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jueves, 28 de mayo de 2020

5 CONSEJOS DEL PAPA FRANCISCO COMO PREPARACIÓN PARA PENTECOSTÉS


5 consejos del Papa Francisco como preparación para Pentecostés
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Marina Testino (ACI)




El Papa Francisco dio cinco recomendaciones para vivir la preparación a la Solemnidad de Pentecostés, que la Iglesia Católica Universal celebrará el próximo domingo 31 de mayo.

Así lo indicó el Santo Padre este miércoles durante la Audiencia General que se presidió todavía desde la Biblioteca del Palacio Apostólico sin público, solamente con algunos de sus colaboradores.

En concreto, el Pontífice mencionó en cinco ocasiones la Solemnidad de Pentecostés y exhortó a los católicos a invocar al Espíritu Santo a los fieles de diferentes idiomas:


1. Franceses: “Recemos al Espíritu Santo para que nos haga hombres de paz y de fraternidad y done al mundo confianza y esperanza” ¡Dios les bendiga!

2. Italianos: “Los invito a ser siempre dóciles a la acción del Espíritu Santo” para que su vida esté siempre “encendida e iluminada por el amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones”.

3. Ingleses: “Invoco sobre ustedes y sobre sus familias la abundancia de los dones del Espíritu Santo”

4. Polacos: “Estamos viviendo los días de la novena de Pentecostés: imploremos la presencia del Espíritu Santo en nosotros, para que sus dones, tan necesarios, nos ayude a progresar en la vida cristiana” y añadió que “en este tiempo difícil, rezamos con las palabras que San Juan Pablo II pronunció en Varsovia: ‘¡Descienda tu Espíritu y renueve la faz de la tierra!”.

5. Alemanes: “Sigamos el ejemplo de la beata Virgen María, que Ella, con su frecuente oración se parezca a los Apóstoles, invocó al Espíritu Santo para la Iglesia, quien renueva a los hombres en el amor a Cristo” y concluyó “que el Espíritu de Caridad colme nuestros corazones para se dirijan continuamente hacia el Señor en la oración”.

viernes, 22 de mayo de 2020

CREAN GUÍA PARA REALIZAR LA NOVENA DE PENTECOSTÉS JUNTO A MARÍA


Crean guía para realizar la novena de Pentecostés junto a María
Redacción ACI Prensa





La Fraternidad Mariana de la Reconciliación ha lanzado una guía para realizar la novena de Pentecostés, para “unirnos a María en el Cenáculo” y preparar los corazones para la venida del Espíritu Santo.

Mediante un evento de Facebook, las Fraternas, nombre con el que se conoce a esta sociedad de vida apostólica, han compartido un documento que guía a las personas en la realización de la novena, donde incluyen las letanías al Espíritu Santo y sugerencias para la organización de la Vigilia de Pentecostés.

Las Fraternas indican que, así como “los discípulos se reunieron junto a María en el Cenáculo, y por nueve días se dedicaron todos juntos a la oración”, los fieles son invitados todos los años a reunirse con la Virgen y rezar por la venida del Espíritu Santo.

“Como dijo San Pablo VI, ‘la primera necesidad de una Iglesia en movimiento es vivir siempre Pentecostés’”, señalan.


Para ello, indican que los fieles deben preparar sus corazones en estos días, y al ejemplo de la Virgen María, ser dóciles al Espíritu Santo.

“Al acoger esta Unción Divina, dejemos que Él transforme verdaderamente nuestros corazones para que así podamos avanzar en nuestra misión con renovado fervor”, agregan.

En la guía se encuentran detalladas las oraciones correspondientes a cada día de la novena, con el fin de hacer más práctica la vivencia de este tiempo de oración.

La estructura contempla por día un tema específico, las intenciones diarias, la invocación al Espíritu Santo, una lectura bíblica, la meditación de una pregunta, la oración a la Virgen, un verso del himno Veni Creator Spiritus (Ven Espíritu Santo) y una canción opcional para ayudar a la reflexión.

Sin embargo, señalan que cada persona puede agregar o quitar partes de la estructura de acuerdo a lo que el Espíritu Santo les inspire.


“Recuerden que el primer objetivo de esta novena es renovarnos en la experiencia personal del Espíritu Santo a través de la intercesión de María”, concluyeron.

Al final, la guía da sugerencias para la organización de la Vigilia de Pentecostés, que se realiza el último día de la novena, e incluye las letanías al Espíritu Santo que pueden ser rezadas al final de cada día de la novena o durante la Vigilia.

Puede encontrar la guía AQUÍ.

domingo, 9 de junio de 2019

PAPA FRANCISCO EN LA VIGILIA DE PENTECOSTÉS 2019


El Papa en vigilia de Pentecostés: Con el Espíritu escuchemos el grito de los hermanos
Redacción ACI Prensa





El Papa Francisco alentó a escuchar con el corazón y de la mano del Espíritu Santo, el grito y el gemido de tantos hermanos que tienen sed de Dios, durante la homilía de la Misa celebrada en la Plaza de San Pedro en el Vaticano este sábado 8 de junio,

Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre resaltó que “esta tarde, en la vigilia del último día del tiempo de Pascua, fiesta de Pentecostés, Jesús está en medio de nosotros y proclama en voz alta: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba quien crea en mí”.

El Papa dijo asimismo que el Espíritu Santo “brota desde el vientre de la misericordia de Jesús resucitado” que a su vez nos “transforma” en Iglesia de misericordia. Es decir, en una “madre del corazón abierto” para todos.

“Cuánto me gustaría que la gente que vive en Roma reconociera a la Iglesia, nos reconociera ‘por más’ misericordia, ‘por más’ humanidad y ternura, de la cual hay tanta necesidad y no por otras cosas”, subrayó el Papa y añadió que, de ese modo, la gente se sentiría “como en casa, la ‘casa materna’ en donde siempre se es bienvenido y a donde se puede siempre regresar”.

Por ello, el Pontífice indicó que con esta Iglesia las personas podrían sentirse siempre “acogidas, escuchadas, bien interpretadas, ayudadas a dar un paso hacia adelante en la dirección del Reino de Dios. Como sabe hacer una madre, también con los hijos cuando ya están grandes”.


"Este pensamiento sobre la maternidad de la Iglesia, me recuerda que hace 75 años, el 11 de junio de 1944, el Papa Pío XII hizo un acto especial de acción de gracias y súplica a la Virgen María para la protección de la ciudad de Roma. Lo hizo en la iglesia de San Ignacio, donde había sido traída la venerada imagen de Nuestra Señora del Divino Amor".

El Papa Francisco resaltó asimismo que “el amor divino es el Espíritu Santo, que brota del Corazón de Cristo. Él es la ‘roca espiritual’ que acompaña al pueblo de Dios en el desierto, para que bebiendo el agua viva puede calmar su sed en el camino”.

“En la zarza que no se consume, imagen de la Virgen María y la Madre, está Cristo resucitado que nos habla, nos comunica el fuego del Espíritu Santo, nos invita a descender entre la gente para escuchar el grito, nos envía a abrir el paso para los caminos de libertad que llevan a las tierras prometidas por Dios”.

El Santo Padre advirtió luego que “si el orgullo y la presunta superioridad moral entorpecen nuestro oído, nos daremos cuenta de que bajo el grito de tantas personas no hay nada más que un genuino gemido del Espíritu Santo. Es el Espíritu el que empuja, una vez más, a no estar satisfecho, a intentar volver al camino; es el Espíritu el que nos salvará”.

“Dejémonos entonces tomar de la mano del Espíritu y llevar en medio del corazón de la ciudad para escuchar el grito, el gemido como Moisés escuchó el grito escondido del Pueblo y Dios decidió intervenir enviando a Moisés para suscitar y alimentar el sueño de la libertad de los israelitas y revelarles que este sueño es su misma voluntad: hacer de Israel un Pueblo libre, su Pueblo, unido a Él por una alianza de amor, llamado a testimoniar la fidelidad del Señor ante todas las personas”.

De este modo, el Pontífice animó a imitar a Moisés quien “para realizar su misión, Dios quiere que ‘descienda’ con Él en medio de los israelitas”.


“El corazón de Moisés debe ser como el de Dios, atento y sensible a los sufrimientos y a los sueños de los hombres, a aquello que gritan a escondidas cuando alzan las manos hacia el Cielo, porque ya no tienen asideros en la tierra. Es el gemido del Espíritu, y Moisés debe escuchar con su corazón”, afirmó.

“Queridísimos, para meternos en escucha del grito de la ciudad de Roma, también nosotros necesitamos que el Señor nos lleve de la mano y nos haga ‘descender’ en medio a los hermanos que viven en nuestra ciudad, para escuchar su necesidad de salvación, el grito que llega hacia Él y que nosotros habitualmente no escuchamos”, exclamó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre señaló que “se trata de abrir los ojos y los oídos, pero sobre todo el corazón, escuchar con el corazón” y de este modo “nos pondremos en camino de verdad”.

“Escucharemos dentro de nosotros el fuego de Pentecostés, que nos empuja a gritar a los hombres y a las mujeres de esta ciudad que terminó la esclavitud y que Jesús es el camino que lleva a la ciudad del Cielo”, resaltó

“Para esto –concluyó el Papa Francisco– necesitamos el don de la fe. Pidamos hoy el don de la fe para ir hoy en este camino”.

EXPLICACIÓN SOBRE EL ESPÍRITU SANTO Y PENTECOSTÉS


Pentecostés
La Fiesta de Pentecostés


Por: Redacción | Fuente: aciprensa.com y iglesia.cl 




“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.
Hechos de los Apóstoles 2, 1-5




Fiesta de Pentecostés

Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.

En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).



¿Quién es el Espíritu Santo?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.



El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cisto es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.

El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.

El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.

Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.



Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.

Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.

Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.

Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.

Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.

La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.





El Espíritu Santo y la vida cristiana

A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.

El don del Espíritu Santo es el que:

- nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;

- nos permite conocerlo y amarlo;

- hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en nosotros.
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.



Dones

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:

Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.

Don de consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.

Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.

Don de Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.

Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.

Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.

Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.



Por otro lado, los frutos del Espíritu Santo son:

Caridad.
Gozo.
Paz.
Paciencia.
Longanimidad.
Bondad.
Benignidad.
Mansedumbre.
Fe.
Modestia.
Continencia.
Castidad.

SABÍAS QUE PUEDES SACAR UN ALMA DEL PURGATORIO EN PENTECOSTÉS?


¿Sabías que puedes sacar un alma del Purgatorio en Pentecostés?
Redacción ACI Prensa




Con el juicio personal al final de la vida terrena, Dios decidirá si una persona es merecedora del Cielo o el Infierno. En caso el destino eterno sea el cielo, muchas almas deberán purificarse en el Purgatorio, pero puede que ese proceso lleve mucho tiempo.

En la Solemnidad de Pentecostés, que este año se celebra el domingo 9 de junio, la Iglesia dispone que todos los católicos pueden ganar una indulgencia plenaria, ya sea para uno mismo o para algún alma del Purgatorio, lo que significaría el paso directo al cielo en este último caso.

¿Deseas saber cómo ayudar al alma de algún familiar o amigo? ChurchPop presenta los 5 pasos que todo católico puede seguir para lograrlo:

Firme intención de no volver a pecar, incluso venialmente.
Confesar sacramentalmente todos los pecados.
Recibir la Eucaristía.
Orar por las intenciones del Papa.
Durante la Solemnidad de Pentecostés, rezar o cantar el himno Veni Creator Spiritus.
El Veni Creaor Spiritus

Esta es la melodía:

Letra:

Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Digitus Paternae dexterae,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.
Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito
In saecula saeculorum.

Traducción:

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.

Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.

Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo,

También hay una versión en español:

FELIZ DOMINGO DE PENTECOSTÉS!!!




domingo, 20 de mayo de 2018

RENUÉVANOS POR DENTRO - PENTECOSTÉS


RENUÉVANOS POR DENTRO



Poco a poco estamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de bienestar. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven, Espíritu Santo, y libéranos del vacío interior.

Hemos aprendido a vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos, pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. Pero no encontramos sosiego ni paz. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la oscuridad y la confusión interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo lo llamamos «amor», y al placer, «felicidad», pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo, a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos, exhalando sobre ellos su aliento: «Recibid el Espíritu Santo». Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros y reavivar nuestra existencia por caminos que solo él conoce.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn 20,19-23

AL ESPÍRITU SANTO


Al Espíritu Santo




El Espíritu Santo habita en el bautizado en estado de gracia como en un templo y es para nosotros el principio de la vida sobrenatural, así como el alma es el principio de la vida corporal. Por eso podría decirse que, si el hombre está compuesto de cuerpo y alma, el cristiano está compuesto de cuerpo, alma y Espíritu Santo.

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

El Espíritu Santo comunica al bautizado la vida divina, la vigoriza y perfecciona. Nos alienta a practicar buenas obras. Con este fin, nos enriquece con sus siete dones que generan actos eminentes de virtud, llamados frutos del Espíritu. A saber, aplica a cada uno la Redención de Cristo, en especial por los sacramentos de la Iglesia. 


* Enviado por el P. Natalio

SOPLO DIVINO, DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Soplo Divino; Domingo de Pentecostés
Los que antes estaban asustados, apocados y escondidos, ahora se transforman en audaces misioneros


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net 




Lecturas:

Hechos 2, 1-11: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar”

Salmo 103: “Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.”

Gálatas 5, 16-25: “Los frutos del Espíritu”

San Juan 15, 26-27; 16, 12-15: “El Espíritu de la verdad los irá guiando hasta la verdad plena”.



Hoy celebramos el día de Pentecostés y los textos litúrgicos lo expresan con una gran efusión de signos que nos quieren indicar esta presencia dinámica, vital y renovadora del Espíritu en medio de la Iglesia. Son muchas “las señales” que emplea la Escritura para hablarnos de la irrupción del “Consolador”, prometido por Jesús a sus discípulos. Cada uno de estos signos encierra una gran enseñanza y nos habla, aunque parcialmente, de su actividad: el fuego, el viento y el rocío; el agua o la lluvia, la paloma y la nube, la lengua que todos comprenden. Pero el Espíritu es mucho más y no puede ser encerrado en un símbolo que se utiliza para representarlo. Quizás en diferentes etapas de nuestra vida y en diversas circunstancias nos llama más la atención una figura en especial. En estos días me he estado preguntando por qué se aparecerá con frecuencia bajo el signo del viento, en el día de Pentecostés como un viento huracanado, fuerte, estruendoso.

Para nosotros la palabra Espíritu no nos sonaría tan dinámica y tan llena de vida porque la hemos reducido más un sentido metafísico, designando un “no ser material”, pero ya desde inicio mismo del Antiguo Testamento la palabra que se usa en hebreo para designarlo, “ruaj”,  tiene el profundo significado de “aliento de vida”, de un modo especial su manifestación en la respiración, el hálito, el resuello, que manifiesta toda esa vitalidad interior que bulle por dentro de una persona y que es signo de su vida. Viento, vendaval, brisa, aire, aura, son expresiones que se quedan cortas cuando queremos expresar todo lo que es el Espíritu. Es una fuerza que arrastra, palpable y evidente, aunque los ojos no puedan ver más que sus efectos. Es el “soplo”  de Dios, su propio aliento, que infundido en la figura del barro la transforma en una persona a su imagen y semejanza. Es el viento poderoso que hace surgir a los jueces y los profetas en un pueblo urgido de esperanzas de salvación. Es la brisa suave y silenciosa que manifiesta presencia de Dios. Es el viento que sopla en Jesús, que se ve impulsado, “ungido por el Espíritu”, para realizar su misión: anunciar Buena Nueva, proclamar liberación, abrir los ojos y anunciar un año de gracia. Jesús es el hombre arrastrado por el Espíritu.  

Y en este día también se nos presentan los discípulos, aquella pequeña y desamparada comunidad, atemorizada ante un mundo hostil, pero que en un determinado momento sienten el mismo “viento”, el mismo Espíritu que impulsó a Jesús. Viento poderoso capaz de hacerles cambiar de vida, de mentalidad y de religión. Los que antes estaban asustados, apocados y escondidos que no pensaban más que en escapar de una muerte semejante a la de su Maestro, ahora se transforman en audaces misioneros capaces de enfrentarse al Sanedrín, de abrir fronteras, de expresarse en nuevos lenguajes, de dejar la seguridad del Cenáculo para explorar nuevos espacios donde resuene la Buena Nueva. Jesús, con su “soplo” y sus palabras de envío, confía a los discípulos  la misma misión que le otorgó el Padre, con todos sus compromisos y obligaciones, con todas sus manifestaciones, una de las cuales será el perdón y la reconciliación, la búsqueda de la justicia y de la verdad. Con el “soplo” de Jesús son transformados en misioneros y testigos de la Buena Nueva que los llevará por otros rumbos para manifestar los signos de su presencia. El Espíritu los conducirá a la verdad y podrán dar testimonio ante un mundo incrédulo y desconfiado.

A veces los cristianos damos la impresión de ser una barca anclada, impasible, que no quiere que la toque el viento y que permanece inmóvil, con apariencia de ser fiel, pero que no se deja impulsar, que no despliega sus velas porque tiene miedo descubrir nuevos horizontes. No son los grandes vientos los que más nos amenazan, sino la pasividad, la calma chicha, lo cotidiano, lo cómodo y la indiferencia. Permanecemos como aguas estancadas que al no removerse se contaminan y se pudren. Permanecemos asustados e indiferentes ante un mundo en cambio; nos instalamos en nuestros miedos y preocupaciones personales y no somos capaces de abrirnos al soplo del Espíritu. A veces en nuestro conformismo, nos dejamos llevar por vientos nocivos, destructores, con tal de seguir la corriente del mundo y su cultura de muerte.

Hoy debemos experimentar este “viento”. Hace falta que levantemos la cabeza y aspiremos profundo para que nos interiorice y haga brotar nuestra fuente profunda. Hoy hay viento, hay rumbo, hay destino, hay misión. Hoy debemos abrir de par en par nuestras puertas para que “el soplo del Espíritu” renueve y transforme. Hoy es un día muy especial para entrar un momento en nuestro interior y escuchar, más allá de lo cotidiano, lo acostumbrado y lo trivial, la voz de Dios y el viento, suave y poderoso, capaz de empujar nuestra nave a buenos puertos. Es día de pedir para cada uno de nosotros y para nuestra Iglesia, el “viento” de Jesús. Hoy es día para anunciar nueva reconciliación, nuevo lenguaje de paz, capaz de superar barreras y divisiones, hoy es día de nuevas actitudes frente al hermano. Es día para dejar escuchar dentro de nosotros al Espíritu de justicia y de verdad ¿Le abriremos nuestro corazón?

SIENTES MIEDO? PAPA FRANCISCO OFRECE ESTA SUGERENCIA EN PENTECOSTÉS


¿Sientes miedo? El Papa Francisco ofrece esta sugerencia en Pentecostés
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Durante la Misa del Domingo de Pentecostés, celebrada este 20 de mayo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco animó a confiar en el Espíritu Santo a aquellos que sienten sus corazones cerrados por el miedo.

El Pontífice comparó el Espíritu Santo con un viento fuerte que “entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y camba los acontecimientos”.

El Santo Padre explicó que “el Espíritu libera los corazones cerrados por el miedo. Vence las resistencias. A quien se conforma con medias tintas, le ofrece ímpetus de entrega. Ensancha los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar al que se cree que ya ha llegado. Hace soñar al que cae en tibieza. He aquí el cambio del corazón”.

Frente a aquellos que “prometen períodos de cambio, nuevos comienzos, renovaciones portentosas”, la experiencia enseña que “ningún esfuerzo terreno por cambiar las cosas satisface plenamente el corazón del hombre”.

Por el contrario, “el cambio del Espíritu es diferente: no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón; no nos libera de repente de los problemas, pero nos hace libres por dentro para afrontarlos; no nos da todo inmediatamente, sino que nos hace caminar con confianza, haciendo que no nos cansemos jamás de la vida”.

“El Espíritu mantiene joven el corazón –esa renovada juventud. La juventud, a pesar de todos los esfuerzos para alargarla, antes o después pasa; el Espíritu, en cambio, es el que previene el único envejecimiento malsano, el interior”.

“¿Cómo lo hace?”, se preguntó el Pontífice: “Renovando el corazón, transformándolo de pecador en perdonado. Este es el gran cambio: de culpables nos hace justos y, así, todo cambia, porque de esclavos del pecado pasamos a ser libres, de siervos a hijos, de descartados a valiosos, de decepcionados a esperanzados. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca la alegría, que florezca la paz en el corazón”.

El Papa continuó explicando en su homilía que, tras cambiar los corazones, “el Espíritu cambia los acontecimientos. Como el viento sopla por doquier, así él llega también a las situaciones más inimaginables”.

En su homilía explicó que se trata de una mala señal cuando “se prefiere la tranquilidad doméstica a la novedad de Dios”. Esa mala señal quiere decir “que se busca resguardarse del viento del Espíritu. Cuando se vive para la auto-conservación y no se va a los lejanos, no es un buen signo. El Espíritu sopla, pero nosotros arriamos las velas”.

Sin embargo, “tantas veces hemos visto obrar maravillas. A menudo, precisamente en los períodos más oscuros, el Espíritu ha suscitado la santidad más luminosa. Porque Él es el alma de la Iglesia, siempre la reanima de esperanza, la colma de alegría, la fecunda de novedad, le da brotes de vida. Como cuando, en una familia, nace un niño: trastorna los horarios, hace perder el sueño, pero lleva una alegría que renueva la vida, la impulsa hacia adelante, dilatándola en el amor”.

De este modo, “el Espíritu trae un ‘sabor de infancia’ a la Iglesia. Obra un continuo renacer. Reaviva el amor de los comienzos. El Espíritu recuerda a la Iglesia que, a pesar de sus siglos de historia, es siempre una veinteañera, la esposa joven de la que el Señor está apasionadamente enamorado. No nos cansemos por tanto de invitar al Espíritu a nuestros ambientes, de invocarlo antes de nuestras actividades: “Ven, Espíritu Santo”.

El Papa Francisco finalizó su homilía pidiendo al Espíritu Santo que sople “sobre nosotros. Sopla en nuestros corazones y haznos respirar la ternura del Padre. Sopla sobre la Iglesia y empújala hasta los confines lejanos para que, llevada por ti, no lleve nada más que a ti. Sopla sobre el mundo el calor suave de la paz y la brisa que restaura la esperanza. Ven, Espíritu Santo, cámbianos por dentro y renueva la faz de la tierra”.

FELIZ PENTECOSTÉS!!!






sábado, 19 de mayo de 2018

LECTURAS BÍBLICAS DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS, 20 MAYO 2018


Lecturas del Domingo de Pentecostés
Domingo, 20 de mayo de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11):

AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34

R/. Envía tu Espíritu, Señor, 
y repuebla la faz de la tierra

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas, 
y repueblas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):

HERMANOS:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios


Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.



Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):


AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio del domingo, 20 de mayo de 2018
Fernando Torres cmf



Como un viento fuerte

      Hay tres celebraciones claves en la liturgia cristiana, tres Pascuas en el sentido más original del término que alude al “paso” de Dios cerca de nosotros. La primera Pascua fue la de la noche de la liberación en Egipto. Entonces fue Dios el que con su presencia liberó al pueblo de la esclavitud. Desde entonces, la Pascua a) siempre habla de la cercanía de Dios y b) trae consecuencias liberadoras para la humanidad. En la liturgia cristiana esas tres Pascuas son: la Encarnación –Dios se hace hombre, se hace uno de nosotros–, la Resurrección –Dios rompe la condena del pecado que era la muerte y nos abre a una nueva y más plena vida–, y Pentecostés, que es la que celebramos en este domingo. 

      El Espíritu de Dios invade de repente nuestro mundo. En el libro de los Hechos se cuenta que el Espíritu se hizo presente como viento y como fuego. Viento y fuego son fenómenos naturales que, desatados a su propia dinámica, pueden llegar a ser amenazadores para la vida de la humanidad. En este día simbolizan una destrucción y un renacimiento. Como siempre que la persona es tocada por Dios se produce un auténtico “bautismo de fuego”, una real transformación. Algo muere en la persona y algo nace. Lo nuevo es diferente. Es consecuencia de la acción del Espíritu.

      El paso del Espíritu por sus vidas tuvo consecuencias inmediatas para los discípulos de Jesús. Si hasta entonces habían estado encerrados (en el evangelio de Juan se alude más de una vez a que se encerraban por miedo a los judíos), ahora abren las puertas y las ventanas. Aquel encerramiento denotaba una falta de comunicación total entre la primera comunidad de los seguidores de Jesús y el mundo que les rodeaba. Ahora la comunicación se produce con una abundancia y claridad tal que todos los que están en Jerusalén, todos los que entran en contacto con ellos, los entienden como si les hablasen en su propia lengua. 

      El Espíritu, pues, hace que los creyentes salgan al mundo, entren en diálogo y lleven a todos la buena nueva de la salvación. El Espíritu actúa en todos los miembros de la comunidad, les hace confesar sin miedo su fe. El Espíritu promueve diversos carismas (servicios, funciones) dentro de la comunidad pero, al mismo tiempo, les hace ser una sola comunidad al servicio de una única misión: llevar la paz al mundo, anunciar la buena nueva, predicar el perdón y la reconciliación. Hoy celebramos que el Espíritu sigue llegando a los corazones de todos los cristianos, que nos hace una sola familia con una misión: seguir anunciando en el mundo de hoy la buena nueva del Evangelio. Hoy sentimos de nuevo en nosotros la llama y el viento del Espíritu que nos libera y nos envía. Porque en el mundo muchos siguen esperando el anuncio de que Dios les ama como hijos. 



Para la reflexión

      ¿Me da miedo decir que soy cristiano o comportarme como tal en algunas situaciones? Si es verdad que el Espíritu llena mi corazón, ¿cómo me debería comportar? ¿cómo debería hablar para que todos conociesen el amor con que Dios nos ama? 

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