Eucaristía: Cristo tu mejor amigo
Quiero citar aquí unas hermosas palabras de un hombre santo que comienzan así: “Les invito a abrir el Evangelio y a descubrir eso que Cristo quiere ser para ustedes, Él quiere ser tu amigo, tu compañero, tu vida, tu camino...” Vamos a detenernos en cada una de estas expresiones:
El quiere ser tu amigo. Como lo fue de Cleofás y de su compañero. Nosotros buscamos estima... nadie nos estima como Él. Buscamos aplauso. ¿Quién nos aplaude más que Él? Buscamos, sobre todo, afecto; nadie nos ama ni nos amará jamás como Jesús. ¿No ardía nuestro corazón...? Es necesario que tú digas lo mismo, ¡que sientas lo mismo! Como Cleofás y su amigo. Claro que es un amor que nos eleva, es un amor que no nos deja en paz, porque “no exigir de la persona amada que sea lo mejor que puede ser sería indiferencia lo contrario del amor”. Por eso, unos padres que aman de verdad a sus hijos no se conforman con que éstos sean unos mediocres, o que lleven unas calificaciones de cincos o seises; quieren dieces, a pesar de que son unos padres imperfectos. Dios, que es el verdadero Padre, el mejor de todo, no puede conformarse con tener unos hijos mediocres, y por eso nos pide, nos exige el diez, es decir, que seamos santos.
Él quiere ser tu compañero. No es lo mismo trabajar por Él, que trabajar con Él. Y así, en la vida o en el apostolado o en el trabajo estamos juntos. Y, además, nos da otra compañía, la de su propia Madre. ¿No le decía Ella a Juan Diego? - ahora San Juan Diego- ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Palabras dichas a él y palabras dichas a cada uno de nosotros, palabras dichas a ti... Si Ella es también llamada “causa de nuestra alegría” ¿realmente lo es? ¡Qué hermosa realidad! ¡María, causa de nuestra alegría! ¿Por qué? ¡Porque nos ha dado la gran causa de la alegría que es Jesús!
Él quiere ser tu vida. La vida es entusiasmo, amor, felicidad, ideales, triunfos, satisfacciones, juventud perenne. Él quiere ser todo eso para ti, Él tiene todo eso en la Eucaristía... Si, por falta de fe, no lo crees, un día te arrepentirás terriblemente por no haber hecho la prueba, únicamente porque hay gente que dice: ¿Allí qué vas a encontrar?, o porque tu imaginación te pinta que ni en la misa, ni en la Eucaristía, ni en Jesús vas a encontrar esas cosas. Entonces, cuando veas que Jesús fue todo eso para ti, y tú te lo negaste, vas a llorar a mares...
Él quiere ser tu camino. El camino en la vida, que significa esto... Todos queremos ser alguien, realizarnos, valer para algo, hacer grandes cosas, ser líderes. ¿Cómo lo lograremos? Con aquella invitación de María en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Yo no sé si los siervos se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, pero obedecieron. “Haced lo que Él os diga”. ¿Qué les dijo? Traigan el agua, llévenla al mayordomo. Obedecieron. De esta manera se resolvió el gran problema: porque en una boda en la que falta el vino ¡se acabó la fiesta! Pues bien, el mejor vino del mundo se bebió en esas bodas de Caná. ¿Por qué? Porque siguieron el consejo: “Haced lo que Él os diga”.
Él quiere ser tu verdad. La verdad de la vida y de las cosas, es decir, el sentido, la razón y la felicidad de tu vida. Mi vida -puedes decir- tiene una verdad, voy rumbo al puerto; mi vida tiene frutos, tiene realizaciones tiene plenitud. Eso significa que Jesús quiere ser tu verdad. ¿Cuántos nos llenan la mente, el corazón y la vida de mentiras? Jesús es la verdad, tu verdad.
Él, además, quiere ser tu resurrección. Resurrección de todas las ilusiones muertas o moribundas; también en el aspecto humano o intelectual: Todo lo que sea digno se estar vivo, Jesucristo lo resucita. Soy la resurrección y la vida... pero no en abstracto: ¡es tu resurrección y tu vida! Resurrección de los grandes ideales y metas de la vida. Cuantas veces los hemos tenido, nos han ilusionado, han tirado de nosotros, y un día los hemos matado y hemos dado la espalda a esos grandes ideales. Jesús resucita esos ideales.
El quiere ser, también, tu alegría. La tristeza no es cristiana, la amargura y el desaliento tienen otro dueño. Por eso, mi tristeza y amargura son la cadena que me tiene amarrado al demonio. A Cristo le gusta abrir jaulas, romper cadenas, abrir puertas de cárceles, tender puentes en el abismo. Decía una vez un alma: “¡He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir!” ¡Qué bien dicho y que bien vivido por ella! ¡A qué poco sabe el mosco y la cerveza al lado de Cristo!
Él quiere ser amor, tu amor. El deseo más fuerte del hombre: amar y ser amado. En el cielo este anhelo se convierte en éxtasis. Por la calle y por la vida pasan amores que acalambran por unos segundos, amores que engañan, que prometen la felicidad total, y te dejan con unos pétalos marchitos en las manos. Cristo es el amor eterno que te ama desde siempre y para siempre. Sabes que cuentas con este amor eterno de Dios siempre.
Él quiere ser roca, tu roca, es decir, un rompeolas, una muralla que defiende todo. Esto indica voluntad, valor, certeza, fuerza, ímpetu juvenil, audacia, pasión por los grandes ideales.
¡Él quiere ser todas estas cosas! Antes de seguir adelante, porque todavía no acabamos las cosas que quiere ser Jesús para nosotros, uno podría decir: -¡Mentira! ¡Mentira!- ¿Por qué? -porque son demasiadas cosas y demasiado hermosas, y nadie las puede ofrecer-. ¡Como quieras! Pero Jesús ofrece lo más grande, y es verdad. La prueba está en los que se han fiado de Jesús es decir, los santos que han llegado a sentir, no con la cabeza sino con el corazón, que Cristo es todas estas cosas. Y, si no, dime si hay una vida más maravillosa que ésta en la que se experimentan todas estas realidades.
Él quiere ser paz, tu paz. Quiere que luches, pero en paz interior. Recuerdo una frase hermosa de un hombre que para mí es un santo : “Este día he estado triste, he estado solo, lloro... y aquí me sorprende la realidad más radiante que vivimos los cristianos: tengo a Dios en medio de mi corazón... adiós soledad, adiós tristeza, adiós lágrimas; lo tengo todo”. La vida del alma es hermosa, minuto a minuto, porque está la presencia de Cristo; pero la vida del alma, minuto a minuto, es triste amarga, insufrible, cuando Él es un ausente.” Si Cristo es en mi vida un ausente o es un huésped bienvenido: depende de mí. Porque Él pasa por mi puerta y toca, y yo puedo decirle: -¡Entra! O puedo seguir con la puerta cerrada.
Él quiere ser pan. Pan espiritual que me da la vida eterna ... “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna”; esto quiere decir que cuantas más veces recibo su cuerpo y su sangre, más aseguro esa felicidad eterna del cielo. Pan de la ilusión, del entusiasmo por los grandes ideales; el pan de la victoria y de lo resultados, el pan de la perseverancia. Un pan para repartir a los hambrientos de Dios.
Y, por último, Él quiere ser perdón. Faltaba esta hermosa palabra para completar un cuadro verdaderamente fantástico. Si hay alguien que puede prometer esto y cumplirlo, es admirable, quiero ser amigo de Él, ¿dónde está?, ¿díganme donde está? Porque necesito conocerlo, necesito amarlo, necesito ser su amigo, ¿dónde está? - ¡En la Eucaristía!- ¿Cómo se llama? - Jesús de Nazareth-.
Un perdón eterno de todo, de siempre. Mucho me tiene que querer quien me ha perdonado tanto, el que siempre nos soporta y nos perdona, olvidando nuestras pequeñas o tremendas ofensas a su amor. Cuando dijo: “Perdónales, Padre porque no saben lo que hacen”, esta expresión le salió de lo más profundo de su corazón.
Padre Mariano de Blas, L.C.