Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net El amor hacia los enemigos | |||
Lucas 6, 27-38. Tiempo Ordinario. Te pedimos nos concedas un corazón misericordioso que se compadezca de las necesidades de nuestros hermanos. | |||
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jueves, 11 de septiembre de 2014
EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2014
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Oración a Nuestra Señora del Santísimo Sacramento
Virgen María, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, gloria del pueblo cristiano, gozo de la Iglesia universal, ruega por nosotros y concede a todos los fieles verdadera devoción a la Sagrada Eucaristía, siendo dignos de recibirla cada día.
Oración
Oh Sagrado Banquete, en el cual recibimos a Cristo, se renueva la Memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y nos es dada en prenda la vida futura!
V. Les has dado pan del cielo
R. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos: Oh Dios, Tu nos has dejado el memorial vivo de tu Pasión bajo los velos de este sacramento. Concédenos, te suplicamos, venerar los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre de manera que podamos siempre gozar de los frutos de tu Redención. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Oración al Santísimo Sacramento
Te doy gracias Señor
Padre Santo,
Dios Todopoderoso y eterno
porque aunque soy un siervo pecador
y sin mérito alguno,
has querido alimentarme
misericordiosamente
con el cuerpo y la sangre
de tu hijo Nuestro Señor
Jesucristo.
Que esta sagrada comunión
no vaya a ser para mi
ocasión de castigo
sino causa de
perdón y salvación.
Que sea para mi armadura
de fe, escudo de buena voluntad;
que me libre de todos mis vicios
y me ayude a superar
mis pasiones desordenadas;
que aumente mi caridad
y mi paciencia
mi obediencia y humildad,
y mi capacidad para hacer el bien.
Que sea defensa inexpungable
contra todos mis enemigos,
visibles e invisibles;
y guía de todos
mis impulsos y deseos.
Que me una más íntimamente a ti,
único y verdadero Dios
y me conduzca con seguridad
al banquete del cielo,
donde Tu, con Tu Hijo
y el Espíritu Santo,
eres luz verdadera,
satisfacción cumplida
gozo perdurable
y felicidad perfecta.
Por Cristo, Nuestro Señor, Amén
SEMINARISTA COLOMBIANO ES ORDENADO SACERDOTE Y MURIÓ DOS DÍAS DESPUÉS
Seminarista colombiano cumplió sueño de ser ordenado sacerdote y murió dos días después
NASHVILLE, 10 Sep. 14 / 07:47 pm (ACI).- Tenía 51 años de edad y para su familia era una “vocación tardía”. Cuando el seminarista colombiano William Carmona se acercaba por fin al sueño de ser sacerdote le diagnosticaron un agresivo cáncer al colon. Su Obispo decidió que estaba listo y logró recibir el orden sacerdotal dos días antes de partir a la Casa del Padre.
El P. William Carmona falleció esta tarde en San Antonio, Texas. El lunes 8 de setiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María, fue ordenado diácono y sacerdote desde su lecho en una emotiva ceremonia celebrada en el hospital Christus Santa Rosa.
El sacerdote, de origen colombiano, cursaba el cuarto año de teología y se preparaba para comenzar su último año de preparación para la ordenación como diácono en la diócesis de Nashville, Tennesee.
Mons. David Choby, Obispo de Nashville, decidió adelantar la ordenación luego que los médicos informaran que la enfermedad había ingresado a fase terminal.
El Padre Carmona creció en Antioquia, Colombia, en el seno de una familia de 13 hermanos. Según reveló en la solicitud que presentó para ingresar al seminario de Nashville, la primera vez que consideró convertirse en sacerdote tenía 12 años de edad, pero no contaba con los recursos para su formación sacerdotal.
A fines de los ‘90s decidió ingresar al seminario en Colombia. Obtuvo una licenciatura de filosofía. Trabajó en una tienda de ropa y alimentos para mantenerse en el seminario. Estudió Administración de Empresas en la Universidad del Sur de Antioquia y trabajó como miembro de seguridad del gobierno colombiano.
Se mudó a Estados Unidos en el año 2000 y quería ingresar a un seminario en California pero sus conocimientos del idioma Inglés no le bastaron para continuar. Comenzó a trabajar como encargado de pastoral juvenil en una parroquia y en el año 2008 fue aceptado como seminarista de la Diócesis de Nashville.
En diálogo con ACI Prensa desde Colombia, Miriam Carmona, la hermana mayor del Padre William, aseguró que su familia siempre esperó la voluntad de Dios.
“En medio de la tristeza porque estaba tan mal, su ordenación ha sido una bendición muy grande y es que en una familia de pecadores, uno tiene muchos errores. Que llegue un sacerdote a la familia es una bendición muy grande. Gracias a Dios cumplió su sueño, porque él luchó y luchó”, afirmó Miriam.
Narró que en diciembre pasado, su hermano visitó Medellín y ya estaba muy enfermo. “Él no se quejaba de nada. Lo veíamos delgado, comiendo muy poco, pero él no se quejaba de nada. Nos decía ‘todo está bien, no se preocupen por nada. Arriba de Dios no vive nadie’”, agregó.
“Mi hermano era una gran persona, muy alegre. De pequeño salía a jugar con los niños a la procesión. El santo de mi pueblo es el Milagroso Cristo de Cañas Gordas, Antioquia. Él salía con los niños a jugar a la procesión con las tapas de la cocina, con la ropa que encontraba y que la envolvía como sotana y salía a la procesión”, recordó.
El Padre William era “lo más sublime que mi familia tenía porque mi papá quiso mucho a los sacerdotes. Mi papá era un hombre de mucha oración y era muy especial en eso. Y William tuvo mucha influencia de mi padre. Él siempre luchó por salir adelante y fue muy buen hermano, muy calmado, con mucha paz”.
Para el Obispo de Nashville, la ordenación del Padre Carmona refleja cómo "nuestras propias vidas se transforman en la muerte y resurrección de Jesús".
“La alegría y la satisfacción en la administración del sacramento del orden, es un punto culminante en la vida de cualquier obispo, pero tener la oportunidad de celebrar el sacramento por el que tanto se espera mientras se enfrenta a la certeza de la muerte hizo que fuera más conmovedor”, afirmó Mons. Choby.
El Padre Carmona yacía en una cama clínica durante la ordenación. Ahí el Obispo le impuso las manos, le dieron una estola y lo ungió con los óleos sagrados.
Durante la homilía, Mons. Choby recordó que la redención y la salvación no "depende de lo que logran los seres humanos" y dijo que el Padre Carmona al ser ordenado "participa en lo que es más central en la vida de la fe, que es el misterio de la muerte y resurrección del Señor."
Aunque el Padre Carmona fue incapaz de responder verbalmente al celebrante durante su ordenación, había expresado su consentimiento antes de la ceremonia según explicó Mons. Choby a los presentes.
Unas 200 personas, incluyendo sacerdotes, amigos y estudiantes del Seminario de la Asunción, llegaron al centro médico para asistir a la ordenación. La música estuvo a cargo de un coro de seminaristas.
Tras la ceremonia, que duró una hora y media, el Padre Carmona regresó a la unidad de cuidados intensivos. Sus restos del Padre Carmona serán trasladados a Colombia recibir sepultura.
¿LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR PUEDEN RECIBIR LA COMUNIÓN? - RESPONDE UN SACERDOTE
"Padre, ¿qué opina de la Comunión
a los divorciados vueltos a casar?"
Un sacerdote responde a las dudas y preguntas de algunos parroquianos sobre el tema de gran actualidad, a la luz del Magisterio de la Iglesia
Roma, 11 de septiembre de 2014 (Zenit.org)
¿Los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la Comunión porque son más pecadores que los otros?
No. El problema es la dimensión pública: el divorciado vuelto a casar vive públicamente en contradicción con el sacramento del matrimonio. Todos los sacramentos, y la Comunión en particular, manifiestan (haciendo pública) la pertenencia a Cristo y a la Iglesia; el divorciado vuelto a casar de hecho niega públicamente esta comunión, independientemente de las intenciones subjetivas que tenga, porque vive en contraste con el sacramento que él mismo ha celebrado libremente: esta contradicción depende exclusivamente de sus comportamiento y no de una intervención disciplinaria de la Iglesia. Conceder los sacramentos en estas condiciones implicaría una negación de la misión salvífica de la Iglesia, que es necesariamente pública. Esto, sin embargo, no excluye en absoluto a los divorciados vueltos a casar de todos lo actos que no conllevan un compromiso público en la comunidad cristiana, ni constituye un juicio sobre el estado de su alma.
Por tanto, ¿el sacerdote no puede absolver a un divorciado vuelto a casar que se confiesa?
Debe absolutamente absolverlo si el penitente está decidido a vivir con el nuevo "cónyuge" como hermano y hermana, ya no como marido y mujer, y esto también aunque si alguna vez haya una caída por debilidad, porque es la intención lo que cuenta. También es absuelto si manifiesta signos auténticos de arrepentimiento sobre el segundo matrimonio, aunque aún no se sienta capaz de tomar la decisión, porque se está abriendo a la gracia y por tanto debe ser apoyado. El rol del confesor es importante: por un lado debe valorar la consistencia del arrepentimiento, por el otro con su caridad y una palabra que ilumine puede llevar al pecador al arrepentimiento. Los confesores santos consiguen absolver casi siempre, no porque sean "laxistas", sino porque saben suscitar el dolor por los pecados.
Los divorciados vueltos a casar no pueden nunca recibir la Comunión?
Pueden recibirla si han recibido la absolución sacramental, como en los casos recordados antes, especialmente cuando hayan decidido vivir como hermano y hermana por amor a Cristo, lo que es deseable y plenamente realizable con la ayuda de la gracia. En este caso, lejos de ser raro o imposible, su misma relación se serena y se convierten en un ejemplo edificante para los hijos. Para evitar crear confusión en el pueblo de Dios es importante que frecuenten los sacramentos en comunidad donde su situación de divorciados vueltos a casar no es conocida.
¿El sacerdote puede negar la Comunión a quien se presenta públicamente a recibirla?
No. Se niega la Comunión solo en el caso de que haya una sentencia pública que excluye de la posibilidad de recibir los sacramentos (excomunión) y el sacerdote está seguro de que no ha sido cancelada, o cuando quien va a recibirla lo hace claramente para ridiculizar o como desafío a la comunidad cristiana. Dirigirse o no a la Eucaristía en realidad depende de la conciencia de cada uno: un divorciado vuelto a casar que no se ha arrepentido debería valorar por sí mismo lo inoportuno de dirigirse a los sacramentos. El sacerdote no debería sustituir la conciencia de los fieles: no sabe si hay un arrepentimiento serio (contrición) y por tanto debe absolutamente evitar herir públicamente una persona, dado que provocaría una daño espiritual mayor.
¿Qué puede hacer un sacerdote para impedir que un divorciado vuelto a casar no arrepentido reciba la Comunión?
Por el momento, nada. Si conoce la persona puede, de la forma oportuna, instruirlo sobre la disciplina de la Iglesia, que es un ejercicio de misericordia también cuando debe decir no.
¿Qué sentido tiene recibir la Comunión para un divorciado vuelto a casar no arrepentido?
No tiene sentido, y espiritualmente es nocivo. Recibimos los sacramentos para vivir como hijos de Dios, en la santidad, o por lo menos para encaminarnos en esa dirección; no se trata de un derecho subjetivo, ni sirve para confirmarnos en nuestras elecciones, como una especie de certificado de buena conducta ("¿qué hago mal?") y tampoco para satisfacer necesidades "místicas". Tal actitud devalúa los sacramentos, reduciendo la vida cristiana a la dimensión de las miserias humanas y nada más, y los sacramentos a una "consolación" solo psicológica que cubre las heridas sin curarlas: un pietismo ilusorio que termina por robar la esperanza en una vida nueva.
Entonces, ¿por qué se ha encendido el debate sobre la Comunión a los divorciados vueltos a casar?
Porque existen problemas verdaderos. La causa principal se reconoce en el hecho indiscutible de que estamos celebrando demasiado matrimonios nulos: "ceremonias" en la iglesia, no un verdadero sacramento, porque los esposos, que son los celebrantes, a menudo, en el actual contexto cultural, no han madurado la conciencia mínima de qué es el matrimonio.
Benedicto XVI en el 2011 subrayó este problema, pero hasta ahora ha permanecido un argumento no escuchado. De este modo, se presenta la situación paradójica de quien estaba casado por la iglesia de forma solo aparente y después ha contraído matrimonio civil, pero esta vez con las intenciones justas, pero obviamente sin la forma canónica, por tanto quedando fuera de los sacramentos. El recurso a los tribunales eclesiásticas hoy es la única solución, pero no debería ser el camino normal, ¡el camino de la mayoría! De hecho, en este caso solo la ley eclesiástica impide recibir los sacramentos. La forma canónica es una obligación introducida por el Concilio de Trento para evitar los abusos de entonces, hoy, sin embargo, la ley termina por estar en contraste con la realidad. Por esto es urgente volver a pensar toda la cuestión.
(11 de septiembre de 2014) © Innovative Media Inc.
A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
A Tu imagen nos creaste, Señor
¿Qué tanto me parezco a Ti? Porque he sido creado a tu imagen. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo mismo.
Hoy Señor, no estás oculto tras la puerta del Sagrario, no, estás expuesto en el Altar en una hermosa Custodia. Ahí te ha puesto el sacerdote para que nuestros ojos te vean y te adoremos.
El alma se arrodilla ante ti, ¡Oh, Señor de la Historia, Rey de reyes, Dios de misericordia!
Y llega la pregunta: - “¿Qué tanto conozco yo a este Cristo, a este Jesús, que está oculto en esa Sagrada Hostia? ¿Eres para mí algo lejano, algo distante, eres alguien a quien tengo que tratar de usted? O, ¿eres mi amigo y tengo contigo una relación cordial y amorosa? ¿Eres algo así como mi padre, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo? ¿Qué respuesta puedo darte, Señor?
Solo sé que te amo. Porque he sido creada a tu imagen. A imagen de Dios. Y siendo imagen tuya, sé que cuando llegue la hora de presentarme ante Ti, me abrazarás y me pondrás a tu lado. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo misma y empezar a juzgar a los demás como juzgas tú, como amas tu a todo los seres, como haces tú con esta enfermedad, con esta soledad, con esta ancianidad, con esta juventud, con este matrimonio, con estos hijos, con estos nietos, con este trabajo duro y cansado, o con esta falta de él. Y como haces tú con mi miedo, con mi angustia. Y sentir como tú sientes, para perdonar o para pedir perdón.
¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?
Tú lo hiciste todo por amor. Esa es tu gran enseñanza, esa es tu gran verdad. Pero los actos de amor no son siempre para ratos bonitos, a veces es algo que duele, que cuesta, porque no está en las palabras sino en los actos y a veces esos actos son de sacrificio, de renuncia, de aceptación, de tolerancia, de entrega: eso es amor.
¿Y cómo lograremos todo esto? ORANDO. Orar es tener un trato personal con Dios. No solo rezar cuando hay dificultades. Y tampoco la oración se concreta, como ahora, que estoy en la Capilla y Tú estás expuesto para ser adorado y que brote ante Ti, una oración. No, todo nuestro día puede convertirse en oración, en rezo, si te involucro en todo mi diario vivir, los buenos ratos, los malos, los alegres, los tristes… el día completo, con sus horas y minutos, el descanso de la noche y el amanecer del nuevo día… todo eso es orar.
Unido a esa forma de vivir puedo poco a poco irme pareciendo a Ti, Señor. Tu ayuda y apoyo será mi mayor fuerza para dar testimonio de QUE A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR.
SAN EMILIANO, 11 DE SEPTIEMBRE
San Emiliano
11 de Setiembre
Santo español, nacido en el año 473 en Berceo (La Rioja). Hijo de una familia campesina de origen hispanorromano, siendo en su juventud pastor de ovejas. Decidió dedicarse a la vida contemplativa, por lo que pasó a ser uno de los discípulos del monje Félix, retirado en los montes de Bilibio, cerca de Haro, donde llevó una vida solitaria y penitente. Sujetó a la disciplina monacal, pero encontrándola demasiado holgada, se retiró a la soledad durante cuarenta y cuatro años en los montes Distercio, soportando allí las inclemencias del tiempo y la dureza de condiciones del lugar.
Su fama de santidad se extendió de tal manera que todos los que estaban en dificultades espirituales acudían a él y fue llamado por el obispo de Tarazona, Dídimo, quien no consintió que tanta virtud se perdiese en la soledad del monte, le ordenó sacerdote y le puso al cargo de la parroquia de Santa Eulalia, en su pueblo natal Berceo.
El paso por la parroquia resultó un estruendoso fracaso ya que las tareas administrativas no parecían encajar con su carácter y entregaba todas las donaciones propiedad de la parroquia a los necesitados por lo que fue acusado de malversación del dinero parroquial por sus hermanos sacerdotes y reprendido por el obispo, quien lo destituyó del cargo.
Decide volver a su soledad y se retira al valle de Suso o de arriba, cercano a su pueblo, donde transcurre la última etapa de su vida. En torno al santo va formándose una comunidad de hermanos y hermanas que formarán un oratorio primitivo, sus nombres son: Aselo, Geroncio, Citonato, Sofronio, Oria y Potamia.
San Millán es visitado, consultado y venerado. Salió al parecer muy poco de su eremitorio. La última salida que hace es para anunciar la destrucción de algunas ciudades de Cantabria. La tradición le atribuye numerosos milagros tanto en vida como después de su muerte, acaecida el 12 de noviembre del 574, con ciento un años, fue enterrado en el suelo del oratorio. Los monjes eligieron otro abad y permanecieron como ermitaños alrededor del sepulcro de San Millán, formando después de la muerte de San Millán el gran Monasterio de San Millán de la Cogolla, en la actualidad declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
No dejó nada escrito, y fue hacia el 650 cuando el obispo de Zaragoza, San Braulio escribió Vita Sancti Emiliani, primera biografía de San Millán basándose en los relatos que había escuchado de su hermano Fronimiano, monje en la Cogolla y más tardíamente Gonzalo de Berceo escribió la Historia del Señor San Millán.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 10 DE SEPTIEMBRE DEL 2014
Autor: P. Clemente González | Fuente: Caholic.net Las bienaventuranzas | |||
Lucas 6, 20-26. Tiempo Ordinario. Hagámos todas estas cosas con alegría, sabiendo que la recompensa será grande en el cielo. | |||
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martes, 9 de septiembre de 2014
CRISIS..
Crisis
No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar "superado".
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.
El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.
Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.
En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
ALBERT EINSTEIN
VIVIR
VIVIR
Vivir, es vibrar a cada instante, ante la emoción de percibir
la maravilla de la creación que nos rodea.
Vivir, es entender que cada minuto que transcurre no volverá.
Es atraparlo intensamente, porque forma parte del tiempo,
que sabemos ha quedado en el ayer.
Vivir, es saber dar lo mejor de nosotros, es vibrar en la bondad,
y llevar a su máxima expresión, nuestra capacidad de ser.
Vivir, es gozar los momentos bellos
y desafiarse a sí mismo ante las adversidades.
Vivir, es aprender más cada día, es evolucionar y cambiar
para hacer de nosotros un ser mejor que ayer,
un ser que justifica su existir.
Vivir, es amar intensamente a través de una caricia,
es escuchar en silencio la palabra del ser amado.
Es perdonar sin réplica una ofensa es aspirar la presencia del otro,
es besar con pasión a quien nos ama.
Vivir, es contemplar apaciblemente, la alegría de un niño,
escuchar al adolescente aceptando sus inquietudes sin protestar.
acompañar con gratitud la ancianidad en su soledad.
Vivir, es comprender al amigo ante la adversidad y aunque
se tenga mil argumentos para contradecirlo o justificarlo,
finalmente sólo escucharlo, es tener la capacidad de
regocijarme ante sus triunfos y su realización.
Vivir, es sentir que nuestro existir no fue en vano
y en la medida en que nos atrevamos a dar lo mejor de nosotros
en cada momento, logremos manifestar
la grandeza de nuestra alma para amar.
Vivir, es permanecer en paz ante la presencia de Dios,
contemplando en silencio la inmensidad de su Ser.
Vivir, es vibrar y sentir, es amar y gozar,
es observar y superar, es dar y aceptar,
es ser y permanecer, es comprender que nuestro tiempo
es lo único que poseemos para realizar plenamente nuestro ser.
¿PARA QUÉ HACER LA SEÑAL DE LA CRUZ?
Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
¿Para qué hacer la señal de la cruz?
Cuando hacemos la señal de la cruz, estamos diciendo: que Dios Padre Creador esté conmigo.
La señal de la cruz sirve para:
Hacer un acto de oración, contemplando por unos segundos a Cristo Redentor y así avivar nuestra fe en Jesucristo, como quien alimenta la hoguera echando leña al fuego: "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19,37) "Cuando haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí" (Jn 12,32)
Recordar que Cristo murió por nosotros, hacer memoria del gran amor que Dios nos ha tenido y que lo llevó al extremo con su muerte en la cruz (Jn 13,1) "Pues la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros". (Rom 5, 8) "Cristo nos amó y se entregó por nosotros" (Ef 5,2) "Se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,8)
Hacer un acto de conversión interior y decirle a Jesús: soy tu discípulo, quiero vivir como a ti te agrada, quiero cargar con mi propia cruz: "Si alguno quiere venir en pos de mí. niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame." (Mt 16,24)
Dar testimonio de nuestra fe, declarar que somos cristianos, miembros de su cuerpo místico, seguidores del que dio su vida por nosotros en una cruz y resucitó de entre los muertos. "En cuanto a mí, no quiero sentirme orgulloso más que de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo." Gál 6,14.
Predicar que Cristo es Salvador y que hay que morir para tener vida.
Alabar al Hijo de Dios: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2, 11)
Pedir la protección de Cristo en medio de las tentaciones, los retos, los peligros, las dificultades y las asechanzas del demonio. Jesucristo venció el pecado con su muerte en la cruz.
Tomar fuerza: "Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo." (Hebreos 12,2-3) "Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco" (Santa Teresa de Jesús).
Ofrecer a Dios nuestro ser, nuestras pertenencias y nuestras actividades, como Cristo ofreció su vida al Padre por nuestra salvación. Hacer la señal de la cruz es decirle: Jesús, quiero hacer esto contigo y por amor a ti.
Ofrecer nuestros sufrimientos y renuncias a Jesucristo, abrazar nuestra cruz con amor: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 10,38) "La cruz abrazada es la menos pesada" (Santa Teresa)
Agradecer las bendiciones de Dios y las abundantes y continuas muestras de su amor.
Celebrar la victoria del perdón y la misericordia, como quien alza un estandarte como signo de victoria: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna" (Juan 3, 14-15)
Bendecir: cuando hacemos sobre otro la señal de la cruz le estamos diciendo: que Dios Padre Creador esté contigo, que Dios Hijo Redentor te salve, que Dios Espíritu Santo Consolador te santifique.
¿Cuándo hacer la señal de la cruz?
Tertuliano (160 a 220 d.C.) escribió: "En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz."
Cualquier momento es buen momento para hacer la señal de la cruz.
Los sacramentos y los actos de oración comienzan y terminan con la señal de la cruz. También es buena costumbre persignarse antes de escuchar la Sagrada Escritura. Esto es lo que hacemos durante la liturgia de la santa misa, antes de la proclamación del Evangelio, cuando mientras trazamos la señal de la cruz sobre nuestra frente, labios y pecho repetimos en silencio dentro de nuestro corazón: "Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro".
Al ofrecer el día al levantarte o cualquier actividad: una reunión, un proyecto, un partido.
Al agradecer a Dios un beneficio, la jornada que comienza, los alimentos, la primera venta del día, el salario, la cosecha, la conquista de la cumbre, una entrevista exitosa, un examen con buenos resultados, un diagnóstico favorable.
Al encomendarse y ponerse en manos de Dios: cuando emprendes un viaje, cuando comienzas un partido de fútbol o un baño en el mar, cuando recibes una noticia difícil de digerir, antes de una empresa compleja, de una cita importante, de entrar a una cirugía o de pronunciar unas palabras en público.
Al bendecir a Dios y reconocer su presencia en un templo, en un acontecimiento, en una persona o un hermoso espectáculo de la naturaleza
Al pedir la protección de la Trinidad ante el peligro, las tentaciones y las dificultades.
PENSAMIENTO MARIANO 37
PENSAMIENTO MARIANO
María Santísima protege a sus devotos en todas las necesidades, pero los protege especialmente en el momento de la muerte.
San Juan Bosco
EL MILAGRO DE LAS MANOS VACÍAS
Autor: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Razones para el amor
El milagro de las manos vacías
Tengo obligación de tener las manos llenas porque Dios se lo merece, pero no me desaliento cuando las veo vacías
El milagro de las manos vacías
En mis años de seminarista me explicaron muchas veces que también en el mundo de las almas regía el viejo principio de que «nadie da lo que no tiene». Pero la verdad es que ahora -treinta años después- yo no estoy tan seguro. Y creo que es más cierta la afirmación de Urs von Balthasar cuando escribe que «el privilegio del cristiano es poder dar más, infinitamente más, de lo que posee». Voy a ver si consigo explicarme.
Recuerdo aún hoy cuánto me escandalizó, en mis años de estudiante de teología, la conferencia de un sacerdote -un apóstol brillante y muy conocido en la España de entonces- que nos decía que no era necesario ser santos para ser eficaces apostólicamente. La idea me pareció entonces disparatada y me lo sigue pareciendo en el tono en el que aquel conferenciante lo decía: como si la inteligencia, la técnica oratoria, la picardía pudieran suplir a la santidad y el amor. Nunca he creído ni en la inteligencia ni en la técnica referidas al mundo de la gracia. Son, me parece, lo que la flanera al flan: que si se hace con huevos podridos, resultará incomible por muy buena que la flanera sea. Siempre me interesará más la carga interior de lo que se dice que los adjetivos con que se ornamenta. Aunque pienso también que unos contenidos serios exigen del orador o el apóstol tomarse muy en serio los métodos de transmisión. Pero sabiendo que son eso: simples métodos.
Sin embargo, en la idea hay una pizca de verdad y hay muchísima tal como Balthasar la formula. Y es que treinta años de ministerio me han enseñado que uno puede dar mucho más de lo que personalmente tiene. Y esto por una razón elemental: en rigor, en el mundo de la gracia ningún hombre da nada. Dios es el único que puede dar, él solo. Y la experiencia de cualquier sacerdote o de cualquier cristiano es que, si él no pone demasiados obstáculos, Dios da a través de nosotros cosas que nosotros ni llegamos a sospechar. Es lo que Bernanos llamaba «el dulce milagro de las manos vacías», a través de las cuales puede pasar el torren- te de Dios.
En el terreno sacramental esto es evidente: ¿qué son mis manos para absolver, qué mi palabra para consagrar? Alguien «funciona» dentro de mí para que eso «salga», como el vino sale de la botella sin que ella lo haya engendrado o fabricado.
Pero ocurre también en otros terrenos más misteriosos: ¿qué cristiano no ha sembrado esperanzas en días en que la creía perdida? ¿Cuántas veces hemos dado alegría a alguien y nos hemos alejado pensando que éramos nosotros quienes más la necesitábamos?
A veces te ocurren cosas misteriosas. Un día se acerca alguien a ti y te dice que desde hace veinte años se alimenta de una frase que tú le dijiste una vez. Tú preguntas de qué frase se trata. Y cuando te la dicen, tú jurarlas que esa idea jamás pasó por tu cabeza, que la dijiste casualmente. Y mira por donde la flecha fue derecha al blanco que la necesitaba.
Cualquier sacerdote sabe que tal vez ha preparado una conferencia o una homilía con todo cuidado y que, de pronto, según está hablando, le sube a los labios una frase en la que ni habla pensado. Y luego resulta que es precisamente la que alguien de los oyentes estaba necesitando.
A mí me ha ocurrido lo de venir un desconocido a darme las gracias por un articulo "o que ayudó a resolver en su casa una seria crisis. Y yo ni acordarme siquiera de haber escrito tal artículo o sobre ese tema. ¿Tengo un ángel custodio que escribe y firma con mi nombre artículos que yo no he elaborado? ¿O es que yo escribía de otra cosa, pero aquella familia --que necesitaba una respuesta- la encontró donde el autor no había ni pensado? ¡Vaya usted a saberlo!
No sé si todo esto que estoy contando será una herejía. Pero, al menos, a mi me sirve. Porque si tengo que esperar a ser santo para empezar a hablar a la gente de Dios, aún me estaría calladito. Y si sólo puedo escribir de la alegría cuando todo me va bien, me pasaría media vida ayunando letras. Comprendo que tengo obligación de tener las manos llenas porque Dios se lo merece, pero no me desaliento cuando las veo vacías. Y me encanta la idea de ser un canuto a través del que Alguien, más importante que todos nosotros juntos, sopla. Y de tanto pasarme gracias por las manos, alguna se me pegará, digo yo.
Nuestro problema está, entonces, en ser buenos transmisores, volvemos transparentes, para que pueda verse detrás de nosotros al Dios escondido que llevamos dentro. Y luego repartir sin tacañerías lo poquito que tenemos --esa pizca de fe, esa esquirla de esperanza, esos gramos de alegría-, sabiendo que no faltará quien venga a multiplicarlo como el pan del milagro. Seguros de que la pequeña llama de una cerilla puede hacer un gran fuego. No porque la cerilla sea importante, sino porque la llama es infinita.
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO, PRESBÍTERO, PATRONO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO, 10 DE SEPTIEMBRE
Autor: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net
Nicolás de Tolentino, Santo
Presbítero, 10 de septiembre
Patrono de las almas del purgatorio
Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros (1305).
Fecha de canonización: El 5 de junio de 1446 (Pentecostés) por el Papa Eugenio IV.
San Nicolás de Tolentino nació en Castel Sant´ Angelo, el actual Sant´ Angelo in Pontano, en 1245, y murió en Tolentino el 10 de septiembre de 1305.
Fray Pedro de Monte Rubiano, su biógrafo, nos cuenta que su vida estuvo entretejida de singularísimas experiencias místicas y de hechos prodigiosos, confirmados en el proceso de canonización, que se abrió a los veinte años de su muerte y concluyó en 1446. En ese proceso fueron declarados auténticos 301 milagros.
A San Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o están en peligro de perder la vida o la libertad, y también se lo invoca como protector de la maternidad y la infancia, de las almas del purgatorio, de la buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.
Fue asceta, austero pero no excéntrico, riguroso consigo mismo, pero dulce y atento con todos. En 1256 entró donde los agustinos y se ordenó en 1269 en Cingoli; durante seis años peregrinó por varias ciudades y después fijó su residencia en Tolentino en donde ejerció su apostolado sobre todo en el confesionario. Su santificación personal maduró en la sombra, haciendo fructificar los recursos espirituales que le brindaba la vida religiosa: la obediencia incondicional, el absoluto desapego de los bienes terrenales y la profunda modestia. Así se santificó, y al final de su vida pudo exclamar: “Veo a mi Señor Jesucristo, a su Madre y a San Agustín que me dicen: Muy bien, siervo bueno y fiel”.
Aunque no se notaba exteriormente la penitencia a la que se sometía, sabemos por el testimonio de sus cohermanos que cuatro días a la semana su alimento consistía en sólo pan y agua, y los otros tres días no tocaba alimentos sustanciosos como carne, huevos, o fruta. No dormía sino tres o cuatro horas y el resto lo dedicaba a la oración.
Después de largas horas que pasaba en el confesionario, se dedicaba a visitar a los pobres, a los que les llevaba, con el permiso de sus superiores, ayudas materiales en los casos más urgentes. Los prodigios que hizo en vida y sobre todo después de la muerte tenían la finalidad de aliviar las miseries humanas.
Cuarenta años después de su muerte, fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión se le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios de plata desde el siglo XV, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto contribuyó a la difusión de su culto en toda Europa y en América.
EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 9 DE SEPTIEMBRE DEL 2014
Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net Elección de los doce | |||
Lucas 6, 12-19. Tiempo Ordinario. El gran secreto de la vida es... sabernos amados por Dios. | |||
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