viernes, 27 de febrero de 2015

PARA VIVIR LA CUARESMA


Para vivir la Cuaresma



1) Para saber
En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco nos invita a meditar en tres pasajes de la Sagrada Escritura. En esta ocasión nos detendremos en el primero de ellos en el que San Pablo nos dice: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26).

En la Iglesia, hemos de ser solidarios, estar unidos da tal forma que, como San Pablo, las penas ajenas las consideremos propias y, por ello, tratemos de remediarlas.

Pero como nadie da lo que no tiene, es preciso que el cristiano, señala el Papa, permita que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Y así como Cristo, vivir para los demás.



2) Para pensar
La liturgia del Jueves Santo incluye el rito del lavatorio de los pies. El Evangelio nos relata en esa escena que Pedro no quería que Jesús le lavase los pies. Sólo después entendió que Jesús además de darnos ejemplo de cómo debemos servir los unos a los otros, quiso mostrarnos que este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él pero, ¿cómo nos dejamos servir por Cristo?

El Papa afirma que esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).



3) Para vivir
Cuentan que en clase de catecismo estaba la catequista enseñando a ser solidarios y a vivir la caridad con los demás. En eso la catequista le preguntó a la niña Juanita: “Si tuvieras cinco pasteles, ¿los compartirías con tus amiguitas?” Juanita contestó: “Sí, claro”. Y volvió a preguntarle. “¿Y si tuvieras mucho dinero, lo compartirías con los pobres?” “Sí, claro”, volvió a responder. Por último le preguntó, “y si tuvieras cinco dulces ¿los compartirías?” Entonces Juanita contestó: “No, esos no”. La maestra confundida le preguntó: “¿Y por qué los pasteles y el dinero sí y los dulces no?” Juanita contestó: “Es que no tengo pasteles ni dinero, pero dulces sí que tengo”.

Nos podemos engañar imaginando que somos generosos y solidarios, pero realmente no lo vivimos cuando hace falta.

El Papa nos recuerda que la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio, nos ofrece el camino de la caridad para que rompamos esa cerrazón mortal de la indiferencia. Y es que la Iglesia es “comunión”, es una unidad en donde compartimos. Especialmente compartimos el amor de Dios y la ayuda que podamos. Siempre podremos hacer algo por los demás, incluso por los que están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar, porque por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación. Esta Cuaresma podemos vivirla con nuestras oraciones y ayuda al prójimo.


© Pbro. José Martínez Colín

MODALES


MODALES



El libro de la sabiduría dice: "Los modales de la gente buena son Agradables, pero los modales de los soberbios son bruscos y antipáticos"

Aquí una lista de modales simpáticos:
 - Llevar siempre un rostro agradable y sonriente (saludar antes de que nos saluden).
- Hacer bien a quienes nos hacen mal.
 - Aprenderse el nombre de  los demás (por su nombre y no apellido).
 - Dar siempre las gracias.
- Recordar fechas importantes (cumpleaños, aniversarios, grados, etc)
 - Alabar las cualidades y éxitos de los demás.
- Contestar pronto las cartas, llamadas telefónicas y e - mails.
 - Escuchar con verdadero interés lo que la otra persona nos dice
- Hablar bien de los demás.
 - Saber negar un favor con toda gentileza.
- Saber decir un SI con verdadero cariño cuando vamos hacer favores.
 - No gritar en las reuniones

Tener modales simpáticos es una de las condiciones de formarse un buen carácter.

Tienes un buen carácter?, no?, entonces a formarlo.

LA GAVIOTA Y EL ARCO IRIS


LA GAVIOTA Y EL ARCO IRIS 



Una gaviota volaba inmersa en una hermosa bruma de otoño, cuando a lo lejos vio encenderse el arco iris.
Asombrada por lo que creyó la entrada del cielo, se lanzó en su persecución. Pero cuanto mayores eran sus esfuerzos para alcanzarlo, tanto más escurridizo se tornaba el insólito fenómeno, hasta que por fin cayó al suelo exhausta.

En aquella circunstancia límite, oyó una misteriosa voz que le dijo:

"De la misma manera que el arco iris es una condición del que observa y no una realidad, también lo es vuestro mundo con los colores y las formas. Todo depende de las condiciones del observador, y de ellas surge lo que llamáis realidad."

Entonces supo la gaviota que había alcanzado, por fin, el arco iris.

ACTITUDES CUARESMALES


Actitudes cuaresmales



Vivir la Cuaresma como entrada en la Resurrección de Cristo, a través de la participación y asimilación de sus sufrimientos y su muerte, incluye una serie de actitudes de espíritu, entre las que cada comunidad y cada creyente debe discernir las que ha de encarnar sobre todo, según el estado de su fe. Citemos algunas:


1. Búsqueda sincera del verdadero Dios viviente; realista y profunda; superando ideas falsas y purificando la fe. Hasta aceptarle en su auténtico papel en la propia vida personal, familiar, social.

2. Descubrir a Jesucristo como “salvador” efectivo, como única solución definitiva de la propia existencia, de la existencia de todos y de toda la historia. Conocerle mejor y aceptarlo más vivamente.

3. Sincera conversión; con todas las consecuencias; cambio de mentalidad y de vida en lo que haga falta. Abrir el alma, la fe, la esperanza, el amor y la vida, al dinamismo de la muerte y resurrección de Cristo; y, a su luz y con su fuerza, purificar, quemar, arrancar lo que sea preciso arrancar en el propio vivir egoísta.

4. Sellar el encuentro con Dios en Cristo y con los hermanos, en los sacramentos de la pascua de Cristo: confesión hecha a fondo; redescubrimiento y renovación del propio bautismo; eucaristía viva y fraterna.

5. Vitalizar las “prácticas religiosas”, el culto: sinceridad y vida: encuentro siempre nuevo con Dios, con Cristo, con los hermanos.

6. Llevar a la vida diaria la fe y la vivencia de los sacramentos y del culto: amar de verdad, servir, ayudar, solidarizarse con los demás, especialmente con los que sufren y con los más necesitados; vivir al impulso del Espíritu de Cristo que es el amor sin límites, y comprometerse en la acción de promover a los hombres hacia la libertad, la justicia, la paz, la dicha y la verdadera existencia que corresponde a la dignidad humana; hacer que, a través de nosotros, actúe en el mundo la muerte y la resurrección de Cristo.

7. Vivir todo eso de forma que nuestra fe, nuestro amor y nuestra acción, nos sitúen responsablemente en la Iglesia responsable y servidora del mensaje y el amor de Cristo; procurar no agriar más las distancias y divisiones dentro de la Iglesia, no contribuyendo ni a la parálisis de la Iglesia cómodamente situada, ni a la disgregación de la Iglesia en grupos sectarios; siendo, más bien, fermento de unidad futura en la fraternidad de la Iglesia que vive pobre para los pobres en el incesante don de sí por el Espíritu del amor sin límites.


© Teófilo Cabestrero, cmf

CUARESMA, UN RECORDATORIO DE CÓMO DIOS NOS QUIERE


Cuaresma, un recordatorio de cómo Dios nos quiere
Meditaciones para toda la Cuaresma
Viernes primera semana Cuaresma. Nuestro amor a los demás será la mejor ofrenda a Dios.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. "Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor".

La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.

"Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá".
Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.

¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.

Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: "Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal".

En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.

¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.

¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]". Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.

Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.

Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo -el auténtico cristiano- potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.

Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: "Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos". No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?

Dice el salmo: Perdónanos Señor y viviremos. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.

El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.




P. Cipriano Sánchez LC

ORACIÓN A SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, 27 DE FEBRERO


SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, RELIGIOSO PASIONISTA, 27 DE FEBRERO


Gabriel de la Dolorosa, Santo
Religioso Pasionista, 27 de febrero
Fuente: Corazones.org




Acólito

Martirologio Romano: En Isola, del Abruzo, en Italia, san Gabriel de la Dolorosa (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la vanidad del mundo, todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión y en breve tiempo consumó su vida (1862).

Fecha de canonización: 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.

Breve Biografía
El 1 de marzo de 1838 nació en el pueblecito de Asís (Italia) un niño llamado Francisco que, como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos y quedó huérfano de madre a los cuatro años.

Francisco (que tomó mas tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa) tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso, poseía también un corazón sensible y lleno de afectividad... Era de palabra fácil apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía...".

De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz, era ágil y bien formado".

Con su familia se trasladó a Spoleto donde, como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina y en las veladas teatrales. Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación había colocado una escultura de la Piedad para su veneración íntima .

Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba antes de que concluyera la función para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio y se sabe que en una ocasión rechazó las proposiciones deshonestas de un libertino, amenazándole con una navaja.

Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856 estaba asistiendo a la procesión de la "Santa Icone", una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón para invitarle con apremio: "Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa" (Fuentes, p. 208). El 10 de septiembre de 1856 entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata) y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón y en la vida religiosa encontró su felicidad: "La alegría y el gozo que disfruto dentro de estas paredes son indecibles" (Escritos, p. 185). Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía y la Virgen María.

Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana de su celda en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor y rodeado por los religiosos que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra y fue al cielo, invitado por la Virgen María.

Treinta años más tarde, El 17 de octubre de 1892, se iniciaron lo trámites para inscribirlo entre los santos ya que la devoción de los fieles y los milagros que realizaba eran muchos.

Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926. Es el Patrón principal de Abruzo en 1959.

Santa Gemma al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa quedó profundamente vinculada espiritualmente con él y este se le apareció en muchas ocasiones para guiarla y consolarla.
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