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viernes, 8 de julio de 2016

LA ORACIÓN "NO SÉ" UN MODO SENCILLO DE REZAR


La oración del "NO SÉ" un modo sencillo de rezar
Puedes ponerte en presencia de Dios y presentar tus no sé a Cristo, escuchando cómo Él te va respondiendo.


Por: P. Guillermo Serra, L.C | Fuente: la-oracion.com 




La oración es fácil y difícil a la vez. Es fácil porque es Dios el que toma la iniciativa y a nosotros nos toca responder. Es difícil porque nos gustaría "saber" muchas cosas en esta relación con Dios, pero con humildad tenemos que reconocer que no sabemos. Pero es precisamente en este "no saber" donde encontramos una gran riqueza si dejamos que Jesús nos hable...

Les presento una oración sencilla para poder rezar con humildad aprovechando nuestras debilidades.

1. Mi alma le dice a Jesús: no sé, y Jesús le contesta a mi alma...

Mi alma: no sé qué decir...

Jesús: es que no tienes que decir nada, tan sólo escucha.

Mi alma: no sé cómo comenzar...

Jesús: es que no hay que comenzar lo que inició desde toda la eternidad. Yo te amé con amor eterno.

Mi alma: no sé cómo entrar en presencia de Dios...

Jesús: me tienes dentro, busca bien, eres templo de Dios, haz silencio

Mi alma: no sé qué hacer en la oración...

Jesús: no tienes que hacer nada, sino dejarte mirar por mí, escucharme, lo demás, llega sólo.

Mi alma: no sé cómo escuchar...

Jesús: mi Palabra es eterna, inclínate hacia tu corazón, escúchalo, ahí está grabada


2. La oración del no sé en algunos personajes del Nuevo Testamento

Magdalena: no sé perdonarme...

Jesús: no tienes que perdonarte, Yo te perdono y te levanto con dignidad, porque eres hija de un Rey.

Tomás: no sé cuál es el camino...

Jesús: ¿no ves el camino? Soy Yo, tócame, si te sujetas de mí y caminas a mi lado ya estás en el Camino y llegarás a la Verdad y la Vida.

Felipe: no sé quién es el Padre, no lo veo...

Jesús: quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Yo hago lo que es de su agrado.

Pedro: no sé caminar sobre el agua...

Jesús: fija en mí la mirada y podrás caminar sobre cualquier obstáculo. Si quitas tu mirada, te hundirás.

Samaritana: no sé dónde puedo saciar mi sed...

Jesús: ven a saciarte en mi fuente, Y soy el Agua que salta hasta la vida eterna.

Lázaro: no sé cómo asumir el dolor y la muerte...

Jesús: ¡no temas!, Yo Soy el Médico y la Medicina; la Resurrección y la Vida. El que cree en mí no morirá para siempre.

Zaqueo: no sé cómo llenar el vacío de mi vida...

Jesús: déjame entrar en tu casa y llenarte con mi compañía.

Juan: no sé permanecer de pie junto a la cruz sin sentirme desfallecer...

Jesús: si te caes, yo te sostendré. La fidelidad pasa por la valentía de reconocer que sin mí nada puedes, que tu fuerza soy yo.

Marta: no sé qué hacer con mis cansancios y preocupaciones...

Jesús: siéntate a mis pies, escucha mis Palabras, no te afanes tanto, no necesito que hagas mucho sino que ames mucho.

Buen ladrón: no sé cómo reparar mi daño, devolver lo que he robado...

Jesús: déjame robarte el corazón y llevarlo conmigo al cielo.

3. Ejercicio para la oración:

Puedes ponerte en presencia de Dios y presentar tus no sé a Cristo, escuchando cómo Él te va respondiendo y así, dejar que te llene de su sabiduría. Nosotros no sabemosÉl es la sabiduría infinita que nos ama, nos conoce y nos abraza.

Nos quiere enriquecer y por eso: "si quieres saber algo, no quieras saber algo en nada" (San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo)

miércoles, 6 de julio de 2016

LA ORACIÓN : EL AMOR ES EL QUE HABLA


La oración: el amor es el que habla
Orar es dejar que hable el amor.¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable!


Por: P. Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Esta frase del libro de la vida de Santa Teresa nos ayuda a comprender lo que es la oración. Ella encuentra en Toledo a un Padre dominico conocido que no ve desde hace mucho tiempo. Le cuenta bajo secreto de confesión todo lo que le pasa a su alma y las penas sufridas por la reforma del Carmelo.

El religioso la escucha, la consuela y le pide que no deje de pedir por él. Teresa, agradecida, confía al Señor el alma de este sacerdote. Ella va al lugar a donde solía orar y allí se queda "muy recogida, con un estilo "abovado" que muchas veces, sin saber lo que digo, trato". Y añade: "que es el amor que habla" (Libro de la Vida, 34, 8).

Orar es dejar que hable el amor. ¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable! Sino que preferimos que hable sólo nuestra razón o nuestra mera capacidad humana de entender las cosas. Muchas veces reprimimos el amor como si fuera muestra de debilidad como si también en la oración tuviéramos que demostrar los fuertes e inteligentes que somos. Sin embargo la oración, sin dejar impedirnos usar nuestro entendimiento, es el momento explayar el corazón, y de dejar que el Amor divino nos inunde y nos queme con sus rayos. En una sociedad más racionalista y secularizada, nos da vergüenza de liberar la parte más noble de nosotros mismos, nuestra capacidad de amar y ser amados. Y vivimos como mutilados, no respirando a pleno pulmón, caminando sólo al ritmo que nos permite nuestras convenciones humanas o nuestro miedo de amar demasiado.

Orar, "es el amor que habla". Santa Teresa cuenta que, dejando al religioso, comenzó a hablar con Dios con toda sencillez, como ella solía hacer, dejando que el amor hablase. No sólo el amor que su alma nutría hacia Dios, sino también "comprendiendo el amor que Dios le tiene a ella". La oración usa un lenguaje de amor. Y el lenguaje de amor es especial, es único, tiene su lógica, su gramática y su sintaxis. Lo entienden los que aman. Basta un gesto, una mirada, un movimiento, una sonrisa. Dejemos que el amor hable en nosotros. Dejemos que el Amor nos hable. Dejémonos conducir por el Espíritu Santo que es la persona de la Trinidad que es el Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.

Cuando aprendamos el lenguaje del amor que nos enseña el Espíritu Santo, lenguaje hecho de sencillez y espontaneidad, que cualquiera que tenga un corazón puede aprender, entonces comprenderemos que la oración no es sino un ejercicio de amor, es una expresión de amor, es un grito de amor, es una súplica de amor.

La mística Teresa continua diciendo que el Amor que Dios tiene al alma hace que ésta se olvide de sí y "le parece está en Él". Nada la separa de Él. La sencillez del amor logra el mejor estado de unión. Entonces el alma orante "habla desatinos". Comienza a usar el lenguaje más elevado y puro, el lenguaje del amor, porque, como diría San Juan de la Cruz, "ya sólo en amar es mi ejercicio" (Cántico Espiritual, 95).



sábado, 18 de junio de 2016

ORAR CON LA BIBLIA


Orar con la Biblia


Hay un modo de orar con la Biblia que se llama “responsorial”. Son frases breves pero selectas, casi siempre de los salmos. Estos responsorios se llaman así porque a la frase enunciada por el solista, el coro responde (responsum) con la misma u otra distinta. A modo de novedad te ofrezco hoy el primero para que lo repitas a lo largo del día: es denso y bello. Es muy fácil memorizarlo.

V. Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.
R. Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.
V. Y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
R. Sácianos de tu misericordia, Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.

La repetición de la idea principal: “la misericordia y ternura de Dios”, es un elemento que ayuda a una oración muy simple, impulsándonos a tener sed y hambre (¡Sácianos!) del bien infinito,  anhelo del corazón. Si bien los responsorios han sido elaborados para la oración comunitaria, son excelentes para una oración personal, sólida y rica, por sus contenidos bíblicos.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 16 de junio de 2016

LA ORACIÓN MÁS DIFÍCIL, LA QUE MÁS NOS CUESTA


La oración más difícil, la que más nos cuesta...
Dejar nuestras cosas a un lado, dejarlas por un momento y ponernos solo ante tu presencia, Señor.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




A veces, Señor, cuando estoy ante ti, recorro mi alma en examen sincero preguntándome si solo vengo a ti buscando consuelo para mis penas y problemas...

¿Qué le falta a mi oración?

Señor, dame luz para comprender que la que tengo olvidada o que no me conviene es la "Oración de intercesión". Esa, que es el olvido de uno mismo, esa, que es "una petición en favor de otros". Es la que no tiene límites ni fronteras, ya que es la que puede alcanzar gracias hasta para los enemigos y es también la expresión de la Comunión de los Santos. Es la oración en que nos olvidamos de nosotros para pensar en los demás.

Es generosa, de una caridad sin límites cuando pedimos por alguien que no nos ama, por alguien que no nos hace caso o que tal vez nos hizo o hace mucho daño. Es acercarnos realmente a la forma de orar que tu oraste por nosotros a tu Padre, Señor.

Tu, Señor, siempre estuviste y estás presto a interceder por nosotros ante el Padre, en favor de todos los hombres, especialmente por los pecadores. En favor... de mi.
Y te quedaste con nosotros en este Sacramento, estás con nosotros cada momento del día en la Eucaristía para seguir intercediendo por nosotros, nos escuchas y te llevas nuestras peticiones al Padre.

Vale la pena hacer la prueba. Olvidarse de uno por un momento, desasirse de todos los problemas que nos agobian, de esa pena.... que llevamos colgada del corazón, de esa enfermedad, de ese malestar, de esa inquietud, temor o disgusto que no nos deja dormir...

Dejar "nuestras cosas" a un lado, dejarlas por un momento y poniéndonos ante tu presencia, Señor, pensar en los demás...y así, como una letanía de incienso, perfumada por el más grande amor, ese que nos cuesta tanto porque no es para nuestro beneficio personal, pedir, por todos los seres del mundo, por las autoridades que manejan el destino de los países, por los que sufren, enfermos o desamparados, por los que en este día morirán e irán a la presencia del Padre, por los sacerdotes, por los misioneros por los no nacidos y por los jóvenes, pero sobretodo por tal o cual persona, esa que nos hace sufrir, esa que no nos "cae bien", esa que no nos quiere...que siempre sabe cómo mortificarnos.... ¡esa es la oración que tu está esperando, Jesús mío, esa es la que más me cuesta pero... esa es la que tu quieres!.

Y cuando logramos hacerla, el alma y el pensamiento se van aligerando y un rocío de paz moja nuestro corazón, antes reseco por el rencor, tal vez por el egoísmo de vivir absortos en "nuestro pequeño mundo" tan solo con nuestras preocupaciones.

Si, Jesús Sacramentado, yo necesito que me escuches porque me agobian muchas cosas y tengo el alma triste pero con esta oración, he sentido el dulce consuelo de tu abrazo lleno de misericordia para mi y para todos aquellos por lo que te he pedido. ¡Gracias, Señor!.

viernes, 20 de mayo de 2016

QUÉ SIGNIFICA PONERSE DE RODILLAS CUANDO SE REZA?


¿Qué significa ponerse de rodillas cuando se reza?
Rezar significa sentir el sentido del mundo fuera del mundo, hacerlo de rodillas es declarar nuestro límite.


Por: Papa emérito Benedicto XVI, audiencia general de 11 de Mayo de 2011 | Fuente: PildorasDeFe.net 




Rezar de rodillas no es un símbolo de esclavitud ni indigencia sino una manera de reconocer los propios límites y la necesidad de Dios. 

El hombre por naturaleza es religioso

Así es, es homo religiosus, como es homo sapiens y homo faber. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre.

Los hombres de todas las épocas, desde la era digital hasta las cavernas, han buscado a Dios en la oración para dar sentido a sus vidas.

El hombre lleva en sí una sed de infinito, una nostalgia de eternidad, una búsqueda de belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz, que lo empuja hacia lo Absoluto; el hombre lleva en sí mismo el deseo de Dios.

¿Cómo definimos la oración?

La oración, antes que una práctica o fórmula, es una postura interior, antes un acto de culto o unas palabras, es un modo de ser ante Dios... Rezar significa sentir el sentido del mundo fuera del mundo.

"La dinámica de orar de rodillas significa postrarse declarando nuestro límite y manifestando la necesidad de Dios."

En la experiencia de la oración, la criatura humana expresa toda su conciencia de sí mismo y a la vez dirige toda su persona hacia el Ser delante el cual se está.

La oración, que es apertura y elevación del corazón de Dios, se convierte en relación personal con el Señor

martes, 17 de mayo de 2016

CÓMO ORAR CUANDO SIENTES MIEDO?


¿Cómo orar cuando sientes miedo?
Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él.


Por: P Evaristo Sada LC 




Todos queremos seguridad y buscamos seguridades. Nos da miedo cuando no hay seguridad, cuando perdemos nuestras seguridades o cuando se ven amenazadas o reducidas.

Te da seguridad un buen empleo, la aceptación de los demás, las cosas que posees, los amigos que te respaldan, un entorno conocido, tus habilidades, tu formación profesional, tus títulos, el dinero, recibir reconocimientos y dignidades, ser consultado, recibir atenciones, tu hogar, una buena salud, etc.

Cuando se ponen en riesgo nuestras seguridades nos entra miedo. Se derrumban o disminuyen nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos. Cuando esto sucede nos encontramos en la posición del pobre, del que nunca ha tenido nada o del que lo ha perdido todo y depende totalmente de la gratuidad del amor de Dios.

Es humano tener miedo. No nos extraña que hasta los Papas sientan miedo cuando son elegidos. Tengo a la mano una oración del Cardenal Eduardo Pironio, argentino, en que se presenta ante Dios con mucho miedo. Tuve la gracia de tratar mucho con él y hablaba con frecuencia de la confianza, de la virtud de la esperanza; tal vez por el miedo que sentía. Extraigo partes de una de sus oraciones:



Señor,
Hoy necesito hablar contigo con sencillez de pobre, con corazón quebrantado pero enteramente fiel.

Sufro, Señor, porque tengo miedo,
mucho miedo, más que nunca.
Yo no sé por qué, o mejor, sí se por qué:
porque Tú, Señor, adorablemente lo quieres.
Y yo lo acepto.
Pero también escucho tu voz de amigo:
"No tengas miedo, no se turbe tu corazón.
Soy yo. Yo estaré contigo hasta el final."
Repítemelo siempre Señor,
y en los momentos más difíciles,
suscita a mi alrededor almas muy simples
que me lo digan en tu nombre.

Tengo miedo, Señor, mucho miedo.
Miedo de no comprender a mis hermanos
y decirles las palabras que necesitan.
Miedo de no saber dialogar,
de no saber elegir bien a mis colaboradores,
de no saber organizar la diócesis,
de no saber planear,
de dejarme presionar por un grupo o por el otro,
de no ser suficientemente firme
como corresponde a un Buen Pastor,
de no saber corregir a tiempo,
de no saber sufrir en silencio,
de preocuparme excesivamente por las cosas al modo humano,
y entonces, estoy seguro de que me irá mal.
Por eso, Señor, te pido que me ayudes.

Me hace bien sentirme pobre,
muy pobre, muy inútil y pecador.
Ahora siento profundamente mis pecados.
He pecado mucho en mi vida
y tú me sigues buscando y amando.
Pero te repito, sigo teniendo miedo, mucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo, después de que me esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo muchos que te dejaron porque "les resultaba dura" y absurda tu doctrina.

Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siempre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes; te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
¿y no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñame a decir que sí y a no dejarme aplastar por el miedo.

___________________

El Cardenal Pironio sabía ver en el sufrimiento la mano providente de Dios Padre. En su testamento espiritual escribe: Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho.

Lo que más aprendo de esta oración es la humildad y la confianza con que se dirige a Dios. Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él. El padre es protector y proveedor. Si el hijo expone a su padre su debilidad, su miseria, sus faltas, su condición vulnerable, y se dirige a él pidiendo ayuda con absoluta confianza, un buen padre siempre responde.

Cuando sentimos miedo al perder nuestras seguridades o al no tener seguridad alguna, podemos tener la certeza de que si lo aceptamos con humildad y acudimos con confianza a Dios Padre, el amor de Dios vendrá en nuestro auxilio. La confianza filial lo obtiene todo de Dios.

Cuando sentimos miedo también podemos orar con la ayuda del Salmo 23: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan y del Salmo 30 En ti, Señor, me cobijo, nunca quede defraudado. Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve; pues tú eres mi peña y mi alcázar.

Cuando sentimos miedo, la roca firme del amor misericordioso de Dios es nuestra seguridad.

lunes, 1 de febrero de 2016

SIN ORACIÓN NO HAY CONVERSIÓN


Sin oración no hay conversión



La oración es necesaria para convertirnos y para convertir a las personas, porque la conversión es una gracia que da Dios, y Él la da porque es obtenida mediante la oración.

Efectivamente si rezamos por los pecadores, obtendremos su conversión. Y si queremos convertirnos, debemos rezar nosotros, o alguien debe rezar por nosotros.

Si estamos en amistad con Dios y vamos por el buen camino, es porque alguien ha rezado por nuestra conversión alguna vez, ya sea un alma de la tierra, o del Purgatorio o del Cielo.

De modo que si buscamos la salvación del mundo, o al menos de nuestras familias y seres más queridos, no tenemos otra alternativa sino rezar mucho. Entonces sí que veremos verdaderos milagros a nuestro alrededor, y el verdadero y completo fruto de nuestra oración recién lo veremos en el Cielo.

¿Es que no nos preguntamos nunca por qué la Virgen, en todas sus apariciones, nos pide con tanta insistencia que oremos, y mucho? Ella sabe muy bien que la salvación individual y colectiva sólo puede venir por la oración.

Dejemos de lado, entonces, tantas cosas que nos hacen perder un precioso tiempo inútilmente, y dediquemos más tiempo a la oración, en especial el Santo Rosario, y preparémonos a ver cosas admirables en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que amamos.

La oración es la solución a todo, porque si está bien hecha, la oración lo obtiene todo de Dios.

Pero aunque nuestra oración no sea perfecta, oremos igualmente, y mucho, porque a orar se aprende orando, y con el paso del tiempo iremos mejorando nuestro trato personal, de amor y amistad con Dios, su Madre, los Ángeles, los Santos y las Benditas Almas, pues no otra cosa es la oración, sino un diálogo con Dios, la Virgen y los Santos.

Seguramente las cosas quizás no nos van del modo que querríamos que nos vayan. Pues bien, tenemos una solución a ello: Rezar. Y si las cosas se complican, recemos más aún, porque la perseverancia en la oración obtiene infaliblemente dones del Señor, que si no son los que esperamos, sí en cambio serán aquellos que necesitamos.


© Sitio Conviértanse

jueves, 21 de enero de 2016

¿CÓMO ORAR CUANDO SIENTES MIEDO?


¿Cómo orar cuando sientes miedo?
Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él.

Por: P Evaristo Sada LC 




Todos queremos seguridad y buscamos seguridades. Nos da miedo cuando no hay seguridad, cuando perdemos nuestras seguridades o cuando se ven amenazadas o reducidas.

Te da seguridad un buen empleo, la aceptación de los demás, las cosas que posees, los amigos que te respaldan, un entorno conocido, tus habilidades, tu formación profesional, tus títulos, el dinero, recibir reconocimientos y dignidades, ser consultado, recibir atenciones, tu hogar, una buena salud, etc.

Cuando se ponen en riesgo nuestras seguridades nos entra miedo. Se derrumban o disminuyen nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos. Cuando esto sucede nos encontramos en la posición del pobre, del que nunca ha tenido nada o del que lo ha perdido todo y depende totalmente de la gratuidad del amor de Dios.

Es humano tener miedo. No nos extraña que hasta los Papas sientan miedo cuando son elegidos. Tengo a la mano una oración del Cardenal Eduardo Pironio, argentino, en que se presenta ante Dios con mucho miedo. Tuve la gracia de tratar mucho con él y hablaba con frecuencia de la confianza, de la virtud de la esperanza; tal vez por el miedo que sentía. Extraigo partes de una de sus oraciones:



Señor,
Hoy necesito hablar contigo con sencillez de pobre, con corazón quebrantado pero enteramente fiel.

Sufro, Señor, porque tengo miedo,
mucho miedo, más que nunca.
Yo no sé por qué, o mejor, sí se por qué:
porque Tú, Señor, adorablemente lo quieres.
Y yo lo acepto.
Pero también escucho tu voz de amigo:
"No tengas miedo, no se turbe tu corazón.
Soy yo. Yo estaré contigo hasta el final."
Repítemelo siempre Señor,
y en los momentos más difíciles,
suscita a mi alrededor almas muy simples
que me lo digan en tu nombre.

Tengo miedo, Señor, mucho miedo.
Miedo de no comprender a mis hermanos
y decirles las palabras que necesitan.
Miedo de no saber dialogar,
de no saber elegir bien a mis colaboradores,
de no saber organizar la diócesis,
de no saber planear,
de dejarme presionar por un grupo o por el otro,
de no ser suficientemente firme
como corresponde a un Buen Pastor,
de no saber corregir a tiempo,
de no saber sufrir en silencio,
de preocuparme excesivamente por las cosas al modo humano,
y entonces, estoy seguro de que me irá mal.
Por eso, Señor, te pido que me ayudes.

Me hace bien sentirme pobre,
muy pobre, muy inútil y pecador.
Ahora siento profundamente mis pecados.
He pecado mucho en mi vida
y tú me sigues buscando y amando.
Pero te repito, sigo teniendo miedo, mucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo, después de que me esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo muchos que te dejaron porque "les resultaba dura" y absurda tu doctrina.

Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siempre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes; te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
¿y no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñame a decir que sí y a no dejarme aplastar por el miedo.



El Cardenal Pironio sabía ver en el sufrimiento la mano providente de Dios Padre. En su testamento espiritual escribe: Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho.

Lo que más aprendo de esta oración es la humildad y la confianza con que se dirige a Dios. Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él. El padre es protector y proveedor. Si el hijo expone a su padre su debilidad, su miseria, sus faltas, su condición vulnerable, y se dirige a él pidiendo ayuda con absoluta confianza, un buen padre siempre responde.

Cuando sentimos miedo al perder nuestras seguridades o al no tener seguridad alguna, podemos tener la certeza de que si lo aceptamos con humildad y acudimos con confianza a Dios Padre, el amor de Dios vendrá en nuestro auxilio. La confianza filial lo obtiene todo de Dios.

Cuando sentimos miedo también podemos orar con la ayuda del Salmo 23: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan y del Salmo 30 En ti, Señor, me cobijo, nunca quede defraudado. Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve; pues tú eres mi peña y mi alcázar.

Cuando sentimos miedo, la roca firme del amor misericordioso de Dios es nuestra seguridad.

martes, 29 de diciembre de 2015

CÓMO ORAR CUANDO TE SIENTES SOLO


Cómo orar Cuando te sientes solo
Para orar. Jesús siempre será en nuestra vida en mejor de los amigos
Por: Centro de Hospitalidad y Misericordia 



Padre, en tus manos pongo mi espíritu
Lucas 23, 46


PALABRA DE DIOS
Jesús siempre será en nuestra vida en mejor de los amigos

Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
Juan 13,1

“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”
Juan 15, 13


Jesús da consuelo al triste

Jesús comprende nuestra soledad. El mismo la ha vivido, pues cuando más triste se encontraba, fue abandonado por todos sus discípulos; y sin embargo, nos ha dejado un remedio poderoso:
“Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.
Mateo 26,41


Dios, refugio y fortaleza de los
que esperan en él

“Porque así dice el Señor: seréis alimentados, en brazos seréis llevados, sobre las rodillas seréis acariciados.
Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré”. Isaías 66, 12-13

“¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.
Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente.”
Isaías 49, 15-16

“«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.”
Juan 14, 1-3

“Al que venga a mi no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.”
Juan 6, 37-39


Jesús cuida de nosotros

“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.”
Juan 10, 11-15


Jesús nos quiere con Él

Jesús dijo: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.”
Juan 14, 23


Jesús oro al Padre por nosotros

“Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo este estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.” Juan 17, 24

“Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.”
Juan 17, 22-23

“Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»”
Juan 17, 26


Como cristianos, ¡Pertenecemos a una comunidad!

“Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo?» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo» dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído, ¿dónde quedaría el olfato?”
1ª. Corintios 12, 14-17 

“Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él”.”
1ª. Corintios 12, 26

“Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
Gálatas 3, 27-28


Jesús con nosotros

Jesús se acerco a sus discípulos antes de subir al cielo y les dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”
Mateo 28,20

“Quién come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”. Juan 6, 56


ORACIÓN

Estate, Señor conmigo

Estate, Señor conmigo
siempre, sin jamás partirte, y cuando decidas irte, llévame contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.
Llévame en tu compañía
donde tu vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tu vida no me das
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte
temo, Señor, tu partida,
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das,
sé que alcanzarla no puedo,
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mi te vas.
Himno de la Liturgia de las Horas


REFLEXIÓN

“Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están ‘fatigados y agobiados’.”
Catecismo de la Iglesia Católica, 1658.

“Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: ”El que cumpla la voluntad de mi Padre Celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mateo 10, 37).”
Catecismo de la Iglesia Católica, 2233.


TESTIMONIO DE LOS SANTOS

La solicitud fraterna de los santos ayuda mucho a nuestra debilidad, pues por el hecho de estar más íntimamente unidos con Cristo no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra.
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 956.

“No lloréis os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida”.
Santo Domingo de Guzmán

“Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra”.
Santa Teresita del niño Jesús 

jueves, 10 de diciembre de 2015

¿CÓMO ORAR CUANDO ALGUIEN TE HACE SUFRIR?


¿Cómo orar cuando alguien te hace sufrir?
Al rezar por quienes te hacen sufrir, te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas.


Por: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com 




Hay personas que nos hacen sufrir. Sabiéndolo o no, queriéndolo o no, pero nos hacen pasar malos ratos. Nos duelen sus palabras hirientes, sus actitudes humillantes, sus tratos despóticos, su falta de responsabilidad, sus infidelidades, sus prontos temperamentales, sus olvidos y negligencias...

Ante personas así podemos reaccionar siendo con ellos de la misma manera que sonellos con nosotros: "para que se enteren", "para que vean lo que se siente". O bien podemos enfrentarlos, decirles sus verdades y ponerles un alto. O incluso evadir el problema ignorándolo y dejándolo a su suerte. Pero sabemos que estos recursos pocas veces funcionan.

Sin embargo, podemos también buscar el momento y las palabras más adecuadas para hacerle ver lo que está sucediendo. Podemos poner amor: "Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor" (San Juan de la Cruz). Y por fin, orar por ellos.
Orar por una persona querida es fácil, pero orar por una persona que te hace daño es difícil. Apenas lo traes a la memoria en la oración y se te retuerce el estómago. Y si llegas a formular una oración, lo más probable es que ésta sea para pedirle a Dios que lo parta un rayo, que le dé una buena lección o que lo cree de nuevo. Aún si te salen estos sentimientos, intenta de nuevo. Verás que la oración irá ablandando tu corazón, pues en la oración se hace presente el Espíritu de Dios que es amor, y Él, el Amor en persona, irá renovando tu corazón. Y te dirás: "pero de lo que se trataba era de que el otro cambiara". Sí, pero al orar por quien te hace sufrir te darás cuenta de que el primero que comienza a cambiar eres tú mismo.

Al rezar por quienes te hacen sufrir:

- Te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas. Desahogarse con Dios sana y libera. Poner en manos de Dios aquello que no puedes controlar ni remediar es de personas sensatas.

- Dios te hace ver que el rencor, la venganza, la falta de perdón, el resentimiento, el odio, no son virtudes cristianas, y que más bien debes aprender a ser como es Dios con nosotros: rico en misericordia, dispuesto aperdonarme siempre (aunque no lo merezca), tolerante, paciente, compasivo. “Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc 23, 43)

- Rezas con coherencia y sinceridad el padrenuestro y le das a tu Padre celestial excusa suficiente para perdonarte. “Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

- El Espíritu Santo comienza a modelar tu corazón conforme al Suyo. Verás que todo ese rencor que llevas dentro es veneno que intoxica, vinagre que amarga la vida, y que a medida que te purificas de él y lo suples con la miel de la caridad cristiana, la vida se te hace mucho más llevadera. Ya bastante mal te lo pasas con el sufrimiento que el otro te impone como para que lo amplifiques con el reflujo de tu propia amargura.

- Y no te quede la menor duda de que si rezas con fe y caridad por quienes tehacen sufrir, Dios actuará. No esperes resultados inmediatos, simplemente espera con absoluta confianza en que Dios obrará en el momento y de la manera que considere oportunas.




Tal vez te pueda servir esta oración de intercesión y sanación del P. Emiliano Tardif:

Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a). Tú lo(a) conoces por su nombre. Te lo(a) presento, Señor, para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso en su vida.

Tú conoces su corazón y conoces las heridas de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.

Conoces los traumas y complejos de su vida.
Hoy, Padre, te pedimos que por el amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo,derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a) para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de su corazón.

Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en este corazón y dale tu paz. Llénalo de amor.

Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.
Sabemos, Señor, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estamos pidiendo con María, nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.

Cambia su corazón y dale un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dale un corazón nuevo.

Haz brotar, Señor, en este hermano(a) los frutos de tu presencia. Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre él el Espíritu de las bienaventuranzas, para que él pueda saborear y buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumas junto a su esposo(a), junto a su familia, junto a sus hermanos.

Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón porque Tú nos sanas, porque tu nos liberas, porque Tú rompes las cadenas y nos das la libertad.

Gracias, Señor, porque somos templos de tu Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te damos gracias, Señor, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en nuestros corazones.

¡Qué grande eres Señor!

Bendito y alabado seas, Señor

miércoles, 25 de noviembre de 2015

DIEZ FORMAS DE ORACIÓN QUE NO PUEDE FALTAR EN TU VIDA CRISTIANA



10 formas de oración que no pueden faltar en tu vida cristiana
Oración Cristiana



Uno siempre encuentra tiempo para todo, incluso para las cosas más banales (qué decir si se trata de algo que se considera de vital importancia para nuestra vida). ¿Por qué no pasará lo mismo con la oración?


Por: Daniel Prieto | Fuente: Catholic-link.com 



“No tengo tiempo para rezar” −porfían algunos. −“No es verdad” –replico yo. Me dan miles de excusas y se van. Luego pasan las horas, y yo los observo. Largas horas invertidas en series de televisión, en facebook, en juegos, en youtube, en música, en algún hobby… en fin, todo justificable, pues en el fondo uno siempre encuentra tiempo para todo, incluso para las cosas más banales (qué decir si se trata de algo que se considera de vital importancia para nuestra vida). ¿Por qué no pasará lo mismo con la oración? Repito, no me creo eso de no tener tiempo para rezar. El problema es otro. ¿Quieres rezar? −Sí −debes responder ¿Tienes tiempo? −Sí −ahora nos estamos entendiendo. Pero antes necesitamos responder: ¿qué es la oración?
No faltan definiciones elocuentes, de grandes santos, que responden con profundidad a la pregunta. Santa Teresita por ejemplo decía: «Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría». O San Agustín: «La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él». Sin embargo, no faltan personas insatisfechascon tales definiciones. Y no les falta razón.
Sabemos que estas respuestas no abarcan todos los aspectos y matices que la palabra implica. En realidad este tampoco era el afán de los santos citados, ni el nuestro. Ni siquiera un tratado sería suficiente para describir y explicar los numerosos tipos (alabanza, perdón, acción de gracias, súplica), métodos (liturgia de las horas, lectio, rosario, oración del nombre de Jesús), experiencias (personales, liturgicas, sacramentales), que existen y en los cuales se puede vivir, enmarcar  y comprender la oración.
Aun así, debemos intentar llegar a describir su fundamento último, es decir, tratar de definir lo que está a la base y constituye su esencia respecto al hombre. En ese sentido creo que podemos afirmar que la oración es relación. Relación de amor entre Dios y el hombre. Relación de amor entre el hombre y Dios. Relación que lleva a la reconciliación. Re-conciliación que es la dinámica de reunificación entre lo humano y lo divino. Me explico mejor. El hombre fue creado no solo a través de la Palabra, sino también a imagen y semejanza de Ella, por ello es el la única creatura visible capaz de entablar un diálogo de amor con su Creador (GS 12,3). Como decía Ratzinger comentando el Génesis: “El aliento de Dios le ha sido insuflado, por lo cual la divinidad ha literalmente entrado en él, su barro adquiere el ser-imagen-de-Dios”.Imagen que es capacidad de desplegarse en el amor y puede alcanzar la semejanza divina. Por eso el respiro del hombre va más allá de ser un mecanismo necesario para la conservación de su vida terrena, en su caso, lo decisivo es su capacidad de respirar la vida del Espíritu, que es la vida de Dios. El hombre es capaz de Dios. Su corazón (entendido como toda su persona), puede albergar la vida Trinitaria y así la materia de su cuerpo puede convertirse en auténtico santuario (templo) del  Espíritu Santo. Con ello glorifica a Dios (1 Cor. 6, 19-20), porque es portador de la gloria de Dios.  Sí, San Ireneo tenía razón, “la gloria de Dios es el hombre viviente”.
La naturaleza del hombre de oración, al entrar en comunión con Dios, se transfigura y diviniza, al participar de la naturaleza divina (de su amor, porque Dios es amor). En la oración  lo decisivo es esta relación de comunión. Es en este marco que se entiende cómo toda la existencia del hombre puede convertirse en oración. Orígenes sobre esto decía: «Solamente podemos poner en práctica el precepto de “Orar siempre” (1Tes 5,17) si consideramos toda la existencia cristiana como una única y gran oración, de la que eso que solemos llamar “oración” es tan solo una parte» (Sobre la oración 12,2). La relación de amor con Dios caracteriza toda nuestra existencia, y desde esta se forja una nueva modalidad operativa que transforma toda nuestra actividad.
Esta relación obviamente depende en primera instancia de Dios. Dios nos amó primero (1 Jn 4,19) y nunca ha dejado de amarnos y llamarnos, incluso después del pecado. Si bien es cierto que  pecado original tuvo y sigue teniendo graves consecuencias (la privación de la santidad y de la justicia original, la naturaleza herida, la desarmonía del cosmos, etc.) Dios no nos abandona, y nos confirma su fidelidad. Su relación hacia nosotros no se interrumpe, más bien se reconstituye con una novedad inaudita: Cristo, el nuevo y definitivo Dia-logo entre el Padre y el hombre es la Palabra que se hace carne. Encarnación, pasión, muerte y resurrección, se convierten en el movimiento de reconciliación que nos devuelve la vida del Espíritu. Ese respiro de vida eterna que habíamos perdido, se nos dona nuevamente. Dios sopla de nuevo en nuestro barro herido. La divinidad ha literalmente entrado en nosotros otra vez haciéndonos revivir, resucitar. Esto es el bautismo: morir para renacer a la vida en Cristo. Y vivir con coherencia este dinamismo bautismal es la fuente de la vida de oración. Quien se conforma con Cristo, no puede más que tender como Él a la sincera entrega de sí mismo a los demás. Esta entrega encuentra su fuente y culmen en la Eucaristía, que es la fuente y culmen de la entrega de Cristo, y por ende la fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia.
El hombre de oración es aquel que viviendo su bautismo se convierte en un hombre eucarístico. Por Cristo, con Él y en Él, toda su actividad (y con ella el cosmos) se vuelven ofrenda (oración) agradable, dirigida y elevada al Padre. Desde esta perspectiva podemos decir que el corazón de la oración es esta comunión y reconciliación en Cristo, quien nos une a través del Espíritu al Padre. Esta es la esencia de la vida cristiana: el amor de la Trinidad que germina en nuestros corazones, llevándonos a donarnos a los demás en un constante y cotidiano gesto litúrgico, «presentando nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es nuestro culto razonable» (Cfr. Rom 12,1-2).  Entonces experimentaremos aquello que describía Isaac de Nínive:
«Cuando el Espíritu establece su morada en el hombre, este no puede ya dejar de orar, porque el Espíritu no deja de orar en él: duerma o vele, la oración no cesa en él; coma o beba, duerma o trabaje, el perfume de la oración exhala espontáneamente de su corazón. También el silencio en él es oración, y los movimientos de su corazón son como una voz silenciosa y secreta que canta, canta para Dios».

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