domingo, 7 de mayo de 2023

5 CONSEJOS PARA SABER TU VOCACIÓN







 

LAS CUATRO CLASES DE PERDÓN



Las cuatro clases de perdón


🌟 Primero es perdonarse a uno mismo. Sucede que al no ser todavía perfectos, hemos cometido hechos que nos humillan y avergüenzan y pueden producir desilusión. Perdonarnos a nosotros mismos consistirá en aceptar nuestra condición de ser humano. Aceptar con humildad que fallamos. Y así, podemos seguir caminando, sin detenernos en el pasado lamentándonos. Así nos liberamos de pretender obtener la perfección ahora mismo, sino caminamos en un camino de perfección que se alcanzará en la Vida eterna por la gracia de Dios.

 

🌟 El segundo perdón, es el de perdonar a los demás. Cuando no perdonamos a alguien, nos atamos a esa persona, perdiendo libertad. Es un acto de caridad perdonar a los que nos hirieron. Además, si Dios nos ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Acaso soy más grande de Dios?

 

🌟 El tercero es perdonar a Dios. No es que Dios se equivoque, sino que en ocasiones somos nosotros, que por nuestra ignorancia y orgullo, le echamos la culpa injustamente a Dios y creemos que nos ha fallado, que se ha olvidado de nosotros, cuando realmente nunca ha dejado de amarnos y de ver por nuestro mejor bien. Si estamos enojados con Dios, habría que cambiar de actitud y dejar de ser necios, porque Él quiere siempre lo mejor para nosotros. “Perdonarlo” significará reconocer su bondad y nuestro desatino al enfadarnos.

 

🌟 Y el cuarto perdón es el de Dios. Muchas veces le fallamos a Dios. Y aunque es juez, la Justicia misma, más que juzgarnos, nos perdona cuando se lo pedimos sinceramente y con contrición. El Papa Francisco ha dicho que perdonar es lo que más le gusta hacer a Dios, pues es una manera de amarnos. A tal extremo llegó su amor, que nos entregó a su Hijo para que pudiéramos ser perdonados. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Además, nos perdona todo, la misericordia de Dios es infinita. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE MAYO DE 2023



 Domingo 5 (A) de Pascua

Domingo 7 de mayo de 2023



1ª Lectura (Hch 6,1-7): En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron: «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.



Salmo responsorial: 32

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.

La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

2ª Lectura (1Pe 2,4-9): Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por eso se dice en la Escritura: «Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado».

Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos. Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.

Versículo antes del Evangelio (Jn 14,6): Aleluya. Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor. Nadie va al Padre si no es por mí. Aleluya.

Texto del Evangelio (Jn 14,1-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».

Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto».

Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre».



«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»

Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)



Hoy, la escena que contemplamos en el Evangelio nos pone ante la intimidad que existe entre Jesucristo y el Padre; pero no sólo eso, sino que también nos invita a descubrir la relación entre Jesús y sus discípulos. «Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3): estas palabras de Jesús, no sólo sitúan a los discípulos en una perspectiva de futuro, sino que los invita a mantenerse fieles al seguimiento que habían emprendido. Para compartir con el Señor la vida gloriosa, han de compartir también el mismo camino que lleva a Jesucristo a las moradas del Padre.

«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» (Jn 14,5). Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14,6-7). Jesús no propone un camino simple, ciertamente; pero nos marca el sendero. Es más, Él mismo se hace Camino al Padre; Él mismo, con su resurrección, se hace Caminante para guiarnos; Él mismo, con el don del Espíritu Santo nos alienta y fortalece para no desfallecer en el peregrinar: «No se turbe vuestro corazón» (Jn 14,1).

En esta invitación que Jesús nos hace, la de ir al Padre por Él, con Él y en Él, se revela su deseo más íntimo y su más profunda misión: «El que por nosotros se hizo hombre, siendo el Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su misma raza» (San Gregorio de Nisa).

Un Camino para andar, una Verdad que proclamar, una Vida para compartir y disfrutar: Jesucristo.

ORACIÓN PARA CRECER



Oración para crecer


Crecer es dejar atrás algo a lo cual estuvimos apegados y de lo cual nos cuesta desprendernos; es atrevernos una vez más y estar dispuestos a ser diferentes de lo que fuimos ayer; es desarrollarnos y evolucionar desde adentro. Cuando decidimos cambiar una actitud negativa, estamos creciendo. Cuando decidimos corregir un error, nos estamos superando.

Señor, a veces lo que me trae problemas, son mis defectos o mi forma de actuar. Quizás no quiero reconocer esos defectos, y me los oculto a mí mismo. Mis actitudes, mis palabras o mis miradas despiertan el rencor de los demás, la envidia o el desprecio. Señor, ayúdame a descubrir mis actitudes de orgullo, egoísmo o indiferencia, ayúdame a ver todo eso que cae mal a los ojos de los demás. Y dame tu ayuda divina para que pueda cambiar. Tócame con tu gracia, y embelléceme con virtudes y dones que me hagan más agradable a los ojos de los hermanos. Quiero ser un instrumento tuyo para bendecirlos y hacerles bien. Tómame, Señor. Amén. (V. Fernández).

El conocimiento de ti mismo, de tus fortalezas y debilidades, está en la base de tu crecimiento armónico como persona. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza y firmeza esta labor cotidiana de llegar a realizar el proyecto de Dios sobre tu vida.

(P. Natalio)

EL PAPA FRANCISCO ANIMA A VIVIR CON LA MIRADA HACIA EL CIELO Y RECUERDA QUE LA META ES LA ETERNIDAD



El Papa anima a vivir con la mirada hacia el cielo y recuerda que la meta es la eternidad

Por Almudena Martínez-Bordiú

7 de mayo de 2023 / 6:17 a. m.



En el Regina Coeli de este domingo 7 de mayo, el Papa Francisco invitó a los fieles a recordar hacia dónde se dirige su vida, incluso en el cansancio: “Mirar hacia arriba, hacia el cielo, recordemos la meta, pensemos que estamos llamados a la eternidad”.

Antes de dirigir esta oración mariana del tiempo pascual ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco reflexionó acerca del Evangelio del día, que relata el último discurso de Jesús antes de su muerte.

El Santo Padre explicó que Jesús no dejó solos a sus discípulos, sino que les invitó a “no tener miedo” y les indicó “que va a preparar un lugar para ellos y a guiarles hacia esa meta”.

“El Señor hoy nos indica así a todos nosotros el maravilloso lugar al que ir, y, al mismo tiempo, nos dice cómo ir, nos enseña el camino a recorrer. Nos dice dónde ir y cómo ir”, destacó.

En ese sentido, señaló que el “miedo” que sintieron los discípulos es el mismo que muchas veces sentimos nosotros, “cuando nos vemos obligados a separarnos de alguien a quien queremos”.

Sin embargo, el Papa indicó que Jesús asegura a sus discípulos que serán acogidos “para siempre con el calor de un abrazo” y que estará en el cielo preparándoles un lugar.

Más tarde, puntualizó que estas palabras son “fuente de consuelo y esperanza”, ya que “Jesús no se ha separado de nosotros, sino que nos ha abierto el camino, anticipando nuestro destino final: el encuentro con Dios Padre, en cuyo corazón hay un puesto para cada uno de nosotros”.

De este modo, el Santo Padre animó a los fieles a “recordar hacia dónde se dirige nuestra vida cuando experimentemos cansancio, desconcierto e incluso fracaso”.

“No debemos  perder de vista la meta, incluso si hoy corremos el riesgo de olvidarlo, de olvidar las preguntas finales, las importantes: ¿Adónde vamos? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Por qué vale la pena vivir? Sin estas preguntas solo exprimimos la vida en el presente, pensamos que debemos disfrutarla lo máximo posible y terminamos por vivir al día, sin un objetivo, sin una finalidad”, añadió.

Asimismo, afirmó que Jesús también nos indica el camino a recorrer. “A veces, sobre todo cuando hay grandes problemas que afrontar está la sensación de que el mal es más fuerte, nos preguntamos: ¿Qué debo hacer? ¿Qué camino debo seguir?  Escuchemos la respuesta de Jesús: ‘Yo soy el camino y la verdad y la vida’”.

“Jesús mismo es el camino a seguir para vivir en la verdad y tener vida en abundancia. Él es el camino y, por tanto, la fe en  Él no es un ‘paquete de ideas’ en las que creer, sino un camino a recorrer, un viaje que cumplir, un camino con Él”. 

Para el Santo Padre, “Él es el camino que conduce a la felicidad que no perece. Es imitarlo, especialmente con gestos de cercanía y misericordia hacia los demás”.

Esta es, según el Pontífice, la “brújula” para alcanzar el cielo: “Amar a Jesús, el camino, convirtiéndose en señales de su amor en la tierra”.

Por último, el Papa Francisco invitó a los fieles a “mirar hacia arriba, hacia el Cielo, recordemos la meta, pensemos que estamos llamados a la eternidad, al encuentro con Dios. Y, desde el cielo al corazón, renovemos hoy la elección de Jesús, la elección de amarlo y de caminar detrás de Él”.


Palabras tras el Regina Coeli

Al finalizar este rezo, el Papa Franciscó mencionó a la Asociación Meter y a su fundador, el P. Fortunato Di Noto, “que llevan adelante el compromiso de prevenir y combatir la violencia contra los menores”.

El Santo Padre recordó que este 7 de mayo celebran la XXVII Jornada de los Niños Víctimas y que desde hace 30 años “defienden a la infancia de los abusos y la violencia”. 

“Estoy cerca de vosotros, hermanos y hermanas, y os acompaño con mi oración y mi afecto. No os canséis nunca de estar al lado de la víctima, ahí está el Niño Jesús esperándoos, ¡gracias!”.

Además, dirigió un saludo especial a los nuevos guardias suizos, “a sus familiares y amigos, y a las autoridades suizas que participaron en las celebraciones de este benemérito Cuerpo”.

Por último, recordó que mañana, 8 de mayo, se elevará en Pompeya (Italia), la tradicional Súplica a Nuestra Señora del Rosario, “en aquel Santuario que el Beato Bartolo Longo quiso dedicar a la paz”. 

“En este mes de mayo recemos el Rosario, pidiendo a la Santísima Virgen el don de la paz, especialmente para la atormentada Ucrania. Que los gobernantes de las naciones escuchen el deseo de los pueblos que sufren y quieren la paz”, concluyó. 

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