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miércoles, 14 de diciembre de 2016
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 14 DE DICIEMBRE DEL 2016
La tentación de la duda
Lucas 7, 19-23. III Miércoles de Adviento, Ciclo A. Dichoso el que no se escandalice de mí
Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que tengo para estar contigo. Haz que el sonido de tu voz resuene en mi corazón, para que pueda conocer tu voluntad. Ayúdame a tenerte presente durante el día, para que pueda aprender a amar a mis hermanos como los amas Tú. Concédeme acogerte en el lugar más oculto de mi corazón, para que pueda amarte siempre y sin cesar. Ora conmigo, ora en mí para que yo pueda aprender de Ti a orar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: "¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?". Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: "Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro".
En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: "Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, Juan el bautista te envía a dos discípulos. Él no puede ir personalmente, pues está en la cárcel por haber dado testimonio de la verdad y por no haber callado su voz ante los pecados de Herodes.
Él es Juan. Él mismo – hace no mucho tiempo – te ha bautizado, ha escuchado la voz del Padre Celestial y te ha señalado como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Por qué, pues, duda de Ti al punto de mandarte a dos discípulos que te preguntaran si eres Tú el que ha de venir?, ¿es que Juan no ha visto suficientes signos?
Querido Jesús, lo mismo me pasa a mí: en mi propia vida yo he sido testigo del inmenso amor que me tienes, de la infinita misericordia con la que Tú me tratas… y sin embargo, cuando llegan las situaciones difíciles, me llega la tentación de dudar de Ti…
A menudo me pregunto por qué debo sufrir o si realmente Tú puedes transformar mi vida, llenarla de felicidad.
No me doy cuenta de esos pequeños milagros que todos los días pasan a mi alrededor y que me recuerdan que tu amor y tu bondad siguen estando presentes en el mundo. Perdóname, Señor, pues no he sabido verte en la sonrisa de un niño, en el apoyo y cariño de tantas personas que me rodean; a veces, ni en la misma Eucaristía he sabido descubrirte…
«Dichoso el que no se escandalice de mí». Tus palabras me recuerdan que sólo confiando en Ti encontraré mi verdadera felicidad. ¿Realmente estoy dispuesto a abandonar mi vida en tus manos?
«De estas advertencias de Juan el Bautista entendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en esa época tenía el poder, bajo las formas más diversas. Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida de recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni tan siquiera los publicanos considerados pecadores por definición: tampoco ellos están excluidos de la salvación. Dios no excluye a nadie de la posibilidad de salvarse. Él está —se puede decir— ansioso por usar misericordia, usarla hacia todos, acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y el perdón.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy rezaré un padrenuestro agradeciéndole a Dios por los pequeños milagros que me rodean.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amén.
SAN JUAN DE LA CRUZ, DOCTOR DE LA IGLESIA, 14 DE DICIEMBRE
San Juan de la Cruz
14 diciembre
14 diciembre
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Vida de Pobreza
Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase "inferior", fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542.
Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales.
A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos.
San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.
Conoce a Santa Teresa
Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o "modernizarla" sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad.
Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector.
Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos e1 espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.
La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en "La Noche Oscura del Alma". A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios.
En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de "Roberto el diablo".
Glorias para Dios
En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Ávila y llamó a su lado, San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: "Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre." Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes.
Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Ávila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Ávila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Ávila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo.
Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.
Sufrimiento y unión con Dios
La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa en la "Sexta Morada": insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: "No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo".
Los primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo:
En dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido.
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. "Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.
"Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa", replicó Juan.
"No lo haréis mientras yo sea superior", repuso Maldonado.
En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo: "Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba."
Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: "Por ahí saldrás y yo te ayudaré." En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.
Gran guía y director espiritual
El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.
La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el fin del hombre en la tierra es alcanzar "Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor"; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. "No hay trabajo mejor ni más necesario que el amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el amor." El único instrumento del que Dios se sirve es el amor." "Así como el Padre y e1 Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".
El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.
Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener cuidado en discernir que es exageración. ¿Cuál es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz? ¿O no será mas bien que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?
Dios no pide lo mismo a todos. Él sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega.
Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.
Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales.
Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como un ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios.
Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.
Pruebas y más pruebas
Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden.
El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.
San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores.
La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas.
El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas, "porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres."
Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia.
En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.
La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.
Santo y Doctor de la Iglesia
Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591.
En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar.
La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se vieses su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.
Fue canonizado en 1726
Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la "Subida al Monte Carmelo", la "Noche Oscura del Alma", la "Llama Viva de Amor" y el "Cántico Espiritual", con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas.
La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor."
San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue "libre, como libre es el espíritu de Dios". Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado".
CUATRO FUENTES DE GRACIAS EN JESUCRISTO
CUATRO FUENTES DE GRACIAS EN JESUCRISTO
Considera las cuatro fuentes de gracias, que nosotros tenemos en Jesucristo contempladas por san Bernardo.
La primera fuente es de misericordia, en la que nosotros podemos lavarnos de todas las suciedades del pecado. Esta fuente se formó para nosotros con lágrimas y con la sangre del Redentor; el que, como dice san Juan, nos amó y nos lavó de nuestros pecados en su sangre. Ap 1, 5.
La segunda fuente es de paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el mismo Jesucristo nos dice; Invócame en el día de la tribulación y yo te consolaré (Jn 7, 37). Quien pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las delicias del mundo, y se satisfará enteramente después, cuando entrare en el reino de los bienaventurados; pues que el agua de mi gracia le elevará de la tierra al cielo (Jn 4, 13).
Así también la paz, que Dios de a las almas que le aman, no es la que ofrece el mundo en los placeres sensuales, que dejan en el alma más amargura que paz.
La que Dios de, sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quoe exuperat omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente divina!
La tercera fuente es de devoción. ¡Oh! Y cómo se hace devoto, y pronto a ejecutar las voces de Dios, y crecer siempre en la virtud, quien a menudo medita cuánto ha hecho Jesucristo por nuestro amor! Él será como el árbol plantado en la corriente de las aguas.
La cuarta fuente es de amor. Quien medita los padecimientos y las ignominias de Jesucristo sufridas por nuestro amor, no es posible que deje de sentirse inflamado de aquel fuego santo que ha venido a encender en la tierra; según aquellas palabras de David: En mi meditación se inflamará el fuego (Sal. 1, 3).
Con lo que va dicho se verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas dichosas fuentes que nosotros tenemos en Jesucristo, sacará siempre de ellas aguas de gozo y de salvación.
(San Alfonso María Ligorio)
PAN TOSTADO... QUEMADO
¡Pan tostado... quemado!
La comprensión es la base de cualquier relación, ya sea de pareja, de padre e hijo, de amistad, laboral, vecinal… Toda la gente que conocemos, está librando en este momento, algún tipo de batalla. Sé, pues, amable hasta el extremo. Todos tenemos problemas y estamos aprendiendo a vivir.
Después de un largo y duro día de trabajo, mamá puso en la mesa salchichas y pan tostado muy quemado frente a mi padre. Yo esperaba que alguien lo señalara, pero aunque mi padre lo notó, sacó un pan tostado, sonrió a mi madre y me preguntó cómo me había ido en la escuela. No recuerdo qué contesté, pero aún lo veo untando manteca y mermelada al pan tostado y comérselo todo. Al levantarme de la mesa, oí a mi madre pedir disculpas a mi padre por los panes muy quemados. Nunca olvidaré lo que él le dijo: “Cariño, no te preocupes, a veces me gustan los panes bien quemados”. Luego fui a dar el beso de las buenas noches a mi padre y le pregunté si le gustaban de verdad los panes bien quemados. Él me abrazó y dijo: “Tu mamá tuvo un día muy pesado, está cansada y además, un pan un poco quemado no le hace daño a nadie”.
La vida está llena de gente y de cosas imperfectas. Aprender a aceptar los defectos y las diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera. Un pan tostado quemado no va a romper un corazón y no tiene por qué romper la armonía en el hogar.
* Enviado por el P. Natalio
PAPA FRANCISCO: NAVIDAD ES ACOGER A UN DIOS QUE SE HACE NIÑO
Papa Francisco: Navidad es acoger a un Dios que se hace niño y nos dona esperanza
Por Álvaro de Juana
Foto. Lucía Ballester / ACI Prensa
VATICANO, 14 Dic. 16 / 04:35 am (ACI).- El Papa Francisco continuó con el nuevo ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana. Esta vez reflexionó sobre la cita de la Escritura “Qué bellos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz” y pidió ser hombres que den a conocer la Buena Noticia y la esperanza de un Niño que se hace hombre para salvar a la humanidad.
“Viendo al pequeño Niño de Belén, los pequeños del mundo sabrán que la promesa se ha cumplido, el mensaje se ha realizado”. “Se necesita abrir el corazón a tanta pequeñez y a tanta maravilla. Es la maravilla de Navidad, a la que nos estamos preparando, con esperanza, en este tiempo de Adviento. Es la sorpresa de un Dios niño, de un Dios pobre, de un Dios débil, de un Dios que abandona su grandeza para hacerse cercano a cada uno de nosotros”.
En el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre recordó que “nos estamos acercando a la Navidad y el profeta Elías nos ayuda una vez más a abrirnos a la esperanza acogiendo la Buena Noticia de la venida de la salvación”.
Francisco explicó que “al final del exilio de Babilonia” el pueblo de Israel tiene “la posibilidad de reencontrar a Dios y, en la fe, de reencontrarse a sí mismo”.
“El Señor se hace cercano, y el ‘pequeño resto’ que en el exilio ha resistido en la fe, que ha atravesado la crisis y ha continuado creyendo y esperando también en medio de la oscuridad, ese ‘pequeño resto’ podrá ver las maravillas de Dios”.
“¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio del bien!”. “Estas palabras de Isaías –dijo el Pontífice– hacen referencia al milagro de la paz, y lo hacen de un modo particular, poniendo la mirada no en el mensajero sino sobre sus pies que corren veloces”.
El Santo Padre indicó que “el mensajero de paz corre, llevando el buen anuncio de liberación, de salvación y proclamando que Dios reina”.
“Dios no ha abandonado a su pueblo y no se ha dejado derrotar por el mal porque Èl es fiel y su gracia es más grande que el pecado”, añadió.
Francisco dijo luego que “el cumplimento de tanto amor será el mismo Reino de Jesús y de paz que nosotros celebramos con la Navidad y que se realiza definitivamente en la Pascua”. Este “es el motivo de nuestra esperanza”.
A continuación, manifestó que cuando la fe se hace “fatigosa” y “viene la tentación de decir que nada tiene sentido” ahí se puede ver que “Dios está viniendo a realizar algo nuevo, a instaurar un reino de paz; Dios ha ‘desnudado su brazo’ y viene a llevar libertad y consuelo”. “El mal no triunfará para siempre, hay un final para el dolor, la desesperación es vencida”, subrayó.
“Estamos llamados a ser hombres y mujeres de esperanza, colaborando a la venida de este Reino hecho de luz y destinado a todos”. El Papa invitó a anunciar la Buena Noticia de manera “urgente”, concluyó.
DINOS SAN JUAN BAUTISTA, QUÉ TENEMOS QUE HACER?
Dinos San Juan Bautista ¿Qué tenemos que hacer?...
El gran Bautista, el que nos anuncia la llegada del Hijo de Dios entre los hombres, nos ayudará a preparar el camino del Adviento.
Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
Tercer domingo de Adviento
Walter cursó brillantemente sus estudios de Administración de empresas, y para su tesis, se le ocurrió pensar en la funcionalidad de esa transnacional que comienza aquí en la tierra y termina en el otro lado.
Hizo la solicitud correspondiente, y cosa increíble, le fue concedida, así que se aprestó a marcharse, computadora en mano, y recién llegado al cielo se encontró con San Pedro que fue el encargado de mostrarle cómo funciona la vida en aquella próspera empresa. El santo llevó a Walter a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes pabellones llenos de ángeles.
San Pedro se detuvo frente a la primera sección y dijo: "Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas". Walter miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con
muchos ángeles clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel, de personas de todo el mundo.
Ellos siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección, y San Pedro le dijo: "Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron". Walter vio cuán ocupada estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra.
Finalmente, en la esquina más lejana del último pabellón, Walter se detuvo en una diminuta sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso, haciendo muy poca cosa. "Esta es la sección del agradecimiento" dijo San Pedro a Walter. "¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?" Preguntó Walter. "Esto es lo peor"- contestó San Pedro. Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento.
"¿Y cómo pueden las gentes agradecer las bendiciones de Dios?
"Simple," contestó San Pedro, "sólo tendrías que decir o escribir o poner un E-mail: “Gracias Señor".
Esta anécdota, que nos han enviado gentilmente, viene bien a cuento, porque se nos llega ya el día de Navidad, y entre regalos y cenas y fiestas de fin de año, se nos olvida lo más importante, que es agradecer cumplidamente a nuestro Buen Padre Dios el tremendo regalazo que nos hizo al enviarnos a su Hijo Jesucristo al mundo, en carne mortal, y sujeto a todas las limitaciones humanas, menos el pecado.
Tendríamos que imitar a esos grandes santos, que cuando las condiciones eran otras, y sólo se permitía comulgar en algunas ocasiones, digamos cada semana, se pasaban tres días preparando la Sagrada comunión, que era recibida entre grandes muestras de júbilo, y alegría, y los tres días restantes eran empleados en bendecir y alabar a Dios por el gran don de la Eucaristía.
Precisamente esto es lo que nos propone San Pablo, al considerar que el Señor está cerca: “No se inquieten por nada; más bien presente en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud”.
Quisiera que todos los cristianos, viéramos esta Navidad como un don del cielo, como el mejor obsequio que el Señor podría haber hecho a nuestra humanidad, y como el mejor antídoto para esa enfermedad que se anuncia ya como la nueva enfermedad del siglo, la famosa "depre", que en serio afecta a mucha gente sobre la tierra, y que surge en la conciencia del hombre cuando éste se cierra a la gracia, a la amistad, a la cercanía del Dios que nos salva en su Hijo Jesucristo.
Entonces se produce un vacío muy difícil de llenar, porque el corazón del hombre, hecho con las dimensiones del corazón de nuestro Salvador no puede ser llenado con cosas y cosas y cosas, como hacemos normalmente en ocasión de Navidad, para disimular nuestro vacio interior y muchas veces nuestro egoísmo.
San Juan Pablo II reconoció la dificultad que está creando esta enfermedad en el mundo, causada también por la influencia de los medios de comunicación social: que exaltan el consumismo, la satisfacción inmediata de los deseos y la carrera hacia un bienestar material cada vez mayor...
Esa enfermedad es siempre una prueba espiritual, y por eso es importante tender la mano a los enfermos, ayudarles a percibir la ternura de Dios, a integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendido, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados.
Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse “mirar” por él es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a elegir la vida”. Esto es muy de considerar, por eso continuamos escuchando al Papa Juan Pablo II:
“En su amor infinito, Dios está siempre cerca de los que sufren. La enfermedad depresiva puede ser un camino para descubrir otros aspectos de sí mismos y nuevas formas de encuentro con Dios. Cristo escucha el grito de aquellos cuya barca está a merced de la tormenta (Cf. Mt 4, 35-41). Está presente a su lado para ayudarles en la travesía y guiarlos al puerto de la serenidad recobrada”.
Esta misma alegría y este compromiso de solidaridad con los que no pueden comprar y comprar como aconsejan los medios de comunicación, son los que nos anuncia el profeta Sofonías:
“Canta, da gritos de júbilo, gózate y regocíjate de todo corazón... el Señor será el Rey en medio de tu pueblo y no temerán ningún mal... que no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti; El se goza y se complace en ti: él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta”.
Estos días, pues no serán de muchas consideraciones, sino ir saboreando, ayudados por las palabras del Profeta Sofonías, con esa presencia del Señor entre nosotros, y con la tremenda seguridad de que él nos ama, se complace en nosotros, y nos hará vivir en una fiesta, en una eterna Navidad, celebrando al Hijo de Dios que comparte nuestras miserias y nuestros dolores, pero que marca caminos de vida nueva, de salvación y de perdón.
Como conclusión, tendríamos que sentarnos frente a San Juan el Bautista, el gran Bautista, el que nos anuncia la llegada del Hijo de Dios entre los hombres, para preguntarle a boca de jarro: “¿Qué debemos hacer?”.
Su respuesta será clarísima: la solidaridad y el saber compartir lo nuestro, sin olvidarnos de la justicia y el fiel y exacto cumplimiento de nuestros deberes.
“Quien tenga dos túnicas o dos vestidos, dé uno al que no tiene ninguno y quien tenga comida, que haga lo mismo... no cobren más de lo establecido... no extorsionen a nadie ni denuncien falsamente, sino conténtense con su salario...”.
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