viernes, 21 de enero de 2011

LA MUERTE, MAESTRA DE LA VIDA II

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
La muerte, maestra de vida II
La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. ¿Qué es para ti la vida y el tiempo?
La muerte, maestra de vida II
Nos vamos a fijar ahora en los efectos que produce la muerte. Recordemos serenamente, fríamente lo que hace con nosotros la muerte.

En primer lugar, la muerte te separa de todo, es un adiós a los honores, a la familia, a los amigos, amigas, a las riquezas, es un adiós a todo. Por eso, si un día tengo que separarme a la fuerza de todo, es absurdo apegarme desordenadamente a tantas cosas. Cuanto más apegado estés, más doloroso será el desgarrón. El ideal es vivir tan desprendido que, cuando llegue la muerte, tenga poco que hacer.

Pero lo más importante es que la muerte determina lo que será mi eternidad. Como el fotógrafo fija un momento concreto en una placa, así la muerte fija las posiciones del alma, y del lado que cayeres, izquierdo o derecho, así permanecerás toda la eternidad. Ya no se podrá cambiar nada.
Aunque hubiera una sola posibilidad entre cien de morir mal, habría que tener mucho cuidado.

Tratándose del asunto más importante de mi existencia, no puedo andar con probabilidades, sino con certezas. La máximas seguridades son pocas. Ninguno de nosotros está confirmado en gracia, ninguno de nosotros puede afirmar que no se perderá eternamente, ningún santo estuvo seguro de ello durante su vida. Mi situación a la hora de morir quedará eternamente fija, no podrá ya cambiar: me salvé, no me salvé. Será para siempre.

La muerte, en tercer lugar, cierra el tiempo de hacer méritos. Después que el árbitro toca para finalizar el encuentro de fútbol, no valen las jugadas ni los goles, se ganó o se perdió. Lo que señala el marcador es lo que queda. Si a la hora de mi muerte he ganado pocos méritos, con esos pocos méritos me quedaré para la eternidad. Quedará solo el lamentarse por no haber aprovechado mejor la vida, la única vida que tenía.

Tú te preparas para un examen, te arreglas para una fiesta. Para el momento del cual depende toda tu eternidad...¿te preparas? ¿Estás preparado en este momento? ¿Estás preparado siempre, o, al menos, casi siempre? ¿Podría morirme tranquilamente este día? Si no, ¿por qué? ¿Me siento preparado para dar ese paso? es decir, ¿he llenado mí vida hasta este momento?

Conviene no dejar pasar un solo día sin llenarlo de algo grande y bueno, de méritos, porque, de la misma manera que se me han ido de la mano tantos días vacíos o casi vacíos, se me irán en lo sucesivo, si es que no pongo un remedio eficaz.

Pero, “hay tiempo todavía, no hay por qué preocuparse ahora”. Eso parecería lógico, el no preocuparse, si se supiera el día y la hora. Pero no lo sabes. ¿Quién te asegura que no anda lejos.?

“Ya me prepararé cuando llegue la hora...” Creo que esto es absurdo, porque hay muertes fulminantes, imprevistas, como la de los accidentes, las repentinas, etc. Hay muchas muertes en que el interesado ni se da cuenta. Y, aunque me quedase mucha vida por delante, y conociese el día de mí muerte, sería imperdonable y estúpido vivir de cualquier manera, porque sería echar a perder esa vida. ¿Qué caso tiene echar a perder toda la vida, menos los últimos días o momentos? ¿La vida es para eso?

Tenemos una eternidad para descansar y una vida bien breve para trabajar y hacer méritos. Anticipar las vacaciones no es bueno, porque salimos perdiendo. Si la muerte cierra el tiempo de merecer, entonces, mientras tenemos tiempo por delante, habrá que aprovecharlo y no dejarlo ir de las manos. ¡Qué poco apreciamos la vida!. Nos damos cuenta verdaderamente de lo que vale la vida en una enfermedad.

Dicen muchos que el tiempo es dinero. Que se queden con el dinero. Que es placer. Que aprovechen. Para otros el tiempo es Reino de Dios, es cielo, es eternidad feliz... ¿Qué escoges tú? ¿Qué es para ti la vida y el tiempo?



La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. Al ver cómo viven muchos hombres, uno debe creer que odian la vida y prefieren la muerte.

EN UN HOSPITAL

En un hospital

En un hospital una religiosa atendió, como era su costumbre, con mil finezas a un enfermo que era ateo.
Este al despedirse agradeció diciéndole:

- Hermana, ni una sola vez usted me habló de Dios, pero incontables veces me lo ha dejado ver.....

UN ÁNGEL DE ESPERANZA PARA TI

Un angel de esperanza para ti
Autor: Monica Leffler

Te regalo un ángel de Esperanza, para que vueles en su alas de amor cuando el dolor te supere.
Cuando el camino se te haga cuesta arriba,
No lo dejes...

El está a tu lado subiendo cada peldaño de la vida, para que llegues a la cima donde residen tus sueños más anhelados. Pero recuerda que la Felicidad no descansa , en la cima de esta escarpada montaña .
Sino en cada paso que das al subir un peldaño más, para llegar a ellos.
 Esa es la Vida misma, que se manifiesta a cada instante.
Y la Felicidad reside en los pequeños momentos cotidianos ,que con dificultad sobrellevamos cuando una mano amiga ...
Toma la tuya y te dice:

"Estoy contigo"...
Cuando las cosas anden mal como a veces sucede:
"No abandones"...
Regocíjate en el poder que reside al elevar una plegaria de amor a Dios, aún cuando sientas que todo se derrumba. Porque en el silencio de la oración, reside la Misericordia Divina.

Cuando no consigas resultados y se sumen los problemas:
"No te rindas"...
Los más bellos tesoros de vida , se encuentran detrás de cada experiencia de dolor.
Así es la Vida y allí estoy contigo.
Cuando quieras sonreír y solo puedas suspirar:

"No te caigas"... porque en cada suspiro reside un nuevo soplo de vida.
Cuando la suerte te sea adversa y no encuentres compañeros de lucha:
"No te apartes"... porque mi ángel de esperanza está a tu lado...
Para que no abandones...
Para que no te rindas...
Para que no te caigas...
Esta a tu lado!!!
En son de amor por ti, así ... estoy yo contigo

jueves, 20 de enero de 2011

GENTE FELIZ

Gente feliz
Autor: Padre Phil Bosmans


He buscado la causa profunda de la felicidad humana.
Nunca la he encontrado en el dinero, en el lujo,
en el propio provecho, en el poder, en el ocio,
en el ruido, en el placer.
En las personas felices he encontrado siempre
una rica vida interior, una alegría espontánea
hacia las cosas pequeñas, una gran sencillez.
En las personas felices me ha impresionado siempre
la falta de envidias insensatas.
En las personas felices no he encontrado nunca impaciencia,
agresividad o divismo.
Casi siempre poseían una gran dosis de humorismo.

EL MAGNIFICAT

MAGNIFICAT
(Lc 1, 46-55)

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre.

A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
A Tu imagen nos creaste, Señor
¿Qué tanto me parezco a Ti? Porque he sido creada a tu imagen. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo mismo.

Hoy Señor, no estás oculto tras la puerta del Sagrario, no, estás expuesto en el Altar en una hermosa Custodia. Ahí te ha puesto el sacerdote para que nuestros ojos te vean y te adoremos.

El alma se arrodilla ante ti, ¡Oh, Señor de la Historia, Rey de reyes, Dios de misericordia!

Y llega la pregunta: - “¿Qué tanto conozco yo a este Cristo, a este Jesús, que está oculto en esa Sagrada Hostia? ¿Eres para mí algo lejano, algo distante, eres alguien a quien tengo que tratar de usted? O, ¿eres mi amigo y tengo contigo una relación cordial y amorosa? ¿Eres algo así como mi padre, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo? ¿Qué respuesta puedo darte, Señor?

Solo sé que te amo. Porque he sido creada a tu imagen. A imagen de Dios. Y siendo imagen tuya, sé que cuando llegue la hora de presentarme ante Ti, me abrazarás y me pondrás a tu lado. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo misma y empezar a juzgar a los demás como juzgas tú, como amas tu a todo los seres, como haces tú con esta enfermedad, con esta soledad, con esta ancianidad, con esta juventud, con este matrimonio, con estos hijos, con estos nietos, con este trabajo duro y cansado, o con esta falta de él. Y como haces tú con mi miedo, con mi angustia. Y sentir como tú sientes, para perdonar o para pedir perdón.

¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?

Tú lo hiciste todo por amor. Esa es tu gran enseñanza, esa es tu gran verdad. Pero los actos de amor no son siempre para ratos bonitos, a veces es algo que duele, que cuesta, porque no está en las palabras sino en los actos y a veces esos actos son de sacrificio, de renuncia, de aceptación, de tolerancia, de entrega: eso es amor.

¿Y cómo lograremos todo esto? ORANDO. Orar es tener un trato personal con Dios. No solo rezar cuando hay dificultades. Y tampoco la oración se concreta, como ahora, que estoy en la Capilla y Tú estás expuesto para ser adorado y que brote ante Ti, una oración. No, todo nuestro día puede convertirse en oración, en rezo, si te involucro en todo mi diario vivir, los buenos ratos, los malos, los alegres, los tristes… el día completo, con sus horas y minutos, el descanso de la noche y el amanecer del nuevo día… todo eso es orar.

Unido a esa forma de vivir puedo poco a poco irme pareciendo a Ti, Señor. Tu ayuda y apoyo será mi mayor fuerza para dar testimonio de QUE A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR.



miércoles, 19 de enero de 2011

PENSAMIENTO DE SAN JUAN PABLO II



"La persona humana tiene una necesidad que es aún más profunda, un hambre que es mayor que aquella que el pan puede saciar –es el hambre que posee el corazón humano de la inmensidad de Dios".

Juan Pablo II 


INVOCACIONES A LA VIRGEN MARÍA

Invocaciones a la Virgen

Ave, Tú por quien resplandecerá la dicha.
Ave, Tú por quien se renueva la creación.
Ave, iniciada en los misterios
de una inefable voluntad.
Ave, fe de acontecimientos que requieren silencio.
Ave, oh puente que de la tierra hace pasar al cielo.
Ave, Tú que inefablemente generaste la luz.
Ave, terreno que germina
abundancia de misericordia.
Ave, porque haces reflorecer el jardín de delicias.
Ave, incienso que haces escuchar las súplicas.
Ave, propiciadora del mundo entero,
Ave, benevolencia de Dios por los hombres.
Ave, confianza de los hombres en Dios.
Ave, de los Apóstoles vez perenne.
Ave, de los mártires invencible valor,
Ave, luminoso signo de la gracia.
Ave, Tú por quien fuimos revestidos de gloria.
Ave, rayo de místico día.
Ave, Tú que iluminas los iniciados en los misterios de la Santísima Trinidad.
Ave, alegría de todas las generaciones.
Ave, flor de pureza.
Ave, corona de fortaleza.
Ave, que en Ti resplandece el tipo de la resurrección.
Ave, morada del Dios infinito.
Ave, columna de la virginidad.
Ave, iniciadora de espiritual plenitud.
Ave, Tú que revistes corno esposas
a las almas santas.
Ave, fulgor que ilumina las almas.
Ave, de la Iglesia irremovible torre.
Ave, arca revestida de oro por el Espíritu Santo.


MAESTRÍA EN EL VIVIR

Maestría en el vivir
Autor: Gonzalo Gallo G.

Dichoso el que se acepta a sí mismo y acepta a los demás, sin beber las aguas de la envidia.
      
Dichoso el que trabaja con lo bueno que hay en todos los seres, sin amargarse la vida por los errores propios o ajenos.
      
Dichoso el que evita compararse con los demás, y sabe equilibrar la suavidad con la firmeza.
      
Dichoso el que es enemigo del chisme y amigo de la verdad, el que es tolerante y comprensivo.
      
Dichoso el que no viaja al ayer con rencor ni al futuro con angustia, sino que vive el hoy con entusiasmo.
      
Dichoso el que tiene a Dios como amigo y a todos como hermanos, amando igualmente a la naturaleza y a toda forma de vida.
      
Dichoso el que dedica tiempo a los seres amados y pone su hogar antes que el trabajo y las riquezas.
      
Dichoso el que actúa con ética y sabe elegir lo mejor sin lastimarse ni lastimar.
      
¡Quienes conocen esos goces son maestros en el Arte de Vivir!

jueves, 13 de enero de 2011

ORACIÓN PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

VENID, OH JESÚS.

VENID, OH JESÚS.

[Cristo con el cáliz de Juan de Juanes]Mi pobre alma desea recibiros, oh mi buen Jesús. ¡Cuánto os necesito! Venid y hacedme feliz. Vos sólo sois mi alegría, mi felicidad, mi amor. Venid, oh Jesús.
Venid y dadme vuestro sagrado Cuerpo que el Espíritu Santo ha formado tan milagrosamente en el seno purísimo de María; aquel Cuerpo que se cansó trabajando; que sufrió hambre y sed, frío y calor y que murió por mí en la cruz. Venid, oh Jesús y dadme vuestra adorable Sangre, que derramasteis tan generosamente, por mi amor en el huerto de los Olivos; aquella que corrió a torrentes en vuestra cruel flagelación y cuya última gota brotó de vuestro divino Corazón, perforado con la lanza del soldado. Venid, oh Jesús y dadme vuestra hermosísima alma que tanto pensó en mí, y que oró por mí al Padre Celestial. Venid, oh Jesús dadme vuestra divinidad, que desde toda la eternidad pensó en mí con infinito amor, que hizo mi alma según su imagen y la colmó de tantos beneficios.
Oh Jesús, cómo goza mi alma, pensando que Vos estáis realmente presente en la santa Hostia consagrada, por amor a mí y por mi solo bien. Me dais el derecho de recibiros y de poseeros. Venid, pues, oh dulce Salvador, sin Vos no puedo, no quiero vivir.
Venid, oh Jesús, y estableced en mí vuestra morada. ¿No os atrae más mi pobre alma que el Tabernáculo? Este es sólo de mármol, de madera, es frío y solitario; mas en mi corazón encontráis algo siquiera de amor y de afecto. ¿No es verdad, oh buen Jesús? El copón, aunque de oro y plata no es sino un vaso frío y sin vida; yo tengo siquiera el sincero deseo de adornar mi alma con virtudes. La luz del sagrario, que indica vuestra divina presencia, no deja de ser sino una débil llamita.
Venid, oh Señor, y encended en mí el fuego de vuestro divino amor, y mi corazón arderá en llamas de tiernos afectos.
El altar es vuestra morada transitoria, es como una sala de espera. Mi pobre corazón es el objeto de este divino sacramento de amor. En mi queréis establecer vuestra morada permanente, vuestra verdadera residencia. Conmigo queréis vivir acá en la tierra en dulce compañía para luego continuarla en la eterna gloria.
¡Venid, oh Jesús! Tengo tanto que deciros; tantas faltas por las cuales debo pediros perdón; tantas penas y cuitas que contaros. Cansado y desilusionado estoy de este mundo engañador y de sus necias promesas y diversiones. ¡Qué mentiroso y engañador es el mundo! Quiero descansar una hora con Vos, oh dulce Maestro. Vos me entendéis, y tenéis interés en mi bienestar espiritual y en mi verdadera felicidad. Mi corazón está fatigado y busca un lugar de descanso. Tiene sed de amor, porque para eso lo habéis creado. No permitáis oh Jesús, que corra tras las vanidades del mundo. Dadme una voluntad firme que resista enérgica y resueltamente las locuras del mundo y los placeres de la carne.
Venid, Señor, y quedaos conmigo, entonces me será fácil olvidar al mundo y sus placeres engañadores.
¡Venid, oh Jesús! Deseo irme al Padre. Mas no puedo ir solo. Vos tenéis que acompañarme. Ahora estáis en mi corazón. Vos sois mi propiedad. Ayudadme a conocer al Padre; presentadme a El.
Os doy gracias, oh Padre Celestial, por haberme dado a vuestro Unigénito Hijo. El solo me basta. Ah, ¡qué don mas precioso! Jesús es mío, ¡Padre Eterno! Yo os lo devuelvo, os lo entrego; pero Vos oh Padre, debéis aceptarme como a vuestro hijo y perdonarme en vuestra infinita misericordia todos mis pecados.
Venid, oh buen Jesús, acordaos, como los pequeñuelos se alegraban de poder estar en vuestra presencia; dadme un corazón dócil e inocente como el de un niño. Zaqueo desbordaba de júbilo y contento cuando os hospedasteis en su casa. ¡Cómo se llena de gozo mi alma cuando venís a mí! ¡ Siempre me traéis tanta alegría y tanta paz y felicidad Nunca tenéis palabras de reproche.
Con María Magdalena vuelo a vuestras plantas. El enemigo maligno me persigue, sabe muy bien cuán débil soy. Pero mirad, oh Jesús, si he pecado como Magdalena también me arrepiento como ella. Ojalá merezca yo oír de vuestros divinos labios aquellas consoladoras palabras: "Mucho se te ha perdonado, porque has amado mucho." Oh, ¡si yo pudiera asemejarme a San Juan, vuestro discípulo predilecto! ¡Quién pudiera descansar reclinado sobre vuestro divino pecho!
¡Venid, oh Jesús! Hoy debéis habitar conmigo. Ignoro lo que me traerá el día de hoy: penas o alegrías, dichas pesares. Ahora ya os doy gracias por do lo que vuestra mano paternal se digne enviarme. ¡Bendito seáis! Pero no olvidéis, oh buen Jesús, que yo temo los sufrimientos y no me atrevo a llevar mi cruz sino sostenido por Vos. No quiero llorar, sino reclinado sobre vuestro divino pecho. Venid, Jesús, mi buen Jesús.

PADRE NUESTRO


Padre Nuestro

Di Padre si cada día te portas como hijo y tratas a todos como hermanos.

Dí nuestro si no te aislas con tu egoísmo.

Dí que estás en los cielos cuando seas espritual y no pienses sólo en la tierra.

Dí santificado sea tu nombre si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

Dí venga a nosotros tu reino si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que él reine en todas partes.

Dí hágase tu voluntad si la aceptas y no quieres que sólo se haga la tuya.

Dí dános hoy nuestro pan si sabes compartir con lo pobres y los que sufren.

Dí perdona nuestras ofensas si perdonas de corazón y cancelas el rencor.

Dí no nos dejes caer en tentación si de verdad estás decidido a alejarte del mal.

Dí líbranos del mal si tu compromiso es por el bien. Y dí amén si tomas en serio las palabras de esta oración.

martes, 11 de enero de 2011

SALMO 2: ¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS NACIONES?


Salmo 2
¿Por qué se amotinan las naciones?

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor;
El me ha dicho: "Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:  te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!




UN MINUTO MARIANO



UN MINUTO MARIANO

 Estamos en este mundo como en un mar borrascoso, como en un destierro, en un valle de lágrimas. María es la estrella del mar, el consuelo de nuestro destierro, la luz que nos indica el camino del cielo enjugando nuestras lágrimas.


San Juan Bosco

lunes, 10 de enero de 2011

SERVIR ES SEMBRAR BUENAS SEMILLAS

Servir es sembrar buenas semillas..

Servir es atender a cualquiera que nos necesite, sin importar si pueden o no devolvernos el servicio.


Servir es sembrar siempre sin descanso, aunque sólo sean otros los que recojan y saboreen las cosechas.


Servir es mucho más que dar lo que tienes en tus manos, es dar desde nuestro corazón lo que tal vez a nosotros nunca nos dieron.


Servir es brindar afecto, bondad, cordialidad, apoyo moral, amor por sí mismo y a veces, ayuda material.


Servir es repartir alegría, es infundir fe, dignidad, admiración, respeto, gratitud, sinceridad, honestidad, libertad, optimismo, confianza y esperanza.


Servir es en verdad esa actitud y predisposición de querer dar más de lo que hemos recibido en la vida y de la vida.


”Servir es ser como el árbol de sándalo, que perfuma el hacha cuando le hiere” 



SALMO 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE


Salmo 1
Los dos caminos del hombre



Dichoso el hombre 
que no sigue el consejo de los impíos, 
ni entra por la senda de los pecadores, 
ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón  y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, 
ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.



sábado, 8 de enero de 2011

EL AMOR DE MARÍA LLENA NUESTRO CORAZÓN

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
El amor de María llena nuestro corazón
El amor de María llena nuestro corazónSi uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?

Dios es amor.

María Santísima es también amor.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
“Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención ".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.

viernes, 7 de enero de 2011

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Oh buen Jesús, que prometisteis asistir en vida, y especialmente en la hora de la muerte, a quien invoque con confianza vuestro Divino Corazón! Os ofrezco la comunión del presente día, a fin de obtener por intercesión de María Santísima, vuestra Madre, la gracia de poder hacer este año los nueve primeros viernes que deben ayudarme a merecer el cielo y alcanzar una santa muerte. Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS VIERNES

Jesús mío, os doy mi corazón..., os consagro toda mi vida..., en vuestras manos pongo la eterna suerte de mi alma... y os pido la gracia especial de hacer mis nueve primeros Viernes con todas las disposiciones necesarias para ser partícipe de la más grande de vuestras promesas, a fin de tener la dicha de volar un día a veros y gozaros en el cielo. Amén.

PROMESA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




PROMESA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera.
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