivirla en concreto, nos recuerda el “protocolo” dicho por Jesús: Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, alojar al forastero, vestir al desnudo, visitar el enfermo y encarcelado (Cfr. Mt 25,35-36). 

Así, la santidad no consiste en tener experiencias raras o extraordinarias. Dios puede concederlas, pero para todos, la santidad consiste primordialmente en amar a Dios y al prójimo.


2) Para pensar
Se dice que un guerrero que había tenido una vida bastante turbia, pero ya estaba muy arrepentido. Y aunque había pedido perdón a sus prójimos y Dios en la confesión, aún le pesaba el mal hecho. 

Visitó a un monje sabio en el desierto. El monje ermitaño le preguntó: “Dime, si tu túnica se rasga, ¿la tirarías?” El hombre le respondió: “No, la cosería y volvería a ponérmela”. El monje sólo dijo: “Por tanto, si tú cuidas tu vestido de paño, ¿crees que Dios no tenga misericordia de ti que eres su imagen y su hijo?”

Al obrar misericordiosamente, nos asemejamos a Dios mismo. Por ello se dice que la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia y lleva a buscar un cambio social que resuelva las injusticias. La misericordia es la llave del cielo. Pensemos si ya tenemos esa llave para entrar.


3) Para vivir
Cuando hay una obsesión por pasarla bien, se termina por vivir concentrado en uno mismo y así es difícil ocuparse en dar una mano a los necesitados. También si se pierde tiempo en el consumo de información superficial o en distracciones desordenadas, aleja del sufrimiento de los hermanos, de los inmigrantes o de las injusticias. Y sucede que mientras unos festejan y gastan imprudentemente, al mismo tiempo otros miran desde afuera con hambre.

El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.

En los actos de misericordia, hemos de reconocer a Jesús en los pobres y sufrientes, pues Él se ha identificado con ellos: “lo que hicisteis con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Si nos separamos del Señor, ya no sería cristianismo sino un tipo de ONG.

Santa Teresa de Calcuta afirmaba que aunque tenía muchas debilidades y miserias, Dios quería mostrar su inmenso amor a través de ella y de todos los que se lo permitamos, pero que si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás.

El Papa Francisco nos recomienda en su Exhortación a releer las bienaventuranzas y hacerlas carne: “Nos harán bien, nos harán genuinamente felices”.




© Pbro. José Martínez Colín

5 TIPS DE CÓMO SANTIFICAR TU TRABAJO DE CADA DÍA


5 Tips de cómo santificar tu trabajo de cada día
Los frutos del trabajo dependerán de la visión con que nosotros tomemos el don de trabajar


Por: Alonso Ramirez | Fuente: Catoliscopio.com 




El trabajo es el acto que siempre ha acompañado la existencia del ser humano, para muchos es una maldición que cayó sobre el hombro de Adán. Para otros, trabajar es tal y como dice Gibran “Trabajáis para poder seguir el ritmo de la Tierra y del alma de la Tierra” por ello los frutos del trabajo dependerán de la visión con que nosotros tomemos el don de trabajar. Así que te presentamos 5 Tips de cómo santificar tu trabajo que el mismo Gibran cita en su afamado libro.


1 Ofrendarlo a Dios
El trabajo es el fruto de tu esfuerzo, haz todo con el deseo de que tu fruto sea una ofrenda agradable a los ojos de Dios, despierta con esa convicción y esa oración en tus labios y será la convicción que dominará tu día. Como dice san Agustín: Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti

2 Valorarlo
Cierto momento he escuchado a personas ir por su salario y expresarse de ello como ir a recoger “esa cochinada” ¿Así valoras todo tu esfuerzo? Como algo tan simple o sin valor. Si tú mismo no lo valoras ¿Cómo esperas que otros valoren tu trabajo? Así que antes de recoger esa “cochinada” ve y recoge la bendición de tus frutos laborales.

3 Trabajar con amor
Ya decía el proverbio, quien trabaja en lo que ama no trabaja nunca, y si no cuentas con la suerte de trabajar en lo que amas, pues ama en lo que trabajas, porque es el barco en el que pasas tu vida y puedes amarlo haciendo cada labor como si fuera para alguien a quien amas

Y cuando trabajáis con amor, os integráis a vosotros mismos, y el uno al otro, y a Dios.



¿Y qué es trabajar con amor?

Es tejer la tela con los hilos sacados de vuestro corazón, como si vuestro bienamado debiera vestirla.

Es construir una casa con afecto, como si vuestro bienamado debiera habitar en ella.

Es sembrar granos con ternura y recoger la cosecha con alegría, como si vuestro bienamado debiera comer sus frutos. 
Gibran

4 Trabajar con orgullo
No es una maldición que cargamos el tener que trabajar, esto independientemente de cual sea tu labor. Algunos creen que es más honrosa una profesión a otra, pero todas realizadas con orgullo y amor dignifican a todo hombre. Leamos a Gibran

A menudo os he oído decir, como si hablarais en sueños:
“Quien trabaja el mármol y haya la forma de su alma en la piedra, es más noble que aquél que labra la tierra. Y quien alcanza el arco iris y lo extiende sobre la tela a semejanza del hombre, es más que aquél que hace sandalias para nuestros pies”

Pero yo digo, no en sueños sino en pleno despertar del mediodía, que el viento no habla con más dulzura a la gigantesca encina que a la más ínfima de las hierbas del bosque.


5 Vive para trabajar y no trabajes para vivir
Que el trabajar sea para dignificarte y no para esclavizarte, que ames trabajar pero no que sea lo único que ames hacer. Ya decía Facundo, el conquistador por cuidar su conquista termina esclavo de lo que conquistó. Así que adelante hazlo con el orgullo con que Beata Madre Teresa de Calcuta bañaba a sus pobres, con la alegría con que san Francisco salía a Predicar, con el deseo de hacerlo bien con que san Martín de Porres barría el monasterio, pero sobre todo con el amor con que Jesús cumplió su misión aun siendo una dura misión.

CUÁNTO DURA LA PRESENCIA DE CRISTO EN LA EUCARISTÍA


¿Cuánto dura la presencia de Cristo en la Eucaristía?
Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros?


Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org 




Sabemos que en el altar, al momento de la consagración, la hostia y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Pero ¿cuánto tiempo permanece su presencia en ellos? Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros? Vamos a responder estas preguntas.


En cada pedazo de la hostia consagrada y en cada gota del vino consagrado está Cristo completo, es decir, todo su Cuerpo, su Sangre, alma y divinidad. Por lo tanto, cada que comulgamos, recibimos al mismo Cristo vivo y resucitado. Así lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica al decir: “En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (1374).

De tal manera que al fraccionar la Hostia consagrada no es que se divida a Cristo, ya que hasta en la más pequeña partícula de la Hostia está Cristo con todo su Cuerpo y su Sangre. Lo mismo al recibir el vino en el cáliz, no es solamente la Sangre de Cristo, sino que es el Señor en toda su persona divina. “Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo” (CCE 1377).

Ahora bien, la presencia real de Cristo en la Eucaristía permanece desde la consagración del pan y del vino, hasta que duren las especies que sirvieron para su ofrecimiento. Es decir, que cuando las especies del pan y del vino se alteran por el tiempo o se disuelven a través del estómago, la presencia física de Jesús deja de estar.


Se pudiera decir que son aproximadamente entre 10 y 15 minutos los que dura la presencia física de Jesús dentro de nosotros. El que ya no esté en su presencia real y verdadera, no quiere decir que Cristo nos abandone. Sigue presente en nuestra alma, habita en nosotros, en unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de manera real.





Al reconocer que es Cristo en cuerpo y alma a quien recibimos, es necesario que preparemos también nuestro cuerpo ya que no es un alimento ordinario. Por lo tanto, por respeto a su presencia dentro de nosotros, el Código de Derecho Canónico nos dice cómo debemos prepararnos: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas” (919). Asimismo, no debemos comer ningún alimento de manera inmediata luego de haber comulgado, hasta que haya pasado el tiempo prudente para que se disuelva totalmente la Hostia dentro de nuestro organismo.

Qué triste es ver a tantos que después de recibir a nuestro Señor permanecen como si hubiesen recibido un simple trozo de pan. Hagamos el compromiso de vivir con piedad y cuidado ese momento de la comunión. Deleitemonos en comerlo, platiquemos con Él desde el corazón.

Al comulgar al Señor nos convertimos en sagrarios vivientes, dentro de nosotros está el mismo cielo; por lo tanto, debemos aprovechar ese momento tan especial para adorar y conversar con aquel que nos ama y que ha decidido vivir en ti y en mí. La presencia de Cristo Eucaristía permanece para siempre, para toda la eternidad. ¡Cuida tu gracia y no te prives de este alimento que da la vida eterna!

UNA MUCHACHA EN LA FLOR DE LA EDAD


Una muchacha en la flor de la edad
El Señor de la Vida y de la Muerte


Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: dominicos.org 




El suceso fue muy llamativo. Ocurrió en Cafarnaún, una ciudad grande, y con la hija de un personaje muy conocido, llamado Jairo y que era jefe de una de las sinagogas de la ciudad. Jesús acababa de regresar de la otra orilla del lago y la fama de la curación del endemoniado de Gerasa había corrido más que él. En Cafarnaún le esperaban impacientes, pero más que nadie Jairo, cuya hija de doce años estaba agonizante. Doce años eran la flor de la edad para una muchacha de aquel tiempo. Era entonces cuando se prometían, y muy poco después se casaban. Tal vez los padres tenían ya buscado partido a la pequeña. Y ahora llegaba a desposarla la muerte.

En cuanto la barca de Jesús atracó, el padre angustiado corrió a él. Y esta vez él no se resistió y se puso en camino. Fue entonces cuando ocurrió la escena de la hemorroísa. Para Jairo esta detención fue, al mismo tiempo, una angustia —¡la muchacha podía morirse de un momento a otro!— y una gran esperanza: si Jesús curaba a aquella mujer con sólo tocar la orla de su manto, mucho más podría detener la enfermedad de su hija.

Pero, apenas su corazón se había embarcado en esta esperanza, llegó la amarga noticia: «No molestes más al Maestro: tu hija ha muerto». Jesús oyó la noticia y miró a Jairo. ¿Cómo hablar? ¿Qué decir? Había pasado tan rápido del entusiasmo a la más cruel amargura, que ni las lágrimas llegaban a sus ojos. Fue Jesús quien habló: «No temas. Cree solamente y será salva».

Jairo no entendía nada. Sabía que la enfermedad podía curarse. Pero estimaba imposible que alguien pudiera regresar desde el otro lado de la muerte. ¿O quizá...? Recordó las lecturas de Elías y Elíseo, que más de una vez habían glosado en su sinagoga. Y se agarró a aquel clavo ardiendo.

Cuando llegaron a la casa, oyeron esa algarabía oriental que tanto contrasta con el silencio con que nosotros rodeamos hoy a los muertos. Las plañideras mercenarias —que estaban como cuervos esperando la muerte de la muchacha para ganar unos denarios— habían acudido y mesaban sus cabellos entre gritos, como si tuvieran el corazón realmente desgarrado. Entonaban letanías de elogios a la pequeña. Todos los textos bíblicos parecían haberse escrito para ella. Los tañedores de flauta hacían oír sus aires estridentes y lúgubres.

Apenas se hizo un momento de silencio al ver aparecer en la puerta al apenado padre. Jesús aprovechó este silencio para hablar. «¡Retiraos!», dijo a plañideras y flautistas, que vieron, por un momento, en peligro sus esperadas ganancias. «La niña, añadió, no está muerta, sino dormida». Ahora saltaron las carcajadas de burla. Aquella frase les pareció a todos una broma de mal gusto. El famoso taumaturgo debería tomarse, al menos, la molestia de ver a la muchacha antes de hablar. Lo sabrían ellos, que la habían amortajado con su blanco vestido de novia.

Pero Jesús no se inmutó ante las risas. Con sereno ademán de autoridad, hizo salir a todos de la casa y se quedó solo con los padres de la pequeña y con tres de los suyos. Se acercó entonces al lecho donde la niña «dormía». La tomó de la mano. Jairo pensó que tal vez se tendería, como Elíseo, sobre ella. Pero Jesús nada de eso hizo. No prorrumpió en largas oraciones y conjuros. Simplemente se dirigió a la muchacha en arameo, la lengua familiar de todos ellos, y le dijo: «¡Talitha qumi». Los evangelistas nos han conservado el sonido original de las palabras. Era una llamada en lenguaje cariñoso: Chiquilla, levántate (muñeca, levántate, traducen algunas versiones).

Todo fue así de sencillo. No hubo aspavientos ni gestos dramáticos. Fue como despertar a una persona dormida. La niña se incorporó, y se puso a andar. También esta vez los padres vacilaron un momento. Pero, luego, los abrazos parecían no concluir. Jesús debió de sonreír al ver la escena. Y, entre sonrisas, interrumpió los abrazos. ¡La muchacha estaba tan débil y pálida! «¡Dadle de comer!», dijo. Sólo ahora se dio cuenta de ello la madre. ¿Quién pensaba en eso cuando acababa de recobrarla de la muerte? Pero corrió a preparar algo. Y la muchacha miraba a todos, asombrada, mientras volvía a hacer esa cosa desacostumbrada que era el comer.

«¡Guardad silencio sobre esto!», pidió a los padres. Sabía que no le harían caso. Pero quería que, al menos, le dejaran salir tranquilo de la casa. Pero la multitud que, mientras tanto, se había acumulado a la puerta, entendió, sólo con ver su rostro al salir, que algo enorme había ocurrido allí dentro.

Aquella noche en Cafarnaún la gente tardó mucho tiempo en dormirse. No entendían. Desde hacía meses estaban ocurriendo en su alrededor tales cosas que empezaban a no saber qué era la vida y qué la muerte. Sabían, sí, que aquel extraño predicador era más que lo que parecía. Recordaban a Elías y Elíseo y comparaban. Éste hacía los prodigios con una naturalidad sorprendente. Y no explicaba nada. Les plantaba ante los hechos y se iba. Empezaban a sospechar que por sus calles caminaba alguien que era el Señor de la vida y de la muerte. Y esto les parecía tan hermoso que no se atrevían a creerlo.

Por José Luis Martín Descalzo

ARGENTINOS CLAMAN POR LA VIDA Y RENUEVAN CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DEL PILAR


Argentinos claman por la vida y renuevan consagración a la Virgen de Luján 
Redacción ACI Prensa




Una multitud de fieles participó este domingo 8 de julio en una Misa en la que renovaron la consagración de Argentina a su patrona, la Virgen de Luján, y en la que clamaron por el respeto a toda vida humana ante la amenaza de la legalización del aborto en el país.

El pasado 14 de junio la Cámara de Diputados de Argentina aprobó el proyecto de ley del aborto por 129 votos contra 125. El texto ahora debe ser debatido por el Senado.


La iniciativa permite el aborto libre hasta la semana 14 de gestación; y hasta los nueve meses de embarazo bajo las causales de violación, riesgo de vida y salud de la madre e inviabilidad fetal. Asimismo, no contempla la objeción de conciencia.

En la Misa que este domingo presidió Mons. Oscar Ojea, Obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal de Argentina (CEA), participaron miles de jóvenes y familias, que comenzaron a llegar al Santuario Mariano de Luján desde el sábado por la noche.


Una “ola celeste” se formó alrededor de la basílica, donde muchos jóvenes portaron los pañuelos de ese color con la frase “Salvemos las dos vidas”, el lema con el que muchos argentinos defienden el derecho a vivir de los niños por hacer y sus madres.

“Convocados por nuestra Madre hemos venido desde muchos rincones del país para ponernos bajo su mirada en este momento tan delicado para nuestra Patria. Estamos perplejos y doloridos ante la posibilidad de que se sancione la ley de despenalización del aborto”, dijo Mons. Ojea en su homilía.

“Sería la primera vez que se dictaría en la Argentina y en tiempos de democracia, una ley que legitime la eliminación de un ser humano por otro ser humano”, lamentó.

El Obispo explicó luego que “la Virgen conoce este desamparo y esta tristeza, los conoce por experiencia propia al pie de la cruz”.

“Allí, Jesús la hizo Madre de todos los hombres y ante esta querida imagen de Luján que ha sabido recibir las penas y las alegrías de todo el pueblo argentino a lo largo de su historia, queremos encontrar en su tierna mirada el calor de hogar, la serenidad del corazón, la luz de la sabiduría y las fortalezas necesarias para aportar lo mejor de nosotros en este momento”, agregó.

Tras destacar que la vida “es puro don de Dios, y por eso es sagrada”, el prelado precisó que “no somos sus dueños. Somos administradores de este gran bien. Ella es el bien primero y fundamental, un bien que está más allá de nosotros. Un bien que no ‘fabricamos’ aunque tengamos la maravillosa posibilidad de transmitirlo cooperando con el Creador”.

También agradeció a “tantas madres que han sabido superar circunstancias muy complejas optando por cuidar y defender al niño que llevan consigo”.

“Los varones no podemos sentir en nuestro cuerpo la presencia de otro ser humano que crece. No podemos experimentarlo en nosotros. Son las mujeres las que nos transmiten este coraje y esta entrega por el compromiso corporal que tienen con la vida y por su cercanía con ella”.

El presidente de la CEA también alentó a que le pidan a la “Virgencita aprender a ser servidores de la vida, es decir a crear circunstancias aptas para su venida y su desarrollo. Aquellos que decimos que defendemos la vida desde  la concepción hasta su término natural pasando por todas las etapas de su crecimiento, no podemos quedarnos en enunciados y en palabras”.

“Es necesario encontrar soluciones nuevas y creativas para que ninguna mujer busque recurrir a  un desenlace que no es solución para nadie”, resaltó.

“En este Santuario se han depositado los secretos del corazón de tantas personas, especialmente de tantas madres que han encontrado descanso en la mirada misericordiosa de María. Volvamos a detenernos ante esa mirada y pidámosle que nos de su bendición”.

Para concluir, Mons. Ojea exhortó a pedirle a la Virgen que “a través nuestro mire a todos los hogares del país, especialmente a nuestros jóvenes, a nuestros niños y niñas que crecen en el vientre de sus madres y que son nuestra mayor riqueza, nuestro mayor tesoro”.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 9 JULIO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
9 julio


Jesús es el indefinible, porque abarca y comprende todas las realidades humanas y divinas.

Así prefirió no responder con palabras, sino con hechos y después de curar enfermos, dar vida a los ciegos echar los espíritus malignos de los poseídos, les dice a los enviados de Juan: Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído.

Jesús se define por su obrar, su respuesta son las obras.

El testimonio de las obras será una característica del auténtico discípulo de Jesús; cuando a él le pregunten quién es, deberá responder como su Maestro: "Miren lo que hago, cómo vivo, de qué manera obro y así podrán deducir si mi misión es la de Jesús o no."


P. Alfonso Milagro

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 8 JULIO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
8 julio



Dice el Señor Jesús en su Evangelio que el que no se niega a sí mismo no puede ser mi discípulo; y negarse a sí mismo es destruir en sí mismo el propio egoísmo; y esto es posibilitar la construcción de Dios en sí mismo.

Por eso el darse es algo tan sublime y tan meritorio. Por eso es tan difícil. Difícil, he dicho, pero no imposible.

Ahora bien, pretender solamente lo posible y lo fácil es condenarse a la mediocridad; en cambio, el que ama, el que ama de veras, no reconoce ni límites, ni fronteras, ni dificultades, ni imposibles. Algo exagerada, pero muy sabia aquella afirmación: "hacer lo que es posible, lo hacen hasta los tontos; esforzarse por hacer hasta lo imposible, es propio sólo de los que aman".

Tenemos en Cristo nuestro mejor modelo: él se dio a sí mismo por nosotros y se dio sin límites ni retaceos y, porque se dio así, consiguió nuestra redención y la gloria del Padre.


P. Alfonso Milagro
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