¡Una recomendación de mucho peso!
Solemnidades y Fiestas
Marcos 10, 35-45. DOMUND Tiempo Ordinario B. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 35-45
Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
Oración introductoria
Señor, creo y confío plenamente en Ti porque sabes siempre que es mejor para mí y lo que debo hacer con el fin de alcanzar el cielo. Espero en Ti, porque me has llamado a no anhelar el poder del mundo porque estoy llamado a servir a los demás. Te amo porque eres lo más grande e importante en mi vida.
Petición
Padre, hoy te pido humildad y generosidad en mi oración y en mi actuar, que ofrezca lo que tengo por las misiones de todo el mundo; mi oración, sacrificios y la ayuda material que pueda.
Meditación del Papa Francisco
Meditación del Papa Francisco
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: “Quien quiera ser el primero - o sea el más importante - que sea el último de todos y el servidor de todos”. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
Y esta es la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado –¡eran los discípulos, los más cercanos a Jesús, y discutían sobre eso!-, quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.
Y Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. (Homilía de S.S. Francisco, 20 de septiembre de 2015).
Reflexión
Cuando alguien quiere ser admitido a una empresa o aceptado en un buen trabajo o cargo público, suele pedir una buena “recomendación” a amigos influyentes o bien acomodados… Parece que eso ha funcionado siempre así por la costumbre –no sé si buena o mala— de la gente. Pero el caso es que en tiempos de nuestro Señor sucedía también así. ¡Costumbres inveteradas!
Este domingo el Evangelio nos presenta a dos de los apóstoles, Juan y Santiago, pidiendo a Jesús una “recomendación”.. ¡y vaya recomendación! Diríamos nosotros que “se volaron la barda”. Le piden nada menos que sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en su Reino. ¡Nada ambiciosos estos muchachos! Se imaginaban que muy pronto su Maestro sería proclamado y reconocido públicamente como el Mesías de Israel por las autoridades judías y, en consecuencia, quieren asegurarse ya desde ahora un “buen puesto” en su Reino. Tal vez aspiraba uno ser el Ministro de Exteriores y el otro de Gobernación, o algo parecido….
Según san Mateo, Juan y Santiago –que eran hermanos— mandan por delante a su madre para escudarse en ella y para que sus ambiciones quedaran un poco veladas, o porque bien sabían que la intercesión de una madre es casi infalible. El caso es que lanzan de cabeza a la pobre mujer para pedir a Jesús un puesto de honor para sus hijos.
La petición viene muy bien presentada bajo forma de fidelidad, de adhesión entusiasta y de amistad. Y seguramente sí albergarían estos dos apóstoles tales sentimientos. Pero mezclados también con su ambición personal, sus deseos de honores y dignidades, y un tanto de vanagloria. Ya en otras ocasiones nos hemos encontrado a los Doce discutiendo sobre quién de ellos era el más importante y quién tendría el mejor lugar en el Reino…. ¡Hombres con defectos, al fin y al cabo, como nosotros!
Pero lo más genial de todo es la respuesta del Señor y el desenlace. No los reprende abiertamente, tal vez porque también descubría en ellos buena voluntad y deseos sinceros de estar junto a Él. Pero sí aprovecha para darles una gran lección. “Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con el que yo me voy a bautizar?”. Es como si hoy, un político que quisiera ocupar un puesto importante en el gobierno, se acercara al presidente de la república para pedirle una famosa “recomendación”. Y como respuesta, comenzara a elencarle todos los deberes, responsabilidades y riesgos que comportaría su cargo… y luego le preguntara: “¿Estás dispuesto a pagar ese precio?”. El otro, después de tragar un poco de saliva, seguramente le respondería: “Pues sí, estoy dispuesto”. Y entonces, el presidente, con gravedad: “Mira, está bien, el precio lo pagarás; pero olvídate del cargo, porque no me toca a mí concedértelo”. ¡Vaya broma!, ¿no?
Pues es lo que les dice nuestro Señor a sus dos apóstoles: sufrirán y padecerán el martirio, pero del “carguito”… ¡que se olviden! Ése ya está reservado por el Padre. Es como si les dijera Jesús que con Él no se valen las “recomendaciones” ni las “mordidas”….
Pero eso no es todo. Lo más importante viene a continuación: “Los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros, en cambio, nada de eso. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos”. Y les pone su propio ejemplo: “Fíjense en mí, pues yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar mi vida por todos”. ¡Qué fuerte! Ya estas palabras lo dicen todo sin necesidad de comentarios…
¡Cuántas veces nosotros queremos sentirnos importantes y que la gente nos reconozca o que nos asignen puestos de honor y dignidad! Pues Cristo no ha venido para eso, y quienes nos llamamos y somos sus discípulos, tenemos que seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio. Él es el primero en darnos ejemplo: Él ha venido a servirnos y a dar su propia vida para salvarnos.
Cuando alguien quiere ser admitido a una empresa o aceptado en un buen trabajo o cargo público, suele pedir una buena “recomendación” a amigos influyentes o bien acomodados… Parece que eso ha funcionado siempre así por la costumbre –no sé si buena o mala— de la gente. Pero el caso es que en tiempos de nuestro Señor sucedía también así. ¡Costumbres inveteradas!
Este domingo el Evangelio nos presenta a dos de los apóstoles, Juan y Santiago, pidiendo a Jesús una “recomendación”.. ¡y vaya recomendación! Diríamos nosotros que “se volaron la barda”. Le piden nada menos que sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en su Reino. ¡Nada ambiciosos estos muchachos! Se imaginaban que muy pronto su Maestro sería proclamado y reconocido públicamente como el Mesías de Israel por las autoridades judías y, en consecuencia, quieren asegurarse ya desde ahora un “buen puesto” en su Reino. Tal vez aspiraba uno ser el Ministro de Exteriores y el otro de Gobernación, o algo parecido….
Según san Mateo, Juan y Santiago –que eran hermanos— mandan por delante a su madre para escudarse en ella y para que sus ambiciones quedaran un poco veladas, o porque bien sabían que la intercesión de una madre es casi infalible. El caso es que lanzan de cabeza a la pobre mujer para pedir a Jesús un puesto de honor para sus hijos.
La petición viene muy bien presentada bajo forma de fidelidad, de adhesión entusiasta y de amistad. Y seguramente sí albergarían estos dos apóstoles tales sentimientos. Pero mezclados también con su ambición personal, sus deseos de honores y dignidades, y un tanto de vanagloria. Ya en otras ocasiones nos hemos encontrado a los Doce discutiendo sobre quién de ellos era el más importante y quién tendría el mejor lugar en el Reino…. ¡Hombres con defectos, al fin y al cabo, como nosotros!
Pero lo más genial de todo es la respuesta del Señor y el desenlace. No los reprende abiertamente, tal vez porque también descubría en ellos buena voluntad y deseos sinceros de estar junto a Él. Pero sí aprovecha para darles una gran lección. “Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con el que yo me voy a bautizar?”. Es como si hoy, un político que quisiera ocupar un puesto importante en el gobierno, se acercara al presidente de la república para pedirle una famosa “recomendación”. Y como respuesta, comenzara a elencarle todos los deberes, responsabilidades y riesgos que comportaría su cargo… y luego le preguntara: “¿Estás dispuesto a pagar ese precio?”. El otro, después de tragar un poco de saliva, seguramente le respondería: “Pues sí, estoy dispuesto”. Y entonces, el presidente, con gravedad: “Mira, está bien, el precio lo pagarás; pero olvídate del cargo, porque no me toca a mí concedértelo”. ¡Vaya broma!, ¿no?
Pues es lo que les dice nuestro Señor a sus dos apóstoles: sufrirán y padecerán el martirio, pero del “carguito”… ¡que se olviden! Ése ya está reservado por el Padre. Es como si les dijera Jesús que con Él no se valen las “recomendaciones” ni las “mordidas”….
Pero eso no es todo. Lo más importante viene a continuación: “Los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros, en cambio, nada de eso. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos”. Y les pone su propio ejemplo: “Fíjense en mí, pues yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar mi vida por todos”. ¡Qué fuerte! Ya estas palabras lo dicen todo sin necesidad de comentarios…
¡Cuántas veces nosotros queremos sentirnos importantes y que la gente nos reconozca o que nos asignen puestos de honor y dignidad! Pues Cristo no ha venido para eso, y quienes nos llamamos y somos sus discípulos, tenemos que seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio. Él es el primero en darnos ejemplo: Él ha venido a servirnos y a dar su propia vida para salvarnos.
Propósito
Proponerne hoy y cada día seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio de Jesús.
Diálogo con Cristo
¡Ojalá que este maravilloso testimonio que nos das, Señor nos lleve a hacer nosotros otro tanto en nuestras relaciones con los demás! ¡Qué diferente sería el mundo, nuestra familia, nuestra comunidad si viviéramos un poquito como Tú!